Códigos de muerte y sus canciones

Martin Scorsese es pasión por el cine. Por rodarlo, por devorarlo y por preservarlo. Autor de «Taxi Driver», «La última tentación de Cristo» o «Infiltrados», el neoyorquino de origen siciliano es también el cineasta que descubrió a Robert de Niro y sublimó a Leonardo di Caprio.
Pero ante todo Scorsese es un cinéfilo incorregible que con solo 11 años escribió su primer guión, para el que esperaba contar con estrellas como Marlon Brando y Burt Lancaster.
El pequeño Marty empezó a acariciar ese desmesurado amor por el séptimo arte a través de la televisión en blanco y negro de su casa familiar de Little Italy, el barrio italiano de Nueva York donde se crió entre un imaginario de reliquias católicas y salsa boloñesa.
El asma privó al frágil chico de pelo negrísimo de corretear por esas calles que magistralmente llevó después al cine en cintas como «Malas calles» o «Uno de los nuestros», donde imperaban los estrictos códigos de conducta de las mafias italoamericanas y los matones de barrio.
Y su «mamma italiana», de nombre Catherine y omnipresente en su filmografía, le convirtió por ello en un asiduo a la quietud de las salas de cine, lo que favoreció que, tras haber amagado con meterse a cura, terminara estudiando cinematografía en la Universidad de Nueva York.
La cinefilia de Scorsese, bruñida ahora en aulas académicas, desembocó inevitablemente en Alfred Hitchcock, maestro al que imitó, exprimió, emuló y homenajeó en incontables ocasiones.
Durante toda su vida, Scorsese se rodeó de colaboradores de Hitchcock (1899-1980), como el compositor de la música de «Vértigo» Bernard Herrmann, a quien encargó la banda sonora de «Taxi Driver», el diseñador de producción de «El hombre que sabía demasiado», Henry Bumstead, a quien empleó en «El cabo del miedo», o el grafista de «Psicosis», Saul Bass, a quien reclutó para «Casino».
La conexión ibérica del realizador se ubica en «La clave Reserva», que el neoyorquino rodó en 2007 por encargo de la marca española de cava Freixenet a partir de un pedazo de guión del director de «Los pájaros».
Scorsese es un amante del «storyboard» (guión gráfico), que trabaja con un detalle extremo. El director neoyorquino realiza dibujos a lápiz bastante sencillos, para darle una cierta idea de cómo va a ser sus películas. No se trata de bocetos demasiado técnicos, sino más bien de pequeñas anotaciones o croquis para sí mismo -y para sus colaboradores más cercanos. Son más una guía rápida para el momento del rodaje, que muestran cómo va a imaginar una determinada escena y cómo se debe pasar a la siguiente.
Este creador de culto que también sabe llegar a las masas recibió cartas de Sidney Lumet, Liza Minelli, Frank Capra o Steven Spielberg cuando requirió su apoyo para pedirle a Kodak que actualizara sus archivos cinematográficos. Ese esfuerzo por preservar la memoria del cine cristalizó en 1990 en la creación de la Film Foundation, dedicada a preservar y restaurar películas antiguas. Le apoyaron, entre otros, Stanley Kubrick, Clint Eastwood, Francis Ford Coppola, George Lucas o Steven Spielberg.
Estos tres últimos cineastas tuvieron el honor de entregarle, en su cuarta nominación, el Óscar al mejor director por «Infiltrados», en la que colocó delante de la cámara a Di Caprio, su gran actor fetiche junto con Robert de Niro.
Además de cinéfilo, el neoyorquino es profundamente melómano. Y es que Scorsese, perteneciente a la última hornada legendaria de cineastas estadounidenses, no ha tenido un fetiche como el que John Williams es para George Lucas y Steven Spielberg ni ha dotado a sus filmes de la majestuosidad con la que Nino Rota vistió «El padrino» de Francis Ford Coppola, pero ha tenido una relación fundamental con la música.
De todas sus películas, la banda sonora más recordada es la que Elmer Bernstein compuso para «La edad de la inocencia», el filme menos «scorsesiano» de su carrera.
El cineasta siempre cita como su película favorita «Las zapatillas rojas», el musical sobre ballet dirigido por Michael Powell y Emeric Pressburger en 1948, que restauró él mismo con mimo y resultados espectaculares a través de su World Cinema Foundation y la reestrenó en el Festival de Cannes 2006.
Su coqueteo con el género no fue más allá de aportar una canción histórica como «New York, New York» a la película del mismo título, protagonizada por su Liza Minnelli y su fetiche, Robert De Niro, que se encuentra en cambio entre los peores títulos de su filmografía.

Antes de destacar como cineasta había trabajado como supervisor del montaje de «Elvis on Tour», en 1972, y en los años ochenta, ya como director reconocido, firmó el videoclip de la canción «Bad», de Michael Jackson.
Uno de los títulos fundamentales de su primera etapa, «Taxi Driver», estaba dedicado al músico Bernard Herrmann, que se despedía del cine y de la vida con este filme tras haber compuesto para Alfred Hitchcok melodías tan famosas como las de «Psicosis» o «Vértigo».
Ha utilizado cantantes en sus repartos, como Kris Kristofferson en «Alicia ya no vive aquí», Iggy Pop en «El color del dinero», David Bowie en «La última tentación de Cristo», Debbie Harry y Peter Gabriel en «Historias de Nueva York» y Gwen Stefani en «El aviador», además de dar a Mark Wahlberg su única nominación al Óscar en Infiltrados».
Además, Scorsese ha documentado la carrera de sus músicos favoritos; lo había hecho con el que fuera, además, su compañero de piso, Robbie Robertson, en «El último vals», en 1978, aunque hasta el siglo XXI no la recuperaría con «No Direction Home: Bob Dylan», en la que se centraba en la trayectoria del cantante en los años sesenta.
Ya como músicos, llevó a las puertas de los premios de la Academia a U2 por su composición «The Hands that Built America», tema principal de «Gángsters de Nueva York».