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La estupidez pesa

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Carlo M. Cipolla
Carlo M. Cipolla

Uno de los trabajos más divulgados de Carlo M. Cipolla es su breve análisis económico, demográfico e histórico de la estupidez humana que publicó en su libro «Allegro ma non troppo» de 1988. No es su trabajo más formal, ni el mas serio, ni el que le dio más prestigio académico, pero vamos a hacer aquí una presentación somera de su contenido en la confianza de pueda servir de aviso al lector y contribuir así al progreso del conjunto de la sociedad.

Cipolla fue un autor prolífico, creativo y con diversidad de intereses. Su autoridad fue siempre reconocida en la historia económica, especialmente en la historia del dinero y de la población, pero trabajó también en la historia de la tecnología, la alfabetización y los sistemas sanitarios.

Las leyes fundamentales de la estupidez humana

En «Allegro ma non troppo», Cipolla enumera estas premisas concernientes a la estupidez:

Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación.

A primera vista esta afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa, o quizá las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla considera que por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que:

  • Personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente estúpidas;
  • Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.

La Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las líneas que siguen se designará la proporción de personas estúpidas en el seno de una población con el símbolo σ.

Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.

No todos los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que otros. Según Cipolla, el grado de estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza pero no está asociado a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.

El profesor Cipolla realizó amplios estudios demográficos con muy diversos sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que entre los trabajadores «de cuello azul» existía una fracción σ de estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba, con lo que se confirmaba la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta de cultura o a marginalidad social estudió muestras de trabajadores «de cuello blanco» y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre los profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta la élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado confirmó el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con el Nobel son estúpidos.

Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.

El análisis de costes y beneficios de Carlo M. Cipolla permite clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas, cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que causa a los demás, podemos definir y estimar las coordenadas de los siguientes tipos:

  • Desgraciado (D): aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
  • Inteligente (I): aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
  • Bandido (B): aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
  • Estúpido (E): aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.

Distribución de Frecuencia

La mayoría de los individuos no actúa consistentemente. Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras actuar como desgraciado. La única importante excepción a esta regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa. Para los demás, podremos calcular su posición en el eje de coordenadas del gráfico 1 como una media de los resultados de sus acciones en términos de costes y beneficios causados sobre sí mismos y sobre los demás. Esta posibilidad nos permite hacer la siguiente digresión:

Consideraremos un «bandido perfecto» aquel que mediante sus acciones obtiene para sí mismo un beneficio igual al coste que origina en los demás. Es el caso del ladrón que roba a otro cien euros sin causarle ningún coste adicional. Esta situación puede ser definida como un «juego de suma cero» en el que el conjunto de la sociedad ni gana ni pierde. El «bandido perfecto» quedaría representado en el eje de coordenadas del gráfico 2 sobre la línea OM que bisecta el cuadrante B.

Sin embargo los bandidos perfectos son relativamente escasos. Es más frecuente que haya bandidos inteligentes (Bi) que obtienen más beneficios que los costes que causan, o bandidos estúpidos (Be), que para obtener algún beneficio causan un coste alto a los demás. Desgraciadamente los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be. Ejemplo de este último puede ser el ladrón que destroza los cristales de un coche para robar su radio o el que asesina a alguien para irse con su mujer a pasar un fin de semana en Montecarlo.

El poder de la estupidez

Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de un bandido siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En definitiva, las relaciones con un bandido son posibles puesto que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.

Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque:

  • Generalmente el ataque nos coge por sorpresa.
  • Incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Y hay que tener en cuenta también otra circunstancia: la persona inteligente sabe que es inteligente; el bandido es consciente de que es un bandido y el desgraciado incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Pero al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su poder devastador.

No hay que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas, es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo, tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina ante tamaña situación de peligro.

Uno de los errores más comunes es llegar a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la estupidez por la candidez de los desgraciados.

A veces hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra no puede tener más que efectos desastrosos porque:

  • Está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez.
  • Da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin remedio.

A lo largo de los siglos, en la vida pública y privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas incalculables.

Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un análisis de tipo «macro», según el cual, en lugar del bienestar individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad, definido, en este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del bienestar individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa comprensión de la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de las cinco leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, las más conocida.

El corolario de la ley dice así: El estúpido es más peligroso que el bandido.

La formulación de la ley y el corolario son aún del tipo «micro». Sin embargo, tal como hemos anunciado anteriormente, la ley y su corolario tienen profundas implicaciones de naturaleza «macro». Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.

El gráfico 3 muestra un sistema de clasificación simple entre las acciones que causan beneficio o perjuicio a la sociedad como un todo. Toda actividad representable a la derecha de la línea NOM implica una redistribución con beneficio social neto, mientras que las actividades que caen a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.

El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que investigó intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y muchas otras de la antigüedad, se sintió cualificado para afirmar que el coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué entonces unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos.

Más aún: en las sociedades en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual a σ; sin embargo, en el resto de la población Cipolla observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de bandidos con un elevado porcentaje de estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los desgraciados incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la ruina.

Machos sobre el alambre del conflicto

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A pesar de ser agresivos durante la competición deportiva, después de jugar los hombres invierten más tiempo que las mujeres en mantener un contacto físico pacificador, por ejemplo, dando la mano o palmeando la espalda del adversario. Es la conclusión de un estudio en el que investigadores de la Universidad de Harvard han analizado vídeos del acercamiento entre rivales en cuatro deportes individuales: tenis, pimpón, bádminton y boxeo
A pesar de ser agresivos durante la competición deportiva, después de jugar los hombres invierten más tiempo que las mujeres en mantener un contacto físico pacificador, por ejemplo, dando la mano o palmeando la espalda del adversario. Es la conclusión de un estudio en el que investigadores de la Universidad de Harvard han analizado vídeos del acercamiento entre rivales en cuatro deportes individuales: tenis, pimpón, bádminton y boxeo

En todas las sociedades humanas se producen conflictos entre grupos y el deporte no es una excepción. A pesar del espíritu deportivo, también se crean disputas en las competiciones entre rivales, en equipos o individuales.

Investigadores de la Universidad de Harvard se han preguntado si hay diferencias significativas en la manera de suavizar las tensiones por parte de hombres y mujeres deportistas. Para analizarlo, han visionado el final de competiciones deportivas de alto nivel de jugadores de 44 países en tenis, bádminton, tenis de mesa y boxeo, y han estudiado el nivel de acercamiento entre rivales una vez acabado el partido.

Las conclusiones de su nuevo estudio, publicado en Current Biology, revelan que los hombres tienden a tener más contacto con sus rivales después de un conflicto o competición en pos de una cooperación mutua futura.

“Durante los últimos 30 años he estudiado las diferencias de género en la cooperación y en la competencia entre grupos y personas. Observé que a pesar de existir una mayor agresividad entre machos, estos eran más propensos a cooperar en grupos grandes que las mujeres”, declara a Sinc Joyce Benenson, autora del estudio e investigadora en la Universidad de Harvard (EE UU).

Mientras que todos los oponentes estrecharon sus manos al final de la competición como signo de respeto y juego limpio, pocos rivales mostraron gestos adicionales de afecto, como una palmada en la espalda.

Sin embargo, cuando ocurrían, esas escenas eran protagonizados por más hombres que mujeres. Por ejemplo, los resultados muestran que, en tenis, un 42,5% de los deportistas masculinos tocaron el cuerpo de su rival frente a un 12,5% de las mujeres.

Según los investigadores, esta diferencia radica en las diferencias entre los roles de género asignados tradicionalmente a hombres y mujeres.

Buscando beneficio

Mark van Vugt, investigador del Instituto de Antropología Evolutiva y Cognitiva de la Universidad de Oxford, acuñó la hipótesis del ‘macho guerrero’ en la que establecía que los hombres han originado la mayoría de los conflictos del mundo impulsados por la competición entre machos. Sin embargo, son más rápidos resolviendo los resentimientos con el fin de trabajar mejor juntos contra cualquier amenaza venidera.

En las sociedades de chimpancés, los machos continuamente se involucran en conflictos agresivos pero también son más propensos a la reconciliación que las hembras para poder establecer una cooperación futura contra posibles enemigos del grupo.

«La estructura social humana se asemeja en este sentido a la de los chimpancés, donde los machos cooperan en grupos del mismo sexo, mientras que las hembras se centran más en miembros de la familia y uno o dos buenos amigos», explica Benenson.

Los estudios en primates junto con los resultados obtenidos de la visualización de partidos de alta competición afianzan la hipótesis, según la investigadora, de que los hombres, a pesar de ser más competitivos y agresivos, son mejores que las mujeres en la resolución de conflictos.

Los expertos creen que estos resultados podrían tener implicaciones más allá de los deportes. Por ejemplo, apuntan que las mujeres, en general, podrían tener más dificultades para resolver conflictos con sus compañeros del trabajo, amigos o familiares.

Cejas que socializan

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Un movimiento rápido de cejas es un signo de reconocimiento, alzarlas indica simpatía, y hay pequeños movimientos que son clave para identificar la confiabilidad y el engaño. Todo esto se traduce en una mayor cooperación y comprensión entre las personas
Un movimiento rápido de cejas es un signo de reconocimiento, alzarlas indica simpatía, y hay pequeños movimientos que son clave para identificar la confiabilidad y el engaño. Todo esto se traduce en una mayor cooperación y comprensión entre las personas

Con un sutil movimiento de cejas, las personas somos capaces de expresar simpatía, confianza o reconocimiento. Hasta ahora se les había otorgado una función protectora, pero investigadores de Canadá acaban de desmontar esa hipótesis. Según su nuevo estudio, de indicar agresividad pasaron a servir como una herramienta de comunicación vital para la cooperación social.

Al igual que la cornamenta de un ciervo, las cejas de nuestros antepasados primitivos eran una protuberancia huesuda pronunciada que indicaba dominación y agresividad. Los humanos modernos, en cambio, tenemos una frente lisa con cejas más visibles y velludas, capaces de moverse para establecer redes sociales, según un estudio liderado por la Universidad de York (Canadá), que se publica en la revista Nature Ecology & Evolution.

Hasta ahora, se otorgaba a esta parte del cráneo, que une las cuencas de los ojos y la caja craneal, una función de protección contra el impacto de la mordedura y la masticación. Este nuevo trabajo propone que las gruesas prominencias óseas por encima de los ojos (arcos superciliares) de los primeros humanos señalaban el estatus social y después, al hacerse menos protuberantes y movibles, propiciaron habilidades de comunicación.

“En los mandriles, los machos dominantes tienen bultos de colores brillantes a cada lado del hocico para mostrar su estatus. Estos bultos crecen debido a factores hormonales, y los huesos de debajo presentan cráteres microscópicos, una característica que también se puede ver en las cejas de los homínidos arcaicos”, explica Paul O’Higgins, uno de los autores principales del artículo y profesor de anatomía en la universidad canadiense.

Los científicos recrearon digitalmente un cráneo fósil de Homo heidelbergensis hallado en lo que hoy es Zambia y conocido como Kabwe 1, que tiene entre 300.000 y 125.000 años de antigüedad. A través de un software de ingeniería 3D descubrieron que los arcos superciliares del fósil eran mucho más grandes de lo necesario para proteger las cuencas oculares y la caja craneal, de modo que una ceja gruesa poco tiene que ver con la función de proteger el cráneo al comer.

“Usamos el software de modelado para recortar el enorme filo de la frente de Kabwe 1 y descubrimos que no ofrecía ninguna ventaja espacial, ya que podía reducirse en gran medida sin causar problemas. Luego simulamos las fuerzas de mordedura de diferentes dientes y descubrimos que se aplicaba muy poca tensión en esta parte. Cuando la eliminamos no tuvo ningún efecto en el resto de la cara al morder”, añade el experto.

“Otras hipótesis, como mantener el sudor o el pelo fuera de los ojos, ya se habían descartado, por lo que sugerimos que se puede encontrar una explicación plausible en la comunicación social”, concluye O’Higgins.

A medida que los humanos se volvieron más sociables, el aplanamiento de la frente permitió el desarrollo de cejas más visibles y movibles capaces de mostrar emociones sutiles y cambiantes. Un movimiento rápido de cejas es un signo de reconocimiento, alzarlas indica simpatía, y hay pequeños movimientos que son clave para identificar la confiabilidad y el engaño. Todo esto se traduce en una mayor cooperación y comprensión entre las personas.

“Una frente más vertical en los humanos modernos permitió mostrar emociones amistosas que ayudaron a formar vínculos sociales entre individuos”, recalca O’Higgins.

Para Penny Spikins, coautora del trabajo en el departamento de Arqueología de la Universidad de York, “las cejas son las piezas que nos faltaban para entender cómo los humanos modernos lograron llevarse mejor con los demás que otros homínidos ahora extintos”.

Un efecto secundario de tener caras pequeñas

De acuerdo con los investigadores, nuestras frentes comunicativas fueron un efecto secundario de la reducción gradual de nuestras caras durante los últimos 100.000 años. Este proceso se ha acelerado en los últimos 20.000 años y, más recientemente, cuando pasamos de ser cazadores recolectores a agricultores.

“Con la reducción del tamaño de la cara desaparecen también esas superestructuras robustas que caracterizan a los homínidos del Pleistoceno Medio, como ocurre con Kabwe 1”, asegura a Sinc Markus Bastir, director del laboratorio de Morfología Virtual en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y autor de un comentario sobre este artículo en la revista Nature Ecology & Evolution.

Spikins afirma: “Los humanos modernos son los últimos supervivientes de los homínidos. Mientras nuestra especie hermana, los neandertales, se estaba muriendo, nosotros colonizábamos rápidamente el mundo, sobreviviendo a entornos extremos. Esto tuvo mucho que ver con nuestra capacidad para crear grandes redes sociales. Sabemos, por ejemplo, que los humanos modernos prehistóricos evitaron la endogamia y se fueron a vivir con amigos en lugares distantes durante tiempos difíciles”.

Habilidades de psicópata para la vida moderna

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El autor propone captar el lado amable de la conducta psicoppática, para conseguir nuestros objetivos
El autor propone captar el lado amable de la conducta psicopática, para conseguir nuestros objetivos

Controlar al “juez interno” que nos hace sentir culpables y practicar las lecciones positivas de los manipuladores, son el punto de partida del libro “Aprendiendo de los psicópatas: habilidades y estrategias para gente normal”, donde el psicólogo César Landaeta presenta las claves para dejar de ser las víctimas de los “verdugos” y convertirnos en los protagonistas de la situación.

Si aún eres de los que piensa que los psicópatas son criminales como el doctor Hannibal Lecter, encarnado por Anthony Hopkins en El silencio de los corderos, o Norman Bates (Anthony Perkins) en el clásico de Alfred Hitchcock, Psicosis, quizás te cueste un poco reconocer a los “lobos vestidos de ovejas” que abundan en tu entorno, listos para envolverte con su encanto personal.

Al menos, esa es la premisa por la que Landaeta, psicólogo clínico y escritor venezolano, después de analizar las distintas personalidades y la conducta de los maltratadores psicológicos de sus pacientes, decidió crear un “manual de defensa” con instrucciones útiles para “desenvolvernos como pez en el agua” en la sociedad, conseguir ascender en nuestros objetivos, pero sin dañar a nadie.

Y es que, como él mismo dice, a quién no le parece “simpática” la forma en la que Frank W. Abagnale (Leonardo DiCaprio) logra engañar y escapar del astuto agente del FBI, Carl Hanratty (Tom Hanks) en Atrápame si puedes. Con este ejemplo, Landaeta ilustra el uso que los psicópatas hacen de la atracción personal para cautivar a los demás y lograr que los miren como “entidades sobrenaturales”.

Landaeta confiesa que las conductas psicopáticas son más frecuentes de lo que percibimos, como en las relaciones sentimentales, y pone como ejemplo el típico chantaje de la pareja neurótica que dice: si tú me quieres vas a hacer eso por mí y si no es que no soy importante para ti.

También advierte de que su libro es sólo un manual instructivo con el que “no pretende transformar la personalidad de nadie”, sino solamente plantear “nuevas formas para entenderse con el mundo”.

«El psicópata es una persona que no tiene emociones, que no tiene compasión, ni empatia. No tiene ninguna posibilidad de entenderse sentimentalmente con nadie, no se enamora, es una persona fría, es un autómata. Lo que hace es solo para obtener su beneficio, que es lo único que le interesa en esta vida. Por él o ella se pueden morir las personas de su alrededor, pero mientras él sobreviva está satisfecho, no contento, porque tampoco disfrutan mucho de sus cosas. Ellos pasan por esta vida como un robot», explica Landaeta.

A juicio del experto, «la psicopatía estructural es cuando la persona es psicópata». De este modo, «la psicopatía de defensa es la que uno usa como mecanismo para la vida cotidiana. Está en la parte exterior, no es un elemento interno. Por ejemplo, cuando estás tratando de seducir a alguien y te pones ropa que te haga lucir más delgado, es una seducción psicopática».

Según Landaeta, la culpabilidad tiene su origen en la crianza familiar, que es muy contradictoria. «Para los niños, la formación que se les da es complicada de entender. Los padres dicen una cosa y hacen otra. Le dicen ‘no mientas’, ‘en casa no se acepta la mentira’, y luego si están viendo televisión y no quieren atender a una llamada por teléfono, le piden al niño que diga que no están en casa», concede.

Por consiguiente, «el niño aprende a sentirse culpable cuando dice una mentira para salir de un problema o si ocultó algo para librarse de un castigo. Y eso, a futuro, le impide manejarse con eficiencia y vivir una vida equilibrada, y lo pone en riesgo de ser victima de los manipuladores que lo hacen sentir culpable para obtener beneficios».

En cuanto a si las personas con baja autoestima más manipulables, Landaeta entiende que «desde luego, las personas que tienen esa dificultad para valorarse positivamente son las victimas perfectas del psicópata, porque existe un mecanismo denominado ‘la identificación proyectiva’ y entonces aquella persona que está siendo valorada por un psicópata, sea un líder o un dictador, se siente valiosa». De tal guisa que «estos personajes tienen una corte que los sigue, porque la gente que se pone bajo sus alas, se siente como ellos».

«Qué pasaría si te encuentras con Nicole Kidman en la calle, y ella se detiene, te sonríe, te pone la mano en el hombro y se toma una foto contigo. Seguro que piensas…¿Cómo entre tanta gente caminando por la misma calle me eligió a mi? Te sientes igual de importante que ella. Es una fantasía, pero es válido», prosigue Landaeta..

De cara aadquirir el encanto personal, el psicólogo asegura que «la mayoría de la población tiene un elemento melancólico, una sensación de que no somos perfectos, y por eso vemos que la gente vive adornándose, con tatuajes, maquillaje o anillos. Y hay personas extremadamente melancólicas que se atribuyen todos los defectos de mundo y se sienten inferiores».

«Por eso, lo que pueden hacer es identificar los rasgos positivos o virtudes que tengan. Si tú ves que tienes, por ejemplo, una voz de locutor, y admiras a algún narrador, entonces imítalo y usa ese encanto personal para tu beneficio», continúa.

La adulación al prójimo es una de las claves aconsejadas para caer bien. «Cuando haces que el otro se sienta bien consigo mismo y le haces saber que su presencia es grata, baja inmediatamente su sistema de defensa. Cuando alguien entra por la vía de la alabanza, el sistema de defensa disminuye casi al mínimo y permites entonces casi cualquier intervención del otro. Hace mucha falta que te den un masaje al ego, y esto se puede utilizar de una manera racional», asegura.

«Por ejemplo, si entras criticando a casa de alguien y le dices que no te gusta, seguramente no serás bienvenida, pero si llegas hablando de lo positivo, te abrirán las puertas de nuevo», matiza.

Para este psicólogo clínico, cuando una persona se da cuenta de que su pareja es una psicópata, o incluso padece psicosis, tiende a culparse por haber hecho esta elección. Es por eso que Landaeta les recomienda a los que se viven esta situación “no pensar que tienen un «imán» raro para la locura”, sino que deben considerar que “tal vez los hayan condicionado internamente para hallarle encanto a la psicosis”, de forma inconsciente.

Ante esta realidad, el psicólogo explica que se deben poner en práctica las técnicas que nos permitan identificar a los psicópatas, para poder defendernos. Una de estas técnicas es entrenar el uso de la perplejidad, que consiste en dejar a la persona “desconcertada” o “confundida”, para poder instalar ideas en su mente, lo cual es útil para bloquear al manipulador y que haga lo que queremos.

Como consejo, Landaeta, sugiere mantener “los sentidos bien despiertos” y hacer “un alto para revisar el código interno con el que seleccionamos a nuestra pareja, y si se trata de personas que hacen parte de nuestro entorno laboral, utilizar algunas técnicas como la “sobre-obediencia”, desarrollada en su libro.

Un mundo de mentes de cristal

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Cuando vivimos emociones negativas, repercute ya en la conexión neuronal y, por tanto, va a repercutir en el rendimiento
Cuando vivimos emociones negativas, repercute ya en la conexión neuronal y, por tanto, va a repercutir en el rendimiento

Mientras que las generaciones anteriores eran más resistentes a las adversidades de la vida («resiliencia»), la fragilidad emocional es un rasgo de personalidad creciente en la sociedad actual, algo que una educación adecuada puede prevenir, según Pilar Calvo, del Consejo General de la Psicología de España.

«La educación no es solo aprobados y suspensos, estamos hablando de algo más profundo, del desarrollo de todas las necesidades de los muchachos, de una personalidad que permita adaptarse a la realidad con competencias para ser ciudadanos proactivos y responsables», explica esta experta.

Según la psicóloga, existe una «hiperprotección» en la educación de los hijos en los últimos tiempos y una tolerancia baja a la frustración por parte, sobre todo, de niños y adolescentes.

Calvo, coordinadora de Psicología Educativa del consejo, precisa que no se está facilitando a las personas la autonomía suficiente para desarrollar y poner en práctica competencias emocionales y de conducta.

Por otro lado, nos encontramos en un mundo donde necesitamos respuestas rápidas para todo y por todo, especialmente en el caso de niños y adolescentes: «Tengo que tener lo que deseo ya, inmediatamente». Sin embargo, «aprender a esperar es importante», aconseja.

También llama la atención sobre la adicción a las nuevas tecnologías, una «hiperconectividad» que repercute en los hábitos sociales y personales de muchos adolescentes, en sus niveles de atención y concentración.

Otro elemento es el de las familias perjudicadas por la crisis económica, lo que ha repercutido en la salud mental de los padres y esto, a su vez, en la educación de los hijos. Las normas de comportamiento se relajan o, a veces, simplemente no existen por las circunstancias del hogar.

«Digamos que estamos en el siglo en el que más se habla de inteligencia emocional y, sin embargo, estamos viendo la fragilidad emocional tanto de adolescentes y jóvenes como de muchos adultos», enfatiza Calvo.

Y todo esto influye, claro, en el aprendizaje y el rendimiento académicos, pues el fracaso escolar no se debe a un déficit intelectual o de estudio siempre, sino que es fruto de «una problemática emocional, social, conductual» en ocasiones.

Un factor determinante del aprendizaje es la motivación, basada e emociones positivas, lo que nos permite poner los medios y la energía para conseguirlo. Depende de que uno tenga metas, sienta que es capaz de alcanzarlas y esté educado en el esfuerzo, lo que favorecerá la adquisición y retención de conocimientos.

Por el contrario, un nivel muy elevado de ansiedad supone que la capacidad de atención y de memoria disminuyen al darse una alteración en la zona del lóbulo frontal del cerebro.

«Cuando vivimos emociones negativas, repercute ya en la conexión neuronal y, por tanto, va a repercutir en el rendimiento», explica la psicóloga.

También los problemas para relacionarse con los demás, con compañeros y profesores, perjudican el aprendizaje, pues se tiene una sensación de poca valía, de poca autoestima.

Otro sentimiento es el de la «indefensión aprendida». Se da en aquellos chicos que crecen con la idea de que son incapaces de hacer ciertas cosas, ni lo intentan y el problema se cronifica.

Por eso, la Psicología Educativa recalca la importancia de trabajar también con los alumnos de manera «contextualizada» y con todos los miembros de la comunidad escolar, pues el ámbito educativo es «para la prevención, la detección y la intervención».

En este sentido, Calvo denuncia que esta disciplina está «desaprovechada» en el sistema educativo. Hay orientadores educativos que carecen de la formación necesaria para conocer la conducta humana.

«Pedimos que se tenga en cuenta la orientación especializada y, en este caso, a los profesionales de la Psicología», que tienen la competencia académica y la formación práctica necesarias, argumenta.

Además discrepa de que la orientación educativa se limite a la Secundaria. «Si hablamos de tareas preventivas, esto es a lo largo de toda la escolarización».

La psicóloga defiende actuar desde Infantil para prevenir los factores de riesgo, detectar y revertir cualquier problema de conducta y evitar que acabe convirtiéndose en una inadaptación.

Además, estimular los factores protectores, como los vínculos positivos, las buenas relaciones personales, descubrir la autoestima y desarrollar habilidades sociales es fundamental para que una evolución positiva y equilibrada de la personalidad

El cerebro ardiente de los copuladores intergalácticos

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Las descripciones en episodios de abducción son recurrentes y no hay evidencias se su verosimilitud;
Las descripciones en episodios de abducción son recurrentes y no hay evidencias de su verosimilitud

Las abducciones y las relaciones sexuales de terrícolas con extraterrestres son asunto de gran preocupación en el campo de la ufología. El fenómeno se conoce con el nombre de exofilia.

La exofilia se refiere a la atracción o la consumación, el placer lascivo, sensual, entre individuos de la raza humana y alienígenas, humanoides, robots y otras formas de vida no terrícolas (no confundir, por cierto, con la espectrofilia, que alude al apareamiento de humanos con espectros, fantasmas, espíritus y otras criaturas del más allá y de lo que estaremos hablando en una futura oportunidad).

Así las cosas, son cada vez más los casos de personas que, tras haber sido abducidas, afirman haber mantenido relaciones coitales con criaturas espaciales.

Por abducción se conoce en el campo de la ufología y de la ciencia ficción al acto en el cual uno o más seres extraterrestres toman a un ser vivo terrestre contra su voluntad y lo llevan a sus naves espaciales con propósitos no del todo conocidos. Uno de ellos, sin dudas, es el reproductivo.

Más todavía, el registro de cópulas o ayuntamientos entre terrícolas y alienígenas tiene una datación relativamente reciente: de acuerdo con especialistas en materia exofílica, el primer reporte “oficial” de abducción y de cohabitación interplanetaria se remonta al año 1957 en Brasil.

Construcciones mentales

Sin embargo, las abducciones extraterrestres que algunas personas aseguran haber experimentado son una construcción mental propia de individuos susceptibles a los «falsos recuerdos», según un estudio.

Según el profesor Chris French, director de la Unidad de investigación de psicología de lo anómalo del londinense Goldsmiths College, quienes dicen haber sido secuestrados por marcianos tienen un perfil psicológico concreto, con tendencia a alucinar, a creer en todo lo paranormal y a disociar la realidad, lo que puede conducir a padecer una alteración de los estados de conciencia.

La imagen de seres celestiales que mantienen relaciones con terrícolas es tan antigua como la capacidad de fantasear
La imagen de seres celestiales que mantienen relaciones con terrícolas es tan antigua como la capacidad de fantasear

French, experto en la relación psicológica con lo paranormal, comparó el estado psicológico de 19 supuestos «abducidos» y 19 voluntarios elegidos al azar. Descubrió que los que alegaban haber entrado en contacto con alienígenas tenían también el hábito de quedarse «absortos» en los quehaceres cotidianos, fantaseaban y algunos padecían «parálisis del sueño».

En este último estado la persona se despierta y siente que no puede moverse, aunque es consciente de lo que le rodea. A menudo sufre alucinaciones auditivas y visuales.

«A finales del siglo XX, un número creciente de personas de todo el mundo empezó a tener experiencias extrañas», explica French.

«Lo más corriente es que digan que los alienígenas los sacaron de la cama o el coche y, comúnmente, les describen como seres de menos de un metro, con brazos y piernas largos y cabezas enormes», afirma el profesor.

Los «abducidos» suelen explicar que los extraterrestres tienen «grandes ojos negros a través de los cuales se comunican telepáticamente», añade.

«Suelen contar cómo de repente se encontraron a bordo de una nave espacial donde se les sometió a un examen médico, a menudo doloroso, para extraerles esperma u óvulos», relata el experto.

Según French, decenas de miles de personas en todo el mundo podrían experimentar recuerdos falsos de este tipo.

Palabras que modelan sueños y estados de ánimo

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La palabra cambia la biología del cerebro y por tanto la biología de tu comportamiento y del comportamiento de tu propio cuerpo. Por tanto, no hay quitarle los sueños a las personas, hay que potenciarles
La palabra cambia la biología del cerebro y por tanto la biología de tu comportamiento y del comportamiento de tu propio cuerpo. Por tanto, no hay quitarle los sueños a las personas, hay que potenciarles

Entrenar el lenguaje para encontrar las palabras más acertadas que transformen tu vida en salud y longevidad es el desafío del libro “La ciencia del lenguaje positivo” (Editorial Paidós) de Luis Castellanos que, además de explicar cómo nos cambian las palabras que elegimos, nos propone un plan para aumentar nuestro lenguaje positivo.

Castellanos, a través del “El Jardín de Junio”, centro impulsor de investigaciones en el campo de la neurociencia cognitiva, ha formado en lenguaje positivo a colectivos de deportistas, del mundo de la empresa o incluso de la salud.

Y es que las palabras positivas tienen una repercusión directa en el funcionamiento del cerebro. Así lo constató una investigación de este centro, publicada en “Plos one”, que a través de encefalogramas comprobó que el cien por cien de las palabras positivas pronunciadas por un ordenador activaban el tiempo de reacción del cerebro frente a otras negativas o neutras.

“El lenguaje positivo tiene facilidad para transformar el cerebro humano con una alta activación”, indica el investigador.

Alegre, feliz, enérgico, animado, activo, ilusionado, orgulloso o reír, son algunos ejemplos de palabras con carga positiva de alta activación frente a otras negativas de alta activación como miedo, alertado, asustado, asco, desprecio, envidia, vergüenza, enfado o preocupado.

Y es que el lenguaje nos determina la manera de abordar la vida y lleva implícito un tipo de acción o de inacción “porque nos lleva a la elección de las palabras. No por intuición, sino por pura elección. El lenguaje es crear, no copiar”, apunta Castellanos.

Escoger bien las palabras también nos puede ayudar a enfrentarnos a nuestros miedos y a motivarnos y animarnos a nosotros mismos, al igual que pronunciamos palabras de aliento para los demás. “Podemos ser capaces de identificar palabras que a cada uno nos da esa alta activación. Mis palabras son únicas”, indica el filósofo.

En lado oscuro se encuentra el lenguaje dañino, ofensivo, la verbalización de la ira. O incluso el silencio, “una variante silenciosa de la ira, el resentimiento”.

Es un lenguaje que “tira por la borda las relaciones con la otra persona”, explica el filósofo. “Una palabra negativa -añade- tiene que estar contrarrestada con cinco positivas si queremos volver a construir algo en una relación”.

Inteligencia lingüística, inteligencia emocional

Todas las palabras, positivas o negativas, están cargadas emocionalmente por eso el lenguaje forma parte de la inteligencia emocional, aquella que nos permite gestionar nuestras emociones y las de los demás.

“En la inteligencia emocional lo primero es tomar conciencia de las emociones y con el lenguaje tomamos conciencia de nuestras propias palabras. Identificar, abrir esa palabra y habitarla si es positiva y evitarla si es negativa. Igual que regulas las emociones, regula tu lenguaje”, manifiesta Luis Castellanos.

“El lenguaje nos permite gestionar nuestra propia inteligencia lingüística y emocional. Tenemos un lenguaje interior (el que nos hace ser quien somos) y otro exterior (como queremos que nos vean los demás) pero no engañamos mucho aunque creamos que sí”, añade.

Los políticos o los médicos…¿Emplean el lenguaje positivo?

Ciertamente no. Y eso lo vivimos todos y cada uno de nosotros en un hospital o frente al televisor escuchando a cualquier dirigente político.

Por eso, Luis Castellanos defiende la idea de que el lenguaje positivo es un sistema de protección propio y de los demás en cuanto a energía, sueños, tiempo, futuro, vida y felicidad. Algo que parecen no poner en práctica nuestros políticos.

“A la clase política le falta grandeza y empatía temporal. Emplean un lenguaje neutro no habitado, que no lo han abierto. Hablan para convencer, para llevarse los votos pero no para empatizar con las personas y protegerlas en la situación en la que se encuentran”, opina el filósofo.

También el profesional sanitario en contacto directo con el paciente debe mejorar su lenguaje para convertirlo en positivo. “Se mejora la calidad de vida de las personas simplemente hablándoles y los médicos tienen que aprender a hablar porque la palabra es salud y activa y protege la energía de las personas”.

“En el hospital necesitamos energía, sistemas de recuperación y por tanto palabras que den energía. La palabra cambia la biología del cerebro y por tanto la biología de tu comportamiento y del comportamiento de tu propio cuerpo. Por tanto, no hay quitarle los sueños a las personas, hay que potenciarles”, indica el experto.

Ejercicios para comprobar tu lenguaje

El libro “La ciencia del lenguaje positivo” propone un plan para aumentar nuestras palabras positivas en tres etapas:

Tomar conciencia de nuestro lenguaje actual
Regular nuestro lenguaje mediante el entrenamiento
Consolidar el hábito de expresarnos en positivo

la_ciencia_del_lenguaje_positivoPero también se ofrecen diferentes ejercicios para que el lector se analice a sí mismo. Uno de ellos es descubrir cuáles son las palabras de ánimo que funcionan en cada uno. Para eso hay que escribir una lista de 15 palabras motivadoras de nuestro lenguaje cotidiano y decirlas en voz alta y escribirlas cuando necesitemos alentarnos. Se producirá un cambio en nuestro estado de ánimo, asegura.

Otro consejo que nos brinda Luis Castellanos es utilizar la palabra “afortunadamente” cada vez que nos topemos con un contratiempo en nuestra vida. Con el lenguaje adecuado siempre encontraremos el lado positivo de la vida.

Miedo y bondad, compañeros de amígdala

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Por sus comportamientos parecidos al de los humanos y porque viven en grandes grupos con vínculos sociales, los macacos rhesus son un buen modelo para estudiar las habilidades sociales
Por sus comportamientos parecidos al de los humanos y porque viven en grandes grupos con vínculos sociales, los macacos rhesus son un buen modelo para estudiar las habilidades sociales

La amígdala cerebral, situada en las profundidades de los lóbulos temporales, ha estado siempre asociada a emociones básicas negativas, especialmente al miedo, pero también podría estar relacionada con comportamientos positivos como la bondad o la generosidad.

Esta es la principal conclusión de una investigación liderada por el profesor de neurociencia de la Universidad Pensilvania Michael Platt, junto a Steve Chang (Universidad de Yale) e investigadores de la Universidad de Duke, y publicada en PNAS.

Según este estudio, los núcleos neuronales que forman las amígdalas también pueden influir en sentimientos positivos como las donaciones o la generosidad, un hallazgo que podría “tener implicaciones para las personas con autismo, esquizofrenia o trastornos relacionados con la ansiedad”, sostiene Platt.

“Estamos intentando identificar y comprender el mecanismo cerebral básico que nos permite ser amable con los demás y responder a las experiencias de otras personas“, explica.

“También estamos tratando de utilizar ese conocimiento para evaluar posibles terapias que podrían mejorar la función de estos circuitos neuronales, especialmente para aquellos que tienen dificultades para conectar con los demás”, puntualiza el científico.

Experimentos con macacos rhesus

Para este estudio, Platt y su equipo analizaron el comportamiento social de un grupo de macacos rhesus, una especie de primates que llevan estudiando 22 años en el laboratorio y en libertad (en la isla de Cayo Santiago, Puerto Rico).

Por sus comportamientos parecidos al de los humanos y porque viven en grandes grupos con vínculos sociales, estos macacos son un buen modelo para estudiar las habilidades sociales.

Los investigadores incorporaron a su trabajo una nueva tarea desarrollada cuatro años antes: una nueva manera de observar cómo estos animales tomaban decisiones beneficiosas, algo que Platt describió como ‘recompensa-donación’.

“Tenemos un mono actor y un mono receptor. El mono actor aprende que las formas de diferentes colores en la pantalla se asocian con una recompensa que puede ser para sí mismo, para el otro mono, para compartir entre ambos o para ninguno de los dos. Los monos entrenan esta situación un par de semanas.”

Una vez que los macacos habían entendido el juego, los investigadores presentaron al mono actor varias alternativas con sus correspondientes recompensas potenciales; los primates podían quedarse el premio (en este caso un vaso de zumo), compartirlo, regalarlo o desperdiciarlo.

“Por lo general, nuestro mono actor prefiere premiar al otro mono antes que no darle uso a la recompensa“, aunque la relación social entre los monos también cuenta: “son más proclives a dárselos a sus conocidos y subordinados”, explica Platt.

Registrando la actividad neuronal en la amígdala cerebral

Al mismo tiempo que observaban el comportamiento de los macacos, Platt y sus colegas registraron la actividad neuronal de la amígdala de cada animal y vieron que el valor de la recompensa quedaba reflejada en esta región cerebral de la misma manera en el mono que premia y el premiado.

En función de estas respuestas neuronales, los científicos podían predecir cuándo los actores iban a dar recompensas a sus semejantes.

El siguiente paso de la investigación fue fijarse en cómo variaban estos comportamientos con la introducción de la hormona de la oxitocina, implicada en los lazos sociales entre individuos.

En los animales se ha demostrado que crea fuertes lazos entre la madre y sus crías, mientras que entre los humanos el papel de esta hormona aún no está completamente definido, si bien se sabe que en algunos casos podría ayudar a personas con autismo a entender mejor los códigos sociales.

En el experimento vieron que los monos que tomaron oxitocina se volvieron más dispuestos a dar recompensas a los otros monos y a prestarles más atención.

El inseparable copiloto emocional

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Las emociones son compañeras inseparables de nuestro tránsito a través de la vida.
Las emociones son compañeras inseparables de nuestro tránsito a través de la vida.

Las emociones básicas juegan un papel protagonista a lo largo de nuestra vida. Son los conductos a través de los cuáles manifestamos la situación en la que se encuentra nuestro estado anímico. Nuria Javaloyes, psicóloga y psicooncóloga del Hospital Quirón de Torrevieja,  explica cuáles son las funciones y cómo se manifiesta cada uno de estos sentimientos.

Amor

  • Función. Gracias al amor creamos nuestros vínculos afectivos desde el nacimiento, necesarios para el crecimiento emocional sano. También, gracias a esta emoción, elegimos a nuestra pareja para formar una familia.
  • Localización en el cuerpo. Este sentimiento no se localiza solamente, como solemos imaginar, en el corazón. Al estar enamorado nuestro cuerpo se convierte en un escaparate en el que se muestran los cambios químicos que se producen a nivel interno.

    Alguno de estos cambios son: mayor nivel de endorfinas, reducción en los niveles de cortisol, incremento de la producción de dopamina, ocitocina y norepirefina, aumento de los niveles de estrógenos y liberación de malatonina.

  • Canal de expresión. Gracias al incremento de la producción de dopamina, ocitocina y norepirefrinal, nos vamos a sentir mucho más felices y a gusto con nosotros mismo y vamos a valorar más las pequeñas cosas de la vida.
  • Los beneficios para la salud son múltiples: se produce una mejora en nuestras defensas, disminuyen los niveles de estrés, desciende el riesgo de enfermedades cardiovasculares, rejuvenece nuestra piel, nos da vitalidad, nos hace estar más guapos y aumenta nuestra autoestima.

Rabia

Si no manifestamos rabia, tiende a acumularse. Por lo general, “las mujeres tienen más problemas para exteriorizarla que los hombres, ya que en el caso del sexo femenino está peor visto manifestar este tipo de emociones”, afirma Javaloyes.

  • Función. Este sentimiento nos ayuda a adaptarnos y a proteger lo que es nuestro.
  • Localización en el cuerpo. La rabia se suele acumular en la tripa o en el pecho. En muchas ocasiones también en brazos y piernas ya que “nos ayuda a ir contra quien nos genera esta emoción o quien nos hace daño”, explica.
  • Canal de expresión. Según explica la especialista, “muchas veces pagamos nuestra ira contenida con quien más confianza tengo y con quien menos se lo merece”. Antes de proceder a esto recomienda hacer deporte como boxeo, zumba o body combat ya que nos ayudará a que el nivel de rabia disminuya y a ser más asertivo con los demás.

Alegría

  • Función. Esta emoción nos ayuda a ser más creativos y a la vez tiene mucho que ver con la existencia de la especie humana.
  • Localización en el cuerpo. Se trata de una activación general en todo el cuerpo que provoca que no podamos estar quietos.
  • Canal de expresión. Los más pequeños, al no estar socializados, son grandes amigos de cómo expresar la alegría en estado puro. Es decir, “cuando un niño está contento se pone a bailar o reír sin importarle lo que piensen los que están a su alrededor”, señala la psicóloga.

“Parece que se nos permite más estar contentos que tristes, por eso, expresar y compartir la alegría no suele generar ningún problema, al contrario que la tristeza que supone una preocupación en los que nos rodean”, afirma.

Las emociones son los conductos a través de los cuáles manifestamos la situación en la que se encuentra nuestro estado anímico
Las emociones son los conductos a través de los cuáles manifestamos la situación en la que se encuentra nuestro estado anímico

Tristeza

  • Función. Es la emoción que nos ayuda a reparar las pérdidas. La tristeza está constantemente presente en nuestra vida, a medida que vamos creciendo vamos perdiendo parte de nuestra vida y los cambios se suceden de manera progresiva en el transcurso de nuestra existencia. Es un sentimiento necesario para vivir y para poder afrontar aquello que nos viene de frente.
  • Localización en el cuerpo. La ubicamos en el pecho o en el corazón y en ocasiones tenemos la sensación de respirar con dificultad.
  • Canal de expresión. Este sentimiento lo podemos manifestar a través del llanto. Cuando estamos en este estado tendemos a escribir o a realizar actividades que nos ayudan a desahogarnos.

Miedo

  • Función. La principal función del miedo es la de la protección. Gracias al miedo sentimos que una situación es amenazante y el cuerpo instintivamente se pone a nuestro servicio.
  • Localización en el cuerpo. Esta emoción por lo general tiende a paralizarnos. Los síntomas provocados por el miedo suelen ser taquicardias, sudoración, palpitación, boca seca, temblores… el cuerpo se pone a nuestro servicio cuando estamos expuestos al peligro.
  • Canal de expresión. Se manifiesta mediante una actitud paralizante que provoca confusión o huida.

El miedo se mide en una escala de 0 a 10. La experta afirma que “todos tenemos miedos” y que, además, “es bueno sentir temor hacia ciertas cosas”. Aunque alerta de que padecer miedo de intensidad 10 puede llegar a convertirse en un grave problema ya que “a ese nivel estaríamos hablando de un ataque de pánico”, por lo que “mantenerlo de 4 a 6 es lo más adecuado”.

“Es primordial reconocer y exteriorizar estas cinco emociones, ya que gracias a estas dos premisas, aprenderemos a gestionarlas de manera adecuada”, concluye Javaloyes.