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La bella flagelada de América

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Juana de Ibarbourou fue una mujer transgresora para la época porque ninguna mujer había escrito sobre el amor con la libertad con que lo hace ella. Es la primera que nombra su cuerpo, sus pechos, su piel, todos los elementos que hacen a la erótica
Juana de Ibarbourou fue una mujer transgresora para la época porque ninguna mujer había escrito sobre el amor con la libertad con que lo hace ella. Es la primera que nombra su cuerpo, sus pechos, su piel, todos los elementos que hacen a la erótica

La poeta uruguaya Juana de Ibarbourou fue una mujer “transgresora” en la literatura latinoamericana, con una obra que se vio marcada por la violencia de género, las drogas y un amor prohibido, según desvela el libro Al encuentro de las Tres Marías, del escritor Diego Fischer.

La “Juana de América”, como la bautizaron los universitarios y hombres de letras de Uruguay en 1929, es una de las principales figuras literarias de este país y adquiere una nueva dimensión con la biografía novelada de Fischer, que fue presentada hoy en Montevideo.

“Fue transgresora en el verso, fue transgresora en su forma de vivir y de dirigirse a un mundo literario dominado por hombres”, explica el autor en una entrevista sobre la mujer que fue primer Premio Nacional de Literatura de Uruguay, en 1959.

Al encuentro de las Tres Marías. Juana de Ibarbourou, más allá del mito (Editorial Santillana), recorre la trayectoria de esta poetisa, que nació en la villa de Melo el 8 de marzo de 1892, y murió el 15 de julio de 1979, en medio de una dictadura que le rindió honras fúnebres de ministro de Estado, pese a que ella siempre se opuso al oropel de los militares.

“Siempre le pido a los míos que cuando me muera, dejen a un lado las vanidades y me entierren simplemente en tierra, lo más a flor de tierra posible”, había dicho la poetisa en una carta al escritor español Miguel de Unamuno, uno de los primeros en alabar su ingenio.

Juana de Ibarbourou fue aplaudida por escritores nacionales, como Carlos Reyles y Juan Zorrilla de San Martín, y foráneos, como el chileno Pablo Neruda o los españoles Unamuno, Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado, Salvador de Madariaga y Federico García Lorca.

Cuando apenas empezaba con su primer poemario, Juana “le escribe a Unamuno, pero no sólo le escribe. Le envía tres libros y le pide que se los haga llegar a (Antonio) Machado y a Juan Ramón Jiménez. Tenía muy claro a dónde quería llegar”, asevera Fischer.

“Los principales admiradores de la poesía de Ibarbourou eran hombres. El nombramiento como “Juana de América” en el Palacio Legislativo parte de los estudiantes y al acto asisten los intelectuales más prominentes de la época”, dice Fischer.

De Ibarbourou se apellidaba en realidad Fernández Morales, pero tomó ese apellido de su marido, un militar, por quien sintió una gran pasión en los primeros años de matrimonio, que la reflejó en Las lenguas de diamante, su primer poemario, pero que se transformó después en tristeza y dolor.

Fischer recuerda que el gran éxito editorial de ese primer libro fue proporcional al escándalo que produjeron en la sociedad montevideana y porteña sus imágenes sobre el amor carnal y las figuras de los amantes.

“Ella habla del amor y de hacer el amor. Afirmaba que tanto sufre por una pasión el cuerpo como el alma. Esto suponía una evidente transgresión para una mujer, casada con un militar en 1919”, explica Fischer.

Su fama se extendió rápidamente y a ello ayudó su extremada belleza, que “supo manejar para lograr ser una poetisa consagrada” sin rozar los límites que le impuso un matrimonio infeliz, en el que el marido, como después el hijo, llegó a la violencia física.

Pero no todo es luminoso en esta biografía novelada. Se describe también la adicción por la morfina y otros narcóticos, de una mujer desesperada, con un matrimonio señalado por la indiferencia y con un hijo ludópata que se convertiría en una pesadilla.

Juana y Federico
Juana y Federico

El libro de Fischer se basa en una carta de Ibarbourou a la que tuvo acceso hace quince años en la que también se relata la pasión que la volvió a embargar cuando tenía 59 años y su belleza comenzaba a marchitarse.

“Fue su gran amor. Así lo dice también en sus versos”, señala Fischer sobre la relación que la poetisa mantuvo, ya muerto su esposo, con el médico argentino Eduardo de Robertis, de 38 años, apenas mayor que su hijo Julio César.

“En los años cincuenta, esa relación, siendo ella quien era, una mujer reconocida mundialmente, no podía ser aceptada pero, la cuenta en sus versos, sobre todo en Mensaje del escriba, donde el setenta por ciento de los versos está dedicado a él”, dice Fischer.

El escritor afirma que De Robertis logró apartarla de la droga, pero después, la tiranía de su hijo y la pérdida de ese postrer amor la volvieron a encadenar a una adicción, que, según ella, le permitía subir a “las tres Marías”, en referencia a las estrellas de la constelación de Orión, y evadir la adversidad, aunque fuera sólo unos instantes.

Cernuda, biógrafo de la pérdida

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Cernuda fue conocido sobre todo por el conjunto de su obra poética, bajo el título de "La realidad y el deseo" , además de como un crítico exigente y original
Cernuda fue conocido sobre todo por el conjunto de su obra poética, bajo el título de «La realidad y el deseo» , además de como un crítico exigente y original

Después de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, solo puede estar Luis Cernuda, escribe Francisco Brines al respecto del autor de «La realidad y el deseo» y el poeta que mejor escribió sobre el amor, la soledad y el sufrimiento.

Así lo considera Antonio Rivera Taravillo, autor de la biografía «canónica» sobre el gran poeta sevillano de la generación del 27, con cuyo primer tomo ganó el premio Comillas. En ella deja claro que Cernuda «dotó de sentido moral a la poesía española y la hizo insobornable».

Con motivo de los múltiples homenajes a Cernuda está a disposición del lector «Leve es la parte de la vida que como dioses rescatan los poetas (poemas para Luis Cernuda)», editado por la revista Áurea.

En el libro han participado Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas, Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, Andrés Trapiello, Luis Alberto de Cuenca, Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Juan Gelman y la premio nobel Herta Müller, entre otros muchos poetas.

Además este volumen aporta un manuscrito inédito de Cernuda con los borradores del «Soliloquio del farero» y dibujos y fotografías inéditas suyas. También se proyectarán imágenes del autor de «Los placeres prohibidos» y se podrá escuchar su voz grabada.

Aquellos que deseen aproximarse a Cernuda pueden recorrer la etapa madrileña del poeta y su vinculación con el Ateneo, que solía frecuentar con Federico García Lorca y Vicente Aleixandre.

«Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos/como nace un deseo sobre torres de espanto. Amenazadores barrotes, hiel dolorida/Noche petrificada a fuerza de puños/Ante todos, incluso el más rebelde/Apto solamente en la vida sin muros». Así escribe el poeta en uno de sus libros emblemáticos, «Los placeres prohibidos», donde habla sin tapujos de su homosexualidad.

Cernuda nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902 y vivió allí hasta 1928, hijo de una familia burguesa. El 5 de noviembre de 1963 murió de un infarto en México, donde vivía desde hacía años en casa de Concha Méndez, madre de Paloma Altolaguirre, su amiga, quien le encontró tirado en el suelo, con la máquina de escribir al lado y un libro de Emilia Pardo Bazán sobre la mesa.

Su participación activa a favor de la República hizo que cuando cuando se marchó a Inglaterra para dar unas conferencias ya no pudiera volver por la victoria de los nacionales. Allí comenzaría su «destierro definitivo», con un peregrinar por Francia, Estados Unidos y finalmente México.

Independiente, aliado de la soledad constante, rebelde, con dolor y con nostalgia por una España de la que se separó no solo físicamente sino «espiritualmente», escribía: «Soy español sin ganas/Que vive como puede bien lejos de su tierra/Sin pesar ni nostalgia».

Cernuda sentía admiración por Unamuno, de quien decía que era el mejor poeta de España. Y es que en la poesía de este sevillano también están el pensamiento y la emoción, la poesía pensada: él siente el pensamiento y piensa el sentimiento que dijera Unamuno.

El biógrafo Antonio Rivero Taravillo recoge unas palabras de Cernuda que dejan ver muy bien su sentir vital: «Una constante en mi vida ha sido actuar por reacción contra el medio donde me hallaba. Eso me ayudó a escapar al peligro de lo provinciano…».

Gran amigo de Lorca, Cernuda no se llevó mal con Alberti, de quien dijo que era «el cristal capaz en un instante de romperse», y siempre reprochó a Vicente Aleixandre que no hablara de su homosexualidad.

Moderno, primero surrealista, luego metafísico, poeta del amor, «romántico por excelencia», admirador de Bécquer, Cernuda está enterrado en México. Cualquier momento es una oportunidad para volver a su poesía sobre la pérdida y la soledad, la de un poeta de la otra España.

Poeta en el exilio

Antonio Rivero Taravillo, biógrafo del poeta sevillano Luis Cernuda, ha dicho que éste creció como poeta en su exilio británico de casi diez años, donde fue «infeliz».

Rivero Taravillo habla de los años que Cernuda pasó en Escocia (1939-1943) como lector de español en la Universidad de Glasgow. «Cernuda fue muy infeliz en aquellas tierras, pues no tenía vocación académica, apenas hablaba el idioma inglés y, tras ver cómo perdía la contienda la República, se vio de bruces en otra guerra, la Segunda Mundial», cuenta.

«Glasgow sufrió los bombardeos, y Cernuda se refugió en algo que a la postre redundaría en su crecimiento como poeta, la lectura, mediante el contacto con esa tradición, especialmente la romántica, con la que sentía una especial identidad», según Rivero Taravillo.

Ha añadido que en Glasgow, «la ‘ciudad caledonia’ de la que abominó, se gestó su libro de prosa poética y memorialística, ‘Ocnos’, y allí escribió algunos de sus mejores poemas pertenecientes a ‘Las nubes’ y ‘Como quien espera el alba'».

Así, se trata de un poeta en cuya obra «España tiene gran importancia, ya que estuvo a punto de alistarse en las Brigadas Internacionales», según Rivero Taravillo, quien tradujo en colaboración con Catriona Zoltowska varios poemas de quien está considerado el máximo poeta gaélico escocés del siglo XX.

«Para mí es muy emocionante la coincidencia; recuerdo que, a su muerte, participé en un programa de la emisora gaélica BBC Alba en el que Seamus Heaney y otros poetas le rendimos tributo», ha señalado Rivero Taravillo, también poeta y traductor.

Rivero pergeñó su biografía en dos volúmenes «Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)», que obtuvo el Premio Comillas en 2007, y «Luis Cernuda. Años de exilio (1938-1963)». Precisamente fue en Londres donde Cernuda residió entre 1945 y 1947 en compañía del pintor Gregorio Prieto, antes de marchar a Estados Unidos.

Otros estudios destacan la participación de Cernuda en la colonia de niños vascos que se asentó en la finca de Lord Faringdon, en las proximidades de Oxford. Según ha recordado Rivero, «en ese contexto Cernuda escribió el terrible y hermosísimo poema ‘Niño muerto’, del que se ofrecen las circunstancias en este segundo tomo de la biografía».

«El Instituto Cervantes de Londres ocupa la sede en el barrio de Belgravia del que fue Instituto de España, que montó en la capital británica Leopoldo Panero y al que fue en varias ocasiones Cernuda, que fue profesor de la otra institución cultural española en Londres, el Instituto Español que contó con el apoyo de Negrín», ha señalado el biógrafo.

«En muchos aspectos, por modales, educación, dandismo, flema y sintonía, Cernuda fue el más británico de su generación, sin que ello impidiera que se rebelara contra esa sociedad mercantilista y fabril, tan ajena a su Sur añorado. Ni que una vez montara en cólera ante un poeta que reivindicaba el dominio británico de Gibraltar, como se muestra en una de las cartas inéditas a Salvador de Madariaga que reproduzco en el libro», ha concluido el biógrafo.

Cernuda comenzó su exilio en 1938, en plena Guerra Civil, cuando marchó para dar unas conferencias y ya nunca regresó, ya que posteriormente viajó a EEUU y a México, donde vivió sus últimos años.

Lorca resucita gracias a su «hermano»

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La conexión de Pasqual con Lorca le ha llevado a poner en escena todas sus obras
La conexión de Pasqual con Lorca le ha llevado a poner en escena todas sus obras

Las afinidades entre Lluís Pasqual y Federico García Lorca son tantas que el director catalán lo considera su «hermano gemelo» y es «el motor» de su primer libro, un ensayo en el que aborda la obra, vida y muerte del poeta desde «un lugar donde las cenizas todavía están calientes».

«De la mano de Federico» es el título de esta obra, en la que, ciertamente, Lluís Pasqual y García Lorca van de la mano por las páginas de un libro en el que el autor habla de Lorca a través de su propia biografía.

No en vano, Pasqual ha montado prácticamente todas las obras de García Lorca y su relación con el poeta andaluz empezó siendo niño, tras empezar a escuchar los poemas de Lorca, y se ha mantenido viva en todas las etapas de su vida.

«Lo que pienso del ritmo de Lorca, de su manera de escribir y de su persona vienen de un lugar que todavía tiene la cenizas calientes. He podido ser amigo de su hermana, he sabido cosas de primera mano de Pepín Vello o de Martínez Nadal, que eran sus amigos. He estado muchas veces en La Huerta, he tocado aquellas paredes y creo que es casi obligado que transmita lo que sé», ha dicho.

Esa cercanía fraternal le da «vela en este entierro» y legitimidad para hablar de temas polémicos, como la muerte de Lorca, sus creencias políticas o el destino de sus restos mortales.

En su opinión, Federico fue asesinado por «poeta, artista popular, pensador brillante y maricón» y, a quienes insinúan que sus posiciones políticas eran ambiguas, Pasqual les recuerda que Lorca «no fue solamente alguien que defendió a los desclasados y atacó a la Iglesia, sino que además recorrió los pueblos de la Península inundándolos de poesía. Y eso era un gesto político significativo».

Ahora bien, «si la obra de Lorca pertenece a todos, sus restos pertenecen a su familia», resalta Pasqual, que apunta en el libro que es inútil buscarlos porque su propia familia se encargó poco después de su muerte de recuperarlos y ponerlos «a buen recaudo».

«Es un pálpito», añade el autor, pero el pálpito de un hombre que se considera su hermano gemelo por muchas y profundas razones.

Pasqual narra en el libro que nació el 5 de junio, el mismo día que García Lorca, aunque con 53 años de diferencia, y que desde ese momento Federico le ha acompañado «como un espejo en el que mirarse», porque ha sabido expresar sus pensamientos y emociones mucho mejor que él mismo.

De ahí que «De la mano de Federico» (arpa editores) hable tanto de los amores de Lorca como de los grandes amores de Pasqual, de la familia de Lorca y de la de Pasqual, y de la pasión compartida de Lorca y Pasqual por la poesía y el teatro.

De hecho, el libro nació de la propuesta del editor, que le pidió una biografía, pero Pasqual se negó y argumentó que era mucho más interesante hablar de Lorca, aunque finalmente el resultado está trufado de detalles autobiográficos.

La conexión de Pasqual con Lorca le ha llevado a poner en escena todas sus obras. Con sólo algunas excepciones, como «Yerma», que dice que nunca montará porque la que protagonizó Núria Espert en 1971 le parece insuperable.

de_la_mano_de_federicoEn estos momentos, la obra que acompaña a Pasqual es la del «Lorca de las Obras Inacabadas. Hay una obra que se llama La Destrucción de Sodoma que sólo tiene nueve réplicas y es todo un mundo. Quizás un día sepa como poner en escena este destello».

Tras repasar vidas y obras paralelas, en las últimas líneas del libro Pasqual recuerda una de las grandes cruzadas de Lorca, la de extender la cultura y hacerla llegar al pueblo.

«En nuestros tiempos los políticos se olvidan de la cultura en su discursos, sin darse cuenta que es necesario alimentar el espíritu, no sólo el ego, que ya tienen muy bien alimentado», dice.

Hace casi cien años, Lorca ya defendió que la cultura es tan necesaria como el pan, o incluso más, «porque sólo a través de la Cultura se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo». Una frase que Pasqual, su «hermano gemelo», suscribe y traslada a nuestros días. Porque no sólo de pan vive el hombre, ni antes ni ahora.