Vitale, cuando lo simple es arte

Ida Vitale es una creadora con mayúsculas, una voz limpia y cristalina cuya palabra cruza sin envejecer una poesía tan honda e íntima como su personalidad.
Nacida el 2 de noviembre de 1923 en Montevideo, la obra de Vitale denota un permanente afán de curiosidad, hilvanado con un gusto exquisito; en 2015 se convirtió en la quinta mujer en ganar el Premio Reina Sofía de Poesía, y en 2018 fue la quinta mujer en pasar a formar parte de la corta nómina de mujeres galardonadas con el Cervantes.
Elegante, lúcida y culta, Vitale, que se exilió en México, huyendo de la dictadura de su país, en 1974, donde estuvo hasta 1989 y donde conoció a Octavio Paz, con quien trabajó en la revista Vuelta, y a José Bergamín, ha tenido siempre como referente y padre poético a Juan Ramón Jiménez, a quien también trató.
Desde 1989, Ida Vitale vivió en Austin (Texas, Estados Unidos) hasta 2016, año en que murió su marido Enrique Fierro. Meses después volvió con su hija a Uruguay.
Perteneciente a la llamada generación del 45, donde también se inscribe a Mario Benedetti, Idea Vilariño o Ángel Rama, entre otros muchos autores que tenían a Juan Carlos Onetti como gran referente, Ida Vitale, aseguró en 2010 su nulo interés en lo relativo a la poesía llamada «social o política».
«Para mí, compromiso hay, pero ese es el moral. Eso es lo primero y a ese soy fiel eterna. Con la poesía social o comprometida no se ha conseguido el momento más decoroso de la poesía. No lo fue, ni siquiera con Pablo Neruda que fue un gran poeta. La poesía es otra cosa, y, ya digo, requiere una cierta intimidad, aunque coincida con la intimidad de los otros», decía esta mujer, siempre atenta a la «escucha poética».
Traductora, crítica y ensayista, Vitale, que estudió Humanidades, la figura de Vitale siempre se asociará a la de una mujer de pelo de blanco, rostro dulce y llena de humor. Una mujer siempre dispuesta a viajar y alerta a todo lo que ocurre a su alrededor.
Una de las frases más significativas de la escritora se refiere al carácter perenne de las letras: «Pese a las dificultades por las que atraviesa el mundo hoy: las prisas, el poder o el protagonismo mortal del dinero, la poesía perdurará y se leerá hoy y siempre».
«Es como la música -recalcó- uno no puede vivir sin ella y siempre tienes que escucharla, pues con la poesía es lo mismo, es eterna y necesaria, porque es la vida. Yo gracias a YouTube escucho música y cosas muy buenas, pero me da miedo porque eso que ahora nos lo dan como un regalo seguro que luego nos lo quitarán».
Su poesía la inició en 1949 con «La luz de esta memoria», al que siguió «Palabra dada» (1953), » Cada uno su noche» (1960) o «Paso a paso» (1963). Después llegarían otros muchos otros títulos de poesía y ensayo y reconocimientos, como El Premio Internacional Octavio Paz en 2009, El Reina Sofía o El Max Jacob en 2017.
Y su icónico poemario «Mella y Criba» (Pre textos), que publicó en España, y donde dice: «(…) La vida te ha ofrecido/imprevistas derivas, el riesgo de excavar/topo, túneles nuevos. /Pero la luz acecha/ aun para lo enterrado. Insiste en dar con ella».
En 2015, cuando recogió el premio Reina Sofía de Poesía, se publicó su obra antológica «Todo pronto es nada», y en ese acto recordó su conexión con España, a la que considera «su segunda patria», desde su infancia.
«Recuerdo los años de la Guerra Civil, tras la cena se desplegaba en la mesa de su casa en Uruguay un mapa de la Península Ibérica donde seguían los partes que oían por radio». «A España le debo, por un lado, la lengua y por otro que me enamoré de Benito Pérez Galdós», dijo.
Vitale, además de escribir, entregó su vida a la lectura, manteniendo la ilusión infantil por ese misterio que es la poesía y su revelación. «No tengo nada claro como viene ese relámpago, sobre todo el primer verso es mágico, porque los demás vienen arrastrados».
Consultada sobre el papel de la poesía en en los tiempos modernos, Vitale lamentó la contrición de esta a un lugar menor, aunque explicó que «quizás» ello corresponda a que «la cultura no es homogénea» y a que «cuando las cosas bajan, baja todo», en relación a la degradación cultural de las sociedades.
De esta manera, recordó que en su infancia a su casa llegaban todos los días cuatro diarios que contenían sus respectivas páginas culturales, en las que era «normal» que se incluyeran poemas.
«No sé si eso ayudaba a que la gente se interesara por leer poesía o si eso lo hacían porque en ese momento la gente no tenía tan alejada a la poesía», expresó y se preguntó: «¿El huevo o la gallina?».
Vitale es sinónimo de recelo hacia la cruzada por imponer un lenguaje inclusivo, al considerar que se trata de una práctica que acarrea una «intención reductiva» de la lengua.
«El lenguaje es muchos o es uno, de acuerdo con hasta qué punto lo aprovechás o lo hacés evolucionar, pero no reducirlo», en palabras de la autora, que también fue destacada con galardones como el Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo, así como el Internacional de Poesía de Federico García Lorca.