documental
Brujas hechizadas por un diablo insaciable

La hibridación entre ficción y documental ha sido reconocida como una de las vertientes fundamentales del cine más inquieto del siglo XXI. Puede resultar sorprendente que, ya en el año 1922, un danés con el nombre de Benjamin Christensen experimentara con estas fronteras de la narrativa audiovisual.
Häxan es una obra única y singular. Una rareza que no sólo se mueve entre diferentes niveles de representación lingüística, sino que se erige, más misteriosa aún, como un gran exponente del cine de terror primigenio.
Las poderosas imágenes de esta obra componen un retrato transgresor y excesivo. Christensen no se corta lo más mínimo en la descripción del misticismo y la superstición que conformaban el caldo de cultivo de la caza de brujas en el medievo.
A pesar de su puesta en escena sobria, o quizás gracias a ella, el componente malsano y sexual desemboca en una provocadora crudeza que escandalizó a una buena parte de los espectadores de su época, siendo censurada en varios países y criticada severamente por la Iglesia Católica.
La película adopta la forma de falso documental o ensayo histórico-sociológico para recrear cómo se imaginaban en la Edad Media esas creencias en los espíritus. A través de una mirada racionalista –conviene resaltar que Christensen estudió Medicina–, el cineasta aboga por el carácter divulgativo acerca de cómo los seres humanos afrontaban lo desconocido.
Atípica muestra de cine fantástico, el imaginario colectivo de la época se articula mediante reconstrucciones dramáticas tanto de historias representativas como de alucinaciones o ilusiones.
Salpicado con intertítulos informativos con hechos sobre la época, el elemento documental se percibe principalmente en las ilustraciones del primer capítulo, así como en la secuencia donde contemplamos primeros planos de los instrumentos de tortura utilizados por la Inquisición.
La película es, no obstante, un gran espectáculo. La ambiciosa puesta en escena de Benjamin Christensen fue concebida como un fresco que aúna elementos de la alta y la baja cultura. Cercana al explotaition, Häxan está llena, sin pudor, de iconografía tenebrosa y macabra. Imágenes enfermas de gente enferma.
Sin embargo, es en la emoción donde Christensen enfoca la lente de su mirada. Los pasajes de mayor duración están dedicados al drama humano detrás de las acusaciones de herejía.
Christensen, que interpreta a un icónico Diablo con traviesa lengua, juega con el relato para que nos preguntemos quiénes son realmente los seres diabólicos.
La obra no goza actualmente de un amplio reconocimiento. No ha tenido el prestigio como pionero del documental como Nanuk el esquimal (Nanook of the North. Robert J. Flaherty, 1922) ni del terror como Nosferatu el vampiro(Nosferatu, eine Symphonie des Grauens. F.W. Murnau, 1922), dos películas que se estrenaron ese mismo año.
Su sensibilidad y su visión están muy presentes en Fausto (Faust – Eine deutsche Volkssage. F.W. Murnau, 1926), así como en buena parte de la obra de Dreyer, quien admiraba el talento de Christensen. Es difícil entender Dies Irae (Vredens dag. C. T. Dreyer, 1943) o La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d’Arc. C.T. Dreyer, 1928) sin las aportaciones estilísticas y discursivas de Häxan.
En cualquier caso, el director danés Benjamin Christensen asombró al mundo y revolucionó el medio cinematográfico con esta singular obra maestra, mezcla inédita entre documental y ficción, verdadero ensayo visual, precedente seminal y casi fundacional de formatos modernos y postmodernos como el mondo, el mockumentary o falso documental y el cine de no-ficción.
Con una imaginería fantástica que bebe en el arte medieval y renacentista, a la vez que en la tradición romántica y simbolista, utilizando actores no profesionales, novedosos efectos especiales y mezclando secuencias históricas con otras contemporáneas a la fecha de su realización, Christensen —que aparece brevemente caracterizado como el Diablo y también como Cristo— explora la realidad y la leyenda de la brujería y la caza de brujas, a la luz de la psicología de su tiempo, comparándolas con el fenómeno de la histeria femenina.
Christensen gastó una buena suma de dinero en crear un universo particular con el que sorprender y aterrar al público (no olvidemos que es una película de 1922). Los diablos, las brujas, las escenas de ultratumba, la locura de las monjas, las ancianas preparando pociones diabólicas en casas extrañas… Los efectos que debió causar en el espectador de la época debieron ser muy fuertes.
Mientras que la mayoría de las películas de la época fueron adaptaciones literarias, el trabajo de Christensen fue único, basando su película en obras de no ficción, principalmente el Malleus Maleficarum, un tratado del siglo XV sobre brujería que encontró en una librería de Berlín, así como una serie de otros manuales, ilustraciones y tratados sobre brujas y caza de brujas (se incluyó una extensa bibliografía en los créditos de la película).
Admirada por Dreyer, perseguida por la censura, remontada en 1967 en una versión reducida, narrada por el mismísimo William Burroughs, su título original daría nombre a la productora detrás de El proyecto de la bruja de Blair.
Éxtasis y muerte sin procrastinación

Al escuchar las mejores grabaciones de jazz es posible intuir la esencia de un estilo, y hasta resulta probable predecir su evolución, pero al fin y al cabo el camino es impredecible. Para ese fin, «I Called Him Morgan» de Kasper Collin no sólo se revela como el mejor documental de jazz desde «Let’s Get Lost», sino una pieza seminal para entender este género. Encantador, mercurial, alucinante, exuberante, trágico … Oh, demonios, esas son muchas palabras pesadas, pero ¿has escuchado la música de Lee Morgan? Más importante aún, ¿conoces la historia de su vida?
Es posible que Lee Morgan haya sido uno de los trompetistas más importantes del jazz, pero no tiene el nombre familiar de Louis Armstrong, Dizzy Gillespie o Miles Davis. Desafortunadamente, como Bix Beiderbecke y Clifford Brown, murió demasiado joven. Si bien la producción de Morgan como líder de su propio grupo de trabajo es sobresaliente (puedo recomendarte The Sidewinder, The Gigolo o quizás incluso The Rumproller ), también fue miembro clave del sonido clásico Blue Note supervisado por los productores Alfred Lion y Francis Wolff, así como el ingeniero Rudy Van Gelder.
Aparece Lee junto a John Coltrane en el legendario álbum «Blue Train» de 1957 . Y ese es Lee como parte de los Jazz Messengers, el supergrupo liderado por el baterista Art Blakey, quien inventó aparentemente el subgénero conocido como hard bop. Para los profanos, este sonido es la tonadilla que te acompaña mentalmente cuando piensas en el jazz. Y es Lee Morgan tocando la bocina. Y es el chillido de Lee Morgan en el segundo 0:59 de Moanin’ lo que le da a esta forma de arte su calidad inefable.
Lee Morgan era un baladista y un trompetista de hard bop absolutamente espectacular y con una personalidad única, uno de los pocos ejecutantes de su instrumento y su tiempo que no le debía nada al influyente Miles Davis (aunque sí al ahora un tanto olvidado Clifford Brown).
Pero «I Called Him Morgan» está lejos de ser un documental tradicional. Su historia dentro de una historia comienza con una entrevista de 2013 con Larry Reni Thomas, un profesor de Carolina del Norte que resulta ser un legendario DJ de jazz. A mediados de la década de 1990, cuando saludaba a los nuevos estudiantes en una clase de educación para adultos, se dio cuenta de que su nueva alumna (cerca de los 70 años) era Helen Morgan, la viuda de Lee. En 1996, Thomas se sentó con una grabadora barata y le hizo preguntas. Un mes después ella murió.
Collin recoge el testigo de esas grabaciones, sin etiquetas, marcadas por chirridos y silbidos, y de ellas emerge el fantasma de una voz. Helen Morgan nació en la década de 1920 en una zona rural de Carolina del Norte, tuvo dos hijos fuera del matrimonio a los 13 y 14 años, y luego se fue a Nueva York a los 17 años después de que su nuevo esposo falleciese en un accidente. Consiguió un trabajo en un servicio de contestador, y su departamento, ubicado cerca de todos los hotspots de jazz en West 53rd street, se convirtió en un refugio para músicos, principalmente porque estaba orgullosa de su cocina y estaba lista para alimentar a cualquiera que pegase a su puerta.
Al mismo tiempo, Lee Morgan era la joven maravilla en la escena. Collin rastrea su etapa con los Jazz Messengers utilizando una avalancha de fotografías destacadas con música. Los comentarios de Wayne Shorter, Tootie Heath, Larry Ridley y otros ofrecen una perspectiva, pero no pueden superar el remolino de imágenes que edulcora el documental. En 1964, Morgan grabó «Search for the New Land» (un argumento precursor al jazz espiritual del «A Love Supreme» de John Coltrane o «Karma» de Pharoah Sanders) pero, para ese entonces, tenía una adicción a las drogas debilitante.
Lee y Helen finalmente chocaron en 1967. Estaba atascado y congelándose en la calle, y ella lo trajo del frío. En la cinta de audio de Thomas, su recuerdo es tierno y triste. «¿Por qué no tienes un abrigo?», repite, con voz delgada y temblorosa.
Aunque 13 años mayor que él, se convirtió en su amante después de ser su enfermera. Una vez que estaba limpio de drogas, se mudaron al Bronx y él recomenzó su carrera, con ella como su mánager. Pero su relación no era tradicional. Nunca se casaron formalmente y el hijo de Helen tenía la misma edad que Lee. Aunque sin heroína en la sangre, daba la impresión de que Lee Morgan todavía estaba en la niebla, y cuando comenzó una relación con una nueva mujer de Nueva Jersey, los problemas crecieron y la pareja se desintegró.
El 19 de febrero de 1972, Lee Morgan y su quinteto estaban actuando en el club Slugs en la Calle 3ª, al sureste de Manhattan. Aquella noche se presentó en el local su compañera sentimental de la que se había separado recientemente. Discutieron en la barra del bar acaloradamente entre pases y al poco la mujer se fue airada. No consiguió convencer a Lee Morgan de que volviera con ella. Al rato, Helen volvió al local y en pleno escenario cuando Lee Morgan tocaba su ultimo tema sacó de su bolso un revolver calibre 32 con el que mató al músico de un certero y trágico disparo. Eran las 2:45 de la madrugada y Morgan falleció instantáneamente de un balazo en el corazón.
Lee Morgan, se fue con apenas treinta y cuatro años, pero en ese breve periodo de tiempo, consiguió dejar para la posteridad un enorme y soberbio legado musical repartidos a lo largo de mas de setecientos temas. Toda una proeza que muy pocos consiguen.
Jaque al cazatesoros

Una investigación sobre la vida del ajedrecista Francesch Vicent en la Valencia del siglo XV y la búsqueda de un incunable escrito por él son el hilo conductor del documental «La Dama del Ajedrez», que constata cómo se fraguaron en España las modernas normas que revolucionaron al rey de los juegos.
Con guion y dirección de Agustí Mezquida, el filme documenta que fue en Valencia donde se gestó la aparición en el juego de la poderosa dama, pieza que antes los árabes denominaban «visir», con menos valor que la reina, una denominación que probablemente se debió al creciente poder de las soberanas en la época renacentista.
El documental hace un detallado recorrido por la historia y evolución del ajedrez, surgido del antiguo juego indio del chaturanga, adoptado después por los persas y llevado a Europa por los árabes.
Mezquida resalta que, a finales del siglo XV, la ciudad de Valencia vivía un momento de esplendor económico y cultural, y entre la elite intelectual, en gran parte de origen judío, se consolidará un ajedrez con unas nuevas normas que daban mayor agilidad a la lenta y reposada forma de jugar anterior, que se utilizaba incluso como ritual de cortejo entre la nobleza.
Es en el poema alegórico «Scachs d’Amor», datado en 1475 y obra de tres autores valencianos, donde por primera vez se menciona la aparición de la dama en el juego, con lo que quedaría descartado que esta pieza se inspirara en la figura de la reina Isabel la Católica.
Mezquida considera que la aparición de la dama «podría estar más relacionada con María de Castilla, consorte de Alfonso el Magnánimo, aunque la especialista Marilyn Yalom, de la Universidad de Stanford, estima que probablemente esta pieza no surge de una sola figura, sino del hecho de que, desde hacía un par de siglos, las reinas tenían un protagonismo en la gobernanza del que antes carecían».
Veinte años más tarde, en 1495, el erudito judío valenciano Francesch Vicent recopila estas normas y publica el considerado primer tratado del ajedrez moderno bajo el título «Llibre dels jochs partitis dels scachs en nombre de 100», considerado el «santo grial» de los libros dedicados al juego.
El edicto de expulsión de los judíos de los Reyes Católicos obligó probablemente a Vicent a dejar la Península y, así, existen evidencias de se refugió en los Estados Pontificios bajo la protección de la Familia Borgia.
Diversos testimonios escritos e investigaciones como las del especialista José Antonio Garzón sitúan a Francesch Vicent como maestro de ajedrez de Lucrecia Borgia, y localizan parte de su obra reproducida en manuscritos hallados en Perugia y Cesena (Italia), o en el libro atribuido a un portugués, Pedro Damiano, tal vez un seudónimo, publicado en Roma en 1512.
Agustí Mezquida apunta que «durante años se pensó que el ajedrez moderno había nacido en Italia por el libro de Damiano, del que se hacen muchas ediciones, y porque es desde Italia donde se expande por todo el mundo», si bien ahora los expertos reconocen su origen valenciano.
La última parte del documental se centra en la búsqueda del rastro del incunable de Vicent, del que solo se conservaba un ejemplar en la biblioteca del monasterio de Montserrat, que desapareció en 1811 tras el asalto y saqueo de la abadía por las tropas napoleónicas, aunque probablemente fue salvado de las llamas por los monjes.
La pista del libro se recupera en Barcelona hacia 1913, fecha en la que «se acredita una venta a un misterioso coleccionista americano por parte del librero Salvador Babra, según relata el también librero Antoni Palau en un libro de memorias, además de conservarse cartas en las que se documenta la existencia del ejemplar», relata Mezquida.
Ante la sospecha de que el reservado comprador fuera el coleccionista americano de libros de ajedrez John G. White, Mezquida se traslada hasta la Biblioteca Pública de Cleveland, donde se conserva el legado del bibliófilo, pero sus responsables aseguran que nunca han llegado a tener el libro de Vicent, por lo que su paradero sigue siendo una incógnita.
El estrés de una semana de ocho días

“Eight days a week” es un documental con imágenes inéditas sobre las giras del cuarteto de Liverpool, desde sus comienzos en esa ciudad hasta su último concierto en EE.UU.
El documental, que hace un recorrido por la carrera de la banda de pop-rock que enloqueció a millones de fans y enseña cómo la música de cuatro jóvenes británicos se convirtió en un éxito mundial, solo se exhibirá en los cines hasta el 22 de septiembre.
La cinta revela cuatro años de la vida de The Beatles, que van desde sus primeras actuaciones en el club “The Cavern” (1962), de su natal Liverpool, hasta su último concierto multitudinario en Candlestick Park (1966), en la ciudad de San Francisco (EE.UU.).
En este periodo, la banda dio 166 conciertos en 15 países y 90 ciudades.
La película muestra la presión e histeria por parte de los admiradores que rápidamente rodeó a la banda, uno de los motivos por los que sus componentes decidieron no hacer más giras y centrarse en la grabación de temas en estudio.
El título del documental, “Eight Days a Week”, hace referencia al tema homónimo compuesto por Lennon y McCartney en 1964, para el álbum “Beatles For Sale”.
Como complemento a la película, también se proyecta una cinta de media hora de duración sobre el primer concierto de rock que los Beatles ofrecieron en Nueva York, el 15 de agosto de 1965.
Se ha remasterizado el sonido de manera que la música queda por encima de los chillidos de euforia de las 55 mil personas que asistieron al evento.
En paralelo con el estreno de la película, el nueve de septiembre salió a la venta “The Beatles: Live At The Hollywood Bowl”, un álbum con material que permanecía descatalogado desde hacía años y que recoge los tres conciertos que la banda ofreció en el recinto del título, en Los Ángeles (EE.UU.), entre 1964 y 1965.
La popularidad de los Beatles llegó a tal punto que la “beatlemanía” se transformó en una tendencia entre los jóvenes de la época, y es que, el mítico conjunto consiguió el récord de venta de discos en la década de los sesenta.
Paul, John, George y Ringo se establecieron como una banda profesional en 1961, cuando Brian Epstein, conocido como “El quinto Beatle”, les ofreció ser su representante.
Un año más tarde, con George Martin como creativo, la banda logró su primer éxito comercial con el sencillo “Love Me Do”.
El realizador de ‘El desafío: Frost contra Nixon’ se ha centrado sobre todo en la parte más artística de los jóvenes desde una perspectiva personal, donde se explican cómo aquellos británicos de pelo tazón vivieron la locura creada por su grupo musical.
Howard ha sabido dejar de lado las vidas personales independientes de cada miembro del grupo, únicamente centrándose en ellos como grupo. El documental nos lleva desde el inicio de The Beatles en los bajos fondos de Liverpool hasta su éxito tocando en estadios abarrotados de gente.
Los Beatles son conocidos en todo el mundo por sus éxitos musicales, e incluso por alguna que otra incursión en el cine. La realidad es que incluso dieron nombre a una moda que se ha extendido hasta hoy que se llama la «Beatlemanía».
‘The Beatles: Eight Days a Week’ intenta tener un tono bastante neutral en su contenido, buscando empatizar sobre todo con los seguidores del grupo. La mezcla de imágenes originales con declaraciones de los dos Beatles supervivientes y otras figuras del mundillo hace que lleguemos a comprender cómo llegaron a convertirse en el famoso grupo.
Howard ha sabido cubrirse las espaldas no jugando con la vida personal o amorosa de los miembros, dándonos un homenaje a The Beatles en toda regla donde lo importante es acercar al espectador a la verdadera historia del grupo. Algunos de los momentos más emotivos son las propias declaraciones de los jóvenes en aquel tiempo y ver ante tus ojos como en tan sólo en una década cambiaron a pasos agigantados, artísticamente y psicológicamente hablando.
La parte musical no podía faltar en un documental sobre una banda. La organización de la música está colocada a la perfección con su correspondientes etapas. Algunos de los éxitos más famosos del grupo adornan las imágenes que se proyectan, pero también se ha dado cabida a otros éxitos menores que provocaron los vítores y aplausos del público en su día.
La capacidad de mostrarnos cómo John Lennon y Paul McCartney se encargaban de escribir canciones hace que poco a poco se haga cómplice al espectador en el mundo de The Beatles aunque hayan pasado ya más de 50 años desde su formación.
El realizador también ha hecho uso de material de audio para escenificar y contextualizar a estos cuatro grandes, lo que otorga mayor creatividad en el montaje, no únicamente mostrándonos una sucesión de imágenes y declaraciones, sino también programas de radio de entonces e incluso, grabaciones del estudio de grabación del grupo. La mezcla del sonido con lo visual ha sabido ir por el buen camino, dando la información de forma más imaginativa. ¿Y qué decir de los conciertos? Un regalo a los oídos y ojos, en especial para los fans.
Como no podía ser de otra manera, el documental también analiza cómo afectó a los propios Beatles su éxito y su exposición pública, haciendo que tengamos una visión más cercana del grupo y que incluso, entendamos algunas situaciones que no terminábamos de comprender ya fuera por falta de información u otro motivo.
La influencia mediática del grupo musical se plasma a la perfección en el documental, hablándonos de cómo un grupo de pop-rock llegaron a influir no solamente como músicos sino también como personajes públicos y ejemplos a seguir de miles de fans. Al igual que pasara con ‘Amy (La chica detrás del nombre)’, el realizador intenta no ensalzar la imagen del grupo, pero desgraciadamente, en ocasiones lo hace, dado que no se llega a ver realmente la parte negativa de The Beatles.
Llamada en ocasiones como la película definitiva de The Beatles, la realidad es que no se puede otorgar todavía dicho título. Es cierto que Howard consigue darnos una imagen más personal de Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr, pero también es verdad que se nota que la familia de los miembros fallecidos han estado detrás del film, al ser a veces políticamente correctos.
Sobre las polémicas que giraron en torno a The Beatles, durante el visionado se muestran como una equivocación de aquellos angelicales niños, pero la realidad seguramente diste mucho de lo que se ve en pantalla. Aun así, el retrato que nos encontramos merece la pena y nunca es tarde para conocer todavía más detalles de lo que se escondía entre bambalinas entre The Beatles.
El fin de la banda comenzó en abril de 1970, cuando Paul McCartney anunció que se retiraba del conjunto y presentó una orden judicial para disolver el grupo.
El 31 de diciembre de ese año los Beatles quedaron disueltos definitivamente como grupo.
Uno de los eventos más tristes que rodeó a los componentes de la banda fue la muerte de Lennon, el ocho de diciembre de 1980, asesinado por un perturbado que le disparó cinco tiros a la entrada de su residencia, en el edificio Dakota, frente al Central Park de Nueva York.
La banda que se convirtió en un icono del siglo XX perdió al segundo de sus componentes en noviembre de 2001, cuando Harrison murió de un cáncer de pulmón.
A día de hoy, las canciones de los Beatles siguen sonando por todos los rincones del mundo y continúan haciendo bailar, soñar y disfrutar a todas las generaciones.
La revolución de Sixto Rodríguez

El documental Searching for Sugar Man narra la historia de un músico méxico-americano que grabó en los años 70 dos álbumes que no tuvieron mucho éxito en Estados Unidos, pero que llegaron hasta Sudáfrica, donde sus canciones acompañaron la lucha contra el apartheid.
El documental del director sueco Malik Bendjelloul, quien se quitó la vida con sólo 36 años, cuenta la historia de Sixto Rodríguez, un joven que se inició en la música en los años 60 en Detroit, nacido de padres mexicanos que habían emigrado a esa ciudad del medio oeste en los años 20.
Rodríguez, a quien le gustaba tocar y cantar en los bares de música folk, grabó un sencillo en 1967 que le permitió firmar un contrato con la discográfica Sussex, con la que hizo dos álbumes, Cold Fact (1970) y Coming From Reality (1971).
Tras estas producciones, la suerte en este país no estuvo con él ya que sus discos se vendieron poco y Sixto, cuyo nombre artístico era simplemente “Rodríguez”, regresó a la oscuridad.
Pero en Sudáfrica y en otros países de ese continente sus discos, primero en grabaciones pirata y luego en reediciones, se convirtieron en producciones de alta demanda popular.
Pronto la música de Rodríguez, que hablaba de los problemas de los desfavorecidos, se convirtió en el mensaje de fondo de la lucha contra el apartheid en ese país, ya que sus canciones animaban a los que querían desmantelar a ese régimen impuesto por la minoría blanca sudafricana desde 1949 a 1994.
De larga melena y gafas oscuras, Sixto Rodríguez no escribía canciones para escuchar o bailar, sino temas en los que hablaba de la pobreza y coraje que la gente en Detroit sentía, incluyendo las revueltas de los afroamericanos en esa época.
Una canción en particular motivaba a los sudafricanos de color a seguir luchando, era Poor Boy.
Al notar la popularidad de un artista a quien nadie conocía, la discográfica Blue Goose Music de Australia compró su catálogo de canciones y sacó al mercado ambos discos, y un nueva compilación de lo mejor de ambos, titulada At his best.
Esto llamó la atención de los sudafricanos Steven Segarmann y Craig Bartholomew Strydom quien se propusieron encontrar a Rodríguez, que para ese entonces trabajaba para una compañía en la demolición de edificios.
Finalmente, en 1998 los sudafricanos encontraron a Rodríguez, ya de 70 años de edad, viviendo en Detroit y desde entonces, la fama le ha vuelto a tocar a su puerta. La prensa ha estado fascinada con la increíble historia que recuerda que nadie es un profeta en su propia tierra.
“Cuando yo estaba escribiendo estas canciones, parecía como que una revolución estaba llegando a Estados Unidos”, contó Rodríguez a la revista Time. “Los jóvenes estaban quemando sus tarjetas de inscripción militar, y las ciudades estaban llenas de coraje”.
Ahora otros artistas están haciendo covers de su material como son sus canciones Sugar Man e Inner City Blues.
El caso de Rodríguez, cuenta Gerardo Cárdenas, director editorial de la revista Contratiempo en Chicago, es similar al de tantos músicos de blues que han vivido en la oscuridad solo para ser “descubiertos” cuando un artista blanco hace una grabación de sus composiciones.
Tal es el caso del desaparecido músico de blues Robert Johnson, quien no fue descubierto por el público norteamericano hasta que Los Rolling Stones y Eric Clapton hicieron covers de sus canciones en los años 1960s.
“El caso de Sixto no es un caso único, y él hecho es que va a seguir ocurriendo”, apunta Cárdenas. “A veces es el racismo, a veces es el aislamiento de la misma persona y a veces es la suerte”, finaliza.