Seres fantásticos entre balas y dolor

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Tal vez la foto más famosa sea la de Frances. Posa en la orilla (del río), con una cascada al fondo. Está inclinada hacia adelante, mirando a cinco hadas que bailan animadamente
Tal vez la foto más famosa sea la de Frances. Posa en la orilla (del río), con una cascada al fondo. Está inclinada hacia adelante, mirando a cinco hadas que bailan animadamente

En 1920 una noticia sorprendió al mundo. Dos niñas británicas dijeron haber conseguido fotografiar hadas. Arthur Conan Doyle, el escritor británico que creo al detective Sherlock Holmes, dio su aval a la historia, diciendo que las fotos probaban que las hadas de hecho existían.

Las responsables de las fotos, Elsie Wright, de 16 años, y Frances Griffiths, de 9, dijeron haber fotografiado a las hadas en el jardín de la casa en la que vivían, en el norte de Inglaterra. Con el respaldo del famoso autor, la historia de las niñas se extendió por el mundo y se mantuvo hasta 1983, cuando Wright finalmente admitió que las hadas eran falsas.

¿Pero cómo fue posible que dos niñas engañaran al mundo de esa manera? Hazel Gaynor, la autora The Cottingley Secret, una novela basada en el caso, intenta arrojar luz en este asunto.

Jardín encantado

La historia comenzó en el jardín de una casa en la aldea de Cottingley, cerca de la ciudad inglesa de Leeds. Elsie Wright y su prima Frances Griffiths pasaban aquel verano de 1917 jugando en el jardín, junto a un arroyo, según ellas, con hadas.

Griffiths «estaba encantada con el lugar y la naturaleza. Hasta el día en que murió, siguió contando la historia de que ella y su prima habían visto hadas allí», dice Gaynor.

La niña había llegado de Sudáfrica con su madre, para vivir con su tía, su tío y su prima Elsie en el condado de Yorkshire, en Inglaterra, mientras su padre peleaba en la Primera Guerra Mundial.

«Iba a jugar al jardín todo el tiempo y volvía con la ropa, los zapatos y las medias sucias. Su madre le pedía que ya no fuera a jugar allí. Un día, para justificarse, Frances dijo que quería jugar en el jardín porque jugaba con hadas», cuenta la escritora.

Fue esa declaración, hecha de forma espontánea, la que motivó a las niñas a buscar una forma de probar a la madre de Griffiths que ésta estaba diciendo la verdad.

Así que tomaron prestada la cámara del padre de Wright y decidieron «fotografiar las hadas».

«Tal vez la foto más famosa sea la de Frances. Posa en la orilla (del río), con una cascada al fondo. Está inclinada hacia adelante, mirando a cinco hadas que bailan animadamente», describe Gaynor.

«La segunda foto es de Elsie, la mayor. Está junto a lo que, en la época, pareció ser un gnomo caminando hacia ella», explica la autora.

Medio siglo más tarde, Wright describió  lo que había visto el día que se tomó esa imagen, en 1917. «Este es el lugar donde vi el gnomo. Yo estaba aquí y Frances estaba allí, con la cámara. El gnomo venía de atrás de un árbol y caminó hasta donde yo estaba. Me pareció que me iba a tocar y extendí el brazo, pero desapareció. Ellos eran así, se acercaban y después desaparecían», contó.

Las fotos son de gran calidad, si consideramos el período y el hecho de que fueron tomadas por niñas. Y las hadas no tienen apariencia etérea. Por el contrario, son bastante sólidas. Sin embargo, a los ojos de hoy, las figuras de las hadas son claramente bidimensionales y las fotos, en general, excesivamente posadas.

Mundo espiritual

La familia guardó las fotos durante años, a modo de broma. Sin embargo, tres años después del fin de la Primera Guerra Mundial, la madre de Wright-como muchos británicos en aquel período- empezó a interesarse por la teosofía.

«Era un movimiento que estudiaba el mundo espiritual, que buscaba dimensiones alternativas donde pudiera existir vida. Si se lleva esa idea más lejos, se puede llegar a considerar la posibilidad de que las hadas y otros seres místicos realmente existen entre nosotros», comenta Gaynor.

«La gente estaba desesperada e intentaban agarrarse a cualquier cosa que pudiera traer respuestas a la pregunta de por qué el Dios cristiano había permitido los horrores de las trincheras», recuerda.

En Reino Unido, al final de la Primera Guerra Mundial, millones de personas habían perdido a sus seres queridos. Abundaban los cuestionamientos sobre la sociedad, la religión y la vida después de la muerte.

En ese contexto, las madres de las niñas decidieron ir a una reunión de la sociedad de teosofía de la región para participar en una discusión sobre la vida de las hadas. Ellas llevaron consigo las fotos de sus hijas y las imágenes despertaron gran interés.

Ilustre respaldo

Poco después, las fotos fueron a parar a manos de un importante miembro de la sociedad, el escritor Arthur Conan Doyle.

«Para cuando tuvo conocimiento de las fotos, ya le habían comisionado un artículo para la revista Strand Magazine sobre el mundo de las hadas. Inmediatamente solicitó a especialistas en fotografía que analizaran las imágenes para establecer si eran genuinas. Y fueron declaradas auténticas», explica Gaynor.

«Según los especialistas, no había evidencias de falsificación. Así que, cuando Conan Doyle escribió su artículo, utilizó las fotos para sustentar sus afirmaciones de que el mundo de las hadas era real. Y que si alguien lo dudaba, ahí estaba la evidencia fotográfica», continúa.

Lo que no le creyeron al autor de Sherlock Holmes

La fiebre de las hadas cautivó la nación y las fotografías fueron llevadas de gira por Reino Unido y Estados Unidos.

Medio siglo después, Wright continuaba defendiendo la veracidad de su historia.

«Lo que la gente no consigue entender es que las fotos fueron tomadas en días nublados pero las hadas estaban iluminadas. Ellas parecían emitir luz y parecían moverse».

La historia siguió circulando como veraz hasta 1983, cuando Wright finalmente confesó que ella misma había diseñado y recortado las figuras en papel de cartulina. Y para que aparentaran estar suspendidas en el aire, pegó las figuras a unas varitas y fijó al suelo.

Pero ¿por qué decidió admitir la verdad tantos años después? «Tengo tres nietas y no quiero que esa historia perdure para siempre. Me parece mejor aclarar esto de una vez por todas», respondió ella misma.

Consecuencia de la posguerra

Pero ¿cómo fue posible que la fantasía de dos niñas pudiera convencer a tantas personas importantes como Arthur Conan Doyle?

La segunda foto es de Elsie, la mayor. Está junto a lo que, en la época, pareció ser un gnomo caminando hacia ella
La segunda foto es de Elsie, la mayor. Está junto a lo que, en la época, pareció ser un gnomo caminando hacia ella

«El tenía un señor que ilustraba libros de cuentos de hadas y el padre de Conan Doyle también se interesaba en las historias de hadas», relata Gayle.

Pero había otra conexión con la familia de las niñas. Al igual que el padre de Griffiths, el hijo de Conan Doyle había servido en la guerra. Y muerto.

«Había perdido a su hijo en la guerra y sentía un gran remordimiento por ello, ya que lo había animado a irse al frente. Además, estuvo involucrado en la propaganda bélica para incrementar el número de reclutas, por lo que se sintió responsable y culpable».

Ese es casi el final de la historia. Existe una quinta foto, en la que sólo aparecen las hadas emanando luz y aparentando surgir del césped.

Griffiths insistió hasta el final que esa foto era absolutamente verídica.

«Cuanto más investigo, más me intereso en la vida de Frances. Una niña que se mudó de su país y su padre se fue a pelear en la guerra… Tal vez se dieron las condiciones perfectas para que ella entrara en contacto con otra esfera. Pienso que es mucho más encantador creer que hay un elemento de verdad en esa historia».

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