beatniks
Orgasmos espaciales, lucha de clases y ovnis

El psicoanalista e investigador del orgasmo Wilhem Reich, natural de Dobrczynica -hoy en Ucrania-, rompió con su maestro Sigmund Freud, escandalizó a colegas y comunistas ortodoxos, murió en una cárcel de EE UU y fue considerado por los teóricos sesentayochistas como pionero de la revolución sexual. Sus libros se leían entonces tanto como los de Herbert Marcuse.
Reich intentó combinar a Freud y Marx y abogó por la liberación sexual del individuo como paso inexcusable para la liberación política. Ante el ascenso del nazismo tuvo que exiliarse de Berlín a Escandinavia. Sus críticas a la línea dirigente del comunismo provocaron su expulsión del Partido en 1934. Reich argumentaba que la sociedad incluído el Partido Comunista- introyectaba miedo y culpabilidad en los trabajadores, para así mantenerlos sumisos y evitar una revolución radical.
En Dinamarca empezó a investigar electrofisiológicamente la sexualidad y el miedo. Fue declarado persona non grata, y emigró a EE UU. Allí expuso sus teorías sobre el orgón, una supuesta Partícula sexual de color azul procedente del espacio y que se encontraba en toda la materia.
Construyó un acumulador de orgones, caja metálica en la que el paciente se sentaba para recibir una terapia que le llevase a la liberación orgásmica. Según Reich, el acumulador tenía una temperatura más alta que otra caja similar dispuesta al lado, y eso se debía a la energía orgánica y sexual.
En 1955 las autoridades estadounidenses le condenaron a la cárcel por vender sus acumuladores sin licencia sanitaria de la gubernamental Food and Drugs Administration. Reich no acudió al tribunal, tras señalar que no era lugar para dirimir cuestiones científicas. Fue sentenciado a dos años por desacato y encarcelado. En 1957 murió en la prisión de Lewisburg (Pennsylvania) de un ataque cardiaco.
Su figura sigue siendo controvertida. Para unos fue un genio científico y revolucionario. Para otros, un charlatán y un desequilibrado.
Revolucionario sexual
Murió desacreditado, en el olvido de una miserable cárcel en Estados Unidos, pero sin los libros del psicoanalista Wilhelm Reich sobre la liberación sexual, sería muy difícil entender gran parte de la segunda mitad del siglo XX. .
«Una sexualidad libre de imposiciones externas» era uno de sus objetivos, explica Birgit Johler, experta en la figura de Reich, para aclarar sus críticas a la moral sexual burguesa, la represión familiar y las estructuras patriarcales.
Para los jóvenes del 68 se convirtió en el reverenciado ‘padre de la revolución sexual’, el cantautor Bob Dylan lo cita en una canción y para la generación ‘beat’, de William Burroughs, era una lectura imprescindible.
Reich creció en una familia donde las relaciones eran en exceso complicadas y fue iniciado en el sexo por una camarera cuando tenía solo cuatro años.
A partir de ese momento el sexo se convirtió para él en una obsesión: él mismo refiere haber tenido relaciones sexuales habituales con la servidumbre desde los once años; a partir de los quince se convirtió en cliente habitual de los burdeles, y era adicto a la masturbación compulsiva (con fantasías de tener relaciones sexuales con su propia madre, u observando el apareamiento de animales).
A los trece años reveló a su padre la infidelidad de su madre; ambos se suicidaron tras esta revelación. Se hizo cargo de la granja familiar hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en la cual combatió en el frente italiano.
Después de la guerra se matriculó en la facultad de Medicina de la Universidad de Viena. En el segundo año organizó un seminario de sexología, al cual invitó como conferenciante a algunos psicoanalistas.
Descontento con la calidad de los profesores, conoció a Sigmund Freud (1856-1939) y empezó a frecuentar la Sociedad Psicoanalítica de Viena; de hecho, comenzó a ejercer como psicoanalista antes incluso de licenciarse. Le había impactado mucho la teoría sexual freudiana, según la cual el impulso sexual es el impulso originario, cuya insatisfacción produce la neurosis.
Abrió una clínica psicoanalítica en la cual ofrecía (junto a otros psicoanalistas) terapia gratuita a personas con pocos recursos. En el curso de esta experiencia consideró que la satisfacción sexual (y por tanto la felicidad) de los jovenes y de las personas más pobres no se veía obstaculizada por motivos psicológicos, sino sociales: el sexo ligado a la reproducción y el matrimonio monógamo impedían la felicidad sexual de las familias trabajadoras; la educación familiar y la falta de independencia económica y de vivienda impedía la de los jovenes.
Sólo una revolución social podría conducir a la plena satisfacción sexual de toda la poblacion, y por tanto a la felicidad y al bienestar universal; fue así como se acercó al socialismo y al comunismo. Se volcó a favor de la contracepción, del divorcio (lo más breve posible) y la educación sexual a ninos y adolescentes.
Entretanto, el mismo Freud había abandonado la teoría sexual tal como había sido concebida inicialmente: ahora, junto al impulso sexual estaba el impulso de muerte, y la sublimación de la sexualidad tenía una connotación positiva, en cuanto que canalizaba la energía hacia actividades útiles para la sociedad.
Pero Reich continuó aferrado a su idea: la felicidad de la humanidad se alcanzaría cuando se garantizase a todos un orgasmo frecuente. Esta postura, además de su aproximación a la izquierda partidista, lo hizo sospechoso en el interior de la Sociedad Psicoanalítica (ocupada en una búsqueda desesperada de aprobación cultural y social) y le costó la expulsión.
Mientras tanto, comenzó a considerar la energía sexual (la libido freudiana) como una energía cósmica presente en el Universo, que era posible canalizar a través de los órganos genitales; llamó a esta energía “orgónica”. Llegado a Estados Unidos en 1939, comenzó a realizar experimentos para curar los tumores mediante la energía orgónica canalizada especialmente mediante jaulas metálicas.

En 1941 fue detenido por el FBI como “amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”. En 1947 fue investigado por la Food and Drug Administration (FDA) [organismo público de inspección de alimentos y fármacos] por fraude, violencia sobre menores y agresiones de trasfondo sexual.
Los años siguientes los pasó buscando ovnis que volaban sobre su finca, llamada Orgonon. En 1957 fue detenido y encarcelado en una cárcel federal, donde murió poco después de su sexagésimo cumpleaños.
Este psicoanalista semi-desconocido es la encrucijada de muchísimas tendencias revolucionarias que, nacidas en el siglo XX, han explotado en el nuevo milenio: la educación sexual a edades muy tempranas; la liberación sexual; el vínculo entre revolución y sexualidad; la aversión a toda forma de autoridad, incluida la familiar; la contracepción y el divorcio.
Muchas de las ideas difundidas por la llamada Escuela de Frankfurt, por ejemplo, nacieron en Reich. Siempre es bueno conocer el origen de las ideologías: sobre todo, sirve para recordar que no nacen espontáneamente, si son simplemente fruto de la época.
Los sueños de pelo largo

En el idílico Torremolinos, pueblo de pescadores en la costa mediterránea española, jóvenes de todo el mundo se reúnen para llevar una vida libre y sin preocupaciones, que no está restringida por los conceptos morales burgueses. Seis amigos, Joe, Britta, Mónica, Cato, Jigal y Gretchen, hacen realidad su sueño, descubrir el mundo juntos y disfrutar de la libertad a través de todas las fronteras. En busca del nuevo paraíso, viajan a través del Algarve portugués hasta Mozambique y finalmente a Marrakech. Peligros inesperados se interponen en su camino. Son ‘The Drifters’, los vagabundos de James A. Michener. «Hijos de Torremolinos», como fueron conocidos en España a través de todo tipo de ediciones de una novela de pelo largo, que con el paso de los años se ha convertido en reflejo de las ansias de libertad en tiempos convulsos.
Se presentan al lector seis personas completamente diferentes y recién crecidas en orden. Son muy diferentes, desde el punto de vista sociocultural y étnico, y viven en un momento marcado por la guerra de Vietnam y el poder de las flores.
Cada uno de estos jóvenes tiene un motivo verdaderamente existencial para buscar. En busca de una nueva sociedad, en busca de una vida sin guerra y matando, en busca del amor, en busca de la libertad de las limitaciones materiales… ¿Vienes de todos los rincones del mundo y solo tienes que viajar, o incluso escapar? Finalmente se encuentran. En un pueblo pesquero de ensueño en la Costa del Sol. Se hacen amigos. De aquí en adelante, permanecen juntos y viajan en busca del camino a sí mismos.
El escritor James A. Michener, ganador de un Premio Pulitzer, escribió en 1968: «Torremolinos es algo que nunca se había visto en el mundo. Te diré lo que es: un refugio en el que se puede huir de la locura del mundo. Aunque resulta que es un refugio totalmente loco».
Esta frase refleja la excentricidad que rezumaba el lugar en los sesenta. En una joyería de la calle San Miguel tenían en el escaparate un gato vivo con un collar de diamantes, y la discoteca Cleopatra, una de las que reinaban en la noche de la época, se publicitaba con un grupo de actores disfrazados de la reina Cleopatra y su séquito, que se paseaban por las playas repartiendo invitaciones.
Michener no fue ni mucho menos el único personaje que sucumbió a los encantos del paraíso loco. Algunos en el lugar recuerdan haber visto a Brigitte Bardot paseándose descalza por la calle San Miguel -entonces principal pasarela del lugar- en su etapa de mayor relumbrón como actriz. También Frank Sinatra anduvo por allí. Se alojó en el Pez Espada, pero su estancia acabó en una pelea a puñetazos con los periodistas.
También pulularon por allí los primeros caricaturistas callejeros, y se adoptaron modas como abarrotar las paredes de los restaurantes con fotografías de los clientes, algo hasta entonces poco usual. A diferencia de otros destinos turísticos, además, Torremolinos tenía la ventaja de ser asequible para casi todos los bolsillos. Cabía todo el mundo. Desde el más rico hasta la incipiente clase media nacional. Se iba de viaje de novios, de viaje de estudios, o a derrochar todo lo posible.
Michener a través del mundo
James Michener fue un autor superventas de calidad que ganó el Premio Pulitzer en 1948 con su debú literario, Cuentos del Pacífico Sur. La novela fue posteriormente adaptada como musical de Broadway, convirtiéndose en un clásico de los escenarios con el nombre de South Pacific, y posteriormente al cine. Michener la había escrito mientras servía al ejército de EE UU en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. «Nunca escribo nada sobre un sitio en el que no he estado», dijo el escritor.
Pese a sus tardíos inicios, Michener aprovechó a fondo sus cincuenta años como escritor. Recorrió todos los rincones del globo, desde Afganistán hasta Alaska, pasando por España y el Caribe. No era, como reconoció, un escritor refinado ni especialmente dotado para el diálogo ni el retrato de personajes. Más bien Michener era un albañil de la narración geográfico-histórica con matices épicos, como se desprende de su libro más conocido, Texas, del que vendió más de un millón de ejemplares. Otras de sus grandes sagas son, además de Centennial, que se llevó a la televisión en 1974, Hawaii e Iberia, sobre España.
«No creo que la forma en que escribo libros sea la mejor o incluso la segunda mejor», dijo Michener una vez. «Los escritores realmente geniales son personas como Emily Bronte, que se sientan en una habitación y escriben sobre su experiencia limitada y su imaginación ilimitada. Pero las personas en mi posición también hacen un muy buen trabajo».
Anochecer ‘beatnik´ en el epitafio ‘grunge’

Mito de la contracultura, maldito, transgresor, innovador en la escritura, el arte y el lenguaje, Williams Burroughs, es el autor de «El almuerzo desnudo», uno de los iconos de la denominada «Generación Beat». Por otro lado, Kurt Cobain, el cantante, guitarrista y compositor de Nirvana, un mito musical, otro icono del subsuelo, de lo alternativo, del «grounge», que se quitó la vida el 5 de abril de 1994.
William S. Burroughs (Saint Louis, Missuri, 1914-Kansas, 1997) tuvo con Cobain una relación que ha quedado plasmada también en imágenes, unas fotografías desconocidas que aparecieron tras la muerte del cantante, ocultas en unos cuadernos manuscritos, y que muestran que el sueño que Cobain tenía de visitar a Burroughs, su ídolo, se cumplió. Con motivo de este hecho se publica «Nada es verdad, todo es mentira. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs», de Servando Rocha, en Alpha Decay.
Un material que sacó la viuda del cantante de Nirvana, Courtney Love, quien posee todo su legado. Y este es el leitmotiv, el punto de fuga del que parte Servando Rocha para escribir su ensayo, un homenaje a estos dos iconos y un relato en el que el arte, la música y la rebelión de todo el siglo XX es otro de los protagonistas.
«A Burroughs no le gustaba la música de Nirvana, le gustaba el ‘blues’, Leadbelly, Billy Holliday; sin embargo Cobain idolatraba al maestro de la periferia, al escritor, pintor, duro y poético, al amante de las armas, las drogas, al padrino del punk, y, sobre todo, al rebelde, al buceador del subsuelo que llamaba a la rebelión y decía que el lenguaje era el virus del poder».
Prueba de ello era que Cobain en sus diarios tenía una entrada que decía: «Me encanta todo lo que empieza por B: Bukowski, Beckett, pero sobre todo Burroughs». Cuando se encontraron el escritor tenía 83 años y Cobain moriría unos meses después.
«Tras la visita, Burroughs, que le escribió una gran dedicatoria y le regaló un autorretrato que terminó con un disparo del autor -explica Servando Rocha-, este le dijo a su ayudante: ‘Es un chico raro, frunce el ceño sin ningún motivo'».
Y cuando se enteró de su suicidio espetó: «Él ya estaba muerto».
En el libro Rocha también recoge la imagen que Burroughs le envió a Cobain con motivo de su 27 cumpleaños, un collage realizado por Burroughs en el que se ve a Cobain despidiéndose desde una habitación en donde estaba el acumulador de orgón (una máquina que supuestamente aumentaba la potencia sexual) vieja y rota.
Un regalo con una dedicatoria que dice: «Para Kurt, con mis mejores deseos en su veintisiete cumpleaños y que cumplas muchos más…»
Y es que resulta, para echar más misterio al asunto, que cuando Cobain se suicidó, una de las teorías «conspiratorias», y que Servando Rocha comenta, es la que achacaba a Burroughs el haber sido culpable colateral de su muerte, porque Cobain se compró una de estas máquinas, una «Dream machine», una máquina de los sueños en cuyo interior supuestamente podías entrar en trance y, si te pasabas, podías hasta volverte loco.
En las páginas de este libro, escritores outsiders, músicos y artistas oscuros comparten un mismo fuego y bailan en torno a la figura de Burroughs, quien parece hablarles como si fuesen ellos los destinatarios de la dedicatoria incluida en «Ciudades de la noche roja»: «A todos los escribas y artistas y practicantes de la magia a través de los cuales se han manifestado estos espectros… Nada es verdad. Todo está permitido».