enigmas
Las dos caras del otro ángel caído

Como en otras ocasiones sucede, es triste saber de la existencia de algo cuando se encuentra en práctico proceso de desaparición. Eso ocurre con los yazidíes, esa minoría religiosa de la que poco o nada se sabe, situada en el norte de Siria y de Irak, que muy a pesar suyo saltó a la actualidad por las atrocidades cometidas contra ellos.
Desde que a mediados del siglo XVIII comenzaran a ser acusados de “adoradores del diablo” por los turcos, no es la primera vez que los yazidíes son brutalmente atacados. A pesar de un decreto del Imperio Otomano de 1849 que reconoce la existencia de esta religión, han sido intensamente perseguidos, y queda constancia de ello en multitud de razzias hasta el fin del imperio, que en 1918 mandó una expedición punitiva al Yebel Sinyár, aunque por fortuna fallaron en su objetivo. Para protegerse de las incursiones de los poderes de la zona, los yazidíes siempre han habitado en las montañas y lugares poco accesibles desde las rutas principales, a lo que se suma su intenso espíritu animista, pues creen en numerosos espíritus moradores de los valles, y de las grutas.
Uno de los pilares del credo de los yazidíes es Malek Taus, el equivalente al Lucifer creador, al Demiurgo. Él es el gran arcángel de este mosaico de viejas religiones de Oriente Próximo, que se pierden en la noche del tiempo, como son el Zoroastrismo y el Mitraísmo. Los conceptos de Bien y Mal, así como el de la Transformación, están pues en juego. Él es quien gobierna el universo con otros seis ángeles, aun cuando todos ellos estén sometidos a un Dios único, creador inicial del cosmos como espíritu, pero sin interés ni influencia en el mundo de la materia. Con iconografía de pavo real, Malek Taus (ángel-pavo real) constituye tal vez el signo distintivo más particular de esta religión, la originaria de los kurdos, antes de que abrazaran el Islam, y mucho más minoritariamente el Cristianismo.
La religión de los yazidíes (del avéstico Yazáta, “deidad”, Yazdán “Dios” en el persa medio) parece proceder de los antiguos medos, que con el correr del tiempo fue incorporando diversos cultos y personajes sagrados de otras creencias, como los bíblicos Adán y Abraham. Según la tradición yazidí, tras una Creación de siete días, bella y resplandeciente, apareció Malek Taus, para sentenciar: “No hay día sin noche, ni luz sin sombras” ¡Introdujo así el contrapunto al bien en el mundo! Es uno de los motivos por los que ese credo, apenas conocido en Occidente e incluso en su zona de origen, ha sido tildado por los pueblos cercanos como “adoradores del diablo”; pero no de Satán, que representa el mal absoluto, el rey del infierno, sino más próximo a Lucifer, el bello ángel caído de la tradición cristiana.
En esta religión, sin embargo, en absoluto tiene esa figura una naturaleza negativa, sino radiante y poderosa, de ahí la riqueza de los colores que despliegan las plumas de la emblemática ave, símbolo en Oriente de la belleza y la inteligencia supremas. Nada tiene que ver el culto que se le rinde con el “príncipe de las tinieblas” de la demonología occidental, ni siquiera con la primitiva mesopotámica, cargada de espíritus demoniacos a quienes debían ofrecerse cruentos sacrificios.
Malek Taus es pues un equilibrador de los dos principios: del bien y del mal. De él se dice que es como el fuego, que da luz e ilumina, pero que también quema y mata. Malek Taus toma cuerpo en un objeto ritual consistente en una palmatoria (sanyák), por lo común de cobre, en cuyo extremo se encuentra la figura del pavo real. De una altura media no superior al metro, esta se halla en Lalish (norte del Kurdistán iraquí) y es llevada a diversos lugares donde se practica el yazidismo, para así santificarlos, aunque no permanece en ellos, sino que vuelve al santuario primigenio. Este, centro mundial de la espiritualidad yazidí, lo es por estar allí enterrado el jeque Adi (shayj Adi bin Mustafer), apóstol de esta religión sincrética, al tiempo que parte integrante de su particular “Trinidad”, junto a Dios (Azda, Yazdán o Ezid) y Malek Taus.
El shayj Adi, cuya lengua materna era el árabe, nació en la localidad de Beyt Nar (en el actual Líbano, junto a Baalbek) a finales del siglo XI de la era cristiana, y disfrutó a lo largo de su vida de una fama de persona santa, cercana a la mística musulmana. Fue al parecer a una edad ya avanzada, cuando extendió la fe yazidí, de ahí que esta religión se haya confundido a menudo con el sufismo, cuando sólo tiene alguna lejana similitud, como la música ritual y algunas concepciones cósmicas. Este reformador es considerado por la mayoría de los practicantes como la manifestación terrestre de Malek Taus, y se le otorgan poderes divinos, razón por la que uno de los ritos reservados a los iniciados es el giro en torno a su tumba, en una sala del complejo de Lalish, santa santorum del mismo y de visita muy restringida.
El yazidismo es una religión pacífica, y al contrario que el Islam militante, tiene una actitud respetuosa hacia todos los demás credos, pues como ella misma refleja en su carácter sincrético, “todas tienen algo de verdad”. La parte escrita reviste poca importancia entre sus practicantes. No existe un corpus como tal, sino una serie de tabúes concernientes a la pureza, así como creencias transmitidas oralmente y un profundo sentido del misterio ante la creación, que despierta la devoción del creyente.
Para el yazidí, el alma nunca muere sino que de forma cercana a la transmigración oriental de las almas, sufre un proceso de perfección a lo largo de sucesivas existencias hasta unirse finalmente a Dios. Este carácter permisivo del yazidismo tiene seguramente relación con el que nunca se haya impuesto por la fuerza ni reinado, como otras religiones mayoritarias, aunque tal retraimiento y falta de relación con el poder político, como medio para su propia supervivencia, le ha hecho ser en extremo hermética, aún más que la religión de los drusos, también antiproselitista, mistérica, y creyente en la reencarnación del alma.
El español con rayos X en los ojos

Nueva York, primeros de mayo de 1924. Olvidados ya los fríos invernales, la jornada había sido apacible en las bulliciosas avenidas de la gran urbe. Transcurrieron horas y cayó la noche. En el vestíbulo del hotel Pennsylvania, una enorme mole de cemento situada en pleno corazón de Manhattan, la expectación era máxima. Aunque parezca mentira, los allí reunidos habían dejado de hablar durante horas sobre la imparable subida de la Bolsa de Wall Street con la que todos pensaban enriquecerse.
El motivo justificaba aquel sepulcral silencio: un individuo anunciado como El hombre que tenía rayos X en los ojos se disponía a realizar el prodigio de atravesar con su mirada la infranqueable barrera de la materia. Con tan rimbombante nombre se presentaba ante el público americano un español de diecinueve años llamado en realidad Joaquín María Argamasilla, que aseguraba ser capaz de ver a través de cualquier objeto opaco. El joven salió al escenario dispuesto a demostrar sus increíbles poderes. Si lo conseguía, tendría el mundo a sus pies. Y estaba convencido de poder hacerlo… Al menos, hasta que descubrió entre el público la grácil figura de Harry Houdini, el más célebre mago y escapista de todos los tiempos. En ese mismo instante, Argamasilla se echó a temblar.
El español era ya de sobra conocido en su país antes de llegar a América. Su presunta capacidad paranormal había causado una acalorada polémica. En las tertulias madrileñas no se hablaba de otra cosa. España entera se dividió entre sus detractores acérrimos y sus defensores más apasionados, entre quienes se encontraba Ramón María del Valle-Inclán, siempre dispuesto a no perderse ningún tipo de sarao. A iniciativa de la reina Victoria Eugenia de Battenberg, se constituyó una comisión de científicos para estudiar la controvertida cuestión. En Francia, el premio Nobel de medicina, Robert Richet, creyó ver en los portentosos poderes de Argamasilla un nuevo horizonte para la ciencia. Casi nada.
¿Y de dónde había salido semejante fenómeno?, se preguntará el lector. Sobre todo, teniendo en cuenta que Joaquín María, como cualquier otro ser humano, había nacido de la simiente de su padre, un individuo llamado como él que estaba en posesión del marquesado de Santacara.
Resultaba además que el marqués tenía dos aficiones de lo más curiosas y dispares: el carlismo y el ocultismo. La primera le venía de linaje. De hecho, llegó a iniciar una carrera política en las filas del Partido Carlista que resultó ser finalmente un fiasco. Así que se volcó en el ocultismo. El marqués de Santacara se dedicó desde entonces al estudio entusiasta de disciplinas como el espiritismo, el hipnotismo o la clarividencia. El problema era que empezó a practicarlas con su propio hijo, Joaquín María, cuando éste era aún adolescente. El padre no tardó en anunciar que había descubierto una nueva facultad humana consistente en ver a través de los cuerpos opacos, y que su vástago era el sujeto más apto para la demostración de tan extraña facultad.
Desde entonces, la vida de Argamasilla hijo se convirtió en un auténtico frenesí. El padre no paraba de organizarle sesiones en las que el joven debía irrumpir ante la concurrencia con los ojos vendados y tratar de leer así hojas de papel guardadas en cajas herméticas o de adivinar la hora de los relojes. Al parecer, siempre lo conseguía. Por eso mismo, se armó el revuelo que le condujo nada menos que a Nueva York.
Regresemos ahora al Hotel Pennsylvania. Dejamos a Argamasilla temblando sobre el escenario desde que atisbó al gran Houdini entre el público. ¿Qué le hacía estremecerse de ese modo? Tiritaba de miedo. No en vano, el célebre escapista se había convertido en el azote de espiritistas y farsantes, a quienes desenmascaraba uno tras otro apareciendo de improviso en sus demostraciones. Houdini odiaba a los amantes de lo inexplicable desde el día en que una médium desaprensiva intentó engañarle, asegurándole que había contactado con el espíritu de su querida madre. Jugar de ese modo con sus sentimientos más íntimos jamás lo perdonó.
A Houdini no le resultó difícil desentrañar el misterio de los poderes del joven español. Para comprobar si Argamasilla utilizaba cajas manipuladas y veía a través de su vendaje, le desafió ante el público a emplear dos urnas de su fabricación. El español se negó y, claro, su postura le dejó en evidencia. Pese al descrédito Argamasilla no regresó a España de ningún modo cabizbajo. La mayoría de la prensa cerró filas en su apoyo, considerándole un heraldo de la hispanidad. Verlo para creerlo.
Hoy la llamada visión de rayos X tiene un amplio uso en la ciencia y la tecnología más vanguardistas. Se utiliza, por ejemplo, en el campo de la exploración espacial. Así, algunos telescopios empleados por la NASA han sido capaces de captar impresionantes imágenes de un agujero negro devorando a una estrella. La Policía de Nueva York, por su parte, podría contar pronto con una herramienta de visión de rayos X capaz de detectar a distancia si una persona lleva encima un arma. Los diseñadores de esta tecnología creen que también podría emplearse en la medicina y en el campo de la producción de componentes de ordenadores. Otros beneficiarios podrían ser los espías, que podrían distinguir el texto de una carta en el interior de un sobre cerrado.
Al infierno se llega escalando

¿Qué tienen en común Fernando Pessoa, Churchill, el Sgt. Pepper’s, Somerset Mau-ghan, el guitarrista de Led Zeppelin, el MI5 y la Francmasonería? La respuesta al enigma no sería sencilla de resolver para alguien que no estuviera versado en la Cábala, la alquimia o las iniciaciones antiguas, como el gran Aleister Crowley, también conocido como «La Gran Bestia», «To mega therion», «666», «Frater Perdurabo» o «Baphomet».
Poeta, místico, narrador, montañista, aventurero, mago, espía al servicio de Su Majestad, pornógrafo, erudito, heroinómano, amante bisexual incansable… Crowley es esto y mucho más, una figura inclasificable e incómoda de la literatura más intempestiva que, por desgracia, ha pasado relativamente inadvertida para la crítica «seria». Resulta muy lamentable que la obra de este personaje, que fue todo un fenómeno de masas en su tiempo y que escribió cientos de páginas tan memorables como oscuras, haya caído en la incuria, cuando no directamente en el total desprecio.
Su vida azarosa le convierte en un personaje novelesco. En el cénit de su popularidad, Crowley vivió en un escándalo permanente, creador de su propio personaje inquietante, que inspiró a todos los científicos locos y magos perversos de la posteridad, como «el hombre más malvado del mundo», como le llamaron los diarios británicos, que le acusaban de satanista y espía germanófilo. Fue iniciado en diversos esoterismos, consumió todo tipo de drogas, se casó varias veces –en busca de su «Mujer Escarlata»– y tuvo innúmeros amantes de ambos se-xos en sus ritos de magia sexual. Fundó una religión y escandalizó en todos los países que visitó, varios de los cuales le expulsaron. Pasó de tener una amplia fortuna, heredada de su puritano padre, a vivir de las rentas de sus adeptos y admiradores, burgueses epatados por su carisma.
Para conocer su biografía se puede acudir al libro adverso de John Symonds, su albacea literario, o a la más ponderada aproximación de Martín Booth. Y tras su muerte, porque su figura alcanzó dimensiones de leyenda: incluso sus moradas fueron concebidas como puertas al más allá: una fue la inclasificable mansión Boleskine, junto al Lago Ness, que compró el guitarrista Jimmy Page; otra la Abadía de Thelema, que fundó en una casa de Cefalú (Sicilia) y que hace no mucho salió a la venta; o el edificio Dakota (Manhattan), que atestiguó el asesinato de Lennon, quien años antes le había puesto en la portada del «Sgt. Pepper’s» e imitaba su gestualidad mística. Es conocida su influencia en el heavy metal y en artistas como Jim Morrison o Da-vid Bowie.
Dejando de lado sus vertientes de iniciado y profeta, y su éxito en la cultura popular, se publica ahora una estupenda edición en Valdemar con tres obras clave, en traducción de José Ruiz Casanova y edición de Frank G. Rubio. Rubio destaca en la introducción dos facetas no tan conocidas de «la gran Bestia»: su relación con el espionaje británico –como el escritor homosexual W. Somerset Maugham, que le retrató en su novela «El Mago»– y la política de entreguerras, también a través de la masonería.
Cuenta la leyenda que Crowley recomendó a Winston Churchill que hiciera su famosa V de victoria como una clave hermética que atraería la fortuna en guerra. Y parece que en Estados Unidos, Crowley hizo de doble agente para ganarse a los americanos para la guerra contra Alemania. También se comenta su paso por la masonería y su contacto con la Golden Dawn –de la que era miembro W. B. Yeats– y su fundación de la sociedad A?A? (quizá Argentium Astrum), antes de llegar a la revelación de Thelema.
Poderosos poemas
La primera parte es imprescindible por varios motivos: «El libro de las mentiras» (1918), es una de las obras emblemáticas de Crowley, descatalogada durante mucho tiempo. Incluye poderosos poemas, glosas crípticas y cabalísticas de una asombrosa erudición. Fue considerado revelación de secretos masónicos por la Ordo Templi Orientis, que luego le ofreció un lugar de excepción. Su capítulo 25, por ejemplo, da buena muestra de conocimientos esotéricos al comentar en el griego de los papiros mágicos el pentagrama y el ritual de su A? A?. Es curioso ver citados a los démones antiguos en una especie de peán barroquista. Otro ejemplo está en el capítulo 60, que testimonia el saber mitológico del autor sobre el ciclo del Grial y la Biblia, que sabía casi de memoria desde niño.

El segundo libro, «Konx Om Pax» (1907), que recoge en su título las enigmáticas palabras que, según la tradición, se decían en el clímax de los misterios de Eleusis, es una interesante mezcla de géneros literarios que va desgranando como en un relato temas como su nueva moral o el ascenso del alma al saber místico, con ciertas tonalidades burlescas así como demónicas. El tercero, «El Equinoccio de los Dioses» (1936), realmente supone una glosa de su obra más importante, «El libro de la ley», revelado supuestamente en Egipto por una divinidad mediadora. Explica en él las circunstancias de esta revelación de su religión, entre mística y nietzscheana de la pura voluntad.
La verdad apócrifa del amigo Judas y la esposa María Magdalena

En los primeros meses de 2006, la National Geographic Society presentó su trabajo de restauración y traducción de un libro llamado «El Evangelio de Judas», además de un documental sobre este mismo manuscrito que se creía perdido, lo que produjo un considerable revuelo en el mundo.
“Su lectura, tras de dieciséis siglos, permite obtener una visión de Jesús de Nazaret y de Judas Iscariote muy distinta a la que trasmiten los Evangelios que contiene el Nuevo Testamento en la Biblia”, señala el doctor en Antropología Social y Cultural, y Máster en Sociología, Fernando Klein Caballero.
Este investigador uruguayo, autor de Los Evangelios Gnósticos, Jesús Apócrifo, La Biblia desnuda, La iglesia de papel y Los Evangelios Prohibidos, entre otros libros, es uno de los grandes conocedores y principales investigadores en español del Evangelio de Judas.
“Esta obra se inscribe en la tradición gnóstica, una de las sectas que componían el universo inicial y fecundo del cristianismo. Estos textos se caracterizan por lo hermético de su lenguaje, por sus alegoría y su difícil comprensión”, asegura Klein quien es miembro de la American Anthropological Association (AAA), de la European Association of Social Anthropologists (EASA) y de la International Sociological Association (ISA),.
El texto, encontrado en Egipto, en una zona situada a orillas del río Nilo, está escrito en lengua copta y se puede datar hacia el año 200 d.C., se trata de un manuscrito formado por trece planchas de papiro, en él el gran traidor que era Judas Iscariote es presentado como el mejor amigo de Jesús y el encargado de iniciar su Pasión, según Klein.
La obra, asegura, ofrece una visión completamente diferente a la establecida sobre el vínculo entre Jesús y Judas.
“El propio Jesús habría pedido a Judas que lo ‘vendiera’ a las autoridades, y le habría dicho que así cumpla, de entre todos los discípulos, la labor más importante: ayudarlo para que se lograra su plan”, señala.
“El Evangelio de Judas dice con toda claridad: ‘Tú los sobrepasarás a todos. Tú sacrificarás al hombre que me recubrió. Es decir, Judas habría ayudado a Jesús a liberar su espíritu del envoltorio carnal, con lo cual se puede transformar la visión clásica de Judas, apunta el antropólogo uruguayo.
Gracias a esa tarea, el cristianismo comenzaría a dar sus primeros pasos: Judas habría ayudado a poner el “punto final” al ministerio de Jesús, para dar lugar al momento de la Pasión, de acuerdo a las investigaciones de Klein.
Según el especialista, “esta visión contradice la imagen que han trasmitido los cuatro Evangelios sobre este discípulo, quien en esos textos traiciona a Jesús y lo entrega a los sacerdotes (Mateos 26:47, Marcos 14:44; Lucas 22:47), y el texto gnóstico lo convierte en el mejor amigo de Jesús, en el único que sabía quién era realmente y en su elegido para ayudarlo a completar su misión”.
El amigo de Jesús
“El Evangelio de Judas ha causado gran polémica en la Iglesia cristiana”, explica el doctor Klein desde El Cairo (Egipto), impulsor de una serie de investigaciones sobre los Evangelios apócrifos y otros elementos relativos a la religión cristiana.
“Judas Iscariote era el único apóstol originario de Judá, pues los demás eran galileos. Jesús sabía de la traición de Judas pues lo anuncia en la comida de Pascua y lo señala en la mesa como el traidor que lo entregará a las autoridades”, señala Klein.
Los Evangelios no concuerdan en el motivo de la traición: si hubo de por medio dinero o no, y el precio de treinta monedas de plata sería una reinterpretación de Zacarías (11:12) “Yo les dije ‘si ustedes quieren, páguenme mi salario: si no, quédense con él’ Y le dieron treinta monedas de plata”, documenta Klein.
“En el Evangelio de Lucas, se indica que la traición ocurrió porque Satanás entró en Judas antes de la cena de Pascua pero, según el Evangelio de Juan, Satanás entró en él en plena cena. Satanás, por otra parte, no es mencionado ni en el Evangelio de Mateo ni en el de Marcos y, finalmente, Mateo dice que Judas se ahorcó, pero Lucas contradice lo anterior, afirmando que Judas se habría despeñado, reventándosele las entrañas”, de acuerdo a Klein.
“La situación de Judas como el compañero y amigo de Jesús contradice plenamente las enseñanzas de los Evangelios canónicos aceptados por la Iglesia cristiana”, según Klein.
“En este caso Judas pasaría a ser amigo de Jesús y ayudarlo a emprender su camino y desarrollar su martirio, sin que Jesús haya muerto necesariamente después de eso”, declara.
Textos intocables
“De la misma época que el de Judas, es el Evangelio gnóstico de Marión o de María, donde María Magdalena se presenta como la novia o la esposa de Jesús”, señala Klein.
“Estamos descubriendo continuamente nuevos materiales que apuntan a una realidad que es muy diversa y distinta a la que ha indicado desde hace varios milenios la Iglesia cristiana”, adelanta.
“La Iglesia cristiana estipula o maneja la idea de que todo esto del Evangelio de Judas es parte de los Evangelios Gnósticos y que se encierra en una percepción del mundo desde el gnosticismo, pero la realidad es que son escritos que datan del 140 al 200 d.C. y no mucho más allá de esos años, y que han permanecido intocables por la mano humana”.
“Por su parte, los Evangelios canónicos, como los de Lucas, Mateo y Marcos, son todos posteriores, y han sido escritos y transcritos una y otra vez, hasta llegar hasta épocas donde su escritura ha quedada fija”, señala.
“Entonces, a la hora de elegir en qué tener fe o en qué creer, ¿optaremos por el escrito más próximo a la vida de Jesús y que no ha sido tocado desde entonces, o por escritos que han sido modificados una y otra vez por motivos de poder o debido a que han sido objeto de falsa transcripción, dificultades o errores?, se pregunta el autor de Los Evangelios Gnósticos.
Canónicos y apócrifos
Es importante distinguir entre lo que son los escritos llamados “canónicos” y aquellos denominados “apócrifos”, indica Fernando Klein.
Usualmente, explica, se consideran como escrituras canónicas esencialmente a aquellas que fueron escritas “inspiradas” por Dios.
“Todas aquellas obras que, presentando una estructura similar tuvieron un origen ‘no Divino’ y que fueron dejadas fuera del canon (listado de libros aceptados), excluidas de la Biblia, tienen el nombre de apócrifas (su significado literal sería ‘oculto’, ‘secreto’)”, prosigue.
Según Klein debemos considerar que, hasta donde se sabe, Jesús no dejó palabra escrita sobre sus acciones o dichos: lo que sabemos de su ministerio, la Pasión y su crucifixión, surge de escritos que son posteriores a Él.
“Por un lado tenemos los Evangelios del Nuevo Testamento (Marcos, Lucas, Mateo y Juan) y, por otro, diversos escritos que luego no fueron aceptados: los apócrifos”, precisa.
“Canónico y apócrifo son el resultado de un proceso histórico que se extendió por varios siglos y durante el cual, obras que inicialmente fueron canónicas, luego pasaron a la categoría de apócrifas y viceversa, señala.
Klein pone como ejemplo de este proceso, el Evangelio de Juan, que es el último que se incorporó como canónico y cuyo contenido muestra muchas diferencias con el de los otros Evangelios.
“Hubo obras que presentaban serias dudas a la Iglesia, pero que finalmente fueron incorporadas al canon cristiano, como la Epístola a los Hebreos, el Libro de Santiago y el Libro de las Revelaciones o Apocalipsis. El Evangelio de San Juan fue el que tomó mayor tiempo en ganar aceptación, de acuerdo a Klein.
Según este antropólogo social, el Evangelio de Judas es producto del movimiento de los gnósticos, que tuvo su mayor auge hacia el siglo II y III d.C. El gnosticismo era un conjunto de doctrinas religiosas que incorporaban enseñanzas de origen iraníes, judeo-cristianas, caldeas, babilónicas, egipcias e hindús.
“Para los gnósticos, Jesús era un hombre corriente que, en el momento de su bautismo recibió una virtud especial del Dios supremo, virtud que lo abandonó antes de su Pasión, para que el Cristo permaneciera impasible y siguiera existiendo espiritualmente (Jesús el hombre, por otra parte, habría muerto en la cruz)”, explica Klein.
“Los gnósticos rechazaron prácticamente todos los sacramentos, en especial, la Eucaristía. Desechaban como posible la resurrección de Jesús y fueron denostados por la Iglesia y perseguidos, finalmente, como herejes”, relata.
Mensajes tallados desde un pasado tecnológico

El arquitecto barcelonés Miquel Pérez-Sánchez Pla es autor del libro ‘La Gran Pirámide, clave secreta del pasado’ en el que hace un resumen de su tesis doctoral. Está basada en una reconstrucción digital de la estructura original de la pirámide de Keops, situada en Egipto, y en el estudio de sus proporciones y los significados de esta.
Para Pérez-Sánchez, las investigaciones sobre la Gran Pirámide de Keops y el conjunto monumental de Guiza «deberían tener como consecuencia la necesidad de replantear las actuales teorías sobre la evolución de la civilización y de la vida inteligente sobre la Tierra».
La tesis que defiende es que las medidas de la propia pirámide, no solamente aportan una ley matemática que explica las proporciones originales de la propia estructura (lo que según el arquitecto catalán le permite certificar que las dimensiones de la reconstrucción digital es completamente fiable), sino que además, constituye una suerte de «enciclopedia pétrea» de los conocimientos científicos de la civilización que la construyó.
De hecho, asegura que estos conocimientos no se limitan únicamente al ámbito de las matemáticas y de la geometría, sino que incluyen conocimientos avanzados de geodesia (las dimensiones y proporciones de la tierra), astronomía e incluso historia, así como elementos de la religión de aquella civilización. Todo ello, derivado de las relaciones que se establecen entre los números y las unidades de medida empleadas para la construcción del monumento, construido a mediados del tercer milenio a.C.
Así, según Pérez-Sánchez, los arquitectos que diseñaron la Gran Pirámide de Keops no solamente dejaron constancia en sus proporciones de una definición del número ‘pi’ con hasta 6 decimales (cosa que otras civilizaciones no conseguirían hasta el siglo V d.C.), sino también del número ‘phi’, conocido como número áureo.
Además, apunta a la probabilidad (derivada de las proporciones que, asegura, están presentes en el edificio) de que conocieran las dimensiones y perímetro de la Tierra y la curvatura de la misma, las coordenadas del emplazamiento de la pirámide, la distancia de la Tierra al Sol, e incluso las dimensiones de la estrella Sirio y su distancia respecto a la Tierra, para lo cual indica que también conocían la velocidad de la luz, entre otros hitos científicos.
Pérez-Sánchez subraya también otras características del edificio como su forma ortogonal (debido a que las cuatro caras de la pirámide tienen una inclinación hacia el centro) que en los equinoccios de primavera y otoño produce un efecto de luz conocido como «efecto relámpago», o su función «conmemorativa» de la fecha que para los egipcios representaba la muerte del dios Osiris, y que habría tenido lugar exactamente 1.000 años antes de la inauguración del edificio.
De hecho, la teoría del arquitecto catalán es que, si se analiza el edificio teniendo en cuenta el valor numerológico de sus proporciones, asignando un valor nominal a las cifras que componen sus medidas a partir de un código de origen griego, la pirámide hace no solamente referencia a esta divinidad y a los conocimientos ya mencionados sino también al nombre de la civilización de la que procederían los conocimientos que se emplearon para construirla y de la «divinidad originaria» de este pueblo.
Aún así, prefiere no desvelar el nombre de la «civilización madre del Antiguo Egipto» y de su divinidad, que sí aparecen en el libro, porque ha asegurado que «la mejor manera e integrar la información es desvelarla uno mismo y el proceso de lectura obliga a asimilarlo poco a poco». «Es muchísima información y es necesario que sea el lector quien vaya creciendo en el convencimiento de lo que se dice», concede.
Para el arquitecto, «llama la atención» que ninguna civilización lograra alcanzar unos conocimientos «tan extraordinariamente avanzados» en los periodos posteriores a la construcción de las pirámides y considera que lo que hay en su lugar es «un vacío inmenso en toda la Edad Antigua».
Por todo ello, defiende que la teoría de que el progreso de la Humanidad es un proceso lineal es una idea «heredada de la Ilustración» y que las investigaciones sobre las pirámides y el conjunto monumental de Guiza apuntan a lo contrario. «Quiebra el mito del progreso constante que viene de la Ilustración», asegura.
De hecho, señala otros aspectos como la tecnología empleada para tallar, transportar y construir esta estructura para que cumpliera a la perfección con las medidas estipuladas y explica que, pese a que «con la tecnología actual sería perfectamente posible construirla» duda de si «sería posible proyectarla» por «la enorme cantidad de interrelaciones científicas que incluye».
Espiritismo para burgueses y proletarios

En su libro, «Amalia i els esperits», Patricia Gabancho se sumerge en la Barcelona de finales del siglo XIX a través de la vida de Amalia Domingo Soler, principal divulgadora del espiritismo, que «desde los márgenes buscaba las respuestas que la ciencia o el poder no dan ni quieren que se den».
El libro narra la historia de Amalia, una sevillana pobre con problemas de vista, que se convirtió en la principal voz del movimiento espiritista cuando llegó, en 1876, al entonces independiente municipio barcelonés de Gràcia y fundó, auspiciada por unos mecenas, «La luz del porvenir», una de las revistas más importantes del espiritismo.
Este «ensayo narrativo», como lo define la autora, navega a través de las memorias de esta espiritista, médium y librepensadora, y explica la historia de la tendencia espiritista que se fue expandiendo entre la clase obrera de la Barcelona del cambio de siglo, en un contexto de ebullición, cambio y transformación.
Gabancho asegura que se sintió llamada a escribir sobre Amalia, pues se interesó por cómo «el espiritismo era una forma de buscar respuestas a las mismas preguntas que nos venimos haciendo desde hace cientos de años», como qué es el alma, qué hay después de la muerte y el porqué del sufrimiento terrenal.
La autora explica que llegó hasta el personaje de Amalia gracias a un trabajo previo que había hecho, «El fil secret de la història», donde recoge «todos los movimientos de disidencia que surgen en Cataluña desde la Edad Media hasta la actualidad: alquimistas, espiritistas, cátaros y algunas sectas».
«Tenía claro que solo con la historia de Amalia no bastaba para un libro. Hacia falta ponerla en contexto: una Barcelona que crece con las anexiones, donde se desarrolla el primer catalanismo y el anarquismo. Todo esto me permite crear un libro que tiene una cierta potencia histórica», señala Gabancho.
En el libro, además del contexto histórico, se exploran las memorias de esta misteriosa mujer, unas memorias que «son muy ambiguas, porque dan un personaje muy encerrado, muy autista, muy desligada de su época», precisa la escritora originaria de Buenos Aires, pero radicada en Barcelona desde 1974.
«Yo siempre pongo en duda estas memorias, porque ella está construyendo un personaje. El hecho que no hable de nada que no sea su vida como espiritista ya te da una pauta. Hay cosas en su relato que no son del todo coherentes, pero es el testimonio que ella deja», afirma Gabancho.
Por este motivo, a parte de las memorias, la autora indagó en archivos, bibliotecas y a través de académicos y especialistas en el tema; realizando una búsqueda que la narradora relata en el libro en primera persona, convirtiendo a la propia investigación en el hilo conductor de toda la narración.
«Esta forma de narrar justifica la introducción de algunos hechos de actualidad que buscan demostrar que la sociedad continúa haciéndose hoy en día las mismas preguntas que hace cien años y que el espiritismo era una forma de buscar respuestas a esto, aunque ya no esté de moda», ha explicado la autora.
La obra explora está relación que tiene el espiritismo con el momento de cambio y tensión que vivía la sociedad de finales del siglo XIX, donde «cada clase social busca su propio camino de cambio y ruptura» a través de movimientos tan dispares como el catalanismo, el anarquismo y el espiritismo, que tenían lazos entre ellos.
«El espiritismo entra por medio de las clases nobles, pero no se vuelve popular hasta que no llega a los obreros. El espiritismo está dentro de esta cosmovisión nueva que está creando el anarquismo, que incluye al feminismo, al naturismo y al esperanto. Es una búsqueda de explicación a tanto sufrimiento y explotación», señala Gabancho.
A través de una serie de obreros ilustrados, «porque la doctrina necesita ser leída», el espiritismo se extiende a las clases subalternas mediante conversaciones de taberna, reuniones y círculos espiritistas.
El libro relata cómo este movimiento «librepensador y rupturista» se expandió rápidamente en la sociedad catalana, lo cual llevó a que en 1888, el mismo año de la primera Exposición Universal, se celebrara en Barcelona el primer Congreso Internacional Espiritista de la historia.
«Es un congreso con muy pocos efectos prácticos, pero es el primero. Muchos toman como el primer congreso el que se hizo en París al año siguiente. Pero en Barcelona hubo propuestas revolucionarias, como la creación de un comité internacional de paz para dirimir conflictos entre los pueblos», relata Gabancho.
Juana de Arco, ecos divinos o patologías terrenales

En 1429, cuando Francia estaba sumida en la Guerra de los Cien Años y vivía los peores momentos de su lucha contra Inglaterra, una campesina inculta que veía ángeles y escuchaba voces logró acceder al rey de Francia. En pocos días le convenció de que ella podía levantar la moral de su debilitado ejército. Se trataba de Juana de Arco y aquellas voces que oía la convirtieron en una heroína militar en el siglo XV. Sus interlocutores eran san Miguel, santa Catalina y santa Margarita, patrones de la región del este francés de donde procedía Juana y ordenaron el asedio de Orleans o la campaña del Loira.
Casi 600 añ0s después, el neurólogo Guiseppe d’Orsi de la Universidad de Foggia y el profesor adjunto de Ciencias Biomédicas y Neuromotores, Paolo Tinuper, de la Universidad de Bolonia en Italia han sugerido que las voces misteriosas que oía Juana de Arco podían ser causadas por una forma de epilepsia, que influye en la parte del cerebro responsable por la capacidad auditiva.
La idea se les ocurrió cuando los científicos analizaban los documentos del proceso de Juana de Arco en el que sería acusada de herejía y brujería, siendo sentenciada a ser quemada en la hoguera en 1431. Varios síntomas de la francesa detallados en los registros históricos apoyan este diagnóstico.
Cuando una persona padece esta enfermedad, experimenta convulsiones recurrentes involuntarias. Son debidas a un desequilibrio en la actividad eléctrica de las neuronas en alguna zona del cerebro. Esto puede ocasionar que cuando una persona con epilepsia entra en este estado queda aturdido y confundido. Dependiendo cómo sean las convulsiones y a qué zona del cerebro afecten, la persona puede reaccionar de diversas formas (como oyendo voces que en realidad no están allí).
Según historiadores, Juana sellaba las cartas «con cera dejando la huella de su dedo y un pelo» para probar su identidad. Sin embargo, estas cartas no han sido encontradas y por ahora es complicado demostrar la hipótesis propuesta.
Las alucinaciones auditivas son una característica común de muchos trastornos psiquiátricos, como la psicosis, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, pero también son experimentados por personas sin trastornos psiquiátricos. Se estima que entre el 5 y el 15 por ciento de los adultos experimentan alucinaciones auditivas durante su vida. La parapsicología también se ha aproximado a este extraño fenómeno que, ocasionalmente, revela información sorprendente para quien lo experimenta aunque no hay consenso entre si las voces son exógenas (espíritus o entidades) o endógenas (una creación de nuestra mente o yo interno que nos advierte y nos alerta).
Hielo y solo hielo en la Antártida

Vestigios de civilizaciones ancestrales, naves extraterrestres o bases escondidas en el hielo son algunos de los mitos sobre la Antártida que los científicos especializados quieren extirpar del imaginario colectivo
“Más de un siglo después de las expediciones que dan inicio a la conocida como época heroica de la exploración polar, la Antártida es todavía una tierra fértil para la ciencia ficción”, explica el paleobiólogo Marcelo Leppe, investigador del departamento científico del Instituto Nacional Antártico Chileno (INACH) y representante chileno en el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés).
Desde hace años circula por internet un artículo que habla del supuesto hallazgo, por parte de “investigadores europeos y estadounidenses”, de “antiguas pirámides hechas por el hombre bajo la gruesa capa de hielo y nieve de la Antártica”.
La nota, acompañada de algunas fotos de Google Earth en las que se ve formaciones de hielo parecidas a las monumentales construcciones egipcias, asegura que el descubrimiento podría “cambiar nuestra percepción de la historia humana para siempre”.
Aunque no se dan más detalles sobre quienes hicieron el descubrimiento, la nota fue replicada en más de 436.000 páginas web y difundida en distintos medios internacionales.
Lejos de civilizaciones ancestrales, el patrón geomorfológico de estas montañas antárticas obedece a la “estructura cristalina de las rocas y la erosión de los vientos racheados”, suscribe el paleobiólogo.
Congelada desde hace 23 millones de años
Según el científico, la existencia de civilizaciones antiguas en la Antártida es “totalmente imposible” puesto que se trata de un continente cuyas condiciones hacen imposible la supervivencia del ser humano.
Asimismo, se estima que la Antártida se congeló hace al menos 23 millones de años, muchos millones de años antes de la aparición de los primeros homo sapiens, lo que refutaría la posibilidad de que los seres humanos la poblaran antes de su actual estado de congelación.
“La Antártida sigue siendo una de las últimas fronteras del conocimiento, un lugar inexplorado y misterioso sobre el que la gente tiende a especular”, recalca Leppe.
Literatura fantástica
Desde principios del siglo XIX se ha escrito mucha literatura fantástica sobre el continente helado. Edgar Allan Poe inició el género de ciencia ficción polar con su novela “Las aventuras de Arthur Gordon Pym”, lo siguió Julio Verne con su obra “La esfinge de los hielos” y continuó con ficciones cinematográficas como la película “La cosa”, dirigida por John Carpenter y basada en el libro “¿Quién anda ahí?” de John W. Campbell.
“Este continente parece otro planeta, tiene zonas inexploradas y, además, hay muy poca gente que pueda visitarlo. Por eso creo que es fácil creer en explicaciones esotéricas o metarracionales”, recalca Leppe, quien asegura que el cerebro siempre trata de buscar explicaciones a lo desconocido: “A veces, es más fácil pensar que llegaron los extraterrestres”.
Del mismo modo que fácilmente se encuentran imágenes de las supuestas “pirámides antárticas” también se pueden localizar en internet miles de páginas que hablan de la observación de desfiles de ovnis.
“Confabulación” entre gobernantes
Otro de los mitos que circula por la red habla de una “confabulación entre los gobernantes mundiales” para supuestamente ocultar las civilizaciones encontradas en la Antártida.
“Esta información salió después de la visita del patriarca ruso a la base de su país en 2016. Yo estuve con él, estuvo comiendo con sus compatriotas, dio una misa y se fue. Me preocupa que la gente crea estas cosas tan rápidamente”, lamenta el científico.
Según Leppe, la magia de la Antártida está en sus “características increíbles”, como ser el continente más alto del planeta -con un promedio de 2.300 metros sobre el nivel del mar-, albergar bajo el hielo el punto más bajo de la tierra -situado a menos 2.555 metros- así como haber registrado la temperatura más baja de la historia, -89,4 grados Celsius, y ser el lugar más ventoso con rachas de hasta 304 kilómetros por hora.
Asimismo, acoge el 90 % del hielo de todo el planeta. “Hay tanto que se podría tallar un bloque de hielo del tamaño de una pirámide de Egipto para cada ser humano”, dice Leppe.
“Creo que los científicos debemos robustecer nuestra interacción con los medios para tratar de viralizar la otra visión de las cosas. Esta es una de las grandes tareas para nuestra anhelada sociedad del conocimiento, porque el gran enemigo de la cultura siempre será la superstición”, advierte.
El magnetismo de lo improbable

El verano parece ser tiempo preferente de ovni. Según un gráfico realizado durante los últimos años, la mayor frecuencia de apariciones de objetos celestes tuvo lugar entre junio y julio y en un espacio de tiempo comprendido entre las 18.00 y las 21.00 horas.
«¿Por qué esta predilección de los objetos volantes no identificados hacia los meses veraniegos ? El hecho parece propiciar la hipótesis de que el fenómeno ovni está altamente ligado a fenómenos atmosféricos de tipo magnético. Una información publicada por el radiofísico soviético Vladimir Migulin, explicaba que «la estructura de la atmósfera es muy compleja… Son muy variadas las relaciones entre la atmósfera y las capas superiores de la magnetosfera y la ionosfera». Según el radiofísico soviético, un 90% de los casos de objetos volantes no identificados, observados y registrados, tiene una explicación lógica y natural, sin que participen fuerzas del otro mundo o habitantes extraterrestres.
Pero ¿y el resto?El día 20 de septiembre de 1977, a la altura de Petrozavodsk, en la URSS, según fuentes de la agencia Tass, «en el firmamento oscuro empezó de repente a brillar una enorme estrella que enviaba a la Tierra impulsos luminosos». La estrella,se alejó posteriormente, y, para el radiofísico soviético, «el fenómeno estuvo acompañado de una situación geofísica muy compleja. Varios días antes de producirse el fenómeno, en el Sol tuvo lugar un poderoso destello protónico». El viento solar, es decir, las partículas que se desprenden del astro, originaron perturbaciones muy fuertes en la capa superior de la magnetosfera. En la Tierra se desencadenaron tormentas magnéticas e intensas auroras boreales.
«A nadie se le ocurre vincular el rayo esferoidal a una civilización extraterrestre », afirma el director del Instituto de Magnetismo Terrestre de la URSS, quien añade que, «s1n embargo, el rayo esferoidal existe realmente, y hasta el momento no logramos explicar la estabilidad de este coágulo de energía». No todos los científicos en la URSS ni en otros países comparten este criterio. Otros, tanto allí como en Occidente. prefieren soñar otras hipótesis sobre fenómenos luminosos hoy inexplicables.
Motivos para no creer en ovnis
La especulación sobre la existencia de vida en otros planetas se remonta a los primeros tiempos en los que la astronomía supo que existían cuerpos celestes similares a la Tierra. Sin embargo, en este tema deben diferenciarse dos aspectos muy distintos: la existencia de vida fuera de la Tierra es algo considerado como probable por la mayor parte de astrónomos y biólogos. Prueba de ello es que se han llevado a cabo diversos programas para explorar esta posibilidad: desde los discos con mensajes acarreados por las sondas Voyager, el programa SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence) o los experimentos de las últimas sondas marcianas.
Otro enfoque muy diferente es el de aquellos que aseguran que formas extraterrestres humanoides e inteligentes nos visitan desde hace muchísimo tiempo, interviniendo de diversas formas en el desarrollo de la vida en la Tierra. Este fenómeno, según sus partidarios, sería ocultado sistemáticamente por todos los gobiernos mundiales, los cuales dispondrían de múltitud de pruebas documentales o, incluso, de naves y cuerpos de alienígenas conservados en secreto.
Así las cosas, este es el decálogo que arrincona la lógica de avistamientos y contactos con otras civilizaciones que nos visitan:
1.- Ni una prueba. A pesar de las toneladas de testimonios y presuntas imágenes y vídeos de OVNI, a día de hoy no existe ni una sola fotografía que muestre claramente una nave alienígena o un organismo extraterrestre. O lo que es todavía más importante, no disponemos ni de medio gramo de chatarra ni de medio nanogramo de presunto material genético alienígena.
2.- Todos somos humanos. Siempre se presenta a los extraterrestres con aspecto humanoide: simetría bilateral, bípedos con cuatro extremidades, dos ojos, nariz, boca, etc. Las probabilidades de que la evolución haya producido dos organismos semejantes a partir de orígenes distintos de la vida son extremadamente escasas.
3.- Lejanía. Las distancias entre estrellas son enormes, y representando la velocidad de la luz un límite infranqueable para la materia, un viaje interestelar tripulado llevaría tanto tiempo que en muchos casos incluso sería necesaria una «nave colonia», capaz de albergar en su seno una civilización durante muchas generaciones. Hasta las estrellas más cercanas suponen un serio problema de tiempo: una nave viajando a la mitad de la velocidad de la luz tardaría más de 16 años en ir y volver a Proxima Centauri (la estrella más cercana), un poco lento para un programa de experimentación. Otras estrellas lejanas, como Rigel, exigirían 1700 años solo para uno de los trayectos.
4.- Illuminati. Con más de cuarenta años de ufología moderna, es muy poco probable que todos los gobiernos del mundo hayan conseguido ocultar completamente las numerosas “presuntas pruebas” acerca de tales “visitas”. Las cuales además y en más de una ocasión, según los propios ufólogos, han sucedido con “multitud de espectadores” o a la vista de varios “lugares públicos”.
5.- Somos el centro del universo. Existen descripciones de decenas de «especies» extraterrestres diferentes, y todas nos visitan a nosotros. Si hay tantas civilizaciones visitantes, hay que asumir que la vida inteligente en el universo es muy abundante, lo que exigiría pensar a su vez que los planetas con vida como la Tierra serían innumerables. ¿Porqué precisamente nos visitan tanto a nosotros?
6.- ¿O más bien estamos en las afueras? En el caso contrario, y si la inteligencia es poco abundante en el cosmos, la probabilidad de que decenas de especies inteligentes visiten un planeta situado en los confines de la galaxia resulta difícil de considerar.
7.- Tranquilidad extraterrestre. Los creyentes en el fenómeno OVNI afirman que ya nos visitaban en tiempos precolombinos o del antiguo egipto. No es muy probable que durante miles de años se mantenga la misma pauta de observación, sin contactar o sin variar los métodos de acercamiento. Nos deberían conocer ya de sobra.
8.- No hay nada como hacerlo tú mismo. Si nos encontramos (como parece) en “fase de observación”, y habida cuenta de los impedimentos anteriores, cabría esperar que una especie inteligente no enviara naves tripuladas a observar un nuevo planeta, sino sondas automáticas. De igual forma, no sería necesario acercarse hasta la superficie para estudiar la vida del planeta, una especie con la tecnología suficiente como para llegar hasta aquí podría hacerlo desde la órbita terrestre sin ningún problema.
9.- Unos tanto y otros tan poco. El fenómeno de avistamiento no es homogéneo. Si las visitas fueran tan reales y frecuentes como se pretende, no sería lógico que algunas personas hayan visto y sigan viendo numerosos OVNI, mientras que la inmensa mayoría no haya visto ninguno.
10.- Es incongruente que, por un lado, los visitantes pretendan permanecer ocultos durante miles de años y por otro, utilicen naves brillantes y llenas de luces que aumentan su visibilidad.
Una vida para las líneas ‘espaciales’ de Nazca

La arqueóloga Maria Reiche, conocida como “la dama del desierto”, se apasionó hasta el fin de sus días con los enormes geoglifos de Nazca y dedicó su tiempo y dinero a preservarlos.
En un trabajo para la escuela, la niña Maria Reiche escribió que su sueño era viajar por el mundo como investigadora. Nacida en 1903 en Dresde, esa chica se convertiría en la máxima experta en las Líneas de Nazca, esos enormes geoglifos con formas de animales que inundan el desierto entre Palpa y Nazca, en Perú. Para graficar la importancia que tiene para la región y para la investigación esta arqueóloga y matemática alemana, dos ejemplos: el aeropuerto de Nazca lleva su nombre, al igual que una importante avenida de la ciudad.
Deseosa de cumplir sus sueños, Reiche viajó a Cuzco en 1932. Ana María Cogorno, presidenta de la Asociación Maria Reiche, una institución que resguarda el legado de la arqueóloga, cuenta que Reiche estuvo tres años en Cuzco, haciendo clases a los hijos del cónsul alemán. En ese período, la arqueóloga “aprende a admirar nuestro pasado y todas sus manifestaciones culturales”. Incluso, la joven peregrinó hasta Machu Picchu, “iniciando ahí su primera investigación astronómica al reloj solar, el Intiwatana”, revela Cogorno.
Reiche regresó a Alemania en 1936. Pero la situación en su país estaba muy complicada, con el régimen de Adolf Hitler preparando el escenario para lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Por ello, decide volver a Perú. “En las primeras cartas que envió desde Perú a su hermana y a su madre, Maria relata que se había enamorado del país y su gente y que no deseaba retornar a Alemania. Y cuando en 1941 tuvo la posibilidad de viajar a Nazca con el arqueólogo Paul Kosok, su apetito por la investigación despertó”, explica la ingeniera Christiane Richter, autora de numerosos textos sobre las Líneas de Nazca y presidenta de la Asociación Dra. Maria Reiche, con sede en Dresde.
El “virus de Nazca”
En gran medida gracias al trabajo de Reiche, las Líneas de Nazca son hoy Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Estos gigantescos dibujos –que pueden apreciarse en toda su magnificencia desde el aire– fueron trazados por la cultura nazca y, según las investigaciones de la arqueóloga alemana, eran un calendario astronómico que ya relacionaba la posición de los astros con las cosechas y las estaciones del año. “Este lugar sagrado captura la atención de Maria y lo convierte en la razón de su vida”, dice Cogorno.
“En la Asociación nosotros hablamos del ‘virus de Nazca’, que contagia a algunos y a otros no. Pero el que cae contagiado, nunca más lo deja”, dice entre risas Richter, intentando buscar una explicación a la incontrarrestable pasión que generan estas maravillas, entre las que se cuentan líneas de solsticio y famosos diseños como “El colibrí”, “El mono” y “La araña”, estos últimos dos descubiertos por Reiche. Sabedora del enorme valor de sus hallazgos, Reiche se fue a vivir a El Ingenio (cerca de las líneas) y comenzó a luchar para conservarlas.
“La prensa escrita de la época da detalles de esa lucha, como cuando Maria hace campaña en contra de un proyecto del Ministerio de Agricultura para irrigar la zona donde se encuentran las líneas. Llegó hasta el Parlamento, donde mostró a los diputados sus investigaciones, planos geográficos y fotos de las figuras. Así logró, después de muchos debates, el apoyo de los diputados”, cuenta Cogorno. Consciente de que los peligros no desaparecerían, Reiche pidió ayuda financiera a su hermana Renate. Con ese dinero, pagó a seis guardias “con el único propósito de conservar la zona arqueológica por el profundo respeto y amor que tenían las dos por Perú”, dice Cogorno.
Peligros que no desaparecen
En 1992 Maria Reiche recibió la nacionalidad peruana. “Yo les digo: yo soy chola”, dijo entonces la alemana, que expresó su enorme aprecio por la cultura nazca también en sus obras. “Tengo definida mi vida hasta el último minuto. El tiempo será poco para estudiar la maravilla que encierran las pampas de Nazca, y ahí moriré”, apuntó en una ocasión. “¡Todo por Nazca! Si 100 vidas tuviera, las daría por Nazca. Y si mil sacrificios tuviera que hacer, los haría si por Nazca fuera”, dijo en otra oportunidad. Y cumplió: murió en 1998 en Perú, siempre atenta a sus líneas.
Su deceso dejó un vacío que intentan llenar sus seguidores, que siguen enfrentándose a los mismos problemas. “Desde nuestra perspectiva, hay muchas amenazas. Están las catástrofes naturales, como El Niño o el calentamiento global, y también la contaminación. Por otra parte están los trabajos mineros y situaciones inesperadas, como accidentes aéreos o acciones como la de Greenpeace de diciembre de 2014. El rally Dakar también es un problema”, enumera Richter. Cogorno agrega que sigue el saqueo del patrimonio cultural y que falta invertir más en conservación.
“Basta con considerar los visitantes que sobrevuelan las líneas para darnos cuenta de la relevancia que tienen para el turismo en el Perú. Aun así, la inversión estatal para la conservación de este sitio histórico es casi nula”, lamenta Cogorno desde Lima, dejando en evidencia un problema habitual: el escaso interés de muchos Estados por los valores más grandes que legó a sus países la historia.
- 1
- 2
- 3
- Siguiente →