Lovecraft

La posibilidad del inframundo

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Hacia la tercera década del siglo XVIII el brillante sabio que fue el Padre Feijoo describió la historia del hombre pez de Liérganes; suceso del que había tenido conocimiento a través de varios conocidos suyos a los que atribuyó gran credibilidad. Lo cierto es que —tal y como el mismo reconoció— la historia de el hombre pez de Liérganes tiene un cariz fantástico que contradice el escepticismo y racionalismo del que siempre hizo gala este intelectual ilustrado
Hacia la tercera década del siglo XVIII el brillante sabio que fue el Padre Feijoo describió la historia del hombre pez de Liérganes; suceso del que había tenido conocimiento a través de varios conocidos suyos a los que atribuyó gran credibilidad. Lo cierto es que —tal y como el mismo reconoció— la historia de el hombre pez de Liérganes tiene un cariz fantástico que contradice el escepticismo y racionalismo del que siempre hizo gala este intelectual ilustrado

¿Qué hay bajo la Tierra? Desde Julio Verne que veía a los volcanes como la entrada al inframundo a la búsqueda nazi del reino de Agartha, durante siglos escritores y científicos, aventureros y filósofos han expuesto sus teorías, ahora recopiladas en «Mundo subterráneo, puertas secretas, ciudades sumergidas y utopías bajo tierra».

Es el título del volumen publicado por La Felguera Editores. Su responsable, Servando Rocha, afirma que saber «qué hay debajo de nuestros pies» y si «habitan la oscuridad subterránea túneles, cavernas colosales, oscuros ríos o un pueblo oculto en negros fosos» constituye «el último secreto», como antes lo era «mirar arriba y descubrir planetas».

La piedra angular en torno a la que «se armó» el libro es la primera traducción al castellano de un extenso fragmento de la colosal obra «Mundus subterraneus», que publicó el pensador e inventor alemán Athanasius Kircher en 1665 y que, con sus más de mil páginas en latín, permanecía sin traducir en España.

El fragmento traducido de esta obra del astrólogo, geólogo y alquimista se acompaña de un estudio introductorio de Eduardo Sierra y según explica Servando Rocha, «resulta imposible resistirse a la belleza de las descripciones científicas de Kircher, ese observador maravillado que pasea entre mares de lava».

El editor de La Felguera promete en su recopilación «un fascinante descenso por los desconocidos territorios del mundo subterráneo» uniendo lo mejor del arte, la ficción o el ocultismo, y «también nos hemos ocupado de los abismos que ascienden, de las ideas de Lovecraft y su raza de criaturas espeluznantes y horrores abisales».

Asimismo se menciona a los predecesores de Lovecraft «surgidos en España y absolutamente singulares, como aquel «hombre pez» defendido por el erudito padre Feijoo, quien situaba en Cantabria esta leyenda de un ser humano que se va convirtiendo en pez, o el mismo Madrid subterráneo».

«Mundo subterráneo. Puertas secretas, ciudades sumergidas y utopías bajo tierra» viaja a través de uno de los asuntos «más apasionantes de todos los tiempos: la posibilidad de que la verdad esté precisamente bajo nuestros pies o incluso en el fondo del mar», y ya Julio Verne lo advirtió en «Viaje al centro de la Tierra»: los volcanes son puertas secretas, pasadizos que conducen a un habitable interior del planeta.

Durante esta aventura los personajes de Verne son acompañados por temerarios hombres embarcados en prodigiosas expediciones a los polos e incluso por los mismos nazis, quienes creyeron y buscaron el reino subterráneo de Agartha que, según la tradición mística oriental, estaría gobernado por el Rey Oculto del Mundo, recuerda el editor, quien precisa por ello que también Hitler soñó «con entablar lazos con los supuestos habitantes de las cavernas».

De hecho, se conservan documentos de cómo jerarcas nazis intentaron localizar este imaginario reino subterráneo que creían oculto en el Tibet o bajo el desierto de Gobi, siguiendo las teorías de célebres ocultistas como la teósofa Helena Blavatsky y el creador de la sinarquía Saint-Yves d’Alveydre, entre muchos otros.

Posiblemente también la extraña y conocida teoría de la «Tierra Hueca», según la cual existirían aperturas, cuevas y sistemas de túneles interconectados en todo el planeta, pertenezca a esta tradición a medio camino entre literatura y ciencia. Y Servando Rocha, que es natural de La Palma, recuerda que también en Canarias se han intentado localizar supuestas entradas al mundo subterráneo en los barrancos de Güímar (Tenerife), además de la célebre leyenda del reino sumergido de la Atlántida.

Relatos del mundo paralelo

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Quiller- Couch (uno de los autores rescatados en este compendio sobre espejos) escribe sus historias en base a una anécdota o suceso mínimos, generalmente intrascendentes, que adquieren un atmósfera excepcional
Quiller- Couch (uno de los autores rescatados en este compendio sobre espejos) escribe sus historias en base a una anécdota o suceso mínimos, generalmente intrascendentes, que adquieren un atmósfera excepcional

Borges, Poe, Chesterton, Papini, Schwob, Hoffmann, Lovecraft y otros grandes escritores se sintieron atraídos, inspirados, por el misterio de los espejos y muchos, algunos de manera recurrente, les dedicaron parte de sus mejores páginas, ahora seleccionadas por el escritor Andrés Ibáñez.

«A través del espejo» es el título de la antología que Ibáñez ha preparado para la editorial Atalanta, un título que sugiere la inquietante idea de lo que pudiera encontrarse más allá del reflejo, la posibilidad de que éste fuese un espejismo u -otra vuelta de tuerca- la imagen elegida para la portada de la antología, un Magritte titulado «La reproducción prohibida»: un espejo que muestra la espalda de un hombre que lo mira de frente.

Así de extrañas, de sorprendentes, de absurdas o surrealistas se tornaron las páginas de maestros como Bioy Casares, Virginia Woolf Angela Carter después de que se asomaran a un espejo o, quién sabe, de que se pusieran a escribir reflejados en uno de ellos.

Andrés Ibáñez cuenta que si ha hecho esta antología ha sido porque le atraen «los reflejos, los espejos y también las sombras», tal vez porque él piensa «en imágenes» y «el espejo es un productor de imágenes y también un receptáculo de imágenes; cualquier persona enamorada de las imágenes tiene que sentirse necesariamente atraída por los espejos».

«El espejo es quizá el único objeto verdaderamente metafísico que conocemos; el único objeto verdaderamente mágico; es un objeto que duplica el mundo, que crea un mundo paralelo; como el arte; como nuestra mente», ha señalado Ibáñez al recordar que ante «la historia de las distintas culturas humanas, son pocas las que no han sentido la atracción del espejo; del espejo surgen religiones, filosofías, leyendas, teorías mágicas o científicas, sentencias morales…».

Con la excepción de «El regreso», de Walter de la Mare, un texto poco conocido y que ni siquiera está traducido, antólogo y editor han procurado no incluir fragmentos sino textos completos, lo que explica la ausencia del espejo de Alicia.

Entre los escritores más raros seleccionados, Ibáñez menciona a Arthur Quiller-Couch, «autor de uno de los mejores relatos de la colección», o al japonés Edogawa Rampo, si bien, a la hora de las sorpresas, Ibáñez ha señalado el texto de fray Bernardino de Sahagún, que cuenta aparentemente un hecho real.

Igualmente destaca textos no provenientes de la literatura, como «El basilisco de Viena», extraído de un libro sobre animales raros de Willy Ley, o el titulado «¿Son posibles los espejos de Arquímedes?», de Jurgis Baltrusaitis, que  califica de «único y fascinante».

Sobre si la exactitud con la que reproduce el espejo es un valor literario, Ibáñez contesta: «Por supuesto que sí; es lo que buscamos al escribir, buscamos la exactitud en el color, en el espacio, en el mundo evocado, en la emoción; buscamos algo todavía más difícil que la exactitud: buscamos la verdad».

«Pero también lo indeterminado es un valor literario importante, la literatura se mueve entre lo exacto y lo totalmente inexacto, intentando definir lo inexacto con exactitud y revelando la fabulosa inexactitud de todo lo exacto; Lezama Lima hablaba de expresar lo indeterminado con la máxima exactitud posible», añade.

Sobre el tan citado espejo de Stendhal, Ibáñez explica: «Me gusta mucho Stendhal; en cuanto a eso de que la novela es ‘un espejo a lo largo del camino’… Si ese pensamiento le permitió escribir ‘Rojo y negro’, entonces me gusta, desde luego; recuerdo que una vez cuando estaba en el colegio dibujé este famoso espejo de Stendhal; dibujé un camino con árboles, bancos,… y un espejo con dos piernas caminando por él; la verdad es que el espejo de Stendhal es una imagen totalmente fantástica».