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Mensajes tallados desde un pasado tecnológico

El arquitecto barcelonés Miquel Pérez-Sánchez Pla es autor del libro ‘La Gran Pirámide, clave secreta del pasado’ en el que hace un resumen de su tesis doctoral. Está basada en una reconstrucción digital de la estructura original de la pirámide de Keops, situada en Egipto, y en el estudio de sus proporciones y los significados de esta.
Para Pérez-Sánchez, las investigaciones sobre la Gran Pirámide de Keops y el conjunto monumental de Guiza «deberían tener como consecuencia la necesidad de replantear las actuales teorías sobre la evolución de la civilización y de la vida inteligente sobre la Tierra».
La tesis que defiende es que las medidas de la propia pirámide, no solamente aportan una ley matemática que explica las proporciones originales de la propia estructura (lo que según el arquitecto catalán le permite certificar que las dimensiones de la reconstrucción digital es completamente fiable), sino que además, constituye una suerte de «enciclopedia pétrea» de los conocimientos científicos de la civilización que la construyó.
De hecho, asegura que estos conocimientos no se limitan únicamente al ámbito de las matemáticas y de la geometría, sino que incluyen conocimientos avanzados de geodesia (las dimensiones y proporciones de la tierra), astronomía e incluso historia, así como elementos de la religión de aquella civilización. Todo ello, derivado de las relaciones que se establecen entre los números y las unidades de medida empleadas para la construcción del monumento, construido a mediados del tercer milenio a.C.
Así, según Pérez-Sánchez, los arquitectos que diseñaron la Gran Pirámide de Keops no solamente dejaron constancia en sus proporciones de una definición del número ‘pi’ con hasta 6 decimales (cosa que otras civilizaciones no conseguirían hasta el siglo V d.C.), sino también del número ‘phi’, conocido como número áureo.
Además, apunta a la probabilidad (derivada de las proporciones que, asegura, están presentes en el edificio) de que conocieran las dimensiones y perímetro de la Tierra y la curvatura de la misma, las coordenadas del emplazamiento de la pirámide, la distancia de la Tierra al Sol, e incluso las dimensiones de la estrella Sirio y su distancia respecto a la Tierra, para lo cual indica que también conocían la velocidad de la luz, entre otros hitos científicos.
Pérez-Sánchez subraya también otras características del edificio como su forma ortogonal (debido a que las cuatro caras de la pirámide tienen una inclinación hacia el centro) que en los equinoccios de primavera y otoño produce un efecto de luz conocido como «efecto relámpago», o su función «conmemorativa» de la fecha que para los egipcios representaba la muerte del dios Osiris, y que habría tenido lugar exactamente 1.000 años antes de la inauguración del edificio.
De hecho, la teoría del arquitecto catalán es que, si se analiza el edificio teniendo en cuenta el valor numerológico de sus proporciones, asignando un valor nominal a las cifras que componen sus medidas a partir de un código de origen griego, la pirámide hace no solamente referencia a esta divinidad y a los conocimientos ya mencionados sino también al nombre de la civilización de la que procederían los conocimientos que se emplearon para construirla y de la «divinidad originaria» de este pueblo.
Aún así, prefiere no desvelar el nombre de la «civilización madre del Antiguo Egipto» y de su divinidad, que sí aparecen en el libro, porque ha asegurado que «la mejor manera e integrar la información es desvelarla uno mismo y el proceso de lectura obliga a asimilarlo poco a poco». «Es muchísima información y es necesario que sea el lector quien vaya creciendo en el convencimiento de lo que se dice», concede.
Para el arquitecto, «llama la atención» que ninguna civilización lograra alcanzar unos conocimientos «tan extraordinariamente avanzados» en los periodos posteriores a la construcción de las pirámides y considera que lo que hay en su lugar es «un vacío inmenso en toda la Edad Antigua».
Por todo ello, defiende que la teoría de que el progreso de la Humanidad es un proceso lineal es una idea «heredada de la Ilustración» y que las investigaciones sobre las pirámides y el conjunto monumental de Guiza apuntan a lo contrario. «Quiebra el mito del progreso constante que viene de la Ilustración», asegura.
De hecho, señala otros aspectos como la tecnología empleada para tallar, transportar y construir esta estructura para que cumpliera a la perfección con las medidas estipuladas y explica que, pese a que «con la tecnología actual sería perfectamente posible construirla» duda de si «sería posible proyectarla» por «la enorme cantidad de interrelaciones científicas que incluye».
Mensajes sanadores en la cuna de la civilización

«Vete, sal de aquí, parálisis/ como la ventosidad que el ano suelta/ como la orina que de la entrepierna gotea». Ese es uno de los conjuros con los que hace 4.000 años se «sanaba» la paraplejia, según una investigación de una filóloga del CSIC, Bárbara Böck, que los ha traducido por primera vez.
Böck lleva trabajando en la traducción de tablillas de arcilla sumerias y acadias con «recetas» conservadas en los museos Británico de Londres y el Vorderasiatisches de Berlín desde finales de los 90, según explica.
En ese tiempo Böck, de nacionalidad alemana, ha trabajado con 30 tablillas ya conocidas y 50 cuyo contenido era inédito: «es como hacer un puzzle del que desconoces el número de piezas que tiene».
En algunas tablillas se proporcionaba al paciente información sobre su enfermedad, pero en otras solo se proporcionaba el conjuro tipo de masaje que iba a «sanarle» porque iba a provocar la expulsión del cuerpo del «demonio» que producía el mal.
En el conjuro para la parálisis, que nunca había sido traducido, se da órdenes al demonio, que en este caso tenía que salir del cuerpo como un fluido corporal impuro.
Quizá por eso hace referencia a todas las «posibilidades»: «sal de aquí, como la leche materna que de la mama emana/ como el sudor que el cuerpo transpira/ como las gotas de sudor que en la frente se forman/ como la ventosidad que el ano suelta/como la orina que de la entrepierna gotea/, como el eructo que la garganta expele/ como el moco que la nariz produce y como el cerumen que el oído segrega».
Los «sanadores» se vestían de pez porque ese era el símbolo de Ea, el dios de la magia, y recitaban o aplicaban su «tratamiento», preferiblemente a finales en dos fechas de finales del actual agosto, porque creían que era en esas fechas cuando se podía entrar en contacto con el más allá.
Si el tratamiento consistía en masajes, que se daban desde el torso hacia las extremidades, al final se colocaban amuletos en las muñecas y los tobillos, para evitar que el «demonio» entrase de nuevo en los pacientes a través de los miembros.
Así se trataba, por ejemplo, la «mano del espíritu de la muerte», un mal al que hacían responsable de las migrañas, la parálisis, la locura y los problemas gastrointestinales.
Böck no tiene «ninguna constancia» de que los masajes o los conjuros tuvieran efecto, pero cree que debieron «tener algún éxito porque la palabra curativa tiene efectos calmantes».
Además de conjuros, hay tablillas con información precisa de cómo hacer masajes para aliviar migrañas, facilitar el parto o combatir el agotamiento, y en todos ellos se empleaban aceites de plantas medicinales y aromáticas.
«Son iguales, exactamente, que las terapias que se emplean actualmente, sólo el concepto que hay detrás ha cambiado totalmente y ya no son demonios a los que hay que exorcizar», señaló la investigadora.
Las tablillas con los signos cuneiformes se hallaron en yacimientos de la antigua Mesopotamia: Ur, Uruk, Babilonia y Sippar, en el sur, o Asur, Nínive, Nimrud o Sultantepe (actual Turquía).
Las copias más antiguas están fechadas en el principio del segundo milenio a.C y el más reciente es del siglo III a.C.
Además de las tablillas, Böck ha tenido como principal fuente de investigación un libro de encantamientos escrito en sumerio y acadio, titulado ‘Mushu’u’ (masajes en castellano), donde hay más de 50 conjuros que acompañan el tratamiento.
También ha encontrado otras técnicas terapéuticas en un libro en lengua acadia, con 45 textos médicos.
Tras los pasos de Magan

El pueblo de Magan, desconocido para el gran público pero «muy sugerente», ocupó esta parte de la Península Arábiga en torno al 3.000 antes de Cristo y su existencia se conoce por las fuentes escritas sumerias. Recientemente ha tenido lugar el primer estudio arqueoastronómico de cientos de tumbas del pueblo de esta enigmática civilización que habitó hace 5.000 años en el desierto de Arabia, en los actuales Omán y Emiratos Árabes Unidos.
De Magán provenía el cobre del que se surtía el resto de pueblos mesopotámicos para, junto con el estaño de Anatolia, fabricar el bronce de sus armas, detalla el investigador.
Esta cultura no es conocida popularmente como el resto de grandes pueblos mesopotámicos que, sin embargo, no habrían podido existir sin el comercio con Magan, pues se piensa que de allí, aparte del cobre, provenía también la madera.
De hecho, estudios de paleopolen demuestran que las montañas de Omán estuvieron pobladas antiguamente por bosques, luego desaparecidos por la explotación de las minas y la necesidad de fundición.
De aquel paisaje tan diferente al actual perviven las montañas con oasis en las que se sitúan las minas de cobre, y de allí surgieron estas civilizaciones que construían grandes fortalezas de piedra con necrópolis asociadas.
Son precisamente las necrópolis el objetivo de la investigación. Parte de estas necrópolis han sido excavadas por arqueólogos e incluso algunas, como la de Bat en Omán, son Patrimonio de la Humanidad, pero nunca se había realizado un estudio arqueoastronómico de las casi mil tumbas de Magan.
Sin embargo, la mayor parte están derruidas y es imposible medirlas. De las casi 300 tumbas visitadas, sólo un centenar mantenían unas condiciones adecuadas para el trabajo de campo.
Las tumbas son de dos tipos, las llamadas «Hafit», el mismo nombre que la montaña en la que se descubrieron en el Emirato de Abu Dhabi, y que también se denominan «tumbas colmena» porque son estructuras de piedra con un acceso similares a los habitáculos de las abejas, y que son las que peor estado de conservación presentan.
Posteriormente el pueblo de Magan desarrolló un tipo de tumba más evolucionada, la «Umm el-Nar», el lugar de la capital de Abu Dhabi en la que se encontró la primera necrópolis de esta clase.
En este caso se trata de tumbas ciclópeas construidas con piedras de mayor tamaño pero precisamente al tener mayor calidad resultan muy tentadoras para el expolio.
Los investigadores han realizado mediciones en cuatro necrópolis, de las que casi un centenar de tumbas correspondían al período «Hafit» y el resto a las ciclópeas.
Las tumbas «Hafit» son familiares y podían acoger a varias personas de una misma familia, mientras que las ciclópeas son colectivas sin necesidad de parentesco y en algunos casos pudieron albergar centenares de enterramientos en su interior.
Estas últimas están ornamentadas con grabados de animales y personas y algunas, con serpientes en las puertas de acceso.
Asociadas a las tumbas se ha encontrado cerámica y producción ornamental con motivos astrales, como rosetas y estrellas de múltiples puntas.
Estas tumbas y los cimientos de torres fortaleza es el único vestigio que queda de la civilización de Magan además de restos de canalizaciones de agua para el riego en los oasis, un antecesor de los sistemas de irrigación que luego llevaron los árabes al resto del mundo, incluida España.
De su estudio el arqueoastrónomo deduce que parecen existir patrones de orientación que, en el caso de las tumbas Hafit, estarían relacionadas con la visión del creciente lunar al poniente en épocas determinadas.
Las tumbas ciclópeas estarían claramente orientadas según las direcciones cardinales pero se desconoce exactamente la razón. Una de las hipótesis sería la relevancia de Canopo, la segunda estrella más brillante del cielo.
Las tumbas ornamentadas con serpientes están orientadas hacia el Norte, lo que podría estar relacionado con la constelación del Dragón, que es visible en este punto cardinal.
Una tercera hipótesis es la orientación de las tumbas según los elementos celestes más visibles, al Sol o a la Luna.
Además, existe otra hipótesis, según la cual la estructura interna de las tumbas ciclópeas se asemeja al creciente lunar, pues su interior es blanco, circular y la división de muros y habitaciones recuerda al disco lunar con los mares y sistemas montañosos centrales.