Carlota Alessandri, la matriarca del turismo

En los inicios turísticos de la Costa del Sol hubo visionarios como una mujer que en 1934 compró un cortijo en Torremolinos a un torero por 100.000 pesetas, y cuando éste le preguntó qué iba a sembrar, contestó sin inmutarse: «sembraré turistas».
Esta mujer, Carlota Alessandri, transformó el cortijo en el Parador de Montemar, y colocó un monolito con la leyenda «Aquí nació la Costa del Sol», según recoge el libro «Historia de la Costa del Sol» del periodista Juan de Dios Mellado.
Con tan sólo siete habitaciones, fue un lugar ocupado desde el principio por turistas ingleses que visitaban la zona. Este pequeño parador, sin embargo, pasada la Guerra Civil, empezó a adquirir notoriedad durante la época franquista.
Posteriormente, en 1948, el marqués de Nájera, Ángel Fernández de Liendres, se hizo cargo de la explotación del Parador Montemar y creó el Club Montemar El Remo, en la playa de La Carihuela. El negocio se amplió con un restaurante y una sala de fiestas para atender las nuevas demandas de ocio del turismo. De hecho, Carlota rentabilizó las fiestas sociales en las que participó durante esta primera etapa y que, a su vez, funcionaban como polo de atracción turística.
Fue uno de los primeros establecimientos turísticos de la zona y hay que reconocer que Carlota Alessandri puso con él a Torremolinos el mapa del turismo mundial. Como reconocen muchos, la Costa del Sol tuvo sus comienzos en este Parador.
Los primeros huéspedes que ocuparon el parador fueron de nacionalidad británica y pronto contó con una clientela elitista formada por escritores, actores y actrices, directores de cine, etc. La fama de la zona se incrementó apareciendo en diversas novelas y películas de la época.
La vida de Carlota transcurrió en gran medida en Málaga, parece que la familia vivió en el número 3, 2º derecha de la Calle Larios cuando ésta estaba recién creada; pero pronto hay noticias de varias villas pertenecientes a la familia en la Avenida de Príes. De hecho es noticia, en los ecos de sociedad, la boda de Carlota en el palacete de Villa Rosa propiedad de su hermana.
Carlota Alessandri se casó en abril de 1904 con el ginecólogo José RubioArgüelles Guerra y Obregón (1854-1915), que fue diputado del Partido Liberal Democrático por Algeciras (1899-1901) y Decano de la Facultad de Medicina de Cádiz (1901-1906). De este matrimonio nacieron dos hijas, Ángeles (1906-1984) y Rosa María Rubio Argüelles Alessandri (1910). La hija mayor fue la famosa Ángeles Rubio Argüelles mecenas de las artes escénicas malagueña y directora del grupo de teatro ARA. Estuvo casada con el director y autor teatral Edgar Neville.
Se conoce poco de la vida cotidiana de Carlota en estos años, pero si sabemos que quedó viuda relativamente pronto, en 1915, aún no tenía cuarenta años. No obstante, su situación era acomodada y no necesitaba trabajar para educar a sus hijas. Sin embargo, debió ser una mujer activa y no se conformó con estar en un segundo plano. La estructura familiar de los Rubio- Argüelles y Alesandri fue claramente un matriarcado y Carlota, mujer de gran lucidez y fortaleza, dirigió la familia y los negocios de ésta.
La gallina de los huevos de oro
No hay unanimidad en el origen del nombre Costa del Sol para el litoral malagueño, ya que aunque se atribuye al Francisco Sanz Cajigas, hay otras teorías que llevan al Algarve portugués o al hotelero alemán afincado en Almería Rudolfo Lussnigg.
Este hotelero inició una campaña de promoción en 1928 para la Exposición Universal de Sevilla de 1929 del hotel Simón en la que se citaba a Almería, Granada y Málaga como integrantes de lo que llamó Costa del Sol.
Aunque Alessandri fue pionera del Torremolinos turístico, otra mujer, Carmen Montes, lo fue de las agencias inmobiliarias, ya que recién terminada la Guerra Civil montó un negocio de alquiler y compraventa de casas, y era tal su seriedad que los futuros compradores le dejaban importantes cantidades de dinero sin documento de por medio.
En los años cincuenta, la Costa del Sol era el «sueño de unos cuantos ilusionados y arriesgados empresarios», señala Mellado. Promocionar la Costa del Sol no era fácil en los comienzos, porque una conferencia nacional de teléfono podía tardar tres o cuatro horas en ser posible, y «vender el sur de España en el sur de Europa era como conquistar el Everest sin oxígeno», pero a pesar de ello hubo agentes de viajes que fueron capaces de conquistar mercados, relata.
La época dorada de la Costa del Sol llegó a partir de los años setenta, cuando los hoteles, el turismo residencial, los campos de golf y los puertos se convirtieron en señas de identidad de la «mejor zona turística de España», a juicio del autor.
Mellado, que destaca en su obra la «suma de voluntades de empresarios y trabajadores» que posibilitó la Costa del Sol, señala que la historia de la indecencia y la corrupción «no debe manchar la verdadera historia, que arrancó hace más de dos milenios», y que considera «inacabada».
Así las cosas, la Costa del Sol ha sido un destino pionero y las décadas que han transcurrido desde que comenzó el turismo de masas le han servido para crecer, madurar y reinventarse.