cultura

La unión hace el ‘happening’

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George Maciunas, Dick Higgins, Wolf Vostell, Benjamin Patterson y Emmett Williams en una performance
George Maciunas, Dick Higgins, Wolf Vostell, Benjamin Patterson y Emmett Williams en una «performance»

El origen del Happening habría que buscarlo en el Surrealismo, en el llamado Teatro de la crueldad de A. Artaud y en la práctica misma del collage (entendido éste en su sentido más amplio, que abarca tanto fragmentos u objetos como acciones o personas).

El Happening establecía una relación estrecha con el público, inmerso, generalmente, en los espectáculos, reclamando su participación. En el happening intervenían, además, tres medios expresivos: el plástico-visual, el musical (sonidos y ruidos) y el teatral (monólogos y diálogos), aunque a veces incorporaban olores.

A pesar de que hacían uso de situaciones espontáneas, no se trataba de meras improvisaciones; el artista-creador preparaba un guión en el que se indicaban el escenario y las acciones, aunque dejaba los detalles a la libre elección de los actores-espectadores. Los trabajos del músico John Cage -sobre todo, sus conciertos en Black Mountain (1951-1952)- podrían considerarse un precedente histórico del Happening.

Las representaciones de los Happenings se realizaban, generalmente, al aire libre, aunque también se desarrollaban en espacios cerrados (tiendas, almacenes, metros, etcétera). El carácter abierto de sus estructuras y la indeterminación espacio-temporal (a veces estas acciones se realizaban en distintos locales y ciudades e, incluso, en diversos momentos, con la intención de romper con el sentido estático del teatro tradicional), hacían casi incompatibles estas manifestaciones con las instituciones artísticas usuales (museos y galerías).

Con ello, los creadores de Happenings pretendieron mantenerse alejados de los habituales círculos de comercialización. Sin embargo, muchos de estos espectáculos tuvieron como escenario importantes galerías, como la Reben Gallery de Nueva York.

Fue en los Estados Unidos de América donde se rea­lizaron las primeras manifestaciones de Happening, es­timuladas por las obras neodadaístas de Jasper Johns y de Rauschenberg. En la Reben Gallerg, Kaprow montaría, en octubre de 1959, su primer Happening, que llevaba por título 18 happenings in 6 parts.

A este siguieron otros, como Coca Cola Shirley Cannonball?, A Spring Happen­ing, The Courtyard, A service for the Dead. Kaprow se sentía muy cercano al automatismo de la «action painting», en especial al de Pollock, porque existían diferencias notables, pues mientras ésta prescindía de la capacidad crítica de reflexión, el «arte acción» de Kaprow activaba no sólo la imaginación, sino también la reflexión, así como el distanciamiento del espectador con respecto a la acción.

Con similar intensidad, y dentro del contexto americano, han realizado Happenings Robert Whitmann, que trabajó, fundamentalmente con celofán; Claus Oldenburg, que utilizó objetos en movimiento (los hombres entraban, asimismo, en la categoría de “objetos”); y Jim Dine. Para algunos críticos, estos montajes no fueron más que manifestaciones antiburguesas; un rechazo o una crítica al conformismo desplegado por los artistas pop.

El Happening realmente comprendía la extensión de una sensibilidad artística, o más precisamente una sensibilidad «collage-entorno» a una situación compuesta también por sonidos, duraciones de tiempo, gestos, sensaciones, incluso olores. Sus raíces permanecían en el estudio del artista y no en el teatro. No se suministraba al espectador un modelo de libreto y carácter; en cambio se lo bombardeaba con sensaciones que debía ordenar bajo su propia responsabilidad. Ésta era la esencia de una obra como El patio de Allan Kaprow. Aquí uno de los ejecutantes era un hombre que andaba lentamente en bicicleta, en círculos alrededor del espacio de la representación. Lo que usted elaborase con esto, si se encontraba allí, era cuestión suya.

Muchos artistas pop, incluyendo a Jim Dine y Claes Oldenburg, estuvieron mezclados con los Happenings. Quizás el más recordado de todos los eventos de Nueva York en este período sea El accidente automovílistico de Jim Dine, que se representó en la Galería Reuben en noviembre de 1960. Las fases sucesivas (que duraron como veinte minutos en total) eran una alegoría de las palabras del título.

En los Estados Unidos, la moda de los Happenings decayó, no sólo a causa de que los propios eventos perdieron su novedad, sino porque su papel les fue gradualmente robado por el teatro experimental o teatro fuera de Brodway. Éste adoptó no sólo muchas de las técnicas, sino también el nuevo «ethos» que los Happenings ayudaron a crear. En general, desde principios de la década del sesenta, la narrativa ha jugado una parte cada vez más pequeña en el teatro de avant-garde e igualmente ocurrió con la creación de carácter. Estos cambios brotan del arte contemporáneo.

Muy bien podría haber sido el mayor conservadorismo de las actitudes culturales en Europa el que hizo que, a pesar de que los Happenings dejaron súbitamente de estar de moda en Norteamérica, hubiera un surgimiento del entusiasmo por ellos a través del Atlántico, donde se los describió generalmente como «eventos». Los países donde había quizá más actividad eran Inglaterra, Alemania y Austria. Fuera de Europa, se crearon eventos espectaculares en Japón. Los espectáculos montados por los europeos diferían en muchas maneras de los Happenings norteamericanos que les precedieron.

Eran más abstractos, menos específicos incluso que sus predecesores. Gran parte de su energía iba a la exploración de situaciones extremas. A veces, evidentemente, los artistas que tomaban parte en ellos parecían concentrarse en una búsqueda desesperada de lo inaceptable, de algo que los devolviese a la posición de rebeldes y enemigos de la sociedad. Al mismo tiempo, estos eventos europeos eran marcadamente más intelectuales que lo que se había hecho en los Estados Unidos. Había menos disposición para considerar esta forma de actividad como un mero retozo en el mundo del arte.

La obra aún más extrema, violenta y terrorífica pertenece a varios miembros del Grupo Viena en Austria; entre ellos Hermann Nitsch, Otto Muehl, Günther Brus y Rudolf Schwarzkogler. Muchos de sus eventos y acciones son irrefrenadas expresiones de fantasía sadomasoquista. Nirsch ha pretendido que toma sobre sí «lo aparentemente negativo, desabrido, perverso y obsceno, la pasión y la histeria del acto de sacrificio de manera que USTED se evita el desdoroso, vergonzoso descenso hacia el extremo». Esto, válido o no, es un ejemplo de la aspiración hacia la intelectualidad, desconocida para los realizadores norteamericanos de Happenings de principios de la década del sesenta. El polo opuesto a la obra de este tipo estaba representado por el Estilo Bonito, la actitud estudiada, y las «performances» de los ingleses Gilbert y George.

El programa de televisión "Playboy after dark" recreaba el ambiente de los "Happenings" en las actuaciones de los grupos musicales
El programa de televisión «Playboy after dark» recreaba el ambiente de los «Happenings» en las actuaciones de los grupos musicales, pero en un tono lúdico-festivo

La propuesta original del Happening artístico tiene como tentativa el producir una obra de arte que no se focaliza en objetos sino en el evento a organizar y la participación de los «espectadores», para que dejen de ser sujetos pasivos y, con su actividad, alcancen una liberación a través de la expresión emotiva y la representación colectiva. Aunque es común confundir el Happening con la llamada performance el primero difiere de la segunda por la improvisación, dado que es difícil una real improvisación, por la imprevisibilidad.

El Happening en cuanto a manifestación artística es de muy diversa índole, suele ser no permanente, efímero, ya que busca una participación espontánea del público. Por este motivo los Happenings frecuentemente se producen en lugares públicos, como un gesto de sorpresa o irrupción en la cotidianeidad. Un ejemplo de ello son los eventos organizados por Spencer Tunik en los cuales se implican a masas de gente desnuda.

Letras y números, el debate irreconciliable

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Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al momento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes
Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al momento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes

El 7 de mayo de 1959 se pronunció una controvertida conferencia por el novelista y científico británico C. P. Snow en la Senate House de Cambridge. Esta disertación recibió el nombre de Las dos culturas, ya que alertaba de una división en el mundo occidental entre una “cultura literaria” y una “cultura científica”.

Snow describió el estado de ambas culturas como «separadas por un grueso muro de ignorancia y prejuicios recíprocos». Según Snow, además de haber derivado en dos tipos distintos de saber, ambas culturas, también habrían generado psicologías y sensibilidades diferentes.

Según el novelista y científico inglés, esta situación había llevado a una falta de comunicación entre las ciencias y las humanidades, y señaló la falta de interdisciplinariedad como una de las principales trabas para la resolución de los problemas actuales.

Para él la “cultura científica” era sinónimo de modernidad y futuro, en cambio la “cultura literaria” representaba la cultura tradicional que trataba de ignorar y minimizar la importancia de los cambios introducidos por la ciencia y la tecnología. Durante esta conferencia reprochó a los humanistas su empeño de considerar como cultura únicamente la parte literaria.

Pero el contenido de esta conferencia, que después fue publicada en forma de libro no estuvo exenta de críticas. El primero en responder fue Frank R. Leavis, un crítico literario británico muy influyente en el momento, ya que sintió que Snow atacaba todo lo que él representaba. Después le siguió el crítico literario estadounidense Lionel Trilling con su texto Más allá de la cultura y la escritora norteamericana Susan Sontag con su ensayo Contra la interpretación.

Snow recibió apoyos y críticas por su visión. En 1995 John Brockman, agente literario y escritor, publicó un libro The Third Culture, en el que participaron numerosos científicos de áreas diversas. El concepto hace referencia a la necesidad de una tercera cultura que aunara, superándolas, a las dos culturas. Su idea era que los científicos relevantes escribieran sobre sus hallazgos y sus significados para nuestras vidas (qué somos) y no dejar el tema sólo para los intelectuales tradicionales. Brockman creó Edge Foundation, Inc con ese propósito.

La voz de alarma disparó un debate que aún continúa sobre la exactitud de la visión de Snow, que probablemente pretendía más generar un debate que pusiera en acción las ideas que dar una visión acabada y dogmática. Y su triunfo se hace evidente en la perdurabilidad de su conferencia.

La mayoría de los escritores siguieron adelante creando novelas donde los avances científicos y tecnológicos se hacían presentes mucho más tarde que en el mundo real, generalmente mediante caricaturas imprecisas que popularizaron y eternizaron figuras como el ‘científico loco’, el ‘sabio distraído’ y el ‘arrogante científico que se cree dios’. Como ejemplo, el primer ordenador interesante de la literatura de ‘corriente principal’ fue Abulafia, propiedad del protagonista de la novela ‘El péndulo de Foucault’, de Umberto Eco.

En ámbitos académicos, los que toman las decisiones son aquellos que han estudiado carreras humanísticas o de letras, como políticas, dirección y administración, historia, etc. Pues estos tienen la información necesaria para visualizar el problema con perspectiva y en su conjunto, y así identificar problemas y necesidades.

Ahora bien, aquellos que hayan estudiado carreras científicas acabarán teniendo las herramientas para crear las soluciones y desarrollar los avances necesarios. Este es un esquema muy general de cómo interaccionan estas dos esferas laborales y no es difícil de aceptar.

Pero qué estos dos grupos puedan comunicarse correctamente es vital para que unos entiendan lo que les están pidiendo y otros sepan cómo pedirlo o que se puede pedir. Actualmente las dos esferas ni siquiera hablan el mismo idioma. El lenguaje científico está lleno de formas y estructuras que son difíciles de seguir, mientras que el lenguaje administrativo (pongamos por ejemplo el jurídico) es completamente impermeable para aquellos que no estén familiarizados con él.

A más ficción, más empatía

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La novela de ficción supone un desafío para las convicciones de los lectores y les fuerza a penetrar en la mente de los personajes
La novela de ficción supone un desafío para las convicciones de los lectores y les fuerza a penetrar en la mente de los personajes

Cuando la escritora Louise Erdrich obtuvo el premio nacional de literatura de EE.UU por su novela «The round house», no sabía que su obra estaba contribuyendo a incrementar la empatía de sus seguidores. Este y otros títulos novelísticos han servido a dos investigadores estadounidenses para concluir que las lecturas de ficción ayudan a las personas a identificar mejor las emociones ajenas.

Según el trabajo, este tipo de literatura permite apreciar el mundo desde otros puntos de vista e identificarse con los personajes, lo que afecta positivamente al desarrollo de las habilidades sociales.

Durante el ensayo, los investigadores dividieron a los participantes en tres grupos. Uno de ellos recibió un texto de ficción, otro uno de no ficción y el último ninguna lectura. Los investigadores, miembros del Nuevo Centro de Investigación Social de Nueva York (EE UU), seleccionaron las obras según los premios que habían recibido.

“Hemos utilizado diferentes tipos de textos”, indica David Comer Kidd, uno de los autores del estudio. “Seleccionamos extractos de los primeros capítulos de algunos libros que fueron finalistas de los Premios Nacionales de Novela o best sellers en Amazon, y algunas historias cortas de la colección de ganadores del Premio Henry”, añade.

Los expertos hicieron tres pruebas posteriores, basadas en la Teoría de la Mente (TdM), que refleja el grado en que un individuo es capaz de percibir las emociones y los pensamientos de los demás.

Este modelo tiene dos componentes, una parte cognitiva y otra emocional. “La TdM cognitiva se refiere a nuestra habilidad para reconocer lo que otra gente piensa y cree acerca del mundo que les rodea”, explica Comer. La afectiva implica la apreciación de los sentimientos.

Calibrar sentimientos

Dos de los ensayos determinaron ese desarrollo cognitivo de las habilidades sociales en los participantes. Uno es el test de los ojos de Baron-Cohen, que consiste en pedir a los sujetos que describan las emociones de la persona cuya mirada aparece en una fotografía. El otro es la prueba de reconocimiento de expresiones faciales, similar a la anterior, aunque en este caso las imágenes muestran un rostro completo.

Por último, los investigadores utilizaron el test de Yoni, utilizado para estimar también la capacidad de empatía emocional de los participantes, que requiere la deducción de los pensamientos y sentimientos de un personaje mediante unas mínimas pistas visuales y escritas.

“El hallazgo más importante es que una simple lectura corta de ficción literaria conlleva un incremento inmediato en los resultados de los test de la TdM”, explica el investigador estadounidense. “Este efecto fue igual de palpable en las personas que ya estaban familiarizadas con este tipo de textos y en aquellas que no solían leerlos”, concluye.

Según los autores, las personas que leen ficción literaria calibran los sentimientos de los demás con mayor precisión en comparación con los que leen no ficción, ficción popular, o nada en absoluto.

“Es la literatura de ficción la que mejora el rendimiento en la TdM porque los lectores deben implicarse totalmente en el texto”, señala Comer.

Por el contrario, “la ciencia ficción o las novelas románticas tienden a ofrecer personajes y situaciones establecidas, mientras que la novela de ficción supone un desafío para las convicciones de los lectores y les fuerza a penetrar en la mente de los personajes”, recalca.

Desde la infancia

El trabajo pone de manifiesto el valor de la ficción literaria a la sociedad y recalca sus implicaciones en los debates sobre la necesidad de las humanidades y las artes en las escuelas.

Jordi Solbes, investigador y profesor en el departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales de la Universidad de Valencia, se muestra de acuerdo con estos autores. “Lo que se debería fomentar es el gusto por la lectura”, indica el experto.

“Como todo, empieza en la infancia, en casa y en la escuela”, recalca Solbes. “Los niños nos tienen que ver leer en casa, hay que leerles cuentos por la noche, escucharles leer cuando sepan hacerlo, guiarles en la lectura”, añade.

Los científicos indican que las conclusiones del trabajo pueden servir para tomar mejores decisiones acerca del grado en el que se apoya la literatura, y, de una manera más amplia, el arte. “Vivimos rodeados de ficción en los libros, la televisión y en las películas; pero sabemos muy poco acera de cómo nos afecta psicológicamente”, destaca Comer.

“Esta investigación será de gran interés para la psicología y para aquellos interesados en conocer cómo la cultura afecta a las personas”, concluye el estadounidense.

Entre sus próximos proyectos se encuentra el estudio de los efectos a largo plazo de una exposición crónica a la ficción literaria.

El recordatorio del drama de los refugiados gana el World Press Foto

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El australiano Warren Richardson captó cómo dos adultos pasaban a un recién nacido por la alambrada que separa Serbia y Hungría
El australiano Warren Richardson captó cómo dos adultos pasaban a un recién nacido por la alambrada que separa Serbia y Hungría

El fotógrafo Warren Richardson ha ganado el World Press Photo, la máxima distinción del fotoperiodismo mundial, con una imagen en blanco y negro tomada en 2015 en la frontera entre Serbia y Hungría que capta a un bebé siendo pasado de un lado al otro de la valla mientras un hombre lo toma en sus manos.

«Estuve 4 o 5 días y noches en la frontera, pero este momento fue muy veloz: los refugiados venían y venían», declaró el ganador durante una rueda de prensa, y añadió que no se dio cuenta de que lo que estaban pasando a través de la valla «era un bebé».

Richardson, que trabaja como freelancer, explicó que la foto nunca fue publicada.

En la foto, la luna ilumina tanto la cara del hombre que toma al bebé en sus manos como el cuerpo del niño.

El hombre está a un lado de la frontera medio agachado, con cara de agotamiento.

Al otro lado de la frontera, unos brazos sujetan a la criatura y la pasan a través de un agujero hecho en el alambre de espino.

Entre los premiados hay dos españoles, Daniel Ochoa de Olza, que trabaja para Associated Press, y el fotógrafo Sebastián Liste.

Ochoa consiguió el segundo y tercer premio en la categoría «Historias de personas» con las imágenes «La tradición maya» y «Víctimas de los ataques de París».

Liste, por su parte, se hizo con el tercer premio en la categoría «Historias de la vida diaria» por su instantánea «Periodismo ciudadano en las favelas de Brasil».

También fueron premiados en la categoría de «Naturaleza» los mexicanos Anuar Patjane, que se hizo con el segundo puesto por «Ballenas que susurran», y Sergio Tapiro, que con «El poder de la naturaleza» fue agraciado con el tercer premio.

Un total de 5,775 fotógrafos presentaron a concurso 85,000 instantáneas.

El presidente del jurado, Francis Kohn, dijo que, durante el proceso de selección, que duró dos semanas, intentaron mantener un balance entre calidad fotográfica y valor informativo.

«Hemos recibido muchas imágenes que tenían que ver con la crisis de los refugiados: navegando en el océano, cruzando vallas fronterizas, teniendo problemas con la policía. También fotos de Siria e Irak, y muchas de los ataques de París de noviembre».

La nueva biblioteca de Alejandría está en Washington DC

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La biblioteca del congreso contiene fondos documentales, bibliográficos y fonográficos que condensan la casi totalidad del saber atesorado por la humanidad a lo largo de milenios.
La biblioteca del congreso contiene fondos documentales, bibliográficos y fonográficos que condensan la casi totalidad del saber atesorado por la humanidad a lo largo de milenios.

Se trata de una biblioteca, un templo, un museo, un tesoro encerrado pero al alcance de todos. Cualquiera puede entrar y ponerse en contacto con el manuscrito de Thomas Jefferson de la Declaración de la Independencia norteamericana, la Biblia de Gutemberg, mapas previos a los viajes de Colón o del lado oculto de la Luna, una tableta de los sumerios inscrita 2.040 años a.C., o con el borrador manuscrito por Abraham Lincoln de la proclama de la emancipación de los esclavos negros.

El contenido de este lugar de alcances apabullantes se mide en términos superlativos. Tiene la mayor cantidad de libros (viente millones) en la mayor cantidad de idiomas (470), la mayor cantidad de mapas (3.5 millones), la mayor biblioteca sobre derecho, la mayor cantidad de instrumentos Stradivarius (cinco) y la mayor cantidad de programas grabados de la televisión (ochenta mil).

Más que una biblioteca, se trata de un enorme depósito la cultura de ayer, hoy y mañana.

A diferencia de otras bibliotecas nacionales, esta pertenece a una nación de inmigrantes, con un pasado de múltiples idiomas, culturas e historias, a una nación que declaró que la búsqueda de la felicidad constituye un derecho inalienable.

La Biblioteca cuenta actualmente con cinco millones de libros en inglés y 15 millones de volúmenes en diversos idiomas. Y, como ejemplo de su variedad, tiene más libros de la literatura de Rusia y Japón que cualquier otro lugar del mundo fuera de esos países.

Tiene el contenido de los bolsillos de Lincoln el día en que fue asesinado, los libros que Hitler guardaba en su bunker en Berlín, y los últimos que leyó el zar Nicolás en su Palacio de Invierno en San Petersburgo.

Tiene los documentos de Sigmund Freud y del actor Danny Kaye, la partitura original del primer Concierto para Piano de Franz Lizst, y el dibujo original de Alexander Graham Bell de algo que llamó un instrumento para la transmisión de expresión vocal mediante telégrafo, vale decir, el teléfono.

El Congreso había dispuesto la creación de la Biblioteca hace 190 años, con el limitado propósito de permitir a los estadistas ser correctos en sus investigaciones y, mediante un apropiado despliegue de erudición…, brindar una mayor dignidad y un lustre más refulgente a la verdad .

Actualmente la Biblioteca del Congreso abarca tres edificios, los cuales llevan los nombres de Jefferson, Adams y Madison. Son 22 salas de lectura, mientras se desarrollan trabajos de renovación en la Sala Principal del Pabellón Jefferson y en la Gran Salón.

El Pabellón Madison es el mayor edificio del mundo dedicado a una biblioteca. Cada local cuenta con conexiones para transmisión de datos por televisión y por computadora, habiendo proyectos para compartir electrónicamente el inconmensurable tesoro de datos con bibliotecas de todo Estados Unidos.

Dado que el Congreso tiene prioridad, entre los 5.000 miembros del personal hay 900 especialistas dedicados exclusivamente al Servicio Congresional de Investigación de Datos.

Esos especialistas suministran a senadores y representantes todo tipo de información que puedan requerir y responden a cualquier pregunta que puedan formular.

Vista exterior de la Biblioteca del Congreso, en Washington DC
Vista exterior de la Biblioteca del Congreso, en Washington DC

El edificio original de la Biblioteca del Congreso fue destruido 14 años después de su inauguración, cuando los británicos incendiaron el Capitolio en 1814. Al tiempo que el Congreso necesitaba una nueva biblioteca, Jefferson necesitaba fondos, ya que estaba jubilado y no recibía ninguna pensión. Vendió entonces al Congreso el contenido de su biblioteca privada, de 6.487 volúmenes, en 23.950 dólares.

Lo que siguió fue que el bibliotecario principal, quien tenía el sonoro nombre de Ainsworth Spofford, era un fanático que quería océanos de libros y ríos de información . Lo consiguió al lograr que se aprobara una ley vinculada con el derecho de autor, la cual dispone que la Biblioteca debe recibir dos ejemplares de cualquier libro, mapa, cartilla, obra de teatro, partitura musical, grabado, fotografía o impreso, medida que sigue vigente en la actualidad.

Dada la ola de material que se abalanzó así sobre las instalaciones del Congreso asignadas para albergar el contenido de la biblioteca destruida, surgió la desesperada necesidad de un edificio propio.

En 1897 se satisfizo esa necesidad, con una majestuosa sede a la que aportaron su talento 52 pintores y veinte escultores de la época. Su Sala Principal de Lectura incluye una cúpula que le da casi cuarenta metros de altura. Y el cielorraso del Gran Salón es de coloridos vitrales y está decorado con mosaicos de mármol, enormes murales y decoraciones doradas.