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Un ‘castrato’ en el ojo del huracán

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Farinelli estuvo más de veinte años trabajando en España al servicio de Felipe V y Fernando VI, pero su paso quedó ensombrecido por mitos extendidos por los ingleses sobre su entrada y salida del pais
Farinelli estuvo más de veinte años trabajando en España al servicio de Felipe V y Fernando VI, pero su paso quedó ensombrecido por mitos extendidos por los ingleses sobre su entrada y salida del país

El paso del famoso cantante italiano Farinelli por España estuvo marcado por dos mitos que propagaron los ingleses, por entonces en conflicto bélico con los españoles: que el famoso castrato fue el sanador de un melancólico Felipe V y que fue expulsado de manera inmisericorde por Carlos III, un rey carente de gusto musical. Los artículos de prensa inglesa de la época revisados ahora por un investigador de la Universidad Autónoma de Madrid así lo reflejan.

Farinelli, como pasó a la historia el castrato italiano Carlo Broschi (1705-1782), fue uno de los cantantes más famosos de todos los tiempos. Estuvo más de veinte años trabajando en España al servicio de Felipe V y Fernando VI, entre 1737 y 1759, contribuyendo a fortalecer la imagen de la monarquía española en el extranjero.

Ahora, el investigador Daniel Martín Sáez, doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), ha estudiado por primera vez el origen y la genealogía de la leyenda de Farinelli en España, en un artículo publicado en la Revista de Musicología.

Aunque se trata de uno de los episodios artísticos y culturales más ricos de la historia de Europa, Martín Sáez argumenta que el paso de Farinelli por España estuvo marcado por dos mitos que han ensombrecido su papel en la corte: “un ‘mito de entrada’, donde el castrato aparece como el sanador del melancólico Felipe V, y otro ‘de salida’, donde un Carlos III carente de gusto musical lo habría expulsado de manera inmisericorde”.

Ambos mitos se forjaron en el siglo XVIII, cuando embajadores, escritores, artistas e historiadores ingleses utilizaron la fama de Farinelli para criticar la política española, en pleno contexto bélico entre Inglaterra y España.

El investigador repasa varias notas de prensa inglesa de la época, mostrando cómo Farinelli, que abandonó Inglaterra para trabajar en España, se convirtió en un curioso casus belli (motivo de guerra). También estudia la correspondencia de Benjamin Keene (embajador inglés en España), los diarios de viaje de Johann George Keyssler (miembro de la Royal Society), la historiografía musical de John Hawkins y Charles Burney, o la obra de Joseph Baretti, por entonces ligado a la Royal Academy of Arts de Londres, demostrando todo tipo de invenciones mitopoyéticas y plagios sin contrastar.

La musicología nacionalista española del siglo XIX, que consideraba perjudicial la influencia histórica de los músicos italianos, fue la encargada de proseguir con la leyenda. Así se puede comprobar en las obras de Antonio Ferrer del Río, Soriano Fuertes, Barbieri, Carmena y Milán, Peña y Goñi, Mitjana, Cotarelo y Mori, Subirá y Martín Moreno, entre otros, que repiten el mito sin aportar ninguna fuente.

Pero también lo han repetido sus biógrafos franceses e italianos, desde Giovenalle Sacchi (1784) hasta Sandro Cappeletto (1995), pasando por René Bouvier (1943) y Patrick Barbier (1987), así como los grandes diccionarios, como ocurre en el New Grove en las entradas de Ellen T. Harris y Robert Freeman.

Resurgir de los mismos prejuicios de la prensa inglesa del XVIII

En la última década, según Daniel Martín Sáez, estamos asistiendo a un resurgimiento del mito de entrada, tanto en la prensa como en la historiografía y en la esfera artística y teatral, donde la tradición mitológica en torno a Farinelli también se remonta al siglo XVIII.

El historiador inglés Henry Kamen lo ha repetido últimamente en el artículo que le encargaron para Broadway en diciembre de 2017, con ocasión del espectáculo de su compatriota Van Kampen sobre Farinelli, repitiendo los mismos prejuicios de la prensa inglesa del siglo XVIII.

El autor presta especial atención a los motivos políticos, ideológicos y gremiales que explican su pervivencia en el presente, desde la leyenda negra y el nacionalismo español hasta los plagios o el uso de metodologías poco adecuadas.

Los resultados de esta investigación, también defendidos en diversos congresos internacionales de musicología, se han divulgado en los últimos meses en nuevos artículos y programas de radio.

Eunucos de voz fina y larga vida

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Pintura coral de Farinelli (en el centro) junto a varios de sus colaboradores. La única forma de calmar al Rey Felipe V, quien padecía de un grave trastorno bipolar, era escuchar la hipnotizante voz de Carlo Broschi, conocido por el sobrenombre de Farinelli, el más famoso de los cantantes castrati que se popularizaron en las cortes europeas del siglo XVIII. Farinelli acudió invitado para pasar unos meses por la Reina Isabel de Farnesio a la Corte madrileña, y terminó residiendo allí durante casi 25 años. Fue un influyente pero discreto personaje de la España de Felipe V y Fernando VI
Pintura coral de Farinelli (en el centro) junto a varios de sus colaboradores. La única forma de calmar al Rey Felipe V, quien padecía de un grave trastorno bipolar, era escuchar la hipnotizante voz de Carlo Broschi, conocido por el sobrenombre de Farinelli, el más famoso de los cantantes castrati que se popularizaron en las cortes europeas del siglo XVIII. Farinelli acudió invitado para pasar unos meses por la Reina Isabel de Farnesio a la Corte madrileña, y terminó residiendo allí durante casi 25 años. Fue un influyente pero discreto personaje de la España de Felipe V y Fernando VI

Los castrati —en singular, «castrato»— eran hombres capaces de cantar con una tonalidad de voz muy aguda. Tanta, que causaron furor durante el Barroco, época en la que llegaron a convertirse en el equivalente a las actuales estrellas musicales. Sin embargo, la historia que se esconde tras estos hombres con voz de mujer es mucho más triste y oscura.

A diferencia de lo que ocurre con los contratenores actuales, que consiguen su tono de voz de forma natural, ejercitando sólo una parte de sus cuerdas vocales, los castrati, alcanzaban su tesitura mediante una intervención quirúrgica.

Como el propio nombre de estos cantantes indica, esa operación consistía en la amputación de los testículos, con el fin de que no pudiesen producir hormonas sexuales masculinas, responsables de la muda vocal que se opera en la adolescencia. Por ello, la intervención solía realizarse entre los 8 y los 12 años de edad.

Hay que señalar que en sentido estricto, no era una castración de todo el aparato genital. Así, había quienes aseguraban que aquellos castrati que conseguían desarrollar un pene adulto —generalmente por haber sido sometidos a la intervención después de los diez años— eran los mejores amantes del mundo.

El resultado de esa poco ética intervención quirúrgica era una espectacular voz que mezclaba el colorido tímbrico masculino y femenino. Poseía la potencia propia de un hombre y, a la vez, tenía una gran ligereza y capacidad para hacer agudos portentosos como una mujer. Esta voz híbrida era considerada celestial por el público de la época, entre el que causaba furor.

La castración de seres humanos nunca estuvo formalmente permitida, pero se toleraba y generalmente era enmascarada con supuestos accidentes o enfermedades que la justificaban. Con el fin del Barroco y la incorporación de las mujeres a la escena musical, las voces de los castrati desaparecieron de los escenarios, aunque siguieron vivos en los coros eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XIX. Alesandro Moreschi, el último castrato conocido falleció en 1922.

En la actualidad, su papel es asumido por los contratenores, que logran agudizar su voz con una técnica depurada, en lugar de recurrir a prácticas aberrantes.

Los castrados son más longevos

Las hormonas sexuales masculinas pueden ser la causa de que los hombres vivan menos que las mujeres, afirma un estudio según el cual los eunucos de la corte imperial coreana eran mucho más longevos que sus congéneres.

Los científicos coreanos Kyung-Jin Min y Cheol-Koo Lee llegaron a esta conclusión tras analizar los archivos genealógicos de la corte imperial de la dinastía Chosun (1392-1910) y comprobar que los eunucos vivían entre 14 y 19 años más que los hombres que no habían sido castrados.

«El descubrimiento aporta una importante pista más para entender por qué hay una diferencia en la expectativa de vida de una mujer y un hombre», señala el biólogo Kyung, de la Universidad de Inha, uno de los autores del estudio que publica este lunes la revista Current Biology.

Según la Organización Mundial de la Salud, las mujeres viven como término medio de seis a ocho años más que los varones en los países industrializados. En la época analizada en el estudio se guardaban celosamente los árboles genealógicos para demostrar la pertenencia a la nobleza.

Los 81 eunucos estudiados habían perdido sus órganos reproductivos en accidentes como la mordedura de un perro o se habían sometido voluntariamente a la castración para ganar acceso a palacio, donde se les permitía casarse y formar una familia con niños castrados y niñas.

Los eunucos vivieron entre 14 y 19 años más que los demás hombres y tres de ellos alcanzaron e incluso superaron la edad de cien años, por lo que la incidencia de centenarios entre los eunucos coreanos era 130 veces mayor de lo que se da hoy en los países desarrollados, subraya por su parte Cheol, de la Universidad de Corea.

Según este profesor, este hecho no puede explicarse simplemente por la calidad de vida de la que se disfrutaba en el palacio, ya que la mayoría de los eunucos pasaba casi tanto tiempo fuera como dentro de ese recinto.

De hecho, los reyes y varones de la familia real tenían las vidas más cortas y normalmente no pasaban de mediados de los cuarenta, según el estudio. Estos datos brindan algunas claves sobre la longevidad, según ambos científicos, quienes recomiendan a los hombres que para mantenerse saludables y vivir más «se alejen del estrés y aprendan lo que puedan de las mujeres».