grunge

Anochecer ‘beatnik´ en el epitafio ‘grunge’

Posted on

La heroína formó parte de la oscura identidad de William S. Burroughs —cuyo nacimiento en San Luis (Misuri) hace hoy 100 años supuso la llegada del mesías moderno de esta devastadora droga— y de Cobain, cuyo suicidio en abril de 1994 estuvo provocado no solo por su incapacidad para digerir el fétido futuro mercantil que le estaba reservado a su famoso grupo, Nirvana, sino también por los estragos de la letal sustancia, en la que el bello ángel del grunge había refugiado su dolorida alma de eterno niño varado
La heroína formó parte de la oscura identidad de William S. Burroughs —cuyo nacimiento en San Luis (Misuri) hace hoy 100 años supuso la llegada del mesías moderno de esta devastadora droga— y de Cobain, cuyo suicidio en abril de 1994 estuvo provocado no solo por su incapacidad para digerir el fétido futuro mercantil que le estaba reservado a su famoso grupo, Nirvana, sino también por los estragos de la letal sustancia, en la que el bello ángel del grunge había refugiado su dolorida alma de eterno niño varado

Mito de la contracultura, maldito, transgresor, innovador en la escritura, el arte y el lenguaje, Williams Burroughs,  es el autor de «El almuerzo desnudo», uno de los iconos de la denominada «Generación Beat». Por otro lado, Kurt Cobain, el cantante, guitarrista y compositor de Nirvana, un mito musical, otro icono del subsuelo, de lo alternativo, del «grounge», que se quitó la vida el 5 de abril de 1994.

William S. Burroughs (Saint Louis, Missuri, 1914-Kansas, 1997) tuvo con Cobain una relación que ha quedado plasmada también en imágenes, unas fotografías desconocidas que aparecieron tras la muerte del cantante, ocultas en unos cuadernos manuscritos, y que muestran que el sueño que Cobain tenía de visitar a Burroughs, su ídolo, se cumplió. Con motivo de este hecho se publica «Nada es verdad, todo es mentira. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs», de Servando Rocha, en Alpha Decay.

Un material que sacó la viuda del cantante de Nirvana, Courtney Love, quien posee todo su legado. Y este es el leitmotiv, el punto de fuga del que parte Servando Rocha para escribir su ensayo, un homenaje a estos dos iconos y un relato en el que el arte, la música y la rebelión de todo el siglo XX es otro de los protagonistas.

«A Burroughs no le gustaba la música de Nirvana, le gustaba el ‘blues’, Leadbelly, Billy Holliday; sin embargo Cobain idolatraba al maestro de la periferia, al escritor, pintor, duro y poético, al amante de las armas, las drogas, al padrino del punk, y, sobre todo, al rebelde, al buceador del subsuelo que llamaba a la rebelión y decía que el lenguaje era el virus del poder».

Prueba de ello era que Cobain en sus diarios tenía una entrada que decía: «Me encanta todo lo que empieza por B: Bukowski, Beckett, pero sobre todo Burroughs». Cuando se encontraron el escritor tenía 83 años y Cobain moriría unos meses después.

«Tras la visita, Burroughs, que le escribió una gran dedicatoria y le regaló un autorretrato que terminó con un disparo del autor -explica Servando Rocha-, este le dijo a su ayudante: ‘Es un chico raro, frunce el ceño sin ningún motivo'».

Y cuando se enteró de su suicidio espetó: «Él ya estaba muerto».

En el libro Rocha también recoge la imagen que Burroughs le envió a Cobain con motivo de su 27 cumpleaños, un collage realizado por Burroughs en el que se ve a Cobain despidiéndose desde una habitación en donde estaba el acumulador de orgón (una máquina que supuestamente aumentaba la potencia sexual) vieja y rota.

Un regalo con una dedicatoria que dice: «Para Kurt, con mis mejores deseos en su veintisiete cumpleaños y que cumplas muchos más…»

Y es que resulta, para echar más misterio al asunto, que cuando Cobain se suicidó, una de las teorías «conspiratorias», y que Servando Rocha comenta, es la que achacaba a Burroughs el haber sido culpable colateral de su muerte, porque Cobain se compró una de estas máquinas, una «Dream machine», una máquina de los sueños en cuyo interior supuestamente podías entrar en trance y, si te pasabas, podías hasta volverte loco.

En las páginas de este libro, escritores outsiders, músicos y artistas oscuros comparten un mismo fuego y bailan en torno a la figura de Burroughs, quien parece hablarles como si fuesen ellos los destinatarios de la dedicatoria incluida en «Ciudades de la noche roja»: «A todos los escribas y artistas y practicantes de la magia a través de los cuales se han manifestado estos espectros… Nada es verdad. Todo está permitido».

Destellos desde el útero de Seattle

Posted on Actualizado enn

Nirvana lanzaron en 1991 Nevermind, piedra filosofal del nihilismo MTV, y abrieron una brecha por la que se colarían en lo masivo artistas de vocación supuestamente contracultural
Nirvana lanzaron en 1991 Nevermind, piedra filosofal del nihilismo MTV, y abrieron una brecha por la que se colarían en lo masivo artistas de vocación supuestamente contracultural

La depresión, la rabia y la angustia reventaron las listas de éxitos gracias al grito desesperado de Nirvana en «Nevermind», el disco que, con su rock atormentado y herido, llevó el estilo «grunge» al apogeo de su revolución.

Liderados por un mártir ateo y arrastrados por el huracán de «Smells Like Teen Spirit», tal vez la canción más importante e influyente del rock de los años 90, Nirvana volaron muy alto con «Nevermind», pero su éxito también encaminó a su cantante Kurt Cobain a un laberinto de autodestrucción del que no saldría con vida.

El origen del grupo se sitúa en 1987, cuando se unen en Aberdeen, una ciudad a unos 180 kilómetros de Seattle, el bajista Krist Novoselic y el vocalista y guitarrista Kurt Cobain, cuya infancia en una conflictiva familia se traduciría en una personalidad frágil y con serios problemas.

En su disco de debut, el crudo y áspero «Bleach» (1989), todavía no contaban con el batería Dave Grohl, que cerraría la formación clásica de Nirvana y que, tras el fin de la banda, enfocó hábilmente su carrera con Foo Fighters.

Pese a ser el lugar de nacimiento de Jimi Hendrix, Seattle no era, históricamente, un foco emblemático del rock estadounidense.

Sin embargo, las cosas estaban cambiando y desde la segunda mitad de los años 80 surgieron bandas como Melvins, Soundgarden, Mudhoney y Pearl Jam que, bajo el liderazgo de Nirvana, darían forma al «grunge» como hijos reconocidos del punk y el «hardcore» y decididos a romper algún tímpano a base de ruidosos guitarrazos.

«Nevermind» llegó en un momento inmejorable. En los ochenta había arrasado el pop de sintetizadores; Guns N’ Roses estaban demasiado ocupados entre peleas y polémicas; y el heavy-metal, pese al fabuloso éxito de Metallica con «Black Album» (1991), perdía impulso y se enrocaba poco a poco en su propio público.

Entre los jóvenes había hambre de rock y, sobre todo, de autenticidad, de música genuina que les hablara a las entrañas.

Inadaptación, problemas de autoestima, soledad, incomprensión, apatía y nihilismo. «Nevermind» apelaba con cólera a todo eso para conectar con la frustración de una juventud acosada y perdida que describió Michael Azerrad en la biografía «Come As You Are: The Story of Nirvana» (1993).

«Los veinteañeros buscaban música hecha por ellos mismos, algo que expresara lo que sentían. Un impactante número eran hijos de un divorcio. Sabían que iban a ser la primera generación de EE.UU. en tener poca esperanza de estar mejor que sus padres, que sufrirían los excesos fiscales de Reagan en los años 80 y pasarían su plenitud sexual bajo la sombra del sida», escribió.

«Se sentían incapaces de rescatar un medioambiente asediado y pasaron la mayor parte de sus vidas con Reagan o Bush (padre) en la Casa Blanca, padeciendo un clima represivo en lo sexual y lo cultural. Se sentían indefensos para afrontar todo eso», añadió.

Pero, al margen de cualquier explicación, Nirvana triunfó gracias a unas canciones incontestables. «Smells Like Teen Spirit», que no paró de pasarse por la MTV, tenía un riff arrollador y una letra enigmática, «Come As You Are» sonaba inquietante e intensa a partes iguales, y «Lithium» celebraba la extravagancia y el desamor.

La urgencia punk de «Breed», un canto al hastío, contrastaba con la austeridad de «Polly», inspirada en un caso real de violación a una menor y que ejemplificaba el turbio tono lírico del álbum.

«La música me ha dañado físicamente en dos sentidos. Tengo una irritación en el estómago, provocada por la rabia y los gritos», dijo en una ocasión Kurt Cobain, según el libro «Yeah! Yeah! Yeah!» de Bob Stanley (2013).

«También tengo escoliosis, una desviación de la columna, que se ha agravado con el peso de la guitarra. Siento dolor a todas horas, lo cual contribuye a la rabia de nuestra música. En cierta manera le estoy agradecido», añadió.

«Cuando salió nuestra música, creo que fue una combinación de ‘porreros’, ‘skaters’ y chicos abandonados que vieron a un grupo de chicos abandonados tocando música que sonaba como si estuviéramos cabreados. Creo que mucha gente se identificó con eso», apuntó, por su parte, Dave Grohl en el libro «Come As You Are».

«Nevermind», que vendería millones de copias y en 1992 lograría desbancar del número uno a «Dangerous» (1991) de Michael Jackson, convirtió a Nirvana en estrellas mundiales y, casi sin querer, en referentes de moda con sus pintas desaliñadas, camisas de leñadores y vaqueros rotos.

Trágicamente, la inestable y quebrada mente de Cobain no estaba preparada para aquel fenómeno de masas.

Nirvana grabó los discos «In Utero» (1993) y «MTV Unplugged in New York» (1994), pero los demonios del cantante, sus frecuentes desequilibrios y su adicción a la heroína ganaron finalmente la partida: la gran figura del «grunge» se suicidó el 5 de abril de 1994.

Zafarrancho alternativo

Posted on

‘Los Subterráneos’. Como la famosa novela de Kerouac. Así deciden llamar a su grupo de música dos estudiantes de Granada de sociología y derecho, Juan Rodríguez (J) y Florent Muñoz, voz y guitarra respectivamente. Se les uniría May Oliver al bajo y Paco Rodríguez a la batería, era principios de los 90, habían descubierto sus afinidades musicales, y aun no sabían que iban a marcar una época en el panorama musical español: Los Planetas
‘Los Subterráneos’. Como la famosa novela de Kerouac. Así deciden llamar a su grupo de música dos estudiantes de Granada de sociología y derecho, Juan Rodríguez (J) y Florent Muñoz, voz y guitarra respectivamente. Se les uniría May Oliver al bajo y Paco Rodríguez a la batería, era principios de los 90, habían descubierto sus afinidades musicales, y aun no sabían que iban a marcar una época en el panorama musical español: Los Planetas

El fenómeno «indie», nacido como contestación independiente a los grandes sellos musicales, los géneros ortodoxos y la cultura acomodada, afronta una nueva era más globalizado que nunca, con festivales multitudinarios y hornadas de jóvenes músicos de ambiciones imprevisibles y estilos inescrutables.

Así lo vislumbra el periodista musical valenciano Carlos Pérez de Ziriza, quien cocina en «Indie y rock alternativo» (Redbook) una exhaustiva guía sobre el universo independiente que tuvo su «Big Bang» en el concierto de Sex Pistols del 4 de junio de 1976, alumbró miles de bandas, discográficas y festivales, se expandió en cientos de estilos y cuyo fin no se acierta a adivinar.

Casi 15.000 días de música mayoritariamente juvenil y basada en el pop, el rock, el punk y la electrónica han desplegado un nuevo, y en ocasiones rentable, abanico de estilos culturales que trasciende la propia música para etiquetar a varias generaciones, desde aquellas que crecieron con vinilos, casetes y radiofórmulas hasta las que solo han conocido el formato mp3 y la escucha por internet.

«El ‘indie’ no es una dominación cultural o una plaga a erradicar», advierte Pérez de Ziriza, especializado desde hace dieciocho años en el periodismo musical en general y el independiente en particular.

A su juicio, el «indie» no es un estilo concreto, «ni una secta o una tribu urbana. Está tan fragmentado y es tan amplia su ramificación» que es imposible ceñirlo a una única clase de música o personalidad cultural, y mucho menos, actualmente, a una industria.

Por ello su libro es, ante todo, didáctico. En él conviven 181 nombres propios (entre bandas, artistas y DJ anglosajones, españoles y latinoamericanos) con los festivales más famosos del mundo (entre ellos españoles como el FIB y Primavera Sound), las discográficas independientes más influyentes de estas cuatro décadas y el acervo cultural de sus principales protagonistas.

La intención del autor ha sido, precisamente, acercar el fenómeno a los neófitos y a la vez poder enriquecer a quienes lo han visto crecer hasta las cotas actuales de popularidad global, con cientos de festivales repartidos por toda España con grupos y artistas que han sabido aprovechar, en los últimos años, las ventajas inagotables de las redes sociales y el acceso casi ilimitado a la música.

Es tal la amalgama heterodoxa de estilos que por sus páginas pululan desde REM, Arcade Fire, Bjork, The Cure, Massive Attack y My bloody Valentine hasta los Pixies, Molotov, Joy Division, La buena vida, Nick Cave, Chemical Brothers, DJ Shadow, Kings of Convenience, MIA, Fangoria, Lloyd Cole, The XX, Everything but the girl, Blur, Prefab Sprout, Family, The National, Aterciopelados, Suede, Vetusta Morla, Cocteau Twins, Primal Scream, The Avalanches, Oasis o Wilco.

Y como cuarteto titular de todos ellos, The Smiths, New Order y Radiohead en el plano internacional y Los Planetas en el patrio. Su influencia en todo el universo «indie» es clave para Pérez de Ziriza, quien ve en ellos el espejo en el que se han ido mirando cientos de bandas desde que irrumpieron respectivamente en escena.

En el caso concreto de la banda granadina, el autor proclama que es «el grupo enseña» de la escena independiente española y el eslabón más claro entre esta y su movimiento previo, la Movida, al haber reconocido entre sus influencias patrias a grupos de los 80.

En cuanto a los festivales, reconoce que el primero al que asistió como espectador, el de Reading (Inglaterra) de 1994, le impactó por cuanto parecía «otro mundo»; era un año antes de la primera edición del FIB y dos después de la seminal gira «Noise Pop» de pequeñas bandas alternativas, considerado el hito fundacional del «indie» español.

Desde entonces, sellos independientes como Elefant, Siesta, Subterfuge, Jabalina, Absolute Beginners o Grabaciones en el Mar; festivales como el Low, Arenal Sound, Sonorama, Contempopranea, Dcode o Sónar, y bandas como La bien querida, Love of Lesbian, Manel, Dorian, Izal o Triángulo de Amor Bizarro siguen escribiendo, desde su particular margen alternativo, páginas prodigiosas de la cultura musical española de los últimos veinte años.