caral
Avisos de extinción desde el pasado

La arqueóloga Ruth Shady, sin duda una voz experta en cuanto a las excavaciones en el valle de Supe, en Perú, sobre la ciudad de Caral, considerada como la civilización más antigua del continente americano, advierte de las analogías entre el ocaso de aquella cultura, hace cuatro milenios, y los síntomas del actual cambio climático.
Shady señala que esa zona actualmente árida albergó hace ahora entre 4.000 y 5.000 años una civilización urbana con «autoridad reconocida, especialización de labores y hasta excedentes de producción» agrícola.
Esa cultura permitió a sus habitantes disponer de tiempo para dedicarse a labores como la construcción de pirámides, templos o un amplio anfiteatro, con muros de piedra de dimensiones que requerían conocimientos tecnológicos desconocidos en otros puntos del planeta.
La ciudad de Caral alcanzó entonces un grado de desarrollo solo equiparable a otras milenarias civilizaciones desarrolladas en el Antiguo Egipto, Mesopotamia o China.
La arqueóloga y antropóloga peruana consideró que hay cierta analogía entre el declive de esa civilización, hasta ahora desconocida, y la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos, un síntoma asociado al fenómeno del cambio climático.
«Hemos visto en diversos periodos, a través de información tanto arqueológica como geológica, que hay fenómenos cíclicos de sequías que se han prolongado por espacio de hasta 60 años», comentó la investigadora,
Destacó que los «movimientos sísmicos muy marcados», así como las «elevadas precipitaciones y la elevaciones del nivel del mar» debido «al deshielo y la descongelación», incluido en zonas altas de los Andes, o «sequías prolongadas», son atribuidos actualmente al fenómeno del cambio climático, derivado de una excesiva combustión de combustibles fósiles y de emisión de gases a la atmósfera.
Los científicos estudian precisamente si la desaparición de esa civilización está relacionada con esos factores medioambientales y geológicos, ya que Caral logró «aprender» a afrontar «terremotos y maremotos» que sacuden periódicamente la región andina, asegura Shady.
«Lograron construcciones anti-sísmicas tras «aprender con la experimentación», indica la arqueóloga, y subraya que un equipo de expertos japoneses acudió a Caral para examinar sus técnicas, tras el ‘tsunami’ que asoló ese país.
«Los japoneses han acudido a evaluar la tecnología anti-sísmica de Caral de hace 5.000 años», comenta la responsable de las excavaciones en esa zona ubicada en el valle del río Supe, a unos 180 kilómetros al norte de Lima, donde se desarrolló esa compleja sociedad en el período denominado Precerámico.
Incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, la cultura Caral «se desarrolló en condiciones de paz y no de guerra», puntualiza la arqueóloga, quien enfatiza que no hay rastros de murallas de protección ni de instrumentos bélicos.
Los vestigios de la misteriosa ciudad de Caral, descubiertos hace un siglo por buscadores de oro pero abandonados por la falta de indicios de ese mineral y de otros tesoros similares, han atraído en los últimos años, coincidiendo con las labores de excavación, cierta atracción turística y, con ella, especulación sobre los terrenos adyacentes.
Shady, impulsora de la «arqueología social», destaca que Caral, como el patrimonio en general, no debe ser considerado únicamente por su valor turístico o su contribución económica, como tampoco la investigación en ese ámbito debe ser vista como un «gasto».
Al contrario, opina que la «inversión» en investigar ese pasado cultural puede permitir a la humanidad evitar cometer los mismos errores que llevaron a algunas civilizaciones al ocaso.