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El proceso de restauración consiste en la unión de los trozos con una mezcla especial de pegamento para pizarra
El proceso de restauración consiste en la unión de los trozos con una mezcla especial de pegamento para pizarra

La Biblioteca Nacional de España (BNE) restaura en un delicado y artesanal proceso, los ‘sonidos rotos’ de los más de 21.000 discos de pizarra que atesora en sus fondos para proceder a continuación a digitalizar su contenido.

Los discos de pizarra fueron el soporte estrella durante más de 50 años, una hegemonía que se acabó cuando apareció el vinilo, pero la mayoría de aquellos primeros registros sonoros nunca salieron de la fragilidad de un material que con el paso del tiempo se degrada.

Con la ley de Depósito Legal de 1938 (Decreto de 13 de octubre) comienza el ingreso de obras fonográficas en discos de pizarra, siguiendo con los discos de vinilo cuyo número se aproxima a los 300.000, alrededor de 150.000 casetes y 130.000 CDs, etc.

Los inicios de la colección se remontan a las órdenes y decretos de 1938 y 1942 de Depósito Legal y de Propiedad intelectual de Obras Fonográficas, que establecen como requisito previo e indispensable para que se lleve a cabo el reconocimiento de la propiedad intelectual “la obligación de depositar el disco en la Biblioteca Nacional”.

La BNE guarda miles de discos de ese material y ahora recupera los «secretos» que albergan.

Muchos de los discos están partidos en varios fragmentos, que hay que limpiar, pegar y, en definitiva, «curar», según explica la BNE en una nota, para rescatar de sus surcos los documentos sonoros que contienen, ya sean música o voz.

El proceso consiste en la unión de los trozos con una mezcla especial de pegamento para pizarra.

Cuando el disco está completamente restaurado y libre de restos, se pasa a digitalizarlo a través de distintas técnicas informáticas para después subir el contenido a la Biblioteca Digital Hispánica, en la que el usuario puede oír una versión totalmente renovada, sin ruidos y chasquidos ajenos al contenido armónico del disco.

Cilindros de cera

En 1877 Tomás A. Edison inventó los cilindros de fonógrafo, primer medio para poder grabar y reproducir el sonido. Los primeros fueron de papel de estaño, después de cartón parafinado y a partir de 1890 de cera maciza. El fonógrafo fue el primer aparato en registrar y reproducir sonido. Funcionaba mediante una aguja sujeta a una membrana, que recogía las vibraciones producidas por la música, la voz o cualquier otro sonido, y las grababa mediante surcos en la superficie del cilindro. El impacto de este invento llevó a colaborar a ingenieros, científicos, artistas, comerciantes, etc. que lograron perfeccionar el mecanismo de los posteriores gramófonos de discos, inventados por Emilio Berliner, y que solo servían para reproducir sonidos pregrabados.

'El Mochuelo'
‘El Mochuelo’

Hasta finales de 1890 los cilindros de cera eran muy heterogéneos, lo que creaba problemas de incompatibilidad. Para evitar esto, la casa Edison Records, Columbia Phonograph y otras decidirán establecer un tamaño estándar para los cilindros de cera. Las medidas acordadas fueron 10 cm. de largo y 5,7 cm de diámetro, con capacidad para unos dos minutos de grabación. En 1906 el plástico duro sustituirá a la cera y comienzarán a comercializarse cilindros de celuloide y de amberol, estos últimos de 4 minutos de duración, que seguirían vendiéndose hasta 1929 compitiendo con los discos de pizarra, menos frágiles y más fáciles de almacenar.

La mayoría de los cilindros fueron producidos por casas fonográficas españolas: Sociedad Anónima Fonográfica (Madrid), Sociedad Fonográfica Española de Hugens y Acosta (Madrid), Viuda de Aramburu (Madrid), etc., y recogen interpretaciones de bandas, orquestas, solistas y cantantes españoles, así como fragmentos de obras extranjeras, que abarcan desde la zarzuela, pasando por la opera y acabando en cilindros de flamenco como los de «El Mochuelo”, que llegó a grabar casi todos los estilos. Entre ellos, hay que resaltar las Jaberas, un palo olvidado del que quizás solo exista este ejemplar.

Rollos de pianola

Los primeros rollos musicales de papel perforado aparecieron hacia 1880. Pueden escucharse por medio de un instrumento mecánico de teclado denominado “pianola”, que funciona con un sistema neumático accionado por el pedaleo del “pianolista”. Las distintas notas musicales se producen al tiempo que va desenrollándose el papel, que lleva codificadas la posición de las notas del teclado en la colocación de las perforaciones.

La pianola fue muy popular en España en el primer tercio del siglo XX y la fabricación de rollos supuso un gran negocio. Los rollos de la BNE fueron producidos por diversas casas editoras extranjeras y españolas: Victoria (la marca más conocida), Best, Minerva, Diana, Princesa, Edición Mott, España Musical, Melodía, Poch, Clave, etc. La colección recoge un repertorio muy diverso: desde las frivolidades del momento hasta fragmentos de zarzuelas, óperas, etc., pero también obras de piano más vanguardistas.

Discos perforados

Los primeros discos que se utilizaron para la reproducción del sonido en el siglo XIX empleaban aparatos reproductores (los “tocadiscos” más primitivos) basados en mecanismos neumáticos similares al del organillo (como en los modelos Ariston, Ariosa o Herophon) o de caja de música (como en el Symphonion). Al girar los discos sobre el plato, accionados por una manivela, las perforaciones activan los mecanismos de producción de sonido. La duración de cada pieza es siempre muy breve y coincide con lo que tarda en girar el disco una vuelta completa; a partir de ese punto, la música empieza a repetirse.

El repertorio grabado por este procedimiento consiste sobre todo en fragmentos muy populares de zarzuela (por ejemplo de La Gran Vía, de F. Chueca), valses, himnos nacionales, pequeñas piezas pianísticas, etc.

Discos de pizarra

Desde la invención del gramófono por E. Berliner en 1887 hasta mediados de los años cincuenta del pasado siglo, se editaron cientos de miles de grabaciones en discos de pizarra (también llamado “disco de piedra”), abarcando todos los géneros: música clásica, flamenco, zarzuela, marchas militares, música popular, ligera, óperas, archivo de la palabra, etc.

La colección de discos de pizarra de la Biblioteca está formada por más de 21.000 unidades de distintos sellos discográficos españoles y extranjeros: Compañía del Gramófono Odeón: Pathé, MGM, Regal, La Voz de su Amo, Columbia, Decca, Philips, etc.

Los discos de pizarra más antiguos corresponden a los primeros años del siglo XX y recogen sólo pequeños fragmentos de obras de duración muy reducida. Podemos apreciar cómo se produjo, con el transcurso del tiempo, una evolución en los temas grabados: al principio predominaban las grabaciones de música clásica y escénica (zarzuelas, óperas, cuplés, etc.), mientras que a partir de los años cuarenta, siguiendo la estela de otros países, comenzó una producción masiva de temas populares, más acordes con los gustos del momento.

Discos de vinilo

A finales de la década de los cuarenta empezaron a editarse los primeros discos de vinilo (también llamados “microsurcos” o “discos de plástico”). Durante un tiempo el nuevo soporte convivió con el disco de pizarra, pero hacia 1956 lo sustituyó completamente como medio más adecuado para la comercialización del sonido grabado.

El disco de vinilo gozó de enorme popularidad durante la segunda mitad del siglo XX, poca dorada de la industria discográfica, y generó un importante fenómeno de coleccionismo público y privado.

Se presenta básicamente en dos formatos, el “Single”, de menor tamaño y capacidad, y el “Long play” (más conocido por sus iniciales “LP”). Las velocidades de giro suelen ser de 45 o 78 rpm para los discos de menor formato y de 33 1/3 para los de larga duración. Los aparatos reproductores (“tocadiscos” o “pickups”) se fabricaron en distintas modalidades de sonido monoaural o estéreo y en múltiples modelos y tamaños, como corresponde a un objeto de consumo que fue muy popular en todos los hogares españoles durante casi cuarenta años.

Cintas magnéticas

Existen diferentes modalidades:

• Cinta abierta, soporte en el que se conservan las primeras grabaciones de los actos culturales celebrados en la Biblioteca Nacional en la década de 1980, actualmente pasadas a cintas DAT para su conservación y consulta.
• Cartucho, un formato de ocho pistas grabadas en un solo sentido que alcanzó muy poca difusión comercial. La colección de la BNE es de 3.134 cintas que contienen en su mayoría música ligera de los años sesenta y setenta.
• Casete, que fue, junto al disco de vinilo, el sistema más popular de grabación y comercialización del sonido, por lo que una parte importante de su edición comercial se corresponde con otra idéntica en disco. La colección de la BNE es de unas 160.000 cintas de todos los géneros musicales y de archivo de la palabra.
• Hilo magnético, utilizado en la primera mitad del siglo XX como sistema de grabación de emisiones radiofónicas. La BNE cuenta con un aparato reproductor para este tipo de soporte y una pequeña colección de himnos y discursos políticos (con las voces de Manuel Azaña, Dolores Ibarruri, el general Queipo de Llano, el Cardenal Segura, etc.), la mayoría emitidos durante la Guerra Civil de 1936-1939.

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