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Las vísceras de la fantasía

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Sofía Rhei
Sofía Rhei

Emilia Pardo Bazán «escribió relatos de ciencia ficción y muchos de sus cuentos son de hecho fantasías de terror», explica la escritora Sofía Rhei, que defiende la fuerza de la literatura fantástica escrita por mujeres y es autora de la novela «Róndola», publicada por la editorial Minotauro.

Se trata de una obra que mezcla humor y fantasía, ambientada en un mundo con forma de rosquilla y que sirve también como «un homenaje personal» al autor británico Terry Pratchett, muy popular por su serie de obras de Mundodisco.

«Róndola» se presenta como un cuento de hadas «no apto para menores» y «dispuesto a herir todas las sensibilidades» al explorar temas «como la identidad personal o el conflicto entre lo público y lo privado», pero «despojándolos del drama y la importancia que solemos dar a los problemas diarios».

La escritora (Madrid, 1978) busca «reflejar la realidad de una forma divertida, a través de la complicidad y la sonrisa, con mucho humor», un ingrediente que «a pesar de su importancia, se ha vuelto infrecuente en la literatura española».

Es precisamente el sentido del humor uno de los factores que ha permitido el éxito de su serie más popular de novelas infantiles, las de «El joven Moriarty» (Ed. Nevsky), que cuenta con títulos como «La ciudad de las nubes», «La planta carnívora», «Los misterios de Oxford» y «El misterio del dodo».

El protagonista es el yo niño de James Moriarty, el personaje creado por Arthur Conan Doyle como archienemigo criminal de su héroe Sherlock Holmes, y sus sucesivas peripecias «han ido fenomenal, no esperaba que me diera tantas satisfacciones», por lo que tendrán continuidad.

Aunque Rhei comenzó publicando poesía, afirma que «en la actualidad escribo de todo, me siento una todoterreno como escritora tanto como lectora», si bien sus géneros favoritos siguen siendo la ciencia ficción y el humor.

«Me gusta tener varios libros empezados a la vez, a la hora de leer y también de escribir», y prefiere que sean de géneros diferentes para recalar en unos u otros según su estado de ánimo.

Una de sus ideas consiste en un estudio sobre la presencia de la literatura femenina en la ciencia ficción. En proyecto, pergeñar 25 relatos, además de construir una base de datos exhaustiva, para recuperar la obra de «muchas mujeres que han escrito pero cuya labor ha quedado oculta por la inercia sociocultural».

Rhei cita a Pardo Bazán, considerada uno de los pilares del realismo y el naturalismo, pero cuya faceta de escritora fantástica «nos la han escondido, igual que ha pasado con otras autoras».

En su opinión, «las mujeres estamos acostumbradas a leer el punto de vista de los hombres y a identificarnos con personajes masculinos pero parece que a ellos les da pereza leer acerca de protagonistas que tienen que buscar a sus hijos en el colegio o que están estresadas porque viene su suegra a casa».

En ese sentido, las vivencias femeninas «se consideran de clase B» o se limitan al campo de la literatura romántica, «que tiene un gran impacto pero explota experiencias femeninas que no son de las mejores».

Como ejemplo de novela femenina de calidad cita «El diario de Bridget Jones» de la británica Helen Fielding, adaptada con gran éxito al cine, y que resulta «comparable al humor de P.G. Wodehouse o Tom Sharpe, con la diferencia de que las obras de sus colegas masculinos son reconocidas por todo el mundo mientras que la de ella es considerada como ‘entretenimiento para chicas’ y poco más».

Como autora, Rhei aspira a subirse al carro de la Ciencia Ficción pues, según suscribe, ha publicado «muchos relatos» y quiere desarrollar «una idea sólida» para el formato largo.

Escribir ciencia ficción es «complicado» porque «es quizá el género más exigente para autores y lectores» mientras la fantasía «es casi lo contrario, más comercial y tiene más que ver con la novela histórica».

La imaginación al servicio del arte y la belleza

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Andrés Ibáñez, autor de "La Duquesa Ciervo"
Andrés Ibáñez, autor de «La Duquesa Ciervo»

Después del éxito que tuvo con «Brilla, mar del Edén», con la que ganó el Premio Nacional de la Crítica, Andrés Ibáñez regresa con uno de sus libros más poéticos, «La duquesa ciervo», un derroche de imaginación para hablar del aprendizaje, la magia, el poder, la esclavitud y la guerra.

De todo eso y de mucho más trata «La duquesa ciervo», publicado por Galaxia Gutenberg, un libro río con muchos colores, diferentes texturas e infinitos detalles, en el que el narrador, músico y poeta ha querido hacer una metáfora de la vida y del destino al que está condenado el hombre, según explica el autor.

«En mis libros hay mucha fantasía, pero para mí eso es poesía. Yo me planteo escribir novelas igual que escribo música y no hay música fantástica ni música realista, que yo sepa. Para mí -dice-, la literatura busca representar la vida como es y representar la luz, representar la emoción, nuestra existencia en el mundo. Lo que quiero es capturar la vida», argumenta.

En «La duquesa ciervo», Ibáñez, autor de «La música del mundo» (1995), «La sombra del pájaro lira» (2003) o «La lluvia de los inocentes» (2012), entre otros muchos títulos, narra la historia de Hjalmar, un aprendiz de mago en medio de un mundo medieval, en la populosa ciudad de Irundast, dominada por la Torre de los magos.

Un universo entero con países en guerra, fronteras, linajes de reyes, esclavos, religiones, dragones y osos que conviven con hombres y donde La duquesa ciervo luchará contra su destino, en un mundo de nieblas, donde también hay una historia de amor.

«Utilizo el lenguaje de la imaginación y con ese lenguaje tengo la libertad de hacer cualquier cosa, de contar lo que quiera. No me siento circunscrito por las leyes de la gravedad o las de la física. Porque esto es una obra de arte, y las obras de arte son libres», sostiene el autor.

Ibáñez se ha inspirado en algo que le persigue desde niño, «El anillo del Nibelungo», de Wagner, además de en «El señor de los anillos», de J. R. R. Tolkien, o quizá en «Un mago de Terramar», de Ursula K. Le Guin.

Esto solo por decir algunos títulos porque el autor defiende que, cuando escribes, estás «reproduciendo tu vida, tus preocupaciones, lo que te rodea, tus vivencias».

Y en este sentido, dice que todo tiene que ver con la meditación, con la realidad sutil. «El niño aprendiz de mago, el protagonista, tiene que ver con el mundo de la meditación», añade Ibáñez, que también habla de la importancia de Jung y el mundo de los sueños.

Pero el escritor también desea dejar claro que la magia, en este libro, no consiste en transformarse en animales o en provocar apariciones, por ejemplo.

«Cuando escuchamos la palabra magia, aparecen un montón de prejuicios, y en este libro la magia tiene que ver más con la meditación, con todas las leyes de la realidad -recalca-, con las que conocemos y las que todavía no conocemos. Tiene que ver con el yoga, con la introspección. Es algo que está relacionado con la realidad sutil».

Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) defiende el papel de la belleza en el mundo de hoy, del arte por encima de todo. «Creo hoy se entiende mal lo que es el arte. El arte debe traer belleza a la vida, porque la vida está llena de dolor y de horror; y el arte tiene que traer alegría, belleza y conciencia y su labor es traer luz donde no la hay», concluye.