la dimension desconocida

Eventos impredecibles en la otra realidad

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En el episodio de 1961 "La mente y la Materia",Archibald Beechcroft es un hombre huraño y solitario que está cada vez más harto de la gente que le rodea. Un día, un compañero de trabajo le regala un libro que explica cómo hacer realidad los deseos gracias al poder de la mente. Incrédulo, Beechcroft lo lee y, concentrándose, consigue hacer desaparecer a todo el mundo de la faz de la Tierra. Pero pronto se aburre de la soledad en la que se encuentra, por lo que decide volver a repoblar el mundo, esta vez con réplicas de sí mismo, cuyo resultado, desde luego, no es el que había esperado
En el episodio de 1961 «La mente y la materia», Archibald Beechcroft es un hombre huraño y solitario que está cada vez más harto de la gente que le rodea. Un día, un compañero de trabajo le regala un libro que explica cómo hacer realidad los deseos gracias al poder de la mente. Incrédulo, Beechcroft lo lee y, concentrándose, consigue hacer desaparecer a todo el mundo de la faz de la Tierra. Pero pronto se aburre de la soledad en la que se encuentra, por lo que decide volver a repoblar el mundo, esta vez con réplicas de sí mismo, cuyo resultado, desde luego, no es el que había esperado

«Estás viajando a través de otra dimensión, una dimensión no sólo de la vista y el sonido, sino de la mente; un viaje a una tierra maravillosa los límites son los de la imaginación», avisaba Rod Serling en la primera introducción de ‘The twilight zone’, la serie estrenada por RTVE en 1961 como ‘Dimensión desconocida’ y posteriormente como ‘La dimensión desconocida’.

La imaginación de Serling y sus principales ayudantes en los guiones, Richard Matheson y Charles Beaumont, no tenía límites. Entre 1959 y 1964 entregaron a través de CBS una colección de historias de ciencia ficción, terror y fantasía que catapultaron la televisión a otra dimensión. Relatos inquietantes con giros inesperados; cuentos macabros con moraleja sobre los males de la sociedad de la época y los defectos perennes de la especie humana.

Cuando Serling anunció en 1957, en su mejor momento como dramaturgo televisivo, su intención de concentrarse en una serie semanal fantástica, algunos creyeron que había perdido la cabeza y la seriedad. Diez días antes del estreno, el periodista Mike Wallace le preguntaba en la misma CBS: «Ahora que estás haciendo ‘The twilight zone’, ¿significa que no escribirás nada importante para televisión?».

Aún hoy pervive este recelo hacia el género, como si fuera algo que tuviera que trascender para conseguir algún logro artístico, como si no fuera desde tiempos inmemoriales un marco donde desarrollar las más diversas y profundas intuiciones. Quizás el supuesto pecado del Fantástico es, simplemente, que aspire tan a menudo a ser divertido, excitante, emocionante … La cultura revestida de trascendencia no puede ser divertida.

Pero, ¿qué es la dimensión desconocida? Tratamos de reducirla a algo tangible, a riesgo de simplificar la extensión de sus dominios. Es un lugar que está en todas partes y en ninguna, en medio de todo, pero resulta invisible para el ojo. Es un territorio donde manda lo que el filósofo Schelling llamó ‘unheimlich’, o «lo que debía haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado».

Lo que interesaba a Serling no eran tanto las manifestaciones del ‘unheimlich’ como nuestra respuesta. Sus protagonistas solían ser personas corrientes, reconocibles, trastornadas ante la aparición de algo anormal en la normalidad. Este error técnico en la realidad podía significar una segunda oportunidad para corregir errores del pasado. Paracaidista del ejército estadounidense en la segunda guerra mundial, Serling había visto, vivido demasiado, y no quería castigar sus personajes, sino, en bastantes casos, tratar de salvarlos. Le atraía la ironía, pero aún más la empatía.

Le preocupaban los individuos y la sociedad en su conjunto. Bajo la capa de la fantasía, Serling podía explorar todas sus inquietudes políticas con libertad, sin que le llegaran notas de la cadena ni ningún patrocinador expresara reservas. Lo que parecían (y eran) historias de lo sobrenatural eran también reflexiones sobre asuntos candentes, ayer y hoy, como el racismo, los prejuicios o la posibilidad de una guerra nuclear.

‘The twilight zone’ rompió moldes en el qué, pero también en el cómo. Cuando hablamos épicamente del actual porosidad de fronteras entre series y cine, se nos suele olvidar mencionar que, hace un puñado de décadas, gente como Serling ya buscó la manera de llevar la tele más allá del entretenimiento funcional.

El productor Buck Houghton (colaborador de Val Lewton) y el director de fotografía George T. Clemens colaboraron firmemente con Serling para hacer de la serie una experiencia estética fuera de lo común en televisión. Aquello no era teatro filmado, sino narrativa audiovisual dotada de la sofisticación del cine; su nómina de directores incluyó el gran Mitchell Leisen ( ‘La muerte de vacaciones’) y Robert Parrish (Oscar al mejor montaje por ‘Cuerpo y alma’).

En el apartado actoral, contaron con gente capaz de hacernos creer lo imposible. El citado Leisen dirigió a Ida Lupino en ‘The sixteen-Millimeter shrine’, versión (aún más) sobrenatural de ‘El crepúsculo de los dioses’. Y el paseo de las estrellas de la dimensión desconocida incluye también Rod Taylor, Vera Miles, Agnes Moorehead (sin diálogo en ‘The invaders’), Robert Redford (como la Muerte), Dennis Hopper, Robert Duvall, Burt Reynolds, William Shatner y James Coburn.

La huella de ‘La dimensión desconocida’ sobre la cultura pop y los directores, guionistas y escritores fantásticos del último medio siglo es inmensa . Apuntamos sólo unos temas importantes.

Si Gene Roddenberry en ‘Star Trek’ se hacía preguntas éticas y filosóficas desde el espacio, fue en parte porque Serling allanó el camino para estas ambiciones. Sin la serie (y las historias de Matheson en concreto), Stephen King nunca se habría convertido en maestro del terror con paisaje cotidiano. Sin sus giros finales, probablemente Shyamalan nunca habría tenido una carrera, o no la que conocemos.

Muchas ideas exploradas por películas míticas ya habían sido objeto de análisis en ‘The twilight zone’. ¿La inteligencia y la angustia de la computadora Hal 9000 de ‘2001: Una odisea del espacio’? Ya las tenía la robot Alicia de ‘The lonely’. El episodio ‘Walking distance’, un ‘Regreso al futuro’ de otoño, puso el listón alto para las ficciones sobre volver atrás en el tiempo y las paradojas que provoca. Truman Burbank no habría sorprendido tanto por el espectáculo filmado que resultó ser su vida si hubiera visto antes ‘A world of difference’.

‘The twilight zone’, sólo puede haber una, pero se ha intentado reverdecer la marca varias ocasiones: en una película de 1983 (‘En los límites de la realidad’) y varias nuevas series, una de 1985, otra de 2002 y una tercera que llegó el 1 de abril de 2019, seis meses antes del 60 aniversario del estreno de la serie original.

La increíble literatura creciente de Richard Matheson

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Magnífico en su faceta novelística, Matheson fue asimismo un guionista formidable
Magnífico en su faceta novelística, Matheson fue asimismo un guionista formidable

Richard Matheson (1926-2013) es autor de clásicos literarios de la ciencia ficción, fantasía y terror como ‘Soy leyenda’, ‘El hombre menguante’, ‘Más allá de los sueños’ o ‘La casa infernal’.

La imaginación de Matheson, conocido por humanizar tramas imposibles y dotar de un ángulo científico gran parte de sus premisas más sugerentes, fue un imán para Hollywood. Su libro ‘Soy leyenda’ (1954) se adaptó a la gran pantalla en tres ocasiones, la última con el protagonismo de Will Smith en una cinta del 2007 dirigida por Francis Lawrence, que recaudó casi 600 millones de dólares en todo el mundo. Las versiones anteriores fueron ‘The Omega man’ (1971), con Charlton Heston, y ‘El’último hombre sobre la Tierra’ (1964), con Vincent Price. En ‘Soy leyenda’ un solo hombre afronta una plaga vampírica que ha asolado a la humanidad en un mundo apocalíptico.

En los últimos años Hollywood volvió a adaptar sus obras con películas como ‘Real Steel’ (2011), protagonizada por Hugh Jackman, y ‘The Box’ (2009), con Cameron Díaz, basadas en sus historias cortas ‘Steel’ y ‘Button, Button’, respectivamente. Otras novelas como ‘Somewhere in time’ y ‘A stir of echoes’, también se han llevado al cine. Pero célebre fue la adaptación, en 1957, de su novela ‘El hombre menguante’, con el nombre de ‘El increíble hombre menguante’, convertida en toda una película de culto.

Distinguida con el prestigioso premio Hugo, en sus capítulos, a través de una lógica aplastante, daba cuenta de la inexorable reducción de Scott Carey, quien tras verse sometido a cierta radiación comenzaba a decrecer hasta que su mundo cotidiano cobraba unas dimensiones gigantescas y su propio gato se convertía en una amenaza constante. Una merma irremisible que acababa enfrentándole a dimensiones microscópicas.

El autor escribió el guión de la película de 1971 Duel (El diablo sobre ruedas), una de las primeras películas del director Steven Spielberg.

Para la pantalla grande escribió los guiones de la mayoría de las legendarias adaptaciones de Poe llevadas a cabo por Roger Corman: ‘La caída de la casa Usher’ (1960), ‘El péndulo de la muerte’ (1961), ‘Historias de terror’ (1962), ‘El cuervo’ (1963). También para la American Internacional Pictures concibió el guión de ‘El amo del mundo’ (William Witney, 1961), esa maravilla basada en ‘Robur, el conquistador’ de Verne, y de ‘Sade’ (1969), un acercamiento al divino marqués debido al gran Cy Endfield.

También son de Matheson los libretos de ‘La comedia de los horrores’ (Jacques Tourneur, 1964), de la que fue coproductor, y ‘La novia del diablo’ (Terence Fisher, 1968), la pequeña aportación del escritor a la Hammer Films.

Magnífico en su faceta novelística, Matheson fue asimismo un guionista formidable, a quien le debemos el ciclo de adaptaciones de Edgar Allan Poe que rodó Roger Corman, así como numerosos episodios de teleseries míticas, como Alfred Hitchcock presenta, y Star Trek.

Lo más granado de su actividad televisiva fueron los libretos para «The Twilight Zone», la serie de Rod Serling (‘Los límites de la realidad’ en España), especialmente el guión de Nightmare at 20.000 Feet en 1963. El episodio, que protagoniza William Shatner, se ha convertido en un clásico de la televisión con muchas referencias. Por todo ello, mereció los más prestigiosos premios del género: el Edgar Allan Poe, el Stoker y el British Fantasy Award, entre otros muchos, también fue objeto de múltiples homenajes en series televisivas y en videojuegos

Imagen del célebre episodio de "The Twilight Zone", 'Nightmare at 20.000 Feet'. protagonizado por William Shatner
Imagen del célebre episodio de «The Twilight Zone», ‘Nightmare at 20.000 Feet’. protagonizado por William Shatner

Hijo de inmigrantes noruegos, el autor nació en Nueva Jersey en 1926 y publicó su primera historia de ciencia ficción en 1950, tras haber cumplido el servicio militar como soldado de infantería en la segunda guerra mundial. Su primer cuento, ‘Nacido de hombre y mujer’, ya le catapultó a la fama.

Aunque Matheson tuvo entre su público objetivo a los lectores de pulp y a los ocupantes de la última fila en los cines de barrio, supo llegar a un auditorio mucho más amplio, brindándole palabras que aún saben a nuevo. De ahí que su literatura siga despertando pasiones desbocadas.

El autor acercó el miedo y la paranoia a entornos cotidianos y pobló las pesadillas de mediados del siglo xx con umbrales abiertos a mundos del futuro y a dimensiones desconocidas que hoy siguen amedrentándonos. Son puertas que permanecen abiertas, pequeños cuentos de impacto que fueron germen y referente del terror moderno.

Las últimas novelas de una carrera literaria de medio siglo fueron ‘Other Kingdoms (2011) y ‘Generations’. Matheson entró en el Salón de la Fama de la ciencia ficción en el 2010.

El autor estadounidense Ray Bradbury calificó a Matheson como «uno de los escritores más importantes del siglo XX», mientras que Stephen King dijo de él que fue el autor que más le influyó en su carrera.