Julian Marías, el filósofo cinéfilo

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Su Historia de la filosofía, publicada en 1941, y el hecho de que fuera el discípulo más cercano a José Ortega y Gasset convirtieron a Julián Marías en un personaje sobre el que pivotó la enseñanza de la filosofía en los tiempos oscuros de la posguerra. Sufrió, tras la Guerra Civil, la persecución política y académica; su amigo el filósofo Emilio Lledó nos dijo ayer que "la herida imperdonable" que le asestó la vida oficial española a Marías tras la contienda "le sumió en una soledad" de la que le rescató "su entusiasmo, su enorme energía"
Su Historia de la filosofía, publicada en 1941, y el hecho de que fuera el discípulo más cercano a José Ortega y Gasset convirtieron a Julián Marías en un personaje sobre el que pivotó la enseñanza de la filosofía en los tiempos oscuros de la posguerra. Sufrió, tras la Guerra Civil, la persecución política y académica; su amigo el filósofo Emilio Lledó nos dijo ayer que «la herida imperdonable» que le asestó la vida oficial española a Marías tras la contienda «le sumió en una soledad» de la que le rescató «su entusiasmo, su enorme energía»

Entre la década de los 60 y finales de los 90, el filósofo Julián Marías publicó más de 1.500 críticas de cine. Su hondura humanista, personalidad y estilo cristalino cautivaron al escritor y periodista Alfonso Basallo, que las analiza en un ensayo publicado por la editorial Fórcola.

«Se podría hacer una Historia del Cine con todas sus críticas», explica Basallo. Heredero de Ortega y Gasset, Marías debutó como articulista en 1962 y escribió semanalmente sobre estrenos, primero en la revista «Gaceta Ilustrada» y más tarde en «Blanco y Negro».

Basallo las etiqueta como críticas antropológicas. «Por un lado hace crítica, es decir, evalúa las películas y dice si merece la pena verlas o no, pero además introduce observaciones sobre temas que afectan al ser humano, como el amor, la felicidad, la libertad».

Por ejemplo, en «El silencio de los corderos» lleva el canibalismo al terreno metafórico y reflexiona sobre los ataques a la intimidad en la sociedad del siglo XX. O en «El Golpe», de Paul Newman y Robert Redford, entronca el argumento con la picaresca del Siglo de Oro español.

«Son análisis que sorprenden por su huella cultural, pero que nunca resultan forzados, sino inteligentes», considera el autor de «Julián Marías. Crítico de cine».

Su personalidad e independencia le llevan a ir contracorriente en algunas ocasiones, y a no tener miedo a afirmar que Buñuel está sobrevalorado, o que «8 y 1/2» de Fellini no es para tanto.

«Si dijera lo que dice todo el mundo, no sería un verdadero crítico», advierte Basallo. «Lo importante es que nunca dice nada de manera caprichosa, sino con argumentos. Sobre Fellini en concreto opina que es capaz de crear escenas deslumbrantes, pero le falta coherencia en el guión, y a veces se queda en una mera sucesión de estampas».

El autor de «Historia de la Filosofía» se inclinaba más por el cine norteamericano y popular que por el europeo más artificioso o poco inteligible. Antonioni, Ingmar Bergman o Alain Resnais no eran santos de su devoción.

Por el contrario, sus favoritos eran John Ford, Howard Hawks, Alfred Hitchcock o Billy Wilder. Y consideraba a Ettore Scola «una de las pocas esperanzas del cine europeo».

Marías fue el primer crítico que escribió sobre «Doctor Zhivago» en un artículo titulado «La muerte de la vida privada» que, según Basallo, «es un modelo y no ha pasado de moda», pese a los 40 años transcurridos.

De «Muerte entre las flores» alaba la dirección de los hermanos Coen, pero lo considera «un guión fallido». En cambio, ve en «Pulp Fiction» un perfecto ejemplo de libreto «coherente, inteligente y con personajes bien perfilados».

«La guerra de las galaxias» le entusiasmó por su fidelidad a lo que el cine tiene de «espectáculo pleno de imaginación», y también porque el filme de George Lucas evocaba la épica caballeresca y de western.

Sobre su contribución a la crítica en España, Basallo recuerda que cuando Marías empezó a escribir el género estaba «muy politizado» y que «lo que él hizo fue desideologizarla». Y destaca también su ecuanimidad, con una sola excepción: Greta Garbo.

«Él decía que al margen de una gran actriz, Greta Garbo era una gran mujer, y no sé cómo lo sabía porque nunca la conoció», ironiza el escritor.

«Aunque es cierto que el espectador termina siendo amigo de los actores, a base de verlos, y cuando mueren sienten que pierden algo íntimo», añade. Y en su opinión Marías era, antes que nada, un espectador de cine.

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