espiritismo

El español con rayos X en los ojos

Posted on

Joaquín María Argamasilla (a la derecha), junto al mítico Harry Houdini
Joaquín María Argamasilla (a la derecha), junto al mítico Harry Houdini

Nueva York, primeros de mayo de 1924. Olvidados ya los fríos invernales, la jornada había sido apacible en las bulliciosas avenidas de la gran urbe. Transcurrieron horas y cayó la noche. En el vestíbulo del hotel Pennsylvania, una enorme mole de cemento situada en pleno corazón de Manhattan, la expectación era máxima. Aunque parezca mentira, los allí reunidos habían dejado de hablar durante horas sobre la imparable subida de la Bolsa de Wall Street con la que todos pensaban enriquecerse.

El motivo justificaba aquel sepulcral silencio: un individuo anunciado como El hombre que tenía rayos X en los ojos se disponía a realizar el prodigio de atravesar con su mirada la infranqueable barrera de la materia. Con tan rimbombante nombre se presentaba ante el público americano un español de diecinueve años llamado en realidad Joaquín María Argamasilla, que aseguraba ser capaz de ver a través de cualquier objeto opaco. El joven salió al escenario dispuesto a demostrar sus increíbles poderes. Si lo conseguía, tendría el mundo a sus pies. Y estaba convencido de poder hacerlo… Al menos, hasta que descubrió entre el público la grácil figura de Harry Houdini, el más célebre mago y escapista de todos los tiempos. En ese mismo instante, Argamasilla se echó a temblar.

El español era ya de sobra conocido en su país antes de llegar a América. Su presunta capacidad paranormal había causado una acalorada polémica. En las tertulias madrileñas no se hablaba de otra cosa. España entera se dividió entre sus detractores acérrimos y sus defensores más apasionados, entre quienes se encontraba Ramón María del Valle-Inclán, siempre dispuesto a no perderse ningún tipo de sarao. A iniciativa de la reina Victoria Eugenia de Battenberg, se constituyó una comisión de científicos para estudiar la controvertida cuestión. En Francia, el premio Nobel de medicina, Robert Richet, creyó ver en los portentosos poderes de Argamasilla un nuevo horizonte para la ciencia. Casi nada.

¿Y de dónde había salido semejante fenómeno?, se preguntará el lector. Sobre todo, teniendo en cuenta que Joaquín María, como cualquier otro ser humano, había nacido de la simiente de su padre, un individuo llamado como él que estaba en posesión del marquesado de Santacara.

Resultaba además que el marqués tenía dos aficiones de lo más curiosas y dispares: el carlismo y el ocultismo. La primera le venía de linaje. De hecho, llegó a iniciar una carrera política en las filas del Partido Carlista que resultó ser finalmente un fiasco. Así que se volcó en el ocultismo. El marqués de Santacara se dedicó desde entonces al estudio entusiasta de disciplinas como el espiritismo, el hipnotismo o la clarividencia. El problema era que empezó a practicarlas con su propio hijo, Joaquín María, cuando éste era aún adolescente. El padre no tardó en anunciar que había descubierto una nueva facultad humana consistente en ver a través de los cuerpos opacos, y que su vástago era el sujeto más apto para la demostración de tan extraña facultad.

Desde entonces, la vida de Argamasilla hijo se convirtió en un auténtico frenesí. El padre no paraba de organizarle sesiones en las que el joven debía irrumpir ante la concurrencia con los ojos vendados y tratar de leer así hojas de papel guardadas en cajas herméticas o de adivinar la hora de los relojes. Al parecer, siempre lo conseguía. Por eso mismo, se armó el revuelo que le condujo nada menos que a Nueva York.

Regresemos ahora al Hotel Pennsylvania. Dejamos a Argamasilla temblando sobre el escenario desde que atisbó al gran Houdini entre el público. ¿Qué le hacía estremecerse de ese modo? Tiritaba de miedo. No en vano, el célebre escapista se había convertido en el azote de espiritistas y farsantes, a quienes desenmascaraba uno tras otro apareciendo de improviso en sus demostraciones. Houdini odiaba a los amantes de lo inexplicable desde el día en que una médium desaprensiva intentó engañarle, asegurándole que había contactado con el espíritu de su querida madre. Jugar de ese modo con sus sentimientos más íntimos jamás lo perdonó.

A Houdini no le resultó difícil desentrañar el misterio de los poderes del joven español. Para comprobar si Argamasilla utilizaba cajas manipuladas y veía a través de su vendaje, le desafió ante el público a emplear dos urnas de su fabricación. El español se negó y, claro, su postura le dejó en evidencia. Pese al descrédito Argamasilla no regresó a España de ningún modo cabizbajo. La mayoría de la prensa cerró filas en su apoyo, considerándole un heraldo de la hispanidad. Verlo para creerlo.

Hoy la llamada visión de rayos X tiene un amplio uso en la ciencia y la tecnología más vanguardistas. Se utiliza, por ejemplo, en el campo de la exploración espacial. Así, algunos telescopios empleados por la NASA han sido capaces de captar impresionantes imágenes de un agujero negro devorando a una estrella. La Policía de Nueva York, por su parte, podría contar pronto con una herramienta de visión de rayos X capaz de detectar a distancia si una persona lleva encima un arma. Los diseñadores de esta tecnología creen que también podría emplearse en la medicina y en el campo de la producción de componentes de ordenadores. Otros beneficiarios podrían ser los espías, que podrían distinguir el texto de una carta en el interior de un sobre cerrado.

Espiritismo para burgueses y proletarios

Posted on Actualizado enn

El espiritismo, entendido como la doctrina elaborada por Kardec, llegó a Barcelona en la década de los 1860s. Desde su llegada hasta la Guerra Civil Española, con la excepción de la dictadura de Primo de Rivera, el espiritismo se convierte en una doctrina muy popular sobre todo entre las clases trabajadoras, ya que se utiliza como alternativa a el imperante y aleccionador catolicismo. Se establecen en la ciudad cientos de centros espiritistas, se publican revistas y libros, se organizan actos de caridad... También se asocia con otros movimientos que luchan contra el orden establecido como el feminismo, la enseñanza laica o el naturismo. Por estas razones, el espiritismo se presenta como un instrumento para cambiar el orden social mediante el cambio del orden espiritual
El espiritismo, entendido como la doctrina elaborada por Kardec, llegó a Barcelona en la década de los 1860s. Desde su llegada hasta la Guerra Civil Española, con la excepción de la dictadura de Primo de Rivera, el espiritismo se convierte en una doctrina muy popular sobre todo entre las clases trabajadoras, ya que se utiliza como alternativa a el imperante y aleccionador catolicismo. Se establecen en la ciudad cientos de centros espiritistas, se publican revistas y libros, se organizan actos de caridad… También se asocia con otros movimientos que luchan contra el orden establecido como el feminismo, la enseñanza laica o el naturismo. Por estas razones, el espiritismo se presenta como un instrumento para cambiar el orden social mediante el cambio del orden espiritual

En su libro, «Amalia i els esperits», Patricia Gabancho se sumerge en la Barcelona de finales del siglo XIX a través de la vida de Amalia Domingo Soler, principal divulgadora del espiritismo, que «desde los márgenes buscaba las respuestas que la ciencia o el poder no dan ni quieren que se den».

El libro narra la historia de Amalia, una sevillana pobre con problemas de vista, que se convirtió en la principal voz del movimiento espiritista cuando llegó, en 1876, al entonces independiente municipio barcelonés de Gràcia y fundó, auspiciada por unos mecenas, «La luz del porvenir», una de las revistas más importantes del espiritismo.

Este «ensayo narrativo», como lo define la autora, navega a través de las memorias de esta espiritista, médium y librepensadora, y explica la historia de la tendencia espiritista que se fue expandiendo entre la clase obrera de la Barcelona del cambio de siglo, en un contexto de ebullición, cambio y transformación.

Gabancho asegura que se sintió llamada a escribir sobre Amalia, pues se interesó por cómo «el espiritismo era una forma de buscar respuestas a las mismas preguntas que nos venimos haciendo desde hace cientos de años», como qué es el alma, qué hay después de la muerte y el porqué del sufrimiento terrenal.

La autora explica que llegó hasta el personaje de Amalia gracias a un trabajo previo que había hecho, «El fil secret de la història», donde recoge «todos los movimientos de disidencia que surgen en Cataluña desde la Edad Media hasta la actualidad: alquimistas, espiritistas, cátaros y algunas sectas».

«Tenía claro que solo con la historia de Amalia no bastaba para un libro. Hacia falta ponerla en contexto: una Barcelona que crece con las anexiones, donde se desarrolla el primer catalanismo y el anarquismo. Todo esto me permite crear un libro que tiene una cierta potencia histórica», señala Gabancho.

En el libro, además del contexto histórico, se exploran las memorias de esta misteriosa mujer, unas memorias que «son muy ambiguas, porque dan un personaje muy encerrado, muy autista, muy desligada de su época», precisa la escritora originaria de Buenos Aires, pero radicada en Barcelona desde 1974.

«Yo siempre pongo en duda estas memorias, porque ella está construyendo un personaje. El hecho que no hable de nada que no sea su vida como espiritista ya te da una pauta. Hay cosas en su relato que no son del todo coherentes, pero es el testimonio que ella deja», afirma Gabancho.

Por este motivo, a parte de las memorias, la autora indagó en archivos, bibliotecas y a través de académicos y especialistas en el tema; realizando una búsqueda que la narradora relata en el libro en primera persona, convirtiendo a la propia investigación en el hilo conductor de toda la narración.

«Esta forma de narrar justifica la introducción de algunos hechos de actualidad que buscan demostrar que la sociedad continúa haciéndose hoy en día las mismas preguntas que hace cien años y que el espiritismo era una forma de buscar respuestas a esto, aunque ya no esté de moda», ha explicado la autora.

La obra explora está relación que tiene el espiritismo con el momento de cambio y tensión que vivía la sociedad de finales del siglo XIX, donde «cada clase social busca su propio camino de cambio y ruptura» a través de movimientos tan dispares como el catalanismo, el anarquismo y el espiritismo, que tenían lazos entre ellos.

«El espiritismo entra por medio de las clases nobles, pero no se vuelve popular hasta que no llega a los obreros. El espiritismo está dentro de esta cosmovisión nueva que está creando el anarquismo, que incluye al feminismo, al naturismo y al esperanto. Es una búsqueda de explicación a tanto sufrimiento y explotación», señala Gabancho.

A través de una serie de obreros ilustrados, «porque la doctrina necesita ser leída», el espiritismo se extiende a las clases subalternas mediante conversaciones de taberna, reuniones y círculos espiritistas.

El libro relata cómo este movimiento «librepensador y rupturista» se expandió rápidamente en la sociedad catalana, lo cual llevó a que en 1888, el mismo año de la primera Exposición Universal, se celebrara en Barcelona el primer Congreso Internacional Espiritista de la historia.

«Es un congreso con muy pocos efectos prácticos, pero es el primero. Muchos toman como el primer congreso el que se hizo en París al año siguiente. Pero en Barcelona hubo propuestas revolucionarias, como la creación de un comité internacional de paz para dirimir conflictos entre los pueblos», relata Gabancho.