Mujer y libertad en el Antiguo Egipto

Los derechos de las mujeres en el antiguo Egipto eran mejores antes del siglo IV aC que durante el período grecorromano que siguió, según un nuevo libro de una experto de la Universidad de Kent.
Ada Nifosi, profesora de Historia Antigua en la Escuela de Cultura e Idiomas Europeos de la Universidad, descubrió que el estatus de la mujer en el antiguo Egipto era más alto y tenía más autonomía que las generaciones futuras, incluso sobre temas que aún hoy se cuestionan.
Nifosi realizó un estudio detallado de la vida cotidiana de las mujeres. Se centró en tres fases clave: la mayoría de edad en la pubertad, la menstruación y el parto, y descubrió que el estado de las mujeres y los niños comenzó a cambiar cuando Egipto quedó sujeto al dominio griego y romano.
«Las mujeres disfrutaron de un estatus social mucho mejor en el antiguo Egipto y los cambios culturales, morales y legales que se produjeron con el gobierno grecorromano no fueron para mejor. Por ejemplo, –explica en un comunicado– antes de que los griegos gobernaran Egipto, las mujeres egipcias podían ejercer sus derechos legales de forma libre e independiente.
«Sin embargo, después de que los griegos introdujeron sus leyes en Egipto, la mayoría de las mujeres que vivían allí necesitaban un tutor masculino para actos legales como el matrimonio. Las mujeres egipcias también perdieron gradualmente el control sobre sus cuerpos y sus descendientes. Por ejemplo, el poder de reconocer a los niños estaba enteramente en manos de los padres y las madres tenían poco o nada que decir sobre esta elección. A veces, incluso los niños eran abandonados y dejados morir o ser criados como esclavos. Esto no parece haber ocurrido antes en el antiguo Egipto», añadió.
Los estudios de Nifosi utilizaron una gran cantidad de objetos personales de casas particulares en el pueblo grecorromano de Bakchias (Fayyum, Egipto). Al combinar grupos de artefactos de estas casas con información de papiros y ostraca (fragmentos de cerámica con inscripción escrita), pudo establecer detalles sobre cómo vivían sus vidas las mujeres y las niñas.
La investigación aborda muchos temas, como el estado de los niños no nacidos, el papel médico de las matronas y las creencias sobre la menstruación, que siguen siendo relevantes en la actualidad. Está planeando llevar a cabo más investigaciones sobre la menstruación para aumentar la conciencia sobre los estigmas sociales antiguos y modernos.
‘Convertirse en mujer y madre en el Egipto grecorromano’ es el primer estudio interdisciplinario sobre las mujeres en el Egipto helenístico y romano desde el siglo III a. C. hasta el siglo III.
Inspiración y desigualdad subyacente
Si pintores y escultores nos muestran a mujer con una imagen serena en el entorno de una familia floreciente, los escritores no dudan en hacerla aparecer como el origen de distintas desgracias y la culpable de varios pecados. Así, citado por Gaston Maspero en Cuentos populares, encontramos las desventuras de de Bytau, un modesto criado de una granja, cuyo hermano Anupu, seducido por la mujer de éste, se rinde al encanto de la hermosa dama… que no vacila en delatarlo después ante Anoupou; la pérfida mujer no parará hasta obtener de su marido el severo castigo del pobre Bytau. Pero ella fue castigada a su vez: Anupu comprende, demasiado tarde, que era el juguete de su mujer, por lo que la mata y arroja su cuerpo a los perros. Guardémonos de una interpretación errónea: la descripción poco aduladora de la mujer en la literatura no significa que sea despreciada: el faraón se beneficia a menudo del mismo tratamiento por los narradores, que le presentan como limitado y fantástico.
El hombre es invitado a cuidar a su mujer; así el escriba Ptahhotep, de la Dinastía III se expresa de la siguiente forma (Papiro Prisse) : “Debes amar a tu mujer de todo corazón, […], complace su corazón durante todo el tiempo de tu vida”.
El romanticismo está presente en la literatura egipcia, por ejemplo, en un papiro del museo de Leyde: «Yo te tomé como mujer cuando era un joven. Estaba contigo. Entonces conquisté todos los grados, y no te abandoné. No hice sufrir tu corazón. He aquí que lo hice cuando era joven y cuando ejercité todas las altas funciones de faraón, «Vida, Salud y Fuerza», yo no te abandoné, al contrario, dije «Estoy contigo» […] Mis perfumes, los dulces, la ropa, no los hice para llevárselos a otra […] Cuándo tú caíste enferma, llamé a un oficial de la salud para que hiciera lo necesario […] Cuándo yo volví a Menfis, solicité un permiso al faraón, fui al lugar donde te quedaste (la tumba) y lloré mucho […] Yo no entraré en otra casa […] Ahora, aquí están las hermanas de la casa, no iré con ninguna de ellas.»
De este modo, el lugar que ocupaba la mujer en el Antiguo Egipto puede parecer sorprendente por su «modernidad», si se compara con el que ocupaba en la mayoría de países de la época, e incluso de épocas posteriores. Aunque hombre y mujer tradicionalmente tenían prerrogativas bien diferenciadas en la sociedad, no parece que hubiera una barrera insuperable para quien quisiera variar el esquema. El egipcio de aquel tiempo reconoce a la mujer, no como igual al hombre, pero sí como su complemento. Este respeto se expresa claramente tanto en la teología como en la moral, pero es bastante difícil determinar su grado de aplicación en la vida cotidiana de los egipcios. Eso sí, está muy distante de la sociedad Griega, dónde la mujer era considerada como «un menor de edad eterno». Por otra parte, la literatura egipcia no vacila en presentar la mujer como frívola, caprichosa y poco fiable, pero a pesar de todo, las egipcias se beneficiaron de una posición que se encuentra en pocas sociedades.