Lectura
El sueño tecnicolor y sus adicciones

El mundo de la música y el de las drogas siempre han ido cogidos de la mano -por lo menos en los medios de comunicación. Controversias mediáticas aparte, lo cierto es que la relación entre los músicos de renombre y las drogas ha sido de lo más curiosa. Bien sea para abrir un proceso creativo, por la relación de la música con lo etéreo, o bien por escapismo -o por curiosidad, o por motivos contra culturales, o poses varias- una larga lista de músicos han tenido una pasajera, estable, creativa y/o autodestructiva relación con las sustancias psicoactivas, y es sobre este tema de lo que trata a conciencia este libro.
Quizás lo más curioso es que determinados estilos musicales hayan tenido una relación muy cercana con la aparición de determinadas sustancias psicoactivas -antes desconocidas o no utilizadas por la sociedad occidental. Este es el caso de la asociación de la marihuana con los músicos de jazz, la relación de las anfetaminas con la música rock, de los psiquedélicos con el pop, el éxtasis con la música dance, o el crack con el el rap (sólo por citar algunos vínculos).
De todas maneras, siempre ha habido artistas que han bebido un vaso de vino de tanto en cuanto, aunque seguramente esto no había llamado mucho la atención; pero el hecho de que determinadas sustancias psicoactivas fueran ilegales, del desconocimiento que se tenía de su uso y de la condición de gigantes con pies de barro de algunos músicos -combinado con el afán pedagógico y escandaloso de algunos medios de comunicación-, ofreció como resultado un buen tema para las portadas de los periódicos.
«Historia del Rock y las drogas» es un libro escrito de una forma amena y dinámica. Harry Shapiro ha llevado a cabo una concienzuda, exhaustiva y comprensiva investigación sobre este espinoso -y a veces escandaloso- tema. Arrancando con el siglo XX, que se abrió (musicalmente hablando) con el jazz negro en EE.UU., hasta llegar a finales de siglo con las raves y el MDMA, el autor aborda el tema de forma directa, sin dejar un ápice de información sin tratar, casi buscando datos ‘debajo de las alfombras’ -Shapiro es también biógrafo de varios músicos de pop.
A lo largo de los capítulos del libro veremos desfilar infinidad de músicos: desde Louis Armstrong a los Chamical Brothers, pasando por Bob Marley, Elvis, los Beatles, los Stones, Holiday, Janis Joplin, Morrison o Miles Davis. La actitud general Shapiro ante lo enigmático del tema es entre curiosa y precavida, pues como es sabido la personalidad a veces poco estable de las estrellas de la música, ligada con la condición de ilegalidad de algunas sustancias psicoactivas, condujeron a más de desastre (tanto en relación a adicciones como a muertes trágicas).
En este sentido este libro también es un buen recorrido por la problemática originada por la prohibición de las drogas en el siglo XX, un estudio sociológico del mundo de la política, las drogas, la música, los medios de comunicación y la corrupción gubernamental. Lo dicho: un tour de force por el esmero y por la amplitud.
Los locos lisérgicos que cambiaron Hollywood

«Moteros tranquilos, toros salvajes» es un retrato subjetivo del Nuevo Hollywood, una generación de cineastas que surgieron apoyándose en el nuevo cinema europeo sobre el viejo Hollywood, sobre las cenizas de los grandes estudios.
Surgieron con una fuerza y aceleración desmesurada, sin control, para lo bueno y para lo malo, sea lo que sea lo bueno y lo malo. Un momento especial, de inflexión, simplemente paso, un puñado de personas que por allí pululaban lo vieron, creyeron en ello y se lanzaron, unos hacia arriba otros no.
Cada uno con su estilo, con sus ideas, sus limitaciones, actitudes y aptitudes crearon una corriente creativa decisiva, una corriente de imaginación, estilo, drogas, sexo, arte, iniciativa, éxitos, fracasos, miedos y apuestas arriesgadas.
Estamos hablando de un periodo, finales de los sesenta y los setenta, donde emergieron Warren Beatty, Friedkin, Spielberg, Coppola, Scorsese, Altman, Lucas, Pau y Leonard Schrader, Bogdanovich, Cimino, Dennis Hopper, Evans, Rafelson, Hal Ashby… ¿Películas?, Toro Salvaje, Tiburón, La guerra de las galaxias, Apocalypse Now, El exorcista, Malas calles, The last picture, Mash, Bonnie & Clyde, Chinatown, El padrino, Easy Rider… Los primeros pasos de Robert de Niro, Al Pacino, Jack Nicholson… .¡Palabras mayores en la historia del cine, casi nada!
El libro nos habla de los directores, películas, guionistas, actores … pero sobre todo del ambiente que los rodeó, cinematográfico, social, político, cultural y que hizo posible esta época de contrastes, éxitos rotundos o fracasos rotundos, pero siempre a tope. Un lapsus de tiempo , un lapsus de cine, sin continuidad definida pero que sirvió de base al cine actual y supuso un cambio en la forma de entender la creación y distribución del cine. Estrenos, reestrenos, la producción de películas cambió, cambió mucho.
El libro es explosivo, una tormenta de datos, un lenguaje directo, aparentemente documentado, intentando que el lector sea espectador privilegiado de los diálogos, testigo directo de reflexiones, sensaciones y sentimientos que se vivían a un ritmo rápido, rapidísimo…. demasiada velocidad.
El libro engancha, son películas que todos hemos visto, personajes que todos conocemos, anécdotas curiosas cuando menos, lenguaje entretenidísimo, apoyado por una historia que lo respalda. Quizás lo entretenido sean los personajes, su historia, da igual, engancha.
La historia de cómo se generan las películas cumbre del periodo no dejan indiferente, imposible, es casi imposible que se hayan podido crear, casi imposible que se hayan podido empezar y no digamos terminar.
Al final queda un poco de regustillo amargo, muchos lucharon por ser ellos mismos, cine de autor, algunos ¿sucumbieron? al comercio, ¿donde están sus primeros ideales?, la libertad, la creatividad, se sugiere una respuesta…. están en el banco, lujos o enterrados bajo una sobredosis de la droga que sea o de una borrachera de éxito y resaca de fracaso.
Cuando uno lee este libro, se palpa un ambiente, el entorno, unos personajes peculiares cuando menos ….
«Milius lo llevó a una tienda de deportes y armería en Beverly Hills, a buscar una pistola. El dependiente le enseñó una 38; fría acerada, dura, a Paul le gustó. Vio a una chica junto a las raquetas de tenis, apuntó el cañón a su cabeza y la siguió por toda la tienda , apretando el gatillo unas cuantas veces. Si alguna vez hubo un sicópata al que no había que venderle nunca un revólver, ese era Paul dice Milius. Le conté esta historia a Scorsese y la puso en Taxi Driver».
Y las preocupaciones por lo que les rodea …..
Puede que los asesinatos de Charles Manson fueran una señal, pero la mayoría la desoyó: todos estaban demasiado ocupados filmando, drogándose, follando y gastando dinero.
Cuando Warner vende su participación a Seven Arts (tv), el pez chico se come al grande, Eliot Hyman como nuevo presidente nombra a su hijo Kenny Hyman jefe de producción y una de las premisas que se marca era ….
Su intención era ganarse la benevolencia de los directores cediéndoles más control artístico , y contrató a Sam Peckinpah para dos películas –Grupo salvaje y La balada de Cable Hogue-, después de que a Peckinpah le hicieran virtualmente el vacio por su alcoholismo, su falta de respeto y otros delitos contra el sistema de los estudios.

Sobre William (Billy) Friedkin, El exorcista y su relación con los actores, nos encontramos más detalles que forjaron su fama…:
Le gustaba disparar al aire para asustar a los actores. O poner cintas a toda pastilla, cualquier cosa, hasta la banda sonora de psicosis….Era despiadado y hacía cualquier cosa con tal de salirse con la suya. Al final de la película, cuando el padre Karras está a punto de morir, un cura le da la extremaunción. El director contrató a un auténtico cura, el padre William O´Malley. O´Malley hizo toma tras toma. No satisfecho, Friedkin dijo al final:
– Bill, no lo estás haciendo como Dios manda.
– Billy, le he dado los últimos sacramentos a mi mejor amigo quince veces; ya son las dos y media de la mañana.
– Ya lo sé. ¿confías en mí?
– Por supuesto que confío en ti, replicó O´Malley.
Billy le dio una bofetada en la cara con el dorso de la mano. Puede que no fuera una técnica propia de Stanilavski y, naturalmente, escandalizó a los católicos presentes, pero funcionó.
-Cuando hice la toma siguiente, la mano me temblaba, dice O´Malley. Pura adrenalina.
Tiburón, una de las maquetas al fondo del mar, Spielberg, Lucas y Coppola de visita en el estudio metiéndose en la boca del tiburón y se atasca la mandíbula,….
Y como apenas había dinero, pues entonces que salga menos el tiburón y por supuesto nada de tomas de tiburones vivos, simplemente que salga menos, al fin y al cabo así se crea más suspense … como recordaban de la película El enigma del otro mundo, donde la criatura no aparece hasta el final. Un acierto.
Algunas notas de la contraportada y algunos comentarios
El espectacular éxito de Easy Rider en 1969, una película de moteros de escaso presupuesto, marcó el inicio de una nueva era en Hollywood. Una generación de jóvenes directores, Scorsese, Coppola y Spielberg entre otros, comenzaron a filmar con actores aún poco conocidos, como Robert De Niro, Al Pacino y Jack Nicholson, y en pocos años se convirtieron en los nuevos y poderosos señores de Hollywood, artífices de clásicos modernos como El padrino, China-town, Taxi Driver y Tiburón. Basado en cientos de entrevistas con los propios directores, pero también con productores, estrellas, agentes, guionistas, ejecutivos de los estudios, esposas y ex esposas, el libro de Peter Biskind narra día a día la epopeya de los jóvenes lobos de Hollywood, la génesis de sus películas y sus luchas contra el establishment.
Moteros tranquilos, toros salvajes es la espléndida crónica de ese viaje alucinante que fue Hollywood en los años setenta, la historia apasionante y verídica de la última gran edad de oro del cine americano, una exaltada celebración de la creatividad y la experimentación, pero también del sexo, las drogas y el rock and roll.
«Un libro apasionante y una verdadera rareza, pone todos los entresijos de Hollywood al descubierto, y lo leemos boquiabiertos, engullendo un escándalo tras otro a tal velocidad que corremos el riesgo de ahogarnos. Pero también es una crónica excepcional, escrita con notable inteligencia, llena de información y que va más allá de los escándalos…» (San Francisco Chronicle).
«La última edad dorada del cine creativo de Hollywood en una crónica imprescindible» (Diego Manrique, El País);
«Morboso, duro, documentado e imprescindible» (Carlos Boyero);
«¡Qué maravilla!» (Manuel Hidalgo, El Mundo).
«Indiscutiblemente, el mejor libro sobre el tema» (Tim Appelo).
«Un libro que equivale al mejor Robert Altman» (Mark Steyn).
«El retrato salvaje de la última época de oro de Hollywood» (Festival del Film Norteamericano de Deauville, 2002).
Peter Biskind ha sido jefe de redacción de la revista Premíete y director de American Film. Sus artículos han aparecido en The New York Times, Los Ángeles Times, The Washington Post y Rolling Stone, entre otras publicaciones.
Plumas coetáneas por siempre jamás

El director de la Real Academia, Darío Villanueva, Catedrático de Literatura Comparada, acaba de publicar «Lo que Borges enseñó a Cervantes», un título provocador en el que viene a decir que todos los escritores son coétaneos entre sí y que todos se influyen, no solo los que han venido antes, sino al revés.
«Todos los autores contribuyen al gran sistema de lo literario. La gente podrá pensar que es absurdo que Borges enseñe a Cervantes, porque uno es del siglo XX y el otro vivió entre los siglos XVI y XVII, pero tiene su sentido porque la lectura de Borges, en un lector común, modifica luego la lectura de Cervantes», explica Villanueva (Villalba, Lugo, 1950).
«Cada aportación literaria modifica el significado de todas las aportaciones anteriores, dentro de ese sistema complejo al que llamamos literatura mundial o universal», subraya Villanueva, quien asegura que la literatura actual «goza de muy buena salud», aunque, advierte de la amenaza que supone lo que llama «Postliteratura», «la literatura convertida en pura industria».
Publicado por Taurus, «Lo que Borges enseñó a Cervantes» es un libro escrito por Villanueva, junto a César Domínguez, profesor de Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela, y Haun Saussy, catedrático del departamento de Literatura en la Universidad de Chicago (EE.UU.).
Un volumen que ya se publicó en inglés y un texto apasionante y claro; una guía para transitar por el mundo de la literatura en medio de la globalización, para saber cómo se construye el canon literario, o para analizar las influencias del cine y otras artes.
«En este momento, y para un comparatista como soy yo, la literatura es la suma de toda la literatura que se ha producido y esa literatura está ahí. En el momento en el que un lector de hoy lea a Dostoievski en Brooklyn se está convirtiendo en contemporáneo de Dostoievsk, y Dostoievski es para él un autor igual que John Cheever o que pueda ser Philip Roth», recalca.
Y hoy a la literatura se puede acceder como nunca antes se había hecho, subraya este filólogo y gran experto en Literatura Comparada, que señala tres líneas sobre la creación literaria actual. La primera de ellas es la literatura que está naciendo por la influencia de la tecnología. «Lo que podríamos llamar la ciberliteratura», dice el experto.
«Me interesa la ciberpoesía -matiza- porque la poesía es un género que se presta muy bien a la condensación y a la precisión de los propios mensajes digitales, y además la ciberpoesía permite incluir lo que los latinos y griegos llamaban ‘carmina figurata’, o caligramas; es decir, permite introducir una imagen dentro de la palabra, que es lo que hacían los caligramas, como poemas-dibujo».
La segunda línea de la ciberliteratura, que señala Villanueva, es la que constata que en la red están «todos los autores que existen y están disponibles para nuestra lectura».
Y el tercer punto para el director de la Real Academia de Lengua se refiere a la confirmación de que los autores nuevos viven de la tradición. Esto es, aclara Villanueva, «que los que escriben ahora nos están ayudando a entender de manera distinta a los que han escrito antes».
Pero por debajo de todo este análisis sobre la actualidad literaria, Villanueva destaca, su preocupación, por la que denominada «Postliteratura», recalca.
«Hoy la industria cultural de lo literario se ha convertido en algo tan novedoso que la creación está siendo muchas veces sometida a los dictados de la creación industrial. De manera -advierte-, que el escritor no es el que marca la pauta, como ocurría antes, sino que es al revés, el editor es el que al escritor lo convierte en una especie de oficinista de la editorial, una especie de obrero de la editorial, que le proporciona la materia prima para una industria».
«Y esa materia prima son los textos, pero unos textos efímeros, destinados a un consumo inmediato en forma, muchas veces de lo que llamamos en inglés ‘best sellers’ -recalca-, que lo único que pretenden es vender un número muy importante de ejemplares en un número muy corto de días o de meses».
«Luego son libros que desaparecen, y esto sí que es la destrucción de la literatura, porque la literatura como decía Machado es ‘palabra esencial en el tiempo’, el escritor tiene una voluntad de perdurar lo que escribe», añade Villanueva, quien ve también un peligro en la perdida del concepto de autoría.
«En la red hay mucha información, pero muchas veces se desvincula de su fuente, y eso es un peligro», concluye.
Memorias de un bello adicto

El soplo de Art Pepper se convirtió en una de las autobiografías más intensas que se recuerdan. Confesiones verdaderas transcritas por Laurie Pepper, su tercera mujer, en un monumento a la vida sin filtros ni limitaciones. Libertad absoluta para el saxo alto más cool del sonido Costa Oeste. Una obra, titulada “Straight Life: The Story Of Art Pepper” en su versión original, que se editó en España más de treinta años después de su publicación.
En “Una vida ejemplar. Memorias de Art Pepper” (“Straight Life: The Story Of Art Pepper”, 1979; en España, 2011) no se habla demasiado sobre discos y conciertos. Al menos en proporción a temas como droga y sexo y en el sentido que lo haría un biógrafo o músico al uso. Art Pepper (1925-1982) nunca lo fue y, por ello, la crónica de su vida no constituye un segmentado y quirúrgico estudio de su obra y milagros, sino que discurre de la mano de un relato que fluye a borbotones, agarrado a los vaivenes de turbulentas sesiones en estudio y directos, rutinas carcelarias, fobias raciales, trapicheos de drogata, cómicos atracos, arrebatos homófobos y obsesiones sexuales. Sin pretextos ni maquillajes. Situado en un punto en el que el músico californiano llegó a pensar que “no estaría mal cargarme a alguien y ser aceptado como un tipo peligroso de verdad”.
Paz en el tumulto
“Titubea unos segundos, se olvida de lo que está tocando, agarrado al octavo y noveno peldaños de la cuenta. Entonces, haciendo acopio de todo, busca la nota más alta, la alcanza –exacta– y vuela libre. En lo más alto de su salto, antes de que la gravedad se haga sentir, hay un momento de ingravidez absoluta –brillante, claro, sereno– antes de volver a caer, planeando en un arco magnífico, calmándose en el hondo gemido del blues. Y los convictos se dan cuenta de que era de eso de lo que se trataba: de soñar con la caída”.
Geoff Dyer imaginó está dfescripción para un precioso libro de historias del jazz, Pero hermoso ( But beautiful, como el estándar con letra de Johnny Burke, el mismo de What’s New). Allí colocó a Art Pepper en el patio de una de las numerosas prisiones en las que pasó tantos días de sus mejores años, soplando su saxo alto ante la atónita mirada de los presidiarios.
Y es que la vida del bueno de Art es una más de esas historias desgarradas del jazz en las que las adicciones y sus consecuencias conviven con un sublime nivel artístico.
Pepper fue uno de los más genuinos exponentes del jazz de la Costa Oeste, eso que se dio en llamar cool jazz y en el que destacaron otros yonquis ilustres como Gerry Mulligan o Chet Baker. De hecho no se entiende el movimiento sin ese cierto aire de hedonismo o de necesidad de apurar la vida intensamente como si fuese el último día, mientras la música de aquellos tipos geniales servía de banda sonora.

Pronto se liberó de la poderosa influencia de Charlie Parker para encontrar su propio camino, y aunque en los sesenta el influjo de Coltrane en su búsqueda de nuevas dimensiones para la música también resultara inevitable, Art Pepper llegó a convertirse en un innovador intérprete de una genialidad inusual, aunando una depurada técnica con un sentido de la improvisación fuera de lo común.
Empezó muy joven, estudiando clarinete y saxo alto, y tocando en algunos grupos de Los Angeles antes de entrar a formar parte de las orquestas de Benny Carter y Stan Kenton, una magnífica academia para un joven lleno de talento y ávido de encontrar nuevos caminos para su arte. A su vuelta del servicio militar, a finales de los cuarenta, retorna a la orquesta de Stan Kenton, en lo que fueron sus días más felices y también el inicio de un largo romance con la heroína que le llevará por un largo periplo de juicios y condenas durante más de diez años. En contra de lo que pudiera pensarse, Pepper no vivió todo ese periodo como un drama, no sólo no quedó traumatizado sino que supo extraer de aquella experiencia lo mejor para su vida y para su música.
Después de atravesar serios problemas de salud y tras un largo periodo de rehabilitación, Pepper vuelve a los escenarios y las grabaciones a mediados de los setenta, convertido en poco menos que una leyenda en vida y no solo recobra su antiguo estado de forma con el alto, sino que realiza grabaciones y conciertos de una intensidad única, en los que sus solos dominan el espacio de tal manera que uno no puede por menos que estremecerse mientras los escucha.
Art Pepper murió en 1982 a los 56 años (nadie lo hubiera creído viendo sus últimas fotos), dejando algunas grabaciones imprescindibles en la historia del jazz como Meets the Rythm Section con la sección rítmica de Miles Davis, Art Pepper + eleven o The Complete Village Vanguard Sessions, entre otras. Al escucharlas uno tiene la sensación, como pocas veces sucede, de que la música puede convertirse en ese arte mágico capaz de transformar las vidas de las gentes sin que nadie pueda aportar una explicación razonable.
Morrison y la poesía de la percepción

Según las teorías del filósofo y profesor de Cambridge C. D. Broad, el ser humano es capaz de percibir cuanto está sucediendo en el universo. Son el cerebro y el resto del sistema nervioso los que impiden, a través de los sentidos, que esto sea así ya que el ser humano quedaría completamente confundido y abrumado por tanto conocimiento que en la vida cotidiana es inútil. No hay que olvidar que somos animales, que nuestro instinto primario es la supervivencia y que por ende el cuerpo bloquea todo aquello que no es práctico. Pero esto no es así siempre. Aldous Huxley, en su ensayo The Doors of Perception realiza un estudio sobre los efectos psicológicos y cognitivos que se desarrollan con el consumo del cactus del peyote y la mescalina, el principio activo de la planta, que tomaban los chamanes de México y el sudoeste de Estados Unidos en sus rituales religiosos. Huxley afirma (y confirma) que con el consumo de ciertas drogas se pueden depurar las percepciones sensoriales y así permitir que el hombre pueda percibir aquello que acontece en su universo. Ya lo dijo William Blake.
Corrían los años 60 en Estados Unidos. La Segunda Guerra Mundial ya había quedado atrás y ahora eran la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría los conflictos políticos e ideológicos que aparecían en la portada de los periódicos. Ante esto, surge una generación de jóvenes que para nada están de acuerdo con el mundo que les habían dejado sus padres y decidían renegar de él. Se puso de moda el pensamiento que en los 50 había desarrollado la llamada Generación Beat, rechazando los valores clásicos que había potenciado América y acogiendo entre sus brazos las drogas, la libertad sexual, la filosofía, la poesía y todo aquello que ayudara a estos jóvenes a buscar unos ideales que no existían.
Es en este momento cuando aparece Jim Morrison, un joven poeta que por casualidades del destino acabó como cantante, que leía a Nietzsche y que pensaba que el arte había muerto. Una época mejor había quedado atrás, los pilares de todo lo que se sostenía se estaban derrumbando y la única salvación era liberar la vida cotidiana. Y eso pensaba hacer él con su poesía y su música. Su grupo¸The Doors¸ adquirió ese nombre a partir de una cita de William Blake (When the doors of perception are cleansed things will appear to man as they truly are: infinite) que da nombre a un ensayo de Aldous Huxley (The Doors of Perception). La idea de Jim era abrir las puertas de lo conocido para pasar a lo desconocido; él lo hacía mediante el consumo del peyote y asumía el rol de profeta moderno para hacérselo ver a los demás.
Su sonido se forjó a base de la mezcla de lo que tenían y también de lo que carecían. El batería, John Densmore tocaba jazz y trasladó las características de este sonido a su grupo, diferenciando, por completo, la percusión de la que disponían The Doors comparándolos con otros grupos de rock. Por otro lado estaba el guitarrista, Robby Krieger. Tenía una formación clásica; desde pequeño experimentó con diversos instrumentos hasta que dio con el suyo, la guitarra flamenca. Se hizo guitarrista de flamenco, para luego investigar el blues y el jazz y pasar a tocar la guitarra eléctrica, pero sin abandonar del todo la forma flamenca; por ejemplo, tocaba sin púa. Una de las canciones donde mejor se puede apreciar su dominio de las cuerdas es en The End donde él toca la melodía inicial.
Otro de los componentes del grupo, y quizás el verdadero artífice del sonido característico era Ray Mazarek. Tocaba el teclado con el estilo de la música psicodélica y puesto que el grupo carecía de bajista, él era el encargado de marcar el ritmo. Una de sus piezas maestras es el solo de teclado de Light My Fire, canción escrita por Krieger.
A parte del sonido peculiar de su música, The Doors tenían otro fuerte: los conciertos. Aquí aparecía en su apogeo la figura semi-espiritual de Jim Morrison. Hacía introducciones en prosa a sus canciones y a través de sus acciones llevaba a cabo un espectáculo de rock que imitaba a la tragedia griega evocando ritos y representaciones sagradas y desempeñando el papel de un héroe mundano y problemático como en las obras de Eurípides. El énfasis con el que desarrollaba su papel sobre el escenario llevó a que le echaran de numerosas salas, sus conciertos se prohibieran en diversos estados e incluso una vez se tuvo que sentar ante un juez porque se le acusó de haberse masturbado durante una actuación.
Jim Morrison, poeta
Dejando a un lado la parte meramente musical de The Doors hablemos del contenido de las canciones, la letra. Jim Morrison era más poeta que cantante; fue cuando le cantó uno de sus poemas a Ray Manzerek que decidieron hacer canciones. La figura del poeta de sombrero y gabardina fumando una pipa en un sofá viejo había quedado atrás hace mucho tiempo y ahora los poetas eran jóvenes drogados en el baño de algún bar soltando versos que cuestionaban verdades absolutas y desordenaban la conciencia derrumbando todo lo establecido hasta el momento. Así era Jim Morrison.
Influenciado por Rimbaud por identificarse con él y con su vida e influenciado por Huxley, William Blake y Nietzsche por las ideas que estos transmitían; la poesía de Jim consistía en evocar imágenes, casi siempre autobiográficas, con las cuales rozar las sensaciones a las que el hombre no puede acceder por el bloqueo de la percepción, ya que, según Blake, el cuerpo es la cárcel del alma.
This is the end
beautiful friend
this is the end
my only friend, the end
of our elaborate plans, the end
of everything that stands, the end
no safety or surprise, the end
I’ll never look into your eyes…again

En la letra de la canción The End habla del final de una relación que tuvo Morrison en la adolescencia, pero aparte de eso, utiliza la autobiografía para transmitir la culminación del nihilismo y evocar un sentimiento de soledad horrible. Según Huxley vivimos juntos y actuamos y reaccionamos los unos sobre los otros, pero siempre, en todas las circunstancias, estaremos solos ya que las sensaciones, los sentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fantasías son cosas privadas incomunicables. Jim lo sabe, lo acepta y se resigna y así aparece, como una persona solitaria y lo transmite en sus poemas donde completa la idea añadiendo que el amor es la única forma de evitar el vacío y considera el sexo, la demostración del amor por la humanidad, como una experiencia mística donde se concentran los cinco sentidos y la percepción abre sus puertas a lo infinito, a lo incomunicable pero que esta vez sí se entiende. Momento que culmina con la muerte, la eyaculación, que representa el éxtasis de lo anterior y lleva al único final inevitable: la muerte de uno mismo como ser solitario.
En 1970 Jim decide retirarse del mundo de los escenarios y excesos, ya no quería ser Jim Morrison esa estrella del rock que seguía un ritmo de vida que acabaría pasando factura. Es entonces cuando se va a vivir con su novia Pamela Courson a París donde decide volcarse de lleno en su literatura. Un año después muere, a la edad de 27, de un paro cardiaco que le dio mientras se estaba dando un baño.
Hay diversas versiones sobre la muerte de Jim. La oficial es ese paro cardiaco y puesto que no se hizo autopsia no hay forma de demostrar que fuera una versión errónea, pero mucho se ha hablado de esta muerte y muchas versiones se han dado. La más interesante, y quizás más argumentada, es la que presenta Sam Bernett en el libro The End que afirma que estuvo presente el día de la muerte de Jim y que al cantante le dio una sobredosis de heroína en los baños del Rock and Roll Circus de París y que luego llevaron el cuerpo a casa y lo metieron en la bañera para intentar reanimarle pero ya era demasiado tarde. Pamela Courson, que murió de sobredosis cuatro años después, que aquel día habían ido al cine y que se lo encontró muerto en la bañera. Sea cual sea la verdad, Jim Morrison intentó huir de sí mismo por su propio bien, el problema es que Jim Morrison no puede no ser Jim Morrison…
El discreto encanto de la mutilación cinematográfica
La censura franquista acabó hace mucho, pero sus estragos cinematográficos han coleado hasta hace poco, ya que en el año 1995 todavía era posible encontrarse con copias emitidas por TV o editadas en vídeo que fueron mutiladas en el momento de su estreno, y a las que les faltaban escenas o cuyos doblajes alteraban el diálogo original. Pero la censura también se cebó con los pósters de los filmes.
En el libro, «La censura franquista en el cartel de cine», editado por Notorius, se ofrece un sabroso recorrido visual por la larga lista de atrocidades cometida por los censores. Desde imágenes sexys transformadas en otras más recatadas a nombres de actores (como James Cagney) que eran borrados por mostrar públicamente su rechazo al régimen de Franco. He aquí algunos ejemplos:
La piscina (1969)
A Romy Schneider en La piscina le dibujaron un sujetador inexistente en el original.
El hijo pródigo (1955)
Ni las películas bíblicas se libraban. A Lana Turner le hicieron una curiosa muestra de body painting en el póster de El hijo pródigo. Incluso han adecentados a las señoritas que aparecen en el lado inferior derecho, colocándolas unos vestidos mucho más acordes con el resto del cartel.
Raquel y sus bribones (1968)
Como no podía ser de otra manera, la censura no podía permitir que la exuberante Raquel Welch exhibiera su poderío físico. No obstante, y en comparación con el cartel americano, puede considerarse un pequeño logro que, pese a tener que enfundar el cuerpo en un ajustado y llamativo vestido, se le permitiera dejar semidessnudas unas bonitas piernas y un generoso escote. Licencia poco común en el momento del estreno de la película, el 28 de diciembre de 1968.
La escapada (1962)
La censura española no se conformó con taparle la tripita y el ombligo a Catherine Spaak. Debieron pensar que era demasiado muslamen para mentes tan opacas. Para remediarlo, nada más ocurrente que colocarle allí, dond empieza el problema, una insulsa fotografía de la película con Vittorio Gassman bailando el twist.
La dama de Trinidad (1952)
En esta película protagonizada por Rita Hayworth, tuvo que subírsele el escote, se cerró la pequeña abertura central del vestido, y hizo desaparecer la delatora marca que define el volumen de los senos.
Muere una mujer (1965)
En este cartel se usó el recurso de poner una enorme estola de piel, para ocultar el enorme pecho. En esta ocasión se resolvió la papeleta de un modo discreto y estético.
Una chica tan decente como yo (1972)
La ropa interior con la que aparece la protagonista en el original francés, ha sido sustituida por un vestido tan excesivamente corto que no deja de sorprender. Los censores, en cambio, no tuvieron inconveniente en pasar por alto los hombros al descubierto de la señorita, que le permitían mostrar un generoso escote.
Alarma en la flota (1953)
En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, el cambio no se debe a motivaciones eróticas o sociales. Es una cuestión política la que preocupa. No se podía dar a enterder que Gibraltar era colonia británica. El problema se resuelve al sustituir la palabra ‘Gibraltar’ por ‘la flota’.
Catherine y Cia (1975)
Aunque esta película se estrenó en 1978, tres años después de la muerte de Franco, la hemos incluido por constituir uno de los ejemplos más contradictorios. El resultado final de esta incoherencia quedaría asi: cartel francés, con Jane Birkin vestida desde el cuello hasta los tobillos; cartel español, el mismo diseño y la misma señorita pero con una notable variante: ahora la actriz aparece en bikini.
Leyendo a «Los Simpson»

A diferencia de otras series, Los Simpson no evita las alusiones literarias por miedo a ofender a su auditorio. Los guionistas de la más célebre familia televisiva en el planeta no sólo han ejercido una de las más inteligentes críticas sobre el estilo de vida americano sino que lo han hecho valiéndose de toda clase de referencias. Lo mismo históricas (de Washington a Nixon a una enmienda constitucional parlante), que cinematográficas (de Hitchcock a Kubrick a David Lynch y cantidad de blockbusters), televisivas (de Seinfeld a los Monty Python, sin olvidar los chistes contra su propia cadena, la Fox) y musicales (de Pérez Prado a los Rolling Stones, de Tito Puente a los cada vez más reales Spinal Tap). ¿Finalmente no somos todos inquilinos de nuestra propia época y estamos hechos igualmente de música, literatura, televisión e historia?
Concentrándonos incluso únicamente en los libros, es fascinante descubrir lo literario que llega a ser el universo amarillo de Springfield. Autores pasean entre capítulos como entre festivales de letras; se parodian novelas, se cita subrepticiamente a Shakespeare (quien también aparece como un zombi en un capítulo de terror). Acá John Updike es el escritor detrás de las memorias del payaso Krusty, allá los niños del pueblo se pierden en una isla y viven una historia similar a El Señor de las moscas de William Golding.
Un curso sobre literatura podría girar en torno a los libros y autores que han sido parodiados, mencionados o que han prestado sus propias voces al programa. Si todo intento de organizar la literatura se sustenta en el arbitrio (la época, la nacionalidad, el género literario), ¿por qué no partir de un centro común como Los Simpson para hablar de ella? Van unos cuantos ejemplos:
Saul Bellow. Bart y Lisa engañan al rabino Krustofsky diciéndole que tendrá un encuentro con el novelista judío Saul Bellow, cuando en realidad el encuentro es con su hijo, el payaso Krusty.
Lewis Carroll. Lisa está a las afueras de la biblioteca en época de veraneo. De los libros salen personajes que la invitan a entrar al lugar. Alicia le advierte: “¡Es una trampa! ¡Corre, Lisa!”, mientras el Sombrerero Loco la amaga con un arma.
Agatha Christie. Para pensar en cómo descubrir al autor del disparo contra el señor Burns, el jefe Gorgory lee los Diez cuentos trillados de Agatha Christie.

Bret Easton Ellis. Después de volverse millonario con su traductor de bebés, el tío Herb le regala a Lisa una colección de Grandes Libros que ella recibiría cada mes. Se trata de una serie que abarca lo mejor de la literatura y cuyo título más antiguo es el poema épico Beowulf y el más reciente, Menos que cero de Bret Easton Ellis.
William Faulkner. El cantinero Moe cuenta que el autor de El ruido y la furia escribía gags para el programa cómico “La pandilla” (“The Little Rascals”), donde él participaba antes de matar al Alfalfa original. La afirmación no carece de sustento porque Faulkner tuvo una etapa como escritor de guiones en Hollywood. “William Faulkner podía escribir rutinas de caño de escape que te hacían pensar”, dice el cantinero.
Gabriel García Márquez. Marge Simpson imagina un romance épico con un capitán fornido, mientras lee una novela llamada El amor en los tiempos del escorbuto.
Allen Ginsberg. Bart destruye el centro de mesa de Lisa y provoca un conflicto familiar. La niña para tranquilizarse escribe su propia versión de “Howl”: “He visto las mejores comidas de mi generación destruidas por la locura de mi hermano. Mi alma deshojada por demonios de pelos puntiagudos”.
Norman Mailer. 1. Ante la prohibición de su padre para ver Itchy & Scratchy. La película, Bart lee la trama del filme novelada por Norman Mailer. “No es lo mismo”, dice y tira el libro a la basura. El libro es tan voluminoso que compacta los desperdicios del bote. 2. Bart le plantea a la niñera Shary Bobbins qué haría si lo encontrara ojeando la revista para adultos Playdude. Ella responde que lo obligaría a leer todos los artículos de la revista, “incluyendo el de Norman Mailer sobre su libido en caída”. Homer se impresiona: “Es ruda”.
George Plimpton. El legendario editor del Paris Review es el conductor de la olimpiada de deletreo donde Lisa participa.
Edgar Allan Poe. 1. El doctor Nick Riviera aplica Spiffy “el quitamanchas del siglo XXI” a la lápida de Edgar Allan Poe. “‘¡Qué brillo!’, dijo el Cuervo”, exclama Troy McClure, conductor del programa. 2. Juan Topo (en inglés Hans Moleman) transporta la casa de Poe, antes de salirse de la carretera y provocar un incendio. 3. Allison Taylor, la rival de Lisa en el salón, hace un diorama del cuento “El corazón delator” para el concurso escolar. 4. Homer, Bart y Lisa ven el programa de televisión “Colapso de edificios” que muestra una serie de construcciones al momento de derrumbarse; la última residencia dice en su exterior “La casa de Usher” y Homer comenta: “No pensé que se caería”. 5. El primer Especial de Noche de Brujas de los Simpson incluye una célebre parodia de “El cuervo” (una extraordinaria lección de literatura, sobre todo en su idioma original).
Thomas Pynchon. El esquivo autor de El arcoiris de gravedad (no aparece en público, no da entrevistas y apenas se conoce una foto suya) se niega a escribir la reseña para la contraportada de la novela de Marge. “Pynchon ama este libro casi como ama las cámaras”, dice por teléfono ante la petición de un comentario promocional. Segundos después, el escritor aparece con una bolsa de papel sobre la cabeza junto a un letrero luminoso que anuncia “Casa de Thomas Pynchon. Entre”.
Gertrude Stein. La muñeca que propone Lisa para competir con la muy vendida pero llena de estereotipos Stacy Malibú, tendría la inteligencia de la escritora Gertrude Stein, el ingenio de Cathy Guisewite (creadora de la historieta “Cathy”), la tenacidad de Nina Totenberg (una respetable periodista), el sentido común de Elizabeth Cady Stanton (luchadora por los derechos de la mujer en el siglo XIX) y la belleza práctica de Eleanor Roosevelt (una de las mujeres más influyentes del siglo XX norteamericano).
John Steinbeck. Nelson presenta un diorama inspirado en la novela Las uvas de la ira. Señala las uvas de una mesa (“Acá están las uvas”) y les da un mazazo bañando a los jurados (“¡Y acá está la ira!”).
Mark Twain. Montgomery Burns posee la única foto de Mark Twain desnudo.
Gore Vidal. Lisa se da cuenta que no tiene amigos. Cuando Marge le pregunta si invitaría a alguna amiga para el verano, ella responde: “¿Amigos? Estos son mis únicos amigos (señala la contratapa de un libro). Adultos como Gore Vidal, aunque besó más chicos que los que besaré yo”. “Niñas, Lisa”, corrige nerviosamente su mamá, “los niños besan niñas”.
Eudora Welty. La novelista norteamericana y el crítico de cine Jay Sherman son los únicos premios Pulitzer que pueden eructar tan fuerte como para ganar el trofeo que otorga la taberna de Moe.
Walt Whitman. La tumba que siempre creyó Homer que era de su madre resultó ser de Walt Whitman. Tras descubrirlo, Homer patea la lápida mientras grita lleno de ira: “¡Leaves of grass, my ass!”.

Tennessee Williams. Marge representa a Blanche DuBois y Ned Flanders a Kowalski en el montaje hecho en Springfield de Un tranvía llamado Deseo.
Ludwig Wittgenstein. Los investigadores Mulder y Scully le preguntan a Homer qué estaba haciendo la noche en que vio un extraterrestre. Homer narra: “Bueno, todo empezó en un club Gentleman, a donde hablábamos de Wittgenstein mientras jugábamos Backgammon”. “Señor Simpson, mentirle al FBI es un delito”, le advierten los investigadores. “Estaba en el auto de Barney comiendo bolsitas de mostaza, ¿contentos?”.
Tom Wolfe. El padre del “nuevo periodismo” aparece en un capítulo junto a Gore Vidal y dos de los más reconocidos narradores norteamericanos de la nueva generación: Jonathan Franzen (autor de Las correcciones) y Michael Chabon (premio Pulitzer y autor de Chicos prodigiosos). En dicho capítulo, Moe descubre que tiene aptitudes para la poesía. Por otro lado, en la vida real, Tom Wolfe ha declarado que éste es el único programa televisivo que ve.
Se dice que fue Octavio Paz quien afirmó que Los Simpson “nos resumen”, y la expresión abarca tanto nuestro comportamiento social como nuestras referencias culturales. Un clásico –lejano o contemporáneo– puede constatar su influencia si ha salido en la serie, desde el simple nombre del capítulo (“Bart in darkness” se llama así en alusión a Heart in darkness de Joseph Conrad) hasta su aparición como personaje (un Stephen Jay Gould, capaz de decirle a Lisa: “No me hice científico para ganar dinero. Lo que tengas –para pagarme– estará bien”). Los abundantes y prolijos programas de Los Simpson no sólo han constituido la comedia humana por excelencia de esa transición que va del siglo XX al XXI, sino que han conformado un cúmulo de cosas que hemos aprendido sin darnos cuenta: un compendio singular de música, literatura, televisión e historia. Finalmente, después de muchos años, Springfield nos deja el mismo sabor del mundo: es horrible y está lleno de gente indeseable, pero es el único lugar del universo donde los guardias de seguridad leen a Víctor Hugo.
Cómo trabajar menos para ser ultraproductivo

Si quieres “trabajar menos, producir más y vivir mejor” la clave es la ultra productividad, un método que, a diferencia de la productividad, te empuja a “hacer más y a vivir con más intensidad, con el mismo o menos esfuerzo”, asegura Isra García en su cuarto libro: “Ultra Productividad” (Alienta).
Este consejero explica, en una entrevista con Efe, las bondades del estilo de vida que ha adquirido “al salir de sí mismo”, dejando de lado la productividad para alcanzar la ultra productividad.
En su última obra, ofrece al lector las “claves” para conseguir vivir “la vida que te mereces” y apunta “tres habilidades”: Iniciativa (se aprende a base de “tropezar y levantarse”), auto consciencia (proceso muy largo que empieza por la soledad e implica trabajar el interior) y disciplina (“hacer lo que odias como si lo amases”, la más difícil y valiosa de todas).
Ultra Productividad
“Ultra productividad” es, según su autor, “un libro de acción” dividido en 16 grandes bloques fragmentados en otros más pequeños para ser leídos en “micromomentos”.
De esta forma, Isra García introduce al lector en “su mundo” y le explica – en el apartado “Inspirado en”- quienes han sido sus maestros, mientras en el “Prólogo” narra el resultado de todas “sus experiencias y aprendizajes”.
Así, muestra cómo “harto” de trabajar 12 horas y no vivir la vida que quería empezó “a dar pasos pequeños hacia adelante para generar tracción y movimiento” que le condujeron -explica- en 2013 a “probar” la ultraproductividad.
La necesidad de dedicar más tiempo a sus entrenamientos para realizar el triatlón Ultraman, le obligó a reducir su jornada laboral de 8-9 horas a 5-6 horas diarias.
A pesar de esta notoria reducción, el resultado obtenido fue doblemente exitoso: superó la prueba trabajando menos pero “produciendo el mismo o mejor resultado” que antes. Así -cuenta- “me enganché a este concepto”.
Ahora, con su nuevo libro, invita al lector a probar y alcanzar su “máxima productividad”, ofreciendo las estrategias, habilidades y hábitos, “muy fáciles de aplicar”, que a él le han permitido -asegura- alcanzar su máximo nivel de producción.
Lo principal para destacar “por encima de los demás”, es establecer objetivos con fechas “concretas”, explica Isra García, quien destaca otros “puntos clave” como la disciplina, el entorno, la gestión de contactos o aprender a decir no.
García, señala como importantes una serie de hábitos diarios que complementan la ultraproductividad y que el denomina “micromomentos” o dedicar un poco de tiempo a “ignorar urgencias o desconectar de otras personas” para “tomar más control sobre tu tiempo y tu vida”, como practicar yoga o pasear.
Proyecto “ultra productivo”
Isra García, que ha creado su propio programa educativo, Stand OUT Program, se muestra en desacuerdo con el sistema educativo español porque considera que no aborda una serie de habilidades núcleo, de “superhábitos” como arriesgar, tomar la iniciativa o liderar.
Su plan educativo de formación interpersonal disruptiva está basado en “empujar a las personas más allá de lo que se esperan” y sostiene que es el proyecto del que “más orgulloso” se siente, “te das cuenta de que puedes transformar a las personas”, asegura el “mapmaker” alicantino.
Unamuno, el intelectual independiente

Conocido por su inusual vestimenta, aun para la época, su poesía clásica y su filosofía trascendental, Miguel de Unamuno es uno de los grandes poetas, ensayistas y novelistas de la generación de 98 y de la historia española.
Nacido en Bilbao el 29 de septiembre de 1864, Unamuno se licenció en Filosofía y Letras en Madrid y obtuvo su doctorado en 1884. Fue profesor y obtuvo la cátedra de Lengua Griega en la Universidad de Salamanca (USAL), de la que más tarde, en 1901, fue escogido rector.
Durante la Primera Guerra Mundial, Unamuno apoyó abiertamente a los aliados e incluso visitó el frente italiano. Se presentó como candidato a diputado por el partido Republicano de Vizcaya y mantuvo un enfrentamiento contra el rey Alfonso XII, lo que lo llevó a ser procesado por injurias, condenado a prisión, de la que más tarde recibió un indulto.
Durante su época de catedrático y rector el escritor logra su mayor producción ensayística, poética, y artículos críticos, los últimos llevándolo a perder su cargo de rector, y más adelante, en 1924, a ser desterrado durante la dictadura de Primo de Rivera, a Fuerteventura, que se prolongó hasta 1930.
Nuevamente en España, Unamuno se encarga de la cátedra de Historia de la Lengua en la USAL y es elegido diputado por la provincia de Salamanca.
Sus servicios a favor de la causa republicana fueron pronto reconocidos: en el mismo año de 1931 se le nombró rector de la universidad, y tres años después, al jubilarse, fue designado Rector vitalicio, creándose una cátedra con su nombre. Finalmente, en 1935, fue proclamado Ciudadano de honor de la República.
Sin embargo, su independencia de criterio y el sesgo de los acontecimientos lo llevaron a retirar progresivamente el apoyo al régimen que tanto contribuyó a instaurar; pasó de ser elegido diputado a Cortes por Salamanca en la candidatura republicano – socialista en 1931 a negarse a ser candidato en 1933, publicando artículos muy duros contra la reforma agraria, la política religiosa, la clase política y otras varias cuestiones y personalidades.
Su enfrentamiento con la República llegó a tener una intensidad pareja al que previamente mantuvo con la Dictadura, hasta el punto de apoyar inicialmente a los sublevados el 18 de julio de 1936. En consecuencia, aceptó ser nombrado concejal por la autoridad militar y realizó un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyaran el alzamiento. Esto motivó que fuera destituido de su cargo de Rector vitalicio por las autoridades republicanas y repuesto, luego, a su vez, por los militares sublevados.
Sin embargo, los numerosos encarcelamientos y asesinatos de profesores y conocidos suyos, en particular el de un sacerdote protestante, perpetrados por los sublevados lo llevaron al distanciamiento de aquellos a quienes acababa de brindar su apoyo.

La situación derivó en el célebre enfrentamiento dialéctico que mantuvo el 12 de octubre de 1936 con el general Millán-Astray, en el Paraninfo de la Universidad. Unamuno hizo una elocuente defensa de la razón y de los principios académicos, en medio de un ambiente de extraordinaria tensión y hostilidad. El escándalo acabó con una nueva destitución de Unamuno de su cargo de concejal.
Abatido, desolado por su viudez y en una situación de semirreclusión en su domicilio, Unamuno muere pocas semanas después, el 31 de diciembre de 1936, de noche, sin hacer ruido, como anunció en un hermoso poema del Romancero del destierro.
Las excentricidades de un genio
Ferviente defensor de la lectura y la sed de conocimiento, una de las frases más célebres de este excéntrico personaje era “Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas”.
Realmente era muy singular, no sólo por su característica gabardina, jersey cerrado o chaleco y su sombrero sencillo negro, que chocaba con la de sus compañeros de generación, sino además por sus aficiones como el origami, el ajo crudo que ingería a diario para proteger su salud, o los “garabatos” que realizaba para expresar sus emociones, como él los llamaba.
Kenneth Anger, el cronista del alquitrán

Kenneth Anger es el autor de la biblia del cotilleo cinematográfico. Hollywood Babilonia es una obra maestra literaria de injusta mala fama llena de actores y actrices adictos a algo más que la fama; suicidas, drogadictos, alcohólicos… ¿les suena de algo?
Según cuenta el apasionante blog «Gente a la que no invitarías a cenar», la primera parte de este crudo pandemonio de una ciudad llamada Tinseltown y luego rebautizada con el nombre de Hollywood se editó en Francia en 1959, contando con incontables dificultades para su edición y distribución pero convertiéndose con el tiempo en la maravilla literaria que es. Y Anger destilaba veneno y mala baba en cada palabra, demostrando ser una maravillosa víbora capaz de destripar al mayor de los mitos sin despeinarse.
La segunda parte, tan apasionante como la primera, se editaba en 1984. Anger había madurado y había visto sus peores pesadillas convertidas en realidad, cuando de la fábrica de sueños surgió la mayor pesadilla posible: Ronald Reagan. La guerra fría y sus terribles consecuencias empequeñecían cualquier vicio posible de los venerables tinseltonianos.
No es extraño que Anger hablara de los siniestros habitantes de la meca del cine, ya que él provenía también de ese mundo. Aunque de la parte más oscura y alternativa, del cine más experimental, adelantado en muchos aspectos a cualquier cosa que se hiciera en aquella era. Por ejemplo su corto Fireworks, del año 1947, trata sobre un joven que sueña que es violado por un grupo de marinos, un tema inaudito para la época. De hecho se considera a Fireworks como la primera obra maestra de cine gay.
No es extraño que Anger reflejara una de sus mayores obsesiones en sus cortos, ya que él mismo era homosexual. Desde su papel de nigromante del cine y provocador nato transmitió una serie de impactantes imágenes en sus cortos (ninguna productora estaba lo suficientemente loca como para apoyar económicamente un largometraje filmado por Anger). Desde 1941 hace cortos, con temática muy diversa, desde un estudio del mimo al arte de las fuentes.
El cineasta francés Jean Cocteau, apasionado de la obra de Anger, le invita a Francia, donde podrá editar su Hollywood Babilonia. Anger seguirá relizando cortos, alcanzando su obra maestra en 1963 con Scorpio Rising, una maravilla rompedora llena de motoristas nazis homosexuales mimando sus motos y participando en orgías masoquistas. En un magnífico ejercicio de provocación Anger muestra los torsos desnudos de sus atléticos y apolíneos motoristas, enfundados en cuero y rebosando sexualidad, a la vez que alterna imágnes de Brando, Hitler y Jesucristo, todo envuelto por la música de Phil Spector, Elvis y Ricky Nelson. Kenneth Anger fue el primer director en utilizar canciones pop en vez de una banda sonora original en una película. Y muchos de sus cortos son precursores de los video-clips musicales.
La otra obsesión de Anger era el satanismo. Maravillado por la figura del brujo ocultista Aleister Crowley, realizó varios cortos en su honor. Tras hacer un corto de 3 minutos con siniestras iniciales: Kustom Kar Kommandos (1965), realiza su primera obra satánica: Invocation of My Demon Brother (Invocación de mi demonio guardian, 1969), cuya banda sonora compuso otro apasionado de Crowley: Mick Jagger. Para el papel de Satán Anger contó con Anton LaVey, fundador de la Iglesia de Satán.
Lucifer Rising, realizada en los 70 y finalizada en 1981 es una pieza de psicodelia delirante donde se muestra la llegada de un Satán Glam en medio de siniestros rituales de druidas. El guitarrista de Led Zeppelin Jimmy Page, otro apasionado satanista, iba a realizar la banda sonora, pero al final tras los múltiples retrasos de Page fue despedido por Anger, quien contó con Bobby Beausoleil, un asociado de la peligrosa familia Manson (responsables del asesinato de la mujer de Roman Polanski, Sharon Tate) que estaba encarcelado por asesinato en la época en que compuso la música de Lucifer Rising. Beausoleil contó con un permiso penitenciario para poder componer la banda sonora.
En cuanto a Anger tras Lucifer Rising se dedicó a la segunda parte de Hollywood Babilonia. La impresionante imaginería de su obra visual ha sido desde entonces reconocida por directores de la talla de Martin Scorsese, Gus Van Sant, Rainer Werner Fassbinder y David Lynch, así como por la cultura del vídeo musical, de la que es padre fundador. Recientemente ha realizado un corto sobre cuadros de Aleister Crowley y amenaza con una tercera parte de Hollywood Babilonia.
- ← Anterior
- 1
- …
- 32
- 33
- 34
- …
- 37
- Siguiente →