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Mundo de soledad y demencia

La soledad, cuando no es deseada, perjudica muy seriamente a la salud, e investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid han concluido que es además un factor de riesgo para desarrollar demencia.
Los investigadores han llegado a esta conclusión tras analizar los datos de más de 20.000 personas y han subrayado la importancia de conocer los efectos nocivos de la soledad no deseada para diseñar intervenciones psicológicas o sociales que podrían servir para prevenir o retrasar la aparición de la demencia.
El estudio se ha centrado en identificar factores de riesgo que pudieran ser modificables y que pudieran ayudar a prevenir o a retrasar la aparición de esta enfermedad, como consecuencia del envejecimiento de la población y a las estimaciones acerca del aumento de personas con demencia en las próximas décadas.
Los investigadores han comprobado que uno de esos factores podría ser la soledad no deseada, la cual se ha relacionado ya anteriormente con el empeoramiento general del estado de salud, con la depresión e incluso con la mortalidad prematura.
La investigadora Elvira Lara ha subrayado la trascendencia de estas conclusiones ante el progresivo envejecimiento de la población mundial y el previsible aumento de los casos de demencia, una enfermedad para la que no existe en la actualidad ningún tratamiento efectivo.
Lara ha advertido de los riesgos de salud que están asociados a esa «desconexión social», y ha precisado que el estudio ha demostrado que el riesgo de desarrollar una demencia entre las personas que se sienten solas contra su voluntad es comparable a otros factores, como la inactividad física o la diabetes.
Elvira Lara pertenece al Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, un centro colaborador de la Organización Mundial de la Salud e integrante del Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) de Salud Mental.
Los investigadores han realizado una revisión de cerca de 2.500 estudios difundidos hasta ahora sobre este asunto y han publicado sus conclusiones en la revista Ageing Research Reviews.
Los estudios sobre los que han trabajado los investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid sumaban un total de 21.525 participantes, todos ellos mayores de 65 años y procedentes de América, Asia y Europa, y ninguno de ellos padecía demencia cuando comenzaron los estudios.
Elvira Lara, que es la primera firmante del estudio, ha señalado que el trabajo se ha realizado siguiendo una metodología «robusta», pero ha incidido en que los resultados deben interpretarse con cautela debido al limitado número de estudios incluidos.
Los investigadores han comprobado que la asociación entre la soledad no deseada y la demencia es independiente de la presencia de otros factores, como la depresión.
La investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid, quien ha insistido en la importancia de «no patologizar» la soledad, ha augurado un aumento de la demencia como consecuencia del envejecimiento de la población, y ha observado de la trascendencia que ello puede tener en países donde la longevidad es mayor, como Japón o España.
Elvira Lara ha observado que las tendencias poblacionales apuntan que en el año 2040 España superará a Japón como país con una mayor esperanza de vida, con las connotaciones positivas, pero también negativas, que ello conlleva.
Pero las estimaciones sobre la prevalencia de la demencia entre las personas mayores que sufren una soledad no deseada son peores para los países que están en vías de desarrollo que en los países desarrollados, ya que sus recursos económicos son también muy inferiores.
«Aquí destinamos recursos a la investigación, a poner en marcha intervenciones y a programas de prevención», ha señalado la investigadora, y ha subrayado que los países más desarrollados tienen más herramientas para prevenir la soledad y frenar los riesgos de demencia.
En las montañas de la locura

La mayoría de las neuronas ya se encuentran en el cerebro en el momento del nacimiento. No obstante, la formación de nuevas neuronas en el órgano adulto puede ocurrir en ciertas regiones, como el hipocampo. Aunque trabajos anteriores han establecido que este fenómeno ocurre en roedores y otras especies de vertebrados, este proceso en los humanos ha sido cuestionado por investigaciones recientes, como las de José Manuel García Verdugo, de la Universidad de Valencia.
Ahora, un estudio liderado por María Llorens-Martín, científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM-CSIC), muestra que una región del cerebro humano –conocida como giro dentado– produce nuevas neuronas hasta la novena década de vida. Los resultados han sido publicados en Nature Medicine.
Los investigadores analizaron muestras de tejido cerebral de 58 participantes humanos y encontraron que la neurogénesis en el hipocampo del cerebro humano adulto puede observarse a lo largo de toda la vida, al menos hasta los 87 años de edad, con cierto declive asociado a la edad. Sin embargo, disminuye drásticamente en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
Según los autores de este estudio, las discrepancias entre sus nuevos resultados y las investigaciones anteriores, que no detectaron la neurogénesis en humanos adultos, pueden deberse a diferencias en las metodologías o en la calidad de las muestras de tejido examinadas.
“La manera en que se procesa el tejido cerebral afecta a la detección de las neuronas inmaduras en el hipocampo humano”, explica a Sinc Llorens-Martín. “Quedan muchísimas cosas por saber, pero esperamos contribuir al avance del conocimiento sobre este proceso”.
El nacimiento de nuevas neuronas en el cerebro humano adulto posee una gran importancia para la medicina moderna, ya que este tipo especial de neuronas generado en el hipocampo participa en la adquisición de nuevos recuerdos y en el aprendizaje en ratones. “Nuestro estudio aporta datos desconocidos hasta el momento sobre cómo maduran estas células en el giro dentado humano”, añade la investigadora española.
“Aún queda mucho camino por recorrer para aplicar estos resultados al tratamiento de seres humanos, pero los resultados obtenidos son esperanzadores ya que muestran la existencia de una población dinámica de células que en otras especies de mamíferos han mostrado ser importantes para la regulación de la memoria”, subraya Llorens-Martín.
Aplicación en alzhéimer
El estudio también analiza de manera comparada el proceso de neurogénesis hipocampal adulta en un grupo de 13 individuos sanos y 45 pacientes con enfermedad de Alzheimer.
El número de nuevas neuronas disminuye de manera drástica en los estadios iniciales de la enfermedad para continuar decreciendo progresivamente a medida que avanza la dolencia. Además, estas células encuentran problemas en distintas etapas del proceso madurativo de las neuronas. Como consecuencia de este bloqueo, el número de neuronas generadas que finalmente alcanza la maduración total es mucho menor en los pacientes de alzhéimer.
“Estos hallazgos poseen una gran importancia en las enfermedades neurodegenerativas. La detección precoz de una disminución en la generación de nuevas neuronas podría ser un marcador temprano de la enfermedad de alzhéimer”, apunta.
Además, si se confirman los resultados y realmente hay neurogénesis adulta, esto abriría la puerta a posibles terapias para frenar el alzhéimer. “Si fuera posible incrementar el nacimiento y maduración de las nuevas neuronas de una manera similar a como se hace en los ratones de laboratorio, podrían abrirse nuevas posibilidades terapéuticas que podrían ser útiles para paliar o ralentizar el avance de esta enfermedad”, concluye Llorens-Martín.
Divergencias con otras investigaciones
Aunque los resultados sean esperanzadores, queda la duda de por qué otras investigaciones recientes, publicadas por grupos de investigación expertos en revistas de alto impacto, han negado la regeneración de neuronas en cerebros adultos. El estudio analiza las posibles causas de estos resultados contradictorios sobre la neurogénesis.
Según los autores, la razón puede residir en que los tratamientos químicos a los que se someten las muestras de tejido cerebral humano para estudiarlo afectan a la detección de las neuronas inmaduras. Tras aplicar distintos tratamientos químicos a muestras obtenidas de los mismos sujetos, los autores observaron números de células muy diferentes. Además, cuando dichos tratamientos eran más agresivos o prolongados en el tiempo, la señal emitida por las nuevas neuronas desaparecía completamente.
La conexión genética de los males de la mente

Los diferentes trastornos psiquiátricos comparten un gran número de genes de susceptibilidad, mientras que en las patologías neurológicas no psiquiátricas —como el alzhéimer o el párkinson— la genética es mucho más específica.
En la nueva investigación —la más extensa y ambiciosa sobre factores genéticos compartidos en patologías del cerebro— participan Bru Cormand y Raquel Rabionet, del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB), el Centro de investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER) y el Instituto de Investigación Sant Joan de Déu (IRSJD), entre más de quinientos expertos de países de todo el mundo.
El trabajo recopila datos sobre millones de variantes genéticas comunes en más de 800.000 personas —entre pacientes y voluntarios sanos— que podrían ser factores de riesgo en 25 trastornos neurológicos y psiquiátricos (esquizofrenia, autismo, trastorno bipolar, depresión severa, TDAH, migraña, alzhéimer, etc.).
Además, abre nuevas fronteras a la investigación sobre las patologías que afectan al cerebro. Por primera vez, se perfila la base genética compartida entre trastornos psiquiátricos y enfermedades neurológicas no psiquiátricas (alzhéimer, párkinson, migraña, etc.), y amplía el foco de interés a rasgos de personalidad que no se consideran trastornos clínicos (inestabilidad emocional, por ejemplo) y a parámetros cognitivos (como el rendimiento escolar).
Los expertos se han centrado en el análisis de variantes genéticas que son frecuentes en la población general —presentes en más del 1% de los individuos—, pero que pueden dar lugar a patologías psiquiátricas o neurológicas en determinadas combinaciones. Las variantes estudiadas son las que afectan a cambios en un único nucleótido del ADN (SNP), que es el más abundante en el genoma humano.
Tal como explica Bru Cormand, “este trabajo nos ayuda a determinar el peso que tienen las variantes genéticas frecuentes en la etiología de las enfermedades del cerebro: es decir, a caracterizar la arquitectura genética de estos trastornos y separar la base genética compartida de las especificidades de cada trastorno”.
Genes y rasgos de la personalidad, a examen
El estudio confirma una fuerte correlación genética entre esquizofrenia, autismo, trastorno bipolar, depresión severa y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Ahora bien, desvela igualmente que no existe un solapamiento importante entre los factores de riesgo genético de los trastornos psiquiátricos y los de las demás patologías neurológicas.
“Algunos trastornos neurológicos —apunta Cormand— como la epilepsia, el ictus, la esclerosis múltiple, el párkinson o el alzhéimer, tienen bases genéticas muy diferenciadas entre sí y también respecto a los trastornos psiquiátricos. La única excepción es la migraña, un trastorno neurológico que comparte genética con varios trastornos psiquiátricos (por ejemplo, el TDAH, la depresión severa o el síndrome de Tourette)”.
Otro de los elementos más innovadores es la correlación genética establecida entre algunos rasgos de la personalidad —como el neuroticismo, es decir, la inestabilidad emocional— con la mayoría de trastornos psiquiátricos y la migraña. En paralelo, también se han analizado distintas medidas cognitivas tomadas durante la infancia, “por ejemplo, los años de educación recibidos o el rendimiento escolar, que se relacionan positivamente con algunos trastornos psiquiátricos, como el trastorno bipolar o la anorexia, y negativamente con algunos trastornos neurológicos, como el alzhéimer o el ictus”, revela Raquel Rabionet.
Los genotipos se han generado mediante plataformas de análisis genético a gran escala —estudios de asociación del genoma completo (GWAS)— disponibles en España y muchos de los países implicados. “Los datos de partida son millones de genotipos de cientos de miles de individuos”, recuerda Cormand.
“En este tipo de trabajos tan integradores, la principal dificultad radica en la armonización de los datos, en generar un conjunto de datos homogéneo que facilite los análisis posteriores. Por lo tanto es esencial aplicar controles de calidad muy rigurosos”.
Trastorno psiquiátrico y neurológico: una frontera delicada
Durante años, la clasificación de las patologías psiquiátricas no siempre se ha basado en las causas reales de cada enfermedad, a causa del gran desconocimiento sobre la etiología de estos trastornos. Conocer los genes concretos que están implicados en una patología es un avance para mejorar la clasificación (nosología), el diagnóstico y las estrategias terapéuticas frente a la enfermedad.
Hace tiempo que los estudios de gemelos y familiares han permitido determinar que los trastornos psiquiátricos tienen una base genética importante, a menudo superior al 50%. Ahora, gracias a los datos genéticos masivos, es posible identificar genes concretos implicados en estas patologías —el paisaje genético— y abordar la cuantificación del riesgo genético a partir de datos moleculares. Además, la tecnología aplicada permite hacer comparaciones entre trastornos, como es el caso del trabajo publicado en Science.
Encontrar coincidencias genéticas entre diferentes trastornos psiquiátricos indica que, muy probablemente, las fronteras clínicas actuales no reflejan procesos fisiopatológicos diferenciados, al menos a nivel genético. “Esto puede tener un impacto en cuanto a tratamiento, pero aún es pronto para saber cómo podrá incidir todo ello en la práctica, en la elección de terapias. Sin embargo, sí podemos emplear los nuevos datos para clasificar los trastornos en nuevos compartimentos basados en la biología subyacente, lo que es probable que nos ayude a diseñar terapias más específicas y adecuadas”, apuntan Cormand y Rabionet.
“De momento —concluyen—, quizá sería preciso adecuar las clasificaciones diagnósticas actuales en el ámbito de la psiquiatría. Esto no sería necesario en los trastornos neurológicos; en este caso, las fronteras son mucho más claras, tanto entre los diferentes cuadros como respecto a los trastornos psiquiátricos”.
La cafeína puede empeorar el curso del Alzheimer

Un estudio coordinado por el Instituto de Neurociencias de la Universitat Autònoma de Barcelona (INc-UAB), en colaboración con el Instituto Karolinska de Suecia (KI), constata que un consumo continuado de cafeína tiene efectos negativos en la enfermedad de Alzheimer, empeorando los síntomas neuropsiquiátricos que sufre la mayor parte de los afectados. El estudio ha sido publicado en Frontiers in Pharmacology.
Los problemas cognitivos y de memoria caracterizan el alzhéimer, pero esta demencia se identifica también por los síntomas neuropsiquiátricos, bastante presentes ya en las primeras etapas de la patología.
Agrupados bajo el nombre de síntomas conductuales y psicológicos de la demencia (de las siglas en inglés BPSD), comprenden ansiedad, apatía, depresión, alucinaciones, paranoia y síndrome del atardecer, entre otros trastornos, y se manifiestan de manera diferente en cada paciente. Son fuente importante de sufrimiento para los enfermos y las personas que los cuidan.
Por otro lado, la cafeína ha sido propuesta como un agente cognitivo beneficioso, tanto en la enfermedad de Alzheimer como en el envejecimiento normal, por su acción en el bloqueo de unas moléculas –receptores de adenosina– que provocan disfunciones y enfermedades en la vejez.
Aun así, hay estudios que sugieren que puede ejercer el efecto contrario una vez desarrollados los síntomas cognitivos y los BPSD. Para averiguar estas cuestiones, el estudio se ha llevado a cabo en ratones de envejecimiento normal y en modelos de alzhéimer familiar.
“Estos ratones desarrollan la enfermedad de manera muy parecida a los humanos afectados por esta forma patológica temprana y presentan no solo los típicos problemas cognitivos, sino también los BPSD. Por eso, son un modelo válido para comprobar si los beneficios de la cafeína son capaces de compensarlos”, explica Raquel Baeta-Corral, primera autora de la investigación.
“Previamente ya demostramos la importancia de unos de los receptores de la adenosina, la A1, como responsable de algunos de los efectos adversos de la cafeína. Ahora, hemos administrado una dosis baja de esta sustancia (0,3 mg/ml), equivalente al consumo de tres tazas diarias en humanos, para responder una cuestión que es relevante para los afectados y también para la población que envejece sin la enfermedad y que llevaría años resolver al tener que esperar hasta que los pacientes fueran mayores”, señala Björn Johansson, investigador y médico del Hospital Universitario del KI.
El estudio se realizó desde los estadios iniciales de la enfermedad hasta las fases más avanzadas, así como a las mismas edades en los ratones sanos. Los resultados indican que la cafeína altera el comportamiento de los animales sanos y empeora los síntomas neuropsiquiátricos en los que sufren alzhéimer.
Los investigadores han hallado que influye significativamente en la mayoría de variables estudiadas, especialmente en las relacionadas con el miedo a la novedad –neofobia–, las conductas asociadas a la ansiedad y la capacidad de adaptación frente a emociones y situaciones diversas.
Potenciales tratamientos derivados de la cafeína
En los ratones con la enfermedad, el aumento de la neofobia y las conductas de ansiedad agravan los BPSD. La cafeína tampoco les beneficia en el aprendizaje y la memoria, al ser dos aspectos muy influenciados por la ansiedad.
“La observación de estos efectos adversos, junto con evidencias clínicas previas, sugieren que la intensificación de los BPSD pueden interferir parcialmente con los efectos cognitivos beneficiosos de la cafeína. Son resultados relevantes cuando se está proponiendo el desarrollo de potenciales tratamientos derivados de esta sustancia para la demencia”, indica Lydia Giménez-Llort, investigadora del departamento de Psiquiatría y de Medicina Legal de la UAB y coordinadora del estudio.
Inolvidables aquejados de la enfermedad del olvido

El alzhéimer ha nublado los recuerdos de muchas personalidades como el actor Charlton Heston o el ex presidente Ronald Reagan. El escritor británico Terry Pratchett se suma ahora a la lista de afectados. En España, Adolfo Suárez luchó contra este mal hasta el último momento, y el ex alcalde de Barcelona y de la Generalitat Pasqual Maragall lo sigue haciendo
El escritor británico de fantasía y ciencia ficción Terry Pratchett declaró en la web de la Convención Internacional de Mundodisco: “Llevo algún tiempo posponiendo este anuncio y en algunos días buenos pensaba que ni siquiera tendría que escribirlo. Sin embargo, con gran reticencia os tengo que decir que no podré asistir a la convención de Mundodisco en Manchester”.
“Lo siento muchísimo. He estado esquivando los efectos de la atrofia cortical posterior y he podido seguir escribiendo durante mucho más tiempo del que ninguno de nosotros creía, pero finalmente la ‘jodienda’ me está alcanzando, junto con otros achaques típicos de la edad”, señala.
“La jodienda” es el nombre que Pratchett le ha dado a su atrofia cortical posterior, una variante atípica de la enfermedad de Alzheimer. El autor convive con este tipo de demencia desde hace varios años y, durante este tiempo, ha seguido haciendo lo que mejor sabe: escribir.
La enfermedad del olvido, pero a ellos no les olvidamos
El escritor es uno de los últimos casos conocidos, pero otros han sido los que se han despedido también debido al alzhéimer, por ejemplo el actor Charlton Heston.
Esta leyenda del cine, protagonista de películas como “Ben-Hur”, “El planeta de los simios” o “Los diez mandamientos”, anunció en 2002 que padecía síntomas que podían asociarse con la enfermedad de Alzheimer.
El intérprete le plantó cara a la enfermedad. “No me daré por vencido ni tiraré la toalla. Para un actor no hay nada peor que la pérdida de su audiencia. Puedo separar las aguas del mar Rojo, pero no puedo separarme de ustedes. Por eso no los quiero excluir de esta etapa de mi vida”, afirmó.
Sin embargo, durante sus últimos años vivió apartado de los rodajes y la enfermedad también le obligó a dejar su puesto al frente de la Asociación Nacional del Rifle.
Otro personaje que vivió en carne propia el asedio de la enfermedad fue Ronald Reagan, el actor que llegó a ocupar el despacho oval de la Casa Blanca. “Me han dicho recientemente que soy uno de los millones de norteamericanos que están afectados por la enfermedad de Alzheimer”, reveló en 1994 el expresidente de Estados Unidos en una carta manuscrita dirigida a la nación.
Durante los siguientes años, Reagan gozó de buena salud pues paseaba, comía sin ayuda e incluso jugaba al golf. Sin embargo, su memoria se fue apagando hasta que llegó un momento en el que ni siquiera reconocía a su esposa.
Otro personaje que tuvo que vivir sus últimos años con esa pesada losa fue la actriz Rita Hayworth. La luz de la gran estrella que dio vida a Gilda se apagó definitivamente en 1987, cuando tenía 68 años, debido también a esta enfermedad.
“Mi madre, Rita Hayworth, fue la estrella de cine más bella y glamurosa de los cuarenta y los cincuenta. Pasó la mayor parte de su vida memorizando complicadas coreografías y guiones cinematográficos. Qué irónico es que después le diagnosticaran la enfermedad de Alzheimer”, expresó Yasmin Aga Khan, hija de la intérprete.
Yasmin cuenta, además, que cuando su madre empezó a mostrar los primeros síntomas de la enfermedad, no sabía qué le estaba sucediendo. “Hoy se le habría diagnosticado alzhéimer precoz, pues ella estaba en la cincuentena. Pero eran los años setenta y entonces no sabíamos lo que sabemos ahora. Muy poca gente había oído hablar de este mal y, a menudo, se diagnosticaba de manera errónea”, subrayó en unas declaraciones a la prensa norteamericana.
Khan, que preside la Federación Internacional de Asociaciones de Alzheimer, trabaja para concienciar a la sociedad sobre la enfermedad, incrementar la implicación de las administraciones, conseguir más financiación para la investigación y auspiciar programas que alivien la carga de los cuidadores que no puedan permitirse ayuda doméstica o una residencia.
“Mi madre falleció en 1987. Hemos recorrido un largo camino desde entonces pero todavía hay mucho trabajo que hacer”, concluye.
En España, el alzhéimer, en marzo pasado, acabó con la vida del presidente de la Transición española, Adolfo Suárez, quien tras años de lucha contra esta patología, falleció en Madrid, a los 81 años.
Otra personalidad española con esta enfermedad y que lucha contra ella es el ex presidente de la Generalitat catalana y ex alcalde de Barcelona Pascual Maragall.
Azúcar y Alzheimer, una peligrosa pareja

Nuevos hallazgos han relacionado el consumo excesivo de azúcar con la aparición del la enfermedad de Alzheimer. Un grupo de científicos británicos ha encontrado una molécula que podrían explicar por qué tomar mucho dulce podría llegar a ser un factor importante en el origen de esta enfermedad neurodegenerativa.
Hasta ahora se sabía que el azúcar podría causar problemas de salud como la diabetes o la obesidad, pero ahora se ha descubierto que tener niveles altos de glucosa en sangre puede terminar siendo decisivo para desarrollar el mal de Alzheimer.
“Todos sabemos la relación que tiene el azúcar con la diabetes y con la obesidad, pero después de encontrar el potencial vínculo entre el Alzheimer, todos tenemos una nueva y poderosa razón para reducir su ingesta“, asegura Omar Kassaar, biólogo de la Universidad de Bath (Reino Unido) y uno de los autores de la investigación.
El Alzheimer se caracteriza por una progresiva pérdida de la memoria en los que lo sufren. Este síntoma se produce por una gran acumulación de proteínas tóxicas que se acumulan en forma de placas en las neuronas e impiden su correcto funcionamiento.
En el pasado, algunos estudios han vinculado a la glucosa, la principal fuente de azúcar de la que se alimenta el cuerpo humano, con la destrucción y alteración de diversas proteínas que finalmente pueden terminar causando las placas que se pueden encontrar en el cerebro de las personas con Alzheimer. Esta relación entre proteínas y glucosa se denomina glicación, y no solo podría generar problemas cognitivos, sino que también podría llegar a estar en la génesis de la diabetes o de las cataratas.
El trabajo científico llevado a cabo por Kassaar y su equipo ha encontrado la molécula que determinaría que un azúcar alterara una proteína que finalmente se convirtiera en placa. Según su hallazgo, la glucosa dañaría una encima llamada MIF, que interactúa con la insulina y con la respuesta del sistema inmunológico.
Al producirse la alteración de la MIF, el cuerpo no es capaz de eliminar las proteínas que se acumulan en el cerebro y que terminan causando la enfermedad.
Los alimentos procesados tienden a carecer de grasas saludables mientras que son altos en azúcar y esta combinación parece ser el centro del problema.
La mayoría de las personas (especialmente en Estados Unidos) llevan una alimentación a base de alimentos procesados, y esto prácticamente garantiza que terminara con proporciones invertidas de carbohidratos y grasas, por no decir que ambos normalmente son inferiores debido al procesamiento y la adulteración.
La conexión entre el azúcar y el Alzheimer se abordó por primera vez en 2005, cuando la enfermedad fue provisionalmente apodada como la «la diabetes tipo 3». En ese momento los investigadores descubrieron que el cerebro produce la insulina necesaria para la supervivencia de las células cerebrales.
Ahora, los investigadores nuevamente están advirtiendo que el Alzheimer parece estar íntimamente ligado a la resistencia a la insulina. En un reciente estudio, los investigadores utilizaron escáneres cerebrales para evaluar 150 personas de mediana edad con alto riesgo de la enfermedad de Alzheimer, pero no mostraron indicios al principio del estudio.
El hallazgo de los investigadores británicos abre las puertas a una serie de tratamientos que podrían llegar a ser revolucionarios para proteger al cerebro de este mal, aunque todavía se deben realizar más investigaciones sobre este descubrimiento para poder decir claramente que el exceso de azúcar causa Alzheimer.