La vanguardia soterrada de Buero Vallejo

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo fue «un portavoz de su tiempo», según el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Santiago Luis Iglesias Feijóo, quien ha rechazado el «carácter anticuado» que algunos críticos atribuyen al escritor guadalajareño.
Luis Iglesias explica que el dramaturgo se acercó, en principio, a la versión más evolucionada del teatro realista europeo, «la que tiene en Henrik Ibsen, en la segunda mitad del siglo XIX, su representante eximio».
A su juicio, la propuesta de un realismo simbólico, de claro alcance social y combativo, «que el autor noruego había formulado con notable escándalo en la Europa burguesa de su tiempo», fue la que más atrajo al dramaturgo español, «algo nada extraño, por otra parte, cuando por un camino paralelo, un autor estrictamente coetáneo, pero en otro contexto, Arthur Miller, en Norteamérica, estaba haciendo exactamente lo mismo en una sociedad muy diferente».
Según Iglesias Feijóo, esto prueba que el supuesto carácter anticuado que algunos críticos, «no muy sagaces o no muy bien intencionados», atribuyeron al autor español desde el principio, no era más que «el deseo de entroncar con una tradición valiosa, tanto por parte de Buero, como por parte de Miller».
En este sentido, el experto se pregunta la razón de por qué, «la casi siempre áspera y poco generosa cultura española hizo surgir esa observación descalificadora de su teatro que, desde luego, no se extendió al autor norteamericano y encontró, eso sí, una acogida mucho abierta en su sociedad».
Esa tradición inmediata sirve a Feijóo para explicar el otro factor que «ilumina el carácter de portavoz de su tiempo», la de haber sabido conectar con las exigencias del hombre de hoy.
«Buero Vallejo asumió la experiencia que supone haber sufrido en carne propia tragedias que fueron muchos más que personales y que superaban, incluso, los límites españoles, para convertirse en cifra simbólica, azotado por un cúmulo de problemas que le trasciende, pero que es el último responsable», «de ahí que encontrara en el terreno de lo trágico, ancho campo en el que formular sus experiencias creativas».
Buero Vallejo, nacido el 29 de septiembre de 1916, en Guadalajara, se trasladó en 1933 a Madrid y, al inicio de la Guerra Civil, se enroló en el Ejército de la República. A su término, fue condenado a muerte, pero, finalmente, la pena se le conmutó. En prisión conoció al poeta Miguel Hernández, al que hizo un famoso retrato.
Compaginó su fidelidad a la tragedia clásica con el compromiso con el tiempo histórico que le había tocado vivir, la España de la posguerra, un hombre que supo hablar en el silencio, ver en la oscuridad y oír en el barullo.
Buero Vallejo puede ser calificado como un intelectual de primer orden que iba para pintor y una figura muy peculiar que estudió las bases teóricas del teatro griego.