jazz

El poder y sus transgresores emisarios

Posted on

Dizzy Gillespie, paseando a lomos de una moto por las calles de Zagreb, en 1956
Dizzy Gillespie, paseando a lomos de una moto por las calles de Zagreb, en 1956

El departamento de Estado nortemaericano empleó a Duke Ellington, Louis Armstrong, Miles Davis y otros gigantes del jazz como embajadores culturales con fines políticos durante la Guerra Fría. Fueron esfuerzos diplomáticos desplegados en 25 países durante un cuarto de siglo por los astros de la, considerada por muchos, música clásica norteamericana, fiel reflejo de la estrategia de Washington de recurrir a las figuras de ese tipo de música para cautivar a sus enemigos de mediados de los cincuenta a fines de los setenta.

Un periodo que incluye acontecimientos históricos como la crisis de los misiles en Cuba, la invasión soviética de Checoslovaquia y la guerra de Vietnam, que en ocasiones le costaron a Washington tensión con Moscú y, en otras, el descrédito en buena parte del globo. Para remediarlo, la diplomacia estadounidense decidió enviar a los gigantes del jazz a los cuatro puntos cardinales que entonces contaban en términos de seducción ideológica; el Islam, Latinoamérica, África Subahariana y el Bloque Soviético.

El objetivo era presentar al jazz como la cara amable de la cultura norteamericana y sinónimo de libertad. Hay escenas como la de Louis Amstrong jugando al futbolín con Kwame Nkrumah -padre del panafricanismo y de la independencia de Ghana-, o tocando la trompeta sobre un camello en las pirámides de Giza, o entre un alboroto de niños en una escuela de El Cairo.

En otras Dizzy Gillespie conduce una motocicleta entre el asombro de los transeúntes en las calles de Zagreb en la antigua Yugoslavia de Tito, o utiliza las notas de su trompeta para desperezar y hacer bailar a una cobra en la ciudad de Karachi, en Pakistán. Tampoco falta el pianista Dave Brubeck ofreciendo un concierto en una gélida Varsovia o aterrizando en el aeropuerto de una calurosa Bagdad, que Ellington asimismo visitó en aquella campaña y donde, aparte de tocar el piano, fumó por primera vez en una pipa de agua.

Ellington también viajó a Addis Abeba para entrevistarse con el emperador Halie Selassie, y a Dakar para ser condecorado con todos los honores por Leopoldo Sedar Senghor, padre de la independencia senegalesa y creador del concepto humanístico de la «negritud». Miles Davis aparece en la exhibición con su banda haciendo las delicias del público de Belgrado, aunque la joya de la corona es una foto en la que Benny Goodman saluda a Nikita Khrushchev cuando aún estaba lejos el reconocimiento diplomático entre Moscú y Washington.

Nada quedaba al azar; si para los desplazamientos a África Negra se elegía a músicos afroamericanos, para los viajes a la antigua Unión Soviética se prefería a blancos como Goodman, que interpretaba jazz pero también música clásica europea, muy apreciada en Moscú. La política del departamento de Estado de hacer amigos a través de la música concluyó antes de iniciarse la década de los ochenta y debido a la oposición republicana a gastar el dinero del contribuyente en empresas culturales y en un género como el jazz.

Para muchos, la diplomacia del jazz logró que en el mundo se viera la cultura norteamericana como algo de todos. Para mejorar la imagen de Estados Unidos no se podía haber optado por una música mejor. Se podía haber optado por el ‘country’, pero se trata de una música demasiado local, muy poco universalista. A la postre, fue una iniciativa para utilizar el arte con fines propagandísticos y políticos, una estrategia habitual del poder en tiempos modernos.

Jazz entre enemigos

Posted on

Scott Joplin, pionero de Jazz
Scott Joplin, pionero de Jazz

El 2 de abril de 1974 se llevaba a cabo la 46° ceremonia de entrega de los premios Oscar. En la misma la película The Sting (El Golpe) se llevaba siete estatuillas, incluida mejor película. Algo que fue característico de dicha película, fue su banda sonora a cargo de Marvin Hamlisch, quien realizó arreglos sobre composiciones de Scott Joplin, el rey del ragtime. El éxito logró colocar al ragtime en escena nuevamente y piezas como Maple Leaf Rag o The Entertainer fueron reproducidas en diversas series y películas, convirtiéndose en composiciones que muchos de nosotros hemos escuchado alguna vez. Sin embargo, la figura de Scott Joplin pasó durante muchos años por el anonimato, de manera inadvertida.

Hijo de Giles Joplin, un esclavo liberto empleado de ferrocarril, y de Florence Joplin, una afroamericana nacida libre, Scott fue el segundo de seis hijos, nacido entre 1867 y 1868. Desde su infancia mostró interés y habilidad en la música, posiblemente motivado por el hecho de que su madre cantaba y tocaba el banjo, y su padre el violín en las fiestas de la plantación en una granja de Texas. A pesar de que la guerra de secesión había finalizado, la segregación racial continuaba por lo tanto Scott no pudo asistir a la escuela, sino hasta la edad de diez años.

La habilidad y el apoyo por parte de Florence, llevó a que Scott a aprender a tocar el piano con Julius Weiss, quien, consciente de las dificultades económicas de la familia, brindó clases gratuitas al joven Joplin.

En 1880, Giles abandona a la familia y al año Florence fallece a causa de una gripe. Tras estos episodios, la situación que debía afrontar la familia se agravaba, esto lleva a Scott a tomar el empleo de su padre en el Ferrocarril de Texarkana, pero abandonaría este trabajo al poco tiempo para convertirse en un músico viajero.

A pesar de que desde 1860 la música afroamericana venía en expansión, eran pocos los lugares donde un afroamericano tenía acceso para tocar, siendo generalmente bares, prostíbulos o en shows teatrales llamados minstrels, donde los blancos pintaban su rostro de negro imitando a los afroamericanos de forma peyorativa y exagerada.

En 1895 se traslada a Sedalia, Missouri, y ahí continúa desarrollando sus habilidades y estudios al ingresar en el George Smith College, una universidad reservada para afromericanos. Allí conoce a Louis Chauvin, Tom Turpin y Arthur Marshall, músicos dedicados al ragtime, un género que ganó gran popularidad en sus primeros años de vida y que se basaba en el Cakewalk y en las marchas tocadas por bandas universitarias o bandas militares.

A finales de la década publica su primera composición, Original Rags. A raíz del racismo circundante, Joplin no figura como autor de la obra, esto se debe a que la existencia de un compositor negro era, de alguna forma, un insulto para la sociedad conservadora. A los pocos meses comienza a trabajar con John Stark, quien compraría la composición Maple Leaf Rag por US$ 50, unos US$ 1388 actualmente, y le ofrece a Joplin el 1% de ganancias. La composición fue un éxito que permito que el rag se extendiera por gran parte de Estados Unidos y se lo conociera como “El rey del Ragtime”.

Durante principios de 1900 continúa publicando diversas composiciones (como The Entertainer, una de sus obras más conocidas), incluyendo la ópera A Guest of Honor. Nuevamente la sociedad conservadora se interpuso en la cultura musical, haciendo que la ópera sea recién publicada un año después de su creación, sin embargo esto no le impidió que realizara una gira con una compaña de treinta músicos negros, o entrecruzando negros con blancos, algo no visto hasta el momento. Durante un momento de la gira, se cree que alguien robó los ingresos, impidiendo que Joplin pudiera pagar los sueldos de la compaña.

La partitura, posiblemente confiscada, se ha perdido y aún no ha sido encontrada

En 1905, después de la muerte de Freddie Alexander, su segunda esposa, publica el vals Bethena, una emotiva obra con la cual busco ser tomado seriamente como compositor. Años más adelante se traslada a Nueva York en búsqueda de un productor para otra ópera. Sin encontrar un productor, en 1910 escribe Treemonisha (ópera que sería estrenada recién en 1972). Se consideró a la ópera como un fracaso y que no era apropiada para un público como el de Harlem, no obstante la ópera incluyó temas de gran relevancia, como la religión, el conflicto entre cristianismo y el paganismo de los esclavos, con influencia de cuentos folklóricos afroamericanos.

En 1914 publica Magnetic Rag con un sello propio, dicha obra sería publicada en 1917 después de la muerte de Joplin. En enero de 1917, deteriorado a causa de la sífilis que sufría, es trasladado al Hospital Estatal de Manhattan. Muere el 1 de abril y es enterrado sin nombre hasta 1974. A diferencia de figuras de renombre, su tumba es bastante discreta, casi cayendo en el anonimato, en ella se puede leer:

“Scott Joplin
Compositor americano
24 de noviembre de 1868 – 1 de abril de 1917”

Orquesta a ritmo de ciclón

Posted on

Xavier Cugat vendió discos a mansalva, con grabaciones populares que hibridaban el Jazz y lo latino
Xavier Cugat vendió discos a mansalva, con grabaciones populares que hibridaban el Jazz y lo latino

Diego Mas Trelles ha recuperado para el mundo la historia del cineasta y director de orquesta español Xavier Cugat, el único músico con cuatro estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood, descubridor de Rita Hayworth, íntimo de Frank Sinatra y asalariado de Al Capone, un fenómeno en EEUU cuando nadie lo era.

Muchos ‘milenials’, que no saben que Cugat (Barcelona, 1900-1990) arrasó en Hollywood mucho antes que Antonio Banderas, Julio Iglesias o Javier Bardem pueden conocer a este «crack» a través de «Sexo, maracas y chihuahuas».

«Fue músico, dibujante, actor, director de orquesta y de cine, además de un magnífico arreglista y un ojeador bárbaro, descubridor de grandes talentos, pero hoy -se lamenta el director-, Cugat es un auténtico desconocido».

El argentino nacionalizado francés, autor entre otros, del documental «Madrid 11M: Todos íbamos en ese tren», afirma que se topó con Cugat «por pura cinefilia», porque «era un personaje que se repetía tanto, que me intrigó».

El grueso de la vida de Cugat transcurrió en EEUU, explica el argentino quien, a estas alturas, dice, conoce al personaje perfectamente: «Lo que lamento es no haberlo visto en persona», dice.

Y lo que más miedo le da, añade, es que «esta vida tan disparatada, con tantas anécdotas y azares, opaquen la importancia de este hombre como músico».

Único español con cuatro estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood, descubridor de Rita Hayworth (a la que cambió su nombre español de Margarita Cansino, además de tener un romance con ella), tuvo como amigos a Charles Chaplin, Woody Allen, Jerry Lewis o al mismísimo Rodolfo Valentino, que fue quien le organizó la primera orquesta para que acompañara sus películas mudas.

Y si sorprendente ha sido saber que el primer sonido que se emitió por la radio americana desde la universidad de Washington fue el violín de Cugat, no menos chocante, por desconocido, es la información que aporta Mas Trelles de que el catalán fue el autor del primer cortometraje sonoro de la historia.

Lo hizo para la Warner, titulado «Cugat y sus gigolós», explica el propio artista en el documental y añade que fue «mucho antes de ‘El cantor de jazz'».

También hizo películas de animación con sus caricaturas y confesó que cobraba directamente de Al Capone cuando actuaba en sus casinos de Las Vegas.

«Era un fuera de serie», resume Mas Trelles, que decidió, junto a Solé, pautar la cinta a través de lo vivido con cada una de sus compañeras, porque se casó cinco veces.

Por orden cronológico, Rita Montaner; Dolores del Río, Lorraine Allen y la casi adolescente Abbe Lane, cuando él tenía ya más de 60 años. En 1979, se volvió a casar con la murciana Charo Baeza y en el 78, ya anciano, vivió con Ivonne Martínez, pero nunca se casó con ella.

Inventor de la salsa, como cuenta Tito Puente, y del término «latin lover» (esto, sin él saberlo, según Ramon Gubern), este emigrante simpático y relaciones públicas arrollador -su mayor cualidad, según Mas Trelles-, se podía permitir extravagancias como llevar en brazos a un pequeñísimo chihuahua mientras dirigía las orquestas.

Chucho Valdés cuenta cómo Cugat supo usar las maracas como parte de la rítmica y al tiempo aprovechar su estética y los estilos cubanos; Cugat, añade Solé, «jugaba con el equívoco de lo hispano y lo latino, y lo fomentó».

El caballero romántico del Jazz

Posted on

Bill Evans (en el centro), flanqueado por Scott LaFaro y Paul Motian, en 1961
Bill Evans (en el centro), flanqueado por Scott LaFaro y Paul Motian, en 1961

Pocos pianistas de jazz han influido e innovado tanto como el estadounidense Bill Evans, quien ya en su época se ganó el apelativo de El Chopin del jazz y quien es toda una institución cuya trayectoria se repasa ahora en el libro Vida y música de Bill Evans. La biografía, escrita por el pianista británico Peter Pettinger y publicada en España por Global Rhythm, recorre la compleja y a veces dramática vida de Evans, describe la arquitectura de su música, explica la gestación de cada uno de sus discos y analiza el enorme legado que el músico ha dejado en pianistas como Herbie Hancock, Keith Jarrett, Chick Corea o Brad Mehldau.

Su carrera artística fue «larga, parsimoniosa y alejada de los extremos» (explica Pettinger en su libro) y durante ella el pianista, a quien el autor define como una persona «tímida, tranquila, introvertida e insegura», colaboró con grandes del jazz como George Russell, Charles Mingus, Tony Scott o Miles Davis, formó varios tríos y ganó siete premios Grammy.

Sus armonías impresionistas y «su manera de unir la música afroamericana contemporánea con la tradición europea de sus antepasados galeses y rusos» aportaron un «intenso lirismo» a los principales estilos jazzísticos de su época (bebop, cool e improvisación modal).

Nacido en 1929 en Plainfield (Nueva Jersey), Evans se licenció en 1950 en piano y en didáctica musical en la Southeastern Louisiana University y pronto empezó a tocar en clubes neoyorquinos con las bandas de Herbie Fields, Tony Scott y George Russell, entre otros. Ya en 1957 publicó su primer disco a trío, New Jazz Conceptions, que incluía la composición que acabaría convirtiéndose en la más famosa del pianista, Waltz for Debby, escrita dos años antes para su sobrina.

Evans se convirtió en la envidia de todos los pianistas de jazz cuando, en la primavera de 1958, comenzó una gira con el sexteto de Miles Davis, pero por diferentes motivos el músico no se encontraba a gusto en aquel grupo y acabó dejándolo en otoño. El deseo del pianista siempre fue formar su propio grupo y a finales de 1959 reunió para su primer y más celebrado trío al contrabajo Scott LaFaro y al batería Paul Motian, a quienes sucedieron músicos como Chuck Israels, Teddy Kotick, Eddie Gomez y Philly Joe Jones. Con los integrantes de su última banda, Marc Johnson y Joe La Barbera, tocó hasta poco antes de morir en 1980.

Sunday at the Village Vanguard (1961) es el testimonio imperecedero de un trío excepcional en el que todos sus integrantes tenían voz, voto y un lugar para expresarse; la piedra angular del trío de jazz moderno y una fuente de inspiración constante para generaciones de pianistas.

La relación entre el pianista y LaFaro, un visionario de su instrumento, le había permitido tocar el cielo con las manos, aunque por poco tiempo: 10 días después de grabar Sunday at the Village Vanguard, el coche que conducía el contrabajista se salió de la carretera y su único ocupante falleció en el acto. Evans regresó a los infiernos. Dejó de tocar. Algunos conocidos suyos afirmaron haberle visto deambulando por las calles de Nueva York vistiendo la ropa de LaFaro…

A su figura extravagante y descoyuntada se unía en el crepúsculo de su carrera la terrible hinchazón de sus manos producto de una hepatitis crónica agravada por el consumo de drogas. Algo que, asombrosamente, no parecía afectar a su capacidad musical. Su aspecto era el de un ser apesadumbrado, triste, solitariom pues pesaba en su ánimo el reciente suicido de su hermano, Harry, profesor de piano, alcohólico, a quien le unía una relación un tanto enfermiza.

Si la música lo era todo para él, todo lo demás le estorbaba; y, más que ninguna otra cosa, su propio público. No extraña que su mejor consejero musical fuera un psiquiatra.

Bill Evans sobrevivió a todo, incluyendo el suicidio de su mujer, Ellaine, después de que el pianista le anunciara su próximo matrimonio con una fan. Si su vida no fue un camino de rosas, a cambio, nos deja una obra imperecedera y tan abundante en discos oficiales como en grabaciones piratas

A Bill Evans se le define en Vida y música… como un ser obsesivo, fóbico, retraído, arisco, introvertido, huraño, inseguro y autodestructivo. En su carrera, pasó de ser un músico clásico que interpretaba jazz -era un experto intérprete de Liszt, Chopin, Milhaud, Rachmaninov, Robert Schumann, Debussy, Ravel…- a estar considerado como un insustancial «pianista de salón» -acusación que se mantuvo constante hasta bien entrados los años sesenta- y como uno de los dos pianistas más influyentes del jazz contemporáneo, junto a Thelonious Monk, a partir de su descubrimiento por las nuevas generaciones de aficionados. El último romántico del jazz luchó a brazo partido por mantener sus señas de identidad: esa «pasión fría» que partía de un sonido y un tiempo únicos e intransferibles: «Me saca de quicio que la gente quiera analizar el jazz como si fuera un teorema intelectual. No lo es. Es sentimiento».

De él sus amigos han dicho que «era el poeta del jazz» (Gene Lees), «uno de los pianistas más estimulantes» (George Shearing), y «un músico de una originalidad y un gusto insólito» (Cannonball Adderley). Hasta el mismísimo Miles Davis, con quien grabó Kind of blue, destacó de él que «tocaba el piano como hay que tocarlo».

Pájaro en un mundo sin alas

Posted on Actualizado enn

Charlie Parker murió en el Standhope Hotel de Nueva York. Cuando hicieron la autopsia el informe apuntó neumonía, úlcera y un avanzado estado de cirrosis, rematado todo ello con un ataque al corazón
Charlie Parker, pieza clave del movimiento «Be-Bop», de condición autodestructiva. Cuando hicieron la autopsia el informe apuntó neumonía, úlcera y un avanzado estado de cirrosis, rematado todo ello con un ataque al corazón

Tan solo 34 años de vida bastaron para que Charlie Parker, apodado «Bird», volara alto y se convirtiera en uno de los mayores maestros del jazz, una trayectoria truncada por el alcohol y la heroína que terminó hace 60 años en Nueva York.

Parker vivió rápida y peligrosamente. No fue el caso de estrella consumida por su propia fama, sino estrella cuyo talento se impuso pese a su tendencia prematura, casi desde la pubertad, a la autodestrucción.

Un genio que decidió posarse sobre una persona llena de debilidades, en un Mozart del siglo XX que cambió el clavicordio por el saxofón alto, que no consolidó la ópera en alemán sino que instauró el «bebop».

Su nombre está junto con el de Louis Armstrong, Miles Davies o Duke Ellington en el olimpo del jazz, con la diferencia de que él vivió casi la mitad de años.

Su obra todavía resuena con vibrante vigencia y su vida inspiró a Clint Eastwood para su aclamada cinta «Bird», donde fue interpretado por Forest Whitacker, a Julio Cortázar para su cuento «El perseguidor» y a Thomas Pynchon para un pasaje de su novela «El arco iris de gravedad».

Tras su muerte, el 12 de marzo de 1955, dos mujeres reivindicaban su viudedad en el entierro: Doris Sydnor, su tercera esposa, y Chan Richardson, con la que nunca se casó oficialmente pero que todo el mundo consideraba su pareja. Las dos trabajaban en el guardarropa de un club nocturno.

¿Qué hizo de él un personaje tan fascinante? Parker había nacido en Kansas City el 29 de agosto de 1920. Era, como suele decirse, el lugar adecuado en el momento adecuado, justo para asistir a la explosión musical de la ciudad, donde, entre el gospel, el blues y el jazz.

A los 11 años, su madre le regaló, haciendo un esfuerzo económico, un saxofón alto para animarle después de que su padre abandonara el hogar y, aunque él siempre había querido tocar la tuba, acabó convirtiéndose en el maestro de este nuevo instrumento.

Eso sí, a esa misma edad ya estaba fumando marihuana y a los 15 se casó y por primera vez empezó a consumir heroína. El matrimonio le duró poco, pero la adicción toda la vida.

Ya destacó en Kansas y para cuando llegó a Nueva York en 1939, aunque empezó fregando platos en un restaurante, estaba llamado a iluminar Harlem.

Junto con Dizzy Gillespie, Parker alumbró ese género mucho más sincopado e improvisado que dio el relevo al encorsetado swing. Había llegado el momento de romper las reglas. Había llagado el momento del «bebop».

Ese género resumía su vida: un caos que era reconducido hacia la belleza. Comenzaron sus grandes conciertos, como las célebres «Dial Sessions» y sus grandes composiciones: «Yardbird Suite», «Ornithology» o «Bird of Paradise», que acabaron ganándole su merecido apodo.

Pero Parker era un ave de paso. El reverso oscuro de su éxito pasaba por las clínicas de desintoxicación, por habitaciones de hotel quemadas en plena borrachera y por una ruina económica que le asestó el golpe final cuando su hija Pree murió por una fibrosis quística cuyo tratamiento no pudo sufragar.

Dos anécdotas resumen su grandeza y su miseria. Una es cómo de su ingreso de seis meses en la clínica de desintoxicación Camarillo State Hospital, en California, después de estar diez días en la cárcel, nació uno de sus grandes temas: «Relaxing at Camarillo».

La otra, que el mismo club neoyorquino que lo homenajeó llamándose «Birdland», en la calle 52 con Broadway, y que él mismo inauguró, tuvo que expulsarle del local por haber orinado en el palco completamente ebrio.

Charlie Parker murió en el Standhope Hotel de Nueva York. Cuando hicieron la autopsia el informe apuntó neumonía, úlcera y un avanzado estado de cirrosis, rematado todo ello con un ataque al corazón.

Y el médico forense, que no sabía que se trataba de la persona con cuya muerte abrían los periódicos de todo el mundo, describió ese cuerpo inerte como el de un hombre de unos cincuenta o sesenta años, muchos más de su edad real.

A la iguana le gusta ponerse esmoquin

Posted on Actualizado enn

Iggy Pop se ha dejado llevar por la melancolía del libro "La posibilidad de una isla", de Houellebecq
Iggy Pop se ha dejado llevar por la melancolía del libro «La posibilidad de una isla», de Houellebecq

«Harto de escuchar a un puñado de brutos idiotas golpeando guitarras para hacer música mala», Iggy Pop se ha aficionado a ese jazz clásico de «Nueva Orleans, tipo Louis Armstrong o Jelly Roll Morton…», de ahí que uno de los padres del punk reaparezca convertido en «crooner» en el disco «Preliminaires».

Es el mismísimo Iggy Pop, con más de 25 álbumes publicados, el que explica en el libreto del disco que esto de ponerse un esmoquin y grabar clásicos de Antonio Carlos Jobim o Jacques Prévert es por la sencilla razón de que siempre le gustaron «las baladas tranquilas».

En «Preliminares» están claras las influencias de la canción francesa y del jazz de Nueva Orleans, además de inspiraciones confesas en la obra del poeta, novelista y ensayista francés Michel Houellebecq. «Hace unos años leí algunos de sus poemas traducidos y me identifiqué mucho con él, aunque me hizo sentir muy triste», escribe el músico de Michigan.

A sus 62 años, el siempre revolucionario e innovador Iggy Pop da una vuelta de tuerca a su carrera y deja a un lado aquellas actuaciones en las que saltaba desnudo al escenario, se embadurnaba con carne cruda y mantequilla, e incluso se laceraba el pecho con trozos de botellas, para convertirse en un chico formal.

Y es que el que fuera cantante y líder de The Stooges, banda pionera del punk entre finales de los 60 y principios de los 70, y tras 25 años de carrera en solitario, con temas como «Search & destroy», «Lust for life», «I’m bored» o «Candy», se ha dejado llevar por la melancolía del libro «La posibilidad de una isla», de Houellebecq.

«El libro trata sobre muerte, sexo, el fin de la raza humana y unas cuantas cosas más bastante graciosas. Lo leí en un hotel solitario de la costa francesa con gran placer y en mi mente iba creando la música que escuchaba en mi alma mientras lo leía», señala el músico.

«Luego -añade- un día un hombre me escribió pidiéndome una canción para un documental sobre Michel H, su vida, su persona y su intento de dirigir una película de su propio libro. El proyecto fue creciendo y creciendo, descubrí cómo las emociones que me provocaba la lectura se iban transformando ellas mismas en música. En cierta manera ignoré la película y escribí música para el libro».

Entre los cortes de «Préliminaires», para el que ha contado con la ayuda de su amigo el productor Hal Cragin, Iggy Pop versiona el clásico de Joseph Kosma y Jacques Prévert, «Les feuilles mortes, ya interpretado por especialistas en el género como Yves Montand, Nat King Cole, Edith Piaf o Juliette Greco

En «Preliminaires», un título con claras referencias al juego amoroso, también hay canciones como «How Insensitive», de Antonio Carlos Jobim, y otras como «I want to go to the beach» o «He’s dead/she’s alive», compuestas por él.

Para la imagen del álbum ha contado con la novelista gráfica y directora de cine de animación franco-iraní Marjane Satrapi, a la que Iggy Pop conoció cuando ésta le propuso que pusiese voz a uno de los personajes de su película de animación «Persepolis».

El caso es que si ya teníamos a los desaparecidos Sinatra y Dean Martin, y sus sucesores Harry Cornick Jr. y Michael Buble, ahora, aunque talludito, le toca el turno a un debutante «crooner» llamado Iggy Pop.

Noches de negro satén

Posted on Actualizado enn

Billie Holiday fue el descarnamiento y la dulzura, demasiada sensibilidad para un mundo que la aplastó
Billie Holiday fue dulce y descarnada, demasiada sensibilidad para un mundo que la aplastó

Billie Holiday tenía una voz tan ronca y especial que no necesitó de ningún aprendizaje para dominar con facilidad los complicados giros del jazz y ofreció unas interpretaciones intensas y llenas de alma.

Una voz privilegiada y una vida errática, con una madre que la tuvo con apenas 13 años, un marido maltratador y una adicción al alcohol y la heroína que la llevó a morir arruinada y sola, en la cama de un hospital y bajo arresto domiciliario, con tan solo 44 años, en 1959. Pero pese al tiempo pasado y a lo corta de su vida y carrera, la cantante es recordada hoy en día y aclamada como una de las más grandes, principalmente en Nueva York, la ciudad que la acogió y en la que desarrolló toda su carrera.

Una cantante nacida como Eleanora Fagan en Filadelfia el 7 de abril de 1915, en condiciones que ya fueron complicadas. Era hija de Sarah Julia Sadie Fagan y Clarence Holiday, que tenían tan solo 13 y 16 años, respectivamente.

Criada hasta los diez años por su tía Eva Miller -medio hermana de su madre-, estuvo a punto de ser violada por un vecino, pasó algunas temporadas en un reformatorio y viajaba de forma intermitente con su madre, que no tenía un trabajo fijo.

A los 14 años se reunió con su madre en Harlem y comenzó a ejercer la prostitución hasta que fue detenida y encarcelada durante cuatro meses. Tras esa estancia en la cárcel comenzó a cantar profesionalmente junto a un vecino, el saxofonista Kenneth Hollan.

Ya con el nombre de Billie Holiday -en homenaje a su padre, guitarrista-, empezó a deslumbrar con una voz que no había educado y que había formado a su manera, realizando imitaciones de cantantes como Louis Armstrong o Bessie Smith.

«No creo que cante. Me siento como si tocara el claxon. Intento improvisar como Les Young, como Louis Armstrong o cualquier otro al que admire. Lo que sale es lo que siento. Odio simplemente cantar. Tengo que cambiar el tono para adaptarlo a mi forma de hacerlo», afirmaba Holiday cuando le preguntaban por su estilo.

Un estilo rompedor y sofisticado, una forma especial de frasear y una entonación profunda que se diferenciaba inmediatamente del tradicional jazz que imperaba en la época.

Su primera grabación fue en 1933 -Your Mother’s Son-in-Law- gracias al impulso del entonces poco conocido Benny Goodman. Poco a poco fue ganando prestigio en el mundo del jazz y el punto culminante de sus inicios fue la serie de grabaciones que realizó junto al saxofonista Lester Young, que la bautizó como Lady Day, y que se convirtió en uno de sus mejores amigos.

Holiday, en 1949, firmando en el juzgado tras ser arrestada por posesión de narcóticos
Holiday, en 1949, firmando en el juzgado tras ser arrestada por posesión de narcóticos

Pero fue su interpretación de Strange Fruit, la historia del linchamiento de un negro y una dura condena del racismo que aún imperaba en Estados Unidos, la que le dio una enorme popularidad en 1939 y marcó un antes y un después de su carrera.

God Bless the Child, Trav’lin’ Light, Gloomy Sunday, Lover Man, Summertime, I’ll be seeing you, Crazy he calls me, Body and Soul son algunos de los títulos que se hicieron míticos con su voz.

Grabó más de un centenar de temas profundos, hipnóticos y cautivadores que siguen manteniendo su vigencia en la actualidad, al igual que su imagen, anclada en el blanco y negro, con su sonrisa melancólica y la eterna gardenia blanca que adornaba su pelo.

Vivir y morir en un «Swing»

Posted on

En "Piscina Molitor" se describe la vida de este ingeniero hecho artista que tuvo una infancia feliz en el seno de una familia burguesa amante del arte, la música y la literatura
En «Piscina Molitor» se describe la vida de este ingeniero hecho artista que tuvo una infancia feliz en el seno de una familia burguesa amante del arte, la música y la literatura

Trompetista, poeta, novelista e inventor, Boris Vian, que pasó la II Guerra Mundial haciendo turismo y acudiendo a numerosas fiestas, falleció a los 39 años por una enfermedad que llevaba tiempo advirtiéndole de que su muerte sería temprana, una vida que queda relatada en el cómic «Piscina Molitor».

Christian Cailleaux y Hervé Bourhis, dos escritores franceses dedicados a la novela gráfica, son los autores de esta obra que en España edita Impedimenta y en la que se recorre con un tono «melancólico» la apasionante vida de este prolífico artista, que fue según el editor del libro, Enrique Rede, «un símbolo de rebeldía ante la sociedad de su época».

La publicación «Piscina Molitor» es adherible a la película «La espuma de los días» del director Michel Gondry que está basada en la novela homónima de Boris Vian (1920 – 1959). Un escritor tan rompedor, que «60 años después de su muerte sigue siendo de actualidad», asegura Rede.

Estudió ingeniería pero su pasión fue el jazz y la escritura, aunque esta última quedó relegada, durante muchos años, a un mero entretenimiento que utilizaba para divertir a sus amigos al describir las fiestas a las que continuamente asistían.

«Iconoclasta, renacentista, surrealista,…», le faltan adjetivos a Rede para describir a un artista al que le detectaron a los 12 años un reumatismo cardiaco que anunciaba que su muerte sería temprana y que de hecho, sobrevino un 23 de junio de 1959, mientras asistía de incógnito al pase de la adaptación al cine de su novela «Escupiré sobre vuestra tumba».

Antes había acudido a la Piscina Molitor, donde solía nadar para fortalecer su corazón y tratar de luchar contra una enfermedad que se empeñaba en determinar su vida. De hecho, con esa imagen comienza y termina esta novela que desde las primeras páginas destaca el trágico final de un artista que nunca estuvo dispuesto a llevar la vida ordenada que sus médicos le exigían.

«El libro se llama ‘Piscina Molitor’ porque este lugar es un símbolo del París de los 50 y sigue quedando en la mente de los parisinos. La Piscina Molitor cerró y también Boris Vian murió y sin embargo, ambos son símbolos que permanecen», asegura Rede.

Vernon Sullivan, Navis Orbi, Baron Visi o Brisavion, son solo algunos de los numerosos pseudónimos que Vian utilizó a lo largo de su vida para firmar una obra tan cargada de dramatismo y profundidad como de ligereza y despreocupación.

Boris Vian tuvo una existencia breve pero plena
Boris Vian tuvo una existencia breve pero plena

En «Piscina Molitor» se describe la vida de este ingeniero hecho artista que tuvo una infancia feliz en el seno de una familia burguesa amante del arte, la música y la literatura.

Su padre, «un ricachón» que enseñó a sus hijos el desprecio por el dinero, el ejército y la religión marcó en buena medida su existencia y esto se puede corroborar en su literatura en la que trata temas como el amor, el mundo del trabajo, la religión, la superficialidad o la enfermedad y la muerte.

Un Boris Vian que entabló amistad con buena parte de los intelectuales de la época como el filósofo Jean Paul Sartre, la escritora Simone de Beauvoior o el violinista Yehudi Menuhin quien, junto a su familia, se instaló en la casa de Vian después de que el padre de este perdiese una gran cantidad de dinero en la bolsa y se viera obligado a desprenderse de ella.

«La vida de swing de Boris Vian» se puede leer bajo el título de esta novela gráfica, y precisamente a ritmo de jazz decidió llevar su vida este excéntrico escritor cuya temprana muerte no evitó que se convirtiera en un mito que trascendió su tiempo.

Miles Davis mantiene el «Cool»

Posted on Actualizado enn

El legado de Miles Davis pervive a través de películas, lanzamientos inéditos de su obra y exposiciones que extienden la sombra infinita de un genuino visionario y un aventurero que desde el jazz viajó a cualquier punto de la galaxia musical.

El legendario trompetista, que falleció el 28 de septiembre de 1991 en la ciudad californiana de Santa Mónica a los 65 años, fue fundamental durante su casi medio siglo de carrera en la evolución del jazz y tocó todo lo que se puso a tiro: el bebop de sus inicios, el nacimiento del cool, el crucial desarrollo de la improvisación modal aplicada al jazz o la eléctrica fusión con el rock o el funk.

«Miles Davis resulta atractivo (en la actualidad) para los jóvenes en particular porque nunca miró atrás en su carrera: siempre estaba mirando hacia adelante», cuenta Vince Wilburn Jr., sobrino de Miles Davis, en una entrevista con el canal Fox.

«Tuvo una vida fascinante. La gente se acerca a nosotros y nos cuenta cosas de su legado que continúan inspirándoles. Hay muchísimas cosas que todavía podemos aprender de Miles y su música», añade, por su parte, el hijo del artista, Erin Davis.

Por otro lado, los seguidores de Davis, siempre preparados para cazar nuevos hallazgos y rarezas de un músico frenético y explosivamente creativo, ya pueden hacerse con el quinto volumen de «The Bootleg Series» titulado «Freedom Jazz Dance».

Este triple álbum recoge la actividad de Davis en el periodo 1966-68, cuando entre otros publicó el disco «Miles Smiles» (1967) y trabajó en un quinteto de bandera formado por el propio trompetista junto a Wayne Shorter (saxo tenor), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (bajo) y Tony Wiliams (batería).

Asimismo, el pianista Robert Glasper ha dado una nueva vida y reimaginó la obra de Miles Davis en el sugerente álbum «Everything’s Beautiful» (2016), que contó con la colaboración de artistas como Stevie Wonder y Erykah Badu.

Aun así, los viejos éxitos se resisten a ceder el trono. La revista especializada Billboard informó que en la semana del 8 al 15 de septiembre de 2016 se vendieron en Estados Unidos 1.000 copias en vinilo de «Kind of Blue», una cifra nada despreciable para un clásico del jazz de 1959.

De hecho, con las 26,000 copias en vinilo que ha vendido «Kind of Blue» a lo largo del año en Estados Unidos se sitúa en el puesto número 10 de los discos más exitosos en 2016 en ese formato ahora recuperado.

Más allá de la música, Miles Davis también es el centro de inspiración de la exposición «Next Level Badass: Francine Turk & Miles Davis», en la que la artista visual Francine Turk exhibe sus reinterpretaciones de la obra del jazzista.

«Cheadle Ahead»

Llevar a la gran pantalla la vida de Miles Davis fue una obsesión durante años para Don Cheadle, cuya inmersión en la mente del célebre músico se traduce en «Miles Ahead», un biopic con el que trata de alejarse de las reglas y los convencionalismos.

Así al menos es como le hubiera gustado que se llevara a cabo un proyecto sobre su figura al propio Davis, apunta Cheadle. Y para conseguirlo contó desde el principio con el apoyo y el beneplácito de la familia del genio del jazz, fallecido en 1991 a los 65 años y autor de joyas como «Kind of Blue», «Sketches of Spain» o «Bitches Brew».

De hecho, en 2006, cuando Davis entró de forma póstuma en el Salón de la Fama del Rock and Roll, su sobrino, Vince Wilburn, anunció que Cheadle sería el tipo perfecto para interpretar a su tío en el cine.

Aceptada esa responsabilidad, Cheadle, un enorme fan de la música de Davis, se embarcó en el proyecto, apostó por su propia visión de la historia y decidió asumir el mando en todos los frentes posibles.

«No quería hacer la típica historia sobre una personalidad histórica», confiesa el intérprete.

«Aposté por crear una narrativa donde se sintiera la energía y la creatividad de la mente de Miles y que fuera similar a una composición. No quería rodar un programa didáctico con trozos de su vida», indica.

El resultado es la ópera prima de Cheadle como director, un trabajo que, efectivamente, huye de los estereotipos de las biografías y del que también es responsable como actor protagonista -ya aparece en los primeros pronósticos para el Óscar de 2017-, coguionista (junto a Steven Baigalman) y coproductor.

«A cada paso que daba, el miedo me acompañaba», concede Cheadle.

«Sabía que cualquiera de esas facetas ya de por sí me iba a exigir un reto tremendo. Traté de buscar a otras personas para que me ayudaran, pero todos me dijeron que era mi proyecto y que yo debía hacerlo. Así que lo hice», manifiesta.

La historia gira en torno a la situación personal del músico en 1979, un periodo de sequía artística en Davis, muy diezmado físicamente, envuelto en problemas con el alcohol y las drogas y atormentado por los recuerdos de su matrimonio con la bailarina Frances Taylor.

Al borde del abismo, y con la ayuda de un periodista que irrumpe en su vida, Davis encontrará la salvación en su propio arte.

miles_aheadCon un presupuesto de 8,5 millones de dólares, apenas un mes de rodaje y un reparto que incluye a Ewan McGregor, Emayatzy Corinealdi, Lakeith Lee Stanfield y Michael Stuhlbarg, Cheadle abrazó la tarea más complicada de su vida artística, que incluía, cómo no, dar vida al célebre Miles Davis.

La transformación del actor, que incluso se lanza a tocar la trompeta en algunas fases de la cinta, es uno de los puntos más destacados de la cinta, según coincide en señalar la crítica especializada.

«Nunca he sentido que haya clavado un personaje en toda mi carrera», confiesa Cheadle.

«Y creo que cualquier actor, si alguna vez siente que lo ha conseguido, está equivocado. Verse a uno mismo en la pantalla te hace sentir muy vulnerable. Siempre te imaginas de forma diferente a cómo te ves», declara.

Cheadle salió airoso de su cometido, pero el esfuerzo dejó secuelas. Algunas, incluso, durante el rodaje.

El artista reconoció que hubo días en los que deseaba abandonar el proyecto, agobiado por la responsabilidad y la falta de sueño.

«Hubo incluso un momento en que me sacaron de la cama y me arrastraron al set. No me podía mover. No me podía levantar ni dar un paso. Eso es producto de lo importante que es para mí esta historia. Tienes demasiado miedo a que algo no funcione», sostiene.

De toda la experiencia, lo que Cheadle extrajo principalmente fue «admirar la creatividad y la búsqueda incansable de Davis del siguiente sonido».

«Siempre buscó nuevas fórmulas. Odiaba repetirse. Es alguien que me inspira en mi trabajo. En ese aspecto, quiero ser como él», finaliza.

El ritmo de la selva del chamán de la batería

Posted on Actualizado enn

La batería era utilizada para dar un soporte rítmico al resto de los instrumentos hasta que llegó Gene Krupa. Puede considerarse como el primer percusionista que situó la batería como un instrumento solista capaz de brillar con luz propia. Con un estilo espectacular, una técnica veloz, un gran dominio de los tiempos y la utilización del pedal bajo, es considerado el baterista más influyente del siglo XX.

Eugene Bertram Krupa nació el 15 de enero de 1909 en Chicago (Estados Unidos), siendo su familia de origen polaco. Su padre murió cuando Gene era pequeño y, la necesidad obligó a él y a sus ocho hermanos a trabajar desde muy jóvenes. Gene empezó tocando el saxo en la escuela pero, a los 11 años, consiguió unos tambores, el instrumento más barato.

Durante los años veinte tocó con diversas bandas de Wisconsin, ya de manera profesional. En 1927 consiguió registrar su primer disco con la orquesta del bajista Eddie Condon. Dos años más tarde abandonó Chicago para instalarse en Nueva York donde empezó tocando en la orquesta de Red Nichols.

El gran salto en su carrera se produjo en 1934, cuando fue contratado por Benny Goodman para su orquesta. Su espectacular forma de tocar la batería le llevó a la fama. De esta época destacan los solos de «Sing, Sing,Sing» (1937) y el «Drum Boogie» (1938). Después del histórico concierto en el Carnegie Hall en 1938, Gene dejó la orquesta de Goodman, por diferencias personales con su jefe.

Krupa organizó su propia orquesta en la que figuraban el saxofonista Roy Eldridge y la vocalista Anita O’Day. En 1943 fue arrestado por posesión de marihuana en San Francisco y condenado a una pena de 90 días, de la que fue absuelto a poco tiempo.

Krupa consiguió mantenerse tocando en su Big Band, aunque con menos músicos, hasta entrados los años 50. En 1956 fue contratado por Norman Granz para el proyecto JATP (Jazz At The Philarmonic), produciendo algunas de las grabaciones más importantes de la historia del JAZZ, destacando: «Drummer Man» (Verve, 1956), «Hey…Here’s Gene Krupa» (1957), «Krupa Rocks» (1957), etc.

Retirado a finales de los años 60, Gene Krupa murió en Yonkers (Nueva York) el 16 de octubre de 1973 como consecuencia de una leucemia.