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Los requiebros del lenguaje

El libro de aforismos «Dolor de rareza», del periodista y poeta José María de Loma, juega a retorcer el lenguaje con el objetivo de arrancar la sonrisa del lector pero también de provocar una reflexión.
Aficionado desde hace años al género breve del aforismo y de las greguerías, a los juegos de palabras y los retruécanos, y lector asiduo de Gómez de la Serna, el autor del libro explica que, en los albores de Twitter, vio en esa red social un lugar propicio para «concentrar un pensamiento» y empezó a publicar tuits «tratando de arrancar una sonrisa».
Ahora ha recopilado algunos de estos textos breves, acompañados de otros muchos inéditos, en este libro publicado por Ediciones Algorfa.
«Los aforismos están de moda, porque tenemos prisa y una atención muy discontinua con tantos estímulos: el teléfono o el Ipad mientras vemos una serie, y es un género en boga por ser corto», ha afirmado De Loma.
El libro es «versátil» y se presta por tanto a «cogerlo en cualquier momento, abrirlo por cualquier sitio, leer unos cuantos aforismos y pensar en ellos».
«Soy un enamorado de la gran literatura, de meterme en una gran historia de trescientas páginas, pero también me gustan estos libros que son para tiempos más cortos, o para otro tipo de lectura», ha señalado el autor.
Al principio del libro, De Loma propone dos términos a caballo entre la greguería y el aforismo, la «aforía» y el «greforismo», porque confiesa que se siente «a medio camino» entre ambos.
«Me parecía que la greguería, que me gusta mucho, era un atrevimiento, porque lo hizo la genialidad de Gómez de la Serna, y el aforismo me parecía que lleva implícito una carga de pensamiento, y que hay aforismos muy serios de amor, políticos o filosóficos».
Sobre la pureza de los géneros ha añadido que, «como en el periodismo», es «partidario de dejarla a los teóricos, los académicos y los profesores», pero a quienes se dedican al oficio periodístico o a escribir aforismos les gusta «mezclar cosas y géneros».
«Si se me ocurre algo que puede ser una chorrada o algo brillante, no quiero pararme a pensar si son galgos o podencos, si es un aforismo, una metáfora, un tuit, una máxima o un refrán al que le tuerces la pata y lo terminas de otra manera», señala De Loma.
En sus páginas ha asegurado que «la profecía es un arma cargada de futuro», que «no por mucho madrugar te mencionan en Twitter más temprano» o que «estando ‘on the rocks’ no se puede respetar el ‘off the record'», y ha echado mano del surrealismo al asegurar que «los hombres con sombrero se meten en engorros».
El libro supone un homenaje a autores como Gómez de la Serna, «un escritor genial no solo por las greguerías»; a Francisco Umbral «como el columnista total, que vivía en periodista y en escritor y lo metía todo en la columna», y a Josep Pla, «un gran diarista».
Los temas son diversos, desde los que proporciona la vida cotidiana hasta el periodismo que De Loma ejerce.
«Lanzo una mirada un poco cáustica sobre nosotros mismos, los periodistas. A veces, un síntoma de que nos hacemos mayores es que nos gusta más hablar de periodismo y teorizar que practicarlo», ha afirmado el autor, quien ha complementado su selección de aforismos con un breve ensayo sobre la paternidad.
«Ser padre te cambia la vida, pero sobre todo para bien. Es una gran experiencia que me ha suscitado muchas reflexiones. La idea que lo resume es ‘todo va bien hasta que tu hijo tropieza'».
La era de la verdad enmarañada

El concepto de posverdad se ha convertido en una palabra de moda. “Ha tenido éxito porque, en parte, suena apocalíptico, está dotado de espectacularidad, y, en parte también, porque es un concepto extremadamente moralista y con escasa fundamentación teórica”, apunta Pilar Carrera, autora de un estudio, publicado en la Revista Latina de Comunicación Social.
Según esta investigadora del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la UC3M, “este término se utiliza tanto para denominar la supuesta superación de un estado previo en el que, al parecer, la verdad era la norma, como para legitimar determinados procedimientos que tienen mucho más que ver con la esfera del poder que con la de la verdad.
Si acudimos a la definición que proporciona la RAE sobre posverdad, nos damos cuenta de lo poco novedoso del fenómeno: ‘Distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’.
Sin embargo, agrega, «hay algo nuevo. Y lo nuevo es, precisamente, que se pretenda que el fenómeno es nuevo. Declarándolo tal se consigue, entre otras cosas, focalizar la atención en fenómenos subsidiarios desde el punto de vista sistémico, como las llamadas fake news, que no cabe duda de que son bastante menos peligrosas y eficaces en términos de manipulación que las que se siguen tomando por verdaderas”, indica Carrera.
Brexit y Donald Trump
Cuando se apela a ‘hechos fundacionales’ de la era de la posverdad, se habla del Brexit y de Donald Trump, es decir, se recurre a eventos y personas directamente vinculadas con la esfera del poder político, afirma el estudio.
Se sostiene, por ejemplo, a modo de prueba de la existencia de la posverdad, que la validez de las evidencias clásicas (por ejemplo, grabaciones, fotografías, etc.) ha caído en desuso, y se dice que Donald Trump ya no se sonroja por negar algo que había sido grabado o fotografiado. “En ningún momento se cuestiona el frágil estatuto probatorio de una grabación o de una fotografía, sea analógica o digital”, precisa la investigadora.
La noción de posverdad y otras conexas (como las fake news) han florecido a la sombra de Internet y la supuesta superabundancia informativa que se le atribuye. Se dice que, en parte, esto se debe a que hablan fuentes no autorizadas, todo el mundo comenta y se crea el caos. El artículo matiza y cuestiona esta atribución de responsabilidades.
“Estamos culpando al usuario cuando éste normalmente es un viralizador y no un generador de contenidos. Quien finalmente acaba consiguiendo viralidad no es el ciudadano de a pie, sino estrategias muy planificadas que requieren de emisores en determinadas instituciones”, señala la investigadora.
Esta investigación también reflexiona sobre el papel que asumen los medios de comunicación que realizan fact-checking como una solución para combatir la posverdad. Esta “cruzada contra lo falso” puede ser interpretada también como parte de un simulacro o escenografía mediáticos, según la autora.
Cuando se busca el antídoto para la posverdad, a menudo se apela a los hechos, como si estos fueran entidades preexistentes al discurso y a la interpretación.
Hechos discursivos
“La mayor parte de las veces, lo que denominamos hechos son, en realidad, hechos discursivos o fragmentos de mediación. Pensemos de qué se componen, esencialmente, los denominados relatos de no ficción (periodísticos o documentales)”, señala Carrera. “La mentira, en el ámbito mediático, no se refuta con hechos, sino con argumentos y documentos”.
Desde hace décadas, en teoría de la comunicación se dice que las noticias están atravesadas por intereses y que tienen una agenda, un punto de vista y un enfoque.
“Convertir en verdaderas aquellas noticias que no son fakes, es peligroso. Ninguna noticia es transparente y todas, empezando por las que se toman por verdaderas, deben ser leídas como productos discursivos, como relatos sujetos siempre a interpretación y atravesados por intereses de diverso signo, no como hechos”, concluye.
5G, el progreso en lucha contra su reverso idiocrático

“Las redes 5G nos llevarán a vivir en una sociedad completamente conectada, no sólo entre personas sino también con los objetos que las rodean y los propios objetos entre sí…, se trata de una verdadera revolución tecnológica y social”, resume el catedrático de Telefónica-UC3M y director de IMDEA Networks, Arturo Azcorra.
Estos sistemas de “cobertura y capacidad casi infinitas“, que tendrán una competencia mil veces superior a la de las redes móviles actuales, “harán del tiempo y la distancia algo irrelevante”, asegura el catedrático.
“Cuando consigues un flujo de información superior a lo que una persona puede necesitar o procesar con su máquina ya consideramos que para el usuario es una rapidez inmediata”, especifica el experto sobre estos dispositivos que manejarán 5 gigabytes por segundo.
Los soportes materiales para esta tecnología van desde las “convencionales” Google Glasses, algunas de cuyas características están por desarrollar, hasta “chips que se implantarán en la persona o cascos cuya interfaz interactúa directamente con el cerebro“, de manera que “no será un visor en el que se superpone la información a la imagen, sino que se reconstruirá la propia imagen” destacando por ejemplo los objetos que más nos interesen.
El sistema de comunicación será similar a los traductores de sentidos para discapacitados que, mediante sondas, transforman por ejemplo una imagen en impulsos eléctricos para que pueda ser captada por invidentes.
Los usuarios podrán así superar la llamada “realidad aumentada” e ir un paso más allá: “no será necesario sacar la agenda del móvil, la agenda estará en ti y llamarás a tu amigo sólo deseándolo; uno no irá al médico, estará siempre en el médico a través de sensores que monitorizan su estado”, ejemplifica el experto, “serás un navegador permanentemente encendido”.
Además las redes 5G tendrán la capacidad de “aprender de nuestras preferencias y costumbres para ayudarnos a pensar mejor, todo ello de forma muy natural”, asegura Azcorra, quien sin embargo es consciente de las implicaciones “a muchísimos niveles” que conllevará esta novedad: desde limitaciones de acceso a datos médicos, hasta protección de la infancia o necesidad de preparar nueva legislación, entre otros.
“La gente tiene miedo a cualquier tecnología potente pero los propios sistemas están diseñados para contener sus problemas”, añade el catedrático, quien se muestra convencido de que esta tecnología será utilizada por “millones y millones de personas” -unos 7.000 millones de terminales-, algo que por otro lado contribuirá a bajar los precios.
Si tenemos en cuenta que entre el 5 y el 7 % de gasto de la energía total mundial proviene de la actual tecnología móvil, “es evidente que el 5G no puede ser un lujo, será asequible para todo el mundo y, queramos o no todos estaremos conectados”, pronostica.
“La humanidad ha demostrado que el 99 % de las veces utiliza la tecnología para el bien”, concluye Azcorra, desechando el riesgo del 1 % restante.
Aplicaciones médicas
El 5G abrirá la puerta a una revolución en muchos ámbitos, pero probablemente sea la salud el que impacte más directamente en el ciudadano: médico y paciente podrán estar en partes distintas del mundo, como se pudo ver en la primera operación retransmitida en directo con esta tecnología en España.
El doctor estaba en uno de los escenarios del Congreso Mundial de Móviles (MWC) y el paciente a unos cuatro kilómetros, en el primer quirófano dotado con cobertura 5G de España, en el Hospital Clínic de Barcelona.
Esta distancia puede parecer pequeña, pero en los próximos años, cuando el 5G se popularice, podrá ampliarse miles de kilómetros.
“Este era uno de nuestros sueños”, explica el jefe del Servicio de Cirugía Gastrointestinal en el Hospital Clínic, Antonio de Lacy, que estaba en el escenario dado indicaciones al equipo del quirófano sobre una intervención con laparoscopia que estaban llevando a cabo.
Las cualidades de la red 5G son mayor velocidad, hasta diez veces; aumento de la capacidad de datos y alojar más dispositivos; y una reducción brutal en el tiempo de respuesta (termino conocido como latencia).
Este último es clave en una operación quirúrgica, ya que el tiempo de transmisión es casi instantánea, lo que permite mayor precisión.
“Esto no es telemedicina”, explica Lacy, quien ha preferido usar el concepto “telementoring”, pues el objetivo de este tipo de intervenciones con tecnología 5G es que un equipo esté operando mientras un experto asesora en remoto.
El cirujano presente en el Mobile pudo comunicarse por voz con el equipo en el Clínic y dibujar sobre la pantalla en la que el equipo veía la imagen de la cámara de laparoscopia dentro del paciente.
De este modo, indicó los tejidos más delicados de la intervención y asesoró a su equipo. Antes de la operación se advirtió al público del recinto sobre la crudeza de las imágenes.
“Hasta ahora hemos estado conectando personas, ahora estamos conectado cosas”, puntualiza la directora de red de Vodafone, Julia Velasco, en referencia al ‘internet de las cosas’, el término que se refiere a la interconexión de todos los dispositivos inteligentes y que crecerá exponencialmente con el 5G.
Frente a aplicaciones más abstractas o técnicas “esto toca de manera muy cercana al usuario”, añade.
“Imagina que un médico está en África y tiene que realizar una decisión crítica, si no tiene los recursos suficientes, con esta tecnología, puede conectar con alguien que tenga los conocimientos necesarios”, explicó Rod Menchaca, CEO de AIS Chanel.
Esa diferencia que puede suponer el 5G entre la vida y la muerte, es necesario que “llegue a todo el mundo, que se democratice”, apela el directivo.
Cinco dispositivos del Mobile para mejorar la salud
Joyas inteligentes. El anillo Sierra parece un diseño más pero tiene un botón oculto, que su dueño puede presionar cuando se encuentra en situación de riesgo o sufre un ataque. El dispositivo realiza una llamada a los servicios de emergencia para que llamen al usuario y, si nadie contesta, envían un equipo al lugar donde se encuentra. El anillo incorpora una tarjeta virtual que transmiten el historial médico y la ubicación de su usuario.
Ropa inteligente que te dice si estás mal sentado. Wearlumb es una camiseta inteligente que combina diferentes sensores para prever riesgos de fatiga lumbar y dar pautas correctoras al usuario. El dispositivo ha sido desarrollado por las empresas SGS Tecnos y Worldline y el centro tecnológico europeo Eurecat.
Reloj-móvil inteligente de Nubia. Este extraño dispositivo es como si un móvil se hubiera derretido en la muñeca del usuario. Es un reloj, un móvil y una pulsera que registra el latido del usuario, le dice el ejercicio que ha hecho y si ha dormido bien. Solo está disponible en China pero llegará en el futuro a Europa y al resto del mundo.
Nuguna vibra si estás en peligro. Un empresa coreana ha desarrollado un dispositivo inteligente que se lleva en el cuello y alerta de posibles peligros a personas que no oyen o han perdido parte de la audición. Sus sensores analizan el sonido que rodea al usuario y, cuando alguno es demasiado alto -el pitido de un coche, una alarma de incendios o un grito-, transmite una fuerte vibración en la misma dirección, para que el usuario pueda reaccionar rápidamente.
Un auricular te avisa si vas a tener un ataque de epilepsia. MJN-Seras es un auricular inteligente que registra la actividad cerebral de personas con epilepsia y les avisa si van a tener un ataque con antelación, de manera que puedan ponerse a resguardo o avisar a alguien. El dispositivo consta de un pequeño audífono que se conecta al móvil por bluetooth y manda mensajes de alerta. Será aprobado este año por las autoridades europeas para su comercialización.
Río, luego existo

El ensayista alemán Manfred Geier dedica un estudio, publicado por la editorial Rowohlt, a rastrear 25 siglos de difíciles relaciones entre la risa y la filosofía, desde los tiempos en que Platón intentó desterrar el humor de los dominios del pensamiento.
El libro de Geier, titulado «De qué se ríe la gente inteligente», tiene dos vertientes. De un lado, se ocupa de rastrear los filósofos que a la largo de los siglos, en contra de Platón, han dado una valoración positiva de la risa. La otra vertiente revisa los análisis del fenómeno de lo cómico y busca respuestas a la pregunta sobre los motivos de las risa.
Platón, a quien Geier dedica un capítulo titulado «El intento por desterrar la risa de la filosofía», veía el hábito de reirse como una manifestación de arrogancia, muchas veces injustificada.
Como contraste con Platón, Geier se ocupa ampliamente de la figura de Demócrito, a quien la leyenda presenta como un sabio que no podía parar de reirse, y de la recepción que ha tenido su figura a lo largo de los años desde la antigüedad latina hasta los tiempos de la Ilustración.
Demócrito, de quien no se conserva ningún texto original, se reía ante todo, según al leyenda, de la estupidez humana y por ello autores romanos, como Horacio, utilizan su figura para criticar a sus contemporáneos y dicen que el filósofo griego se hubiera reído a carcajadas de ello.
Durante la Edad Media, según Geier, la risa fue vista como algo sospechoso, lo que, agregado a otra serie de factores, contribuyó a que la figura de Demócrito cayese en el olvido para resucitar luego con fuerza durante el renacimiento en autores como el francés Francois Rabelais, que veía en la risa lo mejor que tenía el ser humano.
En resumen, la risa de Demócrito tiene, para la mayoría de los autores que se han ocupado de ella, dos aspectos. De un lado expresa una decepción ante la condición humana, y en ese sentido sería una variante del llanto de otro filósofo, Heráclito, de quien la leyenda dice que no paraba de llorar.
Por otra parte, sin embargo, la risa de Demócrito tiene un aspecto afirmativo que muestra que, pese a toda la decepción ante la humanidad, el filósofo griego no estaba dispuesto a renunciar al goce de la vida.
A diferencia de Demócrito, para quien la risa y el humor parecían ser una actitud vital, Diógenes El Cínico, rival acérrimo de Platón, utilizaba esos dos elementos como armas críticas.
Los blancos de Diógenes eran, según Geier, las ciudades griegas y las costumbres de sus habitantes, el poder político y, ante todo, la doctrina platónica, cuya definición del ser humano como bípedo implume caricaturizó en una ocasión al irrumpir en la Academia con un gallo desplumado y con gritos de «aquí tenéis al hombre de Platón».
Muchos siglos después, en la época de la ilustración, el conde de Shaftesbury utilizaría también conscientemente el humor como arma crítica contra los fanatismos de su tiempo, a los sometía a lo que él llamaba «el test de lo ridículo».
Sin embargo, a partir de la ilustración la risa, según Geier, empezó a tener otro sentido y dejó de verse sólo como una expresión de un sentimiento de superioridad hacia los otros.
Immanuel Kant, por ejemplo, que veía en el humor un síntoma de agudeza e inteligencia, concebía la risa como una consecuencia de una tensión que súbitamente se diluye cuando entra en juego algo absurdo e incoherente. Esto causa un placer no sólo intelectual sino también físico, lo que para Kant muestra el vínculo indisoluble entre el cuerpo y el espíritu.
En todo caso, para Kant la risa no se provoca porque consideremos a otro como alguien inferior sino como una reacción a un proceso que se da en nuestro propio entendimiento. Según Kant, no nos reímos tanto de algo o de alguien sino con algo o alguien.
Al lado de la teoría de la risa como expresión de un sentimiento de superioridad y de la de la carcajada como consecuencia de una incoherencia que hace que se diluya una tensión, Geier alude a otra que está centrada en la idea del contraste y que, con distintos matices, representan Arthur Schopenhauer, Soren Kierkegaard y Henri Bergson, entre otros.
Dos capítulos del libro, dedicados a Sigmud Freud y al humorista alemán Karl Valentin, se desvían del terreno estrictamente filosófico pero en el capítulo final Geier vuelve a la filosofía y convierte en protagonistas de un diálogo de sordos a los pensadores Martin Heidegger, Rudolph Carnap y Max Horkheimer.
Sociópatas interconectados

Los smartphones son una de las herramientas más utilizadas y fueron ideados como una tecnología social que permite la conectividad en tiempo real con otras personas, pero ¿cómo afecta a la vida cotidiana su uso excesivo?
Un estudio realizado conjuntamente por investigadores de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo pone de manifiesto que un uso compulsivo de los teléfonos móviles no solo no mejora nuestras relaciones sociales, sino que podría incluso poner en peligro algunas de ellas.
“Usar el teléfono móvil de un modo compulsivo hará que tengas menos amigos y más estrés”, explica Antonio Hidalgo, profesor de la ETSI Industriales de la UPM y uno de los autores de este trabajo que ha sido publicado en la revista Social Science Computer Review.
“Aunque en un primer momento los smartphones fueron diseñados como herramientas que facilitan el contacto con otras personas y la relación con ellas, su uso compulsivo está derivando en consecuencias muy alejadas de esa idea inicial”, añade.
Lejos de apoyar una mayor interrelación entre las personas, el estudio expone conclusiones muy diferentes. “La adicción a los teléfonos inteligentes y el apoyo social se relacionan negativamente a lo largo del tiempo: a más adicción menos apoyo social. Además, las trayectorias de apoyo social a lo largo del tiempo entre individuos están influenciadas negativamente por los niveles anteriores de adicción al smartphone”, asegura Hidalgo.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores hicieron un seguimiento durante un año a 416 usuarios de teléfonos inteligentes estudiando la relación entre su adicción al uso de los mismos, el apoyo social a lo largo del tiempo y sus niveles de angustia psicológica.
“A mayor adicción al teléfono móvil también aumentan los niveles de estrés psicológico de los usuarios. Aparecen también consecuencias similares a las de otras adicciones, como la adicción al juego, como son la mala adaptación psicológica y un incremento de los problemas y los conflictos con familiares y amigos”, explica Alberto Urueña, otro de los investigadores de la UPM que participan en el trabajo.
Programados para introducirse en nuestras vidas
Los estudios sobre la adicción a los teléfonos inteligentes representan una continuación de los primeros estudios sobre la adicción a internet y a los teléfonos móviles y comparten algunas de sus premisas. Estos estudios comparten la idea de que las tecnologías de la comunicación pueden conducir al aislamiento social, lo que tiene consecuencias negativas para el bienestar.
“La versatilidad de los teléfonos inteligentes para la comunicación tiene el potencial de promover un uso cada vez más extenso en nuestra vida diaria y los investigadores estamos comenzando a advertir sobre sus posibles consecuencias negativas asociadas”, continúan los investigadores. No obstante, hasta el momento, los estudios sobre este tema son limitados dado el carácter poco representativo de sus muestras, una situación que trata de paliar este trabajo.
“La evidencia empírica sobre la relación entre la adicción a los teléfonos inteligentes y el bienestar psicosocial de los usuarios es todavía incipiente. Aunque ya hay algunas advertencias por parte de la Organización Mundial de la Salud, la mayor parte de la evidencia disponible proviene de estudios transversales realizados únicamente con estudiantes universitarios que representan solo una pequeña parte de la población. Esto hacía difícil que sus resultados pudieran extrapolarse”, explica Hidalgo.
“La importancia de investigaciones como la actual radica en que emplea una muestra representativa de la población española y hace un seguimiento más duradero en el tiempo a los usuarios, algo fundamental para seguir avanzando en estos aspectos”, concluyen los investigadores.
Repostería para mal hablados

Insultar con ingenio e inteligencia requiere clase, elegancia y una preparación que no todo el mundo tiene, según defienden los riojanos Ángel María Fernández y José Antonio Ruiz en su libro «Insultario», concebido como un manual de autodefensa ante las ofensas cotidianas.
De profesión profesor y albañil, respectivamente, estos quintos del 73 de Arnedo (La Rioja) apelan al sentido del humor como excusa para lanzarse improperios, siempre desde el cariño, según cuentan.
Amigos desde la infancia, un día comenzaron a enviarse sesudos improperios por SMS, y poco a poco, uno picaba al otro, para comprobar quién soltaba «la parida mas surrealista y absurda», ha explicado Fernández.
Cinco años después, reconocen estar «enganchados a insultarse», ahora a través de WhatsApp, pero según ha bromeado Ruiz, las ofensas de su amigo son aún «peor», porque «tiene carrera».
«Sin insulto no hay halago», ha añadido, pero «hay que odiar rápidamente para que se pase el enfado», como una especie de terapia liberalizadora.
Hay que tener «desparpajo», pero también hay que ser «cariñoso», por muy «bruta» que sea la expresión que se lance, precisa el profesor, quien sostiene que los dos son igual de «mamarrachos».
En el «Insultario» también hay insultos que hay que leer dos veces para llegar al fondo de la ofensa, porque estos amigos rehuyen el improperio «grueso» que se lanza sin sentido a cualquiera, ha añadido Fernández.
«El insultador pretende herir al insultado, por lo que en ocasiones suele caer en lo más burdo y simplón, que es lo fácil, hay que ofender con ingenio», defiende.
Su amigo lamenta que con las redes sociales «se ha perdido el arte de insultar a la cara, ahora es todo virtual».
«Te daría hostias de dos en dos hasta que fueran impares» y «No digo que sea precisamente hoy, pero en cuanto puedas vete a la mierda» son dos de las frases que aparecen en el manual, ilustrado por Carmelo Baya y editado por Pepitas de Calabaza.
También hay «maldiciones paganas» como: «Un tacto rectal y una colonoscopia cada dos horas es lo que te deseo», «Ojalá la película sea coreana sin subtítulos», «Lo que te iría bien es cogerte la chorra con la cremallera» y «Ojalá se te termine el plastidecor de color carne y tengas que colorear con el naranja muy flojito».
En el libro ironizan sobre modas y «postureo», de modo que lanzan pullas a veganos, runners, hipsters, metrosexuales y tertulianos.
Los autores no descartan publicar un segundo volumen, aunque, para compensar, entienden que estaría bien recopilar halagos en un «Piropario».
Insultos de manual
«Incrúspido», «cayuco», «ufanero», «rompegalas»; los insultos también pueden -y deben- usarse «con propiedad», como demuestra un nuevo compendio que recoge los vocablos necesarios para salir del paso en cualquier ocasión y rompe con la idea de lo que son «las buenas y las malas palabras».
«Todo el día insultamos», y «a todos», incluso a nosotros mismos-, por lo que el «Diccionario de insultos» ayuda a dejar fluir esa «catarsis» que, tras un momento de rabia, nos mantiene «firmes», señala Pilar Montes de Oca, directora de la editorial Algarabía.
El abanico de insultos, recogidos del léxico de todos los países de habla hispana, es casi inagotable. Y es que, ¿por qué limitarse a emplear el término «tacaño» teniendo «durañón», «codo» y «cenaoscuras»? ¿Por qué conformarse con el habitual «torpe» cuando existen «pañuso» o «chambón?
El compendio, de más de 2.000 entradas, es un diccionario de uso, que aporta ejemplos destinados a evitar la excesiva reiteración de palabras como el popular «pendejo» en México, que, desde el punto de vista de Montes de Oca, está «demasiado usado y es altisonante».
«Si estás en una escuela y dices ‘oiga, profesor, usted es un pendejo’, te van a correr (echar) de la escuela (…), si le dices ‘oiga, ¿no cree usted que su pregunta es muy zafia, profesor?’, lo estás insultando igual, pero de otra manera», ejemplifica la lingüista.
Las palabras provienen de una investigación en diccionarios como el de la Real Academia de la Lengua, el María Moliner, el etimológico de Joan Corominas o el de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua.
Tras meses de trabajo, Montes de Oca se plantea: ¿Hay buenas o malas palabras? ¿Las buenas palabras dónde están, o por qué hay una palabra que está bien u otra que está mal?
Mientras que algunos insultos «pueden ayudar» a expresarse, «esas palabras que tienen que ver con el sexo, con la enfermedad y la integridad física (como ‘promiscuo’, ‘tullido’ o ‘gordo’), generalmente son las que se convierten en malas palabras», señala.
Fuera de la recopilación han quedado términos «normales, los que utiliza todo el mundo», a pesar de que se han infiltrado algunos de ellos, como «boludo», pero haciendo referencia a la acepción original, que en ocasiones data de siglos atrás.
Es el caso de «boludo», que en el diccionario aparece con la descripción de «torpe, lento»: «De ahí que los argentinos lo utilicen para decir que alguien es muy tonto, pero era torpe en el original», explica la lingüista.
De acuerdo con los estudios, «las malas palabras se van desgastando y se van utilizando más; mientras más se utilizan, se va desgastando esa carga que tenían».
Esto sucedió con la palabra «buey» en México, que inicialmente se empleaba para decir a alguien que era tonto y más tarde se convirtió en una muletilla, como en Argentina ocurre con «che», relata Montes de Oca.
«No es que utilicemos más o menos (insultos), simplemente los jóvenes están más abiertos a utilizar las palabras que antes, que había una costumbre de que no podías usar malas palabras delante de tu papá», añade.
En definitiva, argumenta, con la proliferación de estas palabras el lenguaje no tiene por qué perder, porque «hay insultos muy elegantes «.
Y empleándolos, también «te estás llenando de cultura y de lenguaje antiguo».
«Es un libro para insultar con propiedad, y un diccionario que les va a servir a todos», concluye la lingüista, quien aspira a que el volumen se quede en el escritorio de los lectores y que, cuando envíen un mensaje de WhatsApp, este finalice con un inesperado «¡indino!».
Charlas encerradas en cantos de ratón

El estudio de las canciones de los ratones de los bosques de Costa Rica ha permitido descubrir el circuito cerebral que permite los rápidos toma y daca de las conversaciones, lo que puede ayudar a tratar enfermedades como el autismo,según revela un estudio divulgado por la revista Science.
Los machos de la especie estudiada, el ratón cantor de Alston (Scotinomys teguina), producen canciones con casi un centenar de notas audibles y se baten con competidores mediante turnos de canciones, que alternan como los humanos al conversar.
El estudio, liderado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, abre la puerta a un nuevo campo de investigación que permite examinar los mecanismos cerebrales detrás de la precisión menor de un segundo en los turnos vocales.
“Necesitamos entender cómo nuestros cerebros generan respuestas verbales de manera instantánea usando cerca de un centenar de músculos si queremos diseñar nuevos tratamientos para quienes estos procesos han fallado, a menudo debido a enfermedades como el autismo o eventos traumáticos, como un infarto”, explica el autor principal, el doctor Michael Long, profesor asociado de Neurología.
La investigación, agrega, “demuestra de manera directa que una región del cerebro llamada corteza motora es necesaria tanto para estos ratones como para los humanos para interactuar de forma vocal”.
Las canciones cambian con las situaciones sociales
Long y su equipo descubrieron que, junto a áreas específicas del cerebro que ordenan a los músculos crear notas, circuitos separados en la corteza motora permiten los súbitos inicios y paradas que forman una conversación.
“Al segregar la producción de sonidos y los circuitos de control, la evolución ha equipado los cerebros de los ratones cantantes con el preciso control vocal también visto en intercambios entre grillos, duetos entre pájaros y, posiblemente, discusión entre humanos”, apunta Arkarup Banerjee, estudiante de doctorado del equipo de Long.
Los investigadores hallaron que las canciones de estos roedores cambian en situaciones sociales a medida que tiene que “modificar y quebrar” estas a modo de conversación.
Se estudiaron por electromiografías
Esta estrecha conexión entre patrones de canto y lectura tomadas por electromiografías, que capturan las señales eléctricas a medida que el cerebro genera contracciones musculares, llevaron a los científicos a determinar la relación entre centros cerebrales y musculatura de las canciones.
El punto de conexión funcional está situado en la corteza motora orofacial, que es donde se regulan los tiempos del canto o conversación.
Como consecuencia de este hallazgo, los investigadores están usando ya este modelo de los ratones para guiar la exploración de los circuitos del habla en los humanos.
Al entender la actividad que permite a dos cerebros implicarse en una conversación, explicaron, se pueden observar los procesos que se desarrollan incorrectamente cuando una enfermedad interfiere en la comunicación y potencialmente desencadenar el desarrollo de nuevos tratamientos.
Ratones en el ultrasonido
Previamente, se creía que los ratones, así como otros roedores, producían frecuencias ultrasónicas haciendo vibrar sus cuerdas vocales inaudibles para el oído humano.
Sin embargo, un último estudio de la Universidad de Cambrigde y publicado en el diario Current Biology ha descubierto que producen estos ruidos usando un mecanismo similar al de los motores.
La investigación demuestra que los ratones exhalan un chorro de aire pequeño procedente de la tráquea contra la pared interna de la laringe, causando una resonancia y produciendo así un silbido ultrasónico.
Otro de los usos de estos sonidos ultrasónicos es para orientarse. Los ratones son normalmente activos en la oscuridad. Debido a esto, a menudo puede ser difícil para ellos ver. Afortunadamente, utilizan los ultrasonidos para ayudarse a orientarse en la oscuridad.
Ya sabemos que son animales bastante ágiles, ya que no solo pueden saltar verticalmente 25,4 centímetros, sino que también pueden escalar paredes completamente verticales de hasta dos metros.
Por lo que los ultrasonidos son útiles en estas situaciones, y se ha llegado a sugerir que los roedores podrían utilizarlo para obtener información sobre la profundidad del terreno y la situación de objetos a su alrededor.
Los ratones verdaderamente son criaturas fascinantes y astutas. Es por eso que son una de las plagas con más éxito del mundo.
Guerra contra la pedantería a la hora de cenar

Es verdad que la filosofía no es un ingrediente forzoso de las cenas mundanas pero, si aparece, lo mejor es utilizar el humor y la erudición de Sven Ortoli y Michel Eltchaninoff para triturar palabras como metafísica u ontología y devolvérselas al pedante de turno como si fueran un misil tierra- aire.
El ‘Manual de supervivencia en cenas urbanas’ (Salamandra) que han escrito Ortoli y Eltchaninoff es un opúsculo repleto de humor negro e ingenio, propio de unos filósofos «tan franceses», que se digiere como una deliciosa comida porque es «liviano, ágil y muy sabroso».
La historia está jalonada de cenas memorables. Desde el banquete de Platon, al de Kierkegaard -en los que se comía y, sobre todo, se bebía en pos del «in vino veritas»- al festín de piedra del «Don Juan», la Santa Cena, o los «peliculeros» de «La Grande Bouffe» o «Viridiana».
Los autores creen que no hay grandes comidas sin la construcción de una historia y, a veces, de una revelación. No suele ser el caso de las cenas urbanas pero, advierten, no hay que pensar que se está tan lejos de aquellos festines en los que Aristófanes daba la réplica a las burlas de Alcibíades.
Las cenas contemporáneas, dicen, están repletas de tics de esnobismo, falsas paradojas, amaneramientos diversos y «pasadas» sin paliativos, falsificaciones conceptuales y «teorías definitivas» que ambicionan el mismo efecto letal que las bombas de racimo que arroja un B52.
Ortoli y Eltchaninoff dejan traslucir que ellos mismos son los valerosos y orgullosos supervivientes de muchas de esas cenas y lo hacen con una ironía muy próxima, aunque lo suyo no es un «recetario» de respuestas ingeniosas, sino más bien un divertimento para los amantes de la dialéctica y, por supuesto, de la filosofía.
Se puede entrar al trapo siempre que se quiera pero, recomiendan, «si no se siente con fuerza o ganas para batallar con un pedante profesional, recurra a Epicteto: si alguien nos llama ignorantes y no nos ofendemos, sepamos que empezamos a ser filósofos».
Y nunca, nunca olvide, subrayan, que como afirmaba Lewis Carroll, «lo que se dice tres veces es verdad, y punto».
Divididos entre la llegada, el aperitivo, los entrantes, el plato fuerte, la ensalada, los quesos, el postre, y el café y la copa, proponen «lecciones» como «¿Es el principio de Popper afrodisiaco?», «Yo no tomo postre, soy epicúreo», o «Cómo comportarse con un periodistósofo», aunque sobresale por derecho propio el prefacio, firmado por un tal Marcello Yashvili-Mc Gregor, junior.
El sujeto es nada menos que Premio Nobel de Filosofía (1987), profesor invitado del Corleone Collège (Cambridge), profesor asociado de la madraza Michel-Foucault de Qom y titular de la cátedra de Metafísica Cuántica del Instituto de Transdisciplinaridad de México (MIT).
Ni hay Nobel de Filosofía ni existe el Corleone Collège de Cambridge, claro, como tampoco tiene Qom, la ciudad santa del chiísmo (Irán) una madraza Michel-Foucault, por no hablar de que es la física la que es cuántica, no la metafísica.
Y como epílogo proponen una de «ontología» esencial para la vida: «la esencia del queso gruyère es su amenaza», porque su ser son los agujeros. «A más gruyére, más agujeros; a más agujeros, menos gruyére; luego a más gruyére, menos gruyére». Y a la cama todo el mundo.
Mujeres en la sopa de letras

Desde que Antonio de Nebrija escribiese en 1492 la primera gramática castellana, la historia de la lingüística española ha estado escrita en masculino plural. La prueba es que la Real Academia Española (RAE) tardó 298 años en permitir que una mujer filóloga, Inés Fernández-Ordóñez, ocupase uno de sus sillones. Claro que la RAE tampoco aceptó en sus filas a María Moliner, cuyo diccionario han utilizado millones de personas en todo el mundo.
Esa falta de visibilidad y reconocimiento por parte de la ortodoxia académica no significa que las mujeres no se hayan ocupado del estudio del lenguaje. Al contrario. Solo en el caso español, entre el siglo XV y el XIX, fueron cientos las mujeres que ocuparon cátedras de lenguas clásicas, monjas de clausura que cultivaron la lengua vulgar castellana, mujeres traductoras, periodistas, filósofas, gramáticas…
Su obra, sin embargo, quedó oculta tras figuras como la de Nebrija en el siglo XV o el mismísimo Noam Chomsky en pleno siglo XX. Es lo que la catedrática de Lingüística de la Universidad de Córdoba María Luisa Calero llama “lingüística subterránea”. Hasta que un equipo internacional de investigadoras, coordinado por las profesoras de la Universidad de Cambrigde Wendy Ayres-Bennett y Helena Sanson y en el que participó la profesora Calero, recuperó e hizo visible las obras de las mujeres lingüistas a lo largo de la historia y en diferentes tradiciones, desde las lenguas clásicas o el castellano hasta las lenguas orientales.
Con ese objetivo, en 2016 tuvo lugar en la Royal Society de Londres un cónclave de investigadoras de más de veinte países en el congreso científico ‘Distant and neglected voices: women in the history of linguistics’, que repasó el papel de las mujeres en el estudio del latín y el castellano desde el siglo XV hasta el XIX. Un encuentro en el que se analizó la contribución de las mujeres en el estudio del lenguaje desde tradiciones tan diferentes como la occidental, la africana, la oriental o la árabe.
El objetivo, según explicaba Calero, es que “esta imponente herencia femenina se incorpore con toda naturalidad a la historiografía lingüística oficial, así como a los programas de enseñanza universitaria. Será un proceso largo, que seguramente encontrará las inevitables resistencias, pero esa incorporación de las voces de las mujeres lingüistas a la historia común será, a partir de la publicación de esta historia de las mujeres lingüistas, un hecho imparable”.
El lenguaje y la historia
Esta nueva línea de investigación no fue el primer intento de la profesora Calero de acercarse a un análisis histórico del estudio del lenguaje. Desde que en 1994 publicara el libro ‘Proyectos de lengua universal. La contribución española’, en el que repasaba los intentos españoles por crear lenguas artificiales, la catedrática de Lingüística de la Universidad de Córdoba siempre utilizó la perspectiva historiográfica para arrojar luz a la evolución del lenguaje.
En este sentido, Calero dictó un curso en la Universidad de Extremadura en el que presentó el ‘neocriollo’, una suerte de lengua mitad castellano mitad portugués que el pintor argentino Xul Solar imaginó como el idioma común para América Latina. Una idea que no prosperó pero que presenta un ejemplo más de los intentos por facilitar el entendimiento universal.
Entre las cientos de lenguas artificiales que se conocen, son muy escasas las que han llegado a prosperar como lenguas de comunicación real y efectiva. La más célebre entre ellas es el esperanto, creado en 1876 por el polaco L. Zamenhof y hoy hablada por más de dos millones de personas en el mundo, según explica Calero. Para la profesora, el esperanto es el ejemplo más claro de una de las muchas aportaciones que han hecho las lenguas artificiales a la comunicación en general.

También los inventores de lenguas artificiales han ayudado a crear nuevos códigos lingüísticos para encriptar mensajes, como fue el caso del español Juan Caramuel en el siglo XVII, entre otros. Algunos otros creadores de lenguas vieron la posibilidad de inventar nuevos lenguajes científicos para una más exacta denominación del ámbito de la botánica, la zoología, la química, la medicina, etc., como el Padre Sarmiento en el siglo XVIII.
“Todos estos casos sirven también para demostrar la aportación de las lenguas artificiales al lenguaje en particular, puesto que todos estos autores que se preocuparon por inventar nuevas lenguas de comunicación realizaron a la vez un gran esfuerzo de reflexión sobre las lenguas y el lenguaje, en su intento de hallar rasgos comunes a todas las lenguas para que esas nuevas lenguas inventadas fueran eficaces como medios de comunicación universal”, explica Calero.
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