eugenio noel
El ácido brebaje del bohemio ensueño

Los personajes bohemios se perpetúan en la anécdota antes que en el libro», escribió Rafael Cansinos Assens en una novela que, precisamente, se tituló «Bohemia» y es lo que trata de demostrar el editor y erudito José Esteban en su último libro, «Los bohemios y sus anécdotas».
Este anecdotario, que también podría clasificarse como una antología de disparates y ocurrencias, en algunos casos brillantes, se centra en autores del primer tercio del siglo pasado, cuando el sevillano Alejandro Sawa, que por algo inspiró a Valle-Inclán el protagonista de su «Luces de Bohemia», fue, de nuevo en palabras de Cansinos Assens, «el jefe de aquella familia» y un autor cuyo prestigio «era sobre todo anecdótico».
José Esteban, autor también de una antología de erratas, de un anecdotario sobre la Generación del 98 y de un libro sobre Valle-Inclán y la bohemia, ha rastreado para esta obra libros de carácter testimonial de Pío y Ricardo Baroja, Ramón Gómez de la Serna, César González Ruano, Eduardo Zamacóis, José Alfonso y, entre otros, las memorias de Cansinos Assens reunidas bajo el título «La novela de un literato».
Para Esteban, como para otros autores como Prosper Merimée, la anécdota no es necesariamente algo superficial, ya que «presenta en muchas ocasiones los relieves del carácter» y «hay hombres que en nada se ven mejor retratados que en sus anécdotas», además de autores que «una vez muertos, se sigue hablando de ellos únicamente por sus anécdotas».
Esteban considera que las anécdotas que ha recopilado, algunas de las cuales ha recogido de periódicos y publicaciones efímeras, «forman parte de la muy ingeniosa historia del ingenio español», unas en forma de frases incisivas otras de desplantes o actuaciones inesperadas y otras de rasgos de ingenio.
A la hora de trazar un perfil de los escritores bohemios que protagonizan estas páginas, también llamados «piruetistas» o «navegantes de la Puerta del Sol», Esteban opta por definirlos como «jóvenes envenenados por la literatura» que hace cien años dejaron sus provincias para conquistar Madrid, se alimentaban básicamente de medias tostadas, «sostenían un cuerpo a cuerpo cotidiano con la miseria» y tenían los ojos «vendados por el ensueño».
El malagueño Pedro Luis de Gálvez, «trapisondista egregio» que llegó a publicar un manual para dar sablazos, Dorio de Gádex, que se hacía pasar por hijo de Valle-Inclán, Alejandro Sawa, que saludaba a sus iguales por la calle al grito de «atenienses», y Félix Méndez, que vestía de frac porque ya había empeñado toda su ropa y quien definió la bohemia como «una fruta ácida, muy ácida, que solamente los artistas mordemos a gusto» son algunos de los protagonistas de estas páginas.
Otros son Emilio Carrere, que tantos versos y prosas dedicó a los ambientes bohemios, Eugenio Noel, que emprendió el sólo una cruzada antitaurina y antiflamenca, Antonio Palomero, que empeñó un gato, y Ramón Prieto Moreno, que «se suicidó bebiendo aguardiente» -murió acostado en un banco de la Plaza de Santa Ana mientras los niños jugaban alrededor- no sin antes improvisar una cuarteta a su tan preciado licor: «Desde la acera de enfrente, / con la mano en el sombrero / les saluda un caballero / que está bebiendo aguardiente».
La respuesta del poeta Francisco Villaespesa a su casero, al que adeudaba ocho mensualidades, tal vez podría servir hoy a algún ministro de Hacienda asediado por deudas externas.
El casero de Villaespesa se presentó en casa y le dijo que sentía por él admiración y extremada simpatía y que quería demostrárselo de un modo práctico olvidándose de la mitad de la deuda que tenía con él, a lo que poeta respondió aceptando y agradecido pero advirtiéndole que como él «no quería ser menos» se olvidaba de la obra mitad.
Eugenio Noel, dinamita para la borregada

El libro «Señoritos chulos, fenómenos, gitanos y flamencos», uno de los menos accesibles de Eugenio Noel, publicado en 1916 y no reeditado hasta ahora, recoge episodios de su campaña antiflamenquista, emprendida en 1911 y muchos de los cuales datan de 1914.
La editorial Berenice, que ya recuperó el «Diario Íntimo» de Noel, en el que el escritor, periodista y conferenciante dejó constancia de las penurias sufridas a lo largo de la campaña antitaurina y antiflamenca que emprendió en solitario, ha rescatado ahora este libro que le fue encargado hace cien años por Gregorio Martínez Sierra.
Este libro, a diferencia del «Diario», se centra más en lo flamenco que en lo taurino, si bien contra ambos conceptos quiso combatir Noel, belicosidad regeneracionista y convencimiento republicano, los grandes males de España.
Uno de los términos del título, el de «señoritos chulos» se debe al denominado en la época «escándalo de Sevilla», en el que Noel, en 1912, sufrió un intento de linchamiento al término de una conferencia contra los toros y el flamenco, y no se libró de ser insultado, abucheado, zarandeado y, literalmente, perseguido y acosado por las calles de la ciudad.
Al término de aquella conferencia el hijo del marqués de Pickman, Guillermo Pickman, pidió interpelar al conferenciante pero se le negó la palabra, lo que originó el tumulto, que acabó la advertencia del gobernador civil a Noel, que no podía garantizar su integridad si no desistía de predicar al día siguiente contra Belmonte en el barrio de Triana.
El director de Berenice, David González Romero, explica que «Señoritos chulos, fenómenos…» es un libro «muy acre», agresivo y hasta insultante, como demuestra el desahogo de Noel previo el episodio de Sevilla, que también fue denominado por la prensa sevillana como «La cogida de Noel»:
«¡Vagos, afeminados, mentecatos que vais a la plaza, u os tomáis dos copas y le tocáis las palmas a Chacón. ¡Sois unos bestias!».
El editor ha destacado que Noel fue hace un siglo lo que hoy se denomina un «autor mediático», porque supo rentabilizar la publicidad de estos sucesos.
«Uno de los hechos más mediáticos de su campaña» fue en una corrida de julio de 1912, cuando Rafael Ortega «El Gallo», animado por el público que identificó a Noel sentado en el tendido, tuvo la ocurrencia de brindarle un toro y regalarle una de las orejas que cortó.
En otra ocasión, en San Sebastián, «El Gallo» se retrató con Noel antes de una corrida, y el escritor antitaurino consignó en su diario sobre el gesto del torero: «Lo que hizo fue darme un cartel de mil demonios».
También le dieron fama y publicidad a Noel su encarcelamiento entre enero y febrero de 1910 por su libro contra la Guerra de África, y el que al año siguiente fuese de nuevo detenido en Madrid por una conferencia de elevado tono republicano, lo que le valió la portada de algún periódico.
Pese a la publicidad, en «Señoritos chulos…» Noel expresa con amargura su condición de mártir por las penurias en las que lo sumió su apostolado regeneracionista contra los toros y el flamenco, y como en las páginas de su «Diario íntimo», se revela conocedor y casi admirador de lo que denuncia, como cuando en los toros rechaza a los «fenómenos» por ir contra la esencia del arte.
Sobre esas contradicciones de Noel, González Romero ha destacado que en el mismo año de publicación de «Señoritos chulos…» publicara también «Semana Santa en Sevilla», «un espléndido libro, casi conciliador para con la ciudad que lo linchó».