canibalismo
Rentabilidad caníbal

El investigador de la Universidad de Brighton (Reino Unido) James Cole ha calculado el valor energético del cuerpo humano, a fin de determinar el provecho nutricional del canibalismo en comparación con el consumo de otros animales.
El trabajo sugiere que los músculos esqueléticos humanos aportan unas calorías similares a las de otros animales de peso y tamaño similar.
Aporta, sin embargo, menos calorías que los músculos de otros animales mayores que podían encontrarse en el paleolítico, como el mamut, el rinoceronte lanudo y algunas especies de ciervos.
“Esto puede indicar que las razones que llevaban a la antropofagia entre homínidos quizás no eran puramente nutricionales”, señala el estudio.
El autor afirma que un amplio rango de especies de homínidos han practicado el canibalismo desde, al menos, el pleistoceno temprano, si bien subraya que “no todas las poblaciones de homínidos” lo practicaron.
El número de restos fósiles del paleolítico que apuntan a prácticas caníbales son “relativamente pocos”, aunque “dada la naturaleza dispersa del registro fósil, “el hecho de que exista alguna evidencia de canibalismo lleva a inferir que ese comportamiento quizás era más común de lo que se cree entre las poblaciones prehistóricas”, dice Cole.
Contando las calorías del canibalismo
El estudio publicado en Scientific Reports se basa en el cálculo de la cantidad de calorías que aporta el cuerpo humano a partir de la composición de grasa y proteínas de cuatro hombres adultos modernos.
El autor advierte de que los datos no son directamente extrapolables a las especies distintas al homo sapiens de la prehistoria y subraya que el número de calorías podría variar en otros supuestos.
En el caso de los neandertales, el valor nutricional del músculo esquelético podría ser mayor que el calculado, dado que contaban con mayor masa muscular.
Beneficios de comer carne humana
Por otro lado, un nuevo trabajo analiza el comportamiento caníbal de las poblaciones de Atapuerca (Burgos) de hace un millón de años, cuyos resultados ponen de manifiesto que la antropofagia era una estrategia rentable para Homo antecessor.
Numerosos estudios han demostrado que todos los animales adaptan sus estrategias de alimentación para optimizar el balance coste-beneficio. Partiendo de este principio, investigadores del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) han estudiado el comportamiento caníbal de Homo antecessor, reexaminando los datos aportados por otros estudios previos. Su trabajo se publica en la revista Journal of Human Evolution.
No solo han estimado la cantidad de alimento que podría obtenerse de cada uno de los animales consumidos por Homo antecessor (el beneficio) y el esfuerzo que habría supuesto obtener y procesar cada uno de esos animales (el coste), sino que además han calculado el coste y el benefio.
“Nuestros análisis muestran que Homo antecessor, como cualquier predador, seleccionaba sus presas siguiendo el principio de optimizar el balance coste-beneficio, Y además también muestran que, considerando solo ese balance, los humanos eran una presa de ‘alto rango’. Esto quiere decir que, en comparación con otras presas, de los humanos se podía obtener una gran cantidad de alimento a un bajo coste”, explica Jesús Rodríguez, coautor del estudio junto con Ana Mateos y Guillermo Zorrilla.
Dieta caníbal
Uno de los resultados más sorprendentes ha sido que los humanos fueron consumidos en una proporción mucho mayor de lo esperable en función de su abundancia respecto a otros animales. Esto podría explicarse por una alta tasa de encuentro entre humanos.
Como explica Ana Mateos, “para Homo antecessor era más fácil encontrarse con un humano que con otro animal. Una de las posibles explicaciones de esa alta tasa de encuentro entre humanos es que los cadáveres canibalizados fueran de miembros del grupo muertos por diferentes causas”.
El estudio se ha realizado desde el punto de vista de la ecología del comportamiento humano, que trata de explicar el comportamiento de los animales aplicando el principio de que las acciones de cualquier individuo buscan como fin último garantizar su supervivencia y la de su descendencia, lo que se traduce en la búsqueda del mayor beneficio posible al menor coste.
Mundo caníbal

No es una de las mejores facetas del ser humano y su tratamiento ha quedado restringido a publicaciones especializadas de antropología o medicina, y al cine de terror; sin embargo, sabemos que la antropofagia, el gusto por la carne humana ha estado presente en la dieta de nuestros ancestros y también en la de grupos humanos modernos.
En algunas culturas de la América precolombina, la carne humana era alimento de los dioses, y de allí derivaban los sacrificios humanos con su consiguiente ingesta. En Asia, al mismo tiempo, existían ritos funerarios en los que los deudos se comían partes de sus finados familiares. En Europa, mientras tanto, la sangre y los huesos de los muertos se usaban como ingredientes mágicos, independientemente de a quién hubieran pertenecido.
En varias culturas, como las de pueblos de Nueva Guinea, las islas del Pacífico, o en pueblos de filiación caribe, estuvo presente la idea de que devorar ciertos órganos o partes del cuerpo de tus amigos podía fortalecerte y hacerte heredar atributos del otro; lo que es menos sabido es que la creencia en las propiedades curativas gracias al consumo del cuerpo de otra persona también estuvo presente en muchas naciones y culturas de la Edad Media europea.
Durante los siglos XVI y XVII pedazos de momias egipcias se vendían para ser usados en la preparación de remedios para distintas enfermedades, comprados por boticarios y médicos, que pensaban que curarían todo, desde un simple dolor de cabeza a enfermedades más graves, como convulsiones.enfermedades como la epilepsia, tratamientos de hematomas y hasta dolores de cabeza.
Esta creencia podría explicar por qué eran tan comunes los saqueos de tumbas, que hasta hace poco tiempo se atribuían exclusivamente a la búsqueda de prendas valiosas o para el estudio clandestino de la anatomía humana. Pedazos de carne y huesos humanos eran parte de ungüentos y medicinas que generalmente se tomaban de cuerpos momificados o en su defecto, de cementerios desprotegidos.
Otra costumbre, atribuida a los países germánicos, era la de beber la sangre de personas ejecutadas. Los verdugos vendían la sangre de sus víctimas y se recomendaba beberla fresca, ya que el verdugo era considerado un gran curandero en los países germánicos.
Paracelso recomendaba beberla fresca, pero existieron recetas que enseñaban a conservarla en forma de ungüento o mermelada para tratar problemas circulatorios. Siguiendo esta lógica, se recomendaba el consumo de fragmentos de cráneo humano, diluidos en alcohol, para aliviar los dolores de cabeza, y de testículos para incrementar la potencia sexual.
Otra explicación de la ingesta de carne y restos humanos está en que para la medicina de la Edad Media y el Renacimiento, el espíritu era parte de la fisiología: las partes del cuerpo están ligadas al alma aun después de la muerte. Por ello, Leonardo da Vinci escribió: «preservamos nuestra vida con la muerte de otros. En una cosa muerta la vida insensata permanece y cuando ésta se reúne en el estómago de los vivos, recobra sensibilidad y vida intelectual».
La práctica cayó en desuso paulatinamente durante el siglo XVIII, aunque los remedios que incorporaban partes del cuerpo siguieron vigentes hasta principios del siglo XX. Cuando la ciencia separó lentamente la medicina del sustrato mágico probablemente perdió una importante fuente de sentido ritual, pero ganó en especificidad y efectividad: la transfusión de sangre y el trasplante de órganos son formas sublimadas de resurrección en las cuales un cuerpo incorpora partes de otro cuerpo como si fuera suyo.