El muerto, de parranda cataléptica

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La catalepsia es un trastorno real, pero la ficción ha construido sobre esta dolencia extraordinarias narraciones que, afortunadamente, superan con mucho los límites de lo cotidiano
La catalepsia es un trastorno real, pero la ficción ha construido sobre esta dolencia extraordinarias narraciones que, afortunadamente, superan con mucho los límites de lo cotidiano

Vivir con el constante temor de ser enterrado vivo y sumergirse cada noche al cerrar los ojos en tenebrosas historias dignas de Halloween. En uno de sus emblemáticos cuentos, Edgar Allan Poe narra el día a día de un hombre que sufre recurrentes ataques de catalepsia, una dolencia real sobre la que se han construido terroríficos relatos, películas y leyendas.

“Durante varios años sufrí ataques de ese extraño trastorno que los médicos han decidido llamar catalepsia, a falta de un nombre que mejor lo defina. Aunque, tanto las causas inmediatas como las predisposiciones, e incluso el diagnóstico de esta enfermedad siguen siendo misteriosas, su carácter evidente y manifiesto es bien conocido”, narra Edgar Allan Poe en su obra “El entierro prematuro”.

El personaje protagonista de este relato describe sus experiencias en primera persona. “Mi propio caso no difería en ningún detalle importante de los mencionados en los textos médicos. A veces, sin ninguna causa aparente, me hundía poco a poco en un estado de semisíncope o casi desmayo. Ese estado, sin dolor, sin capacidad de moverme o realmente de pensar, pero con una borrosa y letárgica conciencia de la vida y de la presencia de los que rodeaban mi cama, duraba hasta que la crisis de la enfermedad me devolvía, de repente, el perfecto conocimiento”, detalla.

“Otras veces el ataque era rápido, fulminante. Me sentía enfermo, aterido, helado, con escalofríos y mareos y, de repente, me caía postrado. Entonces, durante semanas, todo estaba vacío, negro, silencioso y la nada se convertía en el universo. La total aniquilación no podía ser mayor.”, señala el personaje principal de este cuento de Edgar Allan Poe, un autor convertido en célebre literato gracias a sus famosas historias de terror.

La literatura y el cine han recurrido a la catalepsia para forjar macabros relatos sobre personas que eran enterradas vivas sin poder mover un músculo para evitarlo. También abundan las leyendas sobre supuestos resucitados y las historias de todo tipo que hablan de arañazos en los ataúdes y de gritos desde las sepulturas.

La catalepsia es un trastorno real, pero la ficción ha construido sobre esta dolencia extraordinarias narraciones que, afortunadamente, superan con mucho los límites de lo cotidiano.

“Existen unas dolencias motoras y de tipo vegetativo que pueden conducir a un estado de paralización de los movimientos e, incluso, de aparente cese de algunas de las funciones vitales básicas, como la respiración. En esto consiste la versión más literaria de la catalepsia”, explica Jerónimo Saiz, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental.

Vinculado con ello, se ha hablado de “la posibilidad de que una persona pueda ser enterrada viva por confundir el estado de catalepsia con un estado de defunción. Pero es algo que no ha sucedido en la realidad”, asegura.

La catalepsia es “uno de los fenómenos motores que se pueden dar en relación con lo que se llama síndrome catatónico”, destaca el psiquiatra. En este sentido, el especialista habla de la flexibilidad cérea que, según explica, tiene que ver con la “tendencia a repetir determinados gestos de una forma contracturada”.

Cuando esto ocurre, si se toma la mano de un sujeto y se la pone en una postura forzada, esa mano permanece inmóvil sin volver a su estado inicial. El doctor Saiz aclara que, dentro del círculo de lo catatónico, la catalepsia es una de las posibilidades.

Asimismo, el psiquiatra Pablo Alberto Chalela Mantilla, en su artículo titulado “Síndrome catatónico” señala que, dentro de los trastornos posturales, se pueden mencionar: “la catalepsia, la excitación catatónica, el estupor catatónico, la rigidez catatónica, la posición catatónica, la flexibilidad cérea y la acinesia”.

El síndrome catatónico se produce en algunas enfermedades como la esquizofrenia catatónica, pero también se da en una variedad de patologías de tipo metabólico, neurológico o tóxico. Es decir, “puede haber circunstancias físicas que desencadenen este tipo de fenómenos”, apunta Jerónimo Saiz.

En este trastorno se producen “movimientos, actos o conductas que no tienen finalidad, que están entre lo automático y lo voluntario y que pueden tomar formas muy variadas. Es, en último término, una alteración del sistema nervioso”, puntualiza.

Cuando se dan este tipo de episodios, la persona afectada, aparentemente, pierde la consciencia. “Al menos hay una desconexión con la realidad, con el medio”, aclara el psiquiatra.

No obstante, hay que decir que las crisis de catalepsia son extraordinariamente escasas y los síndromes catatónicos tampoco son habituales. De hecho, según expone el doctor Saiz, “dentro de la esquizofrenia, la forma que se llama catatónica es la menos frecuente”.

Además, el número de ataques que pueden producirse depende de la causa que los provoque. En el caso de una enfermedad como la esquizofrenia, que puede cursar con crisis recurrentes a lo largo de la vida, estos podrían darse de forma repetida, “sin embargo, sería diferente si tuvieran su origen en una alteración de tipo neurológico como la enfermedad de Parkinson o en un accidente cerebro-vascular”, matiza el experto.

Es posible que estas crisis dejen secuelas, pues pueden afectar a funciones vitales y pueden tener consecuencias de tipo metabólico, comenta el especialista.

En este sentido, señala que se puede producir “deshidratación, sudoración, variaciones en la tensión arterial e, incluso, se puede alterar la eliminación de sustancias por el riñón. Si no se aborda o no se trata adecuadamente podría tener trascendencia”, concluye.

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