Lectura

«Escribidores», el necesario encuentro

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«La Térmica» (Málaga) acoge «Escribidores», del 2 al 5 de marzo (y más allá).

En la neblina, letras. Los Jinetes del Apocalipsis, encarnados en el aliento helado del Gran Oso Ruso, parecen abrazar la desesperanza. En la convulsión, cualquier atisbo de humanidad reconforta; y el negro sobre blanco es el calor que disipa el vaho.

Málaga, siempre hospitalaria, está a menudo al acecho para dar cobijo a cualquier muestra de inventiva, sea cual sea su procedencia. Cierto es que supone un pasaporte hacia el solivianto la letanía de librero («No lo tenemos en stock, aunque se lo podemos pedir»), pero una vez ejecutado el mimetismo (o supervivencia) con la cultura de masas 4.0, la realidad es fructífera y hasta cíclica. Ergo el ser humano traza vías de escape con más o menos arabescos, las historias contadas para ser leídas habitan en la trastienda de la mente; y, por momentos, usurpan a la oscura realidad como un opiáceo aceptado por el vademécum.

«La Térmica» es una playa de la capital malagueña en la que viví instantes gloriosos de chapoteos infantiles aderezados con estribillos de Leif Garrett, La Charanga del Tío Honorio y Los Chichos. Siempre que sonaba la rumba lisérgica sobrevenía el inquietante taró, como se denomina en la Costa del Sol a un fenómeno meteorológico convectivo que bien pudo inspirar a John Carpenter en «La Niebla». No muy lejos de esas aguas tiene lugar el evento «Escribidores», en el que un ramillete de autores contemporáneos de pedigrí da rienda suelta a sus motivaciones, explica sus «intríngulis» e interactúa con el público. Efectivamente, se trata del maravilloso y necesario instante de cercanía física en el que la exaltación y la decepción van de la mano; pues un autor puede ser culturalmente libidinoso en las distancias cortas, o terriblemente anafrodisíaco en el cuerpo a cuerpo neuronal. Es, de tal modo, el momento en el que los mundos chocan.

Como rezaría en la cubierta de un Best Seller: «El genuino encuentro con literatos españoles de nuestro tiempo».

https://www.latermicamalaga.com/escribidores/

La Derecha parlamentaria del Espacio

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El trabajo de Heinlein poseía tres cualidades esenciales para la buena CF: puntos argumentales bien diseñados, personajes vívidamente caracterizados y excelentes argumentos científicos. Incluso sus historia fantásticas tienen una estructura logica. Mezcló ciencia ficción dura y blanda y fantasía en dosis variadas
El trabajo de Heinlein poseía tres cualidades esenciales para la buena CF: puntos argumentales bien diseñados, personajes vívidamente caracterizados y excelentes argumentos científicos. Incluso sus historias fantásticas tienen una estructura logica. Mezcló ciencia ficción dura y blanda y fantasía en dosis variadas

Robert A. Heinlein, nacido en 1907, fue uno de los cultivadores más populares de la ficción científica y al mismo tiempo uno de sus patriarcas más representativos. Heinlein disfrutó de una vida plena y productiva cuyo fin no podía retrasarse mucho. Para los aficionados al género marca el inicio de una época, la ficción científica clásica de los años cuarenta y cincuenta -optimista en cuanto al destino del hombre, confiada en la supremacía del intelecto-, cuyo éxito y difusión se han mantenido más alla de las circunstancias que la motivaron, haciendo de la ficción científica el género popular que es hoy.

Heinlein publicó su primer relato en 1939, y en aquel entonces (si olvidarnos por un momento a los ilustres cultivadores europeos como H. G. Welles u Olaf Stapledon) la ficción científica se reducía a un puñado de locos visionarios que soñaban con un universo sin fronteras a través de unas pocas revistas de mala calidad. En 1939 aparecieron también los primeros relatos de Asimov, Sturgeton y Bester.

Los autores anteriores constituyen para muchos las figuras de mayor peso en lo que se ha llegado a conocer como la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, y que coincide con la entrada de John W. Campbell como director de la mítica Astounding Science Fiction. Heinlein publicó su primer relato (La línea de la vida) en la revista de Campbell y se convirtió en la figura de la misma.

‘Tropas del espacio’

El tipo de virtudes literarias de Heinlein es bastante común a los escritores de su generación: muestra un estilo sencillo y directo pero al mismo tiempo un dominio absoluto de la trama, la planificación y los diálogos. Su producción temprana son relatos esencialmente de acción y marcado realismo en los que el contenido ideológico está hábilmente dosificado y juega un papel tan importante como la propia trama de aventuras. Y es precisamente en el terreno ideológico en el que Heinlein dio pie a grandes polémicas, debido a lo reaccionario de algunas de sus posturas políticas; hubo sangrientas disputas en torno a su célebre Tropas del espacio.En dicha novela -una de las pocas incursiones sobre el tema del servicio militar en el género sólo tienen derecho a voto los ciudadanos que han cumplido con la patria. La acusación más habitual que ha recibido es la de fascismo, dado que muchas de sus obras defienden la necesidad de personajes autoritarios en situaciones de crisis. Y sin embargo, lo que Heinlein promulga es el self made man americano y su ideología responde a pautas liberales en muchos aspectos.

Esta es una de las novelas más polémicas e interesantes de Heinlein. Aquí, en el ambiente de una Tierra futurista y políticamente unificada, se plantea una sociedad militarista, en la que solo tienen voto aquellos que han prestado servicio en las Fuerzas Armadas, servicio que es voluntario. Heinlein analiza política y sociológicamente esta sociedad. La lucha feroz contra una raza extraterrestre es casi una excusa para permitir la minuciosa descripción de un sistema político basado en fundamentos distintos a los de la democracia. Aquí, para tener derecho a tomar decisiones políticas, se debe demostrar que se tienen condiciones para actuar con altruismo, es decir, para ocuparse de los asuntos de los demás, de los asuntos de la sociedad. La «demostración» esta dada por entrar en las Fuerzas Armadas. Cuando se sale de ahí, el veterano recibe el diploma de ciudadano, que lo habilita para votar. Gran parte de la novela es el planteo de las diferencias de este sistema (y sus supuestas virtudes) con el modelo democrático (sobre todo, el norteamericano).

La obra fue un éxito, pero despertó encendidas discusiones. Muchos trataron a Heinlein de fascista, por el tono aparentemente complaciente y favorable de la novela hacia el modelo de gobierno que allí se plantea.

Otros dijeron que se trataba de una sutil parodia: Pensaban que, en realidad, el autor se burlaba de una sociedad como la que describía.

Lo cierto es que, a lo largo de su obra, Heinlein especuló con variados modelos de gobierno, distintos a la democracia de su época. El «modelo militarista» o «autoritario», aparece, por ejemplo, en «Amos de Títeres» o en «Viernes», aunque de una manera menos generalizada.

De una cosa no cabe duda. Si Heinlein tenía una ideología o, mejor dicho, si Heinlein expresó a lo largo de toda su obra una «ideología» que haya mantenido en el transcurso de su vida, esta puede sintetizarse en una frase que se repite con frecuencia en una de sus últimas obras, The Cat Who Walks through Walls («El Gato que atraviesa las paredes», 1985): «No hay comida gratis». Dicho de otra manera: Nacer no da derechos, no nos están esperando con los brazos abiertos. La vida es dura, confusa y fascinante y hay que ganarse un lugar, hay que demostrar lo que uno vale. Los personajes de Heinlein se la pasan cumpliendo esta consigna.

Su obra más célebre es Forastero en tierra extraña, que durante los años 60 fue un libro de culto en los campus universitarios.

En ella, Heinlein satirizó prevalecientes actitudes sexuales, religiosas y políticas; en otras palabras, toda la estructura de la sociedad occidental. Muchos creen que esta novela era la consecuencia de la inquietud social de los años sesenta, pero lo que pasó es lo opuesto: en 1960 el libro estaba ya listo para la publicación. Heinlein, siempre atento a las tendencias de sociedad, estaba un paso delante de ella en la liberación y cuestionamiento de las costumbres que seguirían pronto. La cultura hippie adoptó a Forastero en Tierra Extraña como su guía de turismo. Heinlein se volvió una celebridad nacional.

Uno podría preguntarse ¿Donde quedó el fascista de Tropas del Espacio, ahora convertido en un proto-hippie?

Cuando sometió a Forastero en Tierra Extraña para la publicación, Heinlein fue obligado por sus editores a modificar el 30% de las palabras del texto y revisar algunas de las escenas de sexo más gráficas. Sólo después de la muerte de Heinlein los entusiastas pudieron leer el original, conviertiendose en, quizás, el único caso de un libro dos veces best-seller, la segunda, 30 años después de su primera edición.

Heinlein es considerado como un buen narrador que acertó a llenar sus relatos de una equilibrada mezcla de varios elementos que hacen sus relatos tan amenos como científicamente impecables. Propugnó, y practicó, la necesidad de integrar las particularidades científicas de los relatos dentro de la línea narrativa, y no descontextualizar las explicaciones necesarias mediante largas disertaciones. Técnicamente la narrativa de Heinlein estaba a años luz de la de cualquier otro autor de la época de los clásicos.

También, y en gran medida a propuesta de John W. Campbell, introdujo temas nuevos en la ciencia-ficción, como las relaciones entre política y religión.

En 1974 obtuvo el primer premio Gran Maestro Nebula, Concedido por la SFWA, y en una encuesta del fanzine Locus, en 1988, se le considera el mejor escritor de ciencia-ficción de todos los tiempos, muy por delante de autores como Isaac Asimov o A. C. Clarke.

El escritor que resolvía entuertos

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Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle

Sherlock Holmes fue un personaje tan real para los contemporáneos de su creador, Arthur Conan Doyle, que a veces confundían sus identidades y pedían al escritor que resolviera casos reales. Una anécdota reunida junto con otras curiosidades y ensayos en un libro del escritor británico que se publica ahora.

«Las buenas obras literarias son las que hacen que tras haberlas leído el lector se sienta alguien mejor. Pero nadie puede mejorar -en el sentido elevado al que me refiero- por leer a Sherlock Holmes, aunque puede haber disfrutado de una hora agradable al hacerlo», aseguró Doyle (1859- 1930) sobre este personaje de su creación, uno de los más famosos detectives, si no el que más, de la literatura.

Estas consideraciones, junto a muchas cuestiones relacionadas con sus lecturas y su literatura, componen el volumen «Mis libros. Ensayos sobre escritura y lectura» de Arthur Conan Doyle, una obra traducida por Jon Bilbao editada por Páginas de Espuma.

El volumen descubre así una de las facetas más desconocidas del autor de «La compañía blanca» o «El sabueso de los Baskerville», un escritor que fue antes médico y que para redondear sus ingresos publicó la novela de intriga «Estudio en escarlata», que sería el primero de los 68 relatos protagonizados por Sherlock Holmes.

Pero la labor literaria de Doyle es mucho más amplia, como explica en estos ensayos: «He escrito entre veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía».

Por eso diferencia entre sus métodos a la hora de escribir según sea el género, como explica en alguno de los ensayos recogidos en este libro.

«En el caso de los relatos breves siempre me ha parecido que mientras seas capaz de producir el efecto dramático la exactitud de los detalles importa poco. ¿Qué importancia tiene si consigo atrapar al lector?. Me he tomado libertades en algunas de las historias de Sherlock Holmes», confiesa el autor, que considera que la cuestión es otra si la temática es histórica.

En ese caso, incluso en un relato corto hay que ser exacto, y la exactitud ha de ser incluso mayor en el caso de una novela histórica porque, si no, «se convierte en nada mas que un libro de aventuras para niños».

A su personaje más famoso, el «celebérrimo» detective Sherlock Homes, dedica varios textos en los que explica que fue alguien tan real para sus lectores que cuando se pensó que lo había matado llovieron sobre él cartas insultantes: «‘Animal’ fue el prometedor arranque de la carta» que le dirigió una señora, recuerda el autor.

Fue en 1893 cuando, harto de Holmes, decidió darle muerte en la ficción pero a causa de la presión de sus lectores tuvo que resucitarlo en 1902 con «El sabueso de los Baskerville».

El escritor recibió libros de autógrafos para que Holmes plasmara su firma y hubo lectores que le pedían su contacto para que les resolviera cuestiones privadas.

Pero Doyle consideraba que las historias de detectives solo permitían el uso de una faceta de la imaginación del autor, la invención de la trama y por eso, aseguraba tras su decisión de acabar con Holmes, que si hubiera seguido escribiendo sobre él, además de estar agotado «también habría agotado la paciencia del publico» y no habría escrito obras como «Rodney Stone» (1896).

«No quiero ser desagradecido con Holmes, a quien considero un buen amigo. Si alguna vez me he cansado un poco de él es porque es un personaje sin matices, una máquina de calcular», sostenía el autor.

Esbozos fantásticos desde el lado femenino

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Las escritoras que han participado en este libro provienen de las dos orillas del Atlántico. Pertenecen a generaciones diferentes y se mueven estilísticamente por parámetros distintos. Una oportunidad para explorar sus diferentes prosas y proposiciones creativas
Las escritoras que han participado en este libro provienen de las dos orillas del Atlántico. Pertenecen a generaciones diferentes y se mueven estilísticamente por parámetros distintos. Una oportunidad para explorar sus diferentes prosas y proposiciones creativas

Las ‘Mary Shelley’ que escriben en español son reivindicadas en «Insólitas», la primera antología de género fantástico de escritoras españolas y latinoamericanas, en la que Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón han reunido cuentos de una treintena de autoras.

López-Pellisa explica que la idea de esta antología era «reivindicar y visibilizar a unas autoras que llevan escribiendo durante mucho tiempo y que no se conocían tanto, o algunas latinoamericanas que no habían publicado en España».

El volumen propone «la revisión del canon literario desde los géneros no realistas, ya que «nunca se habían reunido relatos de lo fantástico, ciencia ficción y fantasía escritos por autoras en español», comenta la antóloga, para quien otra de las «grandezas» del texto es que es «transatlántica».

Hay países latinoamericanos como Argentina, añade, en los que hay una tradición con nombres como Mariana Enríquez, Luisa Valenzuela, Ana María Shua o Angélica Gorodischer, «muy conocidas en su sistema literario, porque allí lo fantástico viene de lejos, desde Borges, Bioy Casares o Silvina Ocampo, con mayor peso que en España, al igual que pasa con México, con dos ilustres representantes como la fallecida Elena Garro o la nonagenaria Amparo Dávila».

Que haya desde autoras de 90 años hasta algunas que no han llegado a los 30 ofrece, según López-Pellisa, «un panorama intergeneracional interesante de los géneros no realistas».

Entre las españolas, «Insólitas» (Páginas de Espuma) incluye «clásicas como Pilar Pedraza, la dama del terror; Cristina Fernández Cubas, dama de lo fantástico; y Elia Barceló, la dama de la ciencia ficción», a las que se suma un ejemplo puente, Cristina Peri Rossi, uruguaya, afincada desde décadas en Barcelona, que ha cultivado siempre lo fantástico, pero también tiene relatos de ciencia ficción, siempre con una fuerte reivindicación feminista en su obra.

Ricard Ruiz Garzón advierte, sin embargo, que «no se trata de una antología de reivindicación feminista», pues las autoras abordan temas de lo más variado, desde la maternidad o la violencia de género, a la globalización, los temas del monstruo o la muerte.

Percibe que hay «menos terror o fantasía épica», temas que habitualmente se abordan más en la novela que en el cuento.

Estas autoras se enfrentan a un doble obstáculo, según Ruiz Garzón, «como mujeres escritoras, pero también por escribir en un género minorizado dentro del canon porque en España se ha impuesto el canon realista».

Ambos antólogos coinciden en que «la ciencia ficción está cambiando en los años post Harry Potter, y ahora funciona más la distopía juvenil, las ucronías, el estilo ‘Black Mirror’, con historias ambientadas en un tiempo no muy lejano, porque la tecnología evoluciona de manera acelerada».

Los dos especialistas opinan que se puede hablar de un auge de las escritoras del género «en tanto en cuanto hay un boom de visibilidad, pero también hay una incorporación masiva de la mujer en todo el proceso con nuevas lectoras, traductoras, autoras y editoras».

La tradición femenina en el fantástico ya hunde sus raíces en el siglo XV con Christine de Pizan, Margaret Cavendish en el XVII o Mary Shelley en el XIX, subraya Teresa López.

Aunque existen en España numerosos encuentros en torno al género fantástico, Ruiz Garzón echa en falta un evento del tamaño del BCNegra, que «cuente con el apoyo decidido del mundo editorial».

Ambos antólogos perciben un punto de inflexión a partir del éxito de «El cuento de la criada» de Margaret Atwood, amplificado por el éxito de la serie televisiva, que ha desatado la creación de distopías, un efecto multiplicador que también se puede atribuir a «Los juegos del hambre» o «La carretera».

La literatura, concluyen, debe eliminar los prejuicios que tiene hacia la ciencia ficción y el género fantástico, que «sí son pujantes en las series televisivas, en el cine o en los videojuegos».

No menos necesaria sería «una biblioteca de autoras y autores del género fantástico, porque permitiría reivindicar y recuperar a Emilia Pardo Bazán, cuya primera novela es de ciencia ficción, a Mercè Rodoreda por sus novelas fantásticas, a Ramon y Cajal, que escribía ciencia ficción para enseñar a sus alumnos, o a Unamuno y Clarín, ambos del canon realista pero que también cultivaron la ciencia ficción y que además estaban en contacto con H.G. Wells».

Poesía gatuna frente a los dóberman del dictador

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Ceaucescu, junto a su esposa y algunos de sus perros

Hubo un tiempo en el que en Rumanía ataban los frutos a los árboles para que pareciesen más fecundos y demolían hospitales porque en uno un gato atacó al doberman del dictador rumano, Ceaucescu.

«Era todo tan surrealista que yo sólo podía reflejar la realidad», evoca la «prohibida» poeta Ana Blandiana, una autora de culto en media Europa que también publica en España.

«Somos un país vegetal» es no sólo el título de uno de sus más famosos poemas sino una declaración de cómo se ve ella y muchos de sus compatriotas «por haber conseguido aguantar tanto», explica en el contexto de los vericuetos de su libro de relatos «Proyectos de pasado» (Periférica), impreso originalmente en 1982 tras un largo periodo de censura.

El libro, traducido a 23 lenguas, convirtió a Blandiana, una figura legendaria en Rumanía por su activismo contra la dictadura, en una de las voces fundamentales de la literatura de la Europa del Este, a la par de Anna Ajmatova o Vaclav Havel.

Sus relatos, que cultivan el misterio como paradigma existencial traducido en aporías como la del título, son «visiones» biográficas y hablan del «alma» abarcando experiencias vividas en su país desde que el comunismo se instala y afianza (1948-1964), una época en la que murieron medio millón de personas, a la represión de la era Ceaucescu.

Blandiana, seudónimo de quien vino al mundo en 1942 en Timisoara como Otilia Valeria Coman, se «reveló» al publicar sus primeros poemas, con 17 años, como hija «de un enemigo del pueblo» -preso político por ser sacerdote ortodoxo- y, por tanto, «prohibida» ella misma.

En 1964, logra publicar su primer poemario, «Primera persona del plural», y sigue escribiendo esquivando como puede la censura.

Lo «peor» viene cuando, en 1985, denuncia en unos poemas la miseria y terror del régimen de Ceaucescu.

Uno de ellos, «Todo», una reiteración de palabras de la vida cotidiana como «gato», provoca especialmente la ira del régimen.

Lo de «gato» no lo entendía nadie fuera de Rumanía, pero dentro, todo el mundo. Ceaucescu visitó un día un hospital con sus doberman.

En el centro tenían gatos para espantar a las ratas y uno de ellos le hizo frente a uno de los perros: «Se montó un lío enorme y todo el mundo se reía menos él».

Consecuencia: el dictador mandó derribar el hospital, la primera de los muchas demoliciones de edificios antiguos que emprendió -«las casas volaban», dice Blandiana en uno de sus poemas- y que acabaron con casi todos los vestigios del pasado de Bucarest.

No puede publicar durante mucho tiempo pero eso hizo que se estableciera «una relación indestructible» con sus lectores, «que se jugaban la vida» tanto como ella al leerla en «samizdat», es decir copias a mano de sus poemas.

«La gente vivía pendiente de los poetas. La palabra tenía un poder supremo. Ahora la gente mira la tele», lamenta aunque reconoce que también «la problemática» ha cambiado.

«Ahora ya no existe esa obligatoriedad de escribir para que te lean entre líneas. Que no haya censura ha cambiado las coordenadas estéticas, pero hay otros problemas como la soledad, el paso del tiempo y la indiferencia».

En 1988 logra editar un libro de versos para niños, «Acontecimientos en mi calle»», que se ve de nuevo como una crítica al dictador porque estaba protagonizado «¡Por un gato!».

La represalia fue retirar todos sus libros de las bibliotecas y prohibir la simple mención de su nombre. Vive «custodiada» hasta 1989 y tras la caída del régimen funda y preside la Alianza Cívica y ahora dirige el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia.

Chéjov de cabo a rabo

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Tomados en su conjunto, estos Cuentos completos permiten también trazar la evolución del escritor, desde su primerísimo relato, Carta a un vecino erudito, y el cincelado de su impecable e influyente estilo: el detalle, la elipsis, la sugestión y la depuración de todo alarde retórico
Tomados en su conjunto, estos «Cuentos completos» permiten también trazar la evolución del escritor, desde su primerísimo relato, «Carta a un vecino erudito», y el cincelado de su impecable e influyente estilo: el detalle, la elipsis, la sugestión y la depuración de todo alarde retórico

El lector español tiene su disposición los ‘Cuentos completos’ de Antón Chéjov (1860-1904). El sello Páginas de Espuma culmina su ambiciosa aventura editorial con la publicación de cuarto y último volumen de la serie. Paul Viejo ha sido el director de esta portentosa y exquisita edición que ha necesitado más de cuatro años y que encierra todo Chéjov en 5.000 páginas y casi 600 relatos cronológicamente ordenados. Es una ‘catedral’ de la edición en torno a esa inmarcesible obra chejoviana «que nunca caduca» según Viejo. Con los escasos 4.000 ejemplares de su primera tirada, marca un antes y un después.

Un desafío que comenzó en 2013 y concluye con la aparición del tomo que recoge la narrativa de madurez que el «perenne» maestro ruso alumbró entre 1894 y 1903. Pese a la abundancia de traducciones y antologías de los relatos de Chéjov, que a menudo repiten títulos y selecciones similares, no existía en español una edición de su obra cuentístca completa. «Se perdía así la oportunidad de leer un gran número de cuentos nunca publicados en nuestra lengua, entre el 40 y el 45% de los que publicó» dice el editor Juan Casamayor.

«Ahora se puede calibrar el desarrollo de toda la obra del escritor, sus diferentes periodos, la progresión de su escritura, dando una visión completa y real de su figura» apunta Paul Viejo, escritor, filólogo especialista en literatura rusa y responsable de la histórica edición y de sus enriquecedoras, tablas, índices y apéndices bibliográficos. En el último volumen brilla el Chéjov maduro «que escribe con otra técnica y otro ritmo, que ha perdido la compulsión por la escritora y que, frente a los 500 cuentos que escribió antes, solo firma 50 cuentos en sus últimos años. El que enfermo y cansado dice en una carta: No me apetece escribir» acota Viejo.

Confeso «friki» de Chéjov, Viejo a estado un lustro ‘abducido’ por el autor y sus laberintos. Los de un Chéjov que escribía a destajo y por dinero en sus primeras épocas, que utilizó más de 50 seudónimos que fueron usurpados por terceros y que «es ruso hasta la médula» «Es muy, muy ruso. Quiere transformar su país no retratarlo» propone Viejo. Destaca el experto el «humor más refinado» que Chéjov usa en sus últimos cuento y garantiza su perdurabilidad y actualidad. «Hay escritores que caducan, pero no es el caso de Chéjov que trata los mismos temas que nos preocupan hoy y que, no en vano, es un de los autores más citado del siglo XX». Un avanzado «capaz de armar un cuento con telegramas o por anuncios por palabras» destaca Viejo.

‘Cuentos completos’ reúne todo el corpus chejioviano, y muchísimos inéditos en español entre sus casi 600 cuentos, junto a los relatos no publicados o inconclusos en vida del autor. Alterna nuevas traducciones con las de traductores de diferentes generaciones «que más y mejor se han ocupado de Chéjov en español», según Viejo. Quiere ser «la edición completa de los cuentos de Chéjov, aunque no estamos a salvo de la aparición de algún otro texto» dice el filólogo.

El primer tomo (1880-1885) reúne la producción inicial de Chéjov, 240 de sus cuentos «mas juguetones y humorísticos» reunidos en sus casi 1200 páginas y siempre en orden cronológico, desde el primero publicado por el autor, ‘Carta a un vecino erudito’. El segundo (1885-1886), se ocupa de la etapa más prolífica de Chéjov y reúne 165 cuentos, del extenso ‘Un drama de caza’ a ‘Torturas de Año Nuevo’. El tercero (1887-1893), se ocupa del periodo de mayor éxito y reconocimiento de Chéjov, con títulos tan conocidos como ‘La sala número seis’ o ‘El beso’, y relatos extensos como ‘La estepa’ o ‘Una historia aburrida’.

El cuarto y último (1894-1903), reúne en sus más de mil páginas la treintena de cuentos y relatos largos que Chéjov escribió en su últimos años, con nuevas traducciones de los conocidos ‘La dama del perrito’, ‘Mi vida’ o ‘Campesinos’. Se cierra con un extenso apéndice de doscientas páginas con el resto de sus cuentos dispersos entre los que se incluyen inconclusos, colectivos y atribuidos, junto a las ilustraciones que en ocasiones los acompañaban. Páginas de Espuma se enorgullece de haber editado al «trío de padres del cuento contemporanéo», ya que había publicado antes los cuentos completos de Edgar Allan Poe, en traducción y prólogo de Julio Cortázar, con presentaciones de Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes en una edición comentada llevada a cabo por Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, y los de Guy de Maupassant, en dos volúmenes traducción de Mauro Armiño.

La renacentista en el fulgor republicano

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Martínez Sagi (en el centro) durante una entrevista a dos peluqueras, en el año 1933
Martínez Sagi (en el centro) durante una entrevista a dos peluqueras, en el año 1933. Especializada en el lanzamiento de jabalina y en atletismo, Sagi practicó múltiples disciplinas deportivas, como el tenis, el remo y el esquí, y fue la primera mujer en dirigir el Fútbol Club Barcelona (FCB), equipo del que su padre había sido tesorero y en el que jugó su hermano, Armando. Martínez Sagi entró, con 27 años, a formar parte de la directiva del club azulgrana aprovechando el momento histórico excepcional de la Segunda República

El escritor Juan Manuel de Prada vuelve a reivindicar la figura de Ana María Martínez Sagi con la publicación de la antología ‘La voz sola’ (Fundación Santander), un primer volumen que recopila parte de la obra inédita, la mayoría poesía pero también artículos, que Sagi confió a Prada para que fuera publicada años después de su muerte.

Un poemario inédito en que Sagi rememora las vacaciones en Mallorca con Elisabteh Mudler, su gran amor prohibido, y el deseo que su obra fuera leída por nuevas generaciones, son los dos motivos que han llevado a Prada a postergar la publicación del material hasta el día de hoy.

Escritora, periodista y deportista, su persona desapareció de la memoria colectiva, como tantos otros nombres protagonistas de los años treinta que fueron borrados tras la guerra civil.

Según el autor, al regresar del exilio en 1977, Sagi trató de publicar su obra sin ningún éxito, un hecho que la llevó a apartarse del mundo literario y a «encerrarse en vida» en Moià (Barcelona), donde la conoció Prada cuando ya era nonagenaria.

Fascinado por la historia de una mujer «tan insólitamente moderna», Prada publicó un primer libro ‘Las esquinas del aire: en busca de Ana María Martínez Sagi’, que finalizó el mismo día de la muerte de la escritora. En contra de lo que pueda parecer, Las esquinas del aire no es una biografía. En él, el autor mezcla realidad y ficción, personajes auténticos e inventados. Se sirve de un aspirante a escritor que persigue la sombra de Sagi para escribir sobre ella. Además de examinar la personalidad de Martínez Sagi, De Prada se adentra en una época, la de la República, «en la que parecía que el mundo era un recién nacido». En buena parte, ahí radica, según el escritor, «la verdad de Ana María Martínez Sagi». «Ella soñó con una utopía en la que la mujer desempeñase un papel más activo en la sociedad y soñó con un amor con otra mujer, la escritora Elisabeth Mulder, pero tropezó con la dura realidad, con una familia y con una historia que se empeñaron en derrotar su sueño».

Martínez Sagi nació en el seno de una familia de la alta burguesía barcelonesa que la forzó a apartarse de Mulder, una mujer que, al decir del autor, «cambió la vida de Ana María y que, indudablemente, signó su vida con el marchamo de la tragedia porque toda ella carecía de sentido sin Elisabeth Mulder». No obstante, la familia no pudo impedir que Sagi abandonara el hogar poco antes de empezar la guerra civil.

A Mulder le dedicó El encuentro: «Me encontré frente a ti. Me miraste. / Pude yo aún balbucir una frase banal. / Fue tu sonrisa lívida… Más tarde te alejaste. / Después nada… La vida… Todo ha seguido igual». Sería su musa recurrente -y maestra literaria- en Inquietud, su siguiente obra, y en Amor perdido, y, una vez más, en el libro inédito La voz sola, que es el que hoy nos ocupa. «Todos esos poemas son constantes referencias a unas vacaciones que ambas autoras pasaron juntas en Alcudia (Mallorca) durante la Pascua de 1932 y que tal vez fueron la culminación de su problemático e intenso idilio, también el embrión o detonante de una posterior ruptura».

En los años de la República, colaboró en diversos periódicos, publicó libros de poesía, formó parte de la junta directiva del Fútbol Club Barcelona y fue campeona nacional de lanzamiento de jabalina. Durante la guerra se enroló en la Columna Durruti como periodista y, al terminar ésta, marchó al exilio a Francia, del que no regresó hasta la muerte de Franco.

La nueva antología, ‘La voz sola’, recoge gran parte de su material poético y casi noventa artículos en catalán y en castellano, escritos entre 1929 y 1937 y publicados en diarios como La Rambla, Crónica, Deportes, así como el Suplemento femenino de Las Noticias, La Libertad y la Noche.

El volumen también incluye las crónicas escritas entre 1936 y 1937 desde el frente de Aragón –Sagi acompañó y documentó la lucha de los anarquistas–, y publicadas en el Nuevo Aragón durante la Guerra Civil.

Además del material inédito, ‘La voz sola’ reúne los tres libros de la autora publicados en vida –‘Camino’, ‘Inquietud’ y ‘Laberinto de presencias’–, y el volumen pretende ayudar a recuperar la «figura apasionante» de Sagi.

Prada ha avanzado la intención de publicar otros varios textos inéditos de la autora, además de unas viñetas autobiográficas configuradas como estampas de su vida: «De alguna manera me depositó la confianza de su memoria, y para mí es un deber moral».

Además de su prolífica tarea poética y periodística –el éxito cosechado con su primer libro, ‘Caminos’, llevó a que la llamaran la heredera de Rosalía de Castro–, Sagi fue una deportista consagrada y una de las pioneras del feminismo, fundadora del Front Únic Femení Esquerrista y del Club d’Esports Femení.

Artículos como ‘Mujer y cultura’ –recopilado en la antología–, muestran una Sagi feminista que aboga por los derechos de la mujer, aunque su feminismo cree poco en la sororidad, ha señalado Prada.

Fango en la casa del saber

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La universidad debe ser, en teoría el lugar emanante de conocimiento sin límites, pero este se pierde en una máquina administrativa y corporativista que se retroalimenta de indolencia
La universidad debe ser, en teoría el lugar emanante de conocimiento sin límites, pero este se pierde en una máquina administrativa y corporativista que se retroalimenta de indolencia

El catedrático y político Francisco Sosa Wagner ofrece una visión crítica de la universidad española en su última novela, ‘Novela ácida universitaria’, subtitulada ‘Aventuras, donaires y pendencias en los claustros’, que ha sido publicada por la editorial El Funambulista.

Fuentes de la editorial explican que constituye «un retrato ácido de la universidad española alejado de la palabrería rectoral, pintado con colores tersos por el pincel irónico e implacablemente plástico del profesor Sosa Wagner».

«El resultado es una hiperrealista naturaleza, aún no muerta, pero sí claramente moribunda», añaden.

La historia narra las aventuras de un «hombre sin atributos y joven profesor universitario de provincias» llamado Adalberto, que ejerce de protagonista en esta «moderna y políticamente incorrecta novela picaresca», y realiza un repaso por situaciones como «la opaca selección del profesorado, la arcana elección del rector o la obsesiva obtención de cargos y prebendas».

También denuncia «las consuetudinarias zancadillas de los vicerrectores y de los vices de los vices, el imparable despliegue del personal de administración y servicios o las eternas reuniones de juntas, comités, comisiones y observatorios».

Igualmente recrea «la misteriosa concesión de doctorados honoris causa, las peleas tribales por los proyectos de investigación, la peregrina lectura de algunas tesis doctorales, el lucrativo negocio de los másteres o los eternos intereses gremiales de la conferencia de rectores o el insondable papel de los sindicatos».

En declaraciones efectuadas por el autor, Sosa Wagner explica que las situaciones que aparecen en el texto son episodios de la vida diaria universitaria.

«Soy muy crítico con la situación actual, sobre todo, con el gobierno de la Universidad, que está diseñado con los pies. Esto de que los rectores sean elegidos por un colectivo que queda perfectamente controlado por quienes ostentan el poder», advierte.

Agrega que echa en falta, por ejemplo, que exista un cuerpo de funcionarios técnicos que se encargue de su dirección, puesto que la Universidad es una empresa muy compleja.

Sosa defiende que lo importante para el universitario es «mantener la libertad de ciencia, de investigación, de cátedra y de expresión», y subraya que en un país democrático y en un Estado de derecho estas libertades deben estar «garantizadas».

Sosa Wagner (Alhucemas, 1946) es catedrático universitario y escritor galardonado con varios premios literarios, entre ellos el Miguel Delibes de novela (1992) por su libro ‘Es indiferente llamarse Ernesto’.

La inevitable pervivencia de Machado

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Antonio Machado (1875-1939) y su poesía son, sobre todo, Sevilla, Soria, Baeza... Quizás, y sobre todo, Soria. Con Leonor y con el Duero, con los álamos y las fuentes, con los caminos y el tiempo, con la escarcha y las viejas encinas€ Machado es el cielo de Castilla y el azul del cielo de su infancia sevillana –y en el recuerdo las vísperas de su muerte. Machado es el adobe y el albero. El olmo y el olivo
Antonio Machado (1875-1939) y su poesía son, sobre todo, Sevilla, Soria, Baeza… Quizás, y sobre todo, Soria. Con Leonor y con el Duero, con los álamos y las fuentes, con los caminos y el tiempo, con la escarcha y las viejas encinas€ Machado es el cielo de Castilla y el azul del cielo de su infancia sevillana; y en el recuerdo las vísperas de su muerte. Machado es el adobe y el albero. El olmo y el olivo

Joan Manuel Serrat le dio una popularidad que han alcanzado pocos poetas, Andrés Trapiello lo considera un poeta extraño, por su complejidad, la Academia Sueca lo citó en el Nobel a Juan Ramón Jiménez y su obra es «una alta aventura espiritual», según Pedro Cerezo, editor su «Obra esencial».

Gabriel Celaya lo definió como «el más grande de los poetas españoles del siglo» y el exvicepresidente Alfonso Guerra, devoto de Machado, advirtió, al igual que Trapiello, de que su sencillez es «esquiva» y de que hay que caminar con cuidado sobre su «enorme pureza y transparencia».

Como ya dijo su heterónimo Mairena, «la doble luz del verso, para leerlo al frente y al sesgo».

Según Guerra, la de Machado es pues «una visión del mundo llena de contrastes, en la que lo que consideramos real se pone del revés para encontrar verdades que han sido deformadas por los prejuicios», y esa es, advirtió, «la pluralidad que algunos no ven».

En un solo volumen de casi un millar de páginas, la Biblioteca Castro, dedicada a la edición de clásicos, ha reunido esta obra con el título de «Obra Esencial» al agrupar su «Obra Poética», «Prosas de los apócrifos», «Los Complementarios», «Apuntes y Ensayos de Crítica», «Poesía y prosa de la Guerra».

Un volumen que si no incluye el teatro que escribió en colaboración con su hermano Manuel, sí ha recogido sus composiciones de la Guerra Civil, «unos poemas escasos, fragmentarios y preñados del desasosiego de estos tiempos en los que el poeta permanece fiel a la República y pasa del proverbio a la copla», según los responsables de esta edición, que han destacado su homenaje a García Lorca «El crimen fue en Granada».

«Dentro de la lírica española del siglo XX, la obra de Machado resulta esencial por la gravedad y autenticidad de su voz, por su capacidad para transparentar la verdad del alma», señala el profesor y filósofo Pedro Cerezo.

Añaden los responsables de esta edición que esa «verdad del alma» va «de la poesía a la filosofía, como camino de ida y vuelta que reflexiona sobre el propio acto creativo y la capacidad de cantar lo que se pierde para salvarlo de la muerte y del olvido».

Los editores destacan que «uno de los textos menos conocidos de Machado es el cuaderno de apuntes iniciado en Baeza (Jaén) sobre un grupo de poetas y ensayistas que pudieron existir en el siglo XIX, germen de los futuros apócrifos Abel Martín y Juan de Mairena», de modo que «Los Complementarios», como comúnmente se ha llamado a esta miscelánea, revela el proceso creador y el uso de las fuentes por parte del poeta.

El estudio introductorio de Pedro Cerezo, de unas doscientas páginas, supone una aproximación crítica a la obra desde «Soledades» (1907) y una poesía debida a un Machado «imbuido en el simbolismo» y «empapado de la crisis espiritual de fin de siglo, un yo caminante y cansado que siente cómo el tiempo fluye inexorablemente y repasa su propio devenir en las galerías interiores del alma».

Seguida de la nueva etapa marcada por «Campos de Castilla» (1912), con su llegada a Soria como catedrático de francés y se casa con Leonor Izquierdo, y prosigue con el Machado de «Nuevas Canciones (1924) en Segovia con «una voz grave y personal», al que sucederá el ciclo de poesía amorosa dedicado a Guiomar, nombre que oculta la identidad de la poeta Pilar de Valderrama y que significará un amor truncado por el matrimonio de Pilar y por la guerra.

En las entrañas del diablo

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"El aspecto del diablo" (Roca editorial) es un thriller que deambula entre la realidad y la ficción hasta conformar un peliagudo relato con aires de pesadilla. Parte de culpa la tiene su ambientación, en medio de una Europa que se prepara para el estallido de la Segunda Guerra Mundial y que ya sufre las consecuencias sociales del inminente ascenso nazi
«El aspecto del diablo» (Roca editorial) es un thriller que deambula entre la realidad y la ficción hasta conformar un peliagudo relato con aires de pesadilla. Parte de culpa la tiene su ambientación, en medio de una Europa que se prepara para el estallido de la Segunda Guerra Mundial y que ya sufre las consecuencias sociales del inminente ascenso nazi

Con su novela, «El aspecto del diablo», el británico Craig Russel recurre a «la memoria de una época aterradora», la Checoslovaquia de entreguerras que presagia el avance del nazismo, en un intento de conjurar los extremismos que acechan hoy a Europa.

Así lo explica el escritor escocés en Praga, escenario de la trama de su «thriller de suspense» publicado por Roca Editorial.

«Estamos discurriendo sobre los peligros de ‘nativismo’, del nacionalismo, la xenofobia…, con la perspectiva de dónde estamos hoy y el hecho de que estas cosas están empezando a retornar a nuestras sociedades», indica el creador del comisario Jan Fabel.

Al referirse al auge actual de ideologías extremistas y excluyentes, Russell (1956) reconoce que las circunstancias no son ahora las mismas: «estamos en un ambiente cultural, social y tecnológico completamente diferente debido al internet y la evolución de las comunicaciones».

No obstante, «tenemos mucho de qué preocuparnos», advierte el autor de las exitosas series protagonizadas por el alemán Fabel («Muerte en Hamburgo», «Cuento de muerte», «Resurreción») y Lennox («Lennox», «El beso de Glasgow», «El sueño oscuro y profundo»).

«Es verdad que las fuerzas entonces (en 1935) eran más grandes y titánicas que hoy, pero quitarle hierro al asunto es una forma de pensar insidiosa», prosigue.

Para el autor de «Miedo a las aguas oscuras», la memoria «de una época pasada aterradora» es clave para prevenir el extremismo.

Y por eso se remonta en «El aspecto del diablo» («The Devil Aspect») a la década de los 30 en la antigua Checoslovaquia.

Otoño de 1935. Un momento que destila tensiones nacionalistas entre la población de habla alemana y checa, y lleva a algunos personajes, con sentido de premonición, a temer que los vientos que soplan en Alemania, donde Adolf Hitler había ascendido al poder dos años antes, acabe por sacudir con virulencia al resto de Europa.

Con este contexto histórico, que pesa como una losa en el ánimo de figuras como la judía Judita Blochová, la trama de la obra adopta su genuino perfil negro al abordar el mundo de la locura.

Y Russell lo hace a través de personajes desquiciados, zambulliéndose en el mundo de la mitología eslava, rica en la temática diabólica.

A diferencia de la amable tradición escocesa donde el diablo es más un embaucador bromista que otra cosa, Russell desempolva aquí terribles y pavorosas leyendas sobre dioses y demonios eslavos como Veles, Chernobog el Oscuro, Svarog o Perún Dazbog.

Son espíritus oscuros que parecen haber tomado posesión de algunos personajes de esta novela inspirada también en las teorías sobre el desdoblamiento de la personalidad del psicoanalista suizo Carl Gustav Jung, discípulo de Sigmund Freud y del que Russell se declara deudor.

Una locura que en mayor o menor grado parece atormentar a todos, incluido al inspector Lukas Smolak, quien para investigar en la capital bohemia una serie de asesinatos decide asesorarse con el personal de un sanatorio psiquiátrico, el Castillo de las Águilas, donde están confinados los llamados «Seis Diabólicos».

Estas figuras, con trastornos psicóticos, han cometido crímenes horrendos que ellos mismos cuentan bajo los efectos de sedantes, en una narrativa con unas dosis de realismo e inocencia que ponen la piel de gallina al lector.

Es el caso, por ejemplo, de Hedvika Valentova, una mujer de mediana edad que cocinó a su marido para crear un suculento plato, y se lo dio a comer a su cuñada en venganza por supuestos maltratos que sólo se produjeron en su mente.

Aunque dice que para él no existe el mal de por sí en las personas, ni se puede personificar la figura del diablo, Russell sí advierte de la maldad que se da en determinadas condiciones.

«Mi sentimiento personal es que el mal no existe y es algo que asignamos a nuestra falta de empatía. Si vemos lo que pasaba con los nazis, vemos que era una falta de empatía colectiva. Eso es el mal», sentencia el escocés.

En este contexto recuerda la expresión «banalidad del mal» que acuñó la filósofa Hannah Arendt durante el juicio israelí al criminal de guerra alemán Adolf Eichmann para intentar definir la forma fría y burocrática, defendida como el cumplimiento de un deber, con la que algunos jerarcas nazis aplicaron las leyes para acabar con millones de judíos.

Desde este punto de vista, Russell admite que su obra es «decididamente un estudio sobre el mal».

Sobre el género literario de la obra, cuya primera tirada en castellano es de 10.000 ejemplares, el autor afirma que hizo «de manera consciente una novela gótica tradicional, según el canon clásico».