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Diminuta biblioteca gratuita

Las casitas, muchas exquisitamente adornadas y pintadas, contienen títulos para quien quiera llevárselos, sin ningún compromiso salvo devolver lo que lleves o, en caso de que te encapriches, reemplazar el libro por otro.
Brooks y Bol, dos padres de familia con iniciativa, se dieron cuenta además del potencial que tenía el sistema para que los vecinos se conocieran y compartieran impresiones sobre las lecturas.
Cuando dos personas coincidían, comenzaban a hablar de lo que habían cogido y lo que dejaban, algo que nunca hubieran hecho en la calle sin más.
Lo que comenzó como un proyecto altruista de dos personas se ha universalizado.
Hay cabañas llenas de libros en lugares tan remotos como Accra (Ghana), Pointe-Noire (República del Congo) o Victoria (Australia).
En Europa todavía escasean: hay una en Inglaterra, dos en Alemania y una en Italia, pero eso es fácilmente solucionable con un poco de voluntad.
Los miembros de Little Free Library dan planos, consejos e instrucciones precisas para construir una cabaña resistente al tiempo más inclemente.
Lo primero que le puede venir a uno a la cabeza es que un plan así falla: los libros pueden desaparecer una y otra vez, las cabañas pueden sufrir actos de vandalismo.
Pero el tiempo ha demostrado que si se cuidan las cosas en conjunto, no tiene por qué pasar nada grave.
Los miembros de Little Free Library consideran que “no se puede robar un libro si es gratis”, si hay socios activos y el ladrón potencial entra en la dinámica de préstamos, se dará cuenta de que no tiene sentido sustraer nada.
Se trata de un código de honor que de momento está funcionando.
En cuanto al vandalismo, se han encontrado en total cuatro bibliotecas dañadas por alguna gamberrada, pero en todos los casos los vecinos que vieron el daño se ocuparon de arreglarlas o cuidar mejor de ellas.
“Pon siempre la biblioteca en un lugar visible, Ten a mucha gente usándola y cuidando de ella.
Mantenla limpia y ocupada”, aconsejan los expertos.