Alberti
Palabras a ras de césped

Ilusión, solidaridad, diversión, alegría, pasión o incitación al olvido y al rencor. Éstas son algunas palabras que van unidas al deporte del futbol, y que narradores y poetas han acuñado desde los tiempos más remotos, como en la literatura griega que ya cantaba a los héroes deportivos.
Pero el futbol, el deporte rey, el más universal, el que une a ricos y pobres y a gente de todos los rincones del planeta, también desde hace años ha sido criticado y despreciado por algunos de los grandes de las letras. Un divorcio que comenzó en 1880 con el escritor británico Rudyard Kipling, quien decía que son “almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”.
Desprecio intelectual
Una idea a la que se sumó el gran Jorge Luis Borges, quien odiaba el futbol y lo consideraba una estupidez, “una estupidez de ingleses”, decía. “Feo estéticamente y un deporte violento que despierta las peores pasiones”, añadía.
Pero como dijo el sociólogo e historiador holandés Johan Huizinga en su famoso libro Homo ludens: el hombre es juego. “El hombre juega como un niño, por gusto y recreo, por debajo del nivel de la vida seria…”
Y esta pasión, que mueve a millones de almas, y que alcanza su máxima gloria con los Mundiales de Futbol, ha tenido y tiene en el mundo de las letras a infinitos enamorados que hacen que el tópico sobre que los intelectuales desprecian el balón, y frases como “pensar con los pies”, se difumine cada día más.
El hombre es juego para Camus, Pasolini, Neruda o Alberti
Para Albert Camús, quien jugó de portero, todo lo que sabía “con mayor certeza respecto a la moral” y a las obligaciones de los hombres lo había aprendido del futbol.
Una pasión que también tocó a un iconoclasta Pier Paolo Pasolini, quien escribió que “el goleador es siempre el mejor poeta del año”, y a Vladimir Nabokov, autor de Lolita , quien también fue arquero durante su estancia en Cambridge.
Los poetas también se han visto inspirados al ver una pelota correr y Pablo Neruda escribió el poema Los jugadores : “Juegan, juegan/Agachados, arrugados, decrépitos…”. Tiempo después compuso Colección nocturna , incluido en Residencia en la tierra .
También Rafael Alberti se sintió subyugado por el futbolista húngaro Franz Platko, guardameta del Barcelona en los años 20 del siglo pasado, a quien le escribió Oda a Platko : “No nadie, nadie, nadie/camisetas azules y blancas, sobre el aire/camisetas reales, contrarias, contra ti, volando y arrastrándote…”.
El poeta y narrador uruguayo Mario Benedetti fue otro apasionado del futbol, como mucho de sus compatriotas, un romance que dio a los lectores uno de los cuentos más famosos del balompié: Puntero izquierdo, que en opinión de algunos especialistas ayudó mucho a romper ese supuesto divorcio entre las letras y el balón, sobre todo viniendo de alguien de la izquierda, un pensamiento que muchas veces ha relacionado al futbol con el opio del pueblo, y a frases como “pan y futbol” o “pan y toros”.
Y otro de los autores que más ha reflexionado y ficcionado sobre las letras y la teoría del balón es el uruguayo Eduardo Galeano, autor de El fútbol a sol y sombra y quien ha hablado de este apasionado asunto.
“Abundan los intelectuales que aman a la humanidad —dice— pero desprecian a la gente. Y no importa si son, o dicen ser, de izquierdas o de derechas: si son de izquierdas creen que el futbol tiene la culpa de que la gente no piense, y si son de derechas creen que el futbol es la prueba de que la gente piensa con los pies”.
“De cualquier manera —aclara el escritor—, digan lo que digan, el futbol bien jugado es una suerte de danza con pelota, una fiesta de las piernas que lo juegan y los ojos que lo miran, y ésa es la explicación que a la vista está, de que los Mundiales sean de veras Mundiales. Es casi unánime.
“Y digo casi —continúa Galeano—, por sus pocas excepciones. Un periodista deportivo de los Estados Unidos me dijo: “Aquí el futbol es el deporte del futuro. Y siempre lo será”. Sin embargo, hasta ellos están empezando a incorporarse a la única religión universal que no tiene ateos. Están empezando ellas, en realidad. Muchísimas mujeres estadounidenses juegan al futbol, el ‘soccer’ que le dicen, y juegan muy bien”, concluye.
El boom de la literatura latinoamericana con Gabriel García Márquez a la cabeza, quien se confesó hincha, también reveló su romance con el balón, como Onetti o Vargas Llosa, quien se ha manifestado recientemente “hincha hasta la muerte” del “Universitario de Deportes”.
Valdano, Javier Marías y el Real Madrid
El argentino Jorge Valdano, ex jugador y actual director general del Real Madrid, y quien tiene el corazón partido entre la pelota y las letras, es uno de los grandes compiladores de cuentos de futbol.
Relatos de prestigiosos escritores unidos en dos volúmenes, editados por Alfaguara, y en cuyo prólogo Valdano escribe: “Este libro es un encuentro para el músculo y el pensamiento con la intención de que vayan perdiendo la desconfianza que se tienen. Un juego, el del futbol, metido dentro de otro juego, el de la literatura”.
Otro de los más reputados escritores actuales, el madrileño Javier Marías, quien fue extremo izquierdo en la infancia, también ha dejado por escrito su pasión futbolera y su incondicional amor al Real Madrid, en un libro que reúne todo su material acerca del futbol y que se acaba de reeditar con treinta nuevos textos, con motivo del Mundial de Sudáfrica.
“Pocas cosas me han hecho tanta ilusión en los últimos años como que me pidieran escribir sobre futbol de vez en cuando: un descanso”, escribió el autor al margen de su primer texto futbolístico Vida del fantasma , en 1995. Para Marías, el futbol va unido a su infancia.
El uruguayo Horacio Quiroga, el austríaco Peter Handke, el checo Milan Kundera y los españoles Camilo José Cela, Miguel Hernández, Miguel Delibes, Vázquez Montalbán, Enrique Vila-Matas, Joaquín Sabina, Ray Loriga, Gonzalo Suárez o García Hortelano son otros de los escritores que han teorizado, ficcionado o mostrado su pasión por todo lo que pasa en los terrenos de juego.
Al igual que el escritor madrileño Javier Reverte para quien el posible recelo que existe entre los literatos y los futboleros se reduce a “una cosa muy española”.
“Yo creo que esto sólo pasa en España, donde se dice eso de ‘pan y toros’ o ‘pan y circo’, porque en Estados Unidos no ocurre. Allí los grandes autores norteamericanos han escrito de rugby americano, de boxeo, de beisbol. Y en el mundo anglosajón tampoco, donde hay grandes cronistas deportivos”.
Tópico español
Para Javier Reverte, que fue jugador, y autor de libros de viajes como la trilogía de África, o la trilogía de Centroamérica, el futbol es “solidaridad, alegría, triunfo compartido, euforia”, y nunca está ligado a ningún régimen político, “como algunas veces quieren hacer ver”. Es verdad que el poder ha utilizado al futbol, como Franco lo hizo en España, o como ahora (Joan) Laporta lo está haciendo con el Barcelona, que parece que quiere que represente a un independentismo, pero no así.
“La selección actual española es buenísima y está compuesta con chicos de todas las partes y autonomías de España”, concluye.
Es este sentido, y ante el Mundial de Sudáfrica acaban también de salir al mercado dos libros, Los secretos de la Roja , con prólogo de Iker Casillas y escrito por Miguel Ángel Díez, donde se cuenta la “intrahistoria” de la selección, y el Libro de futbol , que reúne relatos y pinturas sobre el tema.
Cela se soltó el pelo con cartas a exiliados

Un volumen recoge por primera vez la correspondencia de Camilo José Cela con trece intelectuales españoles del exilio como Max Aub, Zambrano, Alberti, Américo Castro, Cernuda o Prados, un libro que, según su investigador, Eduardo Chamorro, muestra a un Cela «desconocido e insólito».
La idea de este volumen fue una iniciativa del anterior editor de Destino, Joaquim Palau, que alcanzó un acuerdo con la Fundación Iria Flavia, que posee las cartas.
Según Chamorro, «en el proceso de selección se decidió dejar fuera aquellas cartas que aunque tuvieran su corresponsal en el exilio no dijeran nada de importancia sobre el exilio como categoría».
En este volumen, aparece el Cela fundador y director de los Papeles de Son Armadans, y la justificación de las cartas es el intento del propio Cela de «reincorporar a todo el exilio a la cultura española, porque entiende que es ahí donde tienen que estar los escritores y escritoras y da por supuesto que si no fuera así sería una catástrofe para la cultura española», dice Chamorro.
A través de esta correspondencia, Cela mantiene una interlocución con los primeros espadas de la intelectualidad española que estaba en ese momento en el exilio: María Zambrano, Rafael Alberti, Américo Castro, Fernando Arrabal, Jorge Guillén, Max Aub, Emilio Prados, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, León Felipe, Corpus Barga, Francisco Ayala y Ramón J. Sénder.
Todos acaban aceptando la colaboración de Cela, incluso algunos reacios inicialmente como Américo Castro o Alberti.
En esa correspondencia aparece, a decir de Chamorro, «un Cela absolutamente abierto a las condiciones que le imponen aquellos a los que pida su colaboración y en eso es un Cela desconocido e insólito».
La estrategia del paisaje perdido
La estrategia que utiliza habitualmente Cela es «sentimental, paisajística y lingöística». Es el propio Emilio Prados, uno de los que más rotundamente se negó a volver a España y que acabó muriendo en el exilio, quien cargó a Cela de argumentos: «Prados se queja a Cela de que le han quitado el paisaje y a partir de sus palabras el escritor gallego recurre al paisaje, a los sentimientos que se diluyen, que pierden sentido lejos de la patria».
Aunque colaboraron todos, hay casos, apunta Chamorro, como los de Cernuda y Sénder en los que «la colaboración cesa de un modo repentino y abrupto sin que yo haya podido encontrar la razón de esa ruptura».
Probablemente, sugiere el especialista, estas rupturas se producían «por susceptibilidades, muy lógicas entre corresponsales que estaban a uno y otro lado de fronteras muy distantes y viendo las cosas de manera muy diversas».
La gran ventaja para editar un volumen de este tipo es que en la Fundación Iria Flavia se conserva la doble correspondencia, porque «Cela guardaba la carta de salida y la de entrada».
Para la presente edición, aclara Chamorro, no se ha incluido el aparato crítico que aparece en volúmenes de correspondencia de este tipo, puesto que «Cela era opuesto a cualquier didactismo y la propia correspondencia está en una perspectiva absolutamente presentista, se refieren a cosas muy cercanas o inmediatas».
En todas las cartas, «la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo».
En cambio, la cuestión estética se toca bastante, como en el caso de las misivas de Guillén, de María Zambrano, de Alberti o de Américo Castro».