art pepper
La perdición es un imán

Siempre se ha dicho que la vida de Chet Baker daba para hacer una película de ella. En «Let’s get lost» Chet Baker protagoniza los últimos días de su vida antes de lanzarse al vacío desde un hotel de Ámsterdam. Lo dicen los créditos finales como si su muerte hubiera truncado la realización de la película. La película es de 1988 y Chet se murió un 13 de mayo. Las imágenes destilan ocaso y patetismo, belleza y poesía. La película es en B/N.
«Let’s get lost» fue nominada al Oscar al mejor documental en 1989. En la película Chet Baker no aparenta tener 59 años. Aparenta muchos más. En 1968 le destrozaron la dentadura y pasaron tres años hasta que Dizzy le rescató para tocar en el Half Note. Bruce Weber, el director del documental, muestra un Chet Baker torpe, desvariando, trastornado. Acompañado de bellas mujeres y con un cigarrillo entre los dedos, paseando las playas de Santa Mónica, sus noches, por el festival de Cannes. William Claxton le realiza una histórica serie de fotografías durante una sesión de grabación en Los Ángeles de 1953. Afortunadamente el documental abandona toda suerte de embellecimiento y espíritu naif acorde a muchos retratos tendentes a enaltecer la figura del homenajeado. Tras ver el documento nos queda una imagen del Chet Baker roto exteriormente, aunque también vemos a un Chet ilusionado que formula proyectos para el futuro.
Let’s Get Lost es sin duda un documento duro, único y sugestivo que supo captar la esencia de la turbulenta personalidad de un genio del arte para el que la vida no representaba más que un viaje en una carretera de una sola dirección edificada a través de un asfalto compuesto por diversión, música, mujeres, coches de lujo y drogas. El documental no tiene por objeto principal narrar de manera pormenorizada cada una de las etapas vitales o artísticas de Baker. Simplemente se trata de una obra en la que su autor, el fotógrafo Bruce Weber, muestra su fascinación y veneración hacia la figura de un viejo desdentado con pinta de yonqui que se encuentra en una clara decadencia física provocada por los excesos cursados en épocas más alegres.
Weber tuvo la idea de seguir a su ídolo, inmerso en una de sus últimas giras de conciertos por Europa, tras haber celebrado una sesión de fotos con Baker. Se comenta que el fotógrafo se estremeció al contemplar como un viejo con pinta de mendigo, desaliñado, narcotizado por los efectos de su dependencia de la metadona, se transformó como una especie de esfinge egipcia justo en el momento en el que Weber se disponía a capturar el momento a través del click de su cámara fotográfica. Ese anciano de tan solo cincuenta y siete años que aparentaba tener más de noventa años aún conservaba todo su glamour, inspiración y capacidad de hipnosis, magnetizando de este modo a su interlocutor, el cual decidió retratar sus pasos a modo de película documental.
Desde el punto de vista biográfico, la película repasa de forma lineal los principales puntos de interés de la vida de Chet Baker. Se detiene en aquello que aporta datos clave para conocer la trayectoria vital y musical de Chet, en especial cuando toca hablar de su familia. La madre se reserva la opinión cuando se le pregunta por Chet “hijo”. Significativos el silencio y las respuestas de los tres hijos al hablar de su padre. Curiosas las contradicciones de las mujeres de Chet sobre diversos acontecimientos de su vida. Parece que a Chet en alguna que otra ocasión le pillen en un renuncio. También parece que le importe a veces bien poco.
Es como si Chet Baker hubiera querido erigir de forma inconsciente un velo para enmascarar ciertos episodios de su vida, como si ésta la hubiera vivido con sordina, como si quisiera de alguna manera olvidar. O quizá tenía algo que callar. Es otro de los aciertos del film. Sólo al final le es preguntado por las drogas, cosa de la que Chet con total naturalidad no rehuye, cosa de la que Chet Baker nunca rehuyó en toda su vida.
A pesar de las apariencias, Chet Baker le marcó la fortuna. La fortuna de conocer mujeres bellas, como su segunda esposa, Maliha, una estupenda y negra “medio pakistaní medio india”. La fortuna de comenzar a tocar y hacerlo junto a Charlie Parker, Zoot Sims, Gerry Mulligan, Art Pepper. En la película no se cuenta pero hay una segunda versión de la muerte de Chet Baker y es que no se tiró de la ventana del hotel, sino que se cayó accidentalmente cuando trepaba por la cornisa hasta su tercer piso porque se había olvidado la trompeta. Chet había discutido con los empleados del hotel y no quiso entrar por la puerta. Quizá, quién sabe, conociendo como conocemos a Chet.
Pero sin duda tres son las imágenes que permanecerán imborrables en la mente del espectador tras el visionado del documental. La primera será la inicial aparición de Baker en pantalla, a bordo de un cadillac descapotable que surca una vía de una ciudad italiana en la que acaba de ofrecer un concierto. Baker se halla en un estado de euforia provocado sin duda por la mezcla de cocaína y heroína. Su rostro, avejentado por las drogas, despierta una media sonrisa al encontrarse en compañía de dos jóvenes que acarician las arrugas achacosas de Baker. Esta escena será empleada por Weber como eje de conexión espacial en el montaje del film, apareciendo de manera intermitente a lo largo del metraje del mismo.
La segunda escena es la del último concierto de Baker en una de las diversas fiestas programadas durante el Festival de Cine de Cannes. El glamour del Festival demostrado por Bruce Weber a través de una serie de secuencia fotográfica en la que aparecerán las grandes estrellas del firmamento de Hollywood y del cine francés, dará paso a un concierto cutre, repleto de pijos malcriados e irrespetuosos que no casan con el viejo status de las estrellas del cine. Baker toca una pieza ante los murmullos y alaridos de un público más preocupado por drogarse y beber hasta perder el control que por el arte del viejo maestro de jazz. Baker está molesto. Pero en un último arrebato de genio el estadounidense insta a la audiencia a que permanezca en silencio mientras ejecuta su maravillosa Almost Blue. El público hechizado por el carácter de Baker le hará caso, deleitándose en el más estricto silencio de la maravillosa interpretación de Baker de esta pieza de antología del «cool jazz».
Y finalmente la escena más aterradora, dura y devastadora. La cinta termina con una breve conversación mantenida entre Weber y Baker. Weber, apiadándose del mono que detecta en el rostro de su amigo, comenta a Baker que puede inyectarse la metadona que necesita para poder respirar. El músico, tuerce el gesto, sin mostrar signo de enfado ni queja, simplemente resignado, y a continuación con voz lacrimosa indica a Weber que ese comentario ha sido un golpe bajo que no debería haber expulsado de su boca si es que éste le considera como un amigo. Igualmente la obra finaliza con una pregunta lanzada al aire por el fotógrafo para recabar la opinión de Baker: «¿Cuándo veas este film en los próximos años, recordarás los buenos tiempos?» A lo que Baker responde con la mirada perdida por los efectos del mono: «¿Cómo más podría verlo, Bruce?» Baker se suicidó un año después de rodar esta escena, sin haber podido contemplar el estreno de su testamento vital en un hotel de Ámsterdam.
Chet Baker grabó un disco con el mismo título de la película, o fue la película la que le robó el nombre al disco. Grabación que se ve en la película. Grabación que sirve de fondo sonoro a gran parte de la misma. También suenan fragmentos de tiempos pasados, con Parker, con Mulligan, con los grandes de la West Coast. Hay quien prefiere la primera trompeta de Chet en los 50 a las últimas de los 70-80. Como se quiera. La que toca con dientes y la que toca con otros dientes.