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La piel de la pintura en la obra de Freud

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Lucian Freud y Caroline Blackwood
Lucian Freud y Caroline Blackwood

«Freud amaba la carne y la piel, incluso la piel de los perros y veía a las personas como si llevaran un animal dentro». Así lo afirma David Dawson, amigo y heredero de Lucian Freud, uno de los pintores británicos más importantes de los siglos XX y XXI y con quien trabajó los últimos 20 años de su vida.

Dawid Dawson, director del «Lucian Freud Archive» junto con Martín Gayford, quien ha escrito los textos y ensayos, ha creado un objeto libro, editado por Mark Holborn, y publicado por PHAIDON, en dos volúmenes, que constituye la obra más completa publicada sobre Freud hasta hoy.

Un libro en inglés que tiene 480 ilustraciones en reproducciones de enorme calidad, de los 500 cuadros que hay de Freud por el mundo, y del que han hecho 3.500 ejemplares, a la venta por 450 euros.

Freud, nacido en Berlín en 1922 y exiliado del nazismo en el Reino Unido, decía que su pintura era autobiográfica, que pintaba «a la gente que le interesaba y que le importaba», en las habitaciones en las que vivía y que conocía bien.

Aunque reservado, tenía fama de mujeriego, y tuvo trece hijos de diferentes mujeres, algunos de los cuales retrató.

Su exploración de la relación entre el artista y el modelo, constante en su carrera, culmina en obras como la serie dedicada a Sue Tilley, una supervisora de subsidios sociales de Londres, obesa, que posó para el artista en diferentes ocasiones.

Dawson, que conoció a Freud cuando éste tenía 69 años, y que trabajó de forma intensa con él, heredó del pintor una casa (la casa estudio del pintor en Kensington, Londres) y tres millones de libras, como él mismo ha reconocido hoy durante la presentación del libro. Y, aunque no ha querido decir de forma exacta cuántos cuadros posee exactamente, ha comentado entre risas que «una o dos» pinturas.

Además ha sido el protagonista de varios de estos cuadros, entre ellos el último creado por el pintor obsesionado con la carne, un retrato de él con su perro. «La última pincelada de Freud fue la que hizo a la oreja del perro», ha reconocido.

«Original, simpático, muy inteligente, con gran sentido del humor y alguien para el que la pintura está por encima de cualquier persona». Así define David Dawson a uno de los mejores retratistas de todos los tiempos, al pintor de los cuerpos desnudos, con las carnes plegadas, fofas, en tonos crudos y sin piedad, que nació en Berlín en 1922 y se instaló en Londres en 1933, junto a su familia, huyendo de los nazis.

«En Londres se quedó y fue la ciudad donde quiso acabar su vida pintando británico», y donde murió en 2011, comenta Dawson, que ha recuerda que Freud «lo único que hizo de forma obsesiva fue pintar».

El director del Lucian Freud Archive explica la importancia que tuvo Francis Bacon en la trayectoria del pintor. «Cuando Freud tenía 30 años conoció a Bacon -dice- y éste le enseño a convertirse en un gran artista contemporáneo, le hizo cambiar de estilo y dirección, con más pasión, con el pincel más áspero y con mucho más volumen en la pintura».

En los 60 con el Pop Art, Freud fue olvidado, una circunstancia que al pintor le gustó, según Dawson, hasta que en los 80 reaparecería, y en los 90 con sus grandes retratos de desnudos y su gran exposición en el MET de Nueva York, se convirtió en un artista de gran renombre.

Todo un recorrido que se recoge en estos dos volúmenes organizados cronológicamente. «Lo fascinante de este libro es que demuestra cómo un artista va mejorando cada vez más y va creciendo década tras década», añade Dawson.

Freud, que solo hacía retratos de las personas que quería, dedicaba 12 meses a cada retrato y tenía dos formas de trabajar, con la luz del día y con la luz eléctrica, de noche. De 8 de la mañana a una de la tarde y otro retrato con luz eléctrica de 6 a doce de la noche. «Siempre estaba en el estudio y siempre buscaba la individualidad de cada persona y cada cuerpo».

El último retrato de Freud se subastó por 22 millones de libras, ha recordado el heredero, quien también ha señalado que la familia no tiene ningún cuadro del pintor.

Los nutrientes de Freud

El pintor compaginaba arte y sexo como quien trabaja y acude al lavabo a ejercitar una función biológica. «Podía ser cruel como amante y como padre, pero era un hombre sumamente interesante», apunta Vassilakis Takis, autor del libro «Breakfast with Lucian. Portrait of the artist» (Desayuno con Lucian. Retrato del artista) acerca del que fue conocido durante tiempo como el artista que quedaba vivo más importante del siglo XX (tras la muerte de Picasso y otros grandes nombres del mismo siglo). El realismo y la anatomía humana dramatizada fueron, sin duda, el trazo que surgió de su producción artística. Hasta las modelos tipo ‘muñecas Barbie’, como Kate Moss, a quien tatuó en el culo, según cuenta en el libro, aparecen de carne trémula, despojadas de la belleza de plástico y la cosmética que las caracteriza.

En el mundo del arte gravita el rumor de que Lucian Freud engendró 40 hijos. Por una casualidad de números cuatro o una afinidad en las pronunciaciones de las cifras (40 y 14) en inglés, de hijos reconocidos sólo hay 14, nacidos de seis mujeres, y herederos del legado del pintor. Una de la prole es Jane McAdam, nacida en 1958, la mayor de los cuatro hijos que tuvo Freud con Katherine McAdam, quien me contó que «hasta los 8 años de edad, mi padre era una figura constante en mi vida, pero después perdí el contacto con él, y no lo recuperé hasta que yo tenía 30 años de edad y ya era artista. Desde entonces estuve mucho con él, incluso en los últimos años cuando ya estaba enfermo».

Jane, sus hermanos, y sus numerosos medio hermanos nunca se sentaron juntos alrededor de una mesa para comer, contarse un viaje o echarse una bronca que es lo que suelen hacer las familias convencionales. Del retrato del artista que se publica ahora se desprende la noción de que Lucian Freud, además de ser el gran artista y dramatizador del alma humana, era un gruñón y cascarrabias que no toleró a muchos miembros de su familia, desde su padre hasta su hermano Clement. La única mujer que le hizo daño al abandonarlo fue Caroline Blackwood, su segunda y última esposa, con la que no tuvo hijos. Blackwood era la heredera de los Guinness que quizás, por eso, no lo quieren meter en el libro de récords.