Más agua, menos estrés

Uno de los síntomas de la ansiedad es la sensación de boca seca y beber agua se convierte en una herramienta para ayudar calmar ese estado de intranquilidad.
Pero, además, con la deshidratación aumenta la circulación de las hormonas del estrés, el cortisol, y se ponen en marcha unos procesos fisiológicos similares a cuando el cuerpo está en una situación de peligro o de inquietud.
Diferentes estudios demuestran que el estrés repercute en el rendimiento intelectual, afecta a la lentitud de pensamiento, a los reflejos y provoca errores en la resolución de conflictos.
Hay estudios que indican que una deshidratación del 2,7% puede hacer que tengamos una mayor sensación de esfuerzo para hacer las tareas unido a tristeza, cansancio y decaimiento.
Deshidratación y función cognitiva
Si la deshidratación afecta a nuestra forma de sentirnos, mucho más lo hace sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.
La evidencia científica ha constatado que ya con un 1% o un 2% de deshidratación empieza a resentirse la memoria a corto plazo, las tareas de atención selectiva visual, la concentración y el tiempo de reacción.
Pero en general la deshidratación produce una disminución significativa en la percepción, atención, memoria, pensamiento, lenguaje y rendimiento psicomotriz. En resumen, de la función cognitiva en su conjunto, además de las repercusiones físicas.
Por eso, es esencial educar desde la infancia en el hábito regular de beber agua para que se acostumbren a pedirla y a beberla.
Los niños no llegan al colegio bien hidratados y eso repercute en su falta de atención, en el cansancio e incluso en la irritabilidad.
El consumo de líquidos, en especial el agua, es vital para el funcionamiento del organismo humano en todas las edades, pero además de los niños, otro grupo de riesgo es el de los ancianos que sufren alteración del mecanismo de la sed y pueden pasar horas sin beber agua, algo que les afecta especialmente física y cognitivamente.
De este modo, se antoja prioritario fomentar la educación para una correcta ingesta de agua y otros líquidos que según las autoridades sanitarias internacionales debe ser de 2 litros en el caso de las mujeres y de 2,5 de los hombres.