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La droga que enciende el interruptor

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Durante la década de los 50 y 60, se creía que las drogas psicodélicas tenían un potencial prometedor para tratar muchos trastornos mentales y se hicieron más de mil estudios. Pero las sustancias se volvieron rápidamente muy controvertidas. Al popularizarse el uso recreacional de las drogas psicodélicas, especialmente el LSD que fue impulsado en parte por músicos y celebridades de los años 60, quedaron asociadas a los movimientos contraculturales de la época. La prensa le puso atención a las malas experiencias con estas drogas y la supuesta degeneración moral a la que inducían y, al contrario, no se cubrieron los desarrollos con las mismas en el campo de la investigación
Durante la década de los 50 y 60, se creía que las drogas psicodélicas tenían un potencial prometedor para tratar muchos trastornos mentales y se hicieron más de mil estudios. Pero las sustancias se volvieron rápidamente muy controvertidas. Al popularizarse el uso recreacional de las drogas psicodélicas, especialmente el LSD que fue impulsado en parte por músicos y celebridades de los años 60, quedaron asociadas a los movimientos contraculturales de la época. La prensa le puso atención a las malas experiencias con estas drogas y la supuesta degeneración moral a la que inducían y, al contrario, no se cubrieron los desarrollos con las mismas en el campo de la investigación

La droga psicodélica en los hongos mágicos puede tratar rápida y efectivamente la ansiedad y la depresión en pacientes de cáncer, un efecto que dura por meses, según demostraron dos estudios. La «terapia» funcionó para Dinah Bazer, que vivió una terrorífica alucinación que le eliminó el miedo de que su cáncer de ovarios volviera. Y para Estalyn Walcoff, quien dijo que la experiencia con la droga la llevó a iniciar un importante viaje espiritual.

El trabajo es preliminar y los expertos dicen que se debe realizar más investigación sobre los efectos de la sustancia, bautizada como «psilocibina». Pero el registro hasta ahora muestra «resultados muy impresionantes», indica el doctor Craig Blinderman, quien dirige el centro de tratamientos paliativos adultos del Centro Médico de la Universidad Columbia en Nueva York, y que no participó en los estudios.

La psilocibina viene de ciertos tipos de hongos. Es ilegal en Estados Unidos y, si su uso fuera aprobado, sería administrado por personal entrenado, según expertos. Nadie debería probarla por sí solo, lo que sería peligroso, indican los líderes de los dos estudios, Stephen Ross de la Universidad de Nueva York (NYU) y Roland Griffiths de la Universidad Johns Hopkins, ambas en EE.UU.

Las drogas psicodélicas han parecido prometedoras en el pasado para el tratamiento de molestias de pacientes de cáncer. Pero estudios sobre el uso médico de estas sustancias terminó a principios de la década de 1970 después de que se empezara a forzar el cumplimiento de la regulación, tras un amplio uso recreacional. Sólo empezó a reactivarse durante los últimos años.

Griffiths indicó que no está claro si la psilocibina funcionaría más allá de pacientes con cáncer, aunque sospecha que podría tener buenos resultados con personas que enfrentan otras condiciones terminales. También se están haciendo planes para estudiarla en depresiones que resistentes los tratamientos comunes, asegura.

Los nuevos estudios son pequeños. El proyecto de la NYU, que también incluyó psicoterapia, cubrió sólo a 29 pacientes. El de Johns Hopkins tuvo 51 casos. Bazer fue diagnosticada con cáncer de ovarios en 2010, cuando tenía 63 años. El tratamiento fue exitoso, pero se volvió ansiosa sobre una posible reaparición.

«Empecé a llenarme de terror», dijo. «La ansiedad estaba arruinando mi vida». Tomó una cápsula de psilocibina en 2012, en la compañía de dos personas entrenadas para guiarla durante las horas en que la droga afectaría su cerebro. Mientras escuchaba música en audífonos y sus ojos estaban cubiertos con un antifaz, la droga hizo su trabajo. «De repente estaba en un lugar oscuro y terrorífico, perdida en el tiempo y en el espacio», relata. «No tenía sentidos y estaba realmente asustada». Luego vio el horror de la reaparición de su cáncer como una masa negra en su abdomen le gritó furiosamente para que se fuera. «En cuanto pasó eso, el miedo se fue», comenta. «Yo quedé flotando en la música, como siendo llevada por un río». Entonces sintió un amor profundo por su familia y amigos, y el de ellos por ella. «Se sintió como si estuviese bañada en el amor de Dios. Sigo siendo atea, por si acaso, pero esa parece ser la única forma de describirlo».

Los investigadores aseguran que esas experiencias místicas parecen jugar un rol en el efecto terapéutico de la droga. Walcoff, una psicoterapeuta de 69 años, también entró al estudio por la ansiedad de la reaparición de un cáncer, en su caso un linfoma. La psilociba «me abrió a perseguir la meditación y la búsqueda espiritual», declara, y como resultado de eso «me he vuelto segura y convencida de que esa parte de mi vida se terminó y no va a volver».

En ambos estudios el tratamiento tuvo más efectos en la ansiedad y depresión que un placebo. Por ejemplo, el día después del tratamiento, cerca del 80% de los pacientes tratados por la NYU no calificaba como «clínicamente ansiosos o deprimidos» en base a mediciones estándar. Eso se compara a un 30% en el grupo que usó un placebo. Esa es una respuesta notablemente rápida, notaron los expertos, y duró por las siete semanas de comparación.

Los estudios tomaron distintos métodos para formular un placebo. En la NYU los pacientes recibieron niacina, que imita algunos efectos de la psilocibina. En Johns Hopkins, el placebo era una dosis muy pequeña de la misma psilocibina. Los investigadores de ambos trabajos eventualmente le dieron tratamientos completos de psilocibina a los grupos placebo y siguieron a todos los pacientes por alrededor de seis meses. Los efectos beneficiales parecían persistir durante ese periodo. Pero la evidencia de esto es menor que en el corto plazo, porque ya no había un grupo placebo para comparar.

En ningún caso se notaron efectos secundarios. William Breibart, jefe del servicio de psiquiatría del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York y quien no participó en los estudios, explica que estos presentan avances respecto a la investigación anterior, pero que todavía hay deficiencias que le impiden sacar conclusiones.

El control de la ansiedad es la mitad del aprobado

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Para muchos estudiantes, el éxito no solo se basa en su conocimiento en ciencias, también en su capacidad para regular las emociones
Para muchos estudiantes, el éxito no solo se basa en su conocimiento en ciencias, también en su capacidad para regular las emociones

Algunos estudiantes experimentan verdadera angustia a la hora de enfrentarse a las asignaturas de ciencias. En el caso de los números, este fenómeno se conoce como ansiedad matemática y tiene mucho que ver con factores psicosociales.

Para saber más sobre cómo afecta este bloqueo en el rendimiento académico, un equipo de investigadores estadounidenses liderado por Christopher S. Rozek, del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford, ha comparado las notas de más de mil estudiantes de secundaria antes y después de hacer ejercicios para controlar la ansiedad.

Según el estudio, publicado en la revista PNAS, al regular el estrés y el miedo los estudiantes de familias con rentas bajas mejoran sus resultados en las asignaturas STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). No ocurre lo mismo con los alumnos de hogares más ricos, que mantienen sus calificaciones.

“Observamos que los estudiantes de bajos ingresos son más propensos a tener ansiedad antes de los exámenes y son más vulnerables frente las emociones negativas, lo que repercute en su desempeño escolar”, declara a Sinc Rozek.

Para los expertos, esto se debe a que algunos jóvenes de entornos menos favorecidos sienten mayor miedo a fracasar que otros con más recursos que, si suspenden pueden contratar clases particulares o acceder a otras vías para alcanzar el éxito académico y profesional.

“También pesa sobre ellos el estereotipo negativo que señala que los estudiantes con peor situación económica sacan notas más bajas. Tienen más presión porque no quieren que se confirme que eso es así», apunta el investigador.

“En la investigación empleamos técnicas para ayudarles a canalizar sus emociones negativas y a adoptar una visión más positiva sobre el estrés, que puede utilizarse para mejorar el rendimiento”, añade.

Escribir sobre los sentimientos

Para llegar a estas conclusiones, Christopher S. Rozek y sus colegas les pidieron a 1.175 estudiantes estadounidenses de noveno curso (de entre 14 y 15 años), con diferentes situaciones económicas, que realizasen tareas como escribir sobre sus sentimientos antes de los exámenes de finales del primer y segundo semestre del curso de biología.

Estas evaluaciones, las primeras de la escuela secundaria, son especialmente importantes para los alumnos estadounidenses, ya que representan un alto porcentaje de la calificación final del curso.

Según los resultados, solo el 18 % de los alumnos procedentes de hogares con menos ingresos suspendieron las pruebas, frente al 39 % que tenía la materia suspensa antes del experimento. La tasa de fracaso se redujo a la mitad después de que afrontaran los exámenes con una actitud más positiva y calmada.

Si bien los porcentajes pueden variar en función de la escuela, estas cifras muestran que para muchos estudiantes, el éxito no solo se basa en su conocimiento en ciencias, también en su capacidad para regular las emociones.

“La ansiedad es un factor que socava el desempeño de los estudiantes en los cursos de STEM. Los alumnos que tienen presión por sacar buenos resultados no alcanzan todo su potencial. Sus calificaciones no reflejan el conocimiento real y las habilidades desarrolladas durante las clases”, subraya Rozek, que considera importante ayudarles emocionalmente durante los momentos cruciales de sus trayectorias.