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Musulmanes y cristianos, unidos por el arameo

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El arameo, lenguaje de los dioses primigenios
El arameo, lenguaje de los dioses primigenios

El doctor en Filosofía e islamólogo Abdelmumin Aya (Sevilla, 1962) es autor de “El arameo en sus labios. Saborear los cuatro Evangelios en la lengua de Jesús”, una investigación que, según comenta, “desheleniza los Evangelios”.

El libro es un exhaustivo trabajo sobre el universo semántico del cristianismo a partir de las connotaciones de los términos clave en lengua aramea.

Aya propone a los musulmanes “aceptar la veracidad de las palabras de Jesús que aparecen en los Evangelios”, y a los cristianos, “hacer un esfuerzo por familiarizarse con la lengua de Jesús”.

En su obra, publicada por la editorial Fragmenta, Abdelmumin Aya considera que “hay un lugar natural de encuentro para musulmanes y cristianos. Y ese lugar es la palabra de Jesús. Pero hay que acondicionar el lugar. Los musulmanes tendrán que hacer un esfuerzo por aceptar la veracidad de las palabras de Jesús que no aparecen en el Corán sino en los Evangelios; y los cristianos deberán hacer un esfuerzo por familiarizarse con la lengua de Jesús, el arameo”.

Ese esfuerzo por deshelenizar el cristianismo viene motivado por el hecho de que Jesús no hablaba griego, sino arameo, una lengua muy cercana al árabe.

Abdelmumin Aya defiende que “Las meras palabras en la cosmovisión semita son capaces de decir mucho acerca de sí mismas. Puede ser el momento de escuchar a Jesús decir en su propio idioma Dios, misericordia, mundo, salvación, bendición, corazón, amor, etcétera, y comprobar cómo estas palabras nos evocan en arameo sensaciones completamente diferentes a las que despiertan en nuestra lengua. Se trata de escuchar las palabras de Jesús en arameo y paladearlas de sus labios”.

Ignasi Moreta, editor de Fragmenta, destaca que el libro de Abdelmumin Aya “puede constituir un hito en la investigación acerca de Jesús. El Nuevo Testamento nos ha llegado en griego, pero Jesús hablaba en arameo, con lo que las palabras deberían tener una connotación más semita que helénica. Aya realiza un esfuerzo muy importante por atender a esta realidad”.

Abdelmumin Aya es doctor en filosofía por la Universidad de Sevilla y ha impartido docencia en varias universidades españolas y extranjeras.

Ha traducido poesía japonesa (es experto en haikus). Sus numerosas publicaciones versan sobre niponología (firmadas como Vicente Haya) y sobre islamología (firmadas como Abdelmumin Aya). También se ha especializado en diálogo interreligioso e intercultural.

Es autor de “El secreto de Muhammad: la experiencia chamánica del profeta del Islam” (Kairós, 2007), “El Islam no es lo que crees” (Kairós, 2010), “Islam sin Dios” (Kairós, 2013), coautor junto con Xabier Pikaza del “Diccionario de las tres religiones” (Verbo Divino, 2009), y coautor con José Manuel Martín Portales de “El Dios de la perplejidad” (Herder, 2010).

Piel blanca y corazón de ébano

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David Livingstone, sentado, segundo por la izquierda
David Livingstone, sentado, segundo por la izquierda

En 1813 nació el legendario explorador, misionero y médico escocés David Livingstone, que cimentó su estatus de héroe decimonónico en su amada África, el continente que guarda su corazón y aún le añora doscientos después.

Pocas veces un hombre blanco ha dejado una impronta tan positiva en el llamado antaño «Continente Negro», que aún se resiente de las tropelías colonizadoras perpetradas por las potencias europeas en los siglos XIX y XX.

Tanto es así, que el doctor Livingstone, como se le conoce popularmente, es considerado «el primer luchador por la libertad de África», en palabras del expresidente de Zambia Kenneth Kaunda.

Nacido en el seno de una familia pobre en la ciudad escocesa de Blantyre, donde alternó de joven sus estudios de Medicina y Teología con un trabajo agotador en una fábrica de algodón, Livingstone pasó treinta años en territorio africano.

Sorteando junglas y sabanas en expediciones épicas, el popular explorador recorrió unos 48.000 kilómetros y, entre otras vicisitudes, sobrevivió al ataque de un león que -según relató él mismo- le sacudió «como un perro lo hubiese hecho con un gato».

Livingstone cartografió vastas regiones desconocidas a mediados del siglo XIX, y descubrió accidentes geográficos como el Lago Nyasa (Malaui) o las Cataratas Vitoria (frontera de Zambia con Zimbabue), que bautizó en honor de su monarca, la reina Victoria de Inglaterra.

«Una vista tan maravillosa ha tenido que ser contemplada por los ángeles en vuelo», escribió el explorador sobre el salto de agua.

En el Reino Unido, el escocés, que llegó a África en 1941 como misionero, ganó también enorme notoriedad por su legendaria desaparición, saldada en 1871 en Ujiji (Tanzania) mediante el célebre encuentro con el periodista Henry Morton Stanley, quien le saludó con la archiconocida frase: «Doctor Livingstone, supongo».

Sin embargo, la faceta de Livingstone que quizás ha calado con más fuerza en África sea su misión evangelizadora y, por encima de todo, su lucha comprometida contra la esclavitud.

Como ejemplo de su buena reputación africana, cabe recordar que, tras la independencia de los países del continente, muchos cambiaron los nombres de lugares que remitían al colonialismo, pero mantuvieron la denominación de sitios bautizados por el escocés.

Para palpar esa realidad, no hay más que darse una vuelta por Blantyre (capital económica malauí) y Livingstonia en Malaui, así como por la turística ciudad de Livingstone en Zambia, país que suele celebrar conferencias, exposiciones, carnavales y eventos deportivos en honor al susodicho.

«Sólo en Zambia tenemos la ciudad de Livingstone, y escuelas de educación primaria y secundaria con su nombre. Algunos sitios se llaman Munali, como él era conocido entre los indígenas», explica Vincent Katanekwa, exdirector del Museo de Livingstone.

«A Livingstone -dijo Katanekwa- se le considera un filántropo en la mayor parte de África debido, principalmente, a que denunció el comercio de esclavos, que él describió como una úlcera del mundo».

Con letra blanca sobre fondo negro, un cartel evoca esa denuncia en la Catedral Anglicana de la isla tanzana de Zanzíbar, construida sobre los cimientos del antiguo mercado de esclavos, donde se vendieron unos 600.000 hombres, mujeres y niños entre 1830 y 1873.

El letrero aclara que ese comercio cesó en 1873 por decreto del sultán, «tras el llamamiento hecho por el doctor David Livingstone en 1857 a los hombres de las grandes universidades inglesas de Oxford y Cambridge para liberar a África de la esclavitud».

Hay quien reprocha, no obstante, que los descubrimientos de Livingstone allanaron el camino a la colonización tras la Conferencia de Berlín (1884-1885), en la que Europa se repartió África, pero Katanekwa cree que «ése no sería un juicio justo».

«Livingstone -matizó el experto- abogó por el comercio justo y la introducción de la civilización, pero nunca aludió a lo ocurrido tras la Conferencia de Berlín. Él defendió la colaboración (con los africanos), no la subyugación que acaeció más tarde».

El Doctor Livingstone, en una fotografía familiar
El Doctor Livingstone, en una fotografía familiar

Tras sufrir enfermedades tropicales durante su vida, el explorador falleció de disentería el 1 de mayo de 1873 en una cabaña de la aldea zambia de Chitambo, donde sus fieles servidores indígenas lo hallaron muerto de rodillas, en aparente pose de rezo.

El Reino Unido reclamó el cuerpo de Livingstone para rendirle honores y darle sepultura en la londinense Abadía de Westminster, donde reposan reyes y héroes de aquella nación.

Muy a regañadientes, la tribu que acompañó al escocés en sus últimos días accedió a devolver su cadáver, no sin extraer antes el corazón y enterrarlo bajo un árbol.

El cuerpo fue trasladado al Consulado Británico de Zanzíbar, reconvertido hoy en un pub-restaurante a cuya sombra duermen la siesta los taxistas bajo una placa que recuerda que «en esta casa» descansaron los restos del explorador «en su largo viaje a casa».

Finalmente, el cadáver embalsamado del doctor Livingstone llegó a Inglaterra en 1874 con una nota en la que se leía: «Pueden quedarse con su cuerpo, pero su corazón pertenece a África…».

Repaso al insistente apocalipsis

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Imagen del "Juicio Universal" de Hans Memling,
Imagen del «Juicio Universal» de Hans Memling

El historiador alemán Johannes Fried ha trazado una historia de la idea del apocalipsis que va de las profecías bíblicas a los ecos en la cultura popular contemporánea -en la ciencia ficción o en el heavy metal- pasando por las discusiones de los primeros cristianos y de los teólogos medievales.

«Dies Irae» (Día de la ira), es el título del libro de Fried que saca de un himno compuesto en la Edad Media y que en 1545, en el concilio de Trento, se integró a la liturgia oficial para el oficio de difuntos, donde se mantendría hasta 1970.

«Día de la ira, ese día el mundo arderá y quedará convertido en cenizas como lo testifican David y la sibila», empieza el himno.

Fried destaca que el himno ha sido objeto de más de 2.000 versiones musicales y menciona las de Mozart, Berlioz y Verdi para luego agregar que el tema también aparece en música para el cine o en el heavy metal.

«Hasta el presente, el himno conserva el motivo del fin del mundo y de la esperanza de la salvación eterna», escribe Fried, conocido ante todo como experto en la historia de la Edad Media.

Ya en la introducción del libro, el lector se estrella con una imagen de la historia reciente con una foto de la torres gemelas a puntos de caerse tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la que, dice Fried más adelante, algunos creyeron ver, dibujada por el humo, la imagen del anticristo.

El libro también recuerda que Carlomagno (742-814), cuando solo era rey de los francos, encargó una recopilación de cálculos sobre el momento en que iba a producirse el apocalipsis.

Al encontrar que éste podía estar cerca -algunos lo situaban en el año 800-, sus asesores le recomendaron fundar un imperio, lo que desembocó en la fundación del Sacro Imperio Romano Germánico, respondiendo a una idea de Tertuliano, según la cual el apocalipsis no llegaría mientras no cayera el Imperio romano.

Más tarde, la reforma protestante -con Lutero a la cabeza- identificaría al anticristo con el papado. El motivo siguió vivo pese a la Ilustración y a las revoluciones científicas.

Johannes Fried, autor de "El día de la ira"
Johannes Fried, autor de «El día de la ira»

«Los profetas actuales -escribe Fried- siguen invocando el fin del mundo aunque lo hagan en el lenguaje científico ‘ateo’, acompañados de los diabólicos sonidos del heavy metal».

Desde el comienzo del siglo XX el tema del fin del mundo es un tema recurrente en la literatura y el arte. Dos de los poemas claves del expresionismo alemán, uno de Else Lasker-Schüler y otro de Jakob van Hoddis, se llaman «Weltende» (Fin del mundo).

El tema también aparece en clave satírica, como ocurrió después de que el cometa Haley no trajera el fin del mundo hacia 1910. Luego las dos guerra mundiales y la amenaza nuclear -que mostraba que el apocalipsis podía llegar a ser una obra humana- reavivaron el motivo.

El último capítulo del libro abunda en referencias a los siglos XX y XXI, desde el expresionismo hasta diversas bandas de heavy metal, pasando por Bob Dylan y desde las dos guerras mundiales hasta el 11 de septiembre, pasando por suicidios colectivos de sectas en diversas partes del mundo.

En algún momento se sugiere que esa vigencia de la idea del apocalipsis es en parte una reacción a la comercialización de la existencia.

La Inquisición en España quemó más libros que brujas

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Brujas de Zugarramurdi es el nombre con el que se conoce el caso más famoso de la historia de la brujería vasca y posiblemente de la brujería en España. El foco de brujería se encontró en la localidad del Pirineo navarro de Zugarramurdi y el proceso fue llevado por el tribunal de la Inquisición española de Logroño. En el auto de fe celebrado en esa ciudad los días 7 y 8 de noviembre de 1610, dieciocho personas fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas y apelaron a la misericordia del tribunal, pero las seis que se resistieron fueron quemadas vivas y cinco en efigie porque ya habían muerto
Brujas de Zugarramurdi es el nombre con el que se conoce el caso más famoso de la historia de la brujería vasca y posiblemente de la brujería en España. El foco de brujería se encontró en la localidad del Pirineo navarro de Zugarramurdi y el proceso fue llevado por el tribunal de la Inquisición española de Logroño. En el auto de fe celebrado en esa ciudad los días 7 y 8 de noviembre de 1610, dieciocho personas fueron reconciliadas porque confesaron sus culpas y apelaron a la misericordia del tribunal, pero las seis que se resistieron fueron quemadas vivas y cinco en efigie porque ya habían muerto

Las brujas españolas salieron casi indemnes de la caza desatada en Europa entre mediados del siglo XV al XVII, gracias a que la Inquisición nunca las consideró «un peligro social», según el historiador francés Joseph Pérez, autor de «Historia de la brujería en España».

«Las mujeres sentenciadas a muerte y ejecutadas por brujas en España son relativamente pocas, no pasan de 10 o 20 como máximo en dos siglos, lo cual si lo comparamos con lo que sucede en el resto de Europa -donde fueron quemadas miles de personas- no deja de llamar la atención», ha explicado Pérez (Laroque-d’Olmes, 1931).

Ese contraste entre lo que sucede en España y en el resto de Europa supone para los historiadores una «originalidad», subraya este hispanista miembro de la Real Academia de la Historia, condecorado con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y con la Orden de Isabel la Católica, así como con la Legión de Honor francesa.

Y esa «originalidad», añade, ha llevado a algunos investigadores a calificar a los inquisidores españoles de «abogados de brujas».

El contraste es «enorme», ya que en España los inquisidores se afanan por buscar explicaciones racionales al comportamiento de las brujas, mientras que en el resto de Europa los jueces llevarían a la hoguera a miles de mujeres culpables de confesar bajo tormento ser mediadoras del diablo o participar en aquelarres, que normalmente terminaban en orgías, explica este hispanista.

Las estadísticas muestran, según Pérez, que en España se juzgó a tantas brujas como en los demás países; la diferencia es que aquí las sentencias fueron por lo general benignas. Rara vez se quemaron brujas, salvo en Logroño, en 1610.

Para quien fuera presidente de la universidad de Burdeos III (1978-1983) y director de la Casa Velázquez (1989-1996), el hecho diferenciador español hay que buscarlo en la distinta manera de enfocar el tema de la brujería y en el tipo de tribunales a los que se les encomendaba la tareas de juzgar y sentenciar a los reos.

La caza de brujas comienza a finales de la Edad Media, cuando la Iglesia decide definir la brujería como herejía y maleficio, un crimen excepcional condenado con la pena de muerte en la hoguera, según recuerda Pérez en su libro, publicado por Espasa.

Este tipo de asuntos, que deben ser juzgados por tribunales eclesiásticos, como sucede en España, son tratados en los otros países europeos mayoritariamente por la justicia civil, que juzga a los detenidos como criminales, pero les condena como herejes.

La Inquisición española, una institución de reciente creación por los Reyes Católicos, es la única competente en España para juzgar la herejía y, por tanto, la brujería o hechicería.

Y los inquisidores españoles, según destaca Pérez, están más centrados en perseguir a judaizantes, alumbrados y luteranos, por lo que «no se toman en serio» la brujería.

«A los inquisidores lo que les importaba era luchar contra la gente culta, que escribía libros, que predicaba y que tenía cierta influencia intelectual, pero *qué influencia ideológica puede tener una pobre mujer analfabeta?», se pregunta, y responde: «Ninguna».

Según los cálculos que maneja Pérez, en toda la historia de la Inquisición española se abrieron 44.647 procesos; de ellos, solo 3.532, o sea, el 8 por ciento, fueron por brujería, que se trataba al mismo nivel que las «palabras deshonestas», las blasfemias y otros delitos de poca entidad.

La Inquisición, en definitiva, consideraba la brujería como «un delito propio de gente vulgar, de la gente ignorante», fruto de la superstición más que de la herejía y, por tanto, poco peligroso para la fe y sin mucho interés.

Y la superstición es «consustancial a la naturaleza humana», dice Pérez, autor de «Crónica de la Inquisición en España», «Los judíos en España», «Teresa de Ávila», «La leyenda negra», «Historia de una tragedia. La expulsión de los judíos de España», entre otros.

Por eso, concluye, siempre habrá gente que crea en «las influencias sobrenaturales».

Teorías conspirativas acerca del 11-S

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Los atentados dejaron un agujero en la economía estadounidense de cerca de 11 billones de dólares
Los atentados dejaron un agujero en la economía estadounidense de cerca de 11 billones de dólares

El 11 de septiembre de 2001 dos aviones comerciales fueron estrellados por terroristas islámicos contra las Torres Gemelas de Nueva York. Desde entonces han surgido algunas versiones dispares sobre el origen de los atentados.

Por desgracia, ya nunca podremos borrar el 11 de septiembre como una de las fechas marcadas en el calendario, pues este mismo día más de 3000 personas fallecieron a causa de un brutal atentado del terrorismo islámico, que estrelló dos aviones comerciales contra las Torres Gemelas de Nueva York.

Desde entonces, Estados Unidos ha entrado en guerra y ha desarrollado infinidad de operaciones militares contra el Estado Islámico, ha elevado sus medidas de seguridad hasta un punto -según muchos de sus propios ciudadanos- casi «obsesivo y paranoico»; pero, sobre todo, ha generado infinitas teorías conspiratorias acerca del motivo o la forma en la que se produjeron los atentados.

Como no podía ser de otra manera, la teoría del «trabajo interno» es la más extendida, asegurando que el accidente del Pentágono, por ejemplo, no se debió a un avión estrellado, sino a un misil.

Así pues, el argumento de otros muchos para defender ello se basa en la forma en que las torres se derrumbaron, y aseguran que, tras la caída de éstas, se encontraban los más altos cargos de la inteligencia militar de Estados Unidos, que habrían tenido su centro de mando y operaciones en la Torre 7 del World Trade Center, que -casualmente- fue destruida posteriormente.

Otra rama de la teoría del «trabajo interno», asegura que el verdadero «enemigo» era China, y que el 11-S estuvo orquestado para justificar la entrada de los norteamericanos a Afganistán, donde luchaban por el control de los oleoductos contra China.

Por su parte, otros prefieren mantenerse en la versión de que los responsables fueron los terroristas islámicos, aunque añadiendo ciertos detalles, como que Saddam Hussein también estuvo involucrado, y de ahí que se produjera y se justificara la Guerra de Irak.

Pero, al margen de las teorías de conspiración relacionados con el 9/11, como también es conocido en Estados Unidos, los diferentes testimonios y documentales posteriores al atentado nos han ido dejando una serie de curiosidades, de las que ahora pasamos a hacer un pequeño resumen:

El plan original era estrellar 10 aviones: Además de las Torres Gemelas, del Pentágono y del Capitolio, otros objetivos eran los cuarteles generales del FBI, de la CIA, centrales nucleares sin identificar y los edificios más altos de Los Ángeles y Seattle, pero Bin Laden consideró que la operación era demasiada compleja

Bin Laden quería atacar la Casa Blanca: Sin embargo, uno de los pilotos determinó que el objetivo era demasiado pequeño como para impactar con precisión en el blanco, por lo que se optó por el Capitolio

Los atentados dejaron un agujero en la economía estadounidense de cerca de 11 billones de dólares

Más de 150 canciones fueron autocensuradas en las radios estadounidenses en los días posteriores a los atentados del 11-S, entre ellas Imagine, de John Lenon

Seth McFarlane (creador de ‘Padre de Familia’) perdió uno de los vuelos.

La oscura secta de un nazi que campó a sus anchas en Chile

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El ex nazi Schäfer pudo rememorar tiempos pasados en Chile
El ex nazi Schäfer pudo rememorar tiempos pasados en Sudamérica

Eran los primeros meses de 1962 y Helmut Schaffrick se sentía afortunado. Acompañado de su esposa y sus siete hijos se alejaba en barco de una Alemania en ruinas. En el horizonte divisaba un paraíso cristiano donde empezaría una nueva vida junto a otros 300 compatriotas.

Su viaje finalizaba en unos terrenos boscosos del sur de Chile donde erigirían una comunidad para ayudar a los más necesitados. La llamarían Colonia Dignidad.

Para financiarla, los Schaffrick, como otras familias, habían vendido la casa donde vivían, en un pequeño pueblo del norte de Alemania. Helmut y su esposa Emi reunieron 30.000 marcos que entregaron a su líder y guía espiritual, Paul Schäfer.

Schäfer era casi analfabeto, de contextura pequeña y serias discapacidades físicas. Sólo tenía un pulmón, le faltaba un ojo y también varios metros de intestino. Sin embargo, estaba dotado de un inconmensurable poder de convicción.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Schäfer fue enfermero del ejército nazi. Después, en medio de una Alemania desorientada, empezó a reclutar fieles de las comunidades baptistas. Pronto formó un grupo de devotos seguidores, entre ellos niños de quienes abusaba sexualmente.

Cuando la fiscalía empezó a investigar, Schäfer huyó a Chile con la mayoría de sus adeptos. Unos 90 niños viajaron sin sus padres. Schäfer les dijo que sería una estancia temporal. Así comenzó un infierno que duró casi cincuenta años.

«Vinieron engañados. Pensaban que construirían un sitio donde hacer el bien y vivir como buenos cristianos. Sólo encontraron esclavitud y sufrimiento», explica Horst, uno de los hijos del matrimonio Schaffrick.

Instalados en una aislada finca entre ríos y montañas, Schäfer -ayudado de un pequeño círculo de fieles seguidores- requisó los documentos de los colonos e impuso un «férreo régimen totalitario», relata el abogado Winfried Hempel, nacido en Colonia Dignidad.

Como las otras familias, Helmut y Emi fueron separados y sus hijos quedaron a cargo de despiadadas institutrices. Los contactos, absolutamente prohibidos, eran duramente castigado. «La familia es algo carnal, una cochinada, lo que verdaderamente importa es la comunidad», predicaba Schäfer.

Helmut, a quien la guerra postró en una silla de ruedas, nunca aceptó aquello. Llamaba a sus hijos cuando los veía de lejos, pero Schäfer inhibió su desesperación a base de sedantes y electroshocks. Acabo sometido por extenuantes jornadas laborales de 16 horas. Siete días a la semana.

El infernal sistema de trabajo, los brutales castigos y la implacable vigilancia permitieron a Schäfer erigir una disciplinada microsociedad, regida por un poder absoluto y un dios vengativo.

Cercos con sensores de movimiento, trampas y cámaras de vigilancia protegían el reino de Schäfer del «maléfico mundo exterior», del que estaba prohibido hablar. Para quienes nacieron y crecieron en ese universo de horror, la pedofilia, los castigos y la esclavitud eran la única realidad.

Afuera, Colonia Dignidad era una «modélica finca autárquica» que gozaba de la simpatía de la ultraderecha chilena. Durante el Gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), los colonos cavaron trincheras y alzaron un cerco eléctrico para protegerse de la «invasión marxista». Nunca pensaron que levantaban los muros de su propia cárcel.

Tras el golpe militar de 1973, Schäfer ofreció sus instalaciones a la policía secreta de Augusto Pinochet. Colonia Dignidad se transformó en pieza clave del aparato represor de la dictadura.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Schäfer fue enfermero del ejército nazi. Después, en medio de una Alemania desorientada, empezó a reclutar fieles de las comunidades baptistas. Pronto formó un grupo de devotos seguidores, entre ellos niños de quienes abusaba sexualmente.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Schäfer fue enfermero del ejército nazi. Después, en medio de una Alemania desorientada, empezó a reclutar fieles de las comunidades baptistas. Pronto formó un grupo de devotos seguidores, entre ellos niños de quienes abusaba sexualmente.

Los sótanos donde almacenaban las patatas se convirtieron en un centro de sofisticadas torturas e insoportables interrogatorios dirigidos por el propio Schäfer. Alrededor de 350 personas fueron torturadas. Más de un centenar fueron asesinadas y enterradas en algún lugar de la propiedad.

Finalmente, la democracia logró resquebrajar los impenetrables muros de Colonia Dignidad. Schäfer se fugó en 1997, cuando la justicia empezó a investigarle. Sin embargo, un «consejo de ancianos» mantuvo el régimen hasta 2005, cuando Schäfer fue detenido en Argentina y encarcelado en Chile, donde murió cinco años después.

Cuando el mundo exterior penetró por fin en la comunidad, los colonos quedaron aturdidos. Algunos tenían cincuenta años y nunca habían escuchado hablar de sexo, televisión o dinero. Estaban perdidos. Muchos regresaron a Alemania, otros decidieron quedarse.

Hoy, Colonia Dignidad se llama Villa Baviera y se ha reinventado como complejo turístico. La mayoría del centenar de colonos que aún habita en el enclave lucha por rehacer su vida y aprender a convivir con la sombra de Schäfer.

De guapos a feos por culpa de una moneda

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La belleza de Elizabeth Taylor dista bastante de la realidad facial de Cleopatra
La belleza de Elizabeth Taylor dista bastante de la realidad facial de Cleopatra en esta moneda

Cleopatra y Marco Antonio, que han pasado a la historia como una de las parejas más románticas, podrían no haber sido tan bellos como se les ha caracterizado en películas o en la literatura. La reina egipcia muestra un mentón sobresaliente, labios delgados y nariz puntiaguda. El general romano es representado con ojos saltones, nariz prominente y cuello grueso.

A esta conclusión se llega tras analizar una moneda antigua, correspondiente al año 32 A.C La reina egipcia aparece con un mentón sobresaliente, labios muy delgados y nariz puntiaguda, mientras que el general romano muestra ojos saltones, nariz prominente y cuello muy grueso. Esta peculiar moneda de plata muestra a Marco Antonio y por el otro a Cleopatra. En cualquier caso, cualquier aseveración de este tipo este tipo debe habitar en el terreno de la prudencia, pues no hay que olvidar que se trata de relieves antiquísimos, acuñados a golpe de martillo.

Ni como Elizabeth Taylor ni como Richard Burton

La imagen popular que tenemos de Cleopatra es de una reina bella que era adorada por políticos y generales romanos. La relación entre Marco Antonio y Cleopatra ha sido idealizada por escritores, artistas y cineastas. (William) Shakespeare escribió su tragedia Antonio y Cleopatra en 1608, mientras que artistas del siglo XIX e imágenes modernas de Hollywood, como las de Elizabeth Taylor y Richard Burton en el filme de 1963, han añadido la idea de que Cleopatra era de una gran belleza. No obstante, una investigación reciente parece estar en desacuerdo con esa imagen.

Los escritores romanos nos dicen que Cleopatra era inteligente y carismática, y que tenía una voz seductora, pero no mencionan su belleza. La imagen de Cleopatra como una seductora hermosa es más reciente.

Marco Antonio y Cleopatra
Marco Antonio y Cleopatra

La moneda es un denario de plata datado en el 32 a.C que habría sido emitida en la ceca de Marco Antonio. En una cara está la cabeza del general, con la inscripción Antonio Armenia devicta (que significa”De Antonio, que venió a Armenia”). Cleopatra aparece en el reverso de la moneda con la inscripción Cleopatrae Reginae regum filiorumque regum (“Reina de reyes y de los hijos de reyes”). No se trata de una moneda poco común, pero sí muy coleccionable. La moneda estaba en poder de la Sociedad de Anticuarios de Newcastle-upon-Tyne desde el año 1920.

La numismática está considerada como uno de los mejores indicadores de la fisonomía facial de personajes antiguos.

Según los registros históricos, Cleopatra se convirtió en reina de Egipto a los 17 años. Se dice que hablaba egipcio, griego, hebreo, sirio y arameo, y quizá también latín. Conoció a Julio César cuando éste llegó a Egipto para zanjar la guerra civil originada por su familia. Vivió en Roma como concubina de César y allí tuvo un hijo (que se supone también era de Julio César) al que llamaron Cesarión. Tras el asesinato de Julio César, Cleopatra regresó a Egipto. Marco Antonio se enamoró de ella durante un viaje para pedirle ayuda militar. Vivió con ella en Alejandría y tuvieron tres hijos. En el año 40 a.C, Antonio regresó a la capital del imperio, donde se casó con Octavia, de la que más tarde se divorciaría. Tras el desastre de la batalla de Accio, en el 31, y engañado por un falso informe sobre la muerte de Cleopatra, Marco Antonio se habría suicidado dejándose caer sobre su propia espada. Cleopatra también se habría suicidado.

La dualidad esculpida

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«Gemma Claudia» tallada alrededor del año 49 d.C en ónic
«Gemma Claudia» tallada alrededor del año 49 d.C en ónic

Reyes y reinas, derecha e izquierda o las dos caras de una misma moneda constituyen una constelación de dualismos que el arte ha registrado durante siglos en distintos soportes. Es fácil encontrar esta premisa en un período de más de 4.000 años de historia europea, desde el Antiguo Egipto hasta el Barroco, pasando por Grecia, Roma o Constantinopla.

Un par de pistolas, un par de armaduras, un par de anillos, un par de pendientes, un par de zapatos, un par de espuelas… desde parejas de cuadros hasta cuadros de parejas, todo remite al dúo y a la otra mitad.

Enamorados y casados

Uno de los temas más clásicos vinculados al concepto «pareja» es, sin duda, el amor, de este modo existen numerosos objetos e imágenes en las que se puede ver a dos personas enamoradas, escenas del matrimonio o momentos de la vida en común.

Es el caso de los bustos del soberano español Felipe III (1578-1621) y de la reina Margarita de Austria (1584-1611), así como también de sendos retratos del también hispano Felipe el Hermoso (1478-1506) y su hermana Margarita (1480-1530), hijos del Emperador Maximiliano I de Habsburgo (1459-1519).

Otra de las parejas más conocidas es la que forman Adán y Eva, motivo religioso que a lo largo de los siglos ha sido reinterpretado una y otra vez y que el museo presenta en sus distintas fases: desde la vida en el paraíso hasta la expulsión del Edén tras haber comido el fruto prohibido.

Además de temas bíblicos, existen obras de carácter mitológico, como la «Persecución de Zeus a Ganímedes» (480 a.C.) o «Europa y el Toro» (330-320 a.C.), dos piezas dibujadas sobre cerámica griega.

Sin embargo, las parejas no se reducen solo al ámbito amoroso: hermanos, amigos, un artista y su modelo, o dos personas del mismo sexo también tienen cabida.

Tradicionalmente, el ser humano siempre ha buscado su otra mitad para sentirse completo, ansia que ha dejado una amplia huella en todo tipo de manifestaciones artísticas.

Parejas poco convencionales

Pero lo doble no siempre implica armonía o equilibrio.

Dos ranas enzarzadas en un furioso combate de esgrima, un par de escopetas para cazar o un encuentro ficticio entre los filósofos griegos Heráclito y Demócrito, pensadores descritos como contrapuestos, constituyen otro tipo de parejas menos convencionales.

Otra obra, titulada «Viejo y Muchacha» (1530-1540), del alemán Lucas Cranach, retrata la temática de la lujuria con una pareja desigual, donde un hombre de avanzada edad intenta seducir a una joven mientras la agasaja con una sortija de oro. El color y la forma (del cuadro) son muy especiales, no se puede expresar la pintura con palabras porque, si no, nadie la pintaría.

El ‘sacamantecas’ que recolectaba sangre para un torero vampiro

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El torero Gómez Brailey, aquejado de tuberculosis, pudo encargar sangre para su subsistencia al 'sacamantecas'
El torero Gómez Brailey, aquejado de tuberculosis, pudo encargar sangre para su subsistencia al ‘sacamantecas’

Corría el verano de 1913 en la ciudad de Málaga, los padres de un niño llamado Manuel Sánchez estaban ocupados vendiendo “chucherías” a las puertas del cine Pascualini, situado en la avenida del paseo Heredia, mientras su hijo jugaba por los alrededores, todos ajenos a la mente malvada de dos desaprensivos que engatusaron al pequeño para llevarlos hasta uno cañaverales, en donde le clavaron una navaja en el cuello, con una hendidura hasta la columna vertebral, dejando caer su sangre dentro de un garrillo de hojalata.

El cuerpo del niño fue encontrado tres días más tarde.

Tras las investigaciones llevadas a cabo, se detiene a Francisco Treviño Frías, al que apodan “el hombre de la varita”, un personaje extraño con problemas mentales, al que dejan libre por faltas de prueba.

Tuvieron que transcurrir seis meses para que la investigación llevara hasta José González Tovar, apodado “el moreno”, y Francisco Villalba España, apodado “el trapero”, ambos acabaron confesando que habían secuestrado al menor para extraerle la sangre y darla a beber a un anónimo acaudalado que llegó en un carruaje de color negro y al que no vieron.

Parte del misterio se había resuelto, pero aún quedaba por saber quién era aquel acaudalado que había sido capaz de mandar matar a un niño para beber su sangre en la creencia de que le curara de su enfermedad.

Nunca se pudo saber quién era, sin embargo, los rumores señalaba al torero Gómez Brailey aquejado de tuberculosis.

El diario ABC, en su edición del 13 de agosto de 1913 recoge el siguiente artículo dentro de su sección, “crímenes y desgracias”:

¿Niño asesinado?

Málaga, 12 , 6 tarde. Hace pocos días, unos vendedores de avellanas que se sitúan a la puerta de un cine, dieron aviso a la autoridad de que un hijo suyo, de nueve años, había desaparecido.

A la izquierda, Manolito Sánchez y a su derecha 'El Moreno', su asesino confeso
A la izquierda, Manolito Sánchez y a la derecha ‘El Moreno’, su asesino confeso

Esta tarde, unos chiquillos que jugaban en un cañaveral del barrio de Huelín descubrieron el cadáver de aque pequeñuelo.

Corrióse la voz y acudió mucho público. Entre la gente estaba la madre del muerto, que, al reconocerle, se desgarró en alaridos y llantos. La triste escena reprodújose poco después al presentarse el padre.

El cadáver tiene señal de una cuchillada tras de la oreja izquierda.

Por el pronto no se puede saber si se trata de un asesinato; pero la voz pública así lo propala. La autopsia definirá.“

Cristóbal Colón, el espía rubio de ojos azules

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Colón mantuvo hasta su muerte su falsa identidad, ya que la verdadera era conocida sólo por su familia y algunos cortesanos y reyes, que mantuvieron el secreto de la estirpe que lo ligaba, no solo a la nobleza portuguesa, sino con el trono de Polonia
Colón mantuvo hasta su muerte su falsa identidad, ya que la verdadera era conocida sólo por su familia y algunos cortesanos y reyes, que mantuvieron el secreto de la estirpe que lo ligaba, no solo a la nobleza portuguesa, sino con el trono de Polonia

Manuel Rosa se ha pasado 25 años indagando en la figura de Cristóbal Colón quien, según asegura, era un noble portugués de ascendencia polaca cuya intención primordial no era descubrir América, sino tejer una compleja conspiración para apartar a España de las rentables rutas comerciales africanas.

El verdadero nombre del descubridor de América era, según Rosa, Segismundo Henrique, hijo de un derrotado rey de lo que ahora es Polonia y Lituania que encontró refugio y anonimato en la isla de Madeira, pero que mantuvo una cercana relación con la realeza portuguesa.

«Todo comenzó con una duda: ¿Cómo Colón, un mercader italiano sin dinero, se pudo casar con una noble portuguesa (Filipa Moniz) con el permiso expreso del rey?. Eso era prácticamente imposible en el siglo XV», explica en una entrevista.

Esa premisa llevó a Rosa, investigador portugués-estadounidense, a una labor de documentación detectivesca que recopila ahora en el libro «Columbus. The Untold Story».

El libro, una edición más extensa de «Colón. La historia nunca contada», publicado en español en 2009, revela por primer vez, basándose en símbolos heráldicos y coincidencias históricas lo que el investigador considera la identidad verdadera de Colón: el hijo de Wladyslaw III, rey cristiano derrotado en 1444 por los otomanos en la batalla de Varna.

«Lo que he descubierto cambia 500 años de historia: Colón no era genovés, no tenía intención de descubrir América y fue un espía en la corte de la reina Isabel con la coartada de salir de Portugal por miedo a ser ejecutado por traición al rey», explica el investigador.

El príncipe Segismundo murió, según las crónicas de la época, en un accidente marítimo precisamente en las mismas fechas en las que la historia señala la llegada a Portugal de un náufrago genovés conocido por el nombre de Cristóbal Colón.

Según el estudio, esa historia sirvió para convertir a Colón en un agente secreto al servicio de la corona portuguesa, enemiga de los Reyes Católicos, que sí conocían la verdadera identidad del navegante, pero no sus verdaderas intenciones.

Rosa presenta como prueba de que Colón era un espía portugués una carta encontrada en los archivos de sus descendientes en la que el rey Juan II le trata como «nuestro amigo especial en Sevilla».

La misión de Colón era embaucar a Isabel con la idea de abrir una ruta hacia las «Indias» (Cipango o Japón) para mantener a España lejos de las costas de Guinea, donde los portugueses comerciaban con el oro.

El complejo plan inicial era que España se ocupara de explorar tierras remota y dejara libre las rutas más beneficiosas para los portugueses y el Almirante se convirtiera en Virrey e instigara una rebelión de todas las colonias contra la corona española, dejando fuera de juego a la corona de Castilla y Aragón.

Pero el plan no funcionó como estaba previsto. El heredero de Juan de Portugal falleció antes de poder reclamar por derecho marital el trono español, y tras la muerte del monarca pasó a ocupar el trono luso su primo Manuel, con mejores relaciones con la corona española.

Colón cayó en desgracia (probablemente al conocerse su papel de espía) y mantuvo hasta su muerte su falsa identidad, ya que la verdadera era conocida sólo por su familia y algunos cortesanos y reyes, que mantuvieron el secreto de la estirpe que lo ligaba, no solo a la nobleza portuguesa, sino con el trono de Polonia.

«Ha sido uno de los secretos mejor guardados de la historia. Han sido necesarios 500 años», asegura Rosa, el único investigador que mantiene esta teoría del linaje báltico de Colón, que basa entre otras cosas en que Colón era rubio con ojos azules.

En opinión de Rosa, Colón dejó desperdigados en sus documentos y posesiones personales símbolos de sus verdaderos orígenes, como un blasón con equivalencias casi idénticas a las de las dinastía Jagiellon de Polonia o el uso de un águila similar al de la familia real polaca.