El mundo invertido de Pierre Boulle

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Hoy en día pocos han oído hablar de Pierre Boulle. Él fue el autor francés a quien se le ocurrió la brillante idea de unos humanos que viajan en el tiempo y se tropan con una civilización de simios. Esa fue la historia de su novela de 1963 "Planete des Singes" ("Planeta de simios")
Hoy en día pocos han oído hablar de Pierre Boulle. Él fue el autor francés a quien se le ocurrió la brillante idea de unos humanos que viajan en el tiempo y se tropan con una civilización de simios. Esa fue la historia de su novela de 1963 «Planete des Singes» («Planeta de simios»)

Pierre Boulle, autor de vida aventurera y cuya obra de género es corta pese a ser de las más influyentes en la ciencia ficción francesa, nació el 20 de febrero de 1912 en Avignon, se mudó a París para estudiar ingeniería eléctrica pero, aburrido de la vida corriente y atraído por la perspectiva de hacer fortuna en las colonias, se fue a Asia con la intención de convertirse en exitoso productor de caucho.

La Segunda Guerra Mundial le sorprendió en Indochina, hoy Vietnam y entonces bajo control galo, y tras la rápida derrota de Francia ante las fuerzas del Eje, se sumó a los efectivos de la autodenominada Francia Libre dirigida desde Londres por Charles De Gaulle.

En calidad de agente encubierto con el nombre falso de Peter John Rule, Boulle participó en la labor de la resistencia francesa en distintos territorios de China, Indochina y Birmania hasta que un grupo de franceses partidarios del régimen de Vichy le reconocieron y detuvieron.

Sufrió los rigores de un campo de concentración en Birmania, de donde conseguiría fugarse con la inspiración para escribir la que sería su obra más conocida: El puente sobre el río Kwai, que publicó en 1952.

Lo cierto es que Boulle es toda una inspiración para los escritores que llegan tarde al oficio porque su primera novela (‘William Conrad’) vio la luz en 1950, cuando contaba ya 38 años de edad.

Sus escasos ingresos tras la guerra le condujeron a vivir una vida ciertamente austera hasta que conoció el éxito editorial con su novela bélica sobre el grupo de prisioneros anglosajones que debían construir un puente para los soldados japoneses sobre el río Mae Klong, rebautizado como Kwa Yai, para unir Bangkok con Rangún y facilitar el transporte ferroviario de las tropas niponas.

El éxito se multiplicó tras cosechar siete premios Óscar de Hollywood en su versión cinematográfica dirigida por David Lean en 1957, entre ellos el de mejor guión adaptado.

Sin embargo, los autores de ese guión, Carl Foreman y Michael Wilson, figuraban en la lista negra de la caza de brujas organizada por el senador Joseph McCarthy, con lo cual no pudieron recoger el galardón que se le concedió directamente a Boulle…, a pesar de que todo el mundo sabía que no tenía ni idea de inglés y que estaba muy enfadado por las alteraciones de su historia original impuestas por los productores de la película.

El malestar de Boulle le llevó a aceptar el premio con la nota más breve de agradecimiento que se conoce en la historia de estos galardones ya que se limitó a decir “merci” (gracias, en francés).

De estilo irónico y fluido, las obras de Boulle suelen ensalzar una actitud épica y valerosa ante las pruebas de la vida y se orientan a menudo hacia la lucha del ser humano con el mundo de lo irracional y lo extravagante, como en ‘Cuentos de lo absurdo’ (1953) o ‘Quia absurdum: así en la Tierra como en el Cielo’ (1966).

Era por tanto cuestión de tiempo que desembocara oficialmente en la Ciencia Ficción, lo que hizo en 1957 con su colección de relatos E=mc2 pero, sobre todo, con una de las obras cumbre del género: El planeta de los simios, que apareció en 1963.

La historia original de esta novela cifra la acción en el año 2500, cuando una nave de la Tierra llega a un planeta del sistema estelar de Betelgeuse.

La expedición está dirigida por el profesor Antelle, ayudado por un físico llamado Levain y acompañados ambos por el periodista Ulysse Mérou: todos se quedan helados al descubrir la existencia de una civilización donde los papeles evolutivos han sido invertidos, ya que los simios la controlan mientras que los humanos son capturados para sus zoológicos, utilizados en experimentos de laboratorio o cazados por simple deporte.

La civilización simia está dividida en tres castas: los gorilas, embrutecidos e instintivos, son la clase dirigente que monopoliza los cargos políticos, militares y empresariales; los orangutanes, estrechos de mente y conservadores, asumen la función de doctores, profesores y sacerdotes; los chimpancés, en el papel de progresistas, son artistas, inventores y científicos innovadores.

El prólogo y, sobre todo, el epílogo son un poderoso remache a esta historia, que descubre una pareja de turistas espaciales durante su luna de miel a bordo de una nave de recreo con la que surcan el cosmos, pues al final se descubre que los enamorados son también monos y no pueden creer que en alguna parte del universo haya existido alguna vez una civilización de hombres.

En 1968 Franklin J. Schaffner filmó la mítica adaptación al cine con Charlton Hestson como protagonista principal y varios cambios importantes en el guión incluyendo el final, que en el caso de la película fue especialmente impactante para el público norteamericano.

Tanto éxito tuvo que inspiró cuatro secuelas (Regreso al plantea de los simios, Huida del planeta de los simios, Conquista del planeta de los simios y Batalla por el planeta de los simios), una serie de televisión, una serie de dibujos animados, una serie de tebeos de Marvel Comics y remakes de las películas originales.

A pesar de eso, Boulle tampoco quedó contento por los cambios impuestos en el guión cinematográfico respecto a la novela.

La obra posterior del autor francés no tuvo tanto éxito como sus dos novelas más famosas, pese a ofrecer obras interesantes como Las virtudes del infierno (1974) o El buen Leviatán (1978).

Especialmente curiosa resulta Los juegos del espíritu (1971) en la que un gobierno mundial de científicos que ha impuesto una sociedad de la felicidad absoluta se enfrenta a una ola de suicidios de una población aburrida y abducida por la rutina: la solución pasa por crear una serie de crueles juegos al estilo de los del Coliseo para mantener entretenidos a los ciudadanos.

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