literatura inglesa

El escritor que resolvía entuertos

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Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle

Sherlock Holmes fue un personaje tan real para los contemporáneos de su creador, Arthur Conan Doyle, que a veces confundían sus identidades y pedían al escritor que resolviera casos reales. Una anécdota reunida junto con otras curiosidades y ensayos en un libro del escritor británico que se publica ahora.

«Las buenas obras literarias son las que hacen que tras haberlas leído el lector se sienta alguien mejor. Pero nadie puede mejorar -en el sentido elevado al que me refiero- por leer a Sherlock Holmes, aunque puede haber disfrutado de una hora agradable al hacerlo», aseguró Doyle (1859- 1930) sobre este personaje de su creación, uno de los más famosos detectives, si no el que más, de la literatura.

Estas consideraciones, junto a muchas cuestiones relacionadas con sus lecturas y su literatura, componen el volumen «Mis libros. Ensayos sobre escritura y lectura» de Arthur Conan Doyle, una obra traducida por Jon Bilbao editada por Páginas de Espuma.

El volumen descubre así una de las facetas más desconocidas del autor de «La compañía blanca» o «El sabueso de los Baskerville», un escritor que fue antes médico y que para redondear sus ingresos publicó la novela de intriga «Estudio en escarlata», que sería el primero de los 68 relatos protagonizados por Sherlock Holmes.

Pero la labor literaria de Doyle es mucho más amplia, como explica en estos ensayos: «He escrito entre veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía».

Por eso diferencia entre sus métodos a la hora de escribir según sea el género, como explica en alguno de los ensayos recogidos en este libro.

«En el caso de los relatos breves siempre me ha parecido que mientras seas capaz de producir el efecto dramático la exactitud de los detalles importa poco. ¿Qué importancia tiene si consigo atrapar al lector?. Me he tomado libertades en algunas de las historias de Sherlock Holmes», confiesa el autor, que considera que la cuestión es otra si la temática es histórica.

En ese caso, incluso en un relato corto hay que ser exacto, y la exactitud ha de ser incluso mayor en el caso de una novela histórica porque, si no, «se convierte en nada mas que un libro de aventuras para niños».

A su personaje más famoso, el «celebérrimo» detective Sherlock Homes, dedica varios textos en los que explica que fue alguien tan real para sus lectores que cuando se pensó que lo había matado llovieron sobre él cartas insultantes: «‘Animal’ fue el prometedor arranque de la carta» que le dirigió una señora, recuerda el autor.

Fue en 1893 cuando, harto de Holmes, decidió darle muerte en la ficción pero a causa de la presión de sus lectores tuvo que resucitarlo en 1902 con «El sabueso de los Baskerville».

El escritor recibió libros de autógrafos para que Holmes plasmara su firma y hubo lectores que le pedían su contacto para que les resolviera cuestiones privadas.

Pero Doyle consideraba que las historias de detectives solo permitían el uso de una faceta de la imaginación del autor, la invención de la trama y por eso, aseguraba tras su decisión de acabar con Holmes, que si hubiera seguido escribiendo sobre él, además de estar agotado «también habría agotado la paciencia del publico» y no habría escrito obras como «Rodney Stone» (1896).

«No quiero ser desagradecido con Holmes, a quien considero un buen amigo. Si alguna vez me he cansado un poco de él es porque es un personaje sin matices, una máquina de calcular», sostenía el autor.

El infinito planeta Pratchett

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Fue el último deseo de sir Terry Pratchett, el novelista de fantasía que creó el estrafalario universo de Mundodisco. Que sus obras inconclusas fueran destruidas por una apisonadora de vapor. Y así se ha cumplido:  la aplanadora John Fowler & Co, de nombre Lord Jericho, pasó por encima del disco duro que contenía las novelas inacabadas del prolífico autor británico, que falleció, a los 66 años, tras vender más de 85 millones de sus 70 obras publicadas
Fue el último deseo de sir Terry Pratchett, el novelista de fantasía que creó el estrafalario universo de Mundodisco. Que sus obras inconclusas fueran destruidas por una apisonadora de vapor. Y así se ha cumplido: la aplanadora John Fowler & Co, de nombre Lord Jericho, pasó por encima del disco duro que contenía las novelas inacabadas del prolífico autor británico, que falleció, a los 66 años, tras vender más de 85 millones de sus 70 obras publicadas

Terence David John Pratchett, más conocido como Terry Pratchett, el satírico demiurgo del Mundodisco, legó uno de los universos fantásticos más originales de la creación contemporánea, que ha sido capaz de vender más de 85 millones de libros en 37 idiomas.

De hecho, se trata del segundo autor británico de ficción con mejores ventas después de J.K.Rowling pero, a diferencia de ésta que obtuvo el éxito exclusivamente por su saga de Harry Potter, la producción del de Beaconsfield es mucho más prolífica y novedosa y abarca también novelas juveniles, relatos cortos e incluso guiones para las adaptaciones televisivas de sus novelas.

El joven Pratchett publicó su primer relato a los 13 años en una revista de su colegio y se orientó profesionalmente hacia el periodismo para desarrollar su don para la escritura, que ejercía con facilidad y gran fluidez como demuestra su larga lista de publicaciones.

Después de todo, tal y como dejó dicho en su Papá puerco: “A los dioses no les gusta que las personas no trabajen mucho. Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar, por ejemplo”.

En 1971, trabajando ya como periodista, publicó con 23 años su primer libro, La gente de la alfombra, que fue muy bien recibido por la crítica y que supuso el comienzo de una producción ininterrumpida que alcanzó el definitivo éxito comercial a partir de 1983 gracias a El color de la magia, la primera de sus cuarenta obras publicadas sobre el Mundodisco.

El escenario de todas ellas es una dimensión paralela construida sobre la base de las antiguas leyendas orientales: un territorio plano que se sujeta sobre cuatro colosales elefantes a su vez apoyados en el caparazón de una inmensa tortuga cósmica.

En este Mundodisco se suceden las aventuras de multitud de personajes que se ambientan en épocas distintas entre la Edad Media y la época victoriana, parodiando desde los cuentos de hadas tradicionales hasta la obra de verdaderos colosos del género fantástico, como H.P. Lovecraft, Robert E. Howard, J.R.R. Tolkien e incluso con referencias a William Shakespeare.

Entre los protagonistas de su saga figuran el antiheroico hechicero Rincewind -al que le gustaría tener una vida mucho más aburrida de la que le depara su autor-, La Muerte -tradicionalmente esquelética y armada con guadaña, pero acompañada igualmente por familiares como su nieta Susan Sto Helit-, un envejecido pero animoso bárbaro llamado Cohen -trasunto humorístico del original Conan-, la aprendiz de bruja Tiffany Arching -ayudada por unos duendecillos indeseables apodados pictsies– y hasta un mueble con iniciativa propia -y muy mala uva- llamado simplemente el Equipaje.

Dioses de humor variable, magos de todos los pelajes, bibliotecarios transformados en orangutanes, estafadores malévolos y muchos otros seres aparecen en esta saga que cuenta con obras especialmente memorables como La luz fantástica, Mort, ¡Guardias, guardias! o Los pequeños hombres libres, entre otras.

Además de las novelas de Mundodisco, Pratchett escribió otros textos célebres como la conocida trilogía de los gnomos (Camioneros, Cavadores y La nave) y la de Johnny Maxwell (Sólo tú puedes salvar a la humanidad, Johnny y la bomba y Johnny y los muertos) o novelas en colaboración como Buenos presagios con Neil Gaiman y La tierra larga con Stephen Baxter.

Su obra ha conocido adaptaciones con mayor o menor fortuna a la televisión, el cine, los dibujos animados, los videojuegos y hasta el teatro.

La imagen de Pratchett, hombre afable e irónico que fue uno de los primeros escritores en comunicarse personalmente con sus fans a través de internet, era particularmente reconocible en las convenciones del fandom merced a su inconfundible sombrero negro que le confería un aire de brujo de otra dimensión, mal camuflado a la hora de manifestarse en la nuestra.

De hecho, vivía en una casa muy cerca del singular entorno lítico de Stonehenge, en el condado de Wiltshire, por lo que en realidad no sería nada extraño que viniera de un mundo paralelo y se hiciera pasar por un ser humano corriente…

De fino humor e intereses múltiples, él mismo advertía de que “el problema de tener una mente abierta es que la gente insiste en entrar dentro de uno para poner allí sus cosas”.

Su popularidad alcanzó tal calibre que en 1998 fue nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico, aunque con su habitual sorna en principio estuvo tentado a rechazar un nombramiento que creía era una simple tomadura de pelo.

Entre otros reconocimientos recibió también el título de doctor honoris causa por las universidades de Warwick y de Portsmouth, además de premios como el Margaret Edwards o el Wodehouse.

El propio autor anunció oficialmente en diciembre de 2007 que padecía una de las enfermedades más crueles del mundo moderno: el mal de Alzheimer, que acabó con su vida 8 años después, el 12 de marzo de 2015.

Con gran entereza, trabajó hasta el momento en el que la enfermedad le imposibilitó seguir materializando el enjambre de ideas y planes que aún guardaba en su cabeza, pero nunca mostró miedo ante su destino pues, como dice uno de sus personajes en Tiempos interesantes: “lo que no muere no puede vivir, lo que no vive no puede cambiar, lo que no cambia no puede aprender… La criatura más diminuta que muere en la hierba sabe más que tú, diosa”.

O, quién sabe, tal vez se aburrió de la creciente seriedad imperante en el mundo y decidió volver a Ankh-Morpork, en busca de algo más interesante que el olor de las amapolas…

El lado sombrío del amoroso Dickens

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Charles Dickens, en su casa en Gadshill en Kent, con sus hijas Kate y Mary
Charles Dickens, en su casa en Gadshill en Kent, con sus hijas Kate y Mary

El escritor inglés Charles Dickens fue conciencia del coste humano que tuvo la Revolución Industrial en la Inglaterra victoriana. En las librerías españolas puede encontrarse ‘Dickens enamorado’, un inédito con las cartas de amor a María Beadnell, su primer y oculto amor.

‘Dickens enamorado’ está pergeñado por la editorial Fórcola, en edición de Amelia Pérez de Villar. Según el crítico Harold Blomm, el autor inglés poseía un talento desbordante para crear personajes memorables, al igual que Shakespeare.

‘David Copperfield’, ‘Oliver Twist’, ‘Tiempos difíciles’, ‘Los papeles del club Pickwick’, ‘Grandes esperanzas’ o ‘La pequeña Dorrit’ son algunos de los grandes títulos de Dickens, uno de los creadores de la novela moderna, espejo del Londres con humos de chimeneas y manchas de betún, de niños tiznados de hollín, hambrientos y maltratados.

Dickens y Beadnell

El ‘Dickens enamorado’ tiene su origen en la correspondencia entre Charles Dickens y María Beadnell. Unas cartas reunidas en un libro que George Baker, catedrático de Literatura inglesa de Oxford, editó en 1908 para la Sociedad Bibliófila de Boston y que el editor de Fórcola, Javier Jiménez, rastreador del epistolario de Dickens, adquirió para traducirlo ahora al español.

Su amor siempre permaneció en penumbra; primero por la familia de ella que censuraba la relación, después por el amigo y biógrafo de Dickens, John Forster, y hasta por el propio autor a pesar de la importancia que dio a este amor, primero de juventud, y luego de relación epistolar cuando ambos ya estaban casados.

A pesar de que no hay una autobiografía del gran escritor, el propio Dickens confiesa a María en una de las cartas que recoge este libro: «Hace algunos años (justo antes de ‘David Copperfield’) comencé a escribir mi biografía, con la pretensión de que alguien encontrara el manuscrito entre mis papeles cuando el tema de su objeto llegase a término». «Pero -continúa- a medida que me acercaba a esa parte de mi vida [la historia de amor de ambos] me faltó valor y prendí fuego a lo que quedaba».

Una pira que se produjo en 1860, como recuerda la experta y traductora encargada de la edición del libro Amelia Pérez de Villar, quien explica que por ello se conservan muy pocas cartas de Dickens.

El Dickens más desconocido

El libro recoge en su mayoría misivas entre 1830 y 1833. Una historia que parece que aquí acaba, ya que los Beadnell enviaron a María a París para que olvidara al joven entonces periodista y aprendiz de escritor porque no era ni banquero ni hacendado.

Pero esta relación tiene una segunda etapa, 23 años después, con el periodo de cartas más interesantes, y ya con un Dickens casado, con nueve hijos y convertido en un escritor consagrado. Una relación que se desarrolló a lo largo de unos meses de 1855. Durante este año tuvieron un encuentro con sus respectivos cónyuges, y la decepción de Dickens fue tal que parece que la que fuera su amor de juventud le inspiró después el personaje de Flora, la gorda, glotona, y parlanchina de ‘La pequeña Dorrit’.

«He querido enfocar el libro -explica la editora- como el Dickens menos conocido, el de su faceta amorosa, y no solo con María, sino con otras mujeres, incluso con las hermanas de su mujer, Catherine Thompson Hogarth, con las que tuvo una relación intensa, pero sin sexo y sin amor».

«El escritor inglés era un hombre muy serio, muy especial, cuyas relaciones estuvieron marcadas también por la que tuvo con su madre, algo ambigua porque el nunca olvidó que fue ella quien quiso que trabajara en una fábrica de betún para ayudar a la familia y que fue su padre quien le retiró para que siguiera estudiando», concluye Pérez de Villar.

Amor canallesco

Por otro lado, el periodista David Ruiz se hace eco del lado sombrío del autor inglés en sus relaciones afectivas. «Charles Dickens y su esposa Catherine Thompson Hogarth tuvieron 10 hijos (y 20 embarazos) en 22 años de matrimonio. Pero su relación no fue ni sencilla ni apacible. El amor terminó, quizás después del nacimiento de su hija Kate, en el cuarto año de casados. Y la convivencia se acabó volviendo imposible, con el escritor intentando recluir a su mujer en un manicomio».

Ruiz recuerda que «el novelista trataba a su esposa con mucha rudeza, además de insultarla en presencia de los niños, los empleados o incluso ante algunos invitados. Dickens, además, habría tenido varias relaciones extramatrimoniales, incluida una con la actriz Ellen Ternan e incluso otra con la hermana de Catherine, Georgina, antes de separarse de su esposa en 1858».

La mujer de Charles Dickens, Catherine Thompson Hogarth, en un óleo pintado alrededor de 1847 por Daniel Maclise
La mujer de Charles Dickens, Catherine Thompson Hogarth, en un óleo pintado alrededor de 1847 por Daniel Maclise

Ruiz contactó para su investigación con John Bowen, especialista en literatura inglesa de la Universidad de York. ”Los biógrafos y los eruditos han sabido durante años lo mal que se comportó Dickens (durante su matrimonio), pero ahora parece que incluso trató de forzar la ley para encerrar a la madre de sus hijos en un manicomio, a pesar de su evidente cordura”, explica el profesor Bowen.

Bowen, que también es presidente del Dickens Fellowship, ha tenido acceso a 98 cartas que se guardaban en la Universidad de Harvard y a las que nunca se había prestado demasiada atención. En ellas ha encontrado nuevos detalles de la problemática relación entre los cónyuges, que incluyó el intento fallido de Dickens de aislar a su esposa en un centro para enfermos mentales.

Un médico descubrió que no había pruebas que indicaran que Catherine Thompson sufriera ningún tipo de trastorno mental, con lo que descartó su internamiento. “Lo que descubrí fue a la vez detallado y sorprendente. Creo que es un hallazgo muy importante y, que yo sepa, fui el primer académico en transcribir y analizar estas cartas”, señala Bowen.

La historia aparece relatada en una misiva que Edward Dutton Cook, vecino de Catherine en Camden, en el norte de Londres, el lugar a donde se fue a vivir tras su separación de Dickens, envió al periodista William Moy Thomas. Cook, que ya era amigo del hijo mayor del novelista, labró juntó a su esposa Lynda una estrecha amistad con la exesposa del autor de autor de grandes obras de la literatura universal como Oliver Twist, David Copperfield, Cuento de Navidad o Grandes Esperanzas.

“La mayoría de los relatos de la ruptura del matrimonio provienen del lado de él. Ahora escuchamos qué pasó desde el punto de vista de su mujer. Ya sabíamos que Dickens la había acusado de padecer un ‘trastorno mental’, pero ahora sabemos que en realidad intentó que la pusieran en un manicomio, aunque estaba completamente sana”, añade Bowen.

Edward Dutton Cook dejó frases lapidarias en su carta. Afirmaciones que dejaban en muy mal lugar a Charles Dickens como persona. “En mi opinión – escribió Cook-, estaba loco o era un sinvergüenza” en el momento de la separación. El profesor Bowen considera que esta “es una historia muy triste. Dickens era un buen hombre en muchos sentidos, pero durante la ruptura con su mujer se comportó de manera vergonzosa”.

Fue la propia Catherine Thompson la que, en su lecho de muerte, le contó a Cook como se había comportado su marido 20 años antes, cuando conoció a la joven actriz Ellen Ternan y decidió romper su largo matrimonio. La revelación crucial sale en una carta de enero de 1879. La exesposa de Dickens estaba muy enferma y se inyectaba morfina dos veces al día para reducir su dolor.

Cook relata: “Al final descubrió que ella ya no le gustaba. Había tenido diez hijos y había perdido parte de su buena apariencia física, de hecho estaba envejeciendo. ¡Incluso trató de encerrarla en un manicomio, pobre! Pero por mala que sea la ley con respecto a las pruebas de la locura, él no pudo conseguir su propósito“.

Las cartas estudiadas también permitieron descubrir al médico que muy probablemente se enfrentó a Dickens. Fue el doctor Thomas Harrington Tuke, que ejerció de superintendente del Manor House Asylum de Chiswick entre 1849 y 1888. Tuke y el escritor se conocían bien, ya que habían intercambiado varias cartas e incluso fue invitado al bautizo de su hijo.

Tras determinar que Catherine no sufría ninguna enfermedad mental, la amistad entre ambos hombres se enfrió y, ya en 1864, Charles Dickens consideraba que era “un desgraciado” y un “médico burro”. “Algo había sucedido que provocó que Tuke fuera vilipendiado de esa manera. Parece probable que fuera su negativa a ayudar en el complot contra Catherine”, concluye Bowen.

Butts, la pecaminosa olvidada

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Como una voz distintiva y original dentro del movimiento del Modernismo, la novelista inglesa Mary Butts fue un prodigio de estilo, aprendizaje y energía, que escribió con una poderosa perspectiva sobre la Generación Perdida. Su flamante estilo de vida en Londres y Francia en la década de 1920 desafortunadamente ensombreció la importancia de su trabajo. Durante las últimas décadas, sin embargo, ha habido un resurgimiento del interés en Mary Butts, la escritora , y, después de haber estado "perdida" por más de 50 años, su trabajo se ha unido a sus contemporáneos HD, Djuna Barnes, Virginia Woolf y Mina. Loy, en el panteón del modernismo literario
Como una voz distintiva y original dentro del movimiento del Modernismo, la novelista inglesa Mary Butts fue un prodigio de estilo, aprendizaje y energía, que escribió con una poderosa perspectiva sobre la Generación Perdida. Su flamante estilo de vida en Londres y Francia en la década de 1920 desafortunadamente ensombreció la importancia de su trabajo. Durante las últimas décadas, sin embargo, ha habido un resurgimiento del interés en Mary Butts, la escritora , y, después de haber estado «perdida» por más de 50 años, su trabajo se ha unido a sus contemporáneos HD, Djuna Barnes, Virginia Woolf y Mina. Loy, en el panteón del modernismo literario

Nadie lee a la «diosa de la tormenta» Mary Butts (1890-1937), una mujer que buscaba con más frecuencia de lo imaginable el virtuosismo. Admirada por sus contemporáneos Ezra Pound, Ford Madox Ford y Marianne Moore, de Butts la escritura (que da cobijo cualquier resquicio de luz creativa) tiende a verse ensombrecida por sus notorias aventuras, que incluyen practicar magia negra con Aleister Crowley, fumar enormes cantidades de opio y abandonar a su único hijo.

Mary Butts nació en Dorset en 1890. El periodista Ignasi Franch la describe como «Pacifista, bisexual y precursora del ecologismo». La autora vivió en Inglaterra, Italia y Francia, lugares en los que entró en contacto con los principales intelectuales y artistas de su tiempo: además de los ya nombrados, tuvo trato muy directo con T. S. Eliot,  May Sinclair, Jean Cocteau y  Virginia Woolf. Su obra, que incluye novelas, ensayos, poemas, diarios y relatos con un marcado carácter experimental, cayó en el olvido tras su muerte en 1937, hasta que en los años 80 y 90 del pasado siglo volvió a ser reeditada y estudiada, adquiriendo la consideración de autora de culto del modernismo inglés.

Franch recuerda que Butts «tuvo una vida notablemente agitada en el plano sentimental, pero consideraba que la creación era una parte principal de su vida. Por ello, consiguió producir una obra literaria y crítica considerablemente extensa que no siempre pudo publicar por las temáticas (como el amor lésbico) que abordaba». En cualquier caso, «la herencia de su padre, que le facilitó una renta desde los 21 años, allanó parte de un camino difícil», concede.

«Las estancias de la autora en el París de los artistas facilitó que los aspectos más potencialmente polémicos de su vida no se convirtiese en el yugo que tuvieron y tienen que sufrir personas afincadas en otros entornos sociales y culturales», defiende Franch, quien destaca la inquietud vital de la escritora. «Compartió charlas y drogas con creadores como Jean Cocteau, el ilusionista de la poesía y las artes visuales, conoció al músico George Auric o a la bailarina Isadora Duncan. Formaría parte del ambiente creador de su época, como escritora, como interlocutora y también como crítica literaria. E incluso fue discípula de los magos Philip Heseltine y Aleister Crowley, de quienes se terminaría alejando».

Huida del Mal

Según Crowley, la revelación contenida en El Libro de la Ley, convertido en un libro sagrado, le fue dictada por un ente llamado Aiwass (el Santo Ángel de la Guarda o Seth, el temible dios destructor asesino de Osiris). Años más tarde, en Cefalú (Sicilia), organizó su primer templo, la Abadía de Thelema, donde puso en práctica sus enseñanzas y rituales de magia sexual e invocación de toda clase de demonios y seres sobrenaturales hasta que fue expulsado de Italia por orden del mismo Mussolini.

Para esta tarea mágica (el alumbramiento del Eón de Horus), Crowley, considerado ya por la prensa como «el hombre más malvado del mundo», necesitaba a la Mujer Escarlata, Babalon, la apocalíptica Madre de las Abominaciones, la Novia del Caos que «cabalgará a la Bestia». Leah Hirsig, con el nombre mágico de Alostrael 31–666–31, no fue la primera de estas, pero sí una de las más importantes y quien dejó un más fiel y sobrecogedor testimonio de lo que sucedía diariamente en la abadía, sus rituales y penalidades, esperanzas y momentos aterradores, la increíble vida cotidiana de una comuna mágica.

Butts había huido tras contemplar, entre otros portentos – tal y como lo declara John Symmonds – a Leah Hirsig, la «Mujer Escarlata» copulando, o mejor dicho, sin conseguir copular, con un macho cabrío que «no se sentía excitado por un ser humano y contemplaba indiferente el trasero de Leah” (La Gran Bestia p 381).

Indecencia y luz

Con su vitalidad legendaria, Butts no siempre fue leída: en la década de 1920, publicó piezas en The Little Review , un periódico de cabecera por aquel entonces , y sus novelas, especialmente Armed With Madness (editada en España por Epicuro Ediciones) y Death of Felicity Taverner fueron elogiadas y  a la sazón despreciadas por los más renombrados y recordados de los modernistas. Presa de un ataque de pánico ante los escritos de Butts, Virginia Woolf calificó su obra, con su implacable cuestionamiento de los valores, como «indecente». Tal vez no sea sorprendente dada la predilección natural de Butts por lo estrafalario.

Más generoso en su evaluación es Paul West, quien compara a Butts con Clarice Lispector y le escribe que su originalidad más conspicua consistió en su resolución de representar lo más abyecto de la existencia, con vistas a una transformación redentora, lo que significa mimetizarse con el sentido de la masiva e impersonal embestida de la Creación.

Escrito como un inverso de la desolada tierra baldía de Eliot , Armado de la locura es el mejor trabajo de Butts, una búsqueda extática y alegórica de significado en un mundo destrozado por la guerra y el nihilismo. Armados de locura trata de las vidas de un grupo de amigos y amantes que viven a caballo entre la cosmopolita Paris y su Inglaterra natal. El estadounidense Carston, un invitado procedente también de Francia, cumple una cierta función de álter ego del lector, al introducirse (e introducir a la audiencia) progresivamente en la poco convencional vida de los hermanos Taverner y sus invitados, en sus intrincadas redes de atracciones y frustraciones.

El elemento propulsor de la trama remite a los intereses de la autora por las culturas antiguas, y a su renovado interés por el cristianismo. Si las cosas no eran suficientemente extrañas en el hogar de los Taverner, tres amigos aparecen con un cáliz cuyas formas y cuya forma de hallarlo remite al Santo Grial de la última cena de Jesucristo y de las novelas artúricas. Los personajes reaccionan con una maraña de sentimientos encontrados: admiración, escepticismo, espíritu lúdico…

La vida salvaje de Mary Butts llegó a su fin en 1937, cuando murió de una úlcera perforada.

Brenan y las tripas de España

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Gerald Brenan, retratado por la pintora Julia Gross
Gerald Brenan, retratado por la pintora Julia Gross

Miguel Martínez Lage, traductor de Gerald Brenan y estudioso de su figura, reivindica la necesidad de una «verdad extranjera» sobre España, y asegura que si cuando se gestó el estado autonómico se hubiese leído lo que los viajeros escribían sobre este país «funcionaríamos un poco mejor».

«La verdad es extranjera necesariamente porque la visión ajena no está viciada por nuestra verdad», manifiesta Martínez Lage y añade que, en el caso de Gerald Brenan, «se tuvo la inmensa fortuna de que vino con una mirada descontaminada que le permitió descubrir la verdad del pueblo andaluz».

A este respecto, señala cómo Brenan desveló, entre otras cosas, la influencia del sustrato religioso que existía en la España de su época, que fue «bastante mayor de lo que estamos dispuestos a reconocer».»

Además, Brenan encontró «las verdaderas causas de la Guerra Civil con una precisión que no estuvo ni está al alcance de ningún historiador español y supo contar la España gris de la posguerra de la que nadie se atrevía a hablar», apunta.

Martínez Lage, quien ha traducido obras de Brenan, Martin Amis, Orwell y Allan Poe, entre otros,  apunta que «a pesar de haberse dedicado intensivamente a la novela y poesía, Brenan sólo empieza a funcionar como escritor auténtico con obras de no ficción».

Para Martínez Lage, Brenan fue precursor de la tendencia que arrastra la literatura actual, en la que «la novela es un género prácticamente agotado» y que en cuanto a la poesía no cree que «estemos llamados a descubrir a grandes poetas en los próximos 30 años», considera.

Por su parte, el también traductor y escritor Andrés Arenas comenta la relación que Brenan mantuvo con algunos de los intelectuales españoles y extranjeros más importantes de su época.

Así, a la amistad «cordial y educada» que le unía a su vecino de la barriada malagueña de Churriana Julio Caro Baroja se opuso la relación con Ernest Hemingway, con quien se llevaba «bastante mal».

Arenas explica que Brenan le preguntó una vez al escritor norteamericano por qué había venido a España en la Guerra Civil, a lo que Hemingway respondió: «Es que me gustan mucho las guerras, señor Brenan».

«Eran dos caracteres opuestos. Brenan era más bien tímido mientras que Hemingway era brusco y orgulloso, aunque ambos conocían sus respectivos trabajos y los respetaban», precisa, y ha añade que «después de todo, también eran dos maneras diferentes de amar España».

Retrato del fascismo

Gerald Brenan analizó la situación que había desembocado en el régimen franquista en «Escenas españolas», un texto hasta ahora inédito en España del que existe ya una edición facsímil,.

Este facsímil se complementa con la reedición de «El laberinto español», porque es «un gran complemento al ser una especie de ‘laberinto’ condensado», a juicio de Carlos Pranger, albacea del hispanista y responsable de esta edición.

«Más que un libro, es un pequeño panfleto escrito con carácter divulgativo y educativo, que pretende mostrar cómo los británicos apostaron entonces por explicar la historia», señala Pranger.

El texto no era muy conocido, y al albacea le costó varios años de búsqueda localizar un original, finalmente adquirido en un anticuario de Inglaterra para incorporarlo a su archivo personal.

«Se publicó en 1946, cuando había bastante polémica en el Consejo de Seguridad de la ONU por el régimen de Franco, que era el último gobierno fascista de Europa, y existía mucha controversia sobre qué hacer y cómo gestionar esta situación política», apunta Pranger.

En aquel momento, cuando «incluso se hablaba de otra posible intervención militar en España», a Brenan le encargaron un texto que explicara las causas de la situación en nuestro país y aventurara una posible solución, y el resultado fue este texto.

«Se nota que Brenan utiliza mucho de lo que usó en ‘El laberinto español’, pero con la salvedad de que en aquella obra no entra a juzgar lo que es el régimen de Franco, mientras que en este texto inédito explica cómo está estructurado e incluso propone una solución».

El hispanista vaticina lo que ocurriría treinta años después y asegura en el texto que España «sería un país moderno con una monarquía constitucional y un partido socialista de carácter moderado», resalta Pranger.

Por ello, esta obra alcanza la misma clarividencia que se le atribuye a «El laberinto español», pero en este caso está escrita «de manera breve y concisa y no está dirigida a gente experta, sino a personas que no sabían nada de España, por lo que se esmeró en hacer explicaciones muy accesibles».

Este análisis del franquismo no le supuso consecuencias en España a Brenan, aunque «para volver y residir aquí sí hubo gestiones políticas con el embajador español en Londres en aquella época», apuntado Pranger.

«Escenas españolas» también comparte con «El laberinto español» la vigencia del análisis que Gerald Brenan hace sobre la situación política española.

«Sólo hay que mirar cómo está ahora la izquierda, despedazándose entre sí, y abrir el capítulo que dedica a los socialistas en ‘El laberinto español’, con una absoluta vigencia», afirma el albacea.

La timidez del ‘asaltacamas’

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Lord Byron y Marianna Segati, la esposa de su casero
Lord Byron y Marianna Segati, la esposa de su casero

Lord Byron, el poeta romántico por excelencia, no era un ‘dandi’, ni un don Juan que iba enamorando a todas las mujeres saltando de cama en cama, ni un depredador sexual desbordado por las pasiones. Fue un poeta «introvertido y cercano que huía del disfraz», como así se desprende de sus «Diarios».

Unos «Diarios» que ahora recupera en español Galaxia Gutenberg, con traducción y notas de Lorenzo Luengo, quien explica que George Gordon, sexto lord Byron (1788-1824), fue «mucho más allá» de esa imagen y recuerda sus viajes por Europa o su muerte temprana en Grecia, a los 36 años, en la guerra para lograr la independencia del Imperio Otomano.

Leyendas vertidas sobre el autor de «Don Juan» o «El corsario», que son fruto, a su juicio, de las lagunas que existen sobre el estudio de su persona y el romanticismo inglés.

«La literatura romántica ha pasado por muchos cambios, en la época victoriana se revisó el pasado de la literatura inglesa y Byron y (Percy Bysshe) Shelley fueron repudiados; este último se recuperó y Byron luego también gracias a la generación Beat que le reivindicó, con Allen Ginsberg o Kerouac, y también por el existencialismo francés», explica Luengo.

Pero este vacío sobre el autor también se explica, según el editor, porque después apareció un tipo de crítica marxista contra la estirpe aristocrática inglesa alejada de las clases bajas, que en el siglo XX y XXI trajo enormes discrepancias y un vacío sobre este autor.

Luengo se lamenta de que en Europa pocas universidades se tomasen en serio el estudio de las obras del poeta. «Nos hemos quedado con el Byron vestido de pirata y escondido detrás del disfraz existe un autor universal y con obras grandes y magnas como el inacabado ‘Don Juan'», sostiene.

«La personalidad de Byron se proyectó mucho más allá de un siglo, su forma de vida no solo contaminó a Baudelaire, Verlaine o Rimbaud en Francia, también a los ‘beat’ en Estados Unidos», recalca.

«Byron generó una nueva imagen del escritor como espectáculo, mezcló obra con vida. Su magnetismo quedó debajo de su aura», subraya.

Así, esta obra ayuda a conocer al escritor de diarios, no al poeta, «al hombre sentado en camisón ante su mesa, dice Lorenzo Luengo en la introducción del libro. Unos diarios, que por otra parte, nunca Byron pensó que se llegarían a publicar.

«Si esto lo hubiera empezado hace diez años, y lo hubiera seguido fielmente! ¡En fin! Demasiadas cosas hay ya que desearía no tener que recordar. Bien, he tenido lo mío de lo que se conoce como los placeres de esta vida, y he visto más del mundo europeo y asiático que buen uso he hecho de ello. Se dice que ‘la virtud no necesita recompensa’; la verdad es que debería estar bien pagada, por las molestias…».. Así escribe Byron en una entrada de su Diario de Londres (14 de noviembre, de 1813-19 de abril, 1814).

Hedonista, valiente, y reacio a las convenciones sociales, de Byron también cuanta la leyenda que fue bisexual, cosa que niega Lorenzo Luengo.

«Amaba a las mujeres no era bisexual, sí se le conocieron relación con jóvenes de todos los sexos en sus viajes por Oriente y fue muy ingenuo y lo dejó traslucir, pero eso fue como rememorando la imagen de la Grecia clásica y los protegidos. Era muy viril y le gustaban las mujeres y los hombres fuertes pero no hasta el punto de tener relaciones sexuales», aclara.

También sus «Diarios» revelan que solo tuvo una época dedica al dandismo. Fue dandi «poco tiempo», en el sentido de que la moda era lo primero junto con la superficialidad, asegura el traductor.

Huxley, visionario y poeta

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Recordado por su novela Un mundo feliz, que narra el universo deshumanizado del futuro, Huxley es autor de una obra muy extensa que incluye otros géneros como ensayo, poesía, libros de viaje e incluso guiones cinematográficos
Recordado por su novela Un mundo feliz, que narra el universo deshumanizado del futuro, Huxley es autor de una obra muy extensa que incluye otros géneros como ensayo, poesía, libros de viaje e incluso guiones cinematográficos

Cuando aún el célebre título de Aldous Huxley, ‘Un mundo feliz’, sigue siendo una de las novelas más leídas y demandadas por su capacidad visionaria y sus planteamientos éticos, es relativamente fácil de encontrar una edición bilingüe, por primera vez en español, con toda la poesía del autor inglés, su primera vocación.

Un libro traducido por Jesús Isaías Gómez López, quien realiza la edición y el extenso prólogo con estudio biográfico y literario, todo un ensayo académico, publicado por Cátedra, que arroja luz sobre una de las facetas menos conocidas del autor, su universo poético.

«Es mi deseo invitar al lector a la conquista de un nuevo universo literario, el espacio poético de uno de los más grandes pensadores y fabuladores que ha dado el siglo XX, y así… desvelar las metáforas de este filósofo que soñaba dar un nuevo giro espiritual al curso de la Humanidad», explica en el prólogo Gómez.

Aldous Huxley (Laleham, Surrey, Inglaterra, 1894-Los Ángeles, 1936) hijo de una familia de intelectuales, con biólogos, poetas y novelistas, primero quiso ser médico, pero después se graduó en literatura inglesa. Una enfermedad en la visión condicionó también sus primeros años, ya que tuvo que dejar algo de más de un año sus estudios.

En este tiempo solo pudo leer con el método braille. Viajó, aprendió el lenguaje musical y se abrió lo que luego sería su portentoso mundo interior, del que emanaría todo su pensamiento.

Así, este poeta, narrador y ensayista, con una gran educación que comenzó en Eton, una de las escuelas más prestigiosas, comenzó a escribir poesía desde muy joven, a los diez años, en el internado de Hillside (Godalming) donde cofundó la revista literaria ‘Doddite’ y donde publicó su primer poema, ‘Caballito de mar’.

En ese momento comenzó una prolífica carrera literaria, como apunta este volumen, influenciada por los simbolistas franceses, y en especial por Mallarmé.

A los veintidós años publicó su primer poemario, ‘La rueda ardiente’, al que siguieron ‘Jonás’, ‘La derrota de la juventud’ y ‘Las cigarras y otros poemas’, donde incluía un homenaje a Baudelaire, al que consideraba el creador de la modernidad y al que dedicó un ensayo.

«Recurrimos a la poesía como expresión perfecta de nuestros propios sentimientos. En ‘Las flores del mal’ el modernista encuentra todos sus sufrimientos descritos, con cuán imparable energía, ¡en formas cuán memorablemente bellas!», escribe Huxley en una cita que recoge este volumen.

El autor de ‘La isla’ fue un viajero empedernido, preocupado y obsesionado siempre por la ciencia, la ética, la espiritualidad, el misticismo, la búsqueda de la luz o la filosofía budista, como ya mostró en ‘La rueda ardiente’, apunta Gómez López.

«La rueda debe ir de agonía/en agonía/contrayéndose, hasta volver/al núcleo de acero», escribe el autor de ‘El genio y la diosa’. Poemas, todos ellos, cargados de filosofía, de alguien que soñaba con dar un giro espiritual al curso de la humanidad, subraya el traductor.

Todavía en Estados Unidos, los más conservadores han incluido su mítica novela ‘Un mundo feliz’ entre los diez títulos que han pedido a la American Library Association que retire de las bibliotecas públicas, por considerar su lectura peligrosa para los jóvenes.

De la fábrica de chocolate a la alcoba

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El legado de Dahl ocupa kilómetros de estanterías e infinitos terabytes de imaginación. Finales inesperados y personajes traviesos y excéntricos, que cuestionan la autoridad, y adultos que la mayor parte de las veces son meros cretinos
El legado de Dahl ocupa kilómetros de estanterías e infinitos terabytes de imaginación. Finales inesperados y personajes traviesos y excéntricos, que cuestionan la autoridad, y adultos que la mayor parte de las veces son meros cretinos

Roald Dahl, famoso autor de libros infantiles como ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, fue durante la Segunda Guerra Mundial un agente secreto con enorme poder de seducción sobre las ricas estadounidenses.

Dahl, que estaba adscrito a la embajada británica en Washington, tenía una extraordinaria habilidad para las ‘relaciones especiales’ anglo-norteamericanas, un talento que pasaba por la cama, según una nueva biografía del escritor británico de origen noruego, escrita por la periodista estadounidense Jennet Connant.

‘Las mujeres se le rendían’, explica Antoinette Marsh Haskell, hija de un magnate de la prensa e íntimo amigo del escritor, quien agrega: ‘Creo que se acostó con toda mujer de la costa Este u Oeste cuyos ingresos superaran los 50.000 dólares’.

Entre otras, conquistó a Millicent Rogers, heredera de una gran fortuna de Standard Oil, y a Clare Boothe Luce, congresista conservadora y esposa del famoso editor de la revista ‘Time’, Henry Luce.

Esta última, que tenía trece años más que él, era al parecer una auténtica tigresa en la cama hasta el punto de que, según se quejó el propio Dahl, le había dejado totalmente exhausto tras tres noches de amor.

Dahl (1916-1990) incluso solicitó a sus superiores que no le obligasen a seguir con ella, pero éstos le pidieron que hiciera ese sacrificio por patriotismo.

Herido durante su entrenamiento como piloto de la Royal Air Force británica, Dahl combatió en Oriente Medio antes de que le declarasen incapacitado para volar y le enviasen en 1942 a la embajada del Reino Unido en Washington.

Allí trabó amistad con Charles Marsh, magnate de la prensa de origen tejano y admirador del primer ministro británico, Winston Churchill, que apoyaría los esfuerzos británicos por ganar a Estados Unidos a su causa contra la Alemania de Adolf Hitler.

Con ayuda de Marsh, Dahl conoció de cerca a destacados periodistas y altos funcionarios de Estados Unidos, entre ellos al vicepresidente Henry Wallace, conocido por sus posiciones aislacionistas.

Su capacidad de atracción sobre las mujeres llamó pronto la atención de William Stephenson, jefe de espías canadiense encargado de coordinar los esfuerzos clandestinos británicos para conseguir que Estados Unidos se sumase a la guerra contra Hitler.

Entre los agentes que trabajaban para Stephenson y se movían en los círculos de la alta sociedad como pez en el agua había otros escritores como Ian Fleming, el creador de James Bond, o el dramaturgo Noël Coward.

La biógrafa de Dahl se centra en su papel de seductor que consiguió ganarse incluso la simpatía de Eleanor Roosevelt, esposa del presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, lo que le permitió convertirse en habitual de la Casa Blanca.

A Dahl, autor de obras como ‘James y el melocotón gigante’ o ‘Las brujas’, le gustaba exhibir a las mujeres a las que había conquistado, según cuenta Antoinette Marsh, hija del magnate de la prensa y amigo del futuro escritor.

En cierta ocasión se presentó en casa de los Marsh con una mujer de la que se decía que era la amante del general Dwight Eisenhower.

Durante su etapa de espía Dahl pasó a sus superiores una serie de secretos y documentos útiles.

El donjuán contrajo matrimonio en 1953 con la actriz Patricia Neal, que acababa de salir de un romance con Gary Cooper y que ganó un Oscar por su papel en Hud junto a Paul Newman. La pareja, que tuvo cinco hijos, sufrió la desgracia del atropello del carro del bebé Theo y, sobre todo, la muerte en 1962 por encefalitis de la pequeña Olivia, de siete años, que cambió el carácter del escritor y supuso una gran ruptura en la familia.

Habitaciones de hotel para idear crímenes

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La gran dama del misterio, Agatha Christie, siempre escogió alojamientos únicos
La gran dama del misterio, Agatha Christie, siempre escogió alojamientos únicos

Agatha Christie siempre buscó emplazamientos exóticos como inspiración para sus relatos, desde Asuán a la británica isla de Burgh o Estambul, la “reina del misterio” fue además una incansable viajera, pasión heredada de su madre.

Azar o destino, la escritora se casó con un aviador, Archie Christie, y allí empezó todo un gran periplo que se haría más intenso después de que su marido la abandonara y conociese al arqueólogo Max Mallowan, al que acompañó en sus expediciones y excavaciones en Oriente Medio durante casi 30 años.

Cita con la muerte, Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo, son solo algunos de los títulos en los que Christie refleja el amor por los viajes, la fascinación por los trenes y su gusto por los hoteles, en los que encontró inspiración para sus novelas, algunas de las cuales incluso escribió en las cuatro paredes de un cuarto de hotel.

La escritora viajó hasta Asuan (Egipto) donde encontró inspiración para su novela Muerte en el Nilo (1937) y lo hizo entre los muros de un sugerente hotel el Old Cataract, cuya ubicación marca el final del fértil valle del Nilo y el comienzo del gran desierto nubio.

El Old Cataract, construido en 1889 y alojamiento de ilustres personajes, desde el zar Nicolás de Rusia a Winston Churchill y donde descansó Howard Carter tras descubrir la tumba de Tutankamon, guarda todo su encanto colonial y de gran lujo, sin olvidar su terraza al borde del Nilo, desde la que se contempla una de las puestas de sol más bellas del mundo, con la isla Elefantina y el mausoleo del Aga Khan en el horizonte.

Además de inspirar a Christie para su novela, el cine también eligió este hotel para rodar una de las escenas de Death on the Nile, en la que el crucero “Karnak” parte desde uno de sus embarcaderos.

La versión cinematográfica de Muerte en el Nilo llegó en 1978 con un reparto estelar encabezado por Peter Ustinov, que dio vida al sagaz detective Hércules Poirot, y que llevó al espectador por lugares emblemáticos como las pirámides de Giza o el templo de Karnak a bordo de un lujoso crucero fluvial donde diez personas, todas ellas con un buen motivo, son sospechosos del asesinato de la rica heredera estadounidense Linnet Ridgeway, aunque no será la única muerte.

Torquay, donde nació Agatha

Pero los hoteles más famosos ligados la “dama del crimen” están, como no podía ser de otra manera en su Torquay natal (suroeste del Reino Unido), empezando por el Hotel Imperial, construido en 1866 y que se soma a las aguas del Canal de la Mancha, en cuyas habitaciones durmieron desde Napoleón III al rey Eduardo VII.

En este hotel se sitúa la primera escena de Peligro inminente, donde la escritora lo rebautiza como “The Majestic” y, en una de sus terrazas sobre el mar se sucede el desenlace de Un crimen dormido, en la que Miss Marple se enfrenta a un casa inquietante donde un crimen “perfecto” parece olvidado desde hace mucho tiempo.

Todo ello en una idílica localidad costera cuya placidez se transforma en perfectos escenarios de los crímenes más retorcidos salidos de la imaginación de Christie cuando la noche cae o, simplemente, cuando llueve, algo que ocurre más que a menudo en esa región.

La lluvia también suele oscurecer el cielo de la imponente casa de Greenway, calificada por Christie como “el lugar más adorable del mundo” pero que bajo la habitual niebla y la persistente lluvia se asemeja más al lugar descrito por la novelista en El templete de Nasse house o Cinco cerditos.

También casa a la perfección con el estilo Agatha Christie el hotel de la isla Brugh, una minúscula extensión de tierra que queda aislada por la marea durante la mitad del día, nada más adecuado como marco para una novela de misteriosos asesinatos.

El Burgh Island Hotel (1929), que corona la isla y se asoma al mar, ofrece a los turistas una vista espectacular y una personalísima decoración art decó, que llevaron a la mente de la “reina del crimen” tramas tan conocidas y sorprendentes como Diez negritos y Maldad bajo el sol -que situó en este hotel-, novelas que escribió en una pequeña estancia independiente, llamada “The Beach House”, construida en la década de los treinta, aunque el viajero también puede hospedarse en una habitación llamada Christie.

El misterio de Oriente

El Pera Palace de Estambul, construido por el arquitecto francoturco Alexandre Vallaury en 1982 y que combina en su interior estilos que van desde el neoclásico, al art noveau o el oriental, fue el destino de los viajeros que podían permitirse un viaje desde París en el lujoso Orient Express, entre ellos la propia Agatha Christie.

Azar o destino la escritora se casó con un aviador, Archie Christie, y allí empezó todo un gran periplo que se haría más intenso después de que su marido la abandonara y conociese al arqueólogo Max Mallowan, al que acompañó en sus expediciones y excavaciones en Oriente Medio durante casi 30 años
Azar o destino la escritora se casó con un aviador, Archie Christie, y allí empezó todo un gran periplo que se haría más intenso después de que su marido la abandonara y conociese al arqueólogo Max Mallowan, al que acompañó en sus expediciones y excavaciones en Oriente Medio durante casi 30 años

Este hotel rinde su particular homenaje a la escritora dándole su nombre a uno de sus restaurantes, el “Agatha”, aunque el “plato fuerte” es la habitación 411, donde la escritora se alojó varias veces entre 1926 y 1932, y allí escribió el borrador de Asesinato en el Orient Express (1934), una de las aventuras más famosas de Hercules Poirot, en la que el detective belga tiene que descubrir quién ha apuñalado salvajemente al millonario estadounidense Samuel Ratchett dentro del tren, bloqueado por la nieve.

En este hotel también tienen habitaciones con su nombre, por haberse alojado en ellas, Greta Garbo, Ernest Hemingway, además de dos suites presidenciales llamadas Eduardo VIII y Franz Joseph. Y es que, los grandes hoteles siempre hacen gala de sus huéspedes ilustres.