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En las montañas de la locura

La mayoría de las neuronas ya se encuentran en el cerebro en el momento del nacimiento. No obstante, la formación de nuevas neuronas en el órgano adulto puede ocurrir en ciertas regiones, como el hipocampo. Aunque trabajos anteriores han establecido que este fenómeno ocurre en roedores y otras especies de vertebrados, este proceso en los humanos ha sido cuestionado por investigaciones recientes, como las de José Manuel García Verdugo, de la Universidad de Valencia.
Ahora, un estudio liderado por María Llorens-Martín, científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM-CSIC), muestra que una región del cerebro humano –conocida como giro dentado– produce nuevas neuronas hasta la novena década de vida. Los resultados han sido publicados en Nature Medicine.
Los investigadores analizaron muestras de tejido cerebral de 58 participantes humanos y encontraron que la neurogénesis en el hipocampo del cerebro humano adulto puede observarse a lo largo de toda la vida, al menos hasta los 87 años de edad, con cierto declive asociado a la edad. Sin embargo, disminuye drásticamente en pacientes con enfermedad de Alzheimer.
Según los autores de este estudio, las discrepancias entre sus nuevos resultados y las investigaciones anteriores, que no detectaron la neurogénesis en humanos adultos, pueden deberse a diferencias en las metodologías o en la calidad de las muestras de tejido examinadas.
“La manera en que se procesa el tejido cerebral afecta a la detección de las neuronas inmaduras en el hipocampo humano”, explica a Sinc Llorens-Martín. “Quedan muchísimas cosas por saber, pero esperamos contribuir al avance del conocimiento sobre este proceso”.
El nacimiento de nuevas neuronas en el cerebro humano adulto posee una gran importancia para la medicina moderna, ya que este tipo especial de neuronas generado en el hipocampo participa en la adquisición de nuevos recuerdos y en el aprendizaje en ratones. “Nuestro estudio aporta datos desconocidos hasta el momento sobre cómo maduran estas células en el giro dentado humano”, añade la investigadora española.
“Aún queda mucho camino por recorrer para aplicar estos resultados al tratamiento de seres humanos, pero los resultados obtenidos son esperanzadores ya que muestran la existencia de una población dinámica de células que en otras especies de mamíferos han mostrado ser importantes para la regulación de la memoria”, subraya Llorens-Martín.
Aplicación en alzhéimer
El estudio también analiza de manera comparada el proceso de neurogénesis hipocampal adulta en un grupo de 13 individuos sanos y 45 pacientes con enfermedad de Alzheimer.
El número de nuevas neuronas disminuye de manera drástica en los estadios iniciales de la enfermedad para continuar decreciendo progresivamente a medida que avanza la dolencia. Además, estas células encuentran problemas en distintas etapas del proceso madurativo de las neuronas. Como consecuencia de este bloqueo, el número de neuronas generadas que finalmente alcanza la maduración total es mucho menor en los pacientes de alzhéimer.
“Estos hallazgos poseen una gran importancia en las enfermedades neurodegenerativas. La detección precoz de una disminución en la generación de nuevas neuronas podría ser un marcador temprano de la enfermedad de alzhéimer”, apunta.
Además, si se confirman los resultados y realmente hay neurogénesis adulta, esto abriría la puerta a posibles terapias para frenar el alzhéimer. “Si fuera posible incrementar el nacimiento y maduración de las nuevas neuronas de una manera similar a como se hace en los ratones de laboratorio, podrían abrirse nuevas posibilidades terapéuticas que podrían ser útiles para paliar o ralentizar el avance de esta enfermedad”, concluye Llorens-Martín.
Divergencias con otras investigaciones
Aunque los resultados sean esperanzadores, queda la duda de por qué otras investigaciones recientes, publicadas por grupos de investigación expertos en revistas de alto impacto, han negado la regeneración de neuronas en cerebros adultos. El estudio analiza las posibles causas de estos resultados contradictorios sobre la neurogénesis.
Según los autores, la razón puede residir en que los tratamientos químicos a los que se someten las muestras de tejido cerebral humano para estudiarlo afectan a la detección de las neuronas inmaduras. Tras aplicar distintos tratamientos químicos a muestras obtenidas de los mismos sujetos, los autores observaron números de células muy diferentes. Además, cuando dichos tratamientos eran más agresivos o prolongados en el tiempo, la señal emitida por las nuevas neuronas desaparecía completamente.
La droga que enciende el interruptor

La droga psicodélica en los hongos mágicos puede tratar rápida y efectivamente la ansiedad y la depresión en pacientes de cáncer, un efecto que dura por meses, según demostraron dos estudios. La «terapia» funcionó para Dinah Bazer, que vivió una terrorífica alucinación que le eliminó el miedo de que su cáncer de ovarios volviera. Y para Estalyn Walcoff, quien dijo que la experiencia con la droga la llevó a iniciar un importante viaje espiritual.
El trabajo es preliminar y los expertos dicen que se debe realizar más investigación sobre los efectos de la sustancia, bautizada como «psilocibina». Pero el registro hasta ahora muestra «resultados muy impresionantes», indica el doctor Craig Blinderman, quien dirige el centro de tratamientos paliativos adultos del Centro Médico de la Universidad Columbia en Nueva York, y que no participó en los estudios.
La psilocibina viene de ciertos tipos de hongos. Es ilegal en Estados Unidos y, si su uso fuera aprobado, sería administrado por personal entrenado, según expertos. Nadie debería probarla por sí solo, lo que sería peligroso, indican los líderes de los dos estudios, Stephen Ross de la Universidad de Nueva York (NYU) y Roland Griffiths de la Universidad Johns Hopkins, ambas en EE.UU.
Las drogas psicodélicas han parecido prometedoras en el pasado para el tratamiento de molestias de pacientes de cáncer. Pero estudios sobre el uso médico de estas sustancias terminó a principios de la década de 1970 después de que se empezara a forzar el cumplimiento de la regulación, tras un amplio uso recreacional. Sólo empezó a reactivarse durante los últimos años.
Griffiths indicó que no está claro si la psilocibina funcionaría más allá de pacientes con cáncer, aunque sospecha que podría tener buenos resultados con personas que enfrentan otras condiciones terminales. También se están haciendo planes para estudiarla en depresiones que resistentes los tratamientos comunes, asegura.
Los nuevos estudios son pequeños. El proyecto de la NYU, que también incluyó psicoterapia, cubrió sólo a 29 pacientes. El de Johns Hopkins tuvo 51 casos. Bazer fue diagnosticada con cáncer de ovarios en 2010, cuando tenía 63 años. El tratamiento fue exitoso, pero se volvió ansiosa sobre una posible reaparición.
«Empecé a llenarme de terror», dijo. «La ansiedad estaba arruinando mi vida». Tomó una cápsula de psilocibina en 2012, en la compañía de dos personas entrenadas para guiarla durante las horas en que la droga afectaría su cerebro. Mientras escuchaba música en audífonos y sus ojos estaban cubiertos con un antifaz, la droga hizo su trabajo. «De repente estaba en un lugar oscuro y terrorífico, perdida en el tiempo y en el espacio», relata. «No tenía sentidos y estaba realmente asustada». Luego vio el horror de la reaparición de su cáncer como una masa negra en su abdomen le gritó furiosamente para que se fuera. «En cuanto pasó eso, el miedo se fue», comenta. «Yo quedé flotando en la música, como siendo llevada por un río». Entonces sintió un amor profundo por su familia y amigos, y el de ellos por ella. «Se sintió como si estuviese bañada en el amor de Dios. Sigo siendo atea, por si acaso, pero esa parece ser la única forma de describirlo».
Los investigadores aseguran que esas experiencias místicas parecen jugar un rol en el efecto terapéutico de la droga. Walcoff, una psicoterapeuta de 69 años, también entró al estudio por la ansiedad de la reaparición de un cáncer, en su caso un linfoma. La psilociba «me abrió a perseguir la meditación y la búsqueda espiritual», declara, y como resultado de eso «me he vuelto segura y convencida de que esa parte de mi vida se terminó y no va a volver».
En ambos estudios el tratamiento tuvo más efectos en la ansiedad y depresión que un placebo. Por ejemplo, el día después del tratamiento, cerca del 80% de los pacientes tratados por la NYU no calificaba como «clínicamente ansiosos o deprimidos» en base a mediciones estándar. Eso se compara a un 30% en el grupo que usó un placebo. Esa es una respuesta notablemente rápida, notaron los expertos, y duró por las siete semanas de comparación.
Los estudios tomaron distintos métodos para formular un placebo. En la NYU los pacientes recibieron niacina, que imita algunos efectos de la psilocibina. En Johns Hopkins, el placebo era una dosis muy pequeña de la misma psilocibina. Los investigadores de ambos trabajos eventualmente le dieron tratamientos completos de psilocibina a los grupos placebo y siguieron a todos los pacientes por alrededor de seis meses. Los efectos beneficiales parecían persistir durante ese periodo. Pero la evidencia de esto es menor que en el corto plazo, porque ya no había un grupo placebo para comparar.
En ningún caso se notaron efectos secundarios. William Breibart, jefe del servicio de psiquiatría del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York y quien no participó en los estudios, explica que estos presentan avances respecto a la investigación anterior, pero que todavía hay deficiencias que le impiden sacar conclusiones.
Perros poseídos por el gen de la voracidad

Los dueños de labradores retrievers coinciden en una cosa cuando acuden al veterinario: su perro está obsesionado con la comida. Ahora ya hay una explicación científica. Un nuevo estudio ha hallado una alteración genética en los labradores –sobre todo los elegidos como perros de asistencia– que demostraría por qué son más propensos a pedir comida. Se describe así el primer gen asociado con la obesidad canina.
Entre el 34% y el 59% de los perros que viven en países industrializados, es decir de uno a dos de cada tres canes, tienen sobrepeso. Como ocurre con los humanos, esta condición se asocia a una disminución de la esperanza de vida, problemas de movilidad, diabetes, cáncer y enfermedades cardíacas. De hecho, los problemas de peso de los perros parecen ser el reflejo de lo que les sucede a las personas: ejercicio físico reducido e ingesta de alimentos calóricos.
Sin embargo, a pesar de que los dueños controlan la dieta de sus mascotas y las obligan a correr, ciertas razas como los labradores retrievers, uno de los canes más populares en los hogares de todo el mundo, muestran mayor interés por la comida y son más propensos a sufrir obesidad. Para un equipo internacional de científicos, este fenómeno solo podía tener una explicación genética.
En el estudio, los investigadores estudiaron tres genes relacionados con la obesidad –conocidos por variar el peso de los humanos– en 310 labradores entre los que se encontraban perros de asistencia, y que fueron pesados por los veterinarios. Los científicos también evaluaron la motivación alimentaria y la relación de los canes con la comida gracias a un cuestionario facilitado a los dueños.
Los resultados revelaron que una variante de un gen, conocido como POMC, estaba estrechamente relacionada con el peso, la obesidad y el apetito en los labradores. Según el trabajo, al menos uno de cada cuatro labradores (el 23%) portaba una copia de esta variante.
En una muestra mayor, con 411 perros de Reino Unido y EE UU pertenecientes a 38 razas diferentes, la alteración genética volvió a aparecer en retrievers de pelo liso, relacionados con los labradores, cuyo peso y comportamiento también se vieron afectados. En ambas razas, para cada copia de este gen, el perro pesaba de media 1,9 kilos más.
“Es una variante genética común en los labradores y tiene un efecto significativo en aquellos perros que la portan, por lo que es probable que esto ayude a explicar por qué esta raza es más propensa a sufrir sobrepeso comparada con otras”, apunta Eleanor Raffan, autora principal del estudio e investigadora en la universidad británica.
Pero para la científica aún quedan estudios por realizar, ya que esta variante es incluso más frecuente en retrievers de pelo liso, “una raza que no se había etiquetado hasta ahora como propensa a la obesidad”, añade Raffan.
Perros más fáciles de entrenar por la comida
El gen afectado es conocido por regular la manera en la que el cerebro identifica el hambre y la sensación de quedar saciado tras la comida. Con una alteración en este gen, el perro puede no quedar satisfecho nunca. “La gente que vive con un labrador muchas veces dice que está obsesionado por la comida, y esto encajaría con lo que conocemos de este cambio genético”, recalca la investigadora.
Los labradores son canes leales, inteligentes, ansiosos y entusiastas, pero sobre todo muy fáciles de entrenar, por lo que cumplen a la perfección el papel de perro de asistencia. “La comida se utiliza a menudo como una recompensa durante el entrenamiento, y portar esta variante puede hacer que los perros estén más motivados para trabajar por un bocado”, comentan los autores, que incluyeron para el estudio 81 labradores de asistencia, de los que el 76% mostró una alteración genética.
“Es posible que estos ejemplares, al estar más motivados por la comida, sean seleccionados con mayor probabilidad como perros de asistencia en los programas de cría, en los que se entrena usando recompensas de comida”, dice Raffan.
“Pero es un arma de doble filo: portar la variante puede facilitar su entrenamiento, pero también los hace susceptibles a la obesidad. Es algo que los propietarios tienen que saber para controlar el peso de su mascota”, subrayan los investigadores. El estudio mejora por tanto el conocimiento sobre los mecanismos de este gen, también presente en humanos y que podría tener implicaciones en la salud tanto del dueño como de su mejor amigo.
Lucha en la cárcel de las palabras

También conocida como tartamudez, la disfemia es una enfermedad que se manifiesta principalmente en la infancia, sin embargo, los adultos también pueden sufrirla por distintas causas. Esto hace que comunicarse sea una tarea estresante pero gracias a los expertos, se pueden aprender técnicas de lenguaje y a veces, recuperar el ritmo normal del habla.
Hablar en público es la peor pesadilla de muchos pero, para los disfémicos puede ser todo un infierno. Los primeros síntomas aparecen desde los tres o cuatro años de edad, momento en el que el niño comienza a desarrollar el habla. Ahí, los padres deben estar pendientes de la manera en que su hijo trata de expresarse.
“No se debe confundir con lo que llamamos ‘disfluencias normales evolutivas de la edad’. Al principio, los niños no van a terminar nunca una idea y son los padres los que deben ayudarle a hacerlo, eso es normal. Si esta situación se prolonga, entonces hay que ver a un especialista”, puntualiza la logopeda Elisabeth Dulcet, Secretaria Técnica del Consejo General de Colegios de Logopedas.
Consultar a un experto a tiempo hace la diferencia pues, mientras que en niños el problema desaparece un 99%, en adultos solo se controla, trayendo consigo baja autoestima y miedo a hablar con los demás.
“Lo que rodea a un disfémico son los complejos que se contraen. Si salen de casa, tratan de comunicarse lo menos posible, no quieren coger el teléfono nunca y su autoestima se ve afectada por la enfermedad”, señala la psicóloga Elena Borges.
El complejo camino a la palabra
Mientras que la aparición de esta enfermedad durante los primeros años de vida no tiene una causa genética conocida, en los adultos hay dos motivos principales: un mal tratamiento del problema durante la infancia o algún accidente a nivel neurológico. A éste se le llama disfemia adquirida y puede afectar a cualquier persona.
“Se adquiere por enfermedades que producen alteraciones en una parte del cerebro, sobre todo accidentes cerebrovasculares, ictus, traumatismos cardioencefálicos, tumores e infecciones”, señala el neurólogo Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología.
Todos estos males pueden dañar las conexiones involucradas en la compleja función del habla y, como detalla el especialista, cualquier error en el sistema consigue que se pierda esta tarea que realizamos a diario y que nos parece tan sencilla.
“Cuando se produce el tartamudeo el problema está en la anticipación que necesita el cerebro para que la palabra que queremos decir salga fluida y enlazada. Antes que se diga algo, se piensa, se crea en el cerebro. Ahora es sencillo, pero con disfemia se pierde esa capacidad de seguir la secuencia”, comenta el especialista.
Hablando de soluciones
La disfemia en adultos representa un doble esfuerzo pues, además de trabajar en disminuir el tartamudeo, hay que hacerlo con la seguridad de la persona, ya que el sentimiento de inferioridad empeora el habla.
“Hay una predisposición negativa para hablar en público, buscar pareja o hasta realizar una entrevista de empleo. Todas esas situaciones representan estrés y el estrés empeora la fluidez de las palabras”, detalla la logopeda Elisabeth Dulcet.
“Se les enseña a respirar, así como métodos de relajación. Se les da un enunciado y ellos van respirándolo e imitándolo. También hay otro ejercicio en el que se les pone un libro al frente para que vayan repitiendo las palabras hasta que logren lanzarlas en un solo golpe de voz”, detalla Elena Borges.
Otra técnica es la de enseñarle al enfermo a recitar las frases y hasta cantarlas, así se guiarán más por el ritmo y no pensarán tanto en la manera en la que salen las palabras.
En caso de tratarse de un problema neurológico, el médico también se apoya en estas dos especialidades, al tiempo que trata la enfermedad.
“Se intenta que los mecanismos que tiene el cerebro para repararse se pongan en marcha. Si es un tumor, se opera y muchas veces, la recuperación es completa, sobre todo en cerebros jóvenes”, explica el neurólogo, Carlos Tejero.
Fuerte, claro y como un rey
Paciencia es la clave para comenzar a ver resultados en un tratamiento contra la disfemia. Lo importante es no rendirse, seguir los ejercicios y confiar en que no importa la forma, sino el fondo.
“Muchas veces ayuda el enfocarse en algún movimiento de dedos o en otra actividad en lugar sólo de pensar en que se tiene que hablar”, comenta el neurólogo.
Curiosamente, los tres expertos encontraron el mejor ejemplo de esto en la cinta El Discurso del Rey, película en la que se retrata la tartamudez del rey Jorge VI y la manera en que la superó gracias a que buscó ayuda, justo como debe hacer todo aquel que sufra este problema.
Charlas encerradas en cantos de ratón

El estudio de las canciones de los ratones de los bosques de Costa Rica ha permitido descubrir el circuito cerebral que permite los rápidos toma y daca de las conversaciones, lo que puede ayudar a tratar enfermedades como el autismo,según revela un estudio divulgado por la revista Science.
Los machos de la especie estudiada, el ratón cantor de Alston (Scotinomys teguina), producen canciones con casi un centenar de notas audibles y se baten con competidores mediante turnos de canciones, que alternan como los humanos al conversar.
El estudio, liderado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, abre la puerta a un nuevo campo de investigación que permite examinar los mecanismos cerebrales detrás de la precisión menor de un segundo en los turnos vocales.
“Necesitamos entender cómo nuestros cerebros generan respuestas verbales de manera instantánea usando cerca de un centenar de músculos si queremos diseñar nuevos tratamientos para quienes estos procesos han fallado, a menudo debido a enfermedades como el autismo o eventos traumáticos, como un infarto”, explica el autor principal, el doctor Michael Long, profesor asociado de Neurología.
La investigación, agrega, “demuestra de manera directa que una región del cerebro llamada corteza motora es necesaria tanto para estos ratones como para los humanos para interactuar de forma vocal”.
Las canciones cambian con las situaciones sociales
Long y su equipo descubrieron que, junto a áreas específicas del cerebro que ordenan a los músculos crear notas, circuitos separados en la corteza motora permiten los súbitos inicios y paradas que forman una conversación.
“Al segregar la producción de sonidos y los circuitos de control, la evolución ha equipado los cerebros de los ratones cantantes con el preciso control vocal también visto en intercambios entre grillos, duetos entre pájaros y, posiblemente, discusión entre humanos”, apunta Arkarup Banerjee, estudiante de doctorado del equipo de Long.
Los investigadores hallaron que las canciones de estos roedores cambian en situaciones sociales a medida que tiene que “modificar y quebrar” estas a modo de conversación.
Se estudiaron por electromiografías
Esta estrecha conexión entre patrones de canto y lectura tomadas por electromiografías, que capturan las señales eléctricas a medida que el cerebro genera contracciones musculares, llevaron a los científicos a determinar la relación entre centros cerebrales y musculatura de las canciones.
El punto de conexión funcional está situado en la corteza motora orofacial, que es donde se regulan los tiempos del canto o conversación.
Como consecuencia de este hallazgo, los investigadores están usando ya este modelo de los ratones para guiar la exploración de los circuitos del habla en los humanos.
Al entender la actividad que permite a dos cerebros implicarse en una conversación, explicaron, se pueden observar los procesos que se desarrollan incorrectamente cuando una enfermedad interfiere en la comunicación y potencialmente desencadenar el desarrollo de nuevos tratamientos.
Ratones en el ultrasonido
Previamente, se creía que los ratones, así como otros roedores, producían frecuencias ultrasónicas haciendo vibrar sus cuerdas vocales inaudibles para el oído humano.
Sin embargo, un último estudio de la Universidad de Cambrigde y publicado en el diario Current Biology ha descubierto que producen estos ruidos usando un mecanismo similar al de los motores.
La investigación demuestra que los ratones exhalan un chorro de aire pequeño procedente de la tráquea contra la pared interna de la laringe, causando una resonancia y produciendo así un silbido ultrasónico.
Otro de los usos de estos sonidos ultrasónicos es para orientarse. Los ratones son normalmente activos en la oscuridad. Debido a esto, a menudo puede ser difícil para ellos ver. Afortunadamente, utilizan los ultrasonidos para ayudarse a orientarse en la oscuridad.
Ya sabemos que son animales bastante ágiles, ya que no solo pueden saltar verticalmente 25,4 centímetros, sino que también pueden escalar paredes completamente verticales de hasta dos metros.
Por lo que los ultrasonidos son útiles en estas situaciones, y se ha llegado a sugerir que los roedores podrían utilizarlo para obtener información sobre la profundidad del terreno y la situación de objetos a su alrededor.
Los ratones verdaderamente son criaturas fascinantes y astutas. Es por eso que son una de las plagas con más éxito del mundo.
Trabajo dignificante… y deprimente

El auge de la globalización y de la economía 24/7 está demandando que las personas trabajen largas jornadas y fines de semana. Un estudio observacional llevado a cabo por universidades londinenses ha encontrado que estas condiciones laborales contribuyen a empeorar la salud mental en general, pero sobre todo la de las mujeres.
Según los datos que manejan los autores, esta tendencia de trabajo que denominan ‘antisocial’ se está expandiendo en todo el mundo. “En los países de Asia oriental ha aumentado el riesgo de muerte por exceso de trabajo. En Reino Unido, el estrés laboral se traduce en días de trabajo perdidos cada año. Y en el ámbito de la UE, casi una cuarta parte de la gente trabaja la mayoría de los sábados y una tercera parte, al menos un domingo al mes.
Estudios previos habían encontrado una relación entre estas fórmulas laborales y la depresión, pero la mayoría se habían centrado en hombres y en ciertos tipos de trabajo. La investigación actual, cuyos resultados se han publicado en la revista Journal of Epidemiology& Community Health, tiene por objetivo indagar cómo afectan este tipo de jornadas tanto a hombres como a mujeres.
Para averiguarlo, el equipo se basó en datos de un estudio longitudinal llamado Understanding Society (UKHLS), que ha estado haciendo un seguimiento de la salud y el bienestar de una muestra representativa de 40.000 hogares en todo Reino Unido desde 2009.
Mayor riesgo en fin de semana
Los investigadores se centraron en los datos de 11.215 hombres y 12.188 mujeres de la segunda ola del UKHLS, entre 2010 y 2012, que incluía información sobre el empleo. Tuvieron en cuenta la edad, los ingresos, la salud y las características del trabajo.
Las diferencias por género son evidentes: las mujeres que trabajan unas 55 horas semanales tienen un 7,3 % más síntomas de depresión que las que tienen una semana laboral estándar de 35 a 40 horas. Sin embargo, entre los hombres no hubo diferencias en el número de síntomas depresivos en función de las horas semanales trabajadas.
El estudio ha constatado diferencias de género en cuanto a los patrones laborales. Por ejemplo, los hombres trabajan más horas en empleos remunerados que las mujeres. Casi la mitad de los hombres, frente a menos de una de cada cuatro mujeres, sobrepasa el horario estándar.
Además, el estudio subraya que trabajar en fin de semana se relaciona con un mayor riesgo de depresión en ambos sexos, aunque es mayor en las mujeres.
“Este es un estudio observacional, por lo que, aunque no podemos establecer las causas exactas, sí sabemos que muchas mujeres se enfrentan a una doble carga porque asumen una mayor proporción de tareas domésticas que los hombres, lo que conduce a un total de horas extensivo, presiones de tiempo adicionales y responsabilidades abrumadoras”, destaca Gill Weston, investigadora del Instituto de Epidemiología y Atención de la Salud de la University College London y autora principal del trabajo.
“Si se tienen en cuenta estas tareas domésticas no remuneradas y el cuidado de otras personas, las mujeres trabajan más tiempo que los hombres, en promedio, lo que se ha relacionado en investigaciones anteriores con una salud física más deficiente”, agrega.
Vida laboral y maternidad
También se pone en evidencia que tener hijos afecta a la vida laboral de hombres y mujeres de diferente maneras. Los padres con hijos trabajan más horas que los que no los tienen. En cambio, casi la mitad de las madres del estudio trabajan a tiempo parcial, en comparación con solo uno de cada siete (15 %) hombres.
“También encontramos que los trabajadores con más síntomas de depresión son los de más edad, con ingresos más bajos, fumadores y con actividades físicamente exigentes –dice Weston–. Y esto se puede aplicar tanto a hombres como a mujeres”.
“Esperamos que nuestros hallazgos animen a los empleadores y a los responsables políticos a pensar en cómo reducir las cargas y aumentar el apoyo a las mujeres que trabajan muchas horas o de forma irregular, sin restringir su capacidad de trabajar cuando lo deseen”.
En su opinión, “unas prácticas de trabajo más justas podrían beneficiar tanto a los trabajadores como a los empleadores de ambos sexos”.
La máquina que electrocuta recuerdos

Un equipo internacional de investigadores ha constatado en humanos que los recuerdos se pueden borrar de manera selectiva mediante la terapia electroconvulsiva (TEC), aplicada poco después de que los citados recuerdos sean evocados.
Esta es la principal conclusión de un trabajo liderado por Marijn Kroes (Holanda). En él participaron, entre otros, el británico Bryan Strange, director del laboratorio de Neurociencia Clínica, en el Centro de Tecnología Biomédica (Universidad Politécnica de Madrid), y Guillén Fernández, director del Donders Centre for Neuroscience, Holanda.
El experimento se realizó en Holanda con 39 pacientes diagnosticados con depresión y a los que ya se les aplicaba la TEC.
Los investigadores les hicieron aprender dos historias con contenido emocional −una de una atraco y otra de un accidente−, una semana antes de que les fuera aplicada la terapia electroconvulsiva. El aprendizaje de estas historias fue a través de la combinación de diapositivas y una narración, explica Strange.
Llegado el momento de la TEC en el quirófano, los investigadores mostraron a un grupo de pacientes la primera diapositiva, en parte oculta, de una de las historias, justo antes de que recibieran las corrientes del citado tratamiento. El objetivo, evocar sus recuerdos sobre esa historia desagradable que se habían aprendido.
Veinticuatro horas después, los investigadores preguntaron a los pacientes que recordaran ambas historias y constataron que aquellos que recibieron electroconvulsiones presentaron una pérdida de memoria al intentar recordar la historia reactivada antes de la TEC.
«Este experimento demuestra que se pueden disminuir los recuerdos selectivamente», según Strange, y confirma que existe un proceso de reconsolidación de la memoria.
Fases de la memoria
Y es que históricamente la neurociencia ha hablado de tres fases en la memoria: codificación, consolidación y proceso de recuerdo, pero desde hace unos años se ha unido una cuarta, la de reconsolidación.
La primera es el momento del aprendizaje, la segunda es cuando lo aprendido se consolida y la tercera lo que logramos recordar. La cuarta fase, la de reconsolidación, se da cuando un recuerdo ya consolidado es evocado −por ejemplo, un paisaje o un olor nos puede evocar un recuerdo determinado−, y es aquí cuando se abre un período de labilidad o fragilidad en el cual la memoria puede ser modificada por un factor externo, como en este experimento.
Este estudio, según Strange, ahonda en el conocimiento sobre cómo se pueden modificar los recuerdos en el cerebro y podría ayudar a pacientes, por ejemplo, con trastorno de estrés postraumático.
Polluelos: a más caca, más defensas

El mundo animal sigue normas estrictas para sortear fuentes de contaminación y posibles peligros, como la depredación. En el caso de las aves, retiran los excrementos de sus crías a diario para conservar la higiene del nido.
Un estudio demuestra que la presencia de heces en los nidos atrae insectos y provoca la activación del sistema inmunitario de las crías, lo que proporciona importantes pistas sobre el porqué de este hábito sanitario.
Hasta ahora, en la ornitología –la rama de la zoología dedicada al estudio de las aves– predominaba la hipótesis de que la eliminación de los excrementos se producía para evitar la atracción de organismos parásitos. Sin embargo, esta nueva investigación lo refuta.
“Nuestro estudio pone de manifiesto que la atracción de parásitos no parece ser la causa que ha favorecido la evolución de este comportamiento, a pesar de asumirse como tal tradicionalmente”, declara a Sinc Juan Diego Ibáñez-Álamo, autor principal del estudio e investigador en la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en la Universidad de Groninga (Países Bajos).
Respuesta del sistema inmune
Los científicos utilizaron tres experimentos diferentes con trampas de insectos, nidos artificiales y nidos reales de mirlos para observar la atracción que los excrementos producían en los parásitos.
Aunque las predicciones apuntaban que se encontraría una mayor cantidad de parásitos si había heces, “los sacos fecales no atrajeron a un mayor número parásitos”, afirma el investigador.
El sistema inmunitario de las crías se vio afectado por la presencia de las heces, concretamente, la proporción de heterófilos con respecto a los linfocitos –células sanguíneas que luchan frente a agentes perjudiciales como parásitos–, que es un indicador fisiológico de la respuesta al estrés en aves. “Esta proporción en las crías que vivían cerca de los sacos fecales fue significativamente más alta que la de aquellos que no tenían heces a su alrededor”, declaran los autores.
Los científicos encontraron además un incremento en la atracción de moscas y una reducción en los ácaros debido a los excrementos de las crías. Los autores apuntan la capacidad de las moscas como vectores para transmitir microorganismos perjudiciales como una de las causas que provocaría la activación del sistema inmune.
Las crías de aves producen heces encapsuladas en una cobertura mucosa. Esta singular estructura, que un estudio previo demostró que posee una función de aislante bacteriano, podría también ser la responsable de evitar la atracción de parásitos. “Es posible que la mucosa actúe como una barrera para impedir que se propaguen las pistas químicas que podrían usar los parásitos para localizar a los pollos”, declara Ibáñez-Álamo.
“Los resultados de nuestra investigación parecen indicar que los microorganismos podrían estar jugando un papel muy importante en relación con la limpieza del nido de las aves”, añade el investigador.
No obstante, los autores consideran que este hábito parental es resultado de varios factores: “No podemos descartar que el comportamiento de los padres pueda ser alterado por la existencia de heces cerca del nido”, declaran. Incluso la depredación podría ser otra causa determinante para este comportamiento.
Sanar gracias al gen perezoso

El ser humano pasa de media un tercio de su vida durmiendo. Para saber más sobre los factores genéticos involucrados en el sueño, un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania (EE UU) ha analizado el genoma de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), que tiene similaridades con el de los mamíferos.
En el estudio, publicado en la revista Science, los científicos identificaron un gen, llamado nemuri, que aumenta la necesidad de dormir de estos insectos cuando están enfermos. En concreto, este gen, que codifica una proteína antibacteriana, se activa para combatir a los gérmenes durante una infección. Su sobreexpresión en el cerebro adormece y prolonga el sueño.
“La proteína NEMURI promueve el descanso en situaciones en las que el sueño es vital como cuando estamos enfermos”, señala el experto en neurociencia Hirofumi Toda, autor principal del trabajo.
“Aunque ya se sabía que dormir está estrechamente relacionado con el proceso de curación, nuestro estudio vincula directamente el sueño con el sistema inmunitario y proporciona una posible explicación de cómo aumenta la necesidad de descansar durante una enfermedad”, precisa Amita Sehgal, directora del Programa de Cronobiología de Penn de la Universidad de Pensilvania.
En el año 2000 se secuenció el genoma completo de la mosca de la fruta. Desde entonces, se conoce que más del 70 % de los genes relacionados con enfermedades descritas en humanos tienen correspondencia en el código genético de la Drosophila y un 50 % de las secuencias proteínicas de la mosca tiene análogos en los humanos.
Asimismo, comparten todas las características fundamentales del sueño de los mamíferos. “Este insecto es un gran modelo genético que se utilizan para comprender el sueño humano. En nuestro caso, lo más relevante es que tienen un reloj biológico cirdardiano de 24 horas parecido al de los humanos”, declara a Sinc Sehgal.
En los ensayos, los expertos privaron a las moscas de la muestra de su descanso diario. Al hacerlo, observaron que el gen nemuri se estimulaba y se sobreexpresaba en un conjunto de neuronas situado cerca de una región del cerebro implicada en el sueño. En consecuencia, los animales se volvían más somnolientos. Por el contrario, sin el gen se despertaban con mayor facilidad.
Según los autores del estudio, aunque se han detectado péptidos (moléculas formadas por la unión de varios aminoácidos) similares en ciertos vertebrados, como peces y ranas, aún no se han identificado en mamíferos.
“En la próxima fase de nuestro trabajo, planeamos investigar el mecanismo por el cual nemuri promueve el sueño”, concluyen los investigadores.
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