literatura española
La renacentista en el fulgor republicano

El escritor Juan Manuel de Prada vuelve a reivindicar la figura de Ana María Martínez Sagi con la publicación de la antología ‘La voz sola’ (Fundación Santander), un primer volumen que recopila parte de la obra inédita, la mayoría poesía pero también artículos, que Sagi confió a Prada para que fuera publicada años después de su muerte.
Un poemario inédito en que Sagi rememora las vacaciones en Mallorca con Elisabteh Mudler, su gran amor prohibido, y el deseo que su obra fuera leída por nuevas generaciones, son los dos motivos que han llevado a Prada a postergar la publicación del material hasta el día de hoy.
Escritora, periodista y deportista, su persona desapareció de la memoria colectiva, como tantos otros nombres protagonistas de los años treinta que fueron borrados tras la guerra civil.
Según el autor, al regresar del exilio en 1977, Sagi trató de publicar su obra sin ningún éxito, un hecho que la llevó a apartarse del mundo literario y a «encerrarse en vida» en Moià (Barcelona), donde la conoció Prada cuando ya era nonagenaria.
Fascinado por la historia de una mujer «tan insólitamente moderna», Prada publicó un primer libro ‘Las esquinas del aire: en busca de Ana María Martínez Sagi’, que finalizó el mismo día de la muerte de la escritora. En contra de lo que pueda parecer, Las esquinas del aire no es una biografía. En él, el autor mezcla realidad y ficción, personajes auténticos e inventados. Se sirve de un aspirante a escritor que persigue la sombra de Sagi para escribir sobre ella. Además de examinar la personalidad de Martínez Sagi, De Prada se adentra en una época, la de la República, «en la que parecía que el mundo era un recién nacido». En buena parte, ahí radica, según el escritor, «la verdad de Ana María Martínez Sagi». «Ella soñó con una utopía en la que la mujer desempeñase un papel más activo en la sociedad y soñó con un amor con otra mujer, la escritora Elisabeth Mulder, pero tropezó con la dura realidad, con una familia y con una historia que se empeñaron en derrotar su sueño».
Martínez Sagi nació en el seno de una familia de la alta burguesía barcelonesa que la forzó a apartarse de Mulder, una mujer que, al decir del autor, «cambió la vida de Ana María y que, indudablemente, signó su vida con el marchamo de la tragedia porque toda ella carecía de sentido sin Elisabeth Mulder». No obstante, la familia no pudo impedir que Sagi abandonara el hogar poco antes de empezar la guerra civil.
A Mulder le dedicó El encuentro: «Me encontré frente a ti. Me miraste. / Pude yo aún balbucir una frase banal. / Fue tu sonrisa lívida… Más tarde te alejaste. / Después nada… La vida… Todo ha seguido igual». Sería su musa recurrente -y maestra literaria- en Inquietud, su siguiente obra, y en Amor perdido, y, una vez más, en el libro inédito La voz sola, que es el que hoy nos ocupa. «Todos esos poemas son constantes referencias a unas vacaciones que ambas autoras pasaron juntas en Alcudia (Mallorca) durante la Pascua de 1932 y que tal vez fueron la culminación de su problemático e intenso idilio, también el embrión o detonante de una posterior ruptura».
En los años de la República, colaboró en diversos periódicos, publicó libros de poesía, formó parte de la junta directiva del Fútbol Club Barcelona y fue campeona nacional de lanzamiento de jabalina. Durante la guerra se enroló en la Columna Durruti como periodista y, al terminar ésta, marchó al exilio a Francia, del que no regresó hasta la muerte de Franco.
La nueva antología, ‘La voz sola’, recoge gran parte de su material poético y casi noventa artículos en catalán y en castellano, escritos entre 1929 y 1937 y publicados en diarios como La Rambla, Crónica, Deportes, así como el Suplemento femenino de Las Noticias, La Libertad y la Noche.
El volumen también incluye las crónicas escritas entre 1936 y 1937 desde el frente de Aragón –Sagi acompañó y documentó la lucha de los anarquistas–, y publicadas en el Nuevo Aragón durante la Guerra Civil.
Además del material inédito, ‘La voz sola’ reúne los tres libros de la autora publicados en vida –‘Camino’, ‘Inquietud’ y ‘Laberinto de presencias’–, y el volumen pretende ayudar a recuperar la «figura apasionante» de Sagi.
Prada ha avanzado la intención de publicar otros varios textos inéditos de la autora, además de unas viñetas autobiográficas configuradas como estampas de su vida: «De alguna manera me depositó la confianza de su memoria, y para mí es un deber moral».
Además de su prolífica tarea poética y periodística –el éxito cosechado con su primer libro, ‘Caminos’, llevó a que la llamaran la heredera de Rosalía de Castro–, Sagi fue una deportista consagrada y una de las pioneras del feminismo, fundadora del Front Únic Femení Esquerrista y del Club d’Esports Femení.
Artículos como ‘Mujer y cultura’ –recopilado en la antología–, muestran una Sagi feminista que aboga por los derechos de la mujer, aunque su feminismo cree poco en la sororidad, ha señalado Prada.
La inevitable pervivencia de Machado

Joan Manuel Serrat le dio una popularidad que han alcanzado pocos poetas, Andrés Trapiello lo considera un poeta extraño, por su complejidad, la Academia Sueca lo citó en el Nobel a Juan Ramón Jiménez y su obra es «una alta aventura espiritual», según Pedro Cerezo, editor su «Obra esencial».
Gabriel Celaya lo definió como «el más grande de los poetas españoles del siglo» y el exvicepresidente Alfonso Guerra, devoto de Machado, advirtió, al igual que Trapiello, de que su sencillez es «esquiva» y de que hay que caminar con cuidado sobre su «enorme pureza y transparencia».
Como ya dijo su heterónimo Mairena, «la doble luz del verso, para leerlo al frente y al sesgo».
Según Guerra, la de Machado es pues «una visión del mundo llena de contrastes, en la que lo que consideramos real se pone del revés para encontrar verdades que han sido deformadas por los prejuicios», y esa es, advirtió, «la pluralidad que algunos no ven».
En un solo volumen de casi un millar de páginas, la Biblioteca Castro, dedicada a la edición de clásicos, ha reunido esta obra con el título de «Obra Esencial» al agrupar su «Obra Poética», «Prosas de los apócrifos», «Los Complementarios», «Apuntes y Ensayos de Crítica», «Poesía y prosa de la Guerra».
Un volumen que si no incluye el teatro que escribió en colaboración con su hermano Manuel, sí ha recogido sus composiciones de la Guerra Civil, «unos poemas escasos, fragmentarios y preñados del desasosiego de estos tiempos en los que el poeta permanece fiel a la República y pasa del proverbio a la copla», según los responsables de esta edición, que han destacado su homenaje a García Lorca «El crimen fue en Granada».
«Dentro de la lírica española del siglo XX, la obra de Machado resulta esencial por la gravedad y autenticidad de su voz, por su capacidad para transparentar la verdad del alma», señala el profesor y filósofo Pedro Cerezo.
Añaden los responsables de esta edición que esa «verdad del alma» va «de la poesía a la filosofía, como camino de ida y vuelta que reflexiona sobre el propio acto creativo y la capacidad de cantar lo que se pierde para salvarlo de la muerte y del olvido».
Los editores destacan que «uno de los textos menos conocidos de Machado es el cuaderno de apuntes iniciado en Baeza (Jaén) sobre un grupo de poetas y ensayistas que pudieron existir en el siglo XIX, germen de los futuros apócrifos Abel Martín y Juan de Mairena», de modo que «Los Complementarios», como comúnmente se ha llamado a esta miscelánea, revela el proceso creador y el uso de las fuentes por parte del poeta.
El estudio introductorio de Pedro Cerezo, de unas doscientas páginas, supone una aproximación crítica a la obra desde «Soledades» (1907) y una poesía debida a un Machado «imbuido en el simbolismo» y «empapado de la crisis espiritual de fin de siglo, un yo caminante y cansado que siente cómo el tiempo fluye inexorablemente y repasa su propio devenir en las galerías interiores del alma».
Seguida de la nueva etapa marcada por «Campos de Castilla» (1912), con su llegada a Soria como catedrático de francés y se casa con Leonor Izquierdo, y prosigue con el Machado de «Nuevas Canciones (1924) en Segovia con «una voz grave y personal», al que sucederá el ciclo de poesía amorosa dedicado a Guiomar, nombre que oculta la identidad de la poeta Pilar de Valderrama y que significará un amor truncado por el matrimonio de Pilar y por la guerra.
El cuarto oscuro de los Panero

«En la infancia vivimos y después sobrevivimos», le dice Leopoldo María Panero a su madre en un fragmento de «El desencanto», la película en la que Jaime Chávarri retrató en 1976 la decadencia de una familia burguesa y maldita tras la muerte del padre, Leopoldo Panero, conocido como uno de los poetas del régimen franquista.
En otra secuencia, el hijo mediano le reprocha a su progenitora haberle metido en un psiquiátrico tras su primer intento de suicidio, en lugar de tratar de comprender los motivos que le llevaron a ello. Todo desde una exquisita y demoledora frialdad.
En la película, como en la propia vida del poeta trágico ya fallecido, a veces no queda claro dónde acaba la ficción y donde comienza la realidad. Si la locura era un refugio para su inteligencia inadaptada o si acabó ganándole la peligrosa partida.
Y es que tanto los hermanos Leopoldo María, Juan Luis, y sobre todo Michi, como su madre, Felicidad Blanc, comienzan apareciendo como personajes, magníficos conversadores conscientes del escenario en que se mueven, para acabar, después de un año y medio de rodaje, mostrando sin querer sus contradicciones y sus facetas más ocultas.
La idea inicial de Chávarri era rodar un cortometraje en un manicomio, pero las autoridades de la época, con el franquismo aún vivo, se lo impidieron. Fue entonces cuando Elías Querejeta, amigo de Michi Panero, le propuso filmar la historia de esta familia que tuvo que vender sus propiedades para sobrevivir.
Al principio Leopoldo María no quería participar. En su ausencia, su hermano Michi lo define como el «molesto» de la familia, el «raro». Cuando el autor de «Por el camino de Swant» se incorpora, a mitad de rodaje, Michi acaba pasándose a su lado para consumar la traición a la madre.
Rodada en blanco y negro, entre la casa familiar de Astorga y el liceo italiano de Madrid donde estudiaron, el documental fue en su día objeto de la censura franquista, que obligó a Chávarri a eliminar la escena en la que Leopoldo habla de sus experiencias sexuales en la cárcel.
Tampoco la crítica la recibió demasiado bien de entrada. Fue más tarde, con los años, cuando se convirtió en una película de culto, símbolo de la caída de la dictadura franquista. Eso sí, en Madrid y Barcelona se mantuvo casi un año en cartel en salas de arte y ensayo.
Muchos años después, Ricardo Franco filmaría la segunda parte del documental, «Después de tantos años» (1994), que volvió a reunir a los hermanos tras la muerte de la madre para recuperarlos de la ruina y el olvido.
Durante dos semanas, Franco mantuvo largas conversaciones con los Panero, siempre por separado, pues ninguno quería ver a los otros hermanos.
Solo al final de la cinta se produce un breve encuentro entre Michi y Leopoldo en el cementerio donde reposan los restos de la familia. Mientras Michi habla de su vida al borde de la muerte, Leopoldo exclama: «¡Qué solos están los muertos!».
El perdedor asido a una birra

A pesar de que al narrador, poeta y periodista argentino Carlos Salem no le gustan las etiquetas, sí que ha querido crear una teoría para acotar su torrente creativo, «la cerveza ficción», una nominación que define su último libro de cuentos, «Relatos negros, cerveza rubia».
Unos relatos firmado por el Bukowski en castellano, llenos de humor ácido, que también son un homenaje a la picaresca española, según explica Salem (Buenos Aires, 1959).
«Se trata de un tipo de relatos noctámbulos y canallas, que sí que pueden tener un registro Bukowski pero que quieren rescatar la picaresca callejera española, que veo que ha desaparecido en la literatura. Esconden un humor absurdo, como la vida», subraya este polifacético escritor afincado en España desde hace más de treinta años.
Relatos que se desarrollan en su mayoría en un bar como territorio y en el ámbito de la noche. «En la noche todo el mundo es como quiere ser. Muchas veces nos disfrazamos para salir de día y por la noche nos mostramos como somos o como queremos ser. El que de día es cobarde se siente por la noche valiente y arriesgado… Y en los bares, además, se encierran muchos misterios», precisa el autor de «Camino de ida» y «Matar y guardar la ropa».
Publicado por Navona Negra, «Relatos negros, cerveza rubia», tiene como protagonista, en la mayoría de sus piezas, plagadas de personas solitarias e incomprendidas, a Poe, un hombre medio poeta que ha sido periodista y escribe y pretende ser un maldito pero no lo es, como reconoce Salem.
«Quiere ser cínico pero no lo es; eso sí, no le asombra nada y, como está harto de equivocarse, lleva un bolsillo lleno de cerillas. Cuando tiene que tomar una decisión, las echa sobre la mesa y, si sale un número par, hace lo que le proponen, y si sale impar, no lo hace. Es un juego que inunda la locura», sostiene.
Se trata el termino «cerveza ficción» de un título broma, una pincelada irónica sobre la negritud de la noche, un juego canalla que este escritor, muy admirado en Francia, ya lo ha aplicado a dos de sus libros anteriores, «En el cielo no hay cerveza» y «El huevo izquierdo del talento».
Atracos a un banco al que sus protagonista habían ido para meter el dinero robado en otro banco, monólogos etílicos y envenenados en los mercados madrileños convertidos en bares, relatos con el dictador argentino Rafael Videla como protagonista camino del purgatorio o un diálogo entre Hitler y Carlos Gardel conforman este trepidante libro de cuentos.
Poeta, narrador, autor teatral, Carlos Salem no para de crear y el próximo mes de mayo publica un libro de poesía, «Un pájaro de menos» (Espasa), además de haber terminado la adaptación para novela gráfica de su libro «El huevo izquierdo del talento» con el ilustrador Kike Narcea.
Salem está traducido al alemán y al francés. Francia es un país donde es todo un fenómeno, como los es su faceta de poeta en la red, ya que el autor de poemarios como «Animal» o «Si Dios me pide un ‘bloody mary'» tiene un blog de enorme éxito.
Premio de la Semana Negra de Gijón por «Camino de ida», Salem presenta actualmente en la Cadena Ser el programa semanal de miedo, intriga y novela negra «Negra y Criminal».
Concepción Arenal, el pensamiento que arrima el hombro

Ecologista, pacifista, defensora de los derechos humanos y protofeminista, Concepción Arenal fue todo eso en el siglo XIX, aunque de ella solo se recuerdan «unas cuantas frases», dice Anna Caballé, que ha rescatado en una biografía a esta pensadora que «intuía» el futuro.
«Odia el delito y compadece al delincuente» es quizá la frase más conocida de Concepción Arenal (Ferrol, 1820 – Vigo, 1893), una mujer con un «pensamiento impresionante» que ha quedado «oscurecida por la indiferencia general» y reducida a un puñado de consignas, a pesar de haber sido pionera del posterior movimiento feminista en España y de la Filosofía del derecho.
«Yo creo que estamos en deuda con ella. Esta mujer merece que la sociedad española reconozca lo que hizo y el valor que tuvo», comenta Anna Cabellé (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1954), escritora y crítica literaria que ha recorrido multitud de archivos y conocido a los descendientes de Arenal para juntar las escurridizas piezas del puzle de la trayectoria de la pensadora.
El resultado de esta investigación es «Concepción Arenal. La caminante y su sombra», una biografía editada por Taurus dentro de la colección «Españoles eminentes», en la que por primera vez se reúne la vida de una mujer, la de una eminencia intelectual profundamente desconocida.
Arenal dedicó su vida a la defensa de la mujer y los más desfavorecidos, a la reforma penal y la causa obrera, pero en vida le pesó un «prejuicio de genio» que con el tiempo ha hecho que su figura se perdiera en el olvido.
Ni siquiera las Administraciones han mantenido en pie las casas por las que fue pasando, en Madrid, en su refugio en Potes (Cantabria) o en el solariego Pazo de los Núñez, donde fallecería el 4 de febrero de 1893 sin que apenas nadie se interesase por esta mujer a la que veneraban en Europa.
«Se produce la contradicción de que todas las ciudades españolas tienen calles, hospitales, escuelas que se llaman Concepción Arenal, pero vas por la calle y le preguntas a alguien, o a un profesor universitario, y nadie la ha leído», se lamenta Caballé, profesora titular de Literatura Española y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona.
Esa paradoja es fruto, explica la escritora, de una «falta de respeto por nuestro pasado y nuestra memoria», aunque en los últimos años la «presión del feminismo hace que la sociedad tenga que evolucionar rápidamente» y se reescriba la historia de las mujeres.
«He querido demostrar que es una mujer con un pensamiento impresionante», añade Caballé sobre Arenal, una pensadora que quiso combatir la sociedad de su tiempo «desde el punto de vista moral» a través de una reforma de las costumbres y a la que le movía una gran vocación intelectual y compasiva, pero con el hándicap de ser mujer.
Por ello y por sus vestimentas, marcadas casi siempre por el uso de pantalones, algo insólito en el siglo XIX, a Arenal se le trataba como una «anomalía», porque «su inteligencia era la de un varón pero en un cuerpo femenino».
«Vive en un estado de tensión permanente entre unos sentimientos íntimos poderosos muy intensos y la necesidad de plegarse a una sociedad que la encuentra demasiado fuerte como mujer», comenta Caballé sobre esta eminencia marcada por la prematura muerte de su padre y la de su esposo.
Su biografía se podría dividir en dos épocas muy marcadas: una juventud nerviosa, sensible y arrogante, con dificultades para encontrar el equilibro entre la razón y el temperamento, y una madurez donde la escritora, pensadora y activista se atrevería a grandes cosas.
«Lo que más me ha llamado la atención ha sido la profundidad de su pensamiento, porque no me lo esperaba. Me ha seducido mucho. Y la modernidad de sus pensamientos. Es una mujer que intuye el futuro, comprende por dónde irán las cosas. Tiene todos los ítems que hoy admiramos en una persona», apostilla Caballé.
«Defiende -continúa la escritora- el ecologismo, el pacifismo, va contra los toros, cree que la sociedad no puede fomentar la industria de una forma indiscriminada, y es una protofeminista que defenderá los derechos humanos de los presos, de los niños. En lo único que no era adelantada a su tiempo era su visión de la sexualidad».
Reconoce que le costó «hincar el diente» a una mujer apasionante pero «escurridiza». «Se llama Concha, y con el tiempo genera una concha, un caparazón, para protegerse», concluye Caballé sobre la pensadora gallega.
La pasión y lo ácrata

La filósofa y activista Beatriz Preciado reedita después su ‘Manifiesto contrasexual’ (Anagrama), un texto incendiario enmarcado en la teoría ‘queer’ en el que desmonta todas las convenciones sociales en cuanto al sexo.
Preciado publicó este manifiesto por primera vez en Francia en el año 2000 y en seguida fue aclamado por la crítica francesa, pero la autora ha reconocido que nunca pensó que ningún editor tuviese el valor de publicar este «delirio», escrito como un panfleto insurgente.
En el libro, Preciado piensa la sexualidad dentro de la historia de las tecnologías, y no de la naturaleza, como se hace tradicionalmente, y lo hace tomando como ejemplo el ‘dildo’, una reproducción en plástico del pene.
Este objeto «innombrable», convertido por el feminismo radical en el último tabú, es la excusa entorno a la que se construye todo el ensayo, que, entre otras cosas, aboga por la abolición de las tradicionales categorías hombre-mujer.
Preciado ha recordado que en todos los hospitales de las democracias occidentales se llevan a cabo prácticas de reasignación sexual a los bebés que no entran en los cánones del «binarismo sexual», unas técnicas de mutilación sexual que no suscitan ningún rechazo social, al contrario de lo que sucede con la ablación del clítoris, ha dicho.
La autora ha aclarado que el suyo no es un manifiesto homosexual, y es que los posicionamientos que ella defiende se sitúan a la izquierda de las minorías, lo que muchas veces le ha valido el rechazo de las feministas o los colectivos homosexuales más integristas dentro de su creciente institucionalización.
Para Preciado, las estructuras tradicionales que organizan la sexualidad desde el poder han quedado obsoletas, –«la familia tradicional hace aguas desde hace tiempo»– pero siguen siendo hegemónicas; sin embargo, Internet se posiciona como la herramienta perfecta para la próxima revolución sexual.
«Internet hoy ya es uno de los órganos sexuales. No tiene género, es multirracial y colectivo», ha destacado Preciado, que asegura que aunque los medios de comunicación convencionales no se hacen eco, la red es un volcán contrasexual a punto de explotar.
Poner en cuestión el matrimonio como forma estructura de filiación y abolir la inscripción de la diferencia sexual en el acta de nacimiento, igual que hoy no se aceptaría una casilla para definir la raza o la religión, serían algunos de los horizontes de esa revolución ‘contrasexual’ que está por venir.
Preciado también es autora de ‘Testo Yonqui’ (Espasa Calpe), ‘Terror anal’ (epílogo a ‘El deseo homosexual’ (Melusina), de Guy Hocquenghem) y ‘Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en ‘Playboy’ durante la guerra fría’, con el que quedó finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2010.
Actualmente enseña historia política del cuerpo y teoría ‘queer’ en la Universidad París VIII y en el Programa de Estudios Independientes del Museu d’Art Contemporani de Barcelona (Macba)
Delibes por la escuadra

Una reseña y dos ilustraciones a plumilla del partido de fútbol entre el CD Delicias, de Valladolid, y el Ciudad Lineal, de Madrid, disputado el 12 de octubre de 1941, fue la primera colaboración de Miguel Delibes en «El Norte de Castilla», donde se forjó como periodista y escritor.
Dos días después del partido, el 14 de octubre, el veterano diario local publicó un breve comentario del joven aspirante, entonces profesor de la Escuela de Comercio de su ciudad natal, sobre ese encuentro de categoría regional que ilustró con dos ‘monas’ firmadas con el pseudónimo «MAX».
Las iniciales de los nombres de Miguel (M) y de su entonces novia y más tarde mujer, Ángeles (A), y la incógnita de un futuro en común deseado y aún por despejar (X), encierra ese heterónimo «MAX», según explica Ramón García Domínguez, autor de numerosas obras sobre la vida y obra del novelista fallecido en 2010, en el libro «Delibes dibujante en El Norte de Castilla».
Editado por la Fundación Miguel Delibes y el periódico, la publicación evoca los comienzos del novelista en el mundo del periodismo a través de sus primeras colaboraciones en forma de ilustrador, caricaturista, viñetista y creador de jeroglíficos en distintas secciones del diario al que llegó como ‘pintamonas’ en 1941 y del que salió director en 1963.
La misma precisión con que moldeó en letra personajes inolvidables de la literatura contemporánea como El Nini («Las ratas»), el viejo Eloy («La hoja roja») o Azarías («Los santos inocentes»), desplegó con el lápiz y la plumilla en certeras caricaturas, apuntes y retratos delatores de una aptitud artística que ya advirtieron, a los 12 años de edad, los frailes del Colegio de Nuestra Señora de Lourdes donde estudiaba.
Un total de 390 dibujos, bocetos, apuntes, efigies y chistes críticos firmó entre 1941 y 1958, la última una cara del médico, conferenciante y escritor Luis Ponce de León cuando Delibes, después de haber desempeñado la subdirección del periódico en 1952, ejercía en ese 1958 como máximo responsable interino del periódico.
Estiradas y escorzos de porteros, disparos y avances de los delanteros, goles y paradas espectaculares esbozó en una época donde no existía la fotografía digital y la impresión gráfica representaba un desembolso económico muy importante en tiempos de restricciones y penurias.
El fútbol, la pelota a mano, los bolos y el boxeo ocuparon buena parte de sus trazos, pero también perfiló a los actores de las principales compañías escénicas que recalaban en Valladolid, o a los músicos y artistas que se subían a las tablas en espectáculos donde con frecuencia el narrador ponía unas letras a guisa de reseña.
Actrices como Isabel Garcés y la reina de la copla Juanita Reina; los bailarines Vicente Escudero y Mariemma; folclóricos de la talla de Manolo Caracol y Lola Flores, pero también escritores con ocasión de estrenos editoriales o premios como Camilo José Cela, Elena Quiroga y Dolores Medio, figuran en su particular galería de personajes.
Pluma y plumilla, letra y dibujo, convergieron en el genio creativo de un escritor que también retrató a Juan Belmonte, Domingo Ortega, Manolete, Pepe Luis Vázquez y Marcial Lalanda, entre otros ases de la tauromaquia que cada año rendían visita al coso del Paseo de Zorrilla por la septembrina Feria de San Mateo.
En 1949, un año después de haber ganado el Premio Nadal con «La sombra del ciprés es alargada», Miguel Delibes colaboró como corresponsal en Valladolid del semanario «Vida Deportiva», editado por Destino en Barcelona, con las crónicas que jugaban los equipos catalanes en el antiguo Estadio José Zorrilla.
Conoció la fundación del Real Valladolid (1928), asistía con sus hermanos a los partidos en el primitivo campo de la plaza de toros, se sentó en el antiguo José Zorrilla, inaugurado en 1941, y abandonó las gradas «el día que se decidió que los espectadores, o los futbolistas, o los árbitros o quizá todos deberíamos estar enjaulados como reclusos para evitar agresiones».
Lo contó en sus «Memorias al aire libre» (1989) quien también dio a la estampa «El otro fútbol» (1982), con artículos encargados y distribuidos por la Agencia EFE, entre 1980 y 1982, con motivo de la celebración del Campeonato del Mundo de Fútbol España 82, del que Valladolid fue sede.
Cernuda, biógrafo de la pérdida

Después de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, solo puede estar Luis Cernuda, escribe Francisco Brines al respecto del autor de «La realidad y el deseo» y el poeta que mejor escribió sobre el amor, la soledad y el sufrimiento.
Así lo considera Antonio Rivera Taravillo, autor de la biografía «canónica» sobre el gran poeta sevillano de la generación del 27, con cuyo primer tomo ganó el premio Comillas. En ella deja claro que Cernuda «dotó de sentido moral a la poesía española y la hizo insobornable».
Con motivo de los múltiples homenajes a Cernuda está a disposición del lector «Leve es la parte de la vida que como dioses rescatan los poetas (poemas para Luis Cernuda)», editado por la revista Áurea.
En el libro han participado Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas, Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, Andrés Trapiello, Luis Alberto de Cuenca, Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Juan Gelman y la premio nobel Herta Müller, entre otros muchos poetas.
Además este volumen aporta un manuscrito inédito de Cernuda con los borradores del «Soliloquio del farero» y dibujos y fotografías inéditas suyas. También se proyectarán imágenes del autor de «Los placeres prohibidos» y se podrá escuchar su voz grabada.
Aquellos que deseen aproximarse a Cernuda pueden recorrer la etapa madrileña del poeta y su vinculación con el Ateneo, que solía frecuentar con Federico García Lorca y Vicente Aleixandre.
«Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos/como nace un deseo sobre torres de espanto. Amenazadores barrotes, hiel dolorida/Noche petrificada a fuerza de puños/Ante todos, incluso el más rebelde/Apto solamente en la vida sin muros». Así escribe el poeta en uno de sus libros emblemáticos, «Los placeres prohibidos», donde habla sin tapujos de su homosexualidad.
Cernuda nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902 y vivió allí hasta 1928, hijo de una familia burguesa. El 5 de noviembre de 1963 murió de un infarto en México, donde vivía desde hacía años en casa de Concha Méndez, madre de Paloma Altolaguirre, su amiga, quien le encontró tirado en el suelo, con la máquina de escribir al lado y un libro de Emilia Pardo Bazán sobre la mesa.
Su participación activa a favor de la República hizo que cuando cuando se marchó a Inglaterra para dar unas conferencias ya no pudiera volver por la victoria de los nacionales. Allí comenzaría su «destierro definitivo», con un peregrinar por Francia, Estados Unidos y finalmente México.
Independiente, aliado de la soledad constante, rebelde, con dolor y con nostalgia por una España de la que se separó no solo físicamente sino «espiritualmente», escribía: «Soy español sin ganas/Que vive como puede bien lejos de su tierra/Sin pesar ni nostalgia».
Cernuda sentía admiración por Unamuno, de quien decía que era el mejor poeta de España. Y es que en la poesía de este sevillano también están el pensamiento y la emoción, la poesía pensada: él siente el pensamiento y piensa el sentimiento que dijera Unamuno.
El biógrafo Antonio Rivero Taravillo recoge unas palabras de Cernuda que dejan ver muy bien su sentir vital: «Una constante en mi vida ha sido actuar por reacción contra el medio donde me hallaba. Eso me ayudó a escapar al peligro de lo provinciano…».
Gran amigo de Lorca, Cernuda no se llevó mal con Alberti, de quien dijo que era «el cristal capaz en un instante de romperse», y siempre reprochó a Vicente Aleixandre que no hablara de su homosexualidad.
Moderno, primero surrealista, luego metafísico, poeta del amor, «romántico por excelencia», admirador de Bécquer, Cernuda está enterrado en México. Cualquier momento es una oportunidad para volver a su poesía sobre la pérdida y la soledad, la de un poeta de la otra España.
Poeta en el exilio
Antonio Rivero Taravillo, biógrafo del poeta sevillano Luis Cernuda, ha dicho que éste creció como poeta en su exilio británico de casi diez años, donde fue «infeliz».
Rivero Taravillo habla de los años que Cernuda pasó en Escocia (1939-1943) como lector de español en la Universidad de Glasgow. «Cernuda fue muy infeliz en aquellas tierras, pues no tenía vocación académica, apenas hablaba el idioma inglés y, tras ver cómo perdía la contienda la República, se vio de bruces en otra guerra, la Segunda Mundial», cuenta.
«Glasgow sufrió los bombardeos, y Cernuda se refugió en algo que a la postre redundaría en su crecimiento como poeta, la lectura, mediante el contacto con esa tradición, especialmente la romántica, con la que sentía una especial identidad», según Rivero Taravillo.
Ha añadido que en Glasgow, «la ‘ciudad caledonia’ de la que abominó, se gestó su libro de prosa poética y memorialística, ‘Ocnos’, y allí escribió algunos de sus mejores poemas pertenecientes a ‘Las nubes’ y ‘Como quien espera el alba'».
Así, se trata de un poeta en cuya obra «España tiene gran importancia, ya que estuvo a punto de alistarse en las Brigadas Internacionales», según Rivero Taravillo, quien tradujo en colaboración con Catriona Zoltowska varios poemas de quien está considerado el máximo poeta gaélico escocés del siglo XX.
«Para mí es muy emocionante la coincidencia; recuerdo que, a su muerte, participé en un programa de la emisora gaélica BBC Alba en el que Seamus Heaney y otros poetas le rendimos tributo», ha señalado Rivero Taravillo, también poeta y traductor.
Rivero pergeñó su biografía en dos volúmenes «Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)», que obtuvo el Premio Comillas en 2007, y «Luis Cernuda. Años de exilio (1938-1963)». Precisamente fue en Londres donde Cernuda residió entre 1945 y 1947 en compañía del pintor Gregorio Prieto, antes de marchar a Estados Unidos.
Otros estudios destacan la participación de Cernuda en la colonia de niños vascos que se asentó en la finca de Lord Faringdon, en las proximidades de Oxford. Según ha recordado Rivero, «en ese contexto Cernuda escribió el terrible y hermosísimo poema ‘Niño muerto’, del que se ofrecen las circunstancias en este segundo tomo de la biografía».
«El Instituto Cervantes de Londres ocupa la sede en el barrio de Belgravia del que fue Instituto de España, que montó en la capital británica Leopoldo Panero y al que fue en varias ocasiones Cernuda, que fue profesor de la otra institución cultural española en Londres, el Instituto Español que contó con el apoyo de Negrín», ha señalado el biógrafo.
«En muchos aspectos, por modales, educación, dandismo, flema y sintonía, Cernuda fue el más británico de su generación, sin que ello impidiera que se rebelara contra esa sociedad mercantilista y fabril, tan ajena a su Sur añorado. Ni que una vez montara en cólera ante un poeta que reivindicaba el dominio británico de Gibraltar, como se muestra en una de las cartas inéditas a Salvador de Madariaga que reproduzco en el libro», ha concluido el biógrafo.
Cernuda comenzó su exilio en 1938, en plena Guerra Civil, cuando marchó para dar unas conferencias y ya nunca regresó, ya que posteriormente viajó a EEUU y a México, donde vivió sus últimos años.
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