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Notas desde el Espacio infinito

Muchos objetos en la naturaleza, desde la geometría de una coliflor hasta el perfil de una montaña o las ramificaciones de los ríos, tienen un comportamiento fractal, es decir, poseen una estructura parecida a todas las escalas (esto es, la invariancia de escala), de manera que, observándolos a través de una lupa o de un telescopio, no notaríamos diferencia.
La mayoría de las estrellas son variables pulsantes (como lo es nuestro propio Sol), es decir, que su luminosidad varía periódicamente con el tiempo. Esto se debe a que ondas de densidad y temperatura que se generan en su interior llegan a la superficie de la estrella haciéndola oscilar, lo que provoca cambios en su brillo. Estas oscilaciones estelares forman patrones tridimensionales al igual que una cuerda de guitarra o la piel de un tambor en una y dos dimensiones respectivamente.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Granada (UGR) y del Instituto Andaluz de Astrofísica (IAA-CSIC), expertos de una rama de la astrofísica denominada astrosismología, ha analizado estas oscilaciones de luminosidad, tratando de clasificar las estrellas pulsantes en distintos tipos, cada uno con una determinada estructura interna y propiedades físicas, de la misma forma a través de la cual nuestro oído puede identificar distintos instrumentos musicales en una orquesta, y por ende, las propiedades de cada uno de aquellos, como el material o las dimensiones.
Pero en el trasfondo de la música estelar hay más. Como explican Juan Carlos Suárez Yanes, investigador del departamento de Física Teórica y del Cosmos de la UGR, y Sebastiano de Franciscis, del IAA-CSIC, “la música de una estrella pulsante resulta tener un continuo rumor susurrante de fondo, como un público molesto en una sala de concierto, que dificulta la escucha”.
Estos investigadores han estudiado por primera vez el ruido de fondo que existe en la luminosidad de las estrellas como un objeto fractal. Su trabajo ha descubierto propiedades fractales en la luminosidad de las estrellas pulsantes.
Caracterizar mejor las estrellas variables
Los investigadores han aplicado un algoritmo que se basa en el análisis armónico de Fourier (que estudia la representación de funciones o señales como superposición de ondas “básicas” o armónicos) de series temporales con propiedades fractales para aislar la música estelar del molesto ruido de fondo de una manera eficiente y sencilla. Esto permite depurar de la música estelar las oscilaciones que forman parte del ruido, y así identificar mejor y caracterizar las estrellas variables.
Gracias a este método, los investigadores pueden identificar y caracterizar mejor las estrellas variables. Se trata de un paso importante para entender cada vez más los mecanismos físicos que gobiernan las estrellas pulsantes, ya que ahora es posible ver más nítidamente en su interior.
Fermi y Drake, incógnitas estelares

Es muy probable que los humanos estemos solos en el Universo, pero también hay una ligera probabilidad de que en algún momento, encontremos vida inteligente. Ésta es la conclusión a la que llegaron tres reconocidos investigadores de la Universidad de Oxford que publicaron el estudio “Disolviendo la Paradoja de Fermi”. Para hacerlo, tomaron la popular paradoja del físico Enrico Fermi y la ecuación de Drake que estima el número de civilizaciones con las que podríamos tener contacto.
El estudio fue hecho por tres reconocidos investigadores de la Universidad de Oxford: Anders Sandberg del Instituto del Futuro de la Humanidad; Eric Drexler, nada menos que el responsable del término nanotecnología y Tod Ord, un influyente filósofo sobre la moral.
¿Qué es la Paradoja de Fermi?
Planteada por el físico Enrico Fermi en 1950, la paradoja se pregunta en dónde están las demás civilizaciones que se creería están en el Universo dado su tamaño y su edad. De acuerdo con lo supuesto por Fermi, hay una contradicción entre las afirmaciones que dicen que hay altas probabilidades de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable y la falta de evidencia, lo que podría significar que nuestras observaciones son defectuosas o incompletas.
Fermi respondió a su propia paradoja argumentando que toda civilización avanzada es capaz de crear tecnología capaz de exterminarse. Lo que hicieron fue reconsiderar algunos parámetros de la ecuación de Drake e incorporar algunos modelos químicos y genéticos que dieron origen a la vida y mostrar así que hay ciertas incertidumbres científicas que, debido al conocimiento limitado, han tenido un valor aproximado que es incierto y no una estimación exacta. De esta manera, los investigadores asignaron los valores mínimos y máximos según el conocimiento existente a algunas variables (como el número de planetas en la galaxia según los estudios de exoplanetas) mientras que otras permanecieron con valores estimados y obtuvieron como resultado una distribución que se interpreta como la estimación de las probabilidades de que la humanidad está sola en el Universo.
“Si probamos con el conocimiento científico disponible, las cosas se vuelven extremas. Esto es porque la probabilidad de tener vida e inteligencia en un planeta es altamente incierta y tomando en cuenta lo que sabemos, no podemos asegurar que sucede lo mismo en todos los lugares con las condiciones adecuadas, pero tampoco podemos asegurar que sea algo astronómicamente raro. Esto nos conduce a una incertidumbre mayor sobre el número de civilizaciones, lo que nos lleva a concluir que hay una probabilidad muy alta de que estemos solos. Sin embargo, también concluimos que no deberíamos sorprendernos si encontramos vida inteligente”, explica el doctor Sanberg al sitio Universe.
¿En qué consiste la ecuación de Drake?
Esta fórmula intenta hacer una estimación de la cantidad de civilizaciones que habitan en la Vía Láctea según las probabilidades de contar con emisiones de radio detectables. Fue propuesta por el radioastrónomo Frank Drake en 1961 y utiliza variables específicos que se piensa, tienen un papel importante para el desarrollo de civilizaciones; sin embargo, no hay datos suficientes para resolverla por lo que los científicos utilizan aproximaciones teóricas.
En la ecuación, se toman factores como el ritmo anual de formación de estrellas en la galaxia, número de planetas que las orbitan, la fracción de los planetas con vida, los planetas con vida inteligente, los planetas donde la vida inteligente ha desarrollado tecnología para comunicarse y el tiempo que una civilización inteligente y comunicativa puede existir.
En resumen, los científicos no están seguros de que estemos solos en el Universo o de que no haya probabilidades de encontrar civilizaciones extraterrestres pasadas o presentes, pues como bien apunta el doctor Sanberg sobre la paradoja de Fermi. “Uno puede contestarla diciendo que encontrar inteligencia es muy raro, pero tendría que ser tremendamente rara. Otra posibilidad es que la inteligencia no dure mucho, pero sí lo suficiente para que una civilización sobreviva y se vuelva visible”.
“Los intentos por explicarla al suponer que todas las inteligencias actúan de la misma manera (manteniéndose en silencio, evitando hacer contacto y transcendiendo) falla, pues requeriría que cada individuo que pertenece a casa sociedad en cada civilización se comporte de la misma manera, siendo el reclamo sociológico más fuerte de la historia”.
El estudio hecho por Sandberg, Drexler y Ord demuestra que aún falta mucha información por conocer para hacer un cálculo más certero sobre la vida extraterrestre inteligente, pues actualmente sólo puede asegurar que, según lo que sabemos, somos la única especie inteligente en la Vía Láctea en el presente.
“El estudio muestra que la astrobiología y el conocimiento de la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI por sus siglas inglés), pueden ayudar a reducir la incertidumbre de algunos parámetros. Incluso la biología terrestre nos puede dar información importante sobre la probabilidad de la aparición de vida y las condiciones que podrían suponer vida inteligente. Finalmente, una conclusión importante que hicimos es que la falta de inteligencia observada no nos hace concluir que no es duradera: las estrellas no predicen nuestra perdición”, explica Sandberg.
El inquietante planeta X
La alargadísima órbita de El Duende o 2015 TG387, un planeta enano que se mueve por los confines del sistema solar, ha hecho pensar a sus descubridores que está influenciada por un desconocido planeta X. Sin embargo, otros astrónomos consideran que los movimientos de este y otros objetos extremos se puede explicar por procesos de difusión orbital peculiares o simples sesgos observacionales.
El nuevo descubrimiento de 2015 TG387 es fruto de un sondeo a largo plazo del sistema solar externo que están llevando a cabo sus autores desde hace unos años con telescopios en Hawái y Chile, y cuyo objetivo final sería el descubrimiento de un nuevo planeta del sistema solar.
En estos momentos, la comunidad científica se encuentra dividida con respecto a la interpretación de nuevos objetos como este, observados a lo largo de órbitas muy alargadas que les llevan desde la vecindad de Neptuno y el cinturón de Kuiper (de 30 a 80 AU) hasta la región ocupada por la nube de Oort interna (situada a miles de AU y distinta a la nube de Oort clásica, propuesta por Oort en 1950).
Un grupo considera que las propiedades de estos objetos no son compatibles con la existencia de un hipotético planeta X. Por una parte postulan que la distribución de sus órbitas presenta peculiaridades única y exclusivamente debido a sesgos observacionales y efectos de selección. Por otra, argumentan que la existencia de los objetos más anómalos se puede explicar por procesos de difusión orbital en los que la órbita de un objeto va cambiando paulatinamente hasta alcanzar los valores extremos de tamaños y formas orbitales observados.
En la esquina opuesta están los grupos que consideran que las órbitas de estos objetos tan peculiares solo pueden ser explicadas como resultado de las perturbaciones ejercidas por un hipotético planeta aún por descubrir. Los autores del descubrimiento de 2015 TG387 o El Duende defienden esta interpretación y con su nuevo artículo se reafirman en su hipótesis.
El anuncio de 2015 TG387 se une al también reciente de 2015 BP519 o Cajú (el Anacardo), un objeto que tiene una de las órbitas más extrañas jamás observadas y que no parece tener el mismo pasado dinámico que el resto. Con este, ya son 30 los objetos transneptunianos extremos (ETNO, por sus siglas en inglés) conocidos.
Más de un perturbador
En un estudio en el que he participado recientemente señalamos que las propiedades de 2015 BP519 son demasiado extremas dentro del contexto de estos objetos como para poder compararlas con las del resto. En cualquier caso, cuando se analizan de forma conjunta los datos de estos objetos, incluyendo 2015 BP519 y 2015 TG387, parece que efectivamente están sujetos a perturbaciones, aunque estas parecen compatibles con la presencia de más de un perturbador.
La región del sistema solar comprendida entre el cinturón de Kuiper o cinturón transneptuniano, a 40 AU, y la nube de Oort, a 50.000 AU, se creía vacía hasta que a partir del año 2000 se empezaron a hacer públicos los descubrimientos de estos objetos tan interesantes. Ahora sabemos que esta región dista mucho de estar vacía y sospechamos que nos va a dar todavía muchas sorpresas en los próximos años.
La realidad es que aún tenemos pocas observaciones de estos objetos, por lo que sabemos poco de ellos aparte de las propiedades de sus órbitas. En términos de composición química sólo se han publicado resultados de Sedna y el par (474640) 2004 VN112 y 2013 RF98, aunque en la reciente reunión de la Unión Astronómica Internacional (IAU) en Viena se han hecho públicos resultados preliminares de otros dos objetos: 2002 GB32 y (506479) 2003 HB57.
Estos dos pares de objetos parecen ser muy diferentes de Sedna. Los del cuarteto son rosados, mientras que Sedna es muy rojizo. Confiamos en los nuevos datos y sorpresas que puedan deparar las futuras observaciones.
Carlos de la Fuente Marcos es astrónomo de la Universidad Complutense de Madrid, experto en objetos transneptunianos extremos. Algunos de sus trabajos, realizados con su hermano Raúl de la Fuente Marcos, sugieren la presencia de uno o más planetas desconocidos en el sistema solar.
Los haces tractores de Star Trek ya son una realidad

Los rayos o haces tractores son misteriosos haces que sirven para agarrar y levantar objetos. El concepto ha sido utilizado por escritores de ciencia ficción y de series como Star Trek o La Guerra de las Galaxias, pero también ha fascinado a los científicos y los ingenieros, que en los últimos años han presentado algunos prototipos con láser y a pequeña escala.
Pero ahora, investigadores de las universidades de Bristol y Sussex (Reino Unido), en colaboración con la compañía Ultrahaptics, han construido el primer rayo tractor sónico del mundo, que puede levantar y mover objetos mediante ondas de sonido. Con ellas generan un holograma acústico para coger y mover objetos pequeños.
La técnica, cuyos detalles se publican en Nature Communications, se podría desarrollar para una amplia gama de aplicaciones, como una línea de producción sónica para transportar objetos delicados y ensamblarlos, todo ello sin contacto físico. Por otro lado, una versión en miniatura también podría capturar y transportar cápsulas de medicamentos o instrumentos microquirúrgicos a través de los tejidos vivos.
Asier Marzo, estudiante de doctorado y autor principal del estudio considera «una experiencia increíble la primera vez que vimos el objeto suspendido en su sitio gracias al rayo tractor».
La técnología se podría aplicar en una línea de producción sónica de productos y para transportar cápsulas con medicamentos en tejidos vivos
Por su parte, Bruce Drinkwater, profesor de ultrasonidos en el departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Bristol, añade: «Todos sabemos que las ondas sonoras pueden tener un efecto físico, pero aquí hemos conseguido controlar el sonido en un grado que nunca antes se había alcanzado».
Y Sriram Subramanian, profesor de Informática en la Universidad de Sussex y cofundador de Ultrahaptics explica que este dispositivo permite manipular objetos en el aire, aparentemente desafiando a la gravedad: «Controlamos individualmente docenas de altavoces y así conseguimos la solución óptima para generar el holograma acústico que permite manipular varios objetos en tiempo real, sin contacto».
En total, los investigadores utilizaron 64 altavoces en miniatura para crear ondas de sonido de tono e intensidad altos. El rayo tractor opera rodeando el objeto con un sonido de alta intensidad, y esto crea un campo de fuerza que sostiene a los objetos en su lugar. Controlando cuidadosamente la salida de los altavoces el objeto puede ser mantenido en su lugar, movido o girado.
El equipo ha demostrado que con tres formas diferentes de campos de fuerza acústicos se pueden crear los rayos tractores. El primero es un campo de fuerza acústica, que se asemeja a un par de dedos o pinzas. El segundo es un vórtice acústico, donde los objetos se quedan atascados y luego atrapados en el núcleo, y el tercero se asemeja a una jaula acústica de alta intensidad que rodea a los objetos y los mantiene en su lugar desde todas las direcciones.
Otros trabajos previos relacionados con estudios acústicos tuvieron que rodear el objeto con los altavoces, lo que limitaba la amplitud del movimiento del objeto y restringía muchas aplicaciones de esta tecnología. Según los autores del estudio actual, el año pasado algunos colegas de la Universidad de Dundee (Escocia) presentaron un prototipo de haz tractor, pero no consiguieron mantener ningún objeto con el rayo.
«Salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos»

Durante 108 minutos, un terrestre se paseó por el espacio a bordo de una cápsula; antes de él nadie lo había hecho. El 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en entrar en órbita.
La cápsula esférica dentro del cohete Vostok 1 era de tan solo 2,3 metros de diámetro; un espacio apenas habitable para aquel hombre de 1,57 metros de altura. Lejos de estar incómodo en la reducida cabina, el soviético transpiraba ilusión, mientras aguardaba el despegue sentado sobre un asiento eyectable.
En frente tenía un modesto panel de control. Las perillas y palancas eran pocas, pues la nave había sido diseñada con muchas funciones automatizadas. A su lado, el viajero contaba con una ventanilla que, poco después, le permitiría ver más allá de donde cualquier otro humano hubiera visto antes.
La misión del astronauta era más la de un observador que la de un piloto. El hombre de pelo castaño debía comunicarse desde los cielos y –si todo salía bien– regresar a Tierra para narrar su experiencia.
Las dos horas previas al lanzamiento de la aeronave fueron las más largas de su carrera. Habían pasado casi dos años desde que lo seleccionaron, entre 20 candidatos, para abordar una máquina hacia lo desconocido.
La nave permanecía estacionada en la rampa de lanzamiento, a la vez que en la base de control revisaban la comunicación con “el elegido”. El pasajero se relajaba escuchando música mientras se aseguraba los guantes.
Su casco decía CCCP (las siglas de la URSS en cirílico) y le habían prohibido llevar la bandera soviética o cualquier insignia alusiva a su nacionalidad.
“Poyéjali!” (¡Allá vamos!), vociferó el soviético de 27 años de edad, minutos antes del despegue. A las 9:07 a. m. del 12 de abril de 1961, la máquina y su tripulante emprendían un vuelo que dejaría un rastro imborrable.
La carrera espacial
Gagarin simbolizaba de la mejor manera el ideal comunista. Había trabajado como obrero metalúrgico y era hijo de un carpintero, proveniente de una familia de granjeros. Así entonces, Yuri daría el ejemplo de cómo un humilde ciudadano soviético podía llegar alto, hasta niveles nunca antes alcanzados.
La realización de la aventura era un secreto para el mundo completo, al igual que la identidad del pasajero y la localización del cosmódromo de Tyura-Tam (desde donde despegó la nave).
Un eventual fracaso representaría un golpe bajo para la moral soviética en la caliente carrera espacial ante Estados Unidos. Por lo contrario, si el desenlace era exitoso, la proeza astronómica volvería los ojos del globo terráqueo hacia la tecnología espacial comunista.
En abril de 1967, al otro lado del océano Pacífico, la NASA preparaba un vuelo suborbital para finales de mes. El astronauta Alan Shepard se entrenaba para dicha misión. El reto de lanzar la primera aeronave tripulada oscilaba entre dos polos ideológicos.
La URSS aceleró el proyecto y lo fechó para llevarlo a cabo entre el 10 y el 20 de abril, para tener ventaja sobre su homólogo.
Diez años antes había empezado la carrera espacial, cuando la Unión Soviética lanzó el satélite artificial Sputnik 1. De forma sorpresiva, los europeos demostraban una superioridad tecnológica frente al capitalismo. “Ante el mundo, el primero en el espacio significa el primero, no más que eso; mientras que el segundo en el espacio significa el segundo en todo”, dijo en aquel momento Lyndon B. Johnson, vicepresidente de John F. Kennedy.
La carrera espacial era un tema caliente durante la Guerra Fría. Más allá de los descubrimientos científicos que pudieran proferir las misiones en órbita, el espacio era una nueva trinchera que podía ser usada para fines militares y de espionaje. Gagarin y su hazaña se convertirían entonces en el rostro de la campaña propagandística de una ideología, un sistema económico y una superpotencia.
“La Tierra es hermosa”
Once minutos después de haber despegado, la cápsula del Vostok se separó del cohete que la sostenía. La nave había entrado en órbita y se desplazaba a 28.000 kilómetros por hora.
“Veo nubes sobre la Tierra y la sombra que proyectan. ¡Qué belleza! … la Tierra es hermosa”, expresó el cosmonauta por medio del sistema que lo comunicaba con el planeta.
Sus transmisiones eran continuas y cada vez más reconfortantes. A pesar de que se habían realizado seis viajes preliminares, el lanzamiento del 12 de abril de 1961 no dejaba de ser un riesgo.
Desde 1957, el programa espacial soviético introdujo animales a los satélites Sputnik. Así que, antes de Gagarin, los vuelos soviéticos de prueba habían llevado al espacio a perros, ratones, conejos y a un maniquí apodado Iván Ivanovich.
En 1957, Laika, una perra callejera, se convirtió en el primer animal que estuvo en órbita. Aquella vez, tras siete horas de vuelo, se perdieron las señales de vida del can, que nunca regresó a la Tierra.
El 16 de agosto de 1960 la URSS envió a otros dos perros: Belka y Strelka, los primeros mamíferos en regresar con vida tras estar en órbita durante un día.
Una serie de pruebas exitosas motivaron al programa soviético a dar un paso al frente enviando a un humano en una de sus misiones.
Sin embargo – sin escepticisimos de por medio– el viajero vestiría un uniforme de intenso color naranja, para que el cuerpo fuera fácil de encontrar en un eventual rescate.
Además, en la Tierra, Gherman Titov esperaría el desenlace de la misión. Él era el cosmonauta suplente que se mandaría en caso de que Gagarin fracasara.
Desde la primera órbita elíptica, la nave Vostok pasó sobre América del Sur y, posteriormente, sobre África austral, hasta alcanzar un apogeo de 344 km. Afuera de la atmósfera terrestre, el astronauta reportaba todo lo que veía desde el objeto volador: “Continúo el vuelo en la sombra de la Tierra. En la ventanilla de la derecha, ahora veo una estrella. Se mueve de izquierda a derecha por la ventanilla. Se fue la estrellita. Se fue, se fue”, reportó a las 10:07 a. m., según data en las transcripciones de las comunicaciones de aquel 12 de abril.
Misión exitosa
Al estar sobre el océano Pacífico –cuando la nave pasó por la parte nocturna de la Tierra–, el astronauta intentó encontrar con su vista la luna creciente que le daba luz a medio planeta. El satélite blanco, sin embargo, no estaba en su ruta de vuelo. “No importa, voy a verla en otra oportunidad”, escribió Yuri en su autobiografía, titulada El camino hacia el Espacio.
El hito se habría logrado desde el momento en que la cápsula ingresó en órbita; no obstante, la misión concluiría hasta que el cosmonauta pisara la Tierra una vez más. Tras 40 minutos de viaje, la nave estaba lista para regresar a la “madre patria”.
Sobrevolando África, a 8.000 kilómetros del punto de aterrizaje, la cápsula Vostok encendió un motor que le permitiría interceptar las capas más altas de la atmósfera para comenzar el descenso. A las 10:24 a.m., Gagarin se comunicó por última vez con la Tierra desde el espacio: “Me siento bien. Continúo el vuelo”.
La Vostok comenzó el descenso seis minutos después, rodeada de una bola de plasma que interrumpió las transmisiones del cosmonauta. La nave se aproximaba en caída libre, y a siete kilómetros de tocar la superficie, el tripulante era disparado de la cápsula. El paracaídas de emergencia se desplegó para suavizar el aterrizaje del hombre que venía del “más allá”; el planeta estaba a pocos metros de distancia.
Yuri cayó en una granja, varios kilómetros más lejos del punto donde debía descender.
Una campesina y su nieta se acercaron con curiosidad y la niña le preguntó al hombre: “¿Viene del espacio?”. Así era, la misión había sido un éxito absoluto y Gagarin debía hacérselo saber a sus superiores en Moscú.
Tras el viaje espacial de 108 minutos, una frase del cosmonauta pasaría a la eternidad: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”.
Charla y siesta en las estrellas

Arcoíris, Ceres, galaxia o luz son palabras que vienen del cielo, pero no solo; también lo son abrigo, astrocito, cereal, fósforo o siesta, señala el astrónomo francés Daniel Kunth, quien acaba de publicar “Las palabras del cielo”.
Este libro de 151 páginas (editorial Gedisa) mezcla ciencia y lingüística, y rebusca en el origen de los términos y en la razón de su existencia, explica su autor, quien asegura que cuando empezó nunca se imaginó que “había tantas palabras en el cielo”.
Kunth, del Instituto de Astrofísica de París, une en esta travesía etimológica-científica curiosidades históricas, anécdotas, pasajes literarios y ciencia para ayudar a conocer y comprender la mitología del universo y los orígenes de nuestro lenguaje cotidiano.
Y es que expresiones como remover cielo y tierra, caer del cielo, un ave nocturna, salir volando como cometa, luna de miel, vivir en la luna o nada nuevo bajo el sol tienen “sus raíces” en el cielo.
“El cielo nos ha inspirado cientos de palabras y las hemos manipulado o relegado a un uso más alejado del que eran portadoras”, apunta este científico, quien comenzó a recopilar palabras en 1991, cuando preparaba sus talleres e iniciativas de divulgación científica, como el festival de la “Noche de las estrellas”.
Actitud ante la vida
“Yo soy astrónomo, pero se trata de una actitud ante la vida: conocer y aprender”, eso es lo que está detrás de este libro.
La primera palabra que le llamó la atención fue canícula, que deriva de canis, perro, y hace referencia a la estrella Sirio, “la ardiente” y la más brillante de la constelación Can Mayor.
Los egipcios comenzaban su año cuando Sirio se hacía visible en el cielo, justo al amanecer del día, lo que en esa época sucedía al inicio del verano. Los romanos conservaron la idea de calor e imagen del perro para forjar la palabra canícula que designa las temperaturas estivales excesivas (en la mitología griega Sirio es la pequeña perra que acompaña siempre al cazador Orión).
La palabra siesta, también en el firmamento
También le gustó siesta: término español importado a otros idiomas, apunta Kunth en el abecedario incluido en su libro.
Para los romanos, mediodía, la hora más cálida del día, se llamaba “sexta hora” y los españoles, describe este científico francés, la juzgaron muy propicia para el descanso y evitar el calor, para tomar la “siesta”, literalmente “hora sexta”.
Para este investigador hay palabras con una vinculación con el cielo más evidente y otras menos, “eso es lo fascinante”.
“Hace más de 20 años me interesé por la lingüística después de conocer estos ejemplos, y las palabras son como champiñones: aparecen una detrás de otra”, relata este astrónomo, experto en la formación y evolución de galaxias e investigador también en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés (CNRS).
Kunth, quien apunta que seguramente se encontrará vida en otros planetas si se repiten las condiciones (habla de vida elemental), elige entre todas las palabras recopiladas en esta obra deseo, del latín ‘desiderare’: dejar de contemplar la estrella.
El libro, con ilustraciones, cuenta con el prefacio del astrofísico canadiense Hubert Reeves y el prólogo del científico español Jorge Wagensberg, quien asegura que Kunth es “un físico del cosmos que ama las palabras”.
Viajar en estado de hibernación ya no es una fantasía

La tecnología de hibernación que aparece en la película ‘Passengers’, no es tan de ciencia ficción como parece, ya que ya se trabaja en técnicas de sueño prolongado para largos viajes tripulados, según ha explicado John Bradford, ingeniero aeroespacial y jefe de operaciones de Spaceworks Enterprises, una empresa que ha recibido financiación de la NASA para investigar una manera de poner a los astronautas en estasis o hipersueño durante los vuelos espaciales.
Bradford dice que la NASA podría estar interesada en colocar seres humanos en un estado de estancamiento vital durante un viaje a Marte de seis a doce meses, un recorte significativo –eso sí– sobre el viaje de 120 años que se muestra en la película protagonizada por Jennifer Lawrence y Chris Pratt.
En estasis, los astronautas no consumirían recursos y sería una medida de ahorro. Debido a que los astronautas en estasis no necesitan moverse, podrían no requerir un vehículo de transporte grande. Además, su protección de la radiación espacial sería superior, al mantenerse dentro de un pequeño compartimento con fuerte blindaje,.
Bradford entiende que hay tecnologías existentes en las que se está trabajando para la inmovilización prolongada de los astronautas. «Aprovechamos un proceso que se denomina Control de la Temperatura o hipotermia terapéutica», asegura. «Esto se hace en la actualidad los hospitales para los casos de paro cardiaco y las lesiones cerebrales traumáticas»,
El proceso implica la bajada de la temperatura del cuerpo de la persona en alrededor de 10 grados, y esencialmente da tiempo al cuerpo para recuperarse de una lesión traumática, apostilla Bradford. En ese estado, el metabolismo del cuerpo humano disminuye «aproximadamente el 70 por ciento» y consume menos oxígeno. Por lo general, esto se hace por sólo unos pocos días, pero en algunos casos se ha llegado a permanecer durante dos semanas «y estamos tratando de extenderla a meses», comenta. Los ensayos humanos de la tecnología, sin embargo. aún no han arrancado.
Bradford cree que ‘Passengers’ añade un detalle preciso sobre el estado de hibernación, o estasis: cuando los pasajeros de la película se despiertan, están extremadamente cansados. De este modo, en realidad el cuerpo no duerme mientras está en estasis, porque nunca entra en el estado REM que define el sueño profundo; así que cuando la gente se despierta está muy cansada.
Con la hipotermia terapéutica, los pacientes a menudo tardan días en recuperar su fuerza y conciencia, y eso es un problema para los astronautas que viajen a Marte, ya que podrían tener que estar despiertos y alerta en cuestión de horas.
«Si estamos buscando una misión de corta duración a Marte, en la que vamos a estar solamente allí durante 30 días, no se puede pasar unos días o una semana o dos tratando de aclimatarse y estar listo para hacer el trabajo y esas cosas. Así que eso es sin duda un problema», concede.
«Nuestra mejor apuesta para poner a la gente hacia abajo en este momento sería, o bien un proceso de extrema hipotermia terapéutica o proceso de congelación combinado con el desarrollo de algún anticongelante celular para prevenir la formación de cristales de hielo que rompan los tejidos. Y ninguna de esas cosas son atractivas para despertarse de ellas, ni el aspecto al despertar sería el de una bella durmiente. Así que la hibernación en esta película es un poco más mágica, sólo porque necesitamos gente que resulte atractiva en esos compartimentos».
‘Toc-Toc’… ¿Hay alguien ahí arriba?

Enviar mensajes al espacio no es nuevo; por ejemplo, en 1977 la NASA mandó en las dos sondas espaciales Voyager sendos discos con imágenes y sonidos de nuestro planeta, ahora quiere volver a repetirlo con un mensaje digital, global y participativo porque casi 40 años después el mundo no es el mismo.
En el proyecto de 1977 estuvo inmiscuido un pequeño grupo de expertos, entre ellos el famoso astrofísico estadounidense y divulgador científico Carl Sagan (1934-1996) y Jon Lomberg, un artista y divulgador que ahora está empeñado en repetirlo, pero a lo grande.
Su proyecto se llama One Earth Message (un mensaje de la Tierra) y su objetivo es crear un nuevo mensaje digital interestelar en representación de la Tierra elaborado por sus habitantes, el cual se “subirá a bordo” de la sonda espacial New Horizons de la NASA que se encuentra más allá de Plutón, explica a Efe Lomberg.
La idea la tuvo en 2013 y en 2014 la NASA, a la que escribió con el apoyo de expertos y más de 10.000 firmas de personas de 140 países, le animó a poner en marcha su proyecto, aún en los inicios.
El objetivo de Lomberg es que en tres años personas de todo el mundo puedan empezar a mandar sus ideas -imágenes, sonidos o cualquier otro material- y que en 2019 el gran mosaico sea enviado.
Dos audiencias: extraterrestres y habitantes de la Tierra
La comunicación final será resultado de una elección por votación popular y ocupará 150 megabytes (en 2019 la New Horizons tendrá hueco para cargar nuevos datos porque se habrá vaciado de muchos), detalla este divulgador, quien impartió sendas conferencias esta semana en el Planetario de Madrid y en el Planetario de Pamplona, organizadas por la Obra Social “la Caixa” (también participaron la Fundación Caja Navarra y la Universidad Pública de Navarra).

“Se trata de una oportunidad única para que la gente del planeta pueda colaborar en la elaboración de un mensaje interestelar”, señala Lomberg, quien añade que este proyecto tiene dos audiencias.
Una, extraterrestres, que no se sabe si están, estarán y lo van a descubrir, y otra la gente en la Tierra, que esa sí tendrá acceso a toda la información que se recopile en una web y el mensaje final.
Y es que, asegura Lomberg, uno de los principales objetivos de este proyecto es poner en contacto a miles de personas de todo el mundo (incluso de tribus aisladas, a las que se les facilitará la transmisión de sus mensajes): “La Tierra tiene muchos problemas y cualquier iniciativa que junte a la gente es muy importante”. “El mundo no es el mismo, es hora de que lancemos un nuevo mensaje sobre el estado del planeta”.
Aún es pronto, pero en esta comunicación global habrá hueco para la música. En este sentido apunta que una de las cosas que harán es plantear a un grupo de músicos reconocidos mundialmente -como Brian Eno o Paul Mc Cartney- que llenen este espacio, con las canciones o trozos de canciones que elijan o creando alguna composición nueva.
Cuando en la década de los 70 la NASA mandó imágenes y sonidos en las sondas espaciales Voyager, no envió nada negativo.
Esto, a juicio de Lomberg, tiene que ser distinto esta vez: no se puede hablar del mundo sin hablar de sus problemas y hablando de ellos, quizás, encontremos algunas soluciones; “es un gran reto”.
Lomberg recuerda que es pintor y cuando un artista pinta un autorretrato “aprende mucho”. Esto es lo que pasará con este proyecto, con el que se hará a la Tierra un autorretrato.
Asesores en España
“Será muy interesante para sociólogos y artistas”, afirma este divulgador, quien admite que no a todo el mundo gustará lo que se escoja para enviar.
En este sentido recuerda que en las Voyager la NASA les impidió mandar fotos con personas sin ropa: no sé dónde estarán los límites ahora, el proceso los decidirá, y si una imagen debe mandarse o no.
Para promover su proyecto, Lomberg tiene asesores en países como España: aquí hay tres, el astrofísico David Martínez-Delgado, y los arquitectos Rafael Martín Úbeda y Cristina Ruiz, que se unieron, estos dos últimos, al proyecto hace poco.
Estos dos arquitectos son responsables de una iniciativa denominada Human File, que pretende crear de manera colaborativa un “archivo libre” de todos los seres humanos, que incluya a todas las personas que han habitado, habitan y habitarán el planeta, con sus nombres caras, historias y mensajes, “a modo de gran enciclopedia humana para dejar constancia de todos y cada uno de nosotros sin distinción”, detalla a Efe Martín Úbeda
España, en concreto Madrid, además será importante para el envío del mensaje global gracias a la Red del Espacio Profundo, conjunto de antenas en Robledo de Chavela que forman parte de la NASA.
Lomberg fue el principal artista colaborador de Carl Sagan desde 1972 hasta la muerte de éste. Ilustró la mayoría de sus libros y artículos de revistas y fue director artístico de la serie Cosmos.
Para este artista, “la historia de la ciencia también es la historia de la ilustración de la ciencia” y el dibujo, en muchos casos, sigue siendo aún hoy más claro que la fotografía (por ejemplo, el interior de un cuerpo humano).