Lectura
Billy Wilder: La genialidad de un dios sin crepúsculo

Una veintena de críticos analiza en un libro a Billy Wilder. Con su humor ácido y su enfoque implacable y a la vez tierno hacia las miserias humanas, el genial director despojó definitivamente al cine de su inocencia. En ‘El universo de Billy Wilder’ se diseccionan sus películas y sus obsesiones.
El universo de Billy Wilder es un libro de gran formato, ilustrado con fotografías, que en más de 450 páginas recoge análisis y anécdotas, desde sus comienzos como guionista de la UFA en Berlín en los años 30, al alumbramiento de sus obras maestras, como El apartamento, Perdición o El crepúsculo de los dioses.
José Luis Garci, autor del prólogo, lo considera «uno de los grandes románticos del sigo XX» y creador de algunas de las imágenes más poderosas del cine, a pesar de su estilo funcional, siempre al servicio del guión.
Los afilados diálogos de Wilder y frases contundentes son una de sus señas de identidad, escritos por él o con sus colaboradores, en especial Charles Brackett e I.A.L. Diamond. Cada capítulo del libro va encabezado por un extracto de alguno de esos diálogos.
«Si te enamoras de un casado, no te pongas rímel», dice Fran Kubelik en El apartamento». «Nunca le pida a un gran hombre un pequeño favor», advierte el teniente Schwegler en Cinco tumbas al Cairo; por no hablar de una de los cierres más famosos del cine, ese «Nadie es perfecto» de Osgood Fielding III en Con faldas y a lo loco.
Con su fatalismo cómico, su estilo desinhibido y la permanente guía de su maestro Ernst Lubitsch, Wilder liberó a la comedia de los corsés del pasado, apunta David Felipe Arranz. El experiodista que llegó a Estados Unidos huyendo de la Alemania nazi entendió como nadie eso de que el humor es el dolor dado la vuelta y también que las apariencias engañan.
Pero también dejó grandes dramas, como El crepúsculo de los dioses —el último guión que escribió con Brackett—, Perdición, Testigo de cargo o la terrible Días sin huella, crónica de los estragos del alcohol con la que ganó cuatro Oscar —mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor actor, Ray Milland—.
El universo de Billy Wilder dedica páginas y fotogramas a películas menos conocidas y supuestamente menores del autor de origen polaco, como Fedora o Cinco tumbas al Cairo, y a sus trabajos como guionista (Ninotchka, de Lubitsch o Bola de fuego, de Howard Hawks, entre otros).
Incluye también curiosidades, como su mala relación con Humphrey Bogart en Sabrina, o los problemas con Raymond Chandler en la adaptación de Perdición.
Con su espíritu provocador y heterodoxo, no es de extrañar que Wilder tuviese problemas con la censura.
La lista de prohibiciones y recomendaciones del famoso Código Hays, que se aplicó en Hollywood hasta mediados de los 60, coincidían prácticamente con los temas que más interesaban a Wilder: adulterio, prostitución, homosexualidad o crítica al capitalismo.
Así, Perdición se saltaba la obligación de reprobar la conducta criminal, Días sin huella ponía al espectador en la piel de un alcohólico y Berlín Occidente mostraba conductas poco escrupulosas del ejército norteamericano durante la ocupación de Berlín.
Con todo, tal y como apunta Garci, Billy Wilder ha pasado a la historia como uno de los grandes, autor de mayorías que «vapuleó el sueño americano», y lo hizo desde dentro del sistema.
La prensa digital consuma el asesinato del papel

La desaparición de la edición impresa de The Independent, convertido en el primer gran periódico británico que sólo publica en digital, ha puesto sobre la mesa una tendencia global: el fin del papel.
Bajo el título «Stop press 1986-2016» (¡Paren las rotativas!) y con 30 años de vida, The Independent colocó en los quioscos su último diario impreso con el argumento de que había que acomodarse al nuevo periodismo y a las exigencias del lector.
Tendencia de la que no escapan los más importante diarios del mundo que, si bien se resisten a dar el paso, saben que les llegará la hora. Es el caso de El País, el más global en lengua española y cuyo director, Antonio Caño, anunció en marzo la inminente transformación de un diario que va a cumplir 40 años.
Pronto «llegará el momento de la conversión de El País en un periódico esencialmente digital (…). Asumimos el compromiso de seguir publicando una edición impresa de la mayor calidad durante el tiempo que sea posible», afirmó.
Y es que la mayoría de los rotativos está abocada al desarrollo digital con el reto de lograr modelos de negocio rentables. En The Washington Post, ingenieros y reporteros trabajan de la mano en el desarrollo de «experiencias digitales», dijo a Efe su director, Martin Baron. Pero aún son contados los casos en los que se paga por acceder a contenidos en la red, como The New York Times o The Wall Street Journal.
Así han surgido iniciativas como la plataforma holandesa Blendle, a la que los usuarios pagan por leer un artículo concreto y a la que se han apuntado el Post, Time, The Wall Street Journal, Newsweek, The New York Times o Bloomberg Businessweek.
El apetito por consumir noticias ha permitido crear plataformas como Google News, Apple News o Instant Articles de Facebook. Y en ese ansia de sobrevivir, el británico The Times dejará de publicar noticias en tiempo real y actualizará los contenidos digitales entre dos y tres veces al día. Su director, John Witherow, promete «artículos fiables y en profundidad» para «dotar de sentido al torrente de noticias».
Una consecuencia de la revolución digital son los recortes de puestos de trabajo en las redacciones. En Francia, el diario de centro-izquierda Libération anunció en 2014 que acabaría con 93 de sus 250 puestos; La Tribune pasó de la edición diaria impresa a la semanal y la web; y Le Monde, aún firme en el papel, apuesta de forma clara por lo digital.
La paradoja es que en este país han nacido nuevos medios como el liberal L’Opinion o el éxito digital de Mediápart, nacido como una apuesta por la investigación, con más de 35 periodistas, financiado por abonados y sin publicidad, afirma a Efe la Unión de la prensa francófona (UPF).
En el caso de Alemania, ninguno de los grandes ha suprimido el papel, pero sí ha habido cierres y recortes. Financial Times Deutschland murió en 2012, el histórico e izquierdista Frankfurter Rundschau fue engullido por el conservador Frankfurter Allgemeine y el legendario Der Spiegel anunció la supresión del 20% de sus trabajadores.
Un caso parecido ocurre en Portugal, donde arrastran deudas enormes. Un caso crítico es el prestigioso Diário Económico, que dejó el papel el 18 de marzo y se quedó solo con la web.
Italia es especial porque no se ha cerrado ninguna gran cabecera, en parte, por al apoyo del Estado; mientras que en Rusia se han mantenido los principales rotativos pese a la caída de los lectores al 28 por ciento.
Latinoamérica no escapa de la tendencia digital. En Brasil, más de 1.400 profesionales fueron despedidos en 2015, según el portal especializado Comunique-se, y entre los rotativos que han dejado de publicarse está Gazeta Mercantil o el Jornal do Brasil, que mantiene la web.
La crisis también salpica a Abril, uno de los mayores grupos de comunicación suramericanos, que despidió a 60 empleados en 2015 y desistió de varias publicaciones, entre ellas, la mítica Playboy.
«Los medios no consiguen un modelo de negocio a la misma velocidad a la que se producen los cambios tecnológicos y, como tienen bajos beneficios, las empresas despiden y readmiten a profesionales más jóvenes con salarios más bajos», asevera el presidente de la Federación Nacional de Periodistas de Brasil, Celso Sroeder.
Y en México, con el titular de portada «Chao babies», la innovadora revista mexicana Emeequis publicó su último número impreso.
El sabor agridulce de los clásicos de la literatura infantil

La mayoría de cuentos clásicos infantiles tienen, en contra de la creencia popular que los considera los imprescindibles de la literatura de este género por excelencia, una cara oscura, alejada de la ilusión y los finales felices. Nada tienen que ver con las descafeinadas historias que nos contaban para dormir cuando éramos niños. Nacieron en realidad como relatos descarnados, sin un ápice de sensibilidad, nada inocentes y con finales duros, sexo explícito, violencia y sadismo, orientados a ofrecer una lección de vida y reflejar la crueldad de la Edad Media.
Según la escritora Estrella Cardona, «se acusó a Walt Disney hace años, concretamente a él y no a su factoría, de realizar películas de dibujos animados en las que imperaban el sadismo y la violencia, hasta el punto de que el inocente y cascarrabias Pato Donald, fue vetado en Suecia por ser un mal ejemplo para los niños de ese país».
«Resulta chocante tal modo de pensar», prosigue, «cuanto que la literatura infantil clásica se nutre de las más espeluznantes historias que en la infancia nos han estremecido de terror en más de una ocasión, sólo paliado con el obligatorio desenlace feliz que nos hacía respirar de alivio cuando los héroes o heroínas escapaban por fin de sus desventuras».
A juicio de Cardona, es de recibo recordar «algunos ejemplos que parecen constituir el índice de una literatura, en la cual todo resulta de lo menos apropiado para la chiquillería, aunque pueda comunicar la impresión contraria».
«Empezando por Andersen, desempolvemos su patético cuento La pequeña vendedora de cerillas», espeta, «en el cual una pobre huérfana muere bajo la nevada en Nochebuena, mientras intenta calentarse las manos con la llama de las cerillas que no ha vendido».
«Luego está el Patito Feo, La Sirenita y su trágica historia de amor, sufrimiento y muerte, Las zapatillas rojas, en la que el verdugo le tiene que cortar los pies a la heroína para que ésta recobre la paz. El soldadito de plomo con el soldado y su amada bailarina calcinados en la chimenea, y El abeto, que narra la historia de un orgulloso abeto que vive dichoso en el bosque hasta que lo cortan y lo llevan a una casa principal por Navidad, para adornarlo. El abeto cree que le admiran y le quieren porque todos ríen y cantan a su alrededor, pero cuando terminan las fiestas, es arrojado a la leñera donde tendrá el fin que es de suponer».
«Tampoco Oscar Wilde escapó a la tradición escribiendo su Príncipe Feliz, que de feliz no tenía nada por cierto. Ya lo habréis leído imagino. El Príncipe Feliz muere y le erigen una estatua de oro y pedrería, que él, por medio de una bondadosa golondrina, va regalando a pedazos a sus súbditos pobres; al final muere la golondrina y la estatua, desmantelada es arrojada a la basura», suscribe Cardona.
Cardona, incluso echa la vista más atrás en el tiempo: «Remontándonos ahora a cuentos más antiguos, diremos que en Repuncel (también conocido como Rapunzel), la bruja, mediante extorsión y chantaje, compra una niña a sus padres, que posteriormente encierra en una torre sin puerta incomunicándola del mundo, y con la cual mantiene una relación un tanto ambigua hasta la llegada del consabido príncipe, a quien celosa, la bruja, hace caer desde la alta ventana sobre una mata de espinos que le sacan los ojos».
«Piel de Asno, aquí es un rey, que al quedar viudo se enamora de su propia hija adolescente, logrando con su acoso el que ella huya disfrazada con la piel del asno mágico que llenaba cada mañana los establos reales de monedas de oro, ya que el padre, ciego en su incestuosa pasión, le ofrece dicha piel sacrificando al animal, sólo porque su hija se lo pide creyendo que no le concederá ese capricho que equivaldría a renunciar a desposarla. «Sólo me casaré contigo si…».
Acerca de los clásicos, «la archifamosa Cenicienta, cuyo perdido zapatito de cristal enmascara un sutil fetichismo, eso ya por no hablar del maltrato psicológico y físico al que someten madrastra y hermanastras, a la pobre huérfana».
«Barba Azul, precursor de psicópatas y asesinos en serie, con su cámara de los horrores en donde se ocultan los cadáveres de las esposas asesinadas.»

«Caperucita Roja, una historia de seducción que acaba con el desagradable despanzurramiento del Lobo, contado como si se tratase de un juego: «Caperucita, dentro de la barriga del Lobo, se dio cuenta de pronto de que llevaba las tijeritas de costura en el bolsillo del delantal, y cogiéndolas, tris tras, tris tras, empezó a cortarle la tripita al animal hasta hacer un boquete por el que ella y su abuelita pudieron escapar mientras la fiera dormía el sueño pesado de la digestión, luego fueron al río y le llenaron la panza de piedras, cosiendo a continuación la abertura, de modo y manera que cuando el malvado lobo despertó y sediento se llegó al agua a beber, las piedras le pesaron tanto que cayó de cabeza ahogándose en la corriente». En otras ocasiones es el cazador el que interviene, pero el final resulta siempre el mismo», explica.
Cardona relata que «Hansel y Gretel es un cuento en el que el canibalismo es su leit motiv, arrojando la niña buena, Gretel, a la bruja-ogresa al horno en donde se asa viva; justo castigo de sus maldades».
«Esta figura del ogro suele salir en muchos cuentos, como por ejemplo el de Pulgarcito. Cuento que ha llegado hasta nosotros considerablemente mutilado, ya que al final no se acaba escapando, sin más, del ogro que ha encerrado al héroe y a sus hermanos, pues el ogro tiene tantas hijas como los niños a los que ha dado cobijo con la intención de comérselos, y aquella fatídica noche las niñas duermen en una cama y los niños en otra, dentro de la misma habitación, sólo que las niñas llevan una corona de oro en su cabeza y los chicos un gorro de lana. Habiéndose dado cuenta de ello Pulgarcito, muy astuto él, cambia los gorros por las coronas, entonces llega el ogro, se equivoca, y degüella a sus propias hijas mientras Pulgarcito y sus hermanos aprovechan para escapar», continúa.
Por último, Cardona cita «el cuento de la Bella Durmiente, en el que aparte de que la necrofilia se insinúa de manera subliminal, también surge una ogresa, auténtico desenlace del cuento que muchos ignoran».

«El príncipe que despierta a la Bella Durmiente, tiene una madre ogresa, y al casarse con la joven se la lleva a su reino en el que se encuentra con la triste noticia de la muerte de su padre en una cacería. Convertido en rey a su vez, transcurren los años, y un mal día tiene que partir a una guerra dejando en palacio a su esposa y a sus hijos Aurora y Día. Como sea que la guerra se prolongue, la abuela ogresa, decide comerse a sus nietos y a su nuera, (piensa explicarle a su hijo que los tres fallecieron de unas fiebres), contando para ello con la complicidad del cocinero mayor, quien, hombre bueno, engaña a la ogresa haciéndole creer que se come a su nieta, cuando es una gacela la que le sirve, igual sucede con el principito Día, ocupando en esta ocasión su lugar un venado, y el de la Bella Durmiente una cierva. Descubierto el engaño, la vieja ogresa monta en cólera y manda preparar en el patio del castillo un gran caldero en el que pretende cocer vivos a sus nietos, a su nuera y al cocinero, llegando entonces oportunamente el joven rey que impide tal barbaridad, no pudiendo evitar, sin embargo, que sea su madre la que, loca de ira, se arroje ella misma al caldero, pereciendo».
Caperucita con rifle «ilustra» a los niños norteamericanos

«Caperucita Roja» lleva un rifle sobre su hombro, camina con confianza por el bosque y su abuelita apunta con una escopeta al lobo feroz. Es la nueva versión del popular cuento infantil reeditado por el poderoso lobby de las armas en Estados Unidos. El clásico de los hermanos Grimm fue modificado y publicado en uno de los portales de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), una iniciativa que pretende enseñar a los niños que ciudadanos bien armados se pueden proteger de aquellos que les quieren dañar. Una propuesta que genera molestia entre los activistas contra la violencia de las armas de fuego, pero que desde la NRA defienden con firmeza.
«La mayoría de nosotros probablemente creció con la lectura de cuentos de hadas mientras nos quedábamos dormidos. ¿Pero cuántas veces han pensado, y se han dado cuenta, cuán sombríos son algunos de ellos?», señaló la asociación en su sitio web. «¿Se ha preguntado alguna vez cómo habrían sido esos cuentos si a la desafortunada Caperucita Roja o a Hansel y Gretel les hubieran enseñado sobre seguridad de las armas o cómo usarlas?», agregaron en el comunicado.
Un giro en los clásicos
La autora de esta versión, Amelia Hamilton, se presenta como una «patriota» y una bloguera defensora de los valores de «Dios, la familia y el país». «Las historias son también para adultos y primero preconizan la seguridad», justificó el viernes en la cadena CBS, repitiendo el clásico argumento de la NRA de que las armas no hieren a sus usuarios a menos que sean mal empleadas. En su versión reeditada de «Caperucita Roja», la pequeña heroína parte hacia la casa de su abuelita por el bosque con su arma en el hombro y finalmente logra asustar al lobo.
Otras adaptaciones
La autora también transformó a Hansel y Gretel en dos pequeños cazadores, capaces de dar muerte a un corzo, una ardilla o un conejo. De más está decir que el problema del hambre queda resuelto. Los dos hijos del pobre leñador «son bastante grandes para cazar solos en los bosques», aseguró Hamilton. Las intenciones de la bruja que vive en su casa de pan de jengibre también se verán frustradas gracias al gatillo de los hijos del leñador.
En Estados Unidos no está prohibido modificar el mundo de los cuentos infantiles. De hecho, Tex Avery y Walt Disney lo han hecho de manera magistral. Pero este caso impulsado por la NRA ha sido duramente cuestionado. «Se trata de una operación de marketing nauseabunda y perversa en el plano moral», dijo el viernes Dan Gross, el presidente de la Brady Campaign to Prevent Gun Violence, una asociación que lucha contra la violencia con armas de fuego. Gross aseguró que esto es «una corrupción de clásicos de la literatura infantil» que busca «poner armas en las manos de los jóvenes estadounidenses».
El año pasado al menos 278 niños hirieron o mataron a alguien en EE.UU., al disparar un arma accidentalmente, según la organización Everytown for Gun Safety. Un tercio de los niños estadounidenses vive en un hogar donde existe al menos un arma. Dos millones conviven con algún arma sin bloquear y en algunas zonas del país, las pistolas y rifles se han convertido en la segunda causa de mortalidad infantil detrás de los accidentes de ruta.
Otra asociación, Coalition to Stop Gun Violence, denunció una «degradación de la cultura que corrompe a los niños, incitándolos a tomar riesgos inconsiderados e inútiles». Pero la autora, originaria del estado de Michigan y licenciada en historia del siglo XVIII, respondió a este tipo de comentarios argumentando que quienes la critican no han leído siquiera los cuentos. «Las versiones originales son mucho más violentas», afirmó Hamilton, en alusión a la abuela que es devorada viva en «Caperucita Roja» o la bruja calcinada en su propio horno en «Hansel y Gretel». El próximo cuento que publicará Amelia Hamilton será «Los tres cerditos».
Un viaje por la belleza de los bosques sumergidos

Los bosques o praderas marinas ocupan un total de 1.618,69 kilómetros cuadrados en las costas españolas, según revela el «Atlas de las praderas submarinas», que ha recopilado el trabajo de cuarenta años de estudio para conocer estos valiosos hábitats.
La obra, en la que han participado 84 expertos de todas las comunidades autónomas costeras y de varias administraciones e instituciones científicas , se ha presentado en la sede del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, y es el primer trabajo de ámbito nacional que se publica sobre la distribución y el estado ecológico de los bosques sumergidos.
El Atlas ha sido promovido y coordinado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO), la oficina para el Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Instituto de Ecología Litoral (IEL), y en su financiación ha contribuido la Fundación Biodiversidad dependiente del Ministerio.
Estas “praderas marinas” constituyen hábitats de interés comunitario recogidos en las normativas medioambientales nacionales y europeas, cuya preservación se considera fundamental para el funcionamiento de los ecosistemas marinos por la gran biodiversidad que albergan.
Vitales para la calidad de las aguas
De la existencia de estas praderas marinas frente a las costas dependen muchos de los aspectos clave que determinan la importancia y valores de la costa española: la calidad de las aguas para el turismo y la acuicultura, la existencia de las playas, la pesca o el buceo.
El Ministerio ha subrayado en una nota que estas praderas tienen un enorme valor socioeconómico y cultural, además de un “excepcional” valor ecológico.
De acuerdo con la información recopilada, existen en España un total de 1.618,69 kilómetros cuadrados de superficie de fondos marinos ocupados por estas praderas. Las más abundantes son las praderas de Posidonia oceánica y se encuentran en el Mediterráneo, donde se conocen como “Algares”.
El Atlas, según el Ministerio, pretende convertirse en una herramienta útil para facilitar el trabajo y esfuerzos de científicos, técnicos, administraciones y ong en la gestión y conservación de las praderas marinas.
El trabajo ha permitido identificar los problemas y amenazas de las praderas marinas y determinar las acciones y políticas necesarias para su preservación.
Tras la pista de Elena Ferrante

Su éxito literario se debe, en buena medida, al misterio que rodea su identidad. Nos referimos a Elena Ferrante, seudónimo de una escritora italiana (¿o escritor?, ¿o escritores?) de éxito internacional. Mientras millones de lectores de todo el mundo se sumergen en su ya famosa tetralogía ambientada en Nápoles titulada «Dos Amigas», los medios de comunicación en Italia y el resto del mundo intentan responder a la gran pregunta: ¿quién es realmente Ferrante?
La semana pasada un historiador y escritor italiano aseguró haber resuelto el misterio. En un artículo publicado en el diario Corriere della Sera, Marco Santagata escribió que, tras un cuidado estudio de textos, cree firmemente que Ferrante es Marcella Marmo, una profesora napolitana de Historia Contemporánea.
Marmo, sin embargo, lo niega. «Agradezco a todos aquellos que pensaron que era un escritora feliz de bestsellers, pero como ya intenté decir en los últimos días, no soy Elena Ferrante», le dijo la profesora de 69 años a la agencia italiana de noticias ANSA. Muchos celebran que Marmo no sea la escritora, porque así se mantiene el misterio. Otros creen que, pese a sus palabras, la profesora es la mujer que se esconde tras el seudónimo. La mayoría disfruta sólo de las obras sin preocuparse de quién las escribió.
Ferrante no promociona sus novelas (no parece necesario para que sean éxitos de ventas) y sólo da entrevistas por correo electrónico a través de la editorial Europa. El nombre de Ferrante empezó a sonar para el gran público en 1992, cuando publicó su aclamada novela «El amor molesto». Entonces se conoció su único dato personal: que nació en Nápoles. Su serie llamada «Novelas Napolitanas» se ha convertido en un fenómeno editorial. «Eso atrajo mucha atención mediática hacia mí personalmente. En parte por eso no publiqué nada más durante diez años», le dijo Ferrante en 2014 a The New York Times. Por correo electrónico, por supuesto.
A la escritora le molesta la fama, que no hizo más que crecer con su segunda obra, «Los días del abandono». «El éxito del libro y de la película centró más la atención en la ausencia del autor. Por ello al final decidí definitivamente separar mi vida privada de la vida pública de mis libros», afirmó.

Ferrante dice que no eligió el anonimato y que los libros están firmados. «Lo que elegí fue la ausencia», matiza, decidida a que sus obras tengan vida propia sin importar la personalidad, la atención mediática o la fama del escritor. «La ausencia estructural de autor afecta a la escritura de una manera que me gustaría continuar explorando». No parece, por eso, previsible que en algún momento revele su identidad.
Ferrante se consagró a partir de 2010, cuando salió a la luz «La amiga estupenda», primer libro de la tetralogía «Dos Amigas». Con una narrativa muy visual fácil de ser llevada a la pantalla, Ferrante traza la amistad de dos mujeres, Elena y Lila, desde su infancia en la pobreza del Nápoles de la posguerra y a través de los cambios sociales y políticos de Italia de las últimas décadas y hasta hoy. El estilo recuerda a la novela decimonónica de Honoré de Balzac o Émile Zola, dicen los expertos.
A la primera le siguieron «Un mal nombre», «Las deudas del cuerpo» y «La niña perdida», el último de la tetralogía y más reciente, aclamado por la crítica de The New York Times y por el que Ferrante está nominada a ganar el prestigioso premio Man Booker International.
Una de las consecuencias del éxito de las novelas de Ferrante es la aún mayor atracción de turistas a Nápoles, donde no sólo se busca la pizza, el Vesubio o la huella que dejó el futbolista argentino Diego Maradona. Ahora también se buscan las localizaciones de las novelas de Ferrante, que ha contribuido con ello a mejorar la imagen de una urbe caótica y a menudo peligrosa.
Pese a su ausencia física, Ferrante está alguna manera presente en Nápoles, como cuenta Daniela Petracco, de la editorial Europa, al diario britanico The Guardian. «No se puede infravalorar el efecto positivo que Ferrante está teniendo en el turismo», dijo. «Hay pizzerías que hacen la pizza Ferrante».
La invasión de los epónimos

Si uno asegura que va a apuntarse a “hacer pilates para reducir los michelines”, además de gimnasia habrá hecho uso, seguramente sin saberlo, de dos epónimos, unas palabras con nombre propio y con una historia detrás que el filólogo Javier del Hoyo cuenta a los lectores en su obra “Eponimón” (Ariel).
Palabras con nombre propio y una historia que contar
Cada día empleamos palabras que proceden de un apellido, de un nombre de una persona o de una ciudad, una costumbre que se remonta a la Antigua Grecia: algunas tienen mayor fortuna pues se incorporaron al idioma con vocación de permanencia pero otras nacen con menos suerte, viven efímeros momentos de gloria y desaparecen.
Javier del Hoyo llevaba mucho tiempo recopilando este tipo de palabras por orden alfabético, como si de un diccionario se tratara, hasta que decidió reunir los epónimos en un libro estructurado en capítulos que agrupan historias por temas para relatar con humor el origen de estos vocablos, según explica.
Así hasta 1.835 palabras, indica del Hoyo, que asegura que se ha limitado a recopilar las que forman parte del registro popular y no de lenguajes como el científico o el médico, repletos de epónimos que sólo están al alcance de expertos.
Y así, recuerda que mientras el pilates debe su nombre al atleta que ideó este método de entrenamiento, los michelines que pretendemos eliminar con esta gimnasia proceden del muñeco del anuncio de la marca de neumáticos Michelín.
Los epónimos aparecen por todas partes, desde los meses y los días de la semana, cuyos nombres fueron legados por los dioses clásicos: a la luna se consagró el lunes; al dios Marte, el martes; Mercurio presidía el miércoles; para Júpiter fue el jueves y Venus, la diosa del amor, se quedó con el viernes.
Otros, como Hermes, dan lugar a diversos vocablos: de él procede la palabra comercio y sus derivados, ya que fue el dios del mercado, pero también, como dios de la química, el hermetismo, por cómo los químicos cerraban “herméticamente” sus productos en botellas de vidrio para evitar disgustos. Y como, unido a Afrodita, engendró a Hermafrodito, que fusionó por amor órganos masculinos y femeninos, dio pie a otros vocablos.
Ya lejos de los dioses, en la cocina, si preparamos una besamel hay que saber que el nombre de esta salsa se atribuye a Louis de Bechámel, camarero de Luis XIV; y que la mahonesa es una salsa que se originó en Mahón y no en Bayona, como defienden los partidarios de llamarla bayonesa.
Más conocido es el origen del sandwich, bautizado con el nombre de un conde inglés que, además de dar nombre como almirante a unas islas del Pacífico, pasó a la posteridad como un empedernido jugador que pasaba horas en partidas de cartas sin tiempo siquiera para comer, por lo que se alimentaba de panecillos abiertos por la mitad untados con manteca y rellenos de espárragos y huevos cocidos.
En materia de transportes, Javier del Hoyo descubre la curiosa etimología de “pulman”, una palabra que nace de Jorge Martínez Pullman, un emigrante asturiano que llegó a Chicago en el siglo XIX. Allí inventó los vagones de ferrocarril de gran lujo, que bautizó con su segundo apellido, y con los que conocemos a ciertos autocares.
Si vamos de compras, y nos decidimos por unos pantalones, sabremos que su nombre procede de “Pantaleone”, personaje grotesco de las comedias italianas que ridiculizaban a los comerciantes venecianos de las clases bajas que vestían calzas largas en lugar de las cortas de las pudientes. Tras la Revolución francesa, la moda cambió y esas calzas largas, adoptadas por la clase alta, fueron bautizadas como pantalones.
Los viajes de Kerouac

“Con la aparición de Dean Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera”. Ésta es una de las primeras frases escritas por Kerouac o, mejor dicho, por su alter ego en la novela, Sal Paradise, para dar comienzo a un viaje que resumía los anhelos y representaciones artísticas de toda una generación.
El “rollo”, como se conoce al primer borrador de la novela, escrita a máquina por Kerouac en solo tres semanas y en una misma tira de papel, se convierte así en una guía de viajes única para recorrer Estados Unidos de costa a costa, al tiempo que constituye toda una declaración de intenciones para la vida.
Comenzamos el recorrido en Nueva York, punto de origen del viaje y lugar en el que Kerouac escribió su novela más reconocida. El tunel Lincoln y su “extraño vacío fosforescente” es una de las primeras referencias que se hacen en la novela a la ciudad de los rascacielos. Pero no es la única. No en vano, fue en esta ciudad donde se gestó la llamada Generación Beat.
Bob Dylan, Dylan Thomas y el propio Kerouac eran transeúntes habituales del Greenwich Village, un barrio residencial en el que el espíritu bohemio y el aliento artístico de sus más célebres habitantes ha dejado huella en las cafeterías (Caffe Reggio y Café Figaro, por citar algunas) y bares cercanos a la zona de Washington Square. El arco que preside el parque, las callejuelas que circundan la zona y la peculiaridad de sus visitantes habituales -videntes, patinadores, estudiantes de la Universidad de Nueva York, jugadores de ajedrez…- otorgan un encanto especial a este barrio de Manhattan al que se puede llegar a pie desde la Quinta Avenida.
Chicago y su arquitectura

Y de Nueva York a Chicago. Con 50 dólares en el bolsillo y en autobús salía Sal Paradise camino a esta ciudad. Una de las primeras percepciones que expresa el protagonista tras su llegada a Chicago se refiere a la “brisa matutina” procedente del Lago Michigan. En la actualidad, la oferta de barcos que navegan por la orilla del lago mostrando al visitante los secretos de la arquitectura que conforma su skyline es bastante amplia, por lo que resultará sencillo encontrar una opción que se adapte a los horarios e inquietudes del visitante.
Otra alternativa para apreciar la riqueza artística de los edificios que forman parte de Chicago es hacerlo a vista de pájaro. A una altura de casi 400 metros se encuentra suspendida The Ledge, una estructura de cristal que cuelga de las Torres Willis y que compite con el Observatorio John Hancock por ofrecer las mejores vistas de la ciudad.
Y no hay lugar mejor para acercarse a la arquitectura funcional de Frank Lloyd Wright. La Robie House, uno de los máximos exponentes de la arquitectura norteamericana, la Gressner House, diseñada por Wright en su juventud, o la casa estudio del arquitecto, cerca de Oak Park, son algunos de los puntos de interés que transmitirán al visitante la belleza y sencillez de los diseños de Wright.
Historia norteamericana en Denver
En Denver nos acercamos al barrio de Five Points, considerado el “Harlem del Oeste”, la mayoría de sus habitantes son, y lo eran en la época en la que Kerouac pasó por allí, de origen afroamericano. En la actualidad, los bloques de edificios de estilo victoriano se mezclan con apartamentos de lujo de nueva construcción. Sin embargo, un pedazo importante de la Historia de los Estados Unidos permanece perenne en sus calles.
El jazz de Billie Holiday, Duke Ellington o Miles Davis sirve de banda sonora a esta barriada con clubes tan conocidos como Rossonian o la Rainbow Room. Quizá por la fuerte presencia del jazz en este área, Five Points es uno de los lugares más referenciados en la novela de Kerouac.
La visita al centro cultural The Black American West Museum & Heritage Center, dedicado a la historia de la población afroamericana en el oeste del país, y a la página Denver Story Trek, que repasa la herencia cultural de Five Points, ofrecen un rápido vistazo al legado de esta ciudad.
Llegada a Frisco y final de la Ruta 66

La bahía de San Francisco (o Frisco, como se le llama en la novela) es testigo de la llegada de Paradise. La novela está salpicada de retazos de la ciudad, pero la propia San Francisco también encuentra atractivos en los relatos del libro de Kerouac. En Russell Street se puede llegar hasta la casa de Neal Cassady (Dean Moriarty en el libro), en la que Kerouac se alojó durante un tiempo allá por 1949.
Por si la novela no fuera suficiente excusa para visitar San Francisco, Alcatraz, el Golden Gate, las casas de Alamo Square o el Palacio de Bellas Artes convierten a Frisco en una de las ciudades más hermosas y con mayor encanto de los Estados Unidos.
El final de esta primera etapa del viaje -nosotros concluimos aquí, Paradise vuelve a Nueva York pasando por Texas e Indianápolis entre otras ciudades y, después, protagoniza otros dos viajes- puede establecerse en Los Ángeles, en concreto, en Santa Mónica, donde llega a su fin la Ruta 66.
La playa de Santa Mónica, lejos de invitar al relax tras este largo viaje, anima a continuar la aventura con actividades que van del surf a las rutas en bicicleta. En su Pier, los puestos de feria y otras atracciones se mezclan con los escaparates que rinden tributo a la Ruta 66 y, sin alejarse de la playa, se pueden encontrar originales propuestas gastronómicas para reponer fuerzas y, al fin, descansar sabiéndose protagonista de un viaje digno de novela.
Adiós a Umberto Eco

El escritor y filósofo italiano Umberto Eco, autor de ‘El nombre de la rosa’, entre otras obras, ha fallecido a los 84 años de edad en su propia habitación. Umberto Eco, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, publicó su primera novela en 1968. Este trabajo, titulado ‘La estructura ausente’ le llevó a la publicación de su obra más completa más completa sobre semiótica ‘Tratado de semiótica general’, publicada en 1975. Sin embargo, el escritor italiano nacido en 1932, no alcanzaría la verdadera fama ante el gran público hasta 1980 con la publicación de su más conocida novelas ‘El nombre de la rosa’, con la que obtuvo varios premios y que fue llevada al cine. Otra de sus obras más conocidas es ‘El péndulo de Foucault’ publicada en 1988.
Pero la carrera de Umberto Eco está plagada de premios y reconocimientos anteriores al Príncipe de Asturias. Eco es doctor en Filosofía por la Universidad de Turín y trabajó en programas culturales de la RAI desde 1954. Durante la década de los primeros años de la década de los años 60 trabajo como profesor agregado de Estética en las universidad de de Turín y Milán. Participó en el llamado ‘Grupo 63’ con la publicación de ensayos sobre arte contemporáneo, cultura de masas y medios de comunicación. Entre estos trabajos se encuentran el conocido ensayo ‘Apocalípticos e integrados’ en 1965 u ‘Opera aperta’. También ha sido durante años catedrático de Filosofía en la Universidad de Bolonia, en la que ha puesto en marcha la Escuela Superior de Estudios Humanísticos conocida como la ‘superescuela’. Esta iniciativa está destinada a difundir la cultura internacional y dirigida a licenciados con un alto nivel de conocimientos. También fue fundador y actual secretario de la Asociación Internacional de Semiótica.
En su curriculum, también figuran otras distinciones que le avalan como un prestigioso escritor y semiólogo. Así, es doctor honoris causa por cerca de una veintena de universidades de todo el mundo y posee prestigiosas condecoracionoes, como La Legión de Honor de Francia. En 1998 entró además a formar parte de la Academia Europea de Yuste y es miembro del Foro de Sabios de la Unesco. Además de sus obras más conocidas, Eco tiene publicados otros trabajos como ‘Segundo diario mínimo’ (1992), ‘Los límites de la interpretación’ (1992), ‘La isla del día antes’ (1994) y ‘Kant y el ornitorrinco’, entre otras. Sus obras más recientes son ‘Baudolino’, del año 2000; ‘La Misteriosa Llama de la Reina Loana’, del 2004; ‘El cementerio de Praga’, del año 2010; y ‘Número cero’, que fue publicada en 2015.
La nueva biblioteca de Alejandría está en Washington DC

Se trata de una biblioteca, un templo, un museo, un tesoro encerrado pero al alcance de todos. Cualquiera puede entrar y ponerse en contacto con el manuscrito de Thomas Jefferson de la Declaración de la Independencia norteamericana, la Biblia de Gutemberg, mapas previos a los viajes de Colón o del lado oculto de la Luna, una tableta de los sumerios inscrita 2.040 años a.C., o con el borrador manuscrito por Abraham Lincoln de la proclama de la emancipación de los esclavos negros.
El contenido de este lugar de alcances apabullantes se mide en términos superlativos. Tiene la mayor cantidad de libros (viente millones) en la mayor cantidad de idiomas (470), la mayor cantidad de mapas (3.5 millones), la mayor biblioteca sobre derecho, la mayor cantidad de instrumentos Stradivarius (cinco) y la mayor cantidad de programas grabados de la televisión (ochenta mil).
Más que una biblioteca, se trata de un enorme depósito la cultura de ayer, hoy y mañana.
A diferencia de otras bibliotecas nacionales, esta pertenece a una nación de inmigrantes, con un pasado de múltiples idiomas, culturas e historias, a una nación que declaró que la búsqueda de la felicidad constituye un derecho inalienable.
La Biblioteca cuenta actualmente con cinco millones de libros en inglés y 15 millones de volúmenes en diversos idiomas. Y, como ejemplo de su variedad, tiene más libros de la literatura de Rusia y Japón que cualquier otro lugar del mundo fuera de esos países.
Tiene el contenido de los bolsillos de Lincoln el día en que fue asesinado, los libros que Hitler guardaba en su bunker en Berlín, y los últimos que leyó el zar Nicolás en su Palacio de Invierno en San Petersburgo.
Tiene los documentos de Sigmund Freud y del actor Danny Kaye, la partitura original del primer Concierto para Piano de Franz Lizst, y el dibujo original de Alexander Graham Bell de algo que llamó un instrumento para la transmisión de expresión vocal mediante telégrafo, vale decir, el teléfono.
El Congreso había dispuesto la creación de la Biblioteca hace 190 años, con el limitado propósito de permitir a los estadistas ser correctos en sus investigaciones y, mediante un apropiado despliegue de erudición…, brindar una mayor dignidad y un lustre más refulgente a la verdad .
Actualmente la Biblioteca del Congreso abarca tres edificios, los cuales llevan los nombres de Jefferson, Adams y Madison. Son 22 salas de lectura, mientras se desarrollan trabajos de renovación en la Sala Principal del Pabellón Jefferson y en la Gran Salón.
El Pabellón Madison es el mayor edificio del mundo dedicado a una biblioteca. Cada local cuenta con conexiones para transmisión de datos por televisión y por computadora, habiendo proyectos para compartir electrónicamente el inconmensurable tesoro de datos con bibliotecas de todo Estados Unidos.
Dado que el Congreso tiene prioridad, entre los 5.000 miembros del personal hay 900 especialistas dedicados exclusivamente al Servicio Congresional de Investigación de Datos.
Esos especialistas suministran a senadores y representantes todo tipo de información que puedan requerir y responden a cualquier pregunta que puedan formular.

El edificio original de la Biblioteca del Congreso fue destruido 14 años después de su inauguración, cuando los británicos incendiaron el Capitolio en 1814. Al tiempo que el Congreso necesitaba una nueva biblioteca, Jefferson necesitaba fondos, ya que estaba jubilado y no recibía ninguna pensión. Vendió entonces al Congreso el contenido de su biblioteca privada, de 6.487 volúmenes, en 23.950 dólares.
Lo que siguió fue que el bibliotecario principal, quien tenía el sonoro nombre de Ainsworth Spofford, era un fanático que quería océanos de libros y ríos de información . Lo consiguió al lograr que se aprobara una ley vinculada con el derecho de autor, la cual dispone que la Biblioteca debe recibir dos ejemplares de cualquier libro, mapa, cartilla, obra de teatro, partitura musical, grabado, fotografía o impreso, medida que sigue vigente en la actualidad.
Dada la ola de material que se abalanzó así sobre las instalaciones del Congreso asignadas para albergar el contenido de la biblioteca destruida, surgió la desesperada necesidad de un edificio propio.
En 1897 se satisfizo esa necesidad, con una majestuosa sede a la que aportaron su talento 52 pintores y veinte escultores de la época. Su Sala Principal de Lectura incluye una cúpula que le da casi cuarenta metros de altura. Y el cielorraso del Gran Salón es de coloridos vitrales y está decorado con mosaicos de mármol, enormes murales y decoraciones doradas.
- ← Anterior
- 1
- …
- 33
- 34
- 35
- …
- 37
- Siguiente →