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La escapada onanista de Joe Matt

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"Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás", asegura Matt.
«Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás», asegura Matt

Siente la misma fascinación por el trabajo que un gato por el agua, pero cuando Joe Matt se sienta en la mesa es capaz de crear obras tan adictivas como Consumido , un cómic donde el dibujante refleja su enfermiza pasión por el onanismo y su evidente incapacidad para las relaciones sociales.

«Quería hacer una crónica sobre mi vínculo con la pornografía y reflejar una época desperdiciada de mi vida, en la que lo único que hacía era mirar, copiar y editar esta clase de películas. Ese era el objetivo, captar mis enloquecedores atracones de pornografía y masturbación», explica Matt (Philadelphia, Estados Unidos, 1963).

Consumido (Fulgencio Pimentel) incluye los números del 11 al 14 de Peepshow, el ‘comic-book’ que el artista ha venido publicando desde 1992 y que ya conocía dos recopilaciones anteriores: Pobre cabrón y Buen tiempo. «La idea era hacer diez capítulos para el nuevo libro, pero al final lo resolví en cuatro porque estaba harto y no veía el momento de terminar», confiesa.

«Además, necesitaba que se publicase cuanto antes para poder sobrevivir económicamente, aunque estemos hablando de una cantidad miserable de dinero», añade.

Admite que no le gusta hacer cómics. «Es un trabajo lento, tedioso y extremadamente desagradable, sobre todo por mi tendencia compulsiva al perfeccionismo. Preferiría estar haciendo cualquier otra cosa, pero se me da muy mal buscar trabajo», explica.

Considerado como uno de los grandes autores contemporáneos del cómic autobiográfico, Matt se dibuja a sí mismo como un tipo mezquino y despreciable, un hombre inseguro y acomplejado que se masturba veinte veces diarias con las películas que le compra a su camello pornográfico.

Y mejor no hablar de su incapacidad para entablar relaciones sanas con otras personas, porque el personaje de las viñetas solo se lleva bien con sus dos legendarios compinches (los dibujantes canadienses Seth y Chester Brown) y las mujeres representan para él un arcano indescifrable.

«Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás», asegura Matt.

«A todo eso se suma una sensación de aleatoriedad, injusticia, desorden y falta de sentido del universo. Los deseos no se cumplen, las metas y los logros parecen abrumadores y fuera de mi alcance, y todas las preguntas más importantes en la vida se quedan sin respuesta. El tiempo vuela, las chicas suelen rechazarme y, mientras tanto, yo me hago más viejo y calvo», apostilla el dibujante.

En más de una ocasión, el artista ha señalado su educación católica como el origen de todos sus males. «Cada vez es un recuerdo más lejano, como si me hubiera criado en una secta o hubiera sufrido algún tipo de abuso. Con el tiempo, mi percepción de aquellas enseñanzas se vuelve más y más absurda», apunta.