caligrafia
Escribir bien para pensar mejor

Convencido de que escribir es una asignatura pendiente para el 95 % de las personas, el periodista y escritor colombiano Andres Hoyos se ha propuesto abrirles las puertas a «una relación afectuosa, incluso sentimental, con la escritura».
Hoyos, en su «Manual de Escritura» (Libros-malpensante), regala un compendio de ideas y reglas sobre la escritura, amén de una aproximación al estilo literario, en solo 99 páginas.
Fundador de la revista cultural El Malpensante, de la cual fue director durante 12 años, y hoy en día uno de los articulistas más destacados de Colombia, confiesa que él mismo aprendió mucho al escribir el manual, pues debió sistematizar hábitos de escritura que ni siquiera era consciente de tener. «Había cosas que no tenía tan claras hasta que me puse a escribir», dice Hoyos.
Esta clase de libros son más comunes en inglés que en español, recuerda el autor de «Manual de Escritura», quien ha sido lector asiduo de obras como «The Elements of Style», de E. B. White, la biblia de los manuales de escritura.
Después de dos novelas, un sinfín de cuentos y cientos de artículos para El Espectador y otros medios, Hoyos sabe que «uno no nace siendo escritor» y que «la escritura requiere un aprendizaje formal».
Hay una gran incapacidad para expresarse por escrito, que en algunas personas a veces no se nota cuando hablan. Son personas que hablan de manera razonable, pero cuando se sientan a escribir se le traban los cables, explica.
El manual de Hoyos es el libro de alguien que está hablando de los instrumentos de su trabajo. «Me he encontrado con una cantidad de cosas que no había interiorizado como hábitos», señala.
Según dice en la introducción del manual, solo se necesitan dos requisitos a la hora de sentarse a escribir: «hay que apreciar la lectura adquiriendo en ella habilidades por lo menos medianas y tener ganas. El resto corre por cuenta de un modelo pedagógico adecuado y de un buen manual de acompañamiento como ojalá lo sea este».
El manual está pensando para que le sirva desde a un estudiante de bachillerato o a un universitario hasta un profesional con ganas de hacer más atractiva, clara y comprensible su escritura.
Hoyos considera fundamental «en todos los niveles de escolaridad que a la gente le enseñen a escribir»; es una forma de aprender a pensar y además la escritura ha hecho explosión con las nuevas tecnologías y cada vez es más necesario saberse expresar por escrito.
Hoy cualquiera, no solo los pudientes o poderosos, deben escribir a diario, aunque ya no sean cartas, memorias o documentos, sino mensajes de texto, correos electrónicos o trinos en Twitter.
Antes de escribir este manual Hoyos dictó talleres de escritura y mucho antes cuando era el director de El Malpensante debió leer infinidad de textos que les enviaban personas deseosas de publicar en una revista que siempre se ha preciado de dar a conocer nuevos escritores y relatos inéditos.
El error más común se da en la regla mas básica de todas: en español las frases se construyen con sujeto, verbo y predicado y no hay que poner signos de puntuación entre estos elementos, a no ser que haya oraciones subordinadas, afirma.
El manual de Hoyos es todo menos dogmático, presenta infinidad de ejemplos concretos y graciosos de frases con mala y buena redacción y tiene un toque humorístico que ayuda al lector a desarrollar el afecto por la escritura de que él hace gala.
No es que Hoyos incite a no respetar las reglas académicas. La filosofía del manual es «aprende bien y luego cuando te sientas seguro empieza actuar por tu cuenta».
El «Manual de Escritura» es la segunda obra publicada por Libros-malpensante, una editorial independiente colombiana creada en torno a la revista homónima. El primero fue un libro de crónicas del escritor y periodista colombiano Alberto Salcedo y para los próximos el material saldrá seguramente de los nutridos archivos de la revista.
«Las grandes editoriales han dejado cosas sin cubrir y las intermedias han desaparecido, por lo que creo que hay un publico para las pequeñas e independientes», señala Hoyos.
Uno de los consejos que da Hoyos a quienes se inician en la escritura lo tomó de Gustave Flaubert, el autor de «Madame Bovary»: «siempre hay que leer en voz alta los textos, porque las palabras tienen sonido y «el oído de la mente no basta».
Los inescrutables caminos de la letra «g»

La mayoría de las personas desconoce que existen dos versiones de la letra ‘g’ minúscula en los textos y, si lo hacen, no saben escribir la que normalmente vemos impresa en libros y periódicos. Esta es la conclusión de un estudio de investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE UU), que aparece publicado en la revista Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance.
“Creemos que si miramos un texto durante el tiempo suficiente, especialmente si tenemos que prestar atención a las formas de las letras, sabremos reproducirlas, pero nuestros resultados indican que no siempre es el caso”, señala el profesor de investigación en Ciencias Cognitivas Michael McCloskey, autor principal del estudio.
La letra g minúscula tiene dos versiones. Una de ellas es la que usamos cuando escribimos, en forma de círculo con un gancho colgando.
Y la segunda es la que usan tipografías como Times New Roman y Calibri, que se ve en la mayoría de los materiales impresos. Se forma con dos círculos, el de abajo más achatado, unidos por un gancho a la izquierda.
“Lo que parece que sucede –dice McCloskey– es que aprendemos las formas de la mayoría de las letras porque tenemos que escribirlas en la escuela, pero la segunda versión de la letra ‘g’, que tiene una forma muy particular, no nos la han enseñado a escribir”.
El experimento: escriba usted esta letra
Los investigadores realizaron un experimento para saber si las personas sabían que había dos tipos de ‘g’ minúscula. Para ello, pidieron a 38 adultos que enumeraran las letras con dos variedades minúsculas. Solo dos nombraron la letra ‘g’ y únicamente uno escribió ambas formas correctamente.
A continuación, los investigadores pidieron a 16 voluntarios que leyeran en silencio un párrafo con muchas letras ‘g’ del tipo más común en textos y que pronunciaran en voz alta cada palabra que contenía la ‘g’. Después se les pidió que escribieran la ‘g’ que acababan de ver.
La mitad de ellos escribió el tipo incorrecto y solo uno fue capaz de escribir la versión requerida. “No saben cómo es esta letra, aunque puedan leerla”, señala Gali Ellenblum, otro de los autores. “Esto no pasa con las otras letras. ¿Qué está pasando aquí?”.
“La particularidad de la ‘g’ parece demostrar que nuestro conocimiento de las letras puede verse afectado cuando no las escribimos. Cada vez escribimos menos y somos más dependientes de los dispositivos electrónicos. ¿Que implicaciones tendrá esto en la lectura?”, se pregunta Ellenblum.
La vieja guardia caligráfica contra la inmediatez

¿Dejaremos de escribir a mano en un mundo dominado por la comunicación digital? ¿Y serviría para algo la escritura caligráfica en ese caso? Especialistas expresan matices diferentes sobre este asunto, después de que Finlandia haya planteado que ya no sea obligatorio aprenderla.
La caligrafía tradicional o escritura ligada en cursiva pasaría a ser optativa para los niños y se fomentaría la escritura manual con letra de imprenta (separada) y con ordenador.
«No se trata de oponerse al cambio o de aferrarse a la tradición (…) sino de la salud de nuestro cerebro, del cerebro de los niños que comienzan a escribir», según mantiene la grafóloga Sandra Cerro.
Colaboradora de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, esta perita calígrafa ha abierto un debate con sus alumnos de segundo de Grafología para llegar a las siguientes conclusiones:
• Escribir seguido, fluido, con letras enlazadas y sin levantar el útil de escritura es ya de por sí un acto de «continuidad» que está implicando «constancia, perseverancia, capacidad para mantener el hilo de los pensamientos».
• Son habilidades de razonamiento lógico y, con todo ello, «un trabajo extraordinario de agilidad mental y dinamismo neuronal» que favorece también las relaciones afectivas y sociales.
• «Cuando escribimos una idea a mano sobre el papel, nuestro cerebro entiende que estamos dando prioridad a esa idea sobre otras de las muchas que circulan por él», entre otras conclusiones.
• La letra tradicional cursiva obliga a los niños a mantener el trazo continuo y ligado y, muchas veces sin saberlo, los hace «creativos, sociales, maduros y libres», según indica Cerro.
También la empresa editorial valenciana Rubio, famosa por sus cuadernillos de caligrafía, ha defendido que la práctica de la escritura a mano reporta beneficios neurológicos, según estudios científicos, y puede ser complementaria a los soportes digitales.
El profesor de Pedagogía Aplicada de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Guillermo Bautista prefiere no ser tan categórico e insiste en que las autoridades educativas finlandesas no plantean suprimir la escritura manual, sino «sustituir» la caligráfica.
Aunque se aprenda esa letra de pequeño, que es «muy mecánica y repetitiva», todo el mundo acaba escribiendo de una manera determinada, diferente y personalizada, añade.
Percibe un «miedo excesivo» de sustituir elementos del currículum escolar porque parece que no queramos que se pierda nada, menos la escritura como algo que «arrastramos culturalmente de tiempos remotos».
Desde la perspectiva neurocognitiva, en cualquier caso, se debería ir con cuidado en este asunto, recomienda, y contar con estudios que permitieran conocer las consecuencias.
Desde el punto de vista pedagógico, prosigue, se habla sobre las posibles consecuencias de perder la escritura caligráfica, pero no de las que tienen las metodologías de enseñanza y aprendizaje que se mantienen desde hace decenas de años.
Se sigue dando prioridad al discurso oral en la docencia y al aprendizaje mediante textos, cuando otras formas de expresión y comunicación, como la audiovisual, son cada vez más frecuentes entre niños y adolescentes.
La competencia de hablar en público es importante también y, sin embargo, eso se trabaja poco en las aulas, señala.
Sin ser neuropsicólogo, según reconoce, Bautista apunta que aquellos procesos y áreas del pensamiento complejo a los que puede ayudar la escritura caligráfica también pueden desarrollarse por otras vías, sin querer decir que desaparezca la escritura manual: «El pensamiento se puede llegar a representar por con lápiz y papel o con otros medios como el audiovisual».
El director de la Unidad de Evaluación Neuropsicológica del Instituto de Orientación Psicológica EOS, Francisco Rodríguez Santos, comenta que escribir en letra cursiva te da un margen de tiempo que quizás no permite el teclado, sobre todo a la hora de imaginar, de expresar las ideas.
Otro aspecto está relacionado con el desarrollo de la «motricidad fina» (dedos y manos), pues la escritura manual conlleva «una melodía cinética».
«La escritura enseña o favorece el aprendizaje de esa motricidad fina, que no es solo movimiento, sino un movimiento acompasado».
La escritura manual personal de cada uno ayuda a articular el pensamiento y la forma de expresar tu estado de animo, tu carácter y tu situación en ese momento, es la parte emocional del cerebro, concluye.
Y Anna Coll, profesora de la escuela de caligrafía artística Deletras, sintetiza: «Si quieres ser más reflexivo y realmente concienzudo, hay mucha gente que escribe a mano».