literatura española

Gómez de la Serna en las ondas

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Las greguerías son textos breves de una sola frase en la que se expresaba de una manera humorística e ingeniosa algún concepto. El creador de ese nuevo estilo de explicar las cosas con originalidad fue Ramón Gómez de la Serna, uno de los destacados miembros de la Generación de 1914
Las greguerías son textos breves de una sola frase en la que se expresaba de una manera humorística e ingeniosa algún concepto. El creador de ese nuevo estilo de explicar las cosas con originalidad fue Ramón Gómez de la Serna, uno de los destacados miembros de la Generación de 1914

Con el título de ‘Greguerías onduladas’ han sido reunidas en un volumen las que Ramón Gómez de la Serna escribió desde 1925 para Unión Radio Madrid, y que, con el tema común de la radio en todas ellas, han permanecido inéditas, ya que no se incluyeron en sus obras completas.

Estas greguerías fueron leídas en los estudios radiofónicos y luego aparecieron en la antigua revista ‘Ondas’, pero nunca hasta ahora se habían publicado en un volumen independiente, según han explicado fuentes de la Editorial ‘Renacimiento’, que las ha editado con un estudio introductorio del hispanista Nigel Dennis.

Las greguerías se deben al afán experimental y vanguardista de Gómez de la Serna, y son una especie de aforismos o imágenes en prosa que ofrecen un aspecto personal y a veces humorístico de la realidad, si bien las reunidas en ‘Greguerías onduladas’, además de haber sido escritas para la radio, tienen la particularidad de que todas tratan sobre la radio y sus posibilidades.

Según ha dicho Nigel Dennis, estos textos breves son muestra de «la extraordinaria inventiva de esta figura clave de la literatura contemporánea», de un escritor que estuvo «siempre dispuesto a probar cualquier medio de expresión para darse a conocer o para conquistar un público nuevo».

«En 1925 la radio era una auténtica novedad y constituía una especie de desafío que él acepta alegremente y, en la década anterior a la Guerra Civil, se le ocurren una serie de estrategias personalísimas para explotar con imaginación los recursos del nuevo medio», según Dennis.

Además, la radio le permitió al escritor comunicar «con un público mucho más amplio, realmente multitudinario, ya que existían en España en 1936 alrededor de un millón de aparatos de radio, lo cual da una cifra aproximada de 3 o 4 millones de radioyentes».

«Lejos de ser un divertimento marginal, las actuaciones en la radio de Ramón son un aspecto integral de su arte», según Dennis, quien ha recordado que, además de en otros periodos, entre la primavera de 1932 y el verano de 1936 hizo una emisión radiofónica semanal de treinta minutos, «en plena madurez creadora».

Libertad creadora

Para Dennis, «en casi todo lo que hace, escribe y dice a lo largo de su vida, Ramón defiende y promueve lo nuevo, la libertad del creador, el libre vuelo de la imaginación, y a medida que va explorando las posibilidades expresivas de la radio introduce una serie de innovaciones extraordinarias».

De este modo, «hizo los primeros reportajes en directo desde la calle en 1929; hizo las primeras grabaciones discográficas en la historia de la radio española para emitirlas en diferido, y empleó efectos sonoros en programas dedicados exclusivamente a los sonidos, al estudio comparado de los tic-tac de los relojes, por ejemplo».

«Ramón utiliza la radio para hacer lo mismo que hace en toda su obra, desvelar una dimensión desconocida de la realidad, y ese es el vínculo entre su obra radiofónica y su obra greguerística, ya que ambas descubren lo más escondido de la realidad», según Dennis.

En las ‘Greguerías onduladas’ está aquel mundo primigenio de la radio, de modo que estos textos evocan aquellos antiguos micrófonos, las voces de los emisores, los silencios, las interferencias y, casi siempre, el humor omnipresente en su obra.

Dos ejemplos: «Hay conferenciantes que parecen haber comido polvorones antes de comenzar la emisión» o «Cuando tocan el xilofón es como si tocasen la dentadura a las ondas». Por medio de observaciones como estas Gómez de la Serna invita a los lectores a ver y a oír de otra manera, y hasta se anticipa al futuro, como cuando sugiere una radio que pueda verse.

Cela se soltó el pelo con cartas a exiliados

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En todas las cartas, la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo
En todas las cartas, la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo

Un volumen recoge por primera vez la correspondencia de Camilo José Cela con trece intelectuales españoles del exilio como Max Aub, Zambrano, Alberti, Américo Castro, Cernuda o Prados, un libro que, según su investigador, Eduardo Chamorro, muestra a un Cela «desconocido e insólito».

La idea de este volumen fue una iniciativa del anterior editor de Destino, Joaquim Palau, que alcanzó un acuerdo con la Fundación Iria Flavia, que posee las cartas.

Según Chamorro, «en el proceso de selección se decidió dejar fuera aquellas cartas que aunque tuvieran su corresponsal en el exilio no dijeran nada de importancia sobre el exilio como categoría».

En este volumen, aparece el Cela fundador y director de los Papeles de Son Armadans, y la justificación de las cartas es el intento del propio Cela de «reincorporar a todo el exilio a la cultura española, porque entiende que es ahí donde tienen que estar los escritores y escritoras y da por supuesto que si no fuera así sería una catástrofe para la cultura española», dice Chamorro.

A través de esta correspondencia, Cela mantiene una interlocución con los primeros espadas de la intelectualidad española que estaba en ese momento en el exilio: María Zambrano, Rafael Alberti, Américo Castro, Fernando Arrabal, Jorge Guillén, Max Aub, Emilio Prados, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, León Felipe, Corpus Barga, Francisco Ayala y Ramón J. Sénder.

Todos acaban aceptando la colaboración de Cela, incluso algunos reacios inicialmente como Américo Castro o Alberti.

En esa correspondencia aparece, a decir de Chamorro, «un Cela absolutamente abierto a las condiciones que le imponen aquellos a los que pida su colaboración y en eso es un Cela desconocido e insólito».

La estrategia del paisaje perdido

La estrategia que utiliza habitualmente Cela es «sentimental, paisajística y lingöística». Es el propio Emilio Prados, uno de los que más rotundamente se negó a volver a España y que acabó muriendo en el exilio, quien cargó a Cela de argumentos: «Prados se queja a Cela de que le han quitado el paisaje y a partir de sus palabras el escritor gallego recurre al paisaje, a los sentimientos que se diluyen, que pierden sentido lejos de la patria».

Aunque colaboraron todos, hay casos, apunta Chamorro, como los de Cernuda y Sénder en los que «la colaboración cesa de un modo repentino y abrupto sin que yo haya podido encontrar la razón de esa ruptura».

Probablemente, sugiere el especialista, estas rupturas se producían «por susceptibilidades, muy lógicas entre corresponsales que estaban a uno y otro lado de fronteras muy distantes y viendo las cosas de manera muy diversas».

La gran ventaja para editar un volumen de este tipo es que en la Fundación Iria Flavia se conserva la doble correspondencia, porque «Cela guardaba la carta de salida y la de entrada».

Para la presente edición, aclara Chamorro, no se ha incluido el aparato crítico que aparece en volúmenes de correspondencia de este tipo, puesto que «Cela era opuesto a cualquier didactismo y la propia correspondencia está en una perspectiva absolutamente presentista, se refieren a cosas muy cercanas o inmediatas».

En todas las cartas, «la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo».

En cambio, la cuestión estética se toca bastante, como en el caso de las misivas de Guillén, de María Zambrano, de Alberti o de Américo Castro».

Juan Ramón Jiménez y el ardor

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Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia Camprubí
Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia Camprubí

¿Es importante la experiencia para un poeta? La mayoría de ellos piensan que sí, que es todo, junto a la memoria. De ello se deduce que Juan Ramón Jiménez para llegar a ser Premio Nobel y uno de los mejores del siglo XX, en su juventud tuvo que amar y desear intensamente, y lo deja patente en ‘Libros de amor’, un poemario inédito hasta ahora.

Un nuevo libro del poeta de Moguer, publicado por Linteo y editado por José Antonio Expósito, que lleva años investigando en los archivos del escritor en Madrid y Puerto Rico y que muestra a un Juan Ramón muy desconocido, «nada platónico ni ensimismado, con un erotismo y una sexualidad muy explícitos, y con un atrevimiento y una osadía hasta ahora desconocidas», explica este editor, profesor y poeta.

‘Libros de amor’, que se presenta la semana que viene en la Residencia de Estudiantes, reúne 93 poemas, de ellos 25 totalmente inéditos, escritos por el poeta en la soledad y el retiro de Moguer, entre 1911 y 1912, con treinta años, y a la vuelta de su estancia en un sanatorio en Francia y de otro de Madrid, en la clínica El Rosario, en la calle Príncipe de Vergara, donde entabló una más que relación con algunas de las novicias, de las hermanas de la Caridad; una de ellas, Pilar Ruberte, hasta tuvo que ser trasladada de convento por el «escándalo ocasionado».

«Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas/de la impetuosa voluntad de mi deseo/se refugiaba en un rincón, como una gata…/pero sus uñas eran más dulces que mis besos…/ Y en la proximidad ardiente del placer de su carne/ me incendiaba el olor de todos sus secretos…».

Así de lujurioso y pasional se muestra Juan Ramón en este libro, pero esto es tan sólo una muestra, porque con sus alejandrinos llenos de música e intenso lirismo deja escritas las relaciones que tuvo con bastantes mujeres, unas muy desconocidas hasta ahora y otras más reconocidas en otros poemas, como la ayudante de cocina del sanatorio de Francia, Marie-Francoise Larrégle (Francina), de 17 años.

¿Amor o sexo?

Pero también está en el libro la relación que tuvo con la esposa del doctor Lalanne, Jeanne-Marie Roussié, quien le acogió en su sanatorio para reponerle de su melancolía y a quien después sintió haber traicionado. Una pasión que le llevó a tener que irse del hospital y a agrupar posteriormente los poemas bajo el epígrafe relación de «Lo feo».

Y los llamó así porque, según Expósito, esta relación no era fruto de un hermoso idilio, sino sólo hija del deseo. Y dice así el poeta: «Ella ansiaba saciarse…/por si la vida no le daba el goce…honrado/Yo iba sólo por un afán de novedades…».

El autor de ‘Platero y yo’ también mantuvo una relación con Louisa Grimm, casada con el señor Muriedas y descendiente de los hermanos Grimm. Esta mujer, apunta el editor, fue la que le abrió las puertas hacia la lírica inglesa, y también fue la antesala del camino que después consolidaría su gran amor, Zenobia Camprubí.

Las jovencitas de Moguer
El premio Nobel de Literatura también tuvo amoríos en su juventud con jovencitas de Moguer, como queda plasmado en el libro por donde pasean Blanca Hernández Pinzón, Susana Almonte y Carmen Rasco.

Amores o relaciones, todas ellas, que el propio Juan Ramón quiso publicar en un libro llamado ‘Libros de amor’, que incluso llevó a imprenta, a la editorial Renacimiento, en el otoño de 1913, pero ese verano conoció a Zenobia Camprubí y el poeta guardó el manuscrito en un cajón, para evitar que pudiera molestar o hacer daño a Zenobia, quien ya al leer ‘Laberinto’, el poemario que acababa de publicar Juan Ramón y donde incluía algún poema inspirado por alguna de estas relaciones, le dijo que no le había gustado nada.

Hoy, 94 años después, aparece en Linteo, la colección que dirige Antonio Colinas, ‘Libros de amor’, con 25 poemas inéditos y con dibujos autógrafos del propio Juan Ramón Jiménez, así como textos manuscritos de algunos poemas y varias fotografías tanto del poeta como de las mujeres aludidas, también en su mayoría inéditas.

Eugenio Noel, dinamita para la borregada

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Tras dejar la religión, Eugenio Noel llevó una vida de periodista bohemio, de ideología republicana y socialista
Tras dejar la religión, Eugenio Noel llevó una vida de periodista bohemio, de ideología republicana y socialista

El libro «Señoritos chulos, fenómenos, gitanos y flamencos», uno de los menos accesibles de Eugenio Noel, publicado en 1916 y no reeditado hasta ahora, recoge episodios de su campaña antiflamenquista, emprendida en 1911 y muchos de los cuales datan de 1914.

La editorial Berenice, que ya recuperó el «Diario Íntimo» de Noel, en el que el escritor, periodista y conferenciante dejó constancia de las penurias sufridas a lo largo de la campaña antitaurina y antiflamenca que emprendió en solitario, ha rescatado ahora este libro que le fue encargado hace cien años por Gregorio Martínez Sierra.

Este libro, a diferencia del «Diario», se centra más en lo flamenco que en lo taurino, si bien contra ambos conceptos quiso combatir Noel, belicosidad regeneracionista y convencimiento republicano, los grandes males de España.

Uno de los términos del título, el de «señoritos chulos» se debe al denominado en la época «escándalo de Sevilla», en el que Noel, en 1912, sufrió un intento de linchamiento al término de una conferencia contra los toros y el flamenco, y no se libró de ser insultado, abucheado, zarandeado y, literalmente, perseguido y acosado por las calles de la ciudad.

Al término de aquella conferencia el hijo del marqués de Pickman, Guillermo Pickman, pidió interpelar al conferenciante pero se le negó la palabra, lo que originó el tumulto, que acabó la advertencia del gobernador civil a Noel, que no podía garantizar su integridad si no desistía de predicar al día siguiente contra Belmonte en el barrio de Triana.

El director de Berenice, David González Romero, explica que «Señoritos chulos, fenómenos…» es un libro «muy acre», agresivo y hasta insultante, como demuestra el desahogo de Noel previo el episodio de Sevilla, que también fue denominado por la prensa sevillana como «La cogida de Noel»:

«¡Vagos, afeminados, mentecatos que vais a la plaza, u os tomáis dos copas y le tocáis las palmas a Chacón. ¡Sois unos bestias!».

El editor ha destacado que Noel fue hace un siglo lo que hoy se denomina un «autor mediático», porque supo rentabilizar la publicidad de estos sucesos.

«Uno de los hechos más mediáticos de su campaña» fue en una corrida de julio de 1912, cuando Rafael Ortega «El Gallo», animado por el público que identificó a Noel sentado en el tendido, tuvo la ocurrencia de brindarle un toro y regalarle una de las orejas que cortó.

En otra ocasión, en San Sebastián, «El Gallo» se retrató con Noel antes de una corrida, y el escritor antitaurino consignó en su diario sobre el gesto del torero: «Lo que hizo fue darme un cartel de mil demonios».

También le dieron fama y publicidad a Noel su encarcelamiento entre enero y febrero de 1910 por su libro contra la Guerra de África, y el que al año siguiente fuese de nuevo detenido en Madrid por una conferencia de elevado tono republicano, lo que le valió la portada de algún periódico.

Pese a la publicidad, en «Señoritos chulos…» Noel expresa con amargura su condición de mártir por las penurias en las que lo sumió su apostolado regeneracionista contra los toros y el flamenco, y como en las páginas de su «Diario íntimo», se revela conocedor y casi admirador de lo que denuncia, como cuando en los toros rechaza a los «fenómenos» por ir contra la esencia del arte.

Sobre esas contradicciones de Noel, González Romero ha destacado que en el mismo año de publicación de «Señoritos chulos…» publicara también «Semana Santa en Sevilla», «un espléndido libro, casi conciliador para con la ciudad que lo linchó».