Cañerías limpias, el eterno afán

Los antecedentes de la higiene intestinal se encuentran en las lavativas, en escritos sumerios, chinos, hindúes, griegos y romanos, aunque han sido registradas con mayor detalle en papiros del antiguo Egipto. Plinio identifica su origen en el ave ibis que se auto-administraba enemas llenando su pico de agua e introduciéndole luego en el ano.
Las escrituras mencionadas que el dios Osiris reveló el uso de enemas en los sacerdotes médicos egipcios, quienes, en una oportunidad, paseando por las orillas del Nilo observaron el ave sagrada en su procedimiento, interpretaron la sugerencia del dios de la medicina y recibieron así este don para la humanidad. Quienes realizaban estas prácticas eran reconocidos con el título de “Guardián del ano del Faraón”, un importante grado de jerarquía.
Entre los Esenios, miembros de una antiquísima confraternidad de la cual formaba parte el propio Jesucristo, existen referencias a lavativas intestinales en las escrituras del Evangelio de la Paz. En ellas se dan explicaciones prácticas sobre cómo colocar el agua de río dentro de una gran calabaza del tamaño de la longitud de un hombre que, tras ser ahuecada, debía ser introducida en el recto para que el agua fluyese por las entrañas y permitiera la eliminación de los residuos malolientes que mancillan el interior del ser humano, Así con este procedimiento se comprobaba cómo los nauseabundos residuos se alejaban del “templo sagrado” que es el cuerpo humano.
En la filosofía esotérica se consideraba el colon como el lugar de inconsciente, relacionado con el mundo subterráneo. Ciertas teorías enfatizaban su relación con la muerte, ya que en el colon residen elementos incapaces de transformarse en vida y porque en él se produce el proceso de fermentación que conduce a la descomposición y luego, a la muerte.
Los griegos y los romanos perfeccionaron el arte con el desarrollo de indicaciones y contraindicaciones. Celsius, en el año 30, compuso el compendio De Remedicina, uno de los primeros sobre medicina dedicando uno de los ochos libros que lo integran a detallar el uso de los enemas. Estos eran muy populares en la antigua Roma dada la abundancia de banquetes con sus secuelas de excesos. Los romanos adoraban a cierto “dios de las asas intestinales” que era conocido como “Creptius”.
Galeno, el más grande médico de la antigüedad después de Hipócrates, menciona en sus escritos la realización de enemas con agua, aceites y miel. Las lavativas intestinales se identifican como enemas, vocablo que deriva del griego «enema», cuyo significado es «inyección», que a su vez es es sinónimo de «ayuda» o «bien». La palabra «clister» deriva del latin clyster y este vocablo a su vez del griego klister que deriva de klyso que significa «lavar».
En el siglo XVII floreció el uso de los enemas, especialmente en la corte. Estos eran administrados por asistentes. Regnier De Graff ideó un sistema con un tubo flexible conectando una bolsa conteniendo el enema, y comunicándolo con el recto. Lo describió en su libro De Clysteribus publicado en el año 1668. En esa época, se consideró al procedimiento por debajo de la dignidad de los médicos y así se trasladó el arte de su administración a aprendices y asistentes. El uso de los enemas en este siglo se hizo tan popular que prácticamente no había hogar sin él. Muchos se administraban 3 o 4 veces por día considerándolo esencial para su bienestar. El uso de fluidos con fragancias y colores era cosa corriente y apreciada.
Varios de los reyes ingleses y franceses eran muy dados a los enemas. Luis XI y Luis XIII fueron habituales usuarios de este método. Luis XVI, ardiente adepto, habría recibido más de 2000 enemas en su vida. En los primeros años de su reinado, la utilización de este método alcanzó su cima. Él recibía a funcionarios de la corte y atendía sus asuntos durante el procedimiento. Luego, paulatinamente, esta enema-manía desapareció para volver al ámbito terapéutico.
A mediados del siglo XVIII, Rubber introdujo la utilización de un aparato para los enemas y la técnica se fue perfeccionando paulatinamente.
Luego, a comienzos del siglo XIX, Vincenz Priessnitz abanderó la técnica hidroterapéutica, llevando el uso de los enemas al ámbito de la medicina. A comienzos del siglo XX, la hidroterapia del colon fue muy utilizada y promovida por el Dr. Kellogg. Su informeen la Revista especializada “Journual of American Medicine” indicaba que en más de 40,000 casos, a excepción de veinte, se pudo evitar intervenir quirúrgicamente para tratar enfermedades gastrointestinales gracias a cuidados en la dieta, ejercicios e higiene intestinal.
En los años cincuenta la hidroterapia del colon era floreciente en Estados Unidos, siendo conocido el exclusivo Boulevard Beverly como el “colonic row” (boulevard colónico). Este florecimiento de las lavativas decreció paulatinamente en la década siguiente cuando la medicina comenzó a favorecer otros procedimientos como la colostomía y la prescripción de laxantes y medicamentos de laboratorios, fabricados especialmente para problemas gastrointestinales que en vez de limpiar agredían y empeoraban el problema intestinal digestivo. Y por este motivo a comienzos de la década de los 70, la mayor parte del instrumental hidroterapeútico fue retirado de hospitales y clínicas, ya que según los especialistas, incidía en un protocolo pasado de moda.
Desde entonces hasta ahora, los enemas se mantienen en el mundo de las terapias alternativas y son prescritos por médicos antes de determinadas pruebas diagnósticas. Recientemente, la actriz Gwyneth Paltrow recomendó abiertamente esta práctica, e incluso incide en los beneficios que proporciona el café disuelto en agua e introducido a través del esfínter anal. En el cine para adultos, es conocido que los intérpretes higienizan esta zona antes de los rodajes mediante enemas. En definitiva, especialistas más o menos alejados de la ortodoxia apuestan por la lavativa como técnica depurativa.