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Perros que mejoran la vida de los niños autistas

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Los niños con TEA desarrollan un fuerte vínculo con la mascota. Ello crea un entorno pausado y amoroso que mitiga los problemas sensoriales
Los niños con TEA desarrollan un fuerte vínculo con la mascota. Ello crea un entorno pausado y amoroso que mitiga los problemas sensoriales

Los animales hacen que los niños puedan relacionarse de una forma más divertida y natural. Para niños con autismo, los perros son el animal ideal para ayudarles a tener una mejor calidad de vida.

Así lo asegura el psicólogo Rafael Elícegui, quien afirma que las terapias con perros sirven para ayudar a niños con autismo a relacionarse de una forma «más atractiva y divertida», permitiéndoles comunicarse de forma natural.

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) se suele detectar cuando el niño tiene entre 18 y 24 de meses y se producen las primeras «señales de alarma», como que no mire a su madre, no señale o no comience a utilizar el lenguaje.

Sin embargo, estas conductas no significan necesariamente que tenga TEA, por lo que se suele esperar a hacer el diagnóstico, aunque se deriva al niño a atención temprana para estudiar su caso.

La mayoría de los niños con TEA suelen acudir a un centro educativo ordinario en el segundo ciclo de educación infantil, pero en cursos superiores dependerá del grado que tenga de este trastorno, que es muy amplio, indica este psicólogo.

«No hay una terapia mágica ni una técnica revolucionaria para los niños con autismo», explica, aunque el proyecto «Dejando huella» ha sido una experiencia «muy positiva» en ARPA, tras su puesta en marcha hace cinco años.

Si un niño con TEA no ha desarrollado el lenguaje, los orientadores intentan dotarle de un sistema alternativo de comunicación y también trabajan en terapias para que aprendan a jugar y a relacionarse en grupo con otros menores.

Los educadores se plantean «pequeños objetivos» en función de sus características y a partir de ahí se va evolucionando.

ARPA se puso en marcha en 1985 con cuatro familias y en la actualidad cuenta con un centenar de socios.

Elícegui ha precisado que en los últimos años se ha detectado un incremento de casos de TEA, pero cree que es porque ha aumentado la definición de lo que es el espectro del autismo, ya que la prevalencia es de un niño por cada cien nacimientos.

Las causas del autismo son biológicas, ya que el niño nace TEA, al margen de teorías ya desfasadas, como la de las «madre nevera» que se puso de moda en los años setenta, y sostenía que el autismo se transmitía en el embarazo si la madre no trasmitía cariño al feto, ya explicado.

Después se popularizó la teoría de que el mercurio de las vacunas causaba autismo, pero se ha demostrado que no es cierto, ha indicado.

Este técnico de ARPA sostiene que La Rioja cuenta con un buen servicio de atención temprana, de cero a seis años, que incluye todas las sesiones de estimulación y otras terapias, mientras que en otras comunidades solo lo cubre hasta los tres años.

Además, desde esta asociación desarrollan diversos programas a apoyo pedagógico, tanto a los chicos con TEA, como a sus familias, con el objetivo de que puedan llevar una vida plena e independiente.

Por otro lado, ya existen muchas asociaciones dedicadas a proporcionar terapias con perros a los niños que sufren autismo. El objetivo es mejorar su calidad de vida , reducir comportamientos de peligro para su integridad física, mejorar la relación y la comunicación con sus padres y con el mundo exterior , reducir conductas de oposición , prevenir accidentes de tráfico, mejorar sus conductas de sueño y trabajar sobre la reducción de los niveles de ansiedad que implica este tipo de trastorno, entre muchas otras. Todo ello se consigue a través de un entrenamiento exhaustivo de unas habilidades que el perro adquirirá para servir como ayuda técnica para su usuario.

Sentimientos sin rostro

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El autismo no es una enfermedad, sino un síndrome. Es decir: un conjunto de síntomas que se presentan juntos, y que caracterizan un trastorno
El autismo no es una enfermedad, sino un síndrome. Es decir: un conjunto de síntomas que se presentan juntos, y que caracterizan un trastorno

Las personas con autismo presentan problemas a la hora de identificar sus propias emociones, lo que les provoca dificultades también en la relaciones interpersonales y constituye todo un reto con el que convivir.

Aunque esto no quiere decir que no sientan, rían, sufran y se expresen de peculiares formas, las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) sufren de alexitimia, es decir, la «dificultad de ponerle nombre a las emociones».

Precisamente por esto, debe apostarse más por la terapia emocional a la hora de tratar a los pacientes.

Habitualmente se desecha por completo la terapia emocional y en la etapa juvenil y adulta existe una repercusión que parte de una alteración del neurodesarrollo que se manifiesta a muy temprana edad y que se expresa de manera diferente en cada persona.

La características principales son batacazos persistentes en las relaciones sociales, patrones de conducta repetitivos e intereses limitados.

Asimismo, las personas con autismo no tienen problemas de lenguaje, tienen problemas de comunicación.

Existe en ellos una verdadera dificultad para comprender el entorno social, el lenguaje no verbal, el lenguaje verbal, las señas, los guiños, esto que comunicamos con el cuerpo que para todos nosotros es sencillo pero para ellos es sumamente complejo.

Esto se explica porque para relacionarse con gente se requiere una inteligencia dinámica que ellos no tienen tan desarrollada.

En cambio, utilizan la inteligencia estática, esencial para actividades como utilizar la computadora, que habitualmente supone «un refugio» para este tipo de personas.

Con todo, lo predecible -como es el caso de la tecnología- es un alivio para ellos, ya que todo lo que irrumpe en su tranquilidad, como ruidos o cambios bruscos, les perturba.

De ahí este gran interés que ellos muestran en las cosas muy objetivas, muy constantes, los juegos de vídeo, las computadoras, no porque sean súper genios en eso, en realidad es como una especie de refugio donde no les cuesta trabajo estar.

Las personas dentro del espectro presentan un estilo de pensamiento rígido, lineal, con intereses muy restringidos que les arrojan a buscar un tipo de actividades y rutinas que les dan tranquilidad.

Y es que enfrentarse a la interacción social puede provocarles crisis de ansiedad en algunas ocasiones extremas.

Los casos de autismo van en aumento, y ha habido una variación considerable en las estadísticas, que hace 20 años marcaban que una de cada 10.000 personas estaba dentro del espectro autista. Ahora, un niño de cada 160 padece un trastorno del espectro autista.

Estos datos son alarmantes y el incremento puede atribuirse a los factores genéticos predisponentes y los detonantes ambientales que hacen que determinados genes se expresen.

No es que lo provoquen, pero un individuo con esa predisposición genética que está expuesto a todos estos factores ambientales de alta toxicidad puede tener más posibilidades de que esos genes se expresen.

El autismo viene acompañado de una alta frecuencia de problemas médicos concomitantes como alteraciones mitocondriales y alteraciones del sistema inmunológico.

Este trastorno no tiene cura, sin embargo, la calidad de vida de las personas mejora si reciben una atención temprana, personalizada, adecuada a sus necesidades y a lo largo de toda su vida.

Niños autistas y madres estresadas

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Las progenitoras de los niños que muestran un umbral sensorial bajo, es decir, responden a estímulos de baja intensidad y lo hacen tratando de evitar estos estímulos, son las que muestran un mayor nivel de estrés
Las progenitoras de los niños que muestran un umbral sensorial bajo, es decir, responden a estímulos de baja intensidad y lo hacen tratando de evitar estos estímulos, son las que muestran un mayor nivel de estrés

Investigadoras españolas de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Univesidad de Portsmouth (Reino Unido) han realizado un estudio sobre las respuestas a estímulos sensoriales en niños con trastorno del espectro del autismo (TEA) y su relación con problemas de conducta, funcionamiento adaptativo y estrés de las madres.

Las personas con autismo muestran un funcionamiento sensorial atípico. Los umbrales sensoriales pueden ser a veces inferiores y otras veces superiores a los observados en el resto de la población. Por ejemplo, sonidos, estímulos táctiles u olfativos intensos, pueden parecer como no percibidos por personas con autismo. O al contrario: un sonido o un olor sutil puede provocarles un fuerte malestar.

El estudio, publicado en la revista Journal of Intelectual Disability Research, analizó la relación de este funcionamiento sensorial atípico con conducta adaptativa (comunicación, socialización y habilidades de la vida diaria) y problemas de conducta.

Perfil de funcionamiento sensorial

“Mientras que la relación con problemas de conducta parece clara, no se encuentra relación con funcionamiento adaptativo. Los problemas de conducta en los hijos se han relacionado fuertemente con estrés materno, pero no se ha estudiado apenas el efecto que puede estar teniendo en el estrés de la madre el perfil de funcionamiento sensorial de los hijos”, afirman los autoras.

El estudio también permitió establecer que existe un determinado subtipo de funcionamiento sensorial que está prediciendo la presencia de estrés en las madres en mayor medida que los problemas de conducta. En concreto, las progenitoras de los niños que mostraban un umbral sensorial bajo, es decir, respondían a estímulos de baja intensidad y lo hacían tratando de evitar estos estímulos, eran las que mostraban un mayor nivel de estrés.

Para las investigadoras, estos hallazgos pueden permitir conocer qué familias son las que presentan mayor vulnerabilidad emocional.

“Incorporar en las evaluaciones clínicas y educativas de las personas con TEA instrumentos para valorar el funcionamiento sensorial parece que podría ayudarnos no sólo a identificar apoyos específicos en esta dirección para la persona que presenta este trastorno, como controlar niveles de ruido, olores, estimulación táctil, etc., sino también identificar familias que pueden estar en mayor riesgo de sufrir altos niveles de estrés”, concluyen.

Los autistas viven en una realidad de empatía superior

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Las emociones captan la atención de los niños con TEA de manera similar a los niños sin el trastorno pero, tan pronto como identifican una emoción estresante, los autistas tienden a evitarla para calmar el malestar que sienten
Las emociones captan la atención de los niños con TEA de manera similar a los niños sin el trastorno pero, tan pronto como identifican una emoción estresante, los autistas tienden a evitarla para calmar el malestar que sienten

Una excesiva empatía emocional impide a los niños con autismo comunicarse con el mundo, según un estudio de investigadores del hospital valenciano La Fe que supone un cambio de paradigma a la hora de entender este trastorno, ya que antepone las emociones a la conducta.

El Grupo de Investigación de Perinatología del Instituto de Investigación Sanitaria de La Fe evaluó la reacción de niños con y sin trastorno del espectro autista ante expresiones faciales de diferentes emociones y ha concluido que el autismo no se caracteriza por falta de empatía, sino por un exceso de sensibilidad hacia las emociones de los demás.

Con los datos y experiencias analizados en la investigación, se llega a la conclusión de que el retraimiento y el ensimismamiento de los niños con autismo sería su manera de protegerse ante un entorno emocionalmente abrumador.

Según fuentes de La Fe, esta postura dignifica los trastornos del espectro del autista (TEA), ya que estarían caracterizados por un exceso de sensibilidad hacia las emociones y no por un defecto.

Los trastornos del espectro autista son considerados alteraciones del neurodesarrollo que pueden provocar problemas de interacción social, comunicacionales y conductuales significativos; hasta ahora, se ha tratado de modificar las conductas sociales atípicas de los niños con autismo, cuyo origen creían que era falta de empatía.

Este estudio, sin embargo, demuestra lo contrario: que los niños con autismo tienen una excesiva empatía cuando atienden las emociones de los demás y es, precisamente, esta vivencia abrumadora lo que les lleva al retraimiento y les impide comunicarse.

La autora del artículo «Communication deficits and avoidance of angry faces in children with autism spectrum disorder» es la doctora en Psicología Clínica Ana García-Blanco, y ha sido publicado en la revista científica «Research in Developmental Disabilities».

Junto con el equipo del Grupo de Investigación de Perinatología y del servicio de Psiquiatría de La Fe, García-Blanco evaluó a 30 niños y niñas con TEA, de entre 6 y 18 años, y a otros 30 sin el trastorno.

Mediante una tarea informatizada, a todos ellos se les presentaron expresiones de cara de tristeza, alegría, enfado y neutras y se evaluó el modo en el que atendían a estos rostros.

Las tareas informatizadas permiten cuantificar las preferencias atencionales de forma indirecta, algo relevante para los niños autistas, ya que no es necesario que verbalicen ninguna información personal, opinión o valoración, sino solo responder a determinados estímulos cuidadosamente seleccionados para activar las preferencias atencionales específicas en su problema.

De esta manera se evalúa la precisión y la velocidad en la respuesta, así como la conducta ocular y otras medidas fisiológicas obtenidas durante la realización de la tarea.

Los resultados mostraron que los rostros con carga emocional captaban la atención de todos los niños, independientemente de si presentaban un TEA o no.

Sin embargo, cuando los niños autistas eran capaces de ejercer control sobre su atención, preferían evitar los rostros enfadados porque les generaban gran malestar, lo que se asoció con los problemas de comunicación social que presentan estos niños.

Las emociones captan la atención de los niños con TEA de manera similar a los niños sin el trastorno pero, tan pronto como identifican una emoción estresante, los autistas tienden a evitarla para calmar el malestar que sienten.

Estas peculiaridades a la hora de atender y procesar las emociones podrían ser un mecanismo subyacente a los problemas de comunicación social que presentan estos niños y contradicen la tesis habitual que considera que la conducta y los problemas cognitivos son el obstáculo que dificulta su comunicación.