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La conexión malagueña de Cocteau

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Jean Cocteau y Jean Marais
Jean Cocteau y Jean Marais

Los diarios y cuadernos de reflexiones que Jean Cocteau llevó en sus estancias en la Costa del Sol, entre Marbella y Málaga, traducidos al español con el título de El cordón umbilical, son un reflejo de su madurez creativa y de su inagotable actividad literaria.

Poco antes de su muerte, aquejado por la enfermedad, Jean Cocteau (1889-1963) estuvo en Málaga y en Marbella en abril y mayo de 1960 y desde principios de agosto a principios de octubre de 1961.

En aquellos viajes a España ‘la Costa del Sol es su único objetivo’, como advierte en el prólogo a esta edición en español el escritor Alfredo Taján.

Entre uno y otro periplo en el paraíso malagueño, a Cocteau se le prohibió el acceso a territorio español y fue obligado en julio de 1961 a volver a Francia. Así se lo transmitió él a sus amigos Carleton y Ana de Pombo: «La denuncia contra mí venía de Marbella (Asuntos Exteriores me informa). Haced una investigación prudente. Yo supongo que ‘Valencia’ y cierta mantilla blanca no son ajenos a esta medida increíble. Le había dicho a Francine (Weisweller) que tuviera cuidado de no tirar tan alto. Nuestro flamenquito en la Casa Ana ha devenido en terribles orgías, y es posible imaginar que íbamos a estar entonces en las pipetas de personas o de un don nadie que insiste en vengarse. Destruye esta carta y lloremos a un mundo donde sobran los chismes y denuncias, aunque uno lleve una existencia monacal…».

Cocteau dedicó aquellos días a hacer cerámicas, a pintar unos paneles para decorar la tienda marbellí de su amiga Ana de Pombo, gran animadora de la Costa del Sol en los primos sesenta, y en escribir estas páginas que fueron publicadas por primera vez en 1962 por las ediciones francesas Plon, dentro de la colección Yo y mis personajes. ‘El trabajo fue su opio y su secreto artístico’, dice Taján sobre la actividad que Cocteau desató en su refugio postrero de Marbella, en el que además de pintar los paneles de dos metros de alto por cuatro cuarenta de ancho, escribió estos cuadernos llenos de alusiones a grandes amigos como Picasso, Chaplin, Chanel, Diaghilev, Marais, Genet, Edith Piaf y Panamá Al Brown.

El mismo Cocteau lo descubre en estas páginas: ‘No tengo inconveniente en confiarles mi secreto: soy un obrero, un artesano que, lo confieso, se consagra intensamente y no se contenta con poca cosa’.

Aficionado a los toros, al boxeo y al flamenco, la visión que Cocteau tuvo de España, país que comenzó a visitar en 1953, se resume en una frase de El cordón umbilical: ‘En España lo excepcional es algo común’.

El príncipe galo de los poetas llegó a referirse a todo lo que descubrió en Marbella como el «paraíso terrenal» en una carta remitida en abril de 1961 a su inseparable Jean Marais, quien supo estar con él hasta el final de sus días: «Por fin hemos descubierto una especie de Paraíso Terrenal rodeado de olivos, higueras y flores, entre la montaña y el mar en el que me baño», apuntó Cocteau en su misiva.

El cordón umbilical al que se refiere el título es el que, según Cocteau, une al autor con sus personajes, con sus criaturas, una idea que en estos diarios ilustra con la inteligencia de su amigo Charles Chaplin: ‘En Japón, una noche, me preocupó ver a Charles Chaplin muy cansado. Le pregunté por la causa y me respondió: Piense en el número de salas en las que actúo esta noche’.

Como personaje de carne y hueso considera Cocteau a su gran amigo el boxeador Panamá Al Brown, de quien cuenta cómo le apartó de sus malas costumbres y le sugestionaba para salir al ring con ‘triquiñuelas infantiles’, de modo que antes del combate le hacía ‘beber agua con gas en una botella de champán’.

Y cómo Al Brown, a mitad de la pelea, continúa Cocteau, ‘se frotaba el mentón un segundo antes de noquear a su adversario, comunicándome así que podía apostar a los periodistas’. A propósito de su amigo el boxeador, que fue campeón mundial de los ligeros, señala Cocteau: ‘Las malas costumbres son una de las cosas que, sin reflexionar, la gente atribuye a los demás’.

La poética de El cordón umbilical, como la del resto de su obra, está marcada por el convencimiento de que ‘una obra recién escrita ya es póstuma’ y por una búsqueda de la originalidad:

‘No creo que progresemos copiando, y pienso que si golpeamos sobre el mismo clavo acabaremos por aplastarlo’, por lo que afirma que la repetición del mismo estilo no es fidelidad a sí mismo, sino pereza.

‘La poesía -incluso para quienes la consideran un lujo inútil y asocial- representa una forma de privilegio, por lo tanto de injusticia, que en secreto envidian quienes la condenan’, señala Cocteau en estas páginas, en las que incluyó media docena de sonetos y de las que podrían extraerse aforismos brillantes: ‘El arte es una de las formas más trágicas de la sociedad’.