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Los mafiosos del Swinging London

En el mundo de la delincuencia no debe ser fácil confiar en alguien. Todos tienen la misma intención de escalar a cualquier precio y matar no es un problema. Tal vez por eso contar con tu gemelo para realizar los delitos debe ser una ventaja. Ronnie y Reggie Kray tuvieron esto en claro, y no dudaron en convertirse en los mafiosos más temidos del lado este de Inglaterra, a mediados del siglo pasado.
Los gemelos Kray nacieron el 24 de octubre de 1933, en Hoxton, parte este de Inglaterra. Reginald llegó al mundo 10 minutos antes que Ronald. Para entonces ya tenían un hermano seis años mayor, Charlie Jr., y tiempo después vendría una hermana, Viola, que fallecería siendo bebé. Su padre se llamaba Charles ‘Charlie’ Kray y su madre Violet Lee-Kray. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Charles Sr. pasó a la clandestinidad para evitar ser reclutado. Fue durante la niñez que Ronnie sufrió una lesión en la cabeza, que tal vez sería la razón de su posterior inestabilidad mental.
Siendo adolescentes, inspirados por su abuelo materno, Jimmy ‘Cannonball’ Lee, ambos practicaron boxeo amateur e incluso llegaron a las finales del Campeonato de Boxeo Escolar en Londres. La agresividad ya estaba rindiendo sus primeros frutos. Como matones que eran, formaron una banda que se hizo tristemente célebre en la zona y en varias ocasiones estuvieron a un paso de ingresar a prisión. En ese lapso, el único trabajo legítimo que tuvieron fue en un mercado de pescado, donde permanecieron unos seis meses.
En 1952, esa incipiente carrera delictiva sufriría un paréntesis cuando los Kray fueron reclutados por el ejército británico. Allí, la falta de respeto por la autoridad, la mala conducta y las reiteradas deserciones los llevaron tras las rejas de una prisión militar. Cumplido el arresto fueron licenciados deshonrosamente y comenzaron una vida de crimen.
En Bethnal Green, un barrio del East End de Londres, los gemelos compraron un viejo club de billar con un préstamo de su hermano mayor y formaron una banda con cockneys –como se llama a los habitantes de la zona– y criminales escoceses. Se hacían llamar ‘The Firm’ (‘La Firma’) y empezaron ofreciendo ‘protección’, para continuar con robo a mano armada, secuestros y destrucción de propiedad privada a fines de la década de 1950.
En 1956, Ronnie fue el primero de ellos en volver a prisión, tras un robo vinculado a problemas entre bandas. Salió en libertad tres años más tarde, previo diagnóstico de esquizofrenia paranoide, lo que justificaría su marcada violencia que iba en ascenso. Mientras Reggie estuvo a cargo de ‘La firma’, abrió un club nocturno y puso a cargo a su hermano Charlie. Fue el primero de varios. Para los ‘60s, los gemelos ya se habían establecido en la escena londinense como dueños de glamorosos locales nocturnos, donde clientes como parlamentarios, actores famosos y cantantes eran habituales.
En 1964, los hermanos fueron noticia cuando The Daily Mirror afirmó tener pruebas fotográficas que mostraban a un conocido miembro de la Cámara de los Lores teniendo una relación sexual con un gángster. Seis días más tarde, una revista alemana mencionó que se trataba de Lord Boothby, miembro del Partido Conservador, y de Ronnie Kray. Cuando Boothby amenazó con demandar al periódico, The Daily Mirror despidió a su editor, dio marcha atrás con la historia, se disculpó y pagó una indemnización extrajudicial de 40 mil libras esterlinas. Pero el rumor se propagó de todos modos.
El 9 de marzo de 1966, George Cornell y George Dixon, miembros de la banda rival Richardson, estaban en el pub Blind Beggar en Whitechapel, cuando los Kray y otros mafiosos ingresaron al local. Algunos aseguran que Dixon dijo en broma: “Mira quién está aquí” y Cornell respondió: “El gordo marica”. Lo que está claro es que Ronnie se acercó a Cornell y le disparó delante de varios clientes. Reggie contuvo a Dixon a punta de pistola, pero lo dejó vivir.
A pesar de que hubo varios testigos, ninguno se atrevió a declarar en contra de los Kray y Ronnie quedó absuelto. El propio Ronnie negó la historia sobre el insulto y afirmó que le disparó a Cornell porque estaba haciendo amenazas contra él y Reggie. Pero quién sabe.
Su segundo asesinato habría sucedido en 1967, cuando los Kray ayudaron a uno de sus socios, Frank ‘The Mad Axeman’ Mitchell, a salir de la prisión de Dartmoor y le permitieron quedarse en el apartamento de un amigo. Al ser muy grandote y con un trastorno mental, Mitchell demostró ser muy difícil de manejar y, tiempo después, desapareció y su cuerpo nunca fue encontrado. Tampoco se culpó en ese momento a los gemelos por esto, pero un exmiembro de la banda, Freddie Foreman, afirmó en su autobiografía que Mitchell fue asesinado a balazos y su cuerpo desechado en el mar.
En sus sueños, los Kray eran gánsteres como los que habían admirado en el cine de pequeños, o en el caso de Ronnie, el más virulento de los dos –Reginald solo mató en una ocasión–, una leyenda de la talla de Jack El Destripador. Para ellos, el crimen más o menos organizado sería glamuroso o no sería, y se hicieron conocidos tanto por sus carnicerías como por sus trajes de Savile Row y corbatas estrechas.
Con ese aspecto impoluto los retrató David Bailey en los 60 en una famosa serie de fotos. Una de ellas, en la que salían con su hermano Charles, apareció en 1965 en un portfolio de Bailey que incluía también imágenes de los Beatles, los Rolling Stones y el bailarín Rudolph Nureyev, entre otros. Dos años después, piden al periodista John Pearson –tras rechazar Truman Capote el trabajo– que escriba su biografía.
El 8 de mayo de 1968, los Kray y otros miembros de la banda fueron arrestados como resultado de una investigación que llevó a cabo el inspector de Scotland Yard Leonard ‘Nipper’ Read. La mayoría de ellos fueron condenados, gracias a los testigos que poco a poco se animaron a declarar, y Ronnie y Reggie fueron declarados culpables de asesinato y sentenciados a un mínimo de 30 años de prisión. Su hermano mayor, Charlie, sufrió una pena de 10 años por cómplice en dichos actos criminales.
En sus tiempos en prisión, lograron que Maureen Flanagan, bella integrante de la banda, participara en el show de Benny Hill o en el Monty Python’s Flying Circus, e incluso, desde la cárcel consiguieron organizar eventos benéficos bajo su nombre al que acudían famosos como el futbolista George Best.
De cualquier modo, el aspecto de su vida privada más sorprendente ha sido siempre el sexual. Hasta hace poco, lo que había trascendido era la bisexualidad de Ronnie, pero entre el aluvión de nuevas revelaciones que aparecen estos días se halla una casi macabra. John Pearson la desarrolla: “Ronnie era abiertamente gay, pero en el East End de entonces esto estaba realmente mal visto. Así pues, convenció a Reggie para que practicaran sexo juntos, para no exponerse a que nadie les pillara. Eso fue antes de convertirse en celebridades. Cuando eso sucedió, Ronnie se creyó tan poderoso que exhibía sus conquistas sin pudor”.
Encontrado legalmente demente debido a su esquizofrenia paranoide, Ronnie fue encerrado en el Hospital de Broadmoor y permaneció allí hasta su muerte de un ataque al corazón, en 1995. Reggie estuvo en prisión hasta el 26 de agosto de 2000, cuando fue liberado por razones humanitarias, debido a que padecía de un avanzado cáncer de vejiga. Sólo pasó poco más de un mes como un hombre libre antes de morir mientras dormía, el 1 de octubre de dicho año.
El tercer hermano, Charlie Kray, una vez cumplida su sentencia, negoció los derechos cinematográficos de la historia de su familia y se hizo con una importante suma de dinero, que usó para volver al crimen organizado. En 1997, fue nuevamente encarcelado por intentar importar 69 millones de libras esterlinas en cocaína. Y el 4 de abril de 2000, unos meses antes de la muerte de Reggie, falleció por causas naturales.
El fotógrafo del pentagrama bastardo

El fotógrafo estadounidense Herman Leonard es autor de inolvidables retratos de astros del jazz como Billie Holiday, Charlie Parker, Louis Armstrong, Frank Sinatra o Miles Davis. Leonard, que se hizo famoso por sus legendarias fotografías en blanco y negro tomadas entre bambalinas, está considerado uno de los principales cronistas del panorama del jazz de mediados del siglo pasado. Sus estilizadas instantáneas presentan salas oscuras, relucientes micrófonos y mucho humo de cigarros.
La carrera del artista comenzó en los años 40. Entre 1948 y 1956 fotografió el mundo del jazz en Nueva York, y luego se mudó a París.
En 1985 se publicó su libro «The Eye of Jazz» en Francia, al que siguieron varios más. En los ’80 se instaló en Nueva Orleans, y el huracán «Katrina» destrozó en 2005 más de ocho mil de sus históricas fotografías. No obstante, antes ya se había ocupado de poner a buen recaudo los negativos.
Leonard se une a la partida de otro de los grandes fotógrafos americanos del jazz, William Claxton, muerto en 2008 y cuyas imágenes poblaron portadas de discos con sesiones que hoy se pueden adquirir además en publicaciones de la editorial Taschen.
Hijo de unos inmigrantes judíos de origen rumano, Leonard nació en Allentown, Pensilvania, en 1923. El pequeño Herman, con 12 años, queda fascinado con la fotografía cuando su hermano mayor le regala su primera cámara. Empeñado en convertirse en fotógrafo, se matricula en la Universidad de Ohio, la única que ofrece un grado en fotografía.
Durante la II Guerra Mundial es llamado a filas, pero no ejerce como fotógrafo porque en el examen de selección falla la composición de un revelador. Terminada la contienda, Leonard trabaja durante un año con uno de los mejores retratistas de su época, el canadiense Yousuf Karsh. Además de la técnica fotográfica y de trucos para manejar al retratado, el aprendiz se lleva del veterano, como único pago a todo ese año, un consejo que lleva a la práctica hasta el extremo: «Retrata la verdad, pero siempre desde la belleza».
Y belleza es lo que saca del mundo del jazz, donde entra de lleno a partir de 1948 en los locales de Nueva York. Para poder escuchar y fotografiar gratis a las estrellas intercambia sus fotos con los dueños de los locales, que las usan para anunciar actuaciones. Por el objetivo de su cámara Speed Graphic pasan Milles Davis, Charlie Parker, Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Dizzy Gillespie o Billie Holiday.
Las fotos de Leonard transmiten la esencia de los clubes de jazz, llenos de humo, de público y de la emoción del directo. Consigue captar el ambiente trasladando las luces estroboscópicas de su estudio a los locales y colocándolas en el mismo sitio desde donde se ilumina la escena. «Solo quería sentirme cerca de esa música. No tenía idea de que me iba a convertir en parte de su historia», diría años más tarde en su libro Tras la escena: la fotografía de Herman Leonard. «La obra de Herman es música para mis ojos», decía de sus fotos el músico Quincy Jones, «consiguió escribir la Biblia de la fotografía del jazz».
El jazz le abre las puertas a otros mundos. En 1954 acompaña como fotógrafo personal a Marlon Brando en un viaje por Hawai, Bali, Filipinas y Tailandia.El sello musical Barclay Record lo contrata como fotógrafo oficial en 1956, con lo que traslada su estudio a París, sede de la empresa. Además de corresponsal en Europa de Playboy y los retratos a sus amigos del jazz en el mítico club St. Germain, Leonard trabaja para revistas como Elle o para modistas como Yves Saint Laurent, Chanel o Balenciaga.
También le llueven reportajes por todo el mundo, que le llevan a Afganistán, Etiopía o India. En 1980, cansado de la frenética vida del fotógrafo de éxito, decide retirarse a Ibiza con su familia. Siete años dura la aventura balear, hasta que agota sus ahorros y empieza a agobiarse por la presencia del turismo. Para impulsar su carrera, se ve obligado a los 65 años a financiar en Londres una exposición sobre sus retratos del jazz, un éxito de ventas y público.
Tras una breve etapa en San Francisco, el fotógrafo solo puede recalar en una ciudad: Nueva Orleans. «Nunca me he sentido tan a gusto dentro de mi propia piel como en esa ciudad», dirá de la ciudad que suena a jazz. Allí sigue fotografiando a los mejores músicos del momento. Solo el huracán Katrina en 2005 hace que el fotógrafo se despegue de la ciudad, a la que volvió como protagonista de un documental, Saving Jazz. Una vez le preguntaron a Milles Davis por él. «¿Herman? ¡El mejor!», contestó.
La Bauhaus permanece, Moholy prevalece

El espíritu de la Bauhaus vive a través de la mirada y el objetivo de Lucia Moholy, una fotógrafa modernista, audaz y de gran talento, que usó las sombras y los contraste para componer imágenes complejas y de cierta tensión.
El trabajo de esta artista ha sido esencial para conocer la filosofía y la estética propia de un movimiento artístico crucial. Moholy nació en Praga en 1894 y aunque en 1915 comenzó ya a jugar con la fotografía, no se dedicó por completo a ella hasta 1923, cuando se incorporó a la Bauhaus junto a su marido, Lászlo Moholy-Nagy.
Él lo hizo para dirigir el taller de metal y ella se dedicó voluntariamente a documentar el día a día de la escuela de arte, diseño y arquitectura fundada por Walter Gropius, que no tenía la fotografía entre sus disciplinas.
Utilizó una cámara de 18 x 24 centímetros y negativos de cristal para plasmar esa actividad a lo largo de cinco años, hasta 1928 en que abandona Dessau con su esposo y el matrimonio Groipius para trasladarse a Berlín, aunque siguió colaborando con otros miembros de la escuela.
Moholy, que en Alemania había trabajado como escritora y editora, ayudó a Gropius a editar «La nueva arquitectura y la Bauhaus», un libro con abundancia de imágenes, de las cuales más de cincuenta eran de ella.
Autora fundamentalmente de retratos, edificios y objetos no firmó las fotografías que hizo de los prototipos y objetos diseñados por Gropius, Anni Albers, Marianne Brandt y Kandinsky, entre otros miembros de la Bauhaus.
En sus obras se descubre la audacia y el talento que poseía Moholy a la hora de retratar edificios, personas y objetos. Consigue una síntesis y belleza exquisita. No deja indiferente.
Moholy comenzó su carrera en Alemania como editora, pero tras casarse con el artista húngaro László Moholy en 1921, colabora en trabajos teóricos y experimentos fotográficos creando imágenes que hoy se consideran pioneras.
Cuando László Moholy-Nagy se incorporó como profesor a la Bauhaus en 1923, Lucia Moholy se dedicó a documentar los estudios, talleres, objetos, diseños y artistas de la Bauhaus. Walter Gropius, director de la escuela, reconoció la valía de Moholy y utilizó su trabajo para promover la filosofía y estética de la Bahaus.
Sobre fondos anodinos, ofrece fabulosos retratos que dan muchísima información del personaje con ángulos inusuales y otros tratamientos poco convencionales para su tiempo.
Cuando se estudia su trabajo se descubren personas de gran talento, como Anni Albers, la mujer más importante del textil en la escuela alemana.
Moholy fue artista, historiadora y escritora, una gran intelectual que durante quince años hizo más de 600 negativos de la Bauhaus, material que sirvió para alumbrar 14 libros de la escuela.
Esta fotógrafa siempre trabajaba con luz natural y los días que amanecía nublados con el fin de que se aprecien los detalles y la gama cromática de blancos, grises y negros, analiza la fotografía como herramienta de reproducir la realizad y también para producir arte. Y a la hora de componer, también buscaba que se viera la singularidad del objeto. No solo buscaba reproducirlo.
Con su marido, del que se separó en 1929, aunque siguieron colaborando, firmó un artículo en 1922 en el que reflexionaban sobre la doble función de la fotografía, como medio de expresión artística (produktion) y como herramienta para reproducir la realidad (reproduktion).
Moholy solo hizo 580 fotografías entre 1923 y 1938, algunas de ellas ya en Londres, de intelectuales y aristócratas, como el de «Emma, condesa de Oxford y Aquith», que cuelga en las paredes de San Telmo.
Junto a retratos de artistas como Anni Albers, Theo Van Doesburg y Franz Roh, entre otros, la artista captó los objetos que salieron de la Bauhaus, así como imágenes del interior y exterior del edificio que la escuela tenía en Dessau, y que la inestabilidad política alemana llevó al cierre en 1933.
No realizó apenas fotografías de corte documental, algunas en Yugoslavia, con las que, tiempo después, se reivindica el papel desempeñado por esta mujer, que pudo recuperar parte de su legado tras un largo proceso legal a principios de los años 60.
A pesar de su talento, por diversas razones, Moholy no obtuvo el reconocimiento que su modernidad merecía y por el que luchó hasta su muerte en Zurich en 1989.
La mirada fotográfica de Carlos Saura

La mirada fotográfica del cineasta Carlos Saura se condensa y reivindica en el libro fotográfico con 250 imágenes ‘Carlos Saura fotógrafo. España de los años 50’, con versión también en inglés, de la mano de la prestigiosa editorial alemana Steidl, el Círculo del Arte y La Fábrica.
El libro en castellano es una edición especial limitada del Círculo del Arte destinada a coleccionistas y amantes de la bibliofilia, encuadernada en tela con sobrecubierta y conservada en un estuche de cartoné: «Es la edición perfecta», ha dicho el editor, Gerhard Steidl.
Ha explicado la necesidad de reivindicar esta faceta fotográfica del cineasta, gran coleccionista de cámaras, y ha avanzado que el libro recrea la España no oficial de la época, un mundo que también se encuentra en sus películas.
España no oficial
«La intención no era ver una España terrible y de hambruna, sino hacer una España que no era la oficial, de Falange, del ejército, de qué bien se vive, o del turismo», ha dicho en rueda de prensa, Carlos Saura, sobre sus imágenes en pueblos de interior.
Ha apuntado que «han cambiado mucho los rostros, las maneras de vestir oscuras de antes, con muchas de las mujeres tapadas», y ha señalando también el cambio sufrido por los caminos y las carreteras, también visible en su obra.
El cineasta, que no pasa un día sin tomar fotografías, ha explicado que en la España actual «ha cambiado todo muchísimo, las costumbres y las personas», poniendo como ejemplo la transformación de pueblos donde antes no había luz eléctrica y en los que se vivía de una forma miserable, en cabañas de paja con los animales dentro.
Revolución fotográfica
Sobre la fotografía en la actualidad, ha apuntado que se ha democratizado hasta el punto que «hoy cualquier persona puede hacer una foto maravillosa con un móvil o una tableta», lo que ha hecho que se banalice mucho este arte y que los grandes profesionales sean menos grandes porque ahora está al alcance de todos.
Además, ha reflexionado sobre el tiempo de la fotografía, porque en el momento en el que se aprieta el obturador, el pasado ya está detrás: «Nunca más se va a repetir eso en la historia, en tu historia».
Saura ha señalado que el papel de la fotografía ha generado diversas revoluciones, como cuando surgió, que fue la causa directa del Impresionismo pictórico «barriendo a la pintura realista, que ya no tenía sentido».
El recordatorio del drama de los refugiados gana el World Press Foto

El fotógrafo Warren Richardson ha ganado el World Press Photo, la máxima distinción del fotoperiodismo mundial, con una imagen en blanco y negro tomada en 2015 en la frontera entre Serbia y Hungría que capta a un bebé siendo pasado de un lado al otro de la valla mientras un hombre lo toma en sus manos.
«Estuve 4 o 5 días y noches en la frontera, pero este momento fue muy veloz: los refugiados venían y venían», declaró el ganador durante una rueda de prensa, y añadió que no se dio cuenta de que lo que estaban pasando a través de la valla «era un bebé».
Richardson, que trabaja como freelancer, explicó que la foto nunca fue publicada.
En la foto, la luna ilumina tanto la cara del hombre que toma al bebé en sus manos como el cuerpo del niño.
El hombre está a un lado de la frontera medio agachado, con cara de agotamiento.
Al otro lado de la frontera, unos brazos sujetan a la criatura y la pasan a través de un agujero hecho en el alambre de espino.
Entre los premiados hay dos españoles, Daniel Ochoa de Olza, que trabaja para Associated Press, y el fotógrafo Sebastián Liste.
Ochoa consiguió el segundo y tercer premio en la categoría «Historias de personas» con las imágenes «La tradición maya» y «Víctimas de los ataques de París».
Liste, por su parte, se hizo con el tercer premio en la categoría «Historias de la vida diaria» por su instantánea «Periodismo ciudadano en las favelas de Brasil».
También fueron premiados en la categoría de «Naturaleza» los mexicanos Anuar Patjane, que se hizo con el segundo puesto por «Ballenas que susurran», y Sergio Tapiro, que con «El poder de la naturaleza» fue agraciado con el tercer premio.
Un total de 5,775 fotógrafos presentaron a concurso 85,000 instantáneas.
El presidente del jurado, Francis Kohn, dijo que, durante el proceso de selección, que duró dos semanas, intentaron mantener un balance entre calidad fotográfica y valor informativo.
«Hemos recibido muchas imágenes que tenían que ver con la crisis de los refugiados: navegando en el océano, cruzando vallas fronterizas, teniendo problemas con la policía. También fotos de Siria e Irak, y muchas de los ataques de París de noviembre».